• 𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝙓𝙇𝙄𝙄
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"Cuidado con el ponche"
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—¿Qué pasa si nos soltamos? —Preguntó Boyd. Derek estaba asegurándolos al vagón solitario antes de que comenzara la luna llena.
—Harán lo que sea para salir de aquí —Contestó el Alfa —. Talvez intenten matarme. Se maten entre sí y a todo lo que tenga un latido. Sostenla —Le dijo a Isaac y él agarró a Érica.
—¿Por qué ella puede usar la de la cabeza?
—Porque ella soporta más dolor que ustedes dos. Pero tengo otra si quieres.
—Naah, paso. —Dijo él.
—¿Lista? —Érica asintió y procedió a colocarle aquella especie de corona.
Derek ajustó los tornillos que se unían con su frente provocando que Érica soltara muchos gritos de dolor. Una vez terminó con la chica lobo, continuó con Isaac. Lo esposó y le colocó cadenas a su alrededor en un asiento de aquel vagón.
—¿Por qué tú no sientes esto? —Le preguntó su Beta.
—Lo siento cada segundo. —Ajustó su agarre.
—¿Cómo lo controlas? —Volvió a hablar.
—Encuentras un ancla. Algo con significado. Te aferras a eso y el lado humano mantiene el control.
—¿Qué es para ti?
—Enojo. Pero no es lo mismo para todos.
—¿Hablas de los McCall?
—Sí. —Finalizó el Alfa sin dar más explicaciones. —Bien, con eso basta. —Tiró por última vez de la cadena de Isaac y esta se desprendió de donde estaba agarrada. Miró a los demás y sus ojos ya estaban del amarillo característico y con sus instintos incrementados al mil. —Scott, ¿Puedes llamarme? Porque necesitaré ayuda. Oh, y si tu hermana está contigo, también dile. Porque necesitaré mucha ayuda. —Finalizó el hombre lobo su llamada.
Volvió a entrar al vagón donde sus queridos Betas estaban despertando sus instintos asesinos. Los tres ya estaban transformados completamente en lobos. Y por si esto no bastara, acababan de romper sus cadenas. Derek comenzó a pelear con Érica y Boyd a la vez, mientras que Isaac sólo escapó del lugar.
En la fiesta de Lydia la música sonaba muy fuerte. Personas bailando y bebiendo. Una fiesta para adolescentes normales, en un pueblo para nada normal. Lydia iba entre los invitados ofreciéndoles vasos de ponche con una sonrisa.
—¿Le ofrecerás disculpas a Allison o qué? —Stiles le preguntó a Scott.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque eres hombre. Eso es lo que hacemos.
—Pero no hice nada malo.
—Entonces debes disculparte. Cuando un hombre cree que no hizo algo malo, es evidente que hizo algo malo.
—No lo haré —Aclaró Scott.
—¿Dices eso por la luna llena, amigo? —Volvió a preguntar su amigo.
—Puede ser. ¿Y a ti qué te importa?
—Pues, Scott... Porque algo tiene que salir bien aquí. —Stiles le dijo. Scott no respondió y él continuó —. Mira, nos están pateando el trasero, por si no te diste cuenta. Hay personas muriendo. Despidieron a mi papá y te van a atrasar en la escuela, además pareces que actúas como aquella vez que Allison terminó contigo por primera vez y terminaste como un loco desquiciado contando los secretos de los demás. Y si encima de todo eso tengo que ver a Allison cambiarte por un acosador como Matt que también está detrás de mi novia. Te juro, me voy a apuñalar el rostro.
—No te apuñales el rostro. —Scott dijo mirando al frente.
—¿Por qué? —Cuestionó Stiles.
—Porque Jackson acaba de llegar.
Aquel chico cruzó la puerta del patio y Lydia lo recibió dándole una sonrisa y un vaso con ponche. Le daba gusto verlo ahí, pese a todos los problemas surgidos entre ellos, le causaba una gran emoción que hubiera ido a su fiesta de cumpleaños. Jackson aceptó el vaso y miró a los dos adolescentes frente a él con una mirada asesina. Lydia se alejó para volver a servir más vasos con ponche. Dicha bebida tenía algo especial. Algo especial que, dentro de poco, comenzaría a actuar de forma extraña en aquellas personas que lo hubieran bebido. Porque para humanos era una cosa, pero el Wolfsbane para lobos, era mortal.
—¿De verdad pensaste que lo haría usando pastillas? —Victoria habló cuando Chris abrió una caja de pastillas.
Ella no se volvería un monstruo a causa de una mordida, por lo que había tomado la decisión de terminar con su vida. Una de las tantas leyes de cazadores. Ella no encontró el momento adecuado para hablarlo con Allison. La había visto tan feliz hablando con Lydia sobre la fiesta que no quiso arruinarle esa felicidad. Otra mala decisión de ella. Hacer que su hija se enterara de la forma más dolorosa posible.
—De acuerdo a las estadísticas, la mayoría de las mujeres no... —Chris habló y ella alzó un cuchillo. —Pero tú no eres como la mayoría.
—Iré arriba a escribir una carta. —Finalizó ella para luego salir de la habitación.
—No dudes por Allison —Gerard continuó la conversación. —Ella sentirá que el mundo se estremece a sus pies una y otra vez en su vida. Nuestro trabajo es enseñarle como seguir de pie.
—El mundo no se estremece, se derrumba.
—¿Quieres algo fácil? Cambia de apellido. Si no, sube allá arriba y ayuda a tu esposa a morir con dignidad. Porque si no cae sobre su propia espada, uno de nosotros tendrá que atravesarla.
Luego de terminar su conversación para nada agradable, subió al cuarto de su hija, donde su esposa estaba. La encontró admirando una foto de Allison y algunas lágrimas en su rostro ya podían verse.
—No pude hablar con ella. —Informó Victoria —. Así que quiero hacerlo aquí. Donde puedo estar con ella. Creo que necesitaré tu ayuda. —Miró a Chris. Luego tomó el cuchillo entre sus manos y lo posicionó frente a su pecho.
—Espera...
—Puedo sentirlo. Está pasando. Sabes que hacer. Sabes que decirles a las personas. Qué tenía un historial de depresión. Promételo.
—Lo haré, pero no te he visto deprimida ni una vez en veinte años.
—Y Allison también debe decirlo.
—Pero no dejaré que lo crea.
—Escuchará cosas. Las personas me llamarán débil. Dirán que tomé el camino fácil.
—Y yo les diré que fue lo más difícil que has hecho. —Argent apenas podía seguir hablando.
—Y se preguntaran, "¿Cómo pude hacerle esto a mi familia?"
—Ella sabrá que fue por nosotros —Miró por última vez los ojos de su esposa. Acarició su corto cabello y depositó un último beso en sus labios.
—No puedo hacerlo sola... —Victoria habló con tristeza y sus ojos llenos de lágrimas. —Chris, ayúdame... —La luz de la luna poco a poco fue ingresando a la habitación. Los ojos de Victoria se volvieron amarillos y esa fue su señal —Ahora.
Y con una gran tristeza, Chris ayudó a su esposa a terminar con su vida. Aquel amarillo que solo apareció por cortos segundos se apagó. Al igual que la luz de sus ojos verdaderos. Ya estaba hecho. La familia Argent había perdido a una de sus grandes cazadoras y lideres.
[...]
La fiesta estaba en su punto máximo. Lydia pasó a su segundo vestuario de la noche. Un lindo vestido corto de color azul marino que remarcaba cada una de sus lindas facciones. Y era uno de los ocho vestidos que había elegido para aquel día. Las personas empezaban a descontrolarse. Se besaban en cada rincón oscuro de la casa, bailaban descontrolados y bebían descontrolados también. Ella pasó a un lado de Matt y le entregó un vaso con ponche, pero que fue desechado en un basurero cercano cuando ella se alejó y pudo divisar a la chica McCall para seguirla dentro de la casa.
Lydia llegó esta vez a un lado de Scott colocando un vaso en su mano. Ella estaba dispuesta a que todos tomaran de aquello que había preparado. La mano de Scott antes de que ella le dejara el vaso, había comenzado a temblar, como si estuviera sintiendo algo.
—Ah, no puedo beber —Dijo él.
—De acuerdo, ¿Qué les pasa a ustedes dos? —Preguntó ella.
—Stiles sí bebió.
—No Stiles. Allison y tú. No me importa por qué tienen que mantener su amorío en secreto, pero aquí y ahora, me parece que es el momento perfecto para... Pasar un buen rato.
—¿Sabes algo? Lo haré —Dijo él confiado y tomando de la bebida.
—¿Lo ves? ¿Está bueno? —Preguntó refiriéndose a la bebida.
—De hecho, sí. Muy bueno —Volvió a tomar otro sorbo.
Lydia le sonrió y Scott se terminó su vaso y fue repuesto por Lydia antes de irse a seguir repartiendo. Dentro de la casa, Lindsay intentó llegar hasta el baño. Su estado no era uno de los mejores. Estaba sintiéndose mareada y parecía que la luna estaba cometiendo su crimen.
—Oh, disculpa —Dijo ella al chocar con alguien. Cuando logró verlo mejor, Matt la miró extraño.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó él.
—Sí, solo... Creo que estoy algo ebria. Lo cual es raro porque creí que eso no nos pasaba —Murmuró eso último sin que el chico frente a ella pudiera escucharlo.
—Oye, Lindsay... ¿Podemos hablar?
—¿Sabes, Matt? No creo que sea el mejor momento, yo...
—Serán solo dos minutos. De verdad necesito aclararte las cosas. —Siguió insistiendo.
—Bien —Lindsay lo tomó de la mano y juntos se adentraron a lo que parecía una biblioteca. Matt intentó cerrar la puerta para más privacidad y Lindsay lo miró para que no se moviera —Tienes dos minutos.
—Sé que tomé fotos de ti y debí pedirte permiso, pero ¿Es un delito que crea que eres hermosa? Y aunque tus ojos salgan diferentes a los demás... ¿Es un delito que crea que eres la modelo de una fotografía perfecta?
—Matt, algunas de las fotografías ni siquiera sé como las tomaste... —Ella comenzó a desesperarse. Ocultó sus manos detrás de su espalda, cuando comenzó a sentir que sus garras estaban a punto de salir.
—Lente telescópica, por favor, Lindsay. Los fotógrafos las llaman espontáneas. —Él soltó una leve risa.
—Pues... Creo que la policía lo llama acoso.
—¿Acoso? Ahora crees que soy un acosador, ¿En serio? ¿Crees que empapelé mi cuarto con fotografías tuyas y de Allison? ¿Crees que soy esa clase de hombre que diría: "Si nadie puede tenerla, entonces nadie puede"? —Lindsay no contestó. Su mente estaba distraída en sus instintos. Intentando controlarse para no cambiar frente a Matt. Los colmillos queriendo salir, las garras ya afuera, y esperando que sus ojos no quisieran mostrarse como en verdad eran —. ¿Sabes qué? Entiende, porque hay muchas chicas bonitas caminando por la habitación cada cinco minutos.
—Bien, entonces espera otros tres —Ella caminó fuera de la habitación.
—Lindsay, espera —Matt la tomó del brazo y ella sin notarlo clavó levemente sus garras en su brazo para que la soltara y además de dejar sus colmillos a la vista que ya no podían ocultarse. —Pero qué...
Lindsay corrió de su lado lo más rápido que pudo. Se adentró al baño sin importarle la cola larga que había fuera de este. Caminó hasta el lavado y mojó un poco su rostro para controlarse. Necesitaba con mucha urgencia controlar todo de ella. Y estaba segura de que, si volvía a salir ahí afuera, se encontraría con aquel chico que hace pocos segundos le había revelado quien era en verdad.
—Por favor, por favor, por favor desaparece —Repitió ella para sí misma intentando ocultar sus garras.
—¿En serio crees que puedes controlarme? —Dijo alguien.
—¿Qué? ¿Quién eres?
—Aquí al frente, Lindsay. —Ella levantó su cabeza mirando su reflejo en el espejo —Muy bien, me has encontrado.
—Un minuto, ¿Estoy hablando conmigo misma? —Su reflejo asintió —Esto es una completa locura. Debo estar borracha, sí, es eso. No puede haber otra explicación.
—No, querida Lindsay. No estás borracha. Eres tú, hablando contigo misma.
—¿Qué quieres? —Dijo ella con sus ojos un poco llorosos.
—Quiero que dejes de fingir. Que dejes de fingir que eres fuerte, porque no lo eres, McCall. ¿Dónde quedó aquella niñita que siempre lloraba cuando su madre se iba al hospital? ¿La niñita que se escondía tras la sombra de su hermano? Porque esa eres tú. No eres nada y nunca lo serás.
—Cállate. Sólo... Déjame en paz —Otra vez volvió a descontrolarse. El enojo incremento.
—Vamos, Lindsay. Solo te digo tus verdades. Nunca fuiste fuerte, nunca fuiste valiente, nunca fuiste una líder y nunca lo serás. Porque si Peter no te hubiera mordido aquella noche, hoy no serías nada. —Aquel reflejo golpeó el espejo espantando a Lindsay —. ¡Escúchame! ¡No eres nadie! Sólo eres un experimento fallido que fue creado una mala noche de lluvia. No te confundas, Lindsay, no. Lo tuyo no fue un regalo. Fue una sentencia de muerte.
—¿Qué quieres de mí? Quieres destruirme, ¿No es así? Causarme tanto daño psicológico para que deje de ser lo que soy. Eso es lo que tú quieres. Eres esa parte de mí que siempre he ocultado ante la sociedad desde esa trágica noche de lluvia en el bosque —Lindsay enfrentó a su reflejó malvado. Todo parecía un loco sueño. Uno que no le encontraba explicación más que una borrachera —. Quieres que use todo en mi contra para deshacerme de todo aquel que me dio su apoyo, porque cuando tú existías en mí no tenías a nadie. Tú eres la Lindsay pequeña. La Lindsay llorona. La Lindsay que se ocultó toda su vida detrás de las personas.
—Te equivocas, niña. Esa sigues siendo tú. Mírate, llorando porque un chico te tomó fotografías. Que estúpida niña eres. Y ahora también parece que tienes sentimientos hacía los demás. Déjate de bromas, por favor. Siempre fuiste y serás una débil.
—¡Sal de mi cabeza! ¡Ya no quiero escucharte!
—Pero soy tú, Lindsay. No podrás deshacerte tan fácil de mí.
Lindsay cerró sus ojos y formó sus manos en un puño. Cuando los volvió a abrir, sin ningún aviso, rompió el espejo frente a ella. Controló su respiración lo mejor que pudo y en aquellos pedazos de vidrio que aún se mantenían en pie, notó que sus colmillos ya no estaban. Que sus garras habían desaparecido y que sus ojos estaban de su color natural.
—Claro que me deshice de ti, perra. —Y aunque eso hubiera sonado como un insulto para sí misma, la hizo sentir bien. Necesitaba encontrar respuestas para todo aquello que estaba sucediendo. Y para no tener que pensar en las palabras que su reflejo malvado le había dicho que, en cierto punto, habían logrado herirla.
Por otro lado, Allison también se encontraba dentro de la casa persiguiendo a alguien muy similar a ella. En su mano tenía una ballesta e iba toda vestida de color negro y su cabello en una trenza de costado y una capucha.
—No. No aquí —Dijo ella pensando en algún cazador de su padre —. ¡Scott! ¡Scott! —Llamó a su novio. Y antes de que pudiera hacer algún movimiento, una flecha se incrustó en su estómago. Levantó su mirada para encontrarse con ella misma. Talvez era un día de locos y todos parecían tener un clon malvado que los alteraba psicológicamente. O talvez una especie de bebida los estaba haciendo ver cosas que en verdad no eran ciertas.
—Mírate, pidiendo ayuda. Siempre pidiéndola a gritos. Eres patética, Allison. No tienes idea de lo mucho que llevo esperando esto. —Y antes de que su gemela malvada pudiera disparar una flecha, desapareció. Al igual que la flecha en su estómago. Sin entender nada, salió en busca de explicaciones.
Todos en el jardín estaban actuando extraños. De alguna forma parecían estar drogados. Algunos ya habían caído dormidos, otros estaban hablando con plantas o más bien, actuando sensualmente con ellas y otros admirando rocas. Stiles notó a Scott un poco desorientado.
—Oye, ¿Te encuentras bien?
—No es la luna, es diferente —Contestó él caminando más adelante que su amigo.
—¿Por qué uso negro? ¿Acaso eres idiota? Vengo de un funeral —Stiles reconoció una voz a la distancia —. Las personas usan negro en los funerales.
—Amigo, tranquilo. Solo preguntaba... —El oficial Stilinski empujó al pobre chico.
—¡Largo de aquí! —En su mano sostenía una botella de Whiskey —. Eres tú. Siempre tú —Señaló a su hijo que lo vio a la distancia —. Cada día que la veía en esa cama de hospital muriendo poco a poco... Pensé: "¿Cómo se supone que voy a criar a este estúpido niño yo solo? ¿Este bastardo, imperativo que arruina mi vida?" —Los ojos de Stiles estaban llorosos. Las lágrimas estaban por salir en cualquier momento. Todas las personas alrededor solo miraban la escena en completo silencio —Eres tú. Eres tú, Stiles. Tú mataste a tu madre. ¿Me escuchas? La mataste. Y ahora, vas a matarme. —Noah volvió a agarrar la botella para lanzarla hacia su hijo. Stiles se cubrió en la espera del impacto que nunca llegó.
Cuando volvió a abrir sus ojos que ya habían derramado varías lágrimas, la figura de su padre ya no estaba. Todo había sido una loca alucinación como las que muchos parecían estar teniendo esta noche.
Scott subió las escaleras de la casa buscando algún lugar. Ni él sabía muy bien lo que buscaba en verdad. A pocos escalones antes de llegar al segundo piso, vio como Allison y Jackson se besaban de una forma muy apasionada. Ambos recostados sobre un sofá. Los ojos de Scott se habían vuelto amarillos, su frente empapada de sudor y estaba muy desorientado. Al cerrar los ojos y abrirlos nuevamente, ya no era Jackson. Si no, el Kanima. Scott soltó un gruñido leve y aquella imagen desapareció por completo.
Su mente dejó de distraerse y logró enfocarse en lo importante. Aquello que les estaba pasando no era culpa de la luna llena. Era algo que los estaba envenenando y causando alucinaciones muy reales.
—Lydia. —Concluyó para luego salir al jardín.
Jackson tampoco fue uno de los sobrevivientes a las alucinaciones. Luego de vaciar el vaso de ponche, dejó que se cayera al suelo. Pareció volver en sí y al frente de él, dos personas de espaldas preguntaban por él.
—Jackson Whittemore. ¿Lo han visto?
—¿Han visto a Jackson? Somos sus padres...
—¿Señor Whittemore? —Lydia preguntó.
—No. Sus padres biológicos.
—Esto no...
Jackson comenzó a agitarse. Todos tenían su mirada sobre él. Sus supuestos padres dieron la vuelta dejando revelar su identidad. Que, mejor dicho, aún seguía secreta. Porque aquellas personas no tenían rostro. Eran desconocidos. Y como todos en la noche lo habían hecho, cerró sus ojos para luego abrirlos y ver absolutamente nada. Todo había vuelto a como estaba.
—¿Han visto a Lydia? ¿Saben dónde está Lydia? ¿Lydia? —Scott preguntó entre las personas. Y sin que nadie se hubiera dado cuenta, aquella chica había abandonado su casa. Scott logró encontrar a su amigo al borde de la piscina y en un estado de completa desorientación —Amigo, ¿Puedes escucharme? Stiles, mírame. Bebe el agua. Bébela. Algo está pasando y te necesito sobrio. Vamos, Stiles.
—¿Qué crees que haces? —Una chica se acercó a ellos —Si quieres que este sobrio, no es la forma de hacerlo.
—¿Conoces algo? —Scott preguntó.
—¿Qué si conozco, niño? —Ella tomó a Stiles de los hombros y lo adentró a la piscina para luego volver a sacarlo y que al fin despertara. —¿Cómo te sientes?
—Con ganas de golpear por primera vez a una chica. —Respondió Stiles.
—Está sobrio —Dijo ella para luego retirarse.
—¡Oigan! Los estuve buscando —Lindsay llegó hasta ambos adolescentes —. Algo muy raro está pasando.
—¿Viste a Lydia? —Scott le preguntó.
—No... ¿Por qué?
—Porque creo que hay algo en la bebida que Lydia preparó.
—Hermano, todos lo que bebieron esa porquería están enloqueciendo. Incluida yo, eso creo... —Lindsay añadió.
—Ya lo creo... —Las personas habían comenzado a tirarse a la piscina.
—¿Qué diablos haremos? —Stiles preguntó.
—No lo sé, pero... Puede ser que le haya revelado a Matt algo.
—¿Qué cosa? —Ambos preguntaron.
—Es que-- —Ella no siguió pues unos gritos desesperados comenzaron a escucharse desde la piscina.
—No, no, no. ¡No sé nadar! ¡En serio! —Los tres miraron al frente, encontrándose con algunos chicos tirando a Matt a la piscina. Él intentó andar para salir a la superficie, pero no podía. Se estaba ahogando. Jackson llegó hasta él para ayudarlo. —¿¡Se les perdió algo!? —Exclamó furioso. Matt miró a los adolescentes, pero en especial a una de ellos. Pasó por su lado sin decir ninguna palabra.
—¡La policía llegó! ¡Salgamos de aquí! —Dijo uno y todos comenzaron a correr despavoridos.
—Ustedes... Quédense aquí, ya vuelvo. —Lindsay les ordenó y corrió detrás de Matt. —¡Matt! ¡Matt!
El chico no apareció por ningún lado. Ella soltó un suspiro de irritación, pero cuando volvió a mirar al frente, hacia la calle, algo sin duda se llevó toda su atención. Matt estaba mirándola de una forma muy rara con una criatura a sus pies. Lindsay se fregó los ojos para sacar eso de su mente creyendo que era una de sus tantas alucinaciones, pero al abrirlos nuevamente, ahí seguía él. Y con eso ella cerró el caso. Matt era aquel amo del Kanima. Él fue quien cometió todos los asesinatos habidos y por haber.
[...]
Allison esperó desesperadamente a que las puertas del ascensor se abrieran. Había recibido una llamada de su padre desde el hospital. Algo grave estaba pasando con su madre. Al verlo en la sala, sólo se largó a llorar.
—No. No, papá, no... —Se acercó a él. —Si este es alguno de tus entrenamientos... Más vale que lo digas... ¡Más vale que lo digas! —Intentó pasar sobre él, pero Chris la agarró de los hombros.
—Lo siento... Lo siento... —Él también comenzó a llorar. Abrazó a su hija intentando contenerla.
—¿Qué pasó? ¿Qué pasó? —Fueron las palabras de Allison entre sus sollozos y viendo el cuerpo de su madre cubierto por una tela.
Y en aquel vagón, Derek continuó peleando con sus Betas. Estaban descontrolados. La luna llena en verdad estaba siendo muy peligrosa. Para cualquiera, sea hombre lobo o humano. Empujó a Érica haciendo que chocara su cabeza contra un vidrio, mientras que Boyd volvió a golpear a Derek. Y aquel hombre lobo que se había dado a la fuga, llegó en su rescate. Isaac sostuvo a Boyd para luego mirar a su Alfa y asentir con su cabeza para demostrarle que tenía todo controlado.
—Estarás bien ahora. —Derek le dijo una voz controló a Boyd y Érica y volvió a encadenar a Isaac. —Encontraste un ancla.
—Mi padre. —Confesó.
—Tu padre te encerraba en un refrigerador como castigo.
—No lo hacía antes.
Derek terminó de ajustar las cadenas y abandonó el vagón. Estaba con rasguños por todo su cuerpo y con sangre por toda su ropa. Miró a su costado, y Lydia caminó hasta él, quien tenía una mueca de confusión en su rostro. Ella sopló un polvo color morado que tenía en sus manos y esto provocó que Derek cayera al suelo inconsciente.
Luego de unos minutos, que parecieron horas, Derek comenzó a despertar. Dijo el nombre de la chica varias veces, pero ella no le prestó atención. Solo se concentró en arrastrar al hombre lobo por aquel suelo de aquella casa vieja y destruida.
—Lydia, ya basta. —Lydia acomodó el brazo de Derek en un hueco en el suelo que daba a lo que parecía una tumba y donde Peter Hale se encontraba —. No sabes lo que haces.
Ella volvió a pararse para acomodar un pequeño espejo que reflejó la luz de luna guiándola a otros espejos y que por fin llegó hasta la tumba del hombre lobo. Peter clavó sus garras en el brazo del Alfa quitándole su poder y volviendo a donde perteneció. Derek no pudo hacer nada. Lydia quedó petrificada en su lugar. Peter Hale había vuelto a la vida.
—Supe que hubo una fiesta. Descuida, yo me invité solo.
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