❝ NOVOKRIBIRSK ❞
͙۪۪̥˚┊❛ R E G A R D S ❜┊˚ ͙۪۪̥◌
🐺 ⋆。˚ presents to you chapter eleven ▶❝ Novokribirsk ❞ ▬▬ 𝗮 𝗸𝗮𝘇 𝗯𝗿𝗲𝗸𝗸𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 🧤 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝖻𝖺𝗋𝖻𝗌 𝟤𝟢𝟤𝟣.
LA HORA DE PARTIR había llegado. El amanecer se encontraba a la vuelta de la esquina y Nora estaba preparada con su mejor vestimenta y armas enfundadas para emprender aquella misión suicida junto con los demás cuervos.
Una vez que Kaz dejó indicaciones claras a Roy de como llevar el club durante su ausencia, él, Nora, Jesper e Inej abandonaron el recinto antes de que los primeros rayos del alba se vislumbran por el horizonte.
Kaz y Jesper tomaron el camino sencillo por las calles de la capital, mientras que Nora e Inej decidieron ir por las sombras para seccionarse de que nadie intentará tenderles una emboscada en el camino. No obstante, llegaron al muelle donde Dreesen los había citado sin altercado alguno, y una vez ahí se encontraron con que Arken, el conductor que los llevaría a través de La Sombra y quién aseguraba tener un contacto que los meteria al Pequeño Palacio, había cumplido con su palabra y se había presentado tal y como le había dicho Kaz.
—Bien, veo que lo consiguió Sr. Brekker—dijo Dreesen cuando los vio arribar en el puerto; el mercante se encontraba junto con un hombre que, por la vestimenta que tenía puesta, Nora dedujo que se trataba del mismo capitán del barco que los llevaría por el mar verdadero. Y no se equivocó—. Déjenme presentarles a Francis, el capitán de mi navío, los llevará hasta el puerto de Novokribirsk, donde a partir de ahí estarán solos. Recuerden que deben ser precavidos y traer...
Pero entonces Nora captó mas latidos y voces detrás de ellos, al otro lado de los contenedores metálicos que rodeaban aquel muelle, y dejó de prestarle atención a Dreesen para comenzar a escabullirse sigilosamente.
No podían culparla por alejarse, uno de sus deberes como miembro de Los Cuervos era ver siempre por el bienestar del grupo. Dreesen había dejado en claro de que serían los únicos en ese puerto, pero aquellas voces indicaban todo lo contrario.
No estaban solos.
Se deslizó entre los contenedores procurando esconderse entre las zonas más oscuras para no ser vista por nadie, y no se detuvo hasta que llegó al muelle continúo de donde había dejado a los demás.
Nora sonrió ladeadamente al vislumbrar una cabellera rubia cerca de donde se encontraba escondida. Este daba indicaciones con una sonrisa resplandeciente en labios, como si disfrutará de una buena mañana para zarpar al océano en busca de grandes aventuras.
Sin perder un segundo más de su tiempo, Nora subió el pañuelo oscuro alrededor de su cuello hasta la mitad de su rostro y desenfundó una de sus dagas más largas para comenzar a acercarse cautelosamente hacia el rubio.
—¿Ahora quien embosca a quien? —inquirió muy cerca de su oído y con la daga en su cuello, provocando que Sturmhond se tensara de pies a cabeza y luego se sacudiera con una pequeña risa.
Nora, divertida, giro su daga entre sus dedos y la volvió a guardar entre sus ropas, permitiendo que él se diera la vuelta para verla.
—Comenzaba a creer que no vendrías —dijo él con cierto alivio.
Nora se encogió de hombros.
—Me gusta llegar en el momento justo.
—Asi que, ¿mis encantos hicieron efecto y decidiste unirte a nuestra aventura?—preguntó él señalando el barco anclado al muelle. Nora negó con una ligera mueca.
La sonrisa del corsario vaciló, y ella inspiró con cierta pena.
—Agradezco la oferta, enserio me halaga que me quieras en tu tripulación, pero... No puedo irme. No puedo dejarlos así como asi—respondió ella.
—Lo entiendo — dijo él a la vez que se colocaba un gran sombrero a juego con su traje celeste y miraba al océano—. Es una pena, nos hubiéramos divertido saqueando otros navíos juntos —Nora rió, más no lo contradijo.
Seguía sin entender como es que se sentía tan segura bajo la presencia de un corsario. Solo con Kaz se sentía así, pero incluso el tipo de seguridad que sentía con él era diferente al de ahora.
En ese momento ambos captaron la presencia de alguien más cerca del muelle; los cuervos finalmente habían reparado en la ausencia de su cuarto miembro y se encontraban parados cerca de los contenedores, a varios metros de donde ambos estaban hablando, de modo que solo podían ver la silueta de Nora en compañía de alguien más.
—Debo irme —indicó Nora desviando su mirada hacia el corsario.
— Si las miradas mataran, ya estaría cien metros bajo tierra —dijo él de repente.
Pero Nora no comprendió su comentario repentino.
—¿Cómo dices?
Sturmhond sonrió juguetonamente y señalo a los cuervos con la cabeza.
—Ese chico de ahí me mira como si quisiera matarme.
—¿Quién? ¿El moreno? —preguntó ella con gesto confundido mientras volteaba a ver a su amigo. Sturmhond negó.
—El del bastón.
Su corazón dio un brinco, pero lo disimuló con una ligera mueca y negó nerviosamente.
—Él siempre ve a todo el mundo de ese modo.
—Mmm. . . ¿Segura que a todo el mundo? —preguntó Sturmhond con una ceja alzada en su dirección, pero Nora no supo que responder; si bien no quería admitirlo en voz alta, y mucho menos tener esperanza en su interior, sabía que el rubio tenía razón.
Kaz no la miraba de ese modo.
Al ver que Nora no respondía, y que su tripulación se encontraba lista para zarpar, Sturmhond se inclinó, tomó la mano de Nora y dejó un casto beso en sus nudillos envueltos por el cuero de sus guantes.
—Fue un placer conocerte Nora, ojalá volvamos a encontrarnos.
—Eso espero —respondio ella.
—Si eso pasa, mi oferta sigue sobre la mesa — dijo él—. Piensalo, creo que haríamos un excelente equipo.
Y dicho eso, se dio la media vuelta y se alejó de ella con dirección a su barco, donde dos miembros de su máxima confianza lo esperaban con una sonrisa burlona.
—Te dije que no aceptaría, págame Tamar.
—No, tu dijiste que ella lo rechazaría a él —y lo señaló—. Yo dije que rechazaría viajar con nosotros. Así que págame, hermanito.
—¿Cuándo será el día en que dejen de apostar sobre mi maravillosa persona? —preguntó él.
—El día en que decidas dejar tu puesto de corsario —respondió ella, recibiendo un par de billetes por parte de su gemelo.
Sturmhond sonrió levemente y negó con la cabeza para luego alejarse de la cubierta e ir a su despacho.
«Prontó» pensó él en respuesta a lo que su amiga había dicho. Porque si de algo estaba seguro, es que Nora y los cuervos debían tener éxito en su misión para que él saliera a la luz.
Por otro lado, Nora soltó un suspiró y se giro para regresar junto con sus amigos una vez que ella y Sturmhond se despidieron.
—¿Que fue eso? —le preguntó Inej con una pequeña sonrisa mientras que una de sus cejas oscuras se alzaba.
Nora bufó y negó con la cabeza.
—No te hagas otras ideas —le dijo ella—. Solo me estaba despidiendo.
—¿Quién era él? —preguntó Jesper a la vez que le lanzaba una mirada de reojo a su jefe, quien se había mantenido muy callado. Sin embargo, el agarre firme en su bastón le indicaron al moreno que no se encontra contento.
—Un... Conocido —respondió Nora, no muy segura de considerar a Sturmhond como un amigo.
—¿Desde cuándo conoces a un corsario? — preguntó directamente Kaz, quien al instante se arrepintió de preguntar al ver que ella lo volteaba a ver ceñuda.
—¿Desde cuándo no puedo conocer a uno? —respondio ella.
Un silencio incómodo se instaló en medio del grupo cuando ambos mantuvieron la mirada en el otro con seriedad; ella, con el corazón acelerado por el repentino interés que estaba teniendo Kaz en ella. Y él intentando descifrar porque sentía unas inmensas ganas de golpear algo.
O en específico a alguien.
Porque no, a Kaz no le había gustado verla hablando con aquel Corsario de actitud coqueta.
Más nunca lo aceptaría en voz alta.
—Puedes hablar con quién quieras, Novorak, sempre y cuando sepas distinguir la confianza entre un amigo y un conocido —espetó Kaz, y dicho eso la campana del barco de Dreesen resonó hasta donde estaban—. Si ya dejaste tu amigable plática con tu conocido, tenemos un trabajo que hacer.
Nora apretó la mandíbula, indignada y molesta por la actitud de Kaz, que a nada estuvo de darse la vuelta y largarse de ahí si no fuera por Jesper, quien rodeo sus hombros con su brazo y le dio una calidad sonrisa.
—Dejalo, ya sabes como es —le murmuró él en un intento de hacerla sentir mejor.
—Creeme, Jesper, lo sé —respondió ella antes de comenzar a caminar con dirección al muelle de Dreesen donde esperaron a que el capitán del barco les indicara subir.
La última vez que Nora subió en un barco, tenía doce años y estaba encadenada como un esclavo. Ahora estaba a punto de zarpar en una misión donde no había una seguridad de regresar con vida, y los recuerdos deseaban hacer de las suyas en su contra.
Lentamente el barco comenzó alejarse del muelle, por lo que Nora sujeto con firmeza y fuerza la orilla de este y respiró profundamente intentando apartar los recuerdos de la sensación de las cadenas alrededor de sus muñecas.
«No pienses en eso» se dijo, «Es diferente ahora; no estás aquí como prisionera» y desvío su atención hacia su hogar, que cada vez se hacía más pequeño mediante el barco se adentraban en alta mar.
Sintió como los demás se movían detrás suyo; la tripulación iba de un lado a otro siguiendo las indicaciones que el capitán vociferaba, mientras que ella y los cuervos se quedaron cerca de la orilla del barco, contemplado como dejaban Ketterdam atrás.
Y aún cuando la bahía se convirtió en una delgada línea en el horizonte y terminó desapareciendo de su vista, Nora permaneció en cubierta y con la brisa marina golpeandole el rostro.
—Novorak.
Volteo a ver Kaz ceñuda, era el único de los cuervos que aún seguía ahí; se encontraba al pie de la escalera que los llevaría a los dormitorios en la parte baja del barco, donde el capitán les había asignado un camarote para los cuatro.
Kaz, con un gesto de cabeza, le indico que lo siguiera. Y pese a que estaba molesta por su actitud infantil con ella, terminó siguiéndolo al interior del navío, donde pasarían unos largos días hasta que llegaran a Ravka.
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El barco tardó aproximadamente tres días en divisar el puerto de Novokribirsk. Y según el capitán, quien había hecho ese trayecto en otras ocasiones, aseguró que estarían tocando tierra firme al amanecer del cuarto día.
Durante todas esas noches en alta mar, Nora apenas y pudo conciliar el sueño como era debido; nada más cerraba los ojos y en automático, al sentir como el barco se mecía al ritmo de las olas, los recuerdos de aquellos días encadenada la golpeaban de forma violenta.
Recordaba a la perfección la sensación fría y aspera de los grilletes alrededor de sus muñecas. Como la lastimaban cuando intentaba moverse o alejarse de las puertas cuando los esclavistas bajaban para satisfacer sus necesidades masculinas con las chicas más grandes de la mercancía. En esos tiempos, según recordaba ella, no tenían permitido tocar íntimamente a las menores de quince años, y Nora tuvo suerte en ese entonces.
Claro que esta murió cuando llegó a la casa de las Fieras.
—Si no duermes por lo menos unas horas, no estarás en óptimas condiciones una vez que lleguemos al puerto, Nora.
La voz de Kaz rompiendo el silencio en la habitación la sobresaltó; habría jurado que era la única despierta entre esas cuatro paredes.
Jesper roncaba sobre la hamaca que les había proporcionado el capitán, mientras que ella e Inej ocupaban la única cama clavada a la madera del barco. Kaz, por otro lado, había optado por usar el único sofa, por lo que se encontraba acostado en ese preciso momento observando el techo.
—¿Nora? —inquirió ella—. ¿Acaso el enfado ya se te paso y vuelvo a ser de tu confíanza, Kaz?—cuestionó ignorando su anterior comentario; claro que estaba al tanto de que necesitaba descansar antes de la parte difícil de la misión, pero los recuerdos, y la distancia que mantenía el chico con ella, no la dejaban tranquila.
Desde que habían zarpado, Kaz se había mantenido distante con ella. La llamaba únicamente por su apellido. Solo le pedía su opinión si era necesario. Y pasaba más tiempo con Jesper que con ella.
—Siempre he confiado en ti, Nora. Nunca dejé de hacerlo —reveló él en voz baja, provocando que un sensación cálida la recorriera de pies a cabeza.
No obstante, que le dijera eso no cambiaba su actitud hacia ella esos últimos días.
—No lo parecía —espetó ella en voz baja, pero él la escuchó con claridad y se maldijo mentalmente por hacerla creer eso.
Pero tampoco pudo evitar mantener su distancia, y no porque siguiera molesto por su interacción con aquel corsario, no. Sino porque aquel sentimiento en la boca del estómago cuando no la vio junto a él, y posteriormente la encontró hablando con aquel joven, lo hizo sentir mareado y confundido.
Y él odiaba sentirse así.
—Intenta dormir algo —dijo él—, me mantendré despierto toda la noche para hacer guardia.
—Tu también necesitas descansar —escuchó que le dijo ella.
Una oleada cálida rodeo su frío caparazón.
—Lo haré una vez que tengamos el dinero en nuestras manos —respondio él, ignorando aquella sensación.
Nora, sabiendo que no iba a ganar aquel debate, aceptó su propuesta.
—Esta bien, buenas noches Kaz.
Y cerró los ojos con el pensamiento de que estaba a salvo, que nadie entraría al camarote para llevarla a una celda y encadenarla cómo en antaño habían hecho otros.
Nadie lo haría, porque Kaz estaba ahí, cuidándola como solo él podía hacerlo.
—Buenas noches, Nora.
Pero ella ya no alcanzó a escucharlo, pues el cansancio la hizo caer tan rápido en brazos de morfeo nada más se permitió cerrar los ojos.
Kaz mantuvo su palabra y se quedó despierto toda la noche, velando que nadie de su desconfianza fuera a meterse a la habitación; las únicas personas que sabía con certeza que no lo traicionarían se encontraban dormidas en esas mismas cuatro paredes.
No necesitaba más.
No necesitaba confiar en nadie más.
No necesitaba ganarse a nadie en ese navío.
No teniendo al mejor pistolero de el barril de su lado.
No teniendo al Espectro de la capital cuidando sus pasos.
Ni mucho menos teniendo a La loba blanca que peleaba con garras y dientes por él y los suyos.
Nora.
Sabía que la chica llevaba días sin poder dormir bien. Sabía que sus recuerdos eran más fuertes estando en alta mar. Incluso el balanceo suave del oleaje bajo su cuerpo lo sofocaba cuando nadie lo veía.
En las noches escuchaba a la chica moverse inquieta entre las sábanas junto a Inej, quien permanencia dormida tranquilamente, sin percatarse de nada.
La escuchaba soltar ligeros quejidos y sollozos que a los segundos paraban porque ella despertaba en la oscuridad del camarote.
Sabía que intentaba ocultar el temor que vivió años atrás. Encadenada. Sola. Con el sentimiento de que nunca sería libre.
Él siempre fingió estar dormido, pero la realidad era que siempre estuvo acompañándola en su insomnio. En silencio.
En varias ocasiones tuvo que controlar aquella parte suya, la parte debil y que no deberia ser capaz de sentir, para no incorporarse y acercarse a ella; una vez estuvo apunto de hacerlo, pero sus propios demonios lo detuvieron y se mantuvo acostado, pero despierto con ella.
No era la primera vez que pasaba días sin dormir.
Horas después el sol dio indicios de sus primeros rayos en el horizonte, y tal como el capitán mencionó, estaban a nada de tocar tierra firme; la campana del barco resonó por todo el navío, despertando tanto a Nora como a los otros.
Kaz se incorporó lentamente del sofa y tomó su bastón mientras que Nora, Inej y Jesper lo imitaron y tomaron sus cosas, una vez listos se giraron a verlo, esperando indicaciones.
—Andando.
Los cuatro subieron a cubierta, donde se encontraron con un recién despertado Arken, quien los saludo con un gesto de cabeza y se acercó a ellos. El barco tardó aproximadamente quince minutos en llegar al puerto, donde los cinco desembarcaron, se despidieron del capitán con un gesto de cabeza, y se alejaron del puerto siguiendo al de lentes; este los guío hasta un local para rentar carruajes, donde tomaron uno para dirigirse a la ciudad de Novokribirsk. Lugar donde Arken los llevaría a través de La Sombra.
—No te contraté solo para cruzar La Sombra —habló Kaz, quien iba sentado junto a Nora e Inej. Jesper y Arken, al frente de los tres, voltearon a verlo—. Viniste porque sacas Grishas a escondidas del Pequeño Palacio y allí está nuestro objetivo.
—Una invocadora del sol —actoó Inej.
—Eso dicen —replicó Kaz lanzándole una mirada de reojo. Para él, todo lo que tuviera que ver con Santos no eran más que mentiras y blasfemias que la gente inventaba.
Nora, en cambio, se encontraba entre la espada y la pared: la vida le había demostrado de la forma más cruel posible que, por más que rezaras y suplicaras clemencia, ningún Santo recurriría a tu llamado. Sin embargo, las palabras de su madre seguían frescas en su memorias, como si se las hubieras dicho esa misma mañana.
«Ellos siempre están con nosotros »
—No tendrían a una impostora en el lugar más seguro de todo Ravka —repusó Inej ante el tono despectivo de Kaz.
Nora intervino antes de que se vieran metidos en una discusión sobre las creencias de la chica.
—Dijiste que tienes un contacto que nos meterá al palacio, una Mortificadora —Arken asintió—, ¿Cómo estamos seguros de que es de confianza?
—Nina creció allí —respondió Arken, a lo que Kaz añadió rápidamente.
—La mayoría de los grisha crecen allí.
«No todos» pensó Nora, pero en lugar añadió:—Pocos traicionarían al general y ayudarían a secuestrar su más preciada posesión.
—Nina es una radical —informó Arken—. Cree que deberían poder decidir si sirven a la corona; odia el servicio involuntario más que los fjerdanos.
Y ahí estaba otro tema de conversación que mantenía alerta a los Cuervos: en Ravka, la posibilidad de que un Cazador Drüskelle te capture siendo Grisha era mucho más alta que viviendo en Kerch.
Habían oído como los cazadores capturaban y asesinaban Grishas solo por ser capaces de controlar elementos de la naturaleza que, supuestamente, nadie sería capaz de controlar. Para ellos la pequeña ciencia no era más que brujería y todo aquel que la usará era un ser repugnante y maligno que merecía la muerte, o si tenían suerte, vivían unos pocos días más hasta que llegar a la famosa Corte De Hielo, donde recibían un juicio que determinaban si eran culpable o inocente.
Pero ningún Grisha ha sido capaz de salir de ese frío lugar con vida.
Y si bien Nora sabía defenderse como se manda, también era sabido que los Fjerdanos viajaban en grupos númerosos y eran grandes, robustos y unos brutos a la hora de pelear. Podría cargarse algunos cuantos en el camino, pero no estaba segura de poder salir victoriosa contra ellos.
—Es aquí —informó Arken sacando a Nora de sus pensamientos.
El carruaje se detuvo y los cinco bajaron para encontrar frente a ellos lo que parecía una enorme posada. Sin perder un minuto, los cinco ingresaron al recinto y se encontraron con un señor de barba canosa y tes oscura contando unos krydda fjerdanos en la recepción; este les lanzó una mirada desinteresada antes de indicarles la dirección hacia la habitación de Nina Zenik.
Sin embargo, al entrar, se encontraron únicamente con su valija abierta sobre la cama y restos de cristales esparcidos en el suelo. Más Nina no estaba por ningúna parte.
—Sabia que vendríamos —dijo Arken sin comprender la ausencia de su contacto.
—No se atrasó —expresó Kaz inspeccionando la maleta abierta sobre la cama—, se fue.
—si, pero sus cosas...
Pero Kaz con ayuda de su bastón cerró la maleta de la desaparecida con fuerza y reveló debajo de la tapa algo plateado y brillante.
—¿Qué es eso? —preguntó Jesper.
Nora se acercó a ellos para ver observar como Arken tomaba de la cama el broche con cabeza de lobo.
—Los drüskelle.
—Eso explica los Krydda Fjerdanos que contaba el posadero cuando llegamos. Probablemente él la delató —aseguró Kaz.
—Tambien explica la silla rota, los cristales en el suelo y las sábanas de la cama —señaló Nora observando con ojo analítico la habitación.
—¿Las sábanas? —inquirió Arken desconcertado.
Nora sonrió ladinamente.
—A no ser que tuviera compañía placentera por la madrugada, la cama está arrugada de forma desenfrenada, como si hubiera caido y forzajeado contra alguien —explicó ella.
—Seguro va presa en un barco rumba a Fjerda —aclaró Arken, a lo que Nora no pudo evitar sentir cierta pena por la chica.
—Tuvieron un blanco despejado —indicó Inej hacia ellos cerca del balcón.
Kaz volteo a ver a Nora.
— Junto a Inej echen un vistazo. Que no haya más sorpresas —ordenó, a lo que ambas asintieron y se dirigieron al barandal de metal oscuro cubriendo sus rostros con las capuchas de sus gabardinas.
—Tu vigila ese lado —le indicó Nora a Inej cuando ambas ya se encontraban sobre el techo de la posada.
Inej asintió y se deslizó como un fantasma hacia el lado Sur del edificio mientras que ella se dirigió al norte y comenzó a inspeccionar de forma meticulosa la zonas alrededor de la posada, más no encontró indicios de cazadores cerca y volvió a reunirse con Inej a mitad del tejado.
—¿Nada?
—Nada.
Por lo que descendieron en un gracil salto hacia la entrada de la posada encontrandose con Kaz, Jesper y Arken en el camino.
—Todo despejado —indicaron ambas al unísono.
Pero tal parecía que ambiente entre el grupo había decaído un poco al saber que habían perdido su pase seguro al pequeño Palacio.
—Parece un buen momento para abandonar el plan de la invocadora del sol —sugirio Arken. Nora lo miró con frunció el ceño.
Ese hombre estaba demente si creía que Kaz abandonaría un trabajo solo por eso.
—¿Abandonar? —inquirió Kaz con burla fría—. Ahora estamos en esto y sé lo que significa ese dinero para mí. ¿Y para ustedes?
—Libertad —respondió automáticamente Inej.
—Diversión, por unos meses al menos —respondió Jesper.
— Venganza —espetó Nora, ignorando las miradas curiosas de Inej y Jesper.
Los cuatro voltearon a ver a Arken, quien suspiró y respondió.
—Retirarme.
—Bien, entonces seguimos —aseguró Kaz—. Nos haces cruzar la sombra y yo me encargo del otro lado —indicó él.
—Bien —respondio Arken y dejo su maletín en el suelo para sacar una mini cuaderno de su bolsillo—. Para cruzar, necesitaré nueve kilos de carbón de alabastro. Jurda de Majdaloun, no de la Kerch, es muy suave, y por último—le hecho una mirada de pies a cabeza al moreno y terminó de anotar en la hoja—. Una cabra
Tanto Jesper como los demás fruncieron el ceño, extrañados por eso último pedido.
—Nos encontraremos en medio de la noche, hay un esquife abandonado al noreste, en las afueras —reveló el conductor—. Entonces, ¿Quién consigue cada cosa?
—Inej, la Jurda. Nora y yo iremos por la cabra —indicó Kaz y se acercó al pistolero con sembrante serio—. Y Jesper... Solo el carbón, no te distraigas —ordenó, a lo que el moreno sonrió de forma burlona.
—Sin distracciones, jefe —aseguró él.
—Bien, iré a ver qué el esquife esté en donde lo deje la última vez que estuve aqui y que este todo listo para partir al anochecer. Nos veremos allá —y dicho eso Arken se alejo por las calles de Novokribirsk.
Nora, Kaz y Jesper voltearon a verse entre ellos y se percataron que Inej también se había ido, por lo que el moreno se despidió de ambos y partió en busca del carbón de alabastro, dejándolos solos.
—¿Estás seguro de dejarle esa responsabilidad a Jesper? —cuestionó Nora mirando por donde el moreno se había ido—. Sabes que no puede evitar su naturaleza cuando tiene dinero en manos, Kaz. Me hubiera dejado a mi esa tarea y él hubiera ido conti...
—Necesitaba hablar contigo a solas —cortó Kaz.
—¿Sobre qué? —preguntó ella, ocultando el hecho de que su pulso se acelero al oírlo decir eso.
—Arken —respondió él—. ¿Confías en él?
Nora resopló.
—Solo un tonto confiaría plenamente en ese hombre.
—Bien, eso quería oír —y se dispuso a dar media vuelta para largarse de ahí cuando Nora lo detuvo.
—¿Solo eso? —inquirió ella, sintiendo como su traicionero corazón latía con más velocidad dentro de su pecho—. Solo querías preguntar mi opinión sobre Arken.
Kaz torció la boca.
—¿Qué otra cosa te hubiera dicho?
«El porque te molesto que hablara con Sturmhond» pensó ella. «El porque me dejaste de hablar en el barco, como si no hubiéramos pasado tantas cosas juntos»
Pero un pensamiento latió más fuerte en su cabeza.
«Lo que siento por ti»
Sin embargo, terminó respondiendo.
— No lo sé, tal vez me podrías preguntar si conozco algún lugar donde conseguir una cabra —bromeó ella.
Kaz volteo a verla con una sonrisa torcida.
—¿Conoces algún lugar donde conseguir una cabra, Nora?
Ella forzó una sonrisa y asintió.
—Por suerte para ti, si.
Y ambos comenzaron a alejarse de la posada para conseguir una cabra.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟑
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