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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter Nineteen

my little pony demoniac

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Cuando Tori vio los dientes de los caballos sintió como toda esperanza abandonaba su cuerpo de golpe.

Tanto ella como Percy tuvieron que taparse la nariz con la camisa para trata de evitar aquella fetidez, más está era tan potente que atravesaba la tela. Antes de acercarse más a los establos, Victoire se había sacado la sudadera de Percy para evitar que está fuera a mancharse de excremento, la dejo junto con sus mochilas a varios metros de dónde estaban.

Un semental avanzó entre el estiércol, soltó un relincho agresivo y les mostró unos dientes afilados como los de un oso.

—¿Puedes hablar con ellos? —le preguntó Tori a Percy. Éste se encogió de hombros y lo intento.

—Hola —saludó—. Vengo a limpiar sus establos. ¿No te parece genial?

El caballo relincho agresivamente y Percy lo miro ofendido.

—Pero ¡si soy hijo de Poseidón! —protestó Percy—. Él creó a los caballos.

El semental relincho nuevamente y está vez Percy la tomó del brazo para ponerla detrás de él. Los demás caballos comenzaron a relinchar y Tori captó que Percy no había tenido suerte.

—No te acerques a ellos, Vi.

—No tenía pensado hacerlo —dijo ella—. ¿Tienes alguna idea de cómo limpiar todo esto?

Había moscas zumbando por todas partes y el calor exacerbaba el hedor.

Percy asintió y le señalo el río que discurría por un punto de la colina. Éste estaba bastante alejado de ellos, casi a un kilómetro.

—Hercules lo hizo.

Entonces Victoire recordó como el antiguo héroe lo había hecho. Volteo a ver a Percy con una ceja alzada.

—Me sorprendes Aquaman.

Percy intento no demostrar lo ofendido que se sentía.

—¿Pero podrás traer todo esa agua hasta acá?

Percy lo medito. El río estaba mucho más lejos de lo que había pensando, y aunque él tenía el control sobre el agua, realmente tenía sus sospechas de que tanto control podría ejercer.

Tori vio la duda en su mirada, por lo que tomó una pala oxidada y se dispuso a empezar a recoger caca en el borde de la cena, solo para probar.

Pero era inútil, tardarían horas de ese modo y el sol comenzaba a descender en el cielo. Solo les quedaban apenas unas horas.

—Creo que el río es nuestra única opción —musito ella.

Percy suspiró.

—Sera más fácil pensar en la orilla de éste que aquí —dijo él con una mueca por el olor. Victoire no lo contradijo.

Ambos empezaron a bajar por la ladera.

Si no fuera por la asquerosa tarea que tenían encima, Victoire se permitiría disfrutar de aquel momento. Desde que se habían metido al laberinto apenas y había tenido tiempo de estar con Percy a solas. No obstante ahí estaban ambos, caminando a la par y en silencio.

Victoire prefirió romperlo.

—Asi que al final el alma que buscaba Nico no es la tuya.

Percy asintió.

—Supongo que es un alivio, ¿No? —dijo él. Victoire asintió—, lo que me tiene intranquilo es el fantasma que lo acompaña, si es el rey con el que soñé la otra noche, no es bueno Vi.

—¿Cuando soñaste con él?

—La noche que encontramos la entrada al laberinto — respondió él.

—Gerión mencionó el nombre de Minos, ¿El rey con el soñaste también se llamaba así? —Percy asintió y Victoire frunció el ceño a la vez que hacía memoria. Aquel nombre no le sonaba de nada. Tori bufó—, como desearía ser tan inteligente como Annie, seguramente ella sabría de quien hablas.

—Hey no digas eso —replicó Percy deteniendo su andar. Victoire lo imitó y se giró a verlo, éste tenía el sembrante serio—. Eres igual de inteligente que ella, que no sepas quién es Minis no te hace menos lista, Vi. No te menosprecies así.

Victoire sintió un remolino de emociones en su interior. Las palabras de Percy habían surgido efecto en ella, la hizo sentir mejor. La castaña sonrió con las mejillas sonrojadas y se acercó a él para dejarle un corto beso en la mejilla.

—Gracias Aquaman.

Percy, intentando ocultar el sonrojó de su cara por el gesto de Vi, se sobo la nuca y bajo la mirada hacia sus tenis.

—Es solo la verdad.

Ambos continuaron el camino hacia el río.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                              
                        
                        
                        
                  
                  

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Cuando llegaron al río, se encontraron a una chica esperándolos. Llevaba téjanos y una camiseta verde, y el largo pelo castaño trenzado con hierbas. Tenía los brazos cruzados y una expresión muy ceñuda.

—¡Ah, no!, ¡ni hablar! —exclamó nada más verlos.

Victoire miro de reojo a Percy y una punzada la cruzó cuando vio que esté observaba atónito a la náyade.

—¿Eres una náyade? —preguntó él.

Tanto Tori como ella pusieron los ojos en blanco.

—¡Pues claro! —respondió la náyade.

—Pero hablas inglés. Y estás fuera del agua —repusó él incrédulo. Victoire volteo a verlo con una ceja alzada.

¿Enserio estaba sorprendido por eso?

—¿Qué creías? ¿Que no podemos comportarnos como los humanos si queremos?

Percy se sintió estúpido en ese momento, pero es que todas las náyades del campamento solo soltaban risitas y lo saludaban desde el fondo del lado de las canoas. Nunca las había visto afuera del agua. Percy suspiró.

—Mira —le dijo—, venía a pedir...

—Sé quién eres y lo que quieren. ¡Y la respuesta es no! —Victoire miro sorprendida al espíritu marino—. No voy a permitir que se utilice otra vez mi río para limpiar ese establo asqueroso.

—Pero...

—Ahórrate las explicaciones, niño del mar. Las divinidades del océano siempre os creéis mucho más importantes que un río insignificante, ¿no? Bueno, pues permíteme que te diga que esta náyade no se va a dejar mangonear sólo porque tu papaíto sea Poseidón.

Victoire alzó las cejas aun más sorprendida por su valentía al hablar así del dios. Sonrió ladinamente, esa náyade le caía bien.

Está continúo:

—Esto es territorio de agua dulce, señor mío. El último tipo que me pidió este favor (era mucho más atractivo que tú, por cierto) —victoire frunció el ceño ligeramente. ¿Acaso acababa de decir que Percy era guapo?—, consiguió convencerme y... ¡fue el peor error de mi vida! ¿Tienes idea del daño que le causa a mi ecosistema todo ese estiércol de caballo? ¿Me has tomado por una depuradora? Mis peces morirán. Nunca lograré limpiar la caca de mis plantas. Me quedaré enferma durante años. ¡¡No, gracias!!

Percy inevitablemente recordó a cierta amiga suya mortal, Rachel Elizabeth Dare. Incluso a Victoire se le vino a la mente.

También era cierto que la náyade tenía un buen punto, sin embargo..

—Nuestros amigos están en peligro —alegó Percy.

—Vaya, ¡qué mala suerte! No es problema mío. Y tú no vas a emporcar mi río.

Victoire escrutó al espíritu; parecía dispuesta a pelear con ellos, si ese fuera el caso. Apretaba los puños con fuerza, aunque le pareció detectar un ligero temblor en su voz. Victoire suspiró con pesar, aquella náyade les tenía miedo, pero sobretodo le tenía miedo a Percy. Seguramente pensaba que iban a luchar con ella para hacerse con el control del río y le preocupaba la posibilidad de perder.

Victoire se giró a ver a Percy y notó como este suspiraban con un aire alicaido. Como si él hubiera pensando lo mismo que ella. Se sentó en un tronco.

—Está bien, tú ganas.

La náyade lo miró, sorprendida.

—¿De veras?

—No vamos a luchar contigo.

—Es tu río —agregó Tori.

Los hombros de la náyade se relajaron.

—Ah, qué bien. Quiero decir... ¡de buena se han librado!

—Pero nuestros amigos y nosotros seremos vendidos a los titanes si no conseguimos limpiar esos establos antes de que se ponga el sol.

—Debe haber otra forma —musitó Tori mirando alrededor, buscando alguna solución.

La náyade suspiró.

—Voy a revelarte un secreto, hijo del dios del mar —le dijo está a Percy—. Recoge un poco de tierra.

—¿Qué?

—Ya me has oído.

Percy se agachó y recogió un puñado de tierra tejana. Era tierra negra y seca, salpicada con grumos diminutos de roca blanca. Tori se acercó a él, curiosa.

—Son caparazones de molusco —le dijo la náyade—. Caparazones petrificados. Hace millones de años, incluso antes de la era de los dioses, cuando sólo reinaban Gea y Urano, esta tierra se encontraba bajo el agua. Formaba parte del mar.

Victoire volteo a verla sorprendida. Percy frunció el entrecejo.

—Vale —dijo Percy—. ¿Y de qué me sirve saberlo?

—Ustedes no son tan diferentes de mí, semidióses. Incluso cuando estoy fuera del agua, el agua se halla en mi interior. Es mi fuente de vida. —Retrocedió, metió los pies en el agua y sonrió—. Espero que encuentren el modo de rescatar a sus amigos.

Y sin más, se convirtió en líquido y se disolvió en el río.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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El sol rozaba las colinas cuando regresaron a los establos y al parecer alguien había venido a darles de comer a los caballos. Estos estaban desgarrando a dentelladas la carroña de unos animales de enorme tamaño.

—iugh —masculló Tori. Aquello solo hacia más repugnante el lugar.

Uno de los caballos relincho en su dirección y Percy hizo una mueca. Por su gesto Victoire prefirió no saber que le había dicho.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Tori mirando todo el excremento. Jamás lograrían limpiar todo eso sin el río y a tiempo.

Percy miró los trocitos de caparazón calcificado que tenía aún en la palma de la mano y, fustrado, los tiro al suelo.

Fue entonces que lo escucharon.

¡Pffft! Como si un globo se hubiera pinchado.

Ambos voltearon hacia donde Percy había tirado los restos del caparazón y, asombrados, vieron un chorrito de agua brotaba entre la bosta.

—No puede ser —murmuró Percy.

Solo basto una mirada entre ambos para tener la misma idea. Indeciso, Percy se aproximo a la cerca.

—¡Crece! —le dijo al chorro de agua.

¡PLASH!

Victoire retrocedió atónita. El chorro habia ascendido casi un metro, como un surtidor, y continuó burbujeando.

La imagen parecía imposible, pero ahí estaba.
Un par de caballos se acercaron a mirar. Uno de ellos puso la boca en el surtidor y retrocedió, asqueado.

—Es salada —le dijo Percy a Tori.

Fue entonces que Percy tuvo una idea.

—Necesitamos más —le dijo a la castaña.

Entre los dos recogieron puñados de tierra y separaron los fragmentos fósilisados. Una vez que tuvieron una cantidad bastante grande en manos, Percy se giró hacia ella.

—Yo rodeo la cerca, tu esparcelos por arriba.

Victoire entendió su plan y asintió.

La tiara sobre su cabellera comenzó a brillar y pronto sus alas blancas surgieron de sus omóplatos. Alzo el vuelo y comenzó a volar sobre los establos. Uno de los caballos se alzo en sus cuartos traseros e intento darle un mordisco, pero Tori elevó la altura y el caballo terminó mordiendo el aire.

«Ja, en tu cara my little pony endemoniado» pensó la castaña.

Victoire lanzó uno a uno los fósiles en diferentes puntos del lugar, de modo que cuando estos se estrellaban en la bosta, brotaba un chorro de agua. Los caballeros comenzaron a relinchar como en protesta, pues todos intentaban alejarse de los chorros.

Pronto Victoire se percató que el agua no se desbordaba, no salía de los establos ni fluía colina abajo, como habría ocurrido en circunstancias normales. Se limitaba a borbotear alrededor de cada surtidor y se filtraba otra vez en la tierra, arrastrando de paso el estiércol. La caca de caballo parecía disolverse en el agua salada y en su lugar reaparecía la tierra humedecida.

—¡Más! —escucho gritar a Percy.

Y ella observó como los chorros de agua empezaron  a explotar por todas partes, como si fuera el túnel de lavado más grande del mundo. El agua marina se elevaba propulsada a más de seis metros. Victoire tuvo que esquivar varios chorros para no terminar empapada.

Abajo los caballos relinchaban y corrían enloquecidos de pavor por todos lados, mientras aquellos géiseres los rociaban desde todas direcciones. A su vez, las montañas de bosta iban disolviéndose como si fuesen de hielo.

El agua lo encharco todo. Los caballos quedaron empapados y resbalaban por el barro. El estiércol había desaparecido por completo: toneladas enteras habían quedado disueltas y se las había tragado la tierra.

Pero entonces Victoire vio como el agua empezaba a empantanarse y a rebosar del establo, creando infinidad de torrentes que bajaban hacia el río.

—¡Percy, el río! —advirtio Tori desde lo alto.

—Detente —ordenó Percy al agua.

Más no ocurrió nada. Victoire sobrevolo los establos y se dirigió a los torrentes que bajaban por la ladera. Comenzó a batir con fuerza sus alas, creando olas de aire que retenian la mayoría del agua, más aquel esfuerzo le estaba costando a Victoire.

Y Percy lo notó.

—¡Detente! —repitió Percy con urgencia, concentrando toda su energía en interrumpir la fuerza del mar.

Entonces los géiseres cesaron de golpe y Victoire alzo la mirada para ver a Percy caer de rodillas. Sin importar el esfuerzo que había empleado, voló a su dirección y aterrizó junto a él. Sus alas se replegaron y desparecieron.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó ella jadeando.

Percy asintió.

—¿Y tú?

Victoire asintió.

Ambos voltearon al frente y contemplaron, maravillados, unos establos impolutos, un cercado de lodo húmedo y salado, y cincuenta caballos lavados tan a fondo que brillaban. Incluso los pedazos de carne que seguían comiendo habían quedado inmaculados.

Sin embargo los caballos relinchaban alterados hacia Percy.

—Con una condición —dijo éste respondiendoles—: que sólo coman lo que les den sus cuidadores. Nada de personas. ¡De lo contrario, volveré con más surtidores!

Los caballos relincharon y le hicieron un montón de promesas, asegurándole que en adelante se portarían como unos buenos caballitos carnívoros, o por lo menos eso le tradujo Percy.

Más no se quedaron charlando con los sementales. El sol se estaba poniendo y debían llegar al rancho.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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El olor a barbacoa les llegó a ambos mucho antes de llegar, lo cual hizo que el par aumentará el ritmo. A él le encantaba la barbacoa, y Victoire temía que está estuviera hecho de sus amigos.

Sin embargo cuando llegaron al patio, Tori vio que esté estaba listo para celebrar una fiesta. Globos y serpentinas adornaban la verja. Gerión preparaba las hamburguesas en una barbacoa gigante hecha con un bidón de gasolina. Euritión ganduleaba junto a una mesa de picnic y se limpiaba las uñas con un cuchillo. El perro de dos cabezas husmeaba las costillas y las hamburguesas de la parrilla.

Y para su alivio, sus amigos seguían con vida; Tyson, Grover, Annabeth, Daphne y Nico estaban tirados en un rincón, atados como animales, con las muñecas y los tobillos juntos y una mordaza en la boca.

—¡Suéltelos! —gritó Percy, jadeando aún—. ¡Hemos limpiado los establos!

Gerión se volvió hacia ellos. Llevaba un delantal en cada pecho con una palabra en cada uno, de manera que el conjunto decía: «BESA - AL - CHEF

«No gracias, paso» pensó Tori al leerlo.

—¿Ah, sí? ¿Cómo lo han logrado, señor Jackson, señorita Laurent?

Percy se encargó de explicarle todo, a pesar de que estaba perdiendo la paciencia. Gerión asintió, admirado.

—Muy ingeniosos. Habría sido mejor que hubiesen envenenado a esa náyade latosa, pero no importa.

Victoire entre frunció el ceño y apretó la mandíbula.

—Suelte a nuestros amigos —exigió ella—. Hemos hecho un trato y lo cumplimos.

—He estado pensando en ello. El problema es que, si los suelto, no me pagarán.

—¡Lo prometió! —protestó Percy.

Gerión chasqueó los labios.

—¿Acaso me lo hizo jurar por el río Estigio? ¿Verdad que no? Entonces aquí no ha pasado nada. Cuando se hacen negocios, hijo, es imprescindible un juramento de obligado cumplimiento.

Victoire se enojo y tanto ella como Percy sacaron sus espadas. Ortos gruñó. Una de sus cabezas se inclinó junto a la oreja de Grover y mostró los colmillos.

—Euritión —dijo Gerión—, estos chicos están empezando a molestarme. Mátalos.

En automático Victoire se dio un paso adelante con su espada en alto, lista para pelear contra él. Pero Euritión los observó y se giró hacia Gerión.

—Mátelos usted mismo —replicó Euritión.

Gerión alzó las cejas.

—¿Cómo dices?

—Ya me ha oído —refunfuñó Euritión—. Usted me manda continuamente que le haga el trabajo sucio. No para de meterse en peleas sin motivo. Y ya me he cansado de morir por usted. Si quiere combatir con los chicos, hágalo usted mismo.

Victoire observó al hombre como si le hubiera crecido un tercer ojo, aquello había sido lo más impropio que había escuchado de un hijo de Ares.

Gerión arrojó la espátula al suelo.

—¿Te atreves a desafiarme? ¡Debería despedirte ahora mismo!

—¿Y quién se ocuparía de su ganado? Ortos, ven aquí.

El perro dejó de gruñir a Grover en el acto y fue a sentarse a los pies del pastor.

—Muy bien —refunfuñó Gerión—. ¡Me ocuparé de ti cuando haya matado a estos mestizos!

Tomó dos cuchillos de trinchar y se los arrojó sin más. Ambos lograron desviar los proyectiles con sus espadas.

—Libera a los demás, yo me encargo de él.

—¿Seguro?

Percy asintió y se lanzó al ataque. Victoire corrió hacia donde sus amigos estaban, más Gerión, quien detuvo el primer mandoble de Percy con unas tenazas al rojo vivo, le lanzó una estocada a Victoire con un tenedor de barbacoa. La castaña lo eludió y Percy aprovecho eso para traspasarlo de parte a parte por su pecho central.

—¡Arggg! — rugió y cayó de rodillas.

Ambos aguardaron a que se desintegrara en polvo, pero él les dirigió una mueca y se incorporó otra vez. La herida abierta en su delantal empezado a cerrarse.

—Buen intento, hijo. La cuestión es que tengo tres corazones. La copia de seguridad perfecta.

Y volcó la barbacoa, desparramando las brasas por todas partes. Una aterrizó junto a la cara de Annabeth, que soltó un gemido ahogado. Victoire intento correr hacia ella pero no vio venir el puño de Gerión. Un intenso dolor la atravesó al estrellarse contra la verja del jardín

—¡Vi! —escuchó gritar a Percy antes caer inconciente.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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— Vi... Despierta... Despierta Vi.

Victoire entre abrió los ojos y luego los cerro con fuerza. Un dolor punzante la recorrió de pies a cabeza y al volver a abrir los ojos se encontró con unos orbes verdes sobre ella.

—¿Percy?

El chico le sonrió y la ayudó a sentarse sobre la hierba. Al alzar la mirada se encontró con Tyson y Annabeth liberando a Grover, Daphne y Nico.

—¿Y Gerión? ¿Lo has vencido? —Percy asintió y comenzó a contarle como lo hizo mientras le suministraba a la castaña un poco de néctar y ambrosía. Victoire casi se atraganta al oir el final del relato.

Tragó la ambrosía y se giró hacia Percy, atónita.

—¿Me estás diciendo que tú, Perseus Jackson, usaste un arco y atravesaste tres pechos de un solo tiro cuando yo he intentado que le des a una sola diana? —pregunto ella. Percy asintió con una sonrisa orgullosa. Victoire bufó—, ¿Por qué no me lo puedo creer?

Percy abrió la boca ofendido.

—¡Pero si es verdad!

Victoire soltó una carcajada y miró a Percy con una sonrisa.

—Solo bromeó Aquaman. Te dije que con práctica todo se podía.

—Bueno, si soy honesto contigo, les pedí a Artemisa y Apolo una ayudita —confesó Percy.

Victoire ladeó la cabeza—: eso tiene más sentido.

Percy negó con gracia y ayudó a Victoire a levantarse. Se acercaron a los demás.

—¿Estás bien Tori? —preguntó Annabeth acercándose a ella con preocupación.

—Si, la herida cerró —y así era. La ambrosía y el néctar habían surgido efecto.

—¿Ya podemos atar al pastor? —preguntó Nico.

—¡Sí! —dijo Grover—. ¡Ese perro por poco me mata!

Victoire miró a Euritión, éste se encontraba sentado tan tranquilo junto a la mesa de picnic. Ortos tenía sus dos cabezas apoyadas en las rodillas del pastor.

—¿Cuánto tiempo tardará Gerión en volver a formarse? —le preguntó Percy.

Euritión se encogió de hombros.

—¿Cientos de años, tal vez? Él no es de esos reformistas ultrarrápidos, gracias a los dioses. Me han hecho un favor.

—Antes has dicho que ya habías muerto por él otras veces —recordó Tori—. ¿Cómo es eso?

—Llevo miles de años trabajando para ese mal bicho. Empecé como un mestizo normal, pero escogí la inmortalidad cuando mi padre me la ofreció. El peor error de mi vida. Ahora estoy atrapado en este rancho. No puedo irme ni dimitir. He de cuidar las vacas y enfrentarme a los enemigos de Gerión. Es como si estuviéramos ligados el uno al otro.

—Quizá puedas cambiar las cosas —sugirió Percy.

Euritión lo miró entornando los ojos.

—¿Cómo?

—Simple —espeto Daphne—, Deja de vender a los animales y cuídalos como lo merecen.

—Y no hagas más tratos con los titanes —agregó Tori.

Euritión reflexionó.

—Estaría bien

—Consigue que los animales se pongan de tu parte y ellos te ayudarán. Y cuando vuelva Gerión, quizá sea él quien tenga que ponerse a trabajar para ti —le dijo Percy.

Euritión sonrió de oreja a oreja.

—Eso tampoco me molestaría.

—¿No tratarás de impedir que nos vayamos?

—No, qué va.

Annabeth se frotó sus muñecas magulladas y le lanzó una mirada suspicaz a Euritión.

—Tu jefe ha dicho que alguien había pagado para garantizar nuestro paso sin problemas. Dime quién.

El pastor se encogió de hombros.

—Quizá lo haya dicho para engañaros.

—¿Y los titanes? —preguntó Percy—. ¿Ya les has enviado un mensaje Iris sobre Nico?

—No. Gerión pensaba hacerlo después de la barbacoa. Ellos no saben nada sobre el chico.

Victoire volteo a ver al chico con alivió, pero éste miraba a Percy con odio.

—Tal vez podrías quedarte en el rancho hasta que terminemos nuestra búsqueda —propusó Percy—. Aquí estarías a salvo.

—¿A salvo? —gritó Nico—. ¿A ti qué puede importarte? ¡Dejaste que mataran a mi hermana!

Victoire miró al chico perpleja.

—Su muerte no fue culpa de Percy —replicó ella pero Nico no dejó de ver a Percy con odio.

—Nico, Gerión no mentía cuando dijo que Cronos desearía capturarte —dijo Annabeth—. Si supiera quién eres, haría cualquier cosa para que te pusieras de su lado.

—Luke tendría que pasar sobre mí para llevarse a Nico —replicó Daphne, cruzándose de brazos. Annabeth la observó con impaciencia—. No necesito ser hija de Atenea, Poseidón o Nike para pelear con él o con quien sea, y Tori lo sabe.

Victoire ladeó la cabeza. Daphne tenia un punto; muchos la subestimaban solo por ser hija del señor D y no la tomaban como en lo que en realidad era...

Una asombrosa mestiza y luchadora. Sin embargo...

—Muy conmovedor, Goldberg —bufó Annabeth, impidiendo que Victoire pudiera intervenir—. Pero te olvidas de un pequeño detalle: Luke trabaja para Cronos, ¡un titán! Te pulverizaría antes de poder siquiera pedir ayuda a tu papito. Y cuando estés fuera de juego, entonces aprovecharía para que Nico se uniera a su causa.

—Yo no estoy del lado de nadie. ¡Y no tengo miedo!

—Deberías —espetó Tori con rudeza—. Bianca no querría...

—¡Si te importara mi hermana, me ayudarías a recuperarla!

—¿Un alma por otra alma? —apuntó Percy.

—¡Sí!

—Pero si has dicho que no querías mi alma...

—¡No estoy hablando contigo! —Pestañeó para contener las lágrimas—. ¡Y seré yo quien la haga volver!

—Bianca no querría que la trajesen de vuelta —dijo Percy—. No así, por lo menos.

—¡Tú ni siquiera la conocías! —gritó Nico—. ¿Cómo puedes saber lo que habría querido?

—¿Enserio crees que ella hubiera querido que hicieras esto? —inquirió Tori—, ¿Ella hubiera querido que pongas tu vida en riesgo en un laberinto viviente plagado de monstruos? ¿o qué fraternizaras con fantasmas que ni siquiera sabes quienes son realmente? ¿Que intercambies el alma de alguien más por el de ella? ¿Enserio crees que Bianca hubiera deseado eso para su hermano? —cuestionó Tori.

—Preguntémosle a Bianca.

Tanto ella como Nico se voltearon a ver a Percy perplejos.

—¿Qué? —musitó ella.

—Ya lo he intentado —dijo Nico con tristeza—. No responde.

—Pruébalo otra vez —dijo Percy—. Tengo el presentimiento de que contestará si estoy yo presente.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Porque no ha parado de enviarme mensajes Iris —declaró repentinamente—. Ha intentado advertirme sobre lo que te proponías para que pudiera protegerte.

Nico meneó la cabeza.

—Eso es imposible.

—Sólo hay un modo de averiguarlo. Has dicho que no tenías miedo —Percy se giró hacia Euritión—. Necesitamos un hoyo, como una tumba. Y comida y bebida.

—Percy —le advirtió Annabeth—, no creo que sea buena...

—De acuerdo —determinó Nico—. Lo intentaré.

Euritión se rascó la barba.

—Podríamos usar un agujero que hemos cavado ahí atrás para el depósito de la fosa séptica. Niño cíclope, trae la nevera portátil de la cocina. Espero que a los muertos les guste la cerveza de raíces.

Victoire se acercó a Percy, lo tomo del brazo y lo jalo hasta estar algo apartados de todos.

—¿Estás seguro de que Bianca responderá? Porque sí no es así Nico te odiara aún más por darle falsas esperanzas, Percy.

Pero él la tomó de la mano y le regaló una ligera sonrisa.

—Estoy seguro. Confía en mí.

Victoire tragó saliva y asintió.

—Siempre lo hago.

     
                        
                  

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

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