Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟥𝟣. 𝗎𝗇𝖺 𝖽𝖾𝗌𝗉𝖾𝖽𝗂𝖽𝖺

🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ chapter Thirty one

a goodbye

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

Esa noche hubo demasiadas despedidas.

La pira funeraria fue tan grande que pronto Percy deseo no tener que presenciar algo así de nuevo en su vida. Fue la primera vez que vio usar en cuerpos reales las mortajas del campamento, y la escena fue tan devastadora que estaba seguro que jamás lograría sacarla de su mente.

Había sido un momento muy abrumador para todos los campistas; no solo se estaban despidiendo para siempre de sus compañeros fallecidos, sino de sus amigos, hermanos y familia caídos en batalla.

Percy no había tratado con la mayoría de los fallecidos, apenas y había intercambiado palabras con algunos de ellos. Pero eso no evitó sentir el dolor y la tristeza de los demás campistas, sobretodo de dos chicas en particular.

El hermano mayor de Daphne, Castor, había sucumbido luchando contra un mestizo del bando enemigo. Fue amortajado con un sudario morado oscuro con un bordado de viñas. Su hermano gemelo, Pollux, intentó pronunciar unas palabras en su honor, pero su voz se le estranguló en medio discurso y Daphne terminó tomando la palabra. Si bien se notaba que a la chica le estaba costando hablar, logró terminar su discurso para luego tomarla  antorcha y encender la pira funeraria situada en el centro del anfiteatro.

En unos segundos, el fuego se tragó la hilera de mortajas mientras las chispas y el humo se elevaban al cielo estrellado.

Percy buscó entre toda la multitud de campistas a la segunda chica, la qué más le preocupaba; La última vez que había visto a Victoire fue cuando la batalla había concluido y se habían separado para ayudar con los heridos.

La encontró parada entre Will Solace y Michael Yew hasta adelante de toda la multitud. Victoire en ningún momento le devolvió la mirada, es más, ni siquiera se percató de que Percy la observaba.

La castaña no podía despegar su vista de la mortaja dorada donde el cuerpo de Lee Fletcher se encontraba. Lloraba en silencio junto a los hermanos del chico, pero desde donde estaba Percy vislumbró como ambos chicos sostenían cada mano de Vi con fuerza.

Y, por primera vez, Percy no se encontró molesto por aquel gesto. Si no que se sintió mal consigo mismo por no estar junto a ella en un momento donde más necesitaba su apoyo; Quirón les había pedido ordenarse por orden de cabañas, y el lugar de Percy estaba demasiado lejos de la cabaña siete, donde Victoire fue permitida quedarse por su amistad cercana con el hijo de Apolo.

El funeral concluyó en cuanto la última mortaja quedó reducida en cenizas y el fuego se consumió por si solo.

Cada cabaña desfiló una a una hacia sus respectivas cabañas, para descansar. Pero percy no se movió de su lugar, había visto a Quirón acercarse a Tori en su silla de ruedas y ahora ambos se encontraban hablando al otro lado del anfiteatro.

La incertidumbre no lo dejó irse a descansar, por lo que comenzó a bajar los escalones del anfiteatro para acercarse al par. Y con cada escalón que descendían, la conversación entre Tori y Quirón parecía irse calentando.

Percy se extrañó por eso, Victoire nunca se molestaba o discutía con Quirón.

Cuando estuvo a un distancia mucho más corta a ellos, alcanzó a oir a Tori:

—¿¡Por qué nunca me lo dijo!? —Percy fue consciente del dolor con el que había pronunciado aquella pregunta—, Si Lee me lo hubiera dicho yo no... No habría... —pero su voz se quebró y Victoire comenzó a llorar, de nuevo.

Percy no tardó en acercarse corriendo a ella.

—Hey Vi, ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

Pero Victoire no reaccionó de la forma que él esperaba. Sino que se giró a verlo con brusquedad y lo miró con una expresión que Percy no supo descifrar: ¿dolor, culpa, enojo?

—¡¿Cómo voy a estar bien, Percy?! ¡Lee murió por mi culpa! ¡Él no está y todo es culpa mía!

Percy negó con la cabeza e intento acercarse a ella.

—No fue culpa tuya, Vi. Ese gigante...

—¡No! ¡Tu no sabes nada! —repusó ella, alejándose de él.

Percy la miró afligido.

—Tori, querida, no fue culpa tuya... —Intentó decirle Quirón pero ella lo interrumpió.

—¡Claro que lo fue! —refut9 con los ojos rojos—. ¡Tu mismo me acabas de decir que él sabia! —sollozó—. ¡Lee seguramente sabía que moriría durante la batalla y se sacrificó para que yo pudiera vivir en su lugar!

Percy se quedó helado. ¿De que diantres hablaba Victoire? Más no tuvo tiempo de preguntarle nada cuando está hizo aparecer sus alas y alzo el vuelo, alejándose de ambos y perdiéndose en la noche oscura.

—¡Vi! —la llamo Percy, pero ella no regresó.

Percy, preocupado y confundido, volteo a ver a Quirón y le pidió silenciosamente una explicación.

Quirón inspiró cabizbajo y le explicó lo mismo que le había dicho a Tori: Lee Fletcher era el único hijo de Apolo con el don de la visión, lo que significaba que podía ver pequeños fragmentos del futuro. No obstante, su don no superaba los poderes del oráculo.

—El día después de que partieron a la ciudad para buscar a tu amiga —le dijo—, empezaron los preparativos para la guerra. Lee vino a verme antes de reunirnos en el claro. Estaba consternado y preocupado, seguramente había tenido visiones esa noche de lo que pasaría en la batalla. Insistió en qué Victoire estuviera en la línea defensiva aérea. Lejos del campo de batalla y de los enemigos. No me dijo exactamente el motivo, y yo tampoco le pregunté, pero le asegure que tendría a Tori en los árboles.

—¿Por qué no le preguntaste? ¿Por qué no nos dijo nada sobre la invasión? ¡Podríamos haber evitado muchas muertes! —replicó Percy, perplejo.

—Exactamente por eso no podía decir nada —replicó Quirón. Percy lo miro incrédulo, pero antes de que pudiera decir algo, Quirón prosiguió a explicarle—: La primera vez que Lee usó su don para salvar la vida de alguien, fue un día antes de su llegada al campamento. Tenia diez años en ese entonces; El sátiro guardián que lo guió me contó que el chico se había desviado del camino para salvar a un niño que se estaba ahogando en la playa. El sátiro le preguntó cómo es que sabía que el niño estaba en problemas y Lee se lo confesó. Le dijo que a veces podía ver cosas que pasarían; Ese mismo día acamparon cerca de la playa donde el niño y sus padres tenían su casa para vacacionar y pasaron la noche ahí. Pero en la madrugada escucharon las sirenas de una ambulancia y de la policía. Ambos se alertaron y pronto descubrieron que provenían de la casa del niño mortal. Sin embargo, las luces de la ambulancia se apagaron a los minutos y los gritos destrozados de los padres les llego desde donde estaban acampando.

»El niño que había salvado Lee esa tarde, murió en la madrugada debido a un ataque al corazón. Y, esa misma noche, Apolo visitó a Lee y le prohibió usar su don para evitar futuras muertes, y a su vez, le prohibió decir cualquier cosa respecto a éste. Nadie podía saber que veía fragmentos del futuro, ni siquiera los hermanos que conocería al día siguiente en el campamento. Apolo le hizo jurar por el río Estigia que no lo haría, y Lee lo juró.

»Los únicos que sabíamos sobre el don de Lee éramos su sátiro guardián, que falleció hace ya unos años atrás, y yo. Y yo solo tenía conocimiento de eso por Apolo, que me visitó esa misma noche y me dijo que uno de sus hijos llegaría el día siguiente. Me dijo que esté poseía su Don. Y también me advirtió que tenía prohibió hablar al respecto. Así que, durante todos estos años que Lee estuvo viviendo aquí, jamás le pregunté, o cuestione, nada sobre su don. Y nadie, ni siquiera sus hermanos, supieron que él que lo tenía.

»Por eso acepté su petición de que Victoire estuviera en su grupo. Estaba seguro de que había visto algo que lo había dejado aterrado y desesperado. Ahora sé que fue.

—Mi hijo la vio morir, y no queriendo eso, dio su vida por la persona que quería.

Los dos, Percy y Quirón, giraron sobresaltados hacia Apolo. Éste les dedico una leve sonrisa, pero está ni siquiera llegó a la altura de sus mejillas, se notaba a lenguas que no estaba ni alegre ni feliz, y era entendible, uno de sus hijos había muerto.

Quirón bajó la cabeza en señal de respeto ya que no podía arrodillarse debido a su pierna rota. Percy, por otro lado si iba hacerlo cuando Apolo le hizo un gesto, como si le estuviera diciendo «no hace falta» y caminó hasta la pira funeraria, que ahora estaba reducida a cenizas.

—¿Ha venido despedirse de Lee? —le preguntó Percy.

Apolo asintió levemente. Se arrodillo enfrente de las cenizas, justo donde la mortaja de Lee había estado antes, y tomo un puño de cenizas entre sus manos para luego llevarse el puño al corazón.

Apolo rezó por lo bajo algo que Percy no alcanzó a escuchar, pero si que vislumbró como el puño del dios brillo levemente, solo por un par de segundos.

Apolo se incorporó y se giró hacia él con la palma de la mano abierta. Ya no había cenizas en está, sino unas pequeñas semillas que Apolo le entrego.

—¿Me harías el favor de dárselas a Victoire? Lo haría yo mismo pero dudo que quiera verme ahora. Pídele que las plantes junto a mi cabaña, en honor a mi hijo.

—El alma de Lee... ¿Está en estás semillas? —preguntó Percy con cierto temor. Lo que menos deseaba era que alguna de las semillas se le escapara de las manos y viniera tirando el alma del hijo de Apolo al suelo.

Apolo negó.

—No, el alma de mi hijo está esperando su juicio, pero estoy totalmente seguro de que ira a los Campos de Elíseos.

Percy asintió, aliviado de oir eso. Sin duda sería algo que le comentaria a Victoire en cuanto la volviera a ver.

—Ve a descansar, Quirón. Yo acompañaré a Percy hasta su cabaña.

Quirón ni siquiera replicó al respecto. Inclinó la cabeza y se marchó en su silla de ruedas hasta la casa grande.

—Ven Percy, caminemos —le dijo Apolo llendo hacia otra dirección.

—¿No dijo que me acompañaría hasta mi cabaña? —inquirió Percy con interés.

Pero Apolo sonrió levemente.

—Nunca dije que sería por el camino corto.

Percy lo siguió.

—Apolo... dijiste que Lee dio su vida por alguien a quien quería, él...

—No puedo decirte lo que mi hijo sentía o no por Tori, solo él podía decírselo.

Percy asintió, incómodo por haberle preguntando eso. En cambio, le pregunto otra cosa que rondaba por su mente.

—¿Por qué le prohibió a Lee decir el futuro?

Apolo no volteo a verlo, mantenía la mirada en el camino. Justo cuando Percy creía que el dios no iba a responderle, lo hizo:

—A los demás dioses y a las Moiras no les gustan que se metan con el futuro. Sí hubiese dejado que Lee fuera por ahí diciendo lo que pasaría, me habrían obligado a castigarlo como a otro de mis hijos. Yo... No iba a cometer el mismo error dos veces. Además, no quería que sufriera —confesó Apolo—. Sí dejaba que interviniera en cada cosa que veía, no hubiera podido cargar con la culpa.

—Pero... —meditó Percy la información—, al no decir nada, también cargaba con culpa, ¿No?

—Quizá, pero intervenir en el futuro tiene un costo mayor. Salvas una vida, pero la pagan otras dos, o está misma sucumbe bajo otras circunstancias —explicó—. Las Moiras... No se toman bien cuando alguien intenta cambiar el futuro —contó Apolo—. Lee estaba consciente de eso, el pasado se lo había enseñado de una forma muy cruel con aquel niño que había salvado.

—Y aún así...—dijo Percy, pensando en todo—, él evitó la muerte de Victoire.

Apolo asintió

—Y las Moiras cobraron su intervención con su propia vida —farfulló Apolo con tono molesto. Percy dedujo que lo estaba por la forma en que apretaba los puños, sin duda alguna, Apolo se encontraba disgustado con las abuelas olímpicas.

—Pero eso no es justo —protestó Percy.

—Las Moiras nunca son justas —gruño Apolo—. Cada acción tiene una reacción, Percy, incluso para un dios.

Apolo desvío la mirada. Parecía perdido en sus pensamientos, pero Percy prefirió no indagar más en el tema. Continúo caminando a la par de Apolo en silencio hasta que llegaron a su cabaña.

—Una última cosa Percy —le pidió Apolo antes de que él subiera el primer escalón de su cabaña. Percy se volvió hacia él—. A partir de ahora Victoire te necesitará más que nunca. El destino de ambos está cada vez más cerca. Necesitarán el apoyo y la confianza del otro si quieren hacer lo correcto. No la dejes sola en esto. Ella puede parecer fuerte, pero necesita el apoyo de quienes ama para seguir adelante.

Y dicho eso, Apolo le guiño un ojo y desapareció tras un chasquido de dedos, dejando detrás de él una estela de brillos dorados en donde anteriormente se encontraba.

Percy suspiró y repitió las últimas palabras de Apolo en su mente.

«Ella puede parecer fuerte, pero necesita el apoyo de  quienes ama para seguir adelante»

Su corazón brincó dentro de su pecho al percatarse de un detalle. Apolo lo había incluido en el grupo de personas a quien Tori amaba.

El recuerdo de aquel beso volvió a su mente y Percy entró a su cabaña con una sonrisa tonta en el rostro.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

▃▃▃▃▃▃▃ 🌿🔱 ▃▃▃▃▃▃▃

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

Al día siguiente Percy apenas y tuvo tiempo de ver a Victoire a la hora del desayuno. La chica lucía devastada, cansada y desmañanada, cosa que no ánimo a Percy. La castaña había estado toda la mañana ayudando a atender a los heridos, que eran prácticamente todos los campistas, mientras que él y Tyson ayudaron a trasportarlos de la enfermería a sus cabañas, dejando únicamente a los heridos de gravedad en las habitaciones de la casa grande.

El bosque había tenido muchas repercusiones debido a la batalla, pero los sátiros y las ninfas se afanaron en reparar los daños ellos mismos. Ningún campista se opuso, al fin y en cuentas ellos eran los más indicados para la restauración natural.

Al mediodía, el Consejo de Sabios Ungulados celebró una sesión de urgencia en su arboleda sagrada, donde estaban presentes los tres viejos sátiros y Quirón, en su silla de ruedas.

La arboleda estaba atestada de sátiros, de dríadas e incluso de náyades que habían salido del agua, todos ellos -eran centenares- ansiosos por oír lo que había sucedido.

Enebro, Annabeth y Percy estaban ahí, y para sorpresa de los dos últimos, Victoire y Daphne se les unieron; la rizada tampoco lucía muy bien que digamos. Percy vislumbró en su mirada un sentimiento que no logró descifrar.

¿Tristeza? ¿Enojo? ¿Determinación?.... ¿Sed de venganza?

No lo sabia, y el rostro neutro de Daphne tampoco lo ayudaba a descifrarlo.

Percy se colocó a junto a Victoire y la miró de reojo. La chica no parecía molesta con su acercamiento, cosa que lo alivio. Anoche se había apartado de él y se había ido volando. Pero esta vez apenas y notó su presencia junto a ella.

En un movimiento atrevido, para Percy, tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de ella. Victoire volteó a verlo, sobresaltada, y atisbo una pequeña sonrisa por su parte.

La reunión dio comienzo y Sileno prontó reveló su deseo de desterrar a Grover inmediatamente, pero Quirón lo persuadio para que al menos oyera los testimonios primero.

Así pues, los seis les contaron a todo el mundo lo
ocurrido en la cueva de cristal y lo que les había dicho Pan. Luego, numerosos testigos presentes en la batalla describieron el extraño sonido que Grover había emitido, provocando la retirada del ejército del titán.

—Era pánico lo que sentían —insistía Enebro—. Grover consiguió convocar el poder del dios salvaje.

—¿Pánico? —preguntó Percy aún de la mano de Tori.

—Percy —le explicó Quirón—, durante la primera guerra entre los dioses y los titanes, el señor Pan soltó un grito horrible y el ejército enemigo huyó despavorido. Ese es... o era su mayor poder: una oleada de miedo que ayudó a los dioses a alzarse con la victoria. La palabra pánico proviene de Pan, ¿entiendes? Y Grover utilizó ese poder, sacándolo de sí mismo.

—¡Absurdo! —bramó Sileno—. ¡Sacrilegio! Tal vez el dios salvaje nos favoreció con una bendición. ¡O tal vez la música de Grover era tan espantosa que asustó al enemigo!

—No fue así, señor —intervino el acusado. Parecía mucho más calmado de lo que habría estado cualquiera si lo estuvieran insultado de aquella manera—. El dios nos transmitió su espíritu. Debemos actuar. Cada uno debe contribuir a renovar la vida salvaje y preservar la que aún queda. Hemos de propagar la noticia. Pan ha muerto. Sólo quedamos nosotros.

—Después de dos mil años de búsqueda, ¿pretende que nos creamos eso? —gritó Sileno—. ¡Nunca!Hemos de continuar buscando. ¡Destierro al traidor!

Algunos de los sátiros más ancianos murmuraron su aprobación. Victoire apretó la mano de Percy, preocupada por el destino de su amigo. Ambos se estaban sintiendo impotentes en ese momento.

¿Por qué les costaba tanto creerles?

—¡Votemos! —exigió Sileno—. ¿Quién va a creer, además, a este joven y ridículo sátiro?

—¡Yo! —exclamó una voz conocida.

Todos se volvieron. Cruzando la arboleda a grandes zancadas, apareció Dioniso, el padre de Daphne.

Llevaba un traje negro muy formal, una corbata morada, una camisa violeta y su pelo rizado cuidadosamente peinado, de modo que Percy casi no lo reconoció. Tenía los ojos inyectados en sangre, como de costumbre, y su rollizo rostro parecía algo sofocado, pero daba la impresión de hallarse bajo los efectos del dolor y no de la abstinencia forzada.

Todos los sátiros se levantaron en señal de respeto e inclinaron la cabeza cuando se acercó. Dioniso hizo un gesto con la mano y surgió de la tierra otro asiento junto a Sileno: un trono hecho de ramas de vid.

Tomó asiento y cruzó las piernas. Chasqueó los dedos. Un sátiro se acercó corriendo con una bandeja de queso y galletitas y con una Coca Light.

El dios del vino contempló a la muchedumbre congregada a su alrededor.

—¿Me han echado de menos?

Todos los sátiros se apresuraron a asentir y a hacerle reverencias.

—¡Oh, sí! ¡Mucho, señor!

—¡Pues yo no he echado nada de menos este lugar! —les soltó el dios—. Traigo malas noticias, amigos míos. Pésimas noticias. Los dioses menores están cambiando de bando. Morfeo se ha pasado al enemigo. Hécate, Jano y Némesis también —Tori se removió incomoda junto a Percy—. Zeus tonante sabrá cuántos más...

Un trueno resonó a lo lejos.

—¡Peor todavía! —añadió—. Ni siquiera el mismísimo Zeus lo sabe. Bueno, quiero oír la historia de Grover. Otra vez. Desde el principio.

—Pero, ¡mi señor —protestó Sileno—, son sólo sandeces!

Los ojos de Dioniso relampaguearon con un brillo púrpura.

—Acabo de enterarme de que mi hijo Castor ha muerto, Sileno —Daphne se tenso junto a Annabeth y bajo la mirada, incapaz de mirar a su oadre—. No estoy de humor. Harías bien en seguirme la corriente.

Sileno tragó saliva y le hizo un gesto a Grover para que volviera a empezar.

Cuando concluyó, el señor D asintió.

—Da la impresión de que Pan habría hecho una cosa así. Grover tiene razón: esa búsqueda es agotadora. Deben empezar a pensar por su propia cuenta. —Se volvió hacia un sátiro—. ¡Tráeme unas uvas peladas, rápido!

—¡Sí, señor! —El sátiro salió corriendo.

—¡Hemos de desterrar al traidor! —insistió Sileno.

—Y yo digo que no —le replicó Dioniso—. Ese es mi voto.

—Yo también voto que no —intervino Quirón.

Sileno apretó los dientes con aire testarudo.

—¿A favor de desterrarlo?

El mismo y los otros dos viejos sátiros alzaron la mano.

—Tres a dos —sentenció Sileno.

—Sí —dijo Dioniso—, pero, por desgracia para ti, el voto de un dios vale por dos. Y como he votado en contra, estamos empatados.

Sileno se puso de pie, indignado.

—¡Esto es un escándalo! ¡El consejo no puede permanecer en semejante callejón sin salida!

—Entonces, ¡disuelve el consejo! —replicó el señor D—. Me tiene sin cuidado.

Sileno le hizo una envarada reverencia y abandonó la arboleda con sus dos colegas. Unos veinte sátiros los siguieron. Los demás permanecieron en su sitio,
murmurando con inquietud.

—No se preocupen —intervino Grover—. No necesitamos a un consejo que nos diga lo que debemos hacer. Eso podemos deducirlo por nuestra cuenta.

Repitió otra vez las palabras de Pan: que debían contribuir a salvar la vida salvaje aunque fuese poco a poco. Luego empezó a dividir a los sátiros en grupos: los que se ocuparían de los parques nacionales, los que debían salir en busca de los últimos rincones salvajes y los que habían de defender los parques de las grandes ciudades.

—Bueno —dijo Annabeth de pronto llamando la atención de los cinco—. Me parece que Grover se nos está haciendo mayor.

Enebro, Victoire, Percy y Daphne asintieron de acuerdo.

—Debo volver a la enfermería —indicó Tori con la voz rasposa.

Intentó apartar su mano de la Percy pero éste le dio un ligero apretón y reforzó su agarre. Victoire volteó a verlo sorprendida.

—Vamos, te acompaño.

—¿No tienes que...?

—No tengo nada que hacer ahorita —irrumpió él.

Se despidieron de las chicas y regresaron por el sendero del bosque hasta el campamento.

—Quiero pedirte una disculpa —dijo Tori cuando estaban a punto de llegar al límite del bosque. Percy se giró a verla—. Anoche te trate y te hablé de una pésima forma. Tu no tienes la culpa de... —trago saliva y desvío la mirada hacia abajo—. Debí escucharlo.

Percy la detuvo cuando vislumbró como su mirada se cristalizaba. Soltó su mano y llevo ambas manos hasta su rostro, alzandolo para que lo viera directo a los ojos.

—No podías saberlo, Vi. Nadie podía.

Limpio la lágrima que se le había escapado a la castaña. Victoire cerro los ojos antes el tacto suave de Percy, más eso no disminuyó el dolor que sentía por dentro.

—¿Sabes que es lo peor? —musitó ella. Percy negó, a lo que Victoire le respondió—. Que estabamos discutiendo en la tienda de Atenea cuando el ejército de Cronos nos atacó. Yo quería tener más participación en la lucha, pero él insistía en que me quedará en mi puesto. Yo... —Tori sollozó—, lo trate muy mal Percy. Y no pude decirle que... No pude... disculparme con él.

Percy la envolvió entre sus brazos, permitiendo que Victoire sollozara contra su pecho. Acarició su largo cabello suelto, del cual desprendía un ligero aroma a vainilla.

No le gustaba ver a Victoire de ese modo. Lo hacía sentir... Terrible, con una gran opresión en el pecho que casi no lo dejaba respirar; Deseaba poder ayudarla a sentirse mejor.

Deseaba poder borrar todo rastro de tristeza en ella.

Ojalá pudiera viajar al inframundo, buscar el alma de Lee y llevarlo al campamento para que Tori pudiera decirle lo que sentía y despedirse de él, pero no podía hacerlo.

Pero si que conocía a alguien que podia.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

▃▃▃▃▃▃▃ 🌿🔱 ▃▃▃▃▃▃▃

     
                        
                        
                        
                  
 

   
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

Durante la cena Victoire no dejó de intercalar su mirada entre su plato y la mesa de Poseidon; Después de que Percy la acompañará hasta la enfermería, esté le dijo que la vería después de la cena con una sorpresa y se marchó tras dejarle un beso en la mejilla.

Victoire no dejó de darle vueltas en su cabeza sobre que podría ser la sorpresa que tenía Percy para ella. Y es que así como era de competitiva, también era impaciente respecto a regalos y sorpresas.

Tori atrapó varias veces a Percy mirando en su dirección en el pabellón. Éste le sonreía cada vez que sus miradas se encontraban y solo causaba que las mariposas que sentía por dentro aumentarán; Se había prometido a si misma, y a Silena, no dejarle las cosas fáciles a Percy, oero se encontraba tan afectada por la muerte de Lee que lo único que quería era estar nuevamente entre los brazos reconfortables del chico.

Quería volver a sentir esa seguridad que solo él podía trasmitirle.

Esa seguridad de que todo estaría bien.

Era increíble como sus sentimientos hacia el pelinegro habían surgido. La primera vez que lo conoció no pudo ignorar su atractivo, incluso aunque traía puesta la armadura combate; su primer encuentro había sido una pelea, y Percy no había estado nada contento con ella. Si Tori no se hubiera metido en su camino, el campamento hubiera ganado, por fin, una partida contra las cazadoras.

Sin embargo, aquel enojo no duró mucho, en realidad casi nada. Ambos terminaron trabajando juntos para rescatar a Annabeth y a Artemisa, y Victoire encontró en Percy una gran persona. Alguien que la escuchaba, la apoyaba y confiaba en ella.

Pero había algo más. Algo que los unía de una forma que no podían explicar.

Cuando la cena terminó, todos los campistas se encaminaron hacia el anfiteatro, donde la cabaña de Apolo les había prometido un espectacular recital a coro para levantarles el ánimo. Victoire no tenia mucho ganas de asistir, en realidad deseaba irse a su cabaña y tumbarse sobre su cama para dejar salir todo lo que sentía, pero había quedado con Percy, y ella nunca rompía una promesa.

—¿Y bien? ¿Cuál es la sorpresa? —le preguntó a Percy cuando llegó hasta su mesa.

Pero Percy no respondió, sino que volvió a tomar su mano, entrelazó sus dedos con los de ella y comenzó a guiarla hacia el bosque. Victoire se detuvo en el límite con el corazón acelerado y Percy notó el cambio en su mirada. Se giró de frente a ella.

—Estaré contigo en todo momento.

Tori suspiró y asintió.

—¿A dónde vamos Percy? —le preguntó cuando ambos ya se habían internando en el bosque.

—Espera, ya lo verás.

Se deslizaron bajo las sombras de los árboles, la oscuridad comenzaba a ser más intensa mediante los minutos avanzaban. Victoire nunca le había tenido miedo al bosque, a pesar de que sabía que estaba plagado de monstruos, pero la batalla del día anterior seguía fresca en su memoria y se preguntaba si algún día volvería a ser capaz de caminar por allí sin recordar la brutal batalla y la muerte de su amigo.

Victoire no veía nada que le diera una pista sobre a dónde iban, pero tras unos minutos caminando divisó un resplandor un poco más adelante. Primero creyo que se trataba de una antorcha, pero al acercarse se dio cuenta de que era el resplandor de un fantasma.

Victoire abrió los ojos sorprendida al ver la forma temblorosa de Bianca di Angelo. Está se alzaba en medio del claro, sonriendo a su hermano Nico, que también estaba ahi. Le dijo algo que ninguno alcanzó a escuchar, le acarició la cara -o lo intentó- y luego su imagen se desvaneció por completo.

Nico se dio la vuelta y los vio, pero no pareció sorprendido o enfurecido con la presencia de ambos.

—Estaba despidiéndome —explicó con voz ronca.

Victoire le sonrió levemente. Percy asintió, comprendiendo.

—¿Están listos? —les preguntó Nico. Victoire frunció el ceño, confundida y él lo notó—. ¿Acaso Percy no te lo dijo?

—¿Decirme que? —preguntó ella volviéndose hacia Percy, pero éste le sonrió nerviosamente.

—Tu sorpresa —reveló él—. Le he pedido a Nico ayuda para hablar con el fantasma de Lee.

Victoire empalidecio y abrió los ojos como plato. Miro a Percy, luego a Nico, quien asintió desde donde estaba. Nuevamente se giró hacia Percy.

—¿Tu... Lo planeaste?.

Percy asintió y algo se removió dentro de Tori.

—Dijiste que no tuviste tiempo de arreglar las cosas con él. Bueno, ahora puedes hacerlo.

Victoire suspiró profundamente al sentir su mirada cristalizada.

—De acuerdo, hagámoslo.

Nico suspiró y comenzó a preparar el pozo para invocar a Lee. Victoire se removió nerviosa en su lugar cuando Nico comenzó a cantar un cántico en griego antiguo. El ambiente se volvió frío, el viento sopló sobre ellos, moviendo el cabello de Victoire hacia un lado. Percy volteo a verla y le sonrió, dándole ánimos.

Entonces lo vieron. Una silueta azul surgió de entre los árboles y camino para beber del pozo. Cuando se incorporó, el fantasma de su amigo la estaba viendo

—Hola Tori —la saludó Lee Fletcher.

Victoire lo miro de hito en hito. Se acercó lentamente hasta su forma fantasmal y levantó la mano para tocar su rostro, pero está terminó atravesando su piel de lleno.

Tori rompió a llorar.

—Lo lamento tanto Lee —sollozó Tori y se sorbió la naríz—, enserio, enserio lo siento.

Pero Lee no la miró con resentimiento o enojo. Si no que le sonrió cálidamente.

—No tienes la culpa de nada, Tori.

—Si la tengo —repusó ella—. Sabías lo que pasaría. Quisiste protegerme manteniéndome fuera del campo de batalla y yo no te hice caso. Te trate mal, te hablé fatal y no pensé en las razones por las cuales tu... —su voz flanqueo y aspiró fuertemente con la nariz para continuar—. Y aún así tú me salvaste. Diste tu vida por la mía. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué morir por alguien que estaba condenada hacerlo?

—Porque no era completamente seguro que fueras tu quien moriría —respondió Lee.

Victoire enmudeció, por lo que fue Percy quien habló:

—¿Qué quieres decir con eso? Si no era ella... ¿Entonces quién?

Lee no respondió. Pero los miró como si la respuesta fuera clara.

—Eras tu, ¿No es cierto? —inquirió Nico junto a ellos.

Lee volteo a verlo y terminó asintiendo.

—¿Ah? ¿Osea cómo? —preguntó Percy, sin entender—. ¿Tu te viste morir a ti mismo?

—Tuve dos veces el mismo sueño; en uno Victoire moría aplastada por el gigante. En el otro yo moría por un porrazo. Ambos teníamos la misma posibilidad de morir o vivir, pero aquel gigante debía ser quien terminará con alguno de los dos. Yo... No podía dejar que fueras tu, Tori. No podía dejar morir a la persona que... —Lee inspiró y finalmente lo dijo—, que amaba.

Victoire se congelo y volteo a ver a Lee perpleja. ¿Había oído bien? ¿Acaso él...

Por los dioses. No sabía que decir al respecto. Ella nunca había visto al rubio de ese modo. Siempre había sido un amigo para ella.

Pero solo eso.

—Descuida —le dijo Lee al ver su expresión—. Yo sabía que tú querías a... —pero se  alló y miró de reojo a Percy, quien parecía más interesado en mirar sus zapatos que a él. Leé suspiró—. Sabía que no sentías lo mismo por mi, y estaba bien Tori. No quería que las cosas cambiarán entre ambos. Prefería tenerte como amiga a qué te alejaras de mí.

—Yo no me habría alejado de ti —le aseguró ella.

Pero Lee la miro como si no le creyera, más no le replicó.

—Debo volver, mi tiempo aquí ha concluido.

—¿Podrás perdoname? —inquirió Tori con un nudo en la garganta.

Lee le sonrió cariñosamente.

—Nunca te he culpado de nada, Tori. Así que deja de hacerlo tú también. ¿Lo prometes?

Victoire se mordió el labio inferior, pero terminó asintiendo.

—Lo prometo.

Entonces Lee se giró hacia Percy.

—Cuidala por mi, Percy. Es especial.

Percy asintió y miró a Tori con una sonrisa.

—Si, lo es —musitó él y se giró hacia el fantasma de Lee—. Lo haré.

Lee asintió, aliviado. Se giró hacia Nico.

—Gracias por traerme, Nico.

El pelinegro menor solo hizo un gesto con la cabeza. Lee se volvió, le sonrió a Tori.

—Adios Tori.

—Adios, Lee.

y se esfumo.

La oscuridad de la noche volvió a envolverlos, pero a Tori no le importó.

Finalmente sintió como si volviera a respirar de nuevo. Se volteo a ver a Percy, y le sonrió mostrando los dientes.

El corazón de Percy brincó dentro de su pecho al volver a ver aquella sonrisa que tanto le gusta en su rostro. Y, sin previo aviso, Tori se abalanzó sobre él y enterró su rostro en el hueco de su cuello.

—Gracias Aquaman —murmuró cerca de su oído.

Percy sintió una corriente eléctrica subir por toda su espalda. Envolvió a la castaña entre sus brazos y la acercó más a él.

—De nada Vi.

Pero entonces la castaña lo soltó y se acercó a Nico para envolverlo en un abrazo. Percy reprimió una risa al ver el gesto desconcertante de Nico. El menor se había sonrojado hasta las orejas.

—Gracias Nico, mil gracias.

Nico se encontraba incómodo. El contacto físico no era algo que le gustará. Le dio unas pequeñas palmadas a la castaña en la espalda y se separó incomodó de ella.

—Fue idea de Percy.

—Pero tu aceptaste ayudarlo. Así que gracias.

Nico desvío el rostro, sonrojado.

—De nada Laurent.

Victoire suspiró profundamente y volteo a verlos a ambos.

—Deberiamos volver a la fogata antes de que se terminen los malvaviscos.

Percy asintió, de acuerdo con ella, pero Nico negó.

—No —dijo Nico.

—No puedes saltarte las comidas, Nico —lo regaño Percy—. Si no quieres quedarte en la cabaña de Hermes, quizá puedan hacer una excepción y alojarte en la Casa Grande. Allí hay muchas habitaciones.

—No voy a quedarme, Percy.

—¿Qué?

—Pero... no puedes marcharte así como así. Es demasiado peligroso que un mestizo ande solo por ahí. Necesitas entrenarte.

—Sobretodo cuando eres hijo de Hades.

—Yo me entreno con los muertos —replicó en tono tajante—. Este campamento no es para mí. Por algo no pusieron una cabaña de Hades. Él no es bienvenido aquí, como tampoco en el Olimpo. Yo no encajo en este lugar. Debo irme.

A Victoire le hubiera gustado discutir eso, pero una parte de ella sabía que Nico estaba en lo cierto. No le
gustaba la idea, pero Nico tendría que encontrar su propio y oscuro camino.

—¿Cuándo te vas? —le preguntó Tori.

—Ahora.

—Pero, ¿Y Daphne? —preguntó Tori sabiendo que ella y Nico se habían unido mucho en el laberinto.

—Sabe que me voy, me he despedido de ella antes. No le gustó mucho la idea, pero lo entendió; Tengo toneladas de cuestiones pendientes. Como, por ejemplo, quién era mi madre. O quién nos pagaba el colegio a Bianca y a mí. O quién era ese abogado que nos sacó del hotel Loto. No sé nada de mi pasado. He de averiguarlo.

—Es lógico —reconoció Percy—. Pero espero que no tengamos que ser enemigos.

Él bajó la mirada.

—Lamento haberme portado como un mocoso. Debí haberte escuchado cuando pasó lo de Bianca.

—Por cierto... —Tori sonrió cuando vio a Percy sacar de una figurita de su bolsillo—. Tyson encontró esto mientras limpiábamos la cabaña. Pensé que quizá lo querrías.

Le tendío la figurita de plomo de Hades: la estatuilla del juego de Mitomagia que Nico había dejado tirada
cuando huyó del campamento el invierno anterior.

Él vaciló.

—Ya no juego a esto. Es para críos.

—Tiene una potencia de ataque de cuatro mil —señaló Tori en tono persuasivo.

—De cinco mil —le corrigió Nico—, pero sólo si tu oponente ataca primero.

—A lo mejor tampoco está mal volver a ser un crío de vez en cuando —le dijo Percy y le lanzo la figurita.

Nico la estudió unos segundos y se la guardó en el bolsillo.

—Gracias.

Percy le tendió la mano. Nico se la estrechó de mala gana.

—He de investigar un montón de cosas —dijo—  Algunas... Bueno, si me entero de algo útil, se los haré saber.

No sabían muy bien a qué se refería, pero asintieron.

—Mantente en contacto, Nico.

—Y cuídate. Cualquier cosa, ya sabes donde encontrarnos —añadio Tori.

Nico asintió, dio media vuelta y se alejó lentamente por el bosque. Las sombras parecían doblarse hacia él a medida que avanzaba, como si quisieran llamar su atención.

Una voz dijo a sus espaldas:

—Ahí va un joven muy turbado.

Se volvieron y se encontraron a Dioniso allí mismo, vestido aún con su traje negro.

—Acompáñenme —les indico.

—¿Adonde? —preguntó Percy, suspicaz.

—A la hoguera del campamento. Estaba empezando a sentirme bien, así que se me ha ocurrido hablar un rato contigo. Tú siempre consigues ponerme de mal humor.

—Ah, gracias.

Victoire reprimió una carcajada y comenzó a seguir a Dionisio. Caminaron en silencio por el bosque, o por lo menos ellos dos lo hicieron. Dioniso andaba por
el aire: sus lustrosos zapatos negros se deslizaban a un par de centímetros del suelo. Igual y no quería mancharlos.

—Hemos sufrido muchas traiciones —empezó hablar el señor D—. Las cosas no pintan bien para el Olimpo. Pero ustedes, Annabeth y mi hija han salvado el campamento. No estoy seguro de si debo darles las gracias.

—Ha sido un trabajo en equipo —señaló Percy.

—Haríamos cualquier cosa para salvar nuestro hogar —añadio Tori.

El señor D se encogió de hombros.

—A pesar de todo. Yo diría que ha sido un trabajo bastante competente el que han llevado a cabo. Y he pensado que debían saber... que no ha sido del todo en vano.

Llegaron al anfiteatro y Dioniso señaló la hoguera. Clarisse estaba pegada a un corpulento chico hispano que parecía contarle un chiste. Victoire jadeo asombrada al ver qué se trataba de Chris Rodríguez.

Ambos se volvieron hacia Dioniso.

—Usted lo ha curado —señaló Tori, sorprendida.

Dionisio de encogió de hombros como si no hubiera sido nada.

—La locura es mi especialidad. Ha sido sencillo.

—Pero... Ha hecho una buena acción —dijo Percy—. ¿Por qué?

Dionisio arqueó una ceja.

—¡Porque soy bueno! Irradio bondad, Perry Johanson. ¿No lo has notado?

—Eh...

—Tal vez me sentía apesadumbrado por la muerte de mi hijo.

—Lamento la muerte de Castor —le dijo Tori, apenada. Dionisio le lanzó una mirada de soslayo y continúo hablando.

—Gracias, pero como les estaba diciendo, tal vez pensé que ese tal Chris merecía una segunda oportunidad. En todo caso, parece haber servido para mejorarle el humor a Clarisse.

—¿Y por qué nos los cuenta? —preguntó Percy.

El dios del vino suspiró.

—Que me aspen si lo sé. Pero recuerden, jovenes, que una buena acción puede ser a veces igual de poderosa que una espada. Como mortal, nunca fui un guerrero, un atleta o un poeta muy destacado. Me dedicaba sólo a hacer vino. Los de mi pueblo se reían de mí. Decían que nunca llegaría a nada. Mírame ahora. A veces las cosas más insignificantes pueden volverse muy grandes.

Los dejó solo para que pensaran en ello.

Mientras Tori contemplaba a Clarisse y a Chris cantando canciones de campamento y tomándose de las manos en la oscuridad, donde creían que nadie los veía, no pudo reprimir una sonrisa.

La cual aumentó en cuanto sintió como Percy tomaba su mano y entrelazaba sus dedos con los suyos.

—Apolo me dio esto para ti —habló Percy sacando algo de su bolsillo. Victoire tomó con la mano libre lo que el chico le tendía y vio que se trataba de una docena de semillas—. Tomó las cenizas de Lee y las transformó en semillas. Dijo que las plantaras fuera de su cabaña, en honor a Lee.

Victoire sonrió con los labios apretó, guardo las semillas en el bolsillo de su short y se acercó a Percy para dejarle un casto beso en su mejilla, sin embargo, el chico volteo la cara y Victoire termino juntando sus labios con los de él.

Fue apenas un roce, pero fue suficiente para que ambos terminarán sonrojados hasta las orejas.

Percy se rió ligeramente nervioso y jalo de la mano de Tori con dirección a la fogata para disfrutar juntos lo que restaba de la noche.

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

▊▋▊▌▊▍▎▊▊▋▊
𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

Maratón 1/2 porque unas chicas en el capítulo anterior me hicieron reír mucho y me convencieron ✨ ustedes saben quiénes son 👀

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro