⸻ 𝘳𝘦𝘱𝘦𝘯𝘵 𝘩𝘦𝘢𝘳𝘵 ( ii )
𔔀 HEARTLESS ! 🕷 silco & aera.
by ©xelsylight. 2025.
💜▐ mi promesa con tu muerte.
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—Atacaremos la semana que viene, estad todos preparados —dijo Silco a toda nuestra gente, antes de hacerlos retirarse.
Estábamos en su oficina y por suerte no mencionó nada de mi escena en la madrugada; no quería que lo hiciera. Era demasiado dolor de cabeza. Ahora, mientras me sentaba en un sofá algo desvalijado por el pasar de los años y veía desde mi distancia a Sevika, que mantenía sus brazos tras la espalda, recta y severa como acostumbraba a estar en presencia de Silco.
Ambos sabíamos que antes había bailado bajo dos aguas, por supuesto, muy recientemente con Vander pero ahora era leal a Silco; hasta el final de sus días. Así que el pasado se olvidaba y escuchando la puerta cerrarse de golpe, suspiré agotada. Odiaba este tipo de reuniones y en las que, constantemente, todo el mundo también pedía mi opinión.
—Sigo sin entender porqué quieren que les diga algo, al final eres tú Silco quien manda aquí. —Mi enamorado me miró, sonriendo levemente.
No se me pasó desapercibida la forma en la que miraba detalladamente mi traje; era el que usualmente llevaba encima. Un traje forrado de cuero que dejaba plena vista de cada una de mis curvas y adquisiciones, así como de mis propias cicatrices. Fue una de las primeras cosas que me hizo ganarme la mirada de Silco desde mi llegada.
Grayson estaría orgulloso de mí, de verme, tan lista. Tan recogida bajo el brazo de la vengaza.
Su daga, la preciosa daga que me había regalado en mi noche de bodas descansaba en la envaina de mi cintura, aclamaba la sangre. Hoy sería la muerte de Silco, ni un día más, ni un día menos.
—Eres la persona que lidera gran parte de Zaun en mi ausencia, Aera —me señaló Silco, golpeteando sus dedos contra la mesa, como si no fuese algo obvio.
Sevika acabó su frase, relajando algo más los hombros. Como la amaba; a pesar de que nuestra relación se basara en una mentira, esa mujer era una buena amiga. Y bebedora, así que sumaba varios puntos a su persona.
—Y eres hermosa, chica. Cualquiera sería incapaz de apartar los ojos de ti —dijo, y madre mía, se me subieron los colores.
Muchas veces, muchos hombres y mujeres de Zaun, círculos de Silco, habían intentado ligar conmigo, pero... Silco los desaparecía, los mataba o los amenazaba para darles una señal a los futuros interesados. No dejaban de aparecer, pero tampoco dejaban de irse. A veces no lo soportaba, porque eso sólo indicaba lo tóxico que era; sin embargo, con Sevika las cosas eran diferentes.
Se reía, se burlaba con ella y le daba punto a su favor.
—Ahí lleva toda la razón —contestó la parca dueña de mi corazón.
Sevika descubrió nuestra pelea de miradas, intensa, profunda, confusa... y carraspeando, se dirigió hacia la puerta. Claro, incapaz de saber que en cuestión de minutos, a su vuelta, encontraría el cuerpo de Silco muerto en su escritorio. Reducido a cenizas, partido trozo a trozo, envuelto en nada y en miseria en el ápice de su mugriento reinado.
—Regresaré con noticias, por si hay algún cambio. —Y así, nada más, nos dejó a solas.
La habitación se volvió tensa, quizás era mi respiración, no estaba segura. Esa mañana parecía lejana, tan distante a mi misión principal que el recuerdo de la muerte de Grayson quizás me parecía una terrible pesadilla. Pero sólo eso, algo que no debía existir.
—Ven aquí —me ordenó Silco, golpeando la mesa.
Sabía lo que vendría ahora, pero no estaba preparada. No del todo, no ahora; pero, recordando la mirada angustiosa de Grayson en mi mente, levanté mis caderas del sofá, las contoneé hasta detenerse a su frente y a pesar de sus deseos, me lancé hambrienta a sus muslos. Me senté encima, apoderándome de su cabello desastroso, húmedo, y oscuro; así que apretándolo con fuerza, mientras mordía su cuello. Era algo que siempre hacíamos; las reuniones solían resultar bastante estresantes y mucho más estas últimas.
Dentro de una semana, Silco se vengaría de su hermano Vander; que en realidad no compartían sangre alguna, pero siento un recuerdo muy vivo en un pasado, que quizás ahora resultaba borroso, incluso en sus memorias. Pero lo habían sido, todos lo sabían.
Aunque en realidad yo lo descubrí mi primer mes de infiltrada, resultaba bastante obvio que a pesar de negar sentir odio alguno, Silco era incapaz de olvidar las traiciones de la familia.
Mientras lamía su cuello y sus manos se apoderaban de mis caderas, raspándolas, pensé en que si hacia mal mi trabajo..., también formaría parte de una de esas traiciones. A lo mejor me mataría, a lo mejor me torturaría hasta convertirme en una visión destrozada y deformada de la mujer que era, pero... tenía que intentarlo.
Por Grayson, por mi pena, por su pérdida, por todo lo que me arrebató; a pesar de todo lo que he ganado estando a su lado, el vacío de mi corazón resultaba inconmensurable y tenía que rellenarlo con algo. ¿Venganza? ¿Traición? Daba igual la razón de mis actuares, porque ahora mismo, mientras él acariciaba mi espalda baja regalándome escalofríos por todas partes, sólo podía pensar en los gritos desoladores de mi fallecido marido.
De cómo sus ojos no se apartaron de los míos, aún escondida, mientras lo veía apagarse hasta convertirse en la nada misma. ¿Cómo podía seguir con vida, cargando ese peso?
—Ah... Aera, siempre sabes cómo darme lo que quiero —susurró en mi oreja, mordiendo el lóbulo interior y moviendo mi cabeza con un movimiento agresivo, dejé que mi largo cabello platinado ocultase nuestros rostros.
Allí dejó de tocarme; sus manos se quedaron apostadas en mis prominentes caderas mientras las mías agarraban sus mejillas, frías, estrechándolas con fuerza. Acariciando esa cicatriz que muchas personas temen, pero que con dolor, yo sólo puedo adorar con cada parte de mi ser. Silco me mira, con ambos ojos a pesar de tener uno tóxico, y me dice:
—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, Aera..., y de nuevo te confieso que eres la única que ha podido devolverle algo de vida a este pobre corazón roto. ¿Cómo apareciste en mi vida? —Volteé los ojos, ignorando su comentario y esquivando la verdad de mi propósito—. He hecho muchas cosas malas o consideradas incorrectas a lo largo de mi vida, como bien sabes, querida.
Enarqué una ceja, aún ocultos por mi cabellera y mientras mis dedos aplastaban su labio inferior con fuerza, con curiosidad. Una de sus manos acarició mi daga de la espalda, esa que estaba destinada a matarlo, a acabar con su venganza y sin que lo supiera. Aún así, Silco era muy consciente de que siempre la llevaba encima; de nuevo, bajo la oculta mentira de que pertenecía a mi madre y hermana fallecidas.
—Lo sé mejor que nadie, créeme. —Eso es lo que respondí, y pareció darse cuenta de un ligero cambio de tono en mi voz, quizás algo venenoso, porque siguió manteniendo su mano sobre mi daga. Me obligué a relajarme, porque se suponía que no era su enemiga—. ¿Pero porqué me dices estas cosas? Ambos sabemos que Zaun cambia a las personas, y ni siquiera yo soy la excepción, Silco.
Asintió a mis palabras, y con un suspiro retenido, acertando a mis suposiciones; aliviada, me di cuenta de que lentamente apartaba sus dedos de mi daga cubierta, para colocarlos ahora sobre mis glúteos. Pero más que un toque carnal, simplemente ahora parecía algo distante.
Lo dejé hablar, mientras mis manos bajaban a su cuello, de forma delicada. No quería asustarlo y ambos habíamos tenido largas conversaciones de que esto le formaba algo de trauma. Simplemente pasé mis dedos por sus venas, por su yugular, oliendo incluso a pesar de la distancia su esencia y la mía, unidas bajo esa capa platina.
—Estoy seguro de eso... Pero, Aera, reitero en la verdad de que este mundo se rige por tres tipos de personas; las débiles, guiadas por el miedo, las valientes, guiadas por el amor de su familia o amistades, y las que se aprovechan de eso. Yo soy una de ellas, y siempre he visto mis puntos fuertes en las relaciones de cada persona que formo... —Se interrumpió a media palabra, cerrando la boca quizás con duda.
Me costaba ver así de alicaído al hombre que asesinó a sangre fría al amor de mi vida.
—¿Pero...? —Lo instó a seguir.
Silco me miró, me detalló con la boca, regalando suspiros silenciosos y mordiscos en mi cuello al lanzarse contra el. Lo dejé abastecerse, repitiendo en mi cabeza que era la nostalgia y su última devoción en vida carnal que recibiría antes de acabar con él.
Tras unos chupeteos y mordiscos ligeros, lo agarré del cabello para echarlo hacia atrás, inclinándome más todavía sobre su cuerpo. Silco olía a poder, a vino y a dolor.
—¿Qué más tienes que decirme?
Silco sonrío, hambriento, y decidió acabar; aunque una parte de mí, muy en el fondo y de la que rehusaba, no quería escucharlo más. Una parte de mí quería huir de la habitación, perderme en la bebida por una semana con Sevika y dejar toda esta mierda atrás.
—Pero contigo me vuelvo débil, Aera. Haces que cada decisión que tomo se respalde con la tuya, que no te ocasione peligro y que siempre prometa hacerte volver a mi lado. —Resulta irónico, ¿verdad?
Ahora tengo otro hombre a mis pies, así como una vez lo fue Grayson, al que odio y amo al mismo tiempo.
—¿Me amas, no es así, hombre débil? —Susurró en sus labios, casi forzando las últimas palabras a sonar amorosas.
Pero él sabe que ese no es mi vocabulario; rápidamente me inclinó sobre la mesa, alzándome de las piernas mientras besaba mi estómago bajo. Yo me deshice en su calor, aún notando mi daga en mi espalda mientras apretaba las manos sobre informes y papeles aún sin firmar. A mi lado descansaba un cenicero y encendiendo un puro, mientras lo tomaba, salté brevemente cuándo sus dedos hábiles comenzaron a acariciar mis pechos.
Sonreí, echándole humo en su rostro cuando nuestros ojos se encontraron.
—Te amo con todo lo que tengo, maldita sea y me odio por ello —admitió tras dos días de su confesión real y tras dos meses de relación.
Mi corazón volvió a arrugarse, viendo encima de mí a Grayson, que suspiraba mi nombre con deseo, que raspaba cada parte de mi piel con ansiedad y marcaba con su lengua cada parte de mi cuerpo con añoranza de demostrarle al mundo a quién pertenecía.
No lo soporté, no podía seguir jugando a este vil juego eternamente.
—Yo también me odio, Silco —admití, acariciando el puro en mis manos antes de, sin pensarlo dos veces, quemarle justo en el centro de la yugular.
El calor del momento, la comodidad y confianza pareció destruirse en cuestión de segundos al quejarse débilmente por el dolor. Yo apreté más el puro, mientras con un movimiento de caderas y un agarre de mis mulos, volteé la partida.
Lo eché bajo la mesa, ahora encima de su cuerpo mientras desenvainaba mi daga y la alzaba con las dos manos ante sus ojos, más que decir, traicionados y dolorosos. El puro medio encendido cayó en cualquier parte, y aún con la posibilidad de haber caído sobre las cortinas de la oficina, de que nos quemara a ambos allí dentro, ninguno de los dos nos movimos.
Nuestras respiraciones se acompasaban, como los temblores de mis manos y de mis labios. Me prometí a hacerlo lo más doloroso posible, pero allí dentro y con la verdad ante mis ojos, no pude detenerme. No podía, o todos estos sacrificios habrían resultado en vano.
—Aera, ¿qué estás haciendo? —Su voz parecía tan confusa, como la de un niño perdido.
Me negué a mirarle los ojos mientras el filo de la daga bailaba sobre nuestras cabezas. Grayson merecía justicia, y yo era la única que podía dárselo.
—Silco..., mataste a mi esposo, Grayson. ¿Lo recuerdas? Te burlarse de sus deudas, de sus súplicas y tras una larga tortura a base de golpes y más golpes, acabaste cortándole la yugular. Hoy yo, Aera, su difunta esposa, voy a cumplir con mi deber y hacer realidad mi promesa con tu muerte —dije y cada palabra pareció formarle un shock en la cabeza.
Sujetó mis brazos, que no cedían sobre su cabeza. Pero no con fuerza, casi como los toques cálidos que antes habíamos compartido..., Negué con la cabeza, evitando llorar ante los ojos del verdugo de mi esposo. Mi futuro era la venganza, era lo único que me había mantenido con vida.
Y, lentamente, pareció comprenderlo y su respuesta me caló hasta el fondo.
—Oh, Aera, no puedes matarme —aseguró mientras liberaba mis brazos y los extendía sobre la mesa, con una sonrisa burlona en sus labios—. Me amas con todo lo que tienes.
Y con lágrimas cayendo por mis frías mejillas, con la verdad de sus palabras y admitiendo que tenía toda la maldita razón, dejé caer la daga con un grito desgarrador.
♟️💜 ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo.
omggg finalmente lo subiii, este es el inicio de su declive y también de su futuro juntos empezando desde cero. como bien se ha explicado, la semana siguiente será la captura y muerte de vander, además de la adopción de jinx.
nos veremos pronto, arcanos.
💜♟️.
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