7 | Ex novio
A partir de ahí las cosas cambiaron. No de forma abismal pero lo hicieron que, a fin de cuentas, era lo que Yoon Gi quería.
Jimin seguía sin hablarle demasiado y mantenía esa distancia que no tenía con las demás personas, ni siquiera con Seok Jin, con quien sí se permitía bromear alguna que otra vez. Sin embargo, le servía el desayuno con tacto, que ya era mucho, le despedía con un "mañana nos vemos", le sonreía y también le miraba. De hecho, para el rapero ver cómo esos ojos almendrados se levantaban de su tarea de vez en cuando para buscarle era lo mejor de su día. Y la sensación se triplicaba cuando coincidían y sus pupilas se encontraban. Entonces Jimin desviaba el contacto, con la tez enrojecida, y el corazón de Yoon Gi vibraba con intensidad.
Sabía que no había logrado gustarle mucho pero, por lo menos, había superado la barrera del desprecio y, según parecía, también la de la indiferencia. Con eso se conformaba.
—Me parece que te has quedado atascado. —La opinión de Seok Jin le llegó sin pedirla—. Park Jimin no va a dar ningún paso hacia ti.
—Ya lo sé.
Yoon Gi asintió y se centró en escribir un par de frases en su cuaderno. No quería olvidarlas. Se le acababa de ocurrir el esbozo de una posible canción de amor. Una letra sobre deseo y anhelo inspirada en Jimin.
—Y, si lo sabes, ¿por qué continúas viniendo aquí? —siguió el manager—. ¿Qué ganas? Deberías dejarlo. Busca otra cafetería.
—Este sitio me gusta. —El rapero respondió sin levantar la cabeza del papel.
—Aplaudo que te quedes —intervino Nam Joon—. No estoy de acuerdo con la observación de Jin. —El aludido le dedicó un mohín que, por descontado, el compositor ignoró—. Lo de los gladiolos no fue mal. Podrías intentar organizar un nuevo acercamiento.
—No, no voy a hacerlo.
La negativa no se debía ni a miedo ni a inseguridad. Yoon Gi en verdad estaba convencido de que Jimin era una persona terca e inalcanzable a la que solo podría observar. No imaginaba que una conversación parecida se estuviera produciendo al mismo tiempo que la suya tras la barra, esta vez con Jung Kook como interlocutor principal.
—¿Ya estás contento? —protestaba el menor—. Con lo genial que es Yoon Gi, vas tu y lo espantas. Ya no creo que vaya a dar ningún paso más por ti.
—Lo supongo.
Jimin echó un vistazo a la mesa, en donde el artista se mantenía absorto trabajando en lo que parecía una canción antes de regresar a su tarea de secar tazas.
—Y, si lo supones, ¿por qué no haces nada? —continuó Jung Kook—. ¿Qué ganas mirándole de lejos? Deberías confiar un poco en ti mismo. Lo del bonsái estuvo muy bien.
—Es que me da pavor, Kook. —Jimin se justificó en un hilo de voz—. No puedo quitarme de la cabeza que se acerca a mí para satisfacer su ego personal. Un tipo como yo, que limpia mesas y se dedica a servir cafés, no le puede gustar. No tiene lógica.
—Me parece que Tae Hyung te ha dejado un exceso de desconfianza increíble. A mis ojos Yoon Gi luce bastante diferente a ese cantante presumidillo.
—A los míos también —reconoció el joven camarero—. Y eso me da más miedo todavía.
Jung Kook resopló.
—Tu verás —murmuró, con la mano en el spray quita grasas—. Pero cualquier día se cambiará de cafetería, dejará de venir y entonces a ver qué vas a hacer.
Qué iba a hacer, decía.
Esa era una buena pregunta. Y, además, sin respuesta porque Jimin no se había planteado nada a pesar de que los días en los que Yoon Gi se había ausentado había andado medio histérico y aún más angustiado. Pero, claro, una cosa era reconocer para sus adentros que el rapero había conseguido llamar su atención y otra muy diferente exponerse ante él.
Le daba terror equivocarse, llorar y sufrir en el papel del engaño. Y, en ese sentido, Jung Kook no podía haber sido más certero: Tae Hyung le había dejado un enorme trauma que creía imposible superar. Por ello, resultó casi irónico que fuera precisamente el egocéntrico de su ex novio el que virara la situación en ciento ochenta grados.
Solo tuvo que aparecer por accidente una mañana en el local, con un abanico, gafas oscuras y cuatro guardaespaldas a su alrededor y el destino hizo el resto.
—Eh, tu, persona. —Se dirigió a Jung Kook que, en ese momento, acababa de salir de la cocina—. Llama a tu jefe a la de ya —exigió—. Mi auto ha pinchado una rueda y no soporto esperar fuera a que la arreglen con este calor así que dame la mesa del reservado. Después tráeme lo mejor que tengas de comer.
—Esto... —El chico se retorció el delantal entre las manos—. Esa mesa está ocupada, señor.
—Pues echa de ahí a quien sea que esté. —El cantante tamborileó con los dedos en la barra—. Y luego limpia bien para que pueda acomodarme, que detesto el olor que deja la presencia del populacho.
—Es que...
—¿Acaso no me he explicado con claridad?
—Creo que eres tu el que no entiende las explicaciones.
Jimin, con el gesto pétreo y los ojos trasformados en dos rayitas ofuscadas, se asomaron por la entrada.
—Si te dice que está ocupada, es porque lo está —le encaró—. Acomoda tu trasero por donde puedas, Kim.
—¡Ah, caramba! —A Tae Hyung le dio un ataque de risa—. Mira nada más, ¡pero si es Park Jimin! —Le guiñó el ojo—. ¿Cómo has estado, amor? ¿Me has extrañado? Porque yo a ti te he llorado un montón.
Jimin se mantuvo en silencio. Aquel chico, lejos de sentir remordimientos por lo que le había hecho, se estaba burlando. Ello le obligaba a hacer cábalas mentales para mantenerse firme y no romper a llorar.
—¿Qué tal está tu madre? —prosiguió Tae Hyung—. ¿Ha superado ya que el inepto de su hijo dejara escapar a un partidazo como yo?
—Mi madre está estupendamente.
—Seguro. —Tae Hyung se volvió a reír—. Estará encantada de ver cómo has cambiado el escenario por un delantal y cómo denigras tu bello aspecto limpiando la mierda que deja la gente en las mesas.
—Mi decisión no fue, ni es, asunto tuyo.
—Eso quedó claro, amor. Si lo hubiera sido, no habría necesitado dejarte.
Fue en ese momento cuando Yoon Gi, alertado por la escena, se acercó. Observó primero a Jung Kook, que mantenía una clara expresión de ansiedad, y después a Jimin, con los puños apretados mientras una lágrima traicionera delataba lo mal que se encontraba ante Kim Tae Hyung, uno de los artistas más reconocidos dentro del panorama musical.
—¡Oh, no! ¡No llores! —El cantante fingió voz de afectación—. No te sientas mal por ser tan mediocre y empujarme a que te fuera infiel —y añadió—: Piensa que te compré los gladiolos, que es lo que cuenta, aunque se los diera a otro.
—Me parece que estás de más en este lugar.
Aquellas palabras indignaron tanto a Yoon Gi que, aunque el asunto nada tenía que ver con él, no se pudo callar.
—En primera porque resulta que tengo alquilada esta cafetería en exclusiva y, así fueras la reencarnación de Buda, no estás incluido en mi paquete de invitados. —Se interpuso entre el camarero y él—. Y, en segunda, porque tus comentarios son lo verdaderamente mediocre aquí —continuó—. Jimin no ha echado en falta esas lastimosas flores.
Regresó sobre el chico. Lo miraba con los ojos acuosos y una cara de gratitud que le animó a poner el punto que deseaba.
—Ahora tiene las mías y las tendrá todo el tiempo que quiera.
Jung Kook ahogó una exclamación de júbilo y rompió a aplaudir. Seok Jin y Nam Joon se levantaron, no fuera a ser necesario que se metieran en el asunto también. Los empleados abandonaron sus puestos y rodearon a los artistas.
—¿Min Yoon Gi? —Tae Hyung le revisó de arriba a abajo—. ¡Eres Min Yoon Gi! —Se quitó las gafas—. ¡Ay, no me lo puedo creer! ¿Tu aquí? ¡Te admiro un montón!
—Pues qué mal rollo me da saber eso. —Yoon Gi no se cortó a la hora de responder—. Lárgate.
—Pero, oye, que somos...
—No se te ocurra decir que somos colegas porque trabajamos en lo mismo porque no lo somos —se anticipó, seco—. Te has burlado de mi camarero así que desaparece antes de que llame a la prensa y les le regale una exclusiva sobre tu candorosa forma de ser.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro