
❝ Capitulo Dos ❞
࣪˖ ͙۪۪̥˚┊❛ S E C R E T S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🍨 ⋆。˚ presents to you chapter two▶❝ starcourt ❞ ▬▬ 𝗮 𝘀𝘁𝗲𝘃𝗲 𝗵𝗮𝗿𝗿𝗶𝗻𝗴𝘁𝗼𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 ⚓ © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 ✨
E
l día que Joyce les anunció a Jonathan y Tessa que tendría otro hijo, ambos reaccionaron de manera muy distinta.
Jonathan lloró de felicidad.
Tessa, en cambio, hizo un puchero, convencida de que la estaban reemplazando.
Para una niña de cinco años, aquel temor era completamente razonable. Lo que la sorprendió fue descubrir que Jonathan, su compañero de juegos, tenía tantas ilusiones por la llegada de un hermano y nunca se lo había mencionado. En parte, se sintió ofendida. ¿Acaso ella no le era suficiente? Sí, era cierto que era un año mayor y que era niña, pero eso nunca había sido un obstáculo. Siempre había preferido jugar con Jonathan a la pelota antes que con muñecas, y su pequeña estatura le hacía parecer menor de lo que era. Jonathan, en cambio, siempre había sido alto para su edad.
Pero, en cuanto escuchó la noticia, él se emocionó y corrió a abrazar a Joyce.
Tessa, en cambio, se cruzó de brazos y observó la escena con resentimiento, sintiendo que su hermano de otra madre estaba encantado con el que próximamente sería su reemplazo.
Sin embargo, cuando finalmente vio al pequeño Will en los brazos de Joyce, comprendió que ese bebé también se convertiría en su hermano. En ese entonces, Chris aún no había nacido, y de algún modo, Will llenó ese vacío.
Y así fue.
Will Byers se volvió alguien importante en su vida.
Por eso, le dolió tanto verlo crecer con dificultad para hacer amigos.
Siempre había sido un niño tímido cuando se trataba de socializar. Durante su primer año de escuela, los otros niños lo molestaban constantemente. Tessa y Jonathan intentaban protegerlo, pero al ser mayores, tenían horarios y clases distintas.
Aun así, un día, mientras salían de la escuela, Will corrió hacia ellos con una enorme sonrisa y un golpe en la barbilla.
—¿Quién te hizo eso? —preguntó Jonathan al notar la herida en su rostro.
—Un niño de mi clase… pero otros niños me defendieron y ahora tengo amigos —respondió Will, con apenas seis años, lleno de emoción. Se giró hacia Tessa con el mismo entusiasmo—. ¡Tengo amigos, Tess!
Fue ese brillo en sus ojos, lleno de ilusión e inocencia, lo que hizo que ella olvidara el golpe en su barbilla.
Se sintió genuinamente feliz por él.
—Te lo dije, Will. Estoy muy contenta por ti, mocoso —dijo, revolviéndole el cabello con cariño.
Desde aquel día, el cuarteto de mocosos fue inseparable.
Y, aun cuando Will desapareció, la unión entre ellos nunca se rompió. Ninguno de sus amigos—Mike, Dustin y Lucas—dejó de buscarlo. Y, según tenía entendido, incluso después de que ella se marchara de Hawkins, ellos siguieron juntos.
Ahora, después de tanto tiempo, Will estaba allí, frente a ella.
Tessa no podía dejar de mirarlo, con los ojos cristalizados por las lágrimas. Will lucía diferente, más alto sin duda, pero había algo en él que ya no estaba.
Aquel brillo infantil que solía iluminar su mirada había desaparecido.
Y eso le dolió.
—¿Will? —musitó, apenas un susurro.
Al oír su nombre, el chico reaccionó de inmediato.
—¡Regresaste! —exclamó con alegría antes de correr a abrazarla.
¿Cómo no iba a amar a los Byers? Ella se había marchado sin despedirse, los había dejado atrás sin explicaciones, y aun así, dos años después, la recibían como si nunca se hubiera ido.
Tessa lo estrechó entre sus brazos con fuerza, como si su vida dependiera de ello. Lo atrajo hacia sí, sintiendo el peso de la culpa que había cargado todo ese tiempo. Y en ese momento, al sostener a Will contra su pecho, su mente evocó la memoria de Chris. Su hermano menor.
El nudo en su garganta se deshizo, y las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Se las limpió rápidamente.
—Espera a que los demás se enteren —dijo Will, separándose un poco con una sonrisa—. Tess la Ladrona regresará al juego.
Tessa rió con suavidad.
—Si Will el Sabio me convoca, ahí estaré.
Él le devolvió la sonrisa.
—¿Te quedarás con nosotros? —preguntó con entusiasmo. Y, cuando ella asintió, su expresión se iluminó aún más—. Me alegro de que volvieras.
Sin pensarlo dos veces, volvió a abrazarla.
Y Tessa supo, en lo más profundo de su ser, que ella también se alegraba de haber vuelto.
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—¿Entonces, cuál es el plan? —preguntó Jonathan aquella mañana mientras ambos subían a su auto.
El sol de verano brillaba con intensidad sobre Hawkins, tiñendo el cielo de un azul despejado. El calor se filtraba por las ventanillas del coche, haciendo que el aire en el interior se sintiera pesado, impregnado del aroma del café que Jonathan había dejado olvidado en el portavasos.
—Por ahora, el plan consiste en ir a conocer mi nuevo trabajo —respondió Tessa, cerrando la puerta del asiento del copiloto.
El chasquido de los cinturones de seguridad llenó el auto cuando ambos se abrocharon.
—¿Cómo conseguiste trabajo en Starcourt? —preguntó Jonathan, girando la llave en el contacto. El motor rugió antes de estabilizarse con un ronroneo constante.
—Jules lo hizo —explicó ella, girando los diales de la radio en busca de una estación decente—. El hermano del dueño de la franquicia es amigo de una amiga suya, o algo así me dijo. La cosa es que me consiguió el empleo, lo que me viene bien. Así podré ayudarlos en la casa.
Jonathan soltó una risa incrédula mientras giraba el volante para salir del vecindario.
—¿En serio crees que mamá te dejará hacer eso?
Tessa se encogió de hombros, observando las casas pasar por la ventanilla. Las calles de Hawkins apenas habían cambiado en su ausencia. Los mismos jardines cuidados, los mismos buzones torcidos y el mismo grupo de niños andando en bicicleta por la acera.
—No tiene que enterarse —respondió con una media sonrisa.
Durante el trayecto al centro comercial, le contó a Jonathan todo lo que había sucedido en esos dos años: su esfuerzo por adaptarse a una nueva vida con su tía Jules, la dificultad de socializar en una escuela llena de chicas creídas y chicos obsesionados con el ejercicio y su bronceado.
Jonathan se sorprendió al saber que, a diferencia de Hawkins, en California no había sido tan sociable.
Unos minutos después, el gigantesco letrero de Starcourt Mall apareció ante ellos. La estructura, nueva y moderna, contrastaba con el resto del pueblo. Era un imán para la gente, con su fachada iluminada por carteles de neón y grandes ventanales que dejaban entrever el bullicio en su interior.
—¿Paso por ti cuando salgas? —preguntó Jonathan una vez que ella bajó del coche.
Tessa se inclinó hacia la ventana del auto, apoyando los brazos en el borde.
—No sé a qué hora termine, pero puedo regresar sola.
—¿Segura?
Ella asintió.
—De acuerdo —aceptó él, aunque sin mucha convicción—. De todos modos, creo que Will está aquí con sus amigos. Cualquier cosa, puedes regresar con él.
Tessa entrecerró los ojos. ¿Se estaba burlando de ella? Juraría haber visto una sonrisa divertida en su rostro. Pero prefirió ignorarlo.
—Adiós, Jonathan.
Se alejó del auto y entró al centro comercial.
El aire acondicionado la recibió con un golpe refrescante, disipando el calor que aún llevaba en la piel. Dentro, el lugar estaba abarrotado de gente; familias paseando con bolsas de compras, adolescentes de la escuela charlando y riendo, empleados con uniformes llamativos repartiendo folletos. El aroma a comida rápida flotaba en el ambiente, mezclándose con el perfume de las tiendas de ropa y el dulzor de los puestos de caramelos.
Mientras avanzaba, buscó con la mirada la tienda donde Jules le había conseguido el empleo. En el camino, reconoció a varios excompañeros de la escuela, y, al parecer, ellos también la reconocieron.
Las miradas que le lanzaban comenzaron a incomodarla. Algunos susurraban, otros simplemente la observaban con curiosidad. Claro, Hawkins era un pueblo pequeño, y la noticia de su regreso se había esparcido como pólvora.
Decidió ignorarlos y apresuró el paso.
¡Bingo!
Se dirigió a las escaleras eléctricas y, una vez abajo, esquivó a la gente hasta llegar a su destino. Scoops Ahoy, el puesto de helados con temática náutica, destacaba por su extravagante decoración. El mostrador tenía detalles de madera simulando la cubierta de un barco, y sobre él colgaban banderas marinas de colores. El logo del negocio, un ancla con letras estilizadas, adornaba el cartel de bienvenida.
Ingresó al local y se acercó a la única chica que llevaba uniforme.
—Buenas tardes —saludó, llamando su atención.
La joven se giró con expresión aburrida. Era alta, apenas unos centímetros más que Tessa, con cabello castaño rubio a la altura del cuello y ojos claros. Su rostro pecoso reflejaba desinterés, y masticaba un chicle de forma perezosa.
Tessa le sonrió.
—Hola, estoy buscando a Robin.
La chica alzó una ceja.
—Soy yo. Supongo que tú eres Tessa, ¿no?
—Así es.
Robin la observó un instante antes de asentir levemente.
—Eric dijo que vendrías —señaló, saliendo de detrás de la caja registradora—. Bien, antes de que empieces, debo hacerte dos preguntas simples.
—Dispara.
—¿Tienes experiencia vendiendo helados?
Tessa negó con la cabeza.
—¿Te gustan los niños?
Frunció el ceño. ¿Qué clase de pregunta era esa? Sin embargo, se limitó a responder.
—Cuidé a cuatro mocosos durante muchos años. Puedo aguantar a los niños.
Su respuesta pareció agradarle a Robin, quien dejó escapar una leve sonrisa antes de darle la bienvenida con entusiasmo.
—¡Bienvenida a Scoops Ahoy!
Robin sonrió a medias, con un destello de diversión en la mirada.
Tessa, en cambio, frunció el ceño. ¿Por qué presentía que le tocaría atender a puro mocoso?
Sin embargo, ni siquiera tuvo oportunidad de preguntarle si ese sería su destino en Scoops Ahoy, porque una voz masculina se alzó detrás de ellas.
—Robin, necesito la llave de la bodega.
Tessa cerró los ojos por un instante e inspiró hondo.
Esto debía ser una broma.
Una jodida broma de muy mal gusto.
Un escalofrío le recorrió la espalda. De todos los lugares en los que podía haberlo encontrado, tenía que ser justamente ahí.
La vida la odiaba.
No quiso voltear. No necesitaba hacerlo. Lo reconocería en cualquier parte. Su corazón ya lo sabía antes que su mente, porque de repente comenzó a latir con fuerza en su pecho, descontrolado, como si intentara advertirle del peligro.
No. Para lo que tenía que afrontar.
—No ves que estoy ocupada, Harrington —respondió Robin con un atisbo de irritación. Aquella chica comenzaba a caerle bien—. Estoy dándole la bienvenida a la nueva.
Al diablo con todo.
Tessa se giró con calma, enfrentándolo.
Y ahí estaba.
Steve Harrington.
Mierda.
Se veía igual de bien que como lo recordaba. El tiempo no había hecho más que jugar a su favor. Seguía teniendo esa sonrisa fácil, esa postura relajada, esa seguridad descarada en la forma en que se paraba con las manos en los bolsillos. Su uniforme de marinero podía haber sido ridículo en cualquier otra persona, pero en él no parecía restarle encanto. Y aunque el gorro de la tienda cubría parte de su cabello, Tessa sabía que debajo de él su cabellera estaba perfectamente peinada, como siempre.
Apretó los labios, decidida a no darle la satisfacción de saber cuánto la afectaba su presencia.
—Un pajarito me dijo que dejaste de ser el Rey de Hawkins, Harrington —comentó con fingida indiferencia, alzando una ceja.
Steve se cruzó de brazos, su sonrisa de lado creciendo con diversión.
—Tessa Jones —pronunció su nombre con calma, y si ella sintió un estremecimiento al escucharlo en su voz, se encargó de disimularlo—. Un pajarito me dijo que regresaste.
Tessa sostuvo su mirada sin parpadear.
—Nunca me fui realmente —replicó, imitando su postura—. Un pajarito me dijo que ahora eres niñero.
Él ladeó la cabeza, ampliando su sonrisa burlona.
—¿Acaso regresaste por eso? ¿Los celos de ser reemplazada no te dejaron vivir?
Tessa bufó, dándole una mirada de fastidio fingido.
—Para nada, Harrington.
—Bueno, pues un pajarito me dijo que te volviste extraña. Que ya no eres la misma Tessa Jones que conocí.
Por primera vez, la burla se esfumó un poco de su expresión.
Tessa lo miró con seriedad.
—Las personas cambian, Steve. Tú más que nadie debería saberlo.
El aire entre ellos se tensó. No de manera incómoda, sino más bien desafiante. Permanecieron en la misma posición, midiéndose, esperando a ver quién cedería primero.
Steve terminó rompiendo el momento con una carcajada. Luego, sin previo aviso, la abrazó con fuerza.
Tessa se quedó rígida al principio, pero al cabo de unos segundos le devolvió el gesto, riendo junto a él.
—Tuve la esperanza de que Tessa te golpeara —comentó Robin desde su puesto detrás del mostrador.
Ambos se giraron hacia ella.
—Esta chica jamás me golpearía —afirmó Steve con confianza, acomodando un codo sobre el hombro de Tessa.
Ella lo empujó sin esfuerzo, logrando que casi perdiera el equilibrio.
—Me cae bien —dijo Robin, sonriendo con satisfacción—. Encárgate de darle su uniforme, tenemos trabajo.
Se alejó de ambos, dejándolos solos.
Steve observó a Tessa con una sonrisa más sincera esta vez.
—Es bueno tenerte de vuelta, Jones.
Tessa sostuvo su mirada, y por primera vez desde que había llegado a Hawkins, se permitió relajarse un poco.
—Es bueno volver, Harrington.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟏𝟗
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