❝ POMDRAKON COMPANY ❞
͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter fourteen ▶❝ Pomdrakon company ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.
DONDEQUIERA QUE MIRARAN Y BUSCARAN, cada puerta, ventana y posible entrada o salida del palacio real de Ravka era inaccesible. Las torres de vigilancia del palacio estaban estratégicamente ubicadas para capturar a cualquier intruso en el acto. No había forma de entrar sin ser visto y no podían arriesgarse a tener simplemente suerte.
—No hay manera de entrar —comentó Inej, incrédula, mientras observaba los planos del palacio frente a ellos.
—Ni de salir —añadió Kaz.
—Tenemos que encontrar otra forma —señaló Nora, estudiando el plano como si fuera un rompecabezas imposible de resolver.
De repente, un fuerte golpe resonó al otro lado de la taberna donde estaban, y los jadeos de preocupación hicieron que los cuatro cuervos voltearan a ver qué había sucedido: la acróbata, que estaba realizando una presentación de danza aérea con una tela, se había caído desde lo alto de esta, por lo que varios hombres y meseras del lugar corrieron a socorrerla. Tal alboroto había llamado la atención de todos los presentes en el local, incluso Jesper, Inej y Kaz mantuvieron su atención en el accidente.
Sin embargo Nora, quien procuraba tener siempre sus sentidos alertas, percibió a Arken muy tranquilo, como si nada malo hubiera pasado.
Y eso la extraño.
Nora frunció el ceño con desconfianza y volvió su atención al plano sin bajar la guardia junto a él.
Arken no le inspiraba confianza alguna, y cuando alguien lograba hacer que Nora se sintiera de esa forma, era difícil que bajara sus garras.
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La taberna resultó ser también una posada para extranjeros y viajeros como ellos. Con el dinero que habían llevado para la misión, Kaz pagó por dos habitaciones para pasar la noche; Inej y Nora compartieron una, mientras que Kaz y Jesper se alojaron en otra. Arken, por su parte, pagó la suya. Nadie se sorprendió de que Kaz no pagara por alguien que no fuera un cuervo.
Ya bien entrada la noche, Inej finalmente sucumbió a los brazos de Morfeo. Había sido un día ajetreado para todos; habían cruzado con éxito la sombra y habían logrado hacer un golpe en los archivos de otro país desconocido para ellos. Normalmente, en Ketterdam, tardarían unos dos días para hacer una revisión de campo debido a que la seguridad en cualquier complejo importante era triple en la capital del hurto.
Pero en Ravka, donde muy pocos se atreverían a hacer semejante cosa, fue más sencillo pero agotador, pues lo hicieron todo en menos de 24 horas y sin descanso alguno. Su cuerpo se sentía pesado. Sus extremidades parecían de plomo. Estaba agotada pero no lograba cerrar los ojos y conciliar el sueño como la chica en la cama de al lado.
Y había una razón para ello.
Vaya que si.
La habitación en la que se encontraba Nora estaba en penumbra, iluminada por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Se encontraba tumbada en la cama, con los ojos abiertos fijos en el techo. En su mente seguía viendo la misma imagen una y otra vez: la visión en la sombra.
Aquel guardapelo.... Le resultaba conocido.
Y el simple pensamiento del colgante le causaba escalofríos y una sensación de calidez.
No sabía cómo, pero Nora estaba segura que aquel guardapelo estaba relacionado con el hombre de sus sueño continuos; llevaba soñando con él bastante tiempo para estar tan segura. Este siempre la llamaba con voz suave e incitante, la besaba con pasión, la abrazaba mientras lloraba.
Cada vez que soñaba con él, Nora se sentía atrapada, como si no pudiera despertar. Y por más que intentaba apartar al hombre de su mente, su figura siempre volvía a ella, trayendo consigo una extraña sensación de familiaridad y un dolor agudo en el pecho.
De repente, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, y Nora se incorporó en la cama con el corazón latiéndole con fuerza. Una sensación de frío la invadió, como si estuviera siendo envuelta por una corriente de aire helado. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que la habitación estaba mucho más fría de lo que recordaba, y más oscura.
Nora se sentó en la cama, frotándose los brazos para intentar entrar en calor. Pero por más que lo intentaba, la sensación de frío no desaparecía de su cuerpo. De repente, un sonido lejano captó su atención: un suave y sibilante susurro que parecía provenir de algún lugar oscuro de la habitación.
Nora se quedó quieta, con los oídos alerta, intentando localizar el origen del ruido. Pero por más que prestaba atención, no conseguía discernir de dónde venía. Parecía venir por todas partes. De repente, el susurro se intensificó, convirtiéndose en un murmullo ininteligible que parecía estar acercándose cada vez más a ella.
Intentó gritar para advertirle a Inej, pero no consiguió articular palabra alguna. La oscuridad en la habitación parecía estar cerrándose sobre ella, y la sensación de frío se volvía cada vez más intensa. Al final, Nora cerró los ojos con fuerza, intentando resistir el embate de la oscuridad que la envolvía.
Cuando los volvió a abrir, la habitación estaba en silencio y la luz de la luna volvía a iluminarla con suavidad. Nora se levantó de la cama, temblando ligeramente, y se acercó a la ventana para intentar recuperar la compostura.
Sin embargo, la sensación abrumadora no desaparecía de su cuerpo y optó por salir a tomar aire fresco. Nora se vistió rápidamente, se calzo sus botas oscuras, tomó un par de armas de la mesa de noche y se escabulló por la ventana hasta la azotea de la posada donde se sentó en la cornisa del edificio y dejo que sus piernas se balancearan por el vacío.
Desde allí, contempló la ciudad de Kribirsk con una mezcla de admiración y nostalgia.
Kribirsk era completamente diferente a Ketterdam, y no solo en términos de arquitectura o tradiciones. Desde que llegaron a Ravka, Nora no había visto ni un solo burdel en la ciudad, y los que existían estaban bien ocultos y no a plena vista de los visitantes. No había esclavitud, y la gente caminaba por las calles con la seguridad de que no serían asaltados o asesinados en cualquier momento. Incluso Nora había visto a un grupo de niños jugando en la plaza sin temor a ser secuestrados o vendidos por traficantes.
La paz y la seguridad que se respiraban en ese lugar hacían que Nora añorara la oportunidad que le había sido arrebatada hace años atrás. Pero, al mismo tiempo, el sentimiento de culpa la embargaba. ¿Cómo podía estar disfrutando de esta seguridad y tranquilidad mientras su madre no estaba ahi con ella?
¿Cuántas veces no había deseado su madre regresar a su hogar? ¿Cuántas veces no le había hablado sobre lo hermosa que era la ciudad de Os Alta, sobre sus festivales o costumbres? ¿Cuántas veces no le había hablado sobre el Pequeño Palacio? Su madre no había dejado Ravka porque quisiera abandonar su hogar, lo había hecho porque se había enamorado de un fjerdano, y aquello se consideraba traición en el Segundo ejército.
Y no queriendo que nadie sufriera las consecuencias de su amor, su madre desertó y huyó con su padre al otro lado de la sombra, mientras que su padre le dio la espalda a su nación y se quedó en Ravka para vivir con ella. De este modo, ambos fingieron ser una pareja otkazat'sya, personas ordinarias y sin poder Grisha, y se instalaron en las afueras de la ciudad de Os Kervo, donde vivieron felizmente juntos.
Pero la vida no siempre es justa, y su padre se les fue arrebatado a ambas cuando Nora apenas tenía seis años de edad. Su muerte siempre fue una incógnita en la vida de Nora. Su padre no se metía con nadie, no trabajaba para nadie de mala fama y no estaba enfermo. Sin embargo, un día desapareció, y todos, incluyendo su madre, lo dieron por muerto.
La vida no había sido fácil para ambas desde entonces, pero nunca bajaron la cabeza y se rindieron. Salieron adelante durante muchos años, ahorrando el dinero suficiente para irse, vendieron la casa en el campo que ella y su padre habían comprado y con eso regresarían a la ciudad natal de su madre con la esperanza de que le permitieran a Nora unirse al Segundo ejército.
Ese era el plan, pero la vida tenía otros planes para ellas, y el camino hacia la seguridad y la libertad se vio interrumpido por almas corrompidas por el poder y la lujuria y que terminaron pagando por lo que hicieron con sus propias vidas.
Vidas que ella misma tomo en sus garras.
—¿Por qué no me sorprende encontrarte aquí arriba?
La voz de Kaz detrás de ella la sobresaltó y se sintió tonta al respecto. Una de las primeras cosas que había aprendido durante esos años trabajando para Manos Sucias era siempre permanecer alerta. Nunca podía bajar la guardia, no cuando había malas personas en el mundo que podrían hacerle daño solo por ser mujer, Grisha o La Loba Blanca de los cuervos.
Nora giró levemente el rostro para verlo, esperando alguna reprimenda por tener la guardia baja en un momento tan vulnerable. Pero no encontró ninguna señal de disgusto por su parte. Al contrario, Kaz estaba parado junto a la puerta que daba acceso a la azotea, mirándola fijamente de una forma que hizo sentir cohibida a Nora.
Algo se removió dentro de ella, haciendo que desviara el rostro que comenzaba a sentir caliente y mirara nuevamente la ciudad.
—¿Y por qué no me sorprende a mí ver que tienes las llaves de la puerta? —inquirió Nora ocultando una sonrisa. Había visto el ligero brillo entre sus dedos enguantados. Sin duda, en algún momento del día, Kaz había robado las llaves del dueño de la posada.
No obstante, no obtuvo una respuesta por su parte, sino que escuchó cómo Kaz se movía detrás de ella. El repiqueteo de su bastón y las suelas de sus zapatos le indicaron a Nora que se acercaba a donde estaba ella sentada.
—Deberías descansar algo, Nora, mañana tenemos que buscar otra forma de entrar en el Palacio.
—Lo sé... lo intenté —respondió ella, subiendo una pierna en la cornisa para poder apoyar su mentón en su rodilla.
—¿Los recuerdos te están afectando? —preguntó él en tono monótono, como si estuviera preguntando algo tan simple como el clima. Pero Nora conocía bien a Kaz y sabía que este tipo de preguntas solo las hacía cuando estaba preocupado o intranquilo por algo.
Sin embargo, Nora no respondió. ¿Cómo podría decirle a Kaz que no eran solo los recuerdos lo que la abrumaban hasta el punto de no poder dormir, sino también aquel misterioso hombre que aparecía siempre en sus sueños? ¿Cómo podría confesarle que una sensación de añoranza la embargaba cuando lo veía frente a ella? Su estómago se revolvía solo de pensar en revelarle eso, como si temiera una mala reacción por parte de Kaz.
Pero, ¿podría Kaz enfadarse con ella por soñar con otro hombre? No debería hacerlo. Él era su jefe y ella era su empleada. Su contrato estaba en manos de Kaz. Eso era todo.
Sin embargo, Kaz había estado actuando fríamente con ella desde que la vio hablando con Sturmhond en el puerto, antes de partir de Ketterdam. No hizo falta que dijera nada; Nora sabía cuándo algo molestaba o disgustaba a su jefe. Y sin duda alguna, aquella pequeña interacción con el corsario lo había disgustado.
Pero... ¿por qué?
—Algo así —respondió ella finalmente después de unos minutos de silencio.
Kaz no debería sentir nada por ella. Siempre había sido así. Para él, ella era una inversión...
O al menos eso es lo que Nora se decía a sí misma.
Kaz no dijo nada. Ni Nora tampoco, dejando que el silencio se instalara entre ambos de forma rápida pero tranquila. Por lo general, a él le gustaba el silencio; de hecho, felizmente le habría cosido los labios a la mayoría de las personas con tal de no oírlas parlotear. Pero con Nora no era necesario pedirlo; a ella le gustaba el silencio tanto como a él, era reconfortante para ambos.
Kaz se había acostumbrado tanto a la compañía de Nora durante esos años, que la simple presencia de ella lo hacía sentir más calmado y confiado.
No había un día en el que la castaña no pasara al menos unas horas en su despacho, leyendo o durmiendo en el sofá mientras él revisaba los papeles o archivos del club.
Su presencia junto a él se había vuelto un remedio para todos esos oscuros pensamientos que llegaban a invadirlo. La culpa era algo que siempre intentaba sumergirlo hasta el fondo de sus recuerdos.
La culpa de que él estaba vivo.
Que él había sobrevivido a la peste pero su hermano no.
Él tenía una nueva oportunidad de vivir y hacer pagar al hombre que le había arrebatado a la única familia que tenía.
Mientras que Jordie había muerto y se había pudrido en el mar, debajo de él, mientras pataleaba con sus últimas fuerzas para llegar a la orilla con vida.
No había un día en el que Kaz no pensara en el fantasma de su hermano. No había día donde su voz no atormentara su alma.
Y no había un día en el que la culpa no intentara hundirlo en el fondo del las aguas turbulentas de su mente.
Sin embargo, la sed de venganza era más fuerte que la culpa, y pronto Kaz se veía envuelto en una rabia contra Pekka Rollins que solo Nora lograba comprender y calmar.
—Lo haremos pagar por lo que hizo —le dijo una vez Nora a Kaz cuando este sufrió un ataque de ira por los recuerdos—, lo haremos pagar, ladrillo por ladrillo.
Esas mismas palabras le había prometido él a ella años atrás. Y ahora ella se las repetía para hacerlo entrar en razón; Kaz no podía echar todo por la borda por un ataque de ira profunda hacia aquel hombre.
No podía permitirlo.
—Ladrillo a ladrillo, lo destruiremos.
Esa era la promesa que lo dejaba dormir por las noches, lo que lo impulsaba todos los días, lo que mantenía a raya al fantasma de Jordie. Porque una muerte rápida era demasiado buena para Pekka Rollins.
Y él y Nora lo sabían.
Nora era su ancla en aquellos momentos oscuros, cuando el monstruo dentro de él quería salir a la luz para cobrar venganza antes de tiempo. Ella era la única que lograba poner sus pies en tierra cuando el enojo y la ira querían hundirlo.
—Tu madre estaría orgullosa de ti —dijo sin pensarlo.
No supo por qué lo dijo, pero al verla allí, iluminada por la luz de la luna en toda esa oscuridad, algo se removió dentro de él. Sabía que Nora buscaba la soledad en las alturas cuando algo la preocupaba, la abrumaba o cuando los recuerdos intentaban hundirla; él había subido con la esperanza de no encontrarla allí, puesto que eso significaría que todo estaba tranquilo, pero su presencia allí lo alertó de que algo la intranquilizaba.
Y eso casi siempre era el fantasma de su madre, sus recuerdos con ella. Nora soltó una corta risa irónica al oírlo.
—¿Estaría orgullosa de ver a su hija como una criminal y asesina? —preguntó.
Pero Kaz no negó aquello, sino que en su lugar dijo:
—Estaría orgullosa de ver la mujer fuerte en la que te has convertido; una mujer que no se deja pisotear por nadie. Una mujer determinada. Una mujer que sabe darse a respetar en la capital del engaño.
—Te equivocas —rectificó ella, volviéndose para verlo con los ojos brillantes—. No me di a respetar cuando trabajaba para Heelen. Esos hombres me... Me tocaron, me usaron —masculló con repulsión—. Y yo no pude hacer nada para detener todo eso. Fui su muñeca. Fui un objeto. Así que no, no soy fuerte —confesó con vergüenza.
¿Cómo podía Kaz pensar eso de ella? ¿Cómo podía creer que era todo eso cuando se dejó hacer de todo en la Casa de las Fieras? Mil veces había intentado borrar los recuerdos de esos años. Enterrarlos en lo profundo de su subconsciente.
Pero no podía..
Esos recuerdos eran parte de ella. La habían marcado de una forma tan profunda que la habían hecho ser quien era ahora. Más no se sentía fuerte. En lo absoluto.
—Tienes razón, no lo eres —afirmó Kaz, lo que hizo que Nora sintiera como si le hubieran dado una puñalada en el corazón. Pero no se sorprendió, ya que él siempre era directo, nunca disfrazaba la verdad con una mentira cariñosa. Él decía las cosas tal como eran y si te gustaban, bien, y si no, pues... ni modo.
Sin embargo, esto no significaba que no le doliera oírlo de sus propios labios. Sin querer seguir escuchando, Nora hizo el ademán de levantarse para marcharse, cuando Kaz habló de nuevo.
—Pero eres una luchadora. Eres una sobreviviente. Y eso es mucho más valioso que la fuerza; no dejaste que tu pasado te hundiera y acabara contigo. Te levantaste, sacaste tus garras y le enseñaste a la ciudad de lo que eres capaz.
—¿Pero a qué precio? —preguntó ella, girando su cuerpo hacia él—. La gente me ve por las calles y se asusta o huye de mí pensando que les haré algo. ¿Nunca te ha cansado eso? ¿Qué la gente crea que eres un monstruo por lo que dicen?
—¿Por qué debería importarme? El miedo influye en el respeto.
Nora suspiró y desvió la mirada nuevamente hacia la ciudad.
—Antes de trabajar para ti, había oído muchas historias sobre Manos Sucias: pero lo que más se comentaba era el por qué de los guantes —señaló ella—. ¿Todas esas historias eran ciertas?
—Cuando todos saben que eres un monstruo, no tienes que perder el tiempo haciendo cosas monstruosas.
Y Nora no pudo estar más de acuerdo con su respuesta.
—El precio de nuestras acciones nunca nos va a gustar, pero cuando vivimos en un lugar como lo es Ketterdam, cualquier precio es suficiente con tal de mantenerse con vida.
Nora no supo qué responder a eso, ya que Kaz tenía razón. En Ketterdam, te jugabas la vida todos los días. Si eras débil, la gente te comía viva. Pero si eras mala, en el caso de Nora, La Loba Blanca, la gente prefería evitarte y así tu vida no corría tanto peligro.
Pero eso no quitaba el peso que Nora sentía dentro de ella; después de todo, la gente creía que ella era un monstruo con garras metálicas rodeada de una oscuridad que ni siquiera ella consciente que tenía.
—Tienes razón.
—Siempre tengo razón, Nora —respondió Kaz, a lo que ella se rió y negó con la cabeza.
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—¿Tienes algún plan bajo la manga? —preguntó Inej a Kaz cuando los cuatro se encontraban en la taberna de la posada. Llevaban pensando e ideando algún plan que les sirviera para entrar a la fiesta de invierno y no habían progresado en nada.
—Kribirsk no es lo peor —argumentó Jesper ante la posibilidad de quedarse—. Podemos abrir un bar. ¿Hacer cerveza oriental para los occidentales?
—Cállate, Jesper —espetaron Nora y Kaz al unísono.
—Extraño a Milo —dijo el moreno con lamentación.
—Amigos —saludó un sonriente Arken acercándose a ellos con la respiración agitada.
—¿Por qué estás contento? —le preguntó Kaz ceñudo.
Fue entonces que Arken se apartó y dejó ver a un hombre robusto y barbón detrás de él.
—Él es Marko —presentó el conductor tocando el abrigo de Kaz como si fueran amigos. Nora apretó los labios para no reírse al ver la mirada fulminante que Kaz le lanzaba al hombre por aquel gesto, más Arken no se percató de tal gesto—. Marko es el líder de la compañía viajera llamada Actores de Pomdrakon —dijo Arken, pero ninguno hizo gesto alguno de entender por qué estaba él ahi—, los invitaron a actuar este año en la fiesta de invierno —informó él.
—El sueño de toda una vida —exclamó Marko.
—Sí —afirmó Arken—, necesitan urgentemente a alguien con las habilidades para reemplazar a su estrella, quien desafortunadamente sufrió un accidente anoche, y como soy el principal agente de talentos de Ketterdam, tuve una idea.
Tanto Nora como Inej se miraron y sintieron las miradas puestas en ellas. Era claro lo que insinuaba.
Nora desvió el rostro hacia Kaz y vio que este se había girado hacia ella, por lo que hizo lo mismo, con el cuerpo completo, y le dio la espalda a Inej.
Kaz no dijo nada, pero tampoco hizo falta que lo hiciera. Su mirada hablaba por sí sola. Le estaba pidiendo que ella e Inej aceptaran. Nora no era nadie para aceptar por Inej, sin embargo, los dos chicos sabían que la Suli era como su protegida. Nora nunca la obligaría a hacer algo del pasado oscuro que tuvieron. Desvió el rostro hacia la chica, e Inej asintió estando de acuerdo con ella.
Nuevamente Nora se giró hacia Kaz y dijo:
—Como dijo una vez un amigo: "si no puedo, no irá nadie" —entonces sacó su Chakram de su funda y se lo tendió en la mano enguantada a Kaz, quien miró el arma y luego su rostro. Nora se quitó los guantes y se los tendió a la otra mano, mientras Inej se quitaba sus dagas y se las daba a Jesper—. Necesito un aro —indicó ella hacia Marko quien asintió automáticamente y se alejó para buscarlo.
Nora le lanzó una última mirada a Kaz antes de que ella e Inej siguieran a Marko al escenario.
—Esto se pondrá bueno, nunca he visto a Nora actuar.
—Cállate, Jesper —espetó Kaz, y tanto él como Jesper y Arken se acercaron al escenario para verlas.
Fue cuestión de minutos para que toda la gente de la taberna se acercara al escenario; la primera en presentarse fue Inej, quien se había quitado las botas, el chaleco de sus dagas y la camisa azul ocre, quedando únicamente con una blusa de tirantes gruesos que dejaba sus brazos descubiertos.
La gente alrededor de Kaz jadeó de asombro al ver cómo Inej hacía una de las rutinas que había aprendido hace años atrás. Sin embargo, su mirada captó la cabellera castaña de Nora al otro lado de la taberna, cerca de las cortinas rojas del escenario y dejó de prestar atención a la Suli. Nora se había recogido el cabello en un moño, dejando a la vista la pequeña constelación que tanto le gustaba ver a Kaz. Al igual que Inej, Nora vestía únicamente sus pantalones negros y una blusa de tirantes medianos negra, dejando ver su curvilíneo cuerpo.
Desde allí podía notar que se sentía incómoda al estar tan expuesta, ya que había adquirido la costumbre de cubrir la mayor cantidad de piel posible debido a sus años en la casa de las fieras. Sus pantalones y abrigos eran como su armadura, su manera de sentirse segura.
Necesitaba que ella, Inej y Jesper encontraran un lugar en esa compañía, ya que sería su entrada segura a la fiesta, pero al verla allí, impotente e incómoda, su cuerpo reaccionó antes que su mente.
—No tienes que hacerlo, encontraremos otra forma de entrar juntos —le dijo Kaz acercándose a ella. Nora giró su cuerpo para verlo, dejando al descubierto los lunares en su cuello y parte de su clavícula y pecho. Kaz apartó rápidamente la mirada, sintiéndose avergonzado por primera vez. Evitó volver a mirarla por temor a que ella le reprochara por haberla visto, pero eso solo impidió que pudiera ver cómo las mejillas de Nora se coloreaban ligeramente de rosado.
No iba a mentir, esa rápida mirada que Kaz le había lanzado la había cohibido de una manera que nadie antes lo había logrado. Algo se movió intensamente en su interior, pero decidió ignorarlo y se enfocó en lo principal de la situación. Tragó saliva y volteó a ver a Kaz, quien seguía evitando su mirada, o más específicamente, evitaba mirar su cuerpo.
—Puedo hacerlo. Además, no quiero dejar sola a Inej en esto.
Kaz la miró de nuevo y se encontró con una sonrisa por parte de Nora.
—Pero gracias por preocuparte por mí, aunque solo sea una inversión para ti —dijo y dio media vuelta para alejarse de él y acercarse al escenario, sin darle tiempo para confirmar lo que había dicho.
Pero Kaz solo se quedó con un pensamiento en mente.
“No eres solo una inversión".
Pero nunca se atrevería a decirlo en voz alta.
La gente aplaudió ante la presentación de Inej, quien hizo una reverencia y se acercó a Nora para darle un apretón en el hombro como muestra de apoyo. En cuestión de minutos, Marko reemplazó la tela roja por un aro plateado, dejando el escenario solo para Nora.
Nora salió detrás del telón y se colocó debajo del arco. Miró a Kaz, quien le dio un leve asentimiento de apoyo apenas perceptible para los demás, pero no para ella. Eso fue suficiente para que Nora extendiera el brazo y tomara el aro con firmeza. La música comenzó a sonar, y con ella, comenzó a girar su cuerpo mientras mantenía los pies en el suelo. El ritmo de la música aumentó por lo que su velocidad también hasta el punto en que sus pies dejaron de sentir el frío tacto del suelo.
Por un momento, la sensación de regresar a La Casa de las Fieras intentó abrumarla, debilitarla, pero su mirada captó la de Kaz, quien se había acercado nuevamente a Arken, Marko y Jesper, aquella sensación abrumadora desapareció de su cuerpo y Nora pudo continuar su rutina con más seguridad.
Por otro lado, Kaz mantuvo su mirada en ella, observándola girar y retorcer su figura en el aire con destreza. Él solo la había visto actuar en el aro una vez, y ella no sabía que él la había visto con aquel traje blanco que solía usar; Kaz había presenciado una de sus últimas presentaciones como "El Cisne". No era que quisiera ver a las chicas bailar, sino que Nora había captado su atención y había ido a La Casa De Las Fieras para verla en acción. Su destreza, agilidad y elegancia le confirmaron que ella sería perfecta para el grupo. Y cuando Nora terminó su turno esa noche, Kaz la vio alejarse sigilosamente de la multitud en el burdel sin que nadie se percatara, lo que le hizo darse cuenta de su sigilo y silencio también.
Al día siguiente regresó, pagó su contrato con Heleen y Nora se unió a Los Cuervos. Y esa fue la primera y última vez que Kaz la vio bailar.
Pero allí estaba ella de nuevo, danzando en el aire con la elegancia que solo ellas poseían. Sin embargo, su mirada se desvío al conductor, quien la observaba embelesado. Esto causó una incomodidad en Kaz que no supo describir. Quiso levantar su bastón y desfigurarle el rostro al hombre para que dejara de verla de esa forma. No soportaba ver las miradas que le dirigían a Nora solo por su belleza y atractivo. Era como si encendieran una chispa dentro de él, que deseaba incendiar el lugar para que dejaran de mirarla de esa forma.
Sin embargo, no hizo ningún movimiento, ya que Nora terminó su presentación y bajó del aro para hacer una suave reverencia.
La multitud exclamó asombrada y maravillada, y Nora sonrió levemente mientras se acercaba a Inej. Marko, quien seguía aplaudiendo, se alejó de los chicos y se acercó a ambas con una sonrisa radiante.
—Los santos debieron enviarlas —aseguró Marko—. Sí, el espectáculo continuará —afirmó, aceptándolas en el grupo. Marko chasqueó los dedos y una de las artistas les pasó dos conjuntos de vestuario: uno de colores cálidos y otro de tonos fríos.
—¿Pueden ponerse estos? —pidió Marko.
Jesper se acercó rápidamente y dijo:
—Claro que pueden, esos sin duda son sus colores —señaló—, pero el asunto es que Nora e Inej... —Jesper jaloneó al hombre para que se girara hacia ellos—, son parte de un paquete.
—Nadie entra gratis. ¿Qué talento tienes?— preguntó Marko, a lo que Jesper sonrió.
De repente, Nora se encontró nuevamente colgando boca abajo del aro con una carta en la boca. Jesper, sentado en una silla y dándole la espalda, tomó un espejo prestado de Marko y sacó uno de sus revólveres para apuntar hacia ella utilizando solo el reflejo del espejo. Nora no se movió, ni siquiera cuando la bala cruzó el espacio que los separaba y cortó en dos la carta en su boca.
La multitud exclamó y aplaudió asombrada, y Nora bajó ágilmente del aro en un salto para acercarse a Marko y entregarle la carta. No hubo duda alguna, Marko abrazó a Jesper, cerrando su entrada al grupo.
Entonces, Marko se giró hacia Kaz y le hizo una señal.
—El escenario es tuyo —dijo.
Nora le lanzó una mirada burlona y se giró para ver a Kaz, quien frunció el ceño en respuesta.
—Me las arreglaré solo —respondió Kaz.
Ni a Nora, ni a Jesper, ni a Inej les sorprendió su respuesta.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟏
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