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001; prólogo

El viento era cálido ese día. Parecía ser un día normal y corriente en la CBI. Un rubio había llegado algo tarde al trabajo, ya que el día anterior se había quedado hasta tarde investigando sobre Red John. Lo único que necesitaba era una taza de té, así que, dispuesto a preparársela, se fue rumbo a la pequeña cafetería.

Una sonrisa se formó en su boca al sentir el dulce té en sus labios, sonrisa que se desvaneció al ver cómo una pelinegra entraba hecha rabia a la habitación.

—¡Jane, te he llamado más de 20 veces! —Sus ojos se agrandaron al ver que él seguía disfrutando de su taza de té—. ¿Qué hubiera pasado si hubieras estado en una situación de vida o muerte?

Jane sonrió mientras Lisbon lo observaba, expectante a su respuesta. —Siempre es un placer verte, Lisbon. —Patrick pensó unos segundos antes de responder, no porque no supiera qué decir, sino porque amaba sacar de quicio a la pelinegra—. Bueno, yo te veo acá, así que eso significa que no fue una situación de vida o muerte. Además, ¿por qué llamarme a mí antes que a la policía? —Lisbon ni tuvo tiempo de responder, aunque aún así, no se le hubiera ocurrido nada que decirle—. Oh, espera, ¡tú eres la policía!

Teresa intentó responder, pero las palabras no salían de su boca. Mientras tanto, una sonrisa arrogante se formaba en la boca de Patrick. A pesar de que quería a su compañera como a nadie más, eso no significaba que no adorara fastidiarla.

—¡E-ese no es el punto, Jane! —Patrick suspiró, mientras Lisbon seguía con lo mismo—. Tienes que atender cuando te llamo. ¡Trabajas con la policía! No puedes responder cuando tú quieras. Además...

—Oh, por favor, Lisbon‐Una mirada fulminante de parte de la pelinegra lo hizo callarse-Está bien, lo lamento. ¿Cuál fue la gran urgencia por la que me llamabas? —Lisbon se sonrojó, y Patrick en ese instante supo que la razón debía haber sido algo estúpido.

El silencio se hizo presente en la habitación, mientras Teresa intentaba articular las palabras adecuadas. Jane no paraba de mirarla, esperando su respuesta mientras una sonrisa se formaba en sus labios.

—Q-quería que me trajeras un...

—¿Un qué, Lisbon? —Jane la miraba divertido.

Lisbon bajó la mirada antes de responder, un poco nerviosa.

—Un café...

Una risa salió de la boca de Jane, seguida de otra y otra. Lisbon seguía con ese leve sonrojo en sus mejillas, cosa que la avergonzaba. No tenía ni la menor idea de por qué el rubio era el único que podía provocar eso en ella, y tampoco le gustaba. No le agradaba el sentimiento de poder que Jane tenía sobre ella, pero de algún modo, tampoco le desagradaba del todo.

Teresa levantó la mirada, estaba avergonzada, sobre todo al ver que el rubio no paraba de reírse de ella.

—¡Tenía una buena razón! —En ese instante, Jane dejó de reírse para escuchar atentamente su "buena razón"—. ¿Recuerdas que ayer me dijiste que ibas a ir a una zona de la ciudad? —Jane asintió—. Bueno, pues resultó que por ahí quedaba una cafetería que yo amaba, pero dejé de ir porque cambiaron el local. —A Jane se le salió una pequeña risa—. ¡Hacen el mejor café del mundo!

Jane siguió riéndose mientras Teresa lo veía, algo enojada.

—¡Tú no entiendes porque no lo has probado!

—Sí, claro.

Durante unos minutos, siguieron con lo mismo. Era un momento mágico que tenían entre ambos, podían pasar de conversar sobre cosas sumamente importantes a discutir cosas totalmente ridículas. Ambos disfrutaban de la compañía del otro, y esos momentos eran sumamente agradables para los dos.

Después de su momento en la cafetería, donde las risas aún resonaban en la mente de ambos, Patrick Jane y Teresa Lisbon se dirigieron a sus escritorios. Mientras Teresa revisaba algunos casos y Jane jugaba con una pluma, esperando que algo interesante sucediera, fue Grace Van Pelt quien rompió el silencio.

—Lisbon, Jane —dijo Grace, asomándose por la puerta de la oficina de la detective—. La directora Hightower los necesita en su oficina. Ahora.

Ambos se miraron por un momento. Aunque Teresa se mantenía serena, Jane no pudo evitar elevar una ceja, sabiendo que cualquier cosa que involucrara a Hightower solía ser algo serio.

—¿Qué habrá pasado ahora? —murmuró Teresa, dejando de lado sus papeles y levantándose. Jane la siguió sin decir una palabra, pero su mente comenzó a formular todas las posibles razones por las que la directora podría haberlos llamado.

Mientras caminaban por los pasillos, Teresa no pudo evitar notar que Jane caminaba más lentamente de lo habitual, casi como si estuviera retrasándose deliberadamente.

—Vamos, Jane, acelera —dijo Teresa, dándose cuenta de que él solo estaba disfrutando el momento, como siempre lo hacía.

—No quiero ir —respondió Jane con una sonrisa picaresca, mirando hacia adelante, mientras pasaban junto a los escritorios de los demás agentes.

—¿Por qué? —preguntó Teresa, arqueando una ceja.

—Porque Hightower nunca nos llama sin una razón... poco agradable. Y, francamente, siempre me hace sentir incómodo —contestó Jane, encogiéndose de hombros.

Teresa no pudo evitar reírse. Aunque sabía que Jane solía burlarse de todo, no le sorprendía que evitara la confrontación con Hightower.

—No te preocupes, Jane —dijo con tono burlón—. Si no has hecho nada, entonces no tienes de qué preocuparte.

—Yo no he hecho nada —replicó Jane, sin volverse hacia ella—. Pero tú, Lisbon, ¿qué hiciste? ¡Es lo que quiero saber! ¿Acaso te olvidaste de algo importante? —bromeó, sonriendo mientras aceleraba el paso para alcanzarla.

Lisbon se detuvo de golpe y lo miró con seriedad, como si realmente se estuviera tomando en serio la sugerencia de que ella pudiera haber hecho algo mal.

—¿Yo? No he hecho nada —respondió, un poco indignada por la insinuación. —Me encargaré de preguntarle a Hightower si realmente eres tú quien tiene problemas esta vez.

Jane soltó una risa traviesa.

—No, no. Soy completamente inocente —dijo con tono exagerado, señalando su rostro—. Lo único que hago es seguir el flujo natural de la vida, Lisboa. Eso te lo explicaría, pero... no tengo tiempo ahora, ya sabes, la oficina de Hightower nos está esperando.

El trayecto hacia la oficina de la directora fue corto, pero en ese breve espacio de tiempo, la tensión entre ambos se fue acumulando, sobre todo porque Jane parecía disfrutar de la situación más de lo normal. Mientras caminaban por el pasillo, Grace los miró por encima del hombro antes de entrar en la oficina de Hightower, y en su rostro se reflejaba la típica preocupación que indicaba que algo importante estaba por suceder.

—¡Vamos, Jane! —insistió Teresa, con un tono ligeramente frustrado, aún sabiendo que no había nada que pudiera hacer para evitar que Jane se tomara las cosas tan a la ligera.

Finalmente, llegaron a la puerta de la oficina de Hightower. Teresa la abrió y entró primero, seguida por Jane, que, con su usual actitud relajada, simplemente entró como si nada estuviera en juego.

Al verlos entrar, Hightower, que estaba sentada detrás de su escritorio, los miró fijamente. Su expresión no mostraba ninguna emoción, lo que hizo que Jane, por un momento, dejara de sonreír. Teresa, en cambio, se mantuvo completamente neutral, esperando que la directora hablara primero.

—Lisbon, Jane —dijo Hightower, mirando a ambos agentes—, tengo una misión importante para ustedes. Necesito que se infiltren en una gala de alto perfil esta noche. Es un evento exclusivo, con personas de alto rango, políticos, empresarios... incluso algunos de los personajes más poderosos de la ciudad. He recibido información de que algo importante podría suceder allí. Probablemente se trate de una operación encubierta relacionada con el crimen organizado.

Lisbon frunció el ceño. No era el tipo de misión que acostumbraban a recibir. No era solo una cuestión de ir a una fiesta; era un riesgo real. Y si Jane había estado evitando escuchar el llamado de Hightower hasta ese momento, eso le hizo preguntarse por qué.

—¿Una gala? —preguntó Teresa, algo sorprendida. —¿Por qué nosotros? No estamos entrenados para hacer este tipo de trabajo.

—No, no lo están. Pero ustedes son los más adecuados para esta misión. Jane tiene una habilidad excepcional para mezclarse con la gente sin que nadie lo note. Y tú, Lisbon, eres la que mejor puede hacerle frente a cualquier situación que surja en el evento. Si alguien puede infiltrarse entre ellos sin levantar sospechas, son ustedes dos. Esta misión es crítica, y confío en que ambos harán lo necesario.

Jane se cruzó de brazos, mirando a Hightower de manera desconcertada.

—No entiendo, Hightower —dijo con su tono habitual de sarcasmo—. ¿Por qué yo? No soy ni siquiera un agente. Soy un consultor. ¿Por qué tengo que hacer esto?

—Porque confío en ti, Jane —respondió Hightower, su tono firme—. Y porque sé que no hay nadie mejor que tú para hacer este trabajo. Ahora, prepárate. El evento será esta noche y necesitamos que ambos estén listos.

Lisbon miró a Jane con escepticismo, sabiendo que él no era precisamente el tipo de persona que solía tomar estos trabajos en serio. Pero también sabía que cuando se trataba de Jane, siempre había una razón para todo, aunque fuera difícil de comprender.

Jane suspiró y, al ver la determinación en los ojos de Hightower, finalmente asintió con una sonrisa torcida.

—Está bien, lo haré. —Miró a Lisbon, quien le devolvió una mirada casi resignada—. Pero no prometo que no me divierta un poco.

Lisbon lo miró molesta, pero finalmente se rindió. Sabía que era inútil tratar de convencerlo de que no participara.

—Perfecto. Ahora vayan a prepararse. La gala comienza en unas horas. —Hightower los despidió con un gesto de la mano, y ambos agentes se dieron la vuelta para salir.

Mientras salían de la oficina, Jane soltó una carcajada baja.

—¿Ves? No hice nada. De nada —bromeó, sonriendo mientras Teresa lo miraba con exasperación.

Ella no pudo evitar rodar los ojos.

—Ya veremos cómo va esta misión, Jane. Pero por favor, no hagas algo estúpido.

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