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★ 𝟎𝟑𝟓: fluorescent adolescent

035. ˚୨୧˚ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬-𝗙𝗜𝗩𝗘
—Fluorescent Adolescent˙˖° 🌑

"Landed in a very common
crisis, everything's in order in a
black hole, nothing seems as pretty as
the past though"

—Arctic Monkeys

(Mini maratón 2/2).
Con esto me refiero a actualización doble, este es el segundo publicado. Asegúrate de haber leído el capitulo 34 antes.

Actualidad,
𝗖𝗮𝗿𝗹.

Siempre he pensado que la peor parte de las discusiones no es experimentarlas, sino todo lo que viene después. Las revives en tu cabeza una y otra vez, analizas lo que dijiste y lo que guardaste, en lo que te equivocaste y lo que a ti te dijeron. Repasas de arriba a abajo cuanto te ha dolido.

En este caso, mi discusión con Rory se había adueñado de todos y cada uno de mis pensamientos.

Trataba de encontrarle sentido a sus palabras, comprender porque había intentado hacer eso. Porque había intentado huir.

Después de haberlo repasado toda la noche, creo que finalmente lo entendí. No es tan difícil, de hecho. Y al entenderlo también me di cuenta de que yo no tenía porque enojarme.

Rory no se sentía cómoda. Eso es más que suficiente razón para querer irse.

Por más que yo quisiera mantenerla a mi lado, sé que no puedo estar apegada a ella todo el día. Sobre todo no después de como la trate cuando nos reencontramos después del ataque.

No fui capaz de siquiera dedicarle una sonrisa a pesar de que en el interior estaba entusiasmado de volver a verla. De saber que estaba viva.

Ella tiene razón. Demonios, siempre la tiene. No es el momento para que nosotros formalicemos una relación. No cuando ambos estamos tan mal.

Lo único que provocaríamos sería daño el uno al otro, y eso es lo que quiero evitar.

Entonces, por más que estar con ella me brinde felicidad y un sentimiento de confortabilidad, por más que aquel beso que compartimos se sintió como una caricia en mi corazón y por más que cada minuto que pasó con ella me recuerda porque debo de sobrevivir, se que no es el momento adecuado.

Pero también sé que eventualmente habrá una ocasión en la que esto se sienta correcto. Y cuando eso ocurra, yo la estaré esperando.

Por el tiempo que sea.



Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.

Parecía ser que los ojos sin vida me perseguían.

Los estaba viendo ahora, reflejados en mi misma, de frente al cristal del espejo del baño situado en el piso de arriba.

Era como si una fuerza mayor hubiera arrebatado toda señal de emoción en mis orbes azules.

No me gustaba verme a mi misma de esa forma: con ojos indiferentes, piel enfermizamente blanquecina, labios resecos y quebradizos y más de un corte fino en mi rostro.

¿Quién demonios era aquella adolescente en el espejo? No podía ser yo. Ya ni siquiera me sentía cómoda en mi propio cuerpo.

En un intento algo idiota de limpiar los macilentos de mi cara, abrí el grifo del lavabo, con la esperanza de que al menos saliera un mísero chorro de agua.

Como lo imagine, no obtuve nada.

Entonces recordé que en la cocina había una pequeña cubeta con algo de agua. Eso serviría. Pero antes, debía de apartar el horrible olor que seguramente tenía.

Había dejado la puerta entreabierta, por lo que bastó con jalarla hacia mi para salir hacia el pasillo. Visualicé las puertas, pero esta vez giré en una dirección distinta, a la habitación de los padres.

A diferencia de la del adolescente, esta poseía un ambiente algo sombrío. Las sábanas blancas estaban manchadas de un borrón rojo. Sangre.

Tras observar la habitación con detenimiento un par de segundos, me di cuenta de unas cuantas cosas más: había un retrato con el protector de vidrio roto, cuchillos de cocina desperdigados por la esquina del buró de noche y una servilleta manchada de más sangre encima de este.

Fruncí el ceño levemente, pensando en que no cabía duda de que algo malo había sucedido aquí. Abrí el primer cajon del buró y para mi suerte encontré justo lo que buscaba.

No podía eliminar mi cara de muerta, pero tenía un perfume con un envase estético en mis manos que haría que dejara de disgustarme con mi misma aunque sea un poquitín.

Iba a rociarlo en mi misma antes de que un tacto en mi hombro me provocara un sobresalto, gire en breve y mi mano presionó el rociador, este llegó hacia los ojos de la persona detrás de mí.

Ups, era Carl. Su expresión en este momento era demasiado graciosa, con los ojos cerrados y una mueca.

Me detuve en cuanto lo reconocí, por su parte el tardó unos segundos en recobrar su compostura, logrando abrir sus ojos a medias. Estaban hinchados y habían adquirido un color rojizo.

—¡Oye! Entiendo que ayer me comporte como un tonto, pero ¿no crees que tratar de dejarme ciego es un poco extremo? —renegó, tallando sus ojos con el pulgar.

—Fue un accidente. En realidad pretendía matarte, no solo dejarte ciego —expliqué, bromeando y dudando en poner mi mano en su hombro, aun así lo hice, guiándolo hacia abajo al mismo tiempo que lo escuchaba soltar quejas silenciosas—. Ya, exagerado —agregué, tratando de esconder una sonrisa.

—En ese caso también te voy a rociar perfume en la cara, a ver si mantienes esa sonrisa bonita que tienes —siseó él, apartando mi mano de su hombro al llegar a las escaleras.

Veo que empezábamos a poner límites.

Al llegar a la cocina, mi vista fue captada por el bowl de cereal que yacía en la mesa. Carl entreabrió los ojos y se fijó en aquel mismo punto.

—Oye, ¿desayunaste? —inquirió él.

—Eso no importa —contesté, ya que la respuesta era no—. Anda, apresúrate y enjuágate, Carl —indiqué, tendiéndole la pequeña cubeta de agua que había mencionado antes—. No te aseguro que esté limpia, ya estaba aquí cuando llegamos.

Carl comenzó a enjuagarse la cara lentamente. Tanto que yo misma me impacienté.

—Tienes formas muy raras de reaccionar ante las cosas...a ver, primero intentas escapar y después me echas químicos en la cara...

Sin antes darle oportunidad de agregar algo más, sumergí su cabeza al ras de la raíz de su pelo por un segundo antes de volver a levantarlo.

¿Qué? Si, a veces me dan ganas de matarlo, pero solo de mentirilla.

—¡Solo confirmas lo que te estoy diciendo! —agregó Carl una vez logró secarse el rostro completamente, la hinchazón de sus ojos se había reducido hasta convertirse en imperceptible—. Trátame bien, ¿no ves que estoy sensible?

—Bueno —comencé a decir—, una vez alguien muy viejo y sabio me dijo que era una egoísta, así que...

—Querrás decir "alguien muy guapo y muy sabio" —contradijo Carl, a lo que coloqué mis ojos en blanco.

—Eres tan egocéntrico.

—Nop, solo tengo consciencia de mi mismo.

Esbocé una sonrisa algo débil, tratando de no mostrar el hecho de que toda esta breve conversación había sido rara.

Era como si estuviéramos en una paz armada: no nos molestábamos de verdad, ni un insulto había sido lanzado y mucho menos habíamos vuelto a discutir, aun así, no estábamos del todo bien. La tensión se sentía como un peso creciente que caminaba tras de ti, esperando ese algo que lo haga estallar.

Y todo aquello era mi culpa.

Por ser incapaz de saber querer a menos que tenga todo bajo mi control. A menos que mi vida esté en orden. A menos que yo me encuentre completamente bien.

Estaba a punto de abrir mi boca para agregar algo más a las extrañas bromas que estábamos compartiendo, pero un ruido proveniente del exterior de la casa hizo que me detuviera.

Y por supuesto que intente detener a Carl cuando empezó a avanzar hacia la puerta, pero el idiota es demasiado dedicado a su complejo de salvador, por lo que en cuanto menos lo supe el ya se encontraba fuera de la casa, conmigo caminando detrás.

De frente a la puerta se encontraban dos caminantes, los cuales centraron su atención en nosotros una vez Carl alzó la voz.

—Sacos de basura, aquí tienen carne fresca. Sígannos, vamos.

—¿Qué pretendes estar haciendo? —pregunté, caminando de espaldas mientras los errantes comenzaban a seguirnos.

Entendía que el plan de Carl era alejarlos de la casa, pero solo eran dos de ellos. Podíamos haber terminado con ellos en un parpadeo.

Continuamos caminando hasta dar una vuelta en uno de los caminos, Carl se sobresaltó al escuchar gruñidos detrás de nosotros.

Volteé hasta quedar de frente con el nuevo caminante, estaba decidida a clavar mi cuchillo en su cráneo hasta que recordé que no lo tenía conmigo.

Básicamente jugué a las atrapadas con el muerto por unos segundos hasta dar con una roca. Rápidamente la tome y me abalancé sobre él, requerí más de un intento hasta lograr tumbarlo al suelo. Ahí fue donde comencé a dar uno, dos y hasta cinco golpes hasta que finalmente su cabeza quedó destrozada.

Trague saliva ante la grotesca imagen frente a mi, pero posteriormente me recompuse una vez note que Carl estaba teniendo algunos problemas con los dos caminantes del inicio.

Uno de ellos se tiró encima de él, por lo que el cowboy ahora estaba en el suelo. Presa del pánico, Carl disparó su arma sin pensarlo dos veces, terminando con el caminante que ahora yacía sobre él. Sin embargo, el segundo siguió los pasos del anterior, abalanzándose sobre Carl mientras trataba de hincarle el diente.

Con la misma piedra de antes en mano, me incline ligeramente hacia abajo, con el fin de llegar a la altura del no-muerto. Quería acabar con esto rápido, por lo que esta vez me aseguré de que mis golpes en la parte de atrás de su cabeza fueran dados con más fuerza.

Una vez que ese último caminante cayó también, solté un largo suspiro de alivio.

—Ayúdame a quitarme estos de encima —pidió Carl.

—No se si me da más asco los caminantes o el sudor de tu frente —sentencié acompañada de una mueca, retirando los caminantes de encima de Carl con algo de dificultad.

—Demonios, mi cabeza duele —se quejó él, ignorando por completo mi comentario anterior.

—Seguramente es tu cerebro tratando de entender toda la idiotez que retienes.

—¿Qué dijiste? —interrogó el, llevándose una mano a su frente, fingiendo ofenderse.

—Dije que eras un rayito de sol, Grimes —respondí, una sonrisa amplia y completamente falsa luciendo en mi rostro a la vez.

Me tome un minuto para observar el sol. Solo un minuto y cuando regresé mi vista hacia Carl, este estaba echando su desayuno. Supongo que su estómago se revolvió.

Cuando el del sombrero finalmente logró detenerse y limpiar algunos restos diminutos de su rostro, tanto como de sangre y vomito, cruzamos miradas.

Más bien, él me sorprendió mirándolo: la caída de su cabello, la curvatura perfecta en su nariz pecosa y sus ojos azules, los cuales siempre parecían estar iluminados, como si algo los encendiera desde dentro. Los ojos de Carl Grimes eran lo opuesto a mis ojos sin vida.

Trate de disimular por medio de la única forma que sé el hecho de que me había atrapado mirándolo.

—Oye, no me mires así —dije, como si yo no hubiera sido quien lo había visto en primer lugar.

—¿Así cómo? —preguntó. En contraste con sus ojos, una sonrisa incrédula centelleó su rostro también.

—Como si estuvieras a punto de decir algo estúpido, como siempre —finalicé, borrando cualquier esperanza que Carl pudiera estar albergando acerca de yo diciéndole algo similar a "deja de mirarme como si te gustara".

Carl parpadeo repetidas veces antes de desviar su atención de mi hacia devuelta con los caminantes, tanto que comenzó a observarlos por un preocupante e innecesario periodo de tiempo.

—¿De casualidad no quieres ponerlos bajo un microscopio?

El ojiazul rodó sus ojos ante mi comentario, para después acomodar su sombrero ligeramente.

—Solo veía el desastre que hiciste. Los dejaste machacados.

—¿Y que tiene?

—Creo que el agarre que tienes en tu sanidad se te está deslizando.

—Y yo creo que te salve, así que agradéceme y ve a buscarme una dona o algo —hablé entre bromas, a la vez que comenzábamos a caminar de vuelta a la casa.

Con suerte, Rick podría haber despertado.

—Hace un rato te pregunté si habías desayunado y no respondiste —apuntó Carl—. ¿Desde hace cuanto no comes, Aurora?

—Desde el ataque de la prisión —contesté, no hallaba ningún sentido en mentir—. Todavía tengo las galletas saladas, entonces ni siquiera intentes preocuparte, una vez que regresemos comeré, ¿de acuerdo?

Y, sencillamente así, permanecimos el resto del camino en silencio.

Y no era como aquel silencio que eclipsó nuestro alrededor segundos antes de darnos nuestro primer beso, para nada. Era un silencio incómodo. Un silencio que deseaba que llegara a un fin.


Pasado,
𝗼𝗺𝗻𝗶𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁 𝗻𝗮𝗿𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿.

Rigel se había despertado desconcertado. Recordaba haber ayudado a defender a la prisión, aunque eso terminó mal, recordaba observar como si figura paterna, Hershel Greene, era asesinado a manos del gobernador, más no recordaba que sucedió después de eso.

En ese momento, lo único que lograba ver era a aquel coreano, Glenn, balbuceando demasiadas cosas.

—¿Viste a Rory o a Maggie? —alcanzó a escuchar.

Negó rápidamente. Sus pensamientos eran difusos, mientras que la preocupación carcomía a Glenn.

Su hija y su esposa no estaban junto a él, pensó.

Podrían estar en cualquier lado, en realidad. Si bien fueran juntas o separadas, solo deseaba que estuvieran vivas.

La realización le pegó como un puñetazo a Rigel.

Había perdido a su hermana nuevamente.

Se levantó de golpe, tentando el arma en su cinturón mientras Glenn lo miraba atentamente.

—Hay que buscarlas —demandó el castaño, Rigel—. Busquemos dentro, primero. No ha pasado tanto tiempo, si no están aquí podrían estar cerca aun —comentó, pero repentinamente tomó nota de la expresión cansada de Glenn. Entonces recordó que él había tenido la gripe, y que esa era una de las razones por las que Rory fue a la expedición de los antibióticos—. ¿Aún te sientes mal?

—Terrible. Pero andando, no perdamos tiempo.

Recorrieron la prisión más veces de las que puedes contar con los dedos, primero en el patio y después en el interior, dentro de los pabellones.

No obtuvieron resultados más que un par de provisiones para el viaje que tendrían y un chaleco antibalas que Rigel había encontrado, pero que se lo había cedido a Glenn.

Una vez que salieron de las celdas, ambos comenzaron a ahuyentar a los caminantes de su camino por medio de las armas que tenían encima.

Rigel estaba apunto de apretar nuevamente el gatillo al percibir movimiento, más se detuvo cuando se dio cuenta de que la cosa frente a él era una persona, no un errante.

Se trataba de una chica de pelo castaño y corto agarrado en una coleta, en sus ojos se reflejaba la confusión que estaba experimentando.

Ninguno de los hombres bajó el arma, todo lo contrario, observaron a la muchacha atentos, en busca de cualquier señal de peligro.

—¿Qué hacemos? —inquirió Glenn en voz baja, observando a su acompañante.

—No lo sé, no podemos dejarla aquí. Tal vez vio a alguien salir —contestó Rigel, manteniendo el tono de voz bajo—. O tal vez es uno de los malos y quiere patearnos en el trasero. Hacernos picadillo.

—Se ve amigable —señaló Glenn, ambos mantenían sus armas arriba.

—La oveja esa de Zootopia también parecía amigable —referenció Rigel.

Antes de que Glenn tuviera oportunidad de responder a eso, la chica alzó su arma en el aire en señal de rendición.

—Está lleno —admitió, hablando del cartucho.

—¿No disparaste ni una sola vez? —cuestionó Rigel, frunciendo el ceño, a lo que ella negó con la cabeza.

Glenn se acercó a comprobar lo que ella afirmaba, intercambió una última mirada con Rigel antes de que este asintiera.

—Bien, vamos —demandó—. ¡Vamos! —indicó, subiendo su tono esta vez al ver que la chica permanecía impasible—. ¿Te vas a quedar ahí y solo morir?

—Fui parte de esto.

—Lo sabemos —dijo Glenn.

—¿Entonces por qué hacen esto?

—Necesitamos tu ayuda —habló Rigel esta vez.


Actualidad,
𝗥𝗼𝗿𝘆.

Había dormido la mayor parte del día y al despertar lo primero que note fueron los ruidos provenientes de la parte de abajo.

Me deslicé por las escaleras, había esperado toparme con Carl hablando solo, quejándose de lo mucho que lo irrita su papá.

Para mi sorpresa, el ojiazul poseía un semblante mucho más relajado, incluso estaba teniendo una conversación amigable con su padre, quien había despertado.

Me acerqué a ellos, no planeando meterme en su conversación, sino solo saludar a Rick.

—¡Rick, estás vivo! Por un momento pensé que teníamos un cadáver en la casa —bromeé, aunque realmente no dio risa—. ¿Y esa barba?

—Lo sé, parezco vagabundo —afirmó el sheriff entre risas.

—Yo creo que te da un aspecto de matón. Del tipo "no te acerques a mi familia o te las verás conmigo", a lo Dominic Toretto —comparé, riendo junto a él.

—Pero con pelo —intervino Carl, apunto de agregar algo más.

Pero el sonido del timbre en la puerta nos puso en alerta inmediatamente.

Alcé la pistola, asegurándome previamente de la forma más rápida que pude que esta estuviera cargada.

Rick fue quien tomó el mando, acercándose a la puerta blanca y observando por la perilla. En cuanto soltó una risotada, Carl y yo nos miramos repletos de confusión.

¿Vio a un caminante comediante, acaso?

—Creo que los buscan.



Word Count: 2838

──★ My 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲!! 🐍

La próxima actualización sera triple: publicare los dos capítulos restantes del acto 4 y la introducción al acto 5.

No tengo la estética lista pq me falta el banner gif, el cual encargue en una graphic shop en la cual no avisan si el pedido fue aceptado o no 💔

Entonces si tardo en actualizar es por eso 😭

Bueno, que les parecieron estos últimos dos capítulos?

Pregunta: ¿qué prefieren? ¿Que el acto 5 sea todo amor y paz, o drama a full con poquito amor y paz?

Digan o me desaparezco, #locura.

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