❪ 🔥 ❫ 02. the princess and the lioness.
FUEGO Y SANGRE
ACTO I: EL CORTEJO DORADO
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CAPÍTULO II:
La princesa y la leona
📍DESEMBARCO DEL REY
DAELLA | ( AÑO 80 D.C. )
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LA VOZ DE MARISSA DISTRAJO A DAELLA de un libro sobre la política de la Antigua Valyria. ─Mi madre desea hablar con usted, Alteza. ¿Tendría la oportunidad de recibirla?
Ella levantó la vista y se encontró con la expresión inquisitiva de los ojos avellana de su dama de compañía, que esperaba pacientemente su respuesta.
Daella apreciaba a Marissa profundamente. Entre todas las damas de compañía impuestas por su sobreprotectora madre, solo la Lannister se había convertido en una verdadera amiga. No era simplemente una noble que la soportaba por las oportunidades que se desplegaban al ser acompañante de una princesa; era una amiga genuina, siempre dispuesta a apoyarla y aconsejarla. Solo Marissa había logrado entender que la fachada de princesa tonta y asustadiza de Daella era un escudo para protegerse del excesivo control de sus padres sobre su destino.
El destino de sus hermanos mayores, Maegelle y Vaegon, había sido para Daella un claro indicativo de que la atención del rey y la reina a veces tenía un precio demasiado alto.
─Por supuesto, Marissa ─respondió Daella a su amiga─. Estaré encantada de recibir a Lady Kenna.
Marissa le dedicó una sonrisa jubilosa y pidió a una sirvienta que invitara a Lady Lannister a pasar adelante. Mientras tanto, Daella reflexionaba una vez más sobre la suerte que tenía Marissa con su madre.
Lady Kenna era todo lo que Daella anhelaba en su propia madre. Alysanne Targaryen era la Buena Reina y Madre para todos, excepto para sus hijos menores. Ella estaba dispuesta a sacrificar a sus propios hijos por el bien del reino o para satisfacer los caprichos de su hermano-esposo. En contraste, Lady Kenna estaba dispuesta a sacrificar el mundo entero con tal de que sus hijos fueran felices. Por esta razón, a sus dieciséis años, Marissa aún no estaba casada, mientras que las demás damas de compañía de Daella eran desposadas con aterradora rapidez, contrayendo nupcias inmediatamente después de su primera floración por orden de padres codiciosos que ansiaban mejorar su posición a través de los matrimonios de sus hijas. Daella sabía que su madre a menudo expresaba su descontento por la tardanza de Lady Lannister en concertar un matrimonio para su única hija.
«─¿Qué está esperando? La chica floreció hace tres años y aún no está casada ─se preguntaba Alysanne con perplejidad cuando se hablaba de Marissa Lannister─ ¡A su edad yo ya estaba grávida de mi segundo hijo!».
Un día, Daella se atrevió a hacerle esa pregunta a Marissa. Esperaba ver angustia o desagrado en la chica, pero la respuesta de Marissa la sorprendió.
─Mi madre cree que soy demasiado joven para el matrimonio y la maternidad. Ella misma se casó a los dieciséis, aunque floreció a los doce, y tuvo a mi hermano a los diecisiete años. Además, el maestre de Roca Casterly asegura que después de la primera floración deben pasar al menos dos años para que una mujer pueda quedar encinta sin riesgo de morir en el parto. Pocos señores esperarían tanto antes de encamar a su esposa y engendrarle un hijo. Por eso mi madre no se apresura a casarme.
Daella entonces reflexionó sobre el matrimonio de sus propios padres. Su madre tenía apenas trece años cuando se casó con Jaehaerys. A los quince años ya estaba grávida de su primer hijo, y a los dieciséis dio a luz a un retoño que vivió solo tres días. Alysanne culpaba a un atentado en Poza de la Doncella por la muerte de su hijo, pero después de hablar con Marissa, Daella empezó a sospechar que la juventud y la fragilidad del cuerpo adolescente de la Reina Alysanne podrían haber sido la causa de la precaria vitalidad de su fallecido hermano mayor. Ahora su madre tenía cuarenta y cuatro años y estaba encinta de nuevo, para su sorpresa y desmayo. La decimotercera concepción de la Reina Alysanne a una edad tan avanzada fue considerada un verdadero milagro por el septón Barth, pero Daella solo podía ver en esto la indiferencia de su padre hacia la salud de su reina.
─Lady Kenna Lannister ─anunció el guardia de capa blanca, permitiendo que la mujer entrara en los aposentos de la princesa.
Daella, por costumbre, saltó de la cama para recibir dignamente a Lady Lannister. Sabía que su posición era mucho más alta que la de la madre viuda de uno los grandes señores de Poniente, pero Lady Kenna exudaba tal autoridad y fuerza que despertaban su admiración.
─Su Alteza ─La mujer hizo una perfecta reverencia ante Daella─. Me alegra que haya podido recibirme tan pronto.
─Encontrarme con usted es siempre una alegría, Lady Kenna ─respondió Daella con total sinceridad.
─Gracias, mi princesa ─Una sonrisa suavizó el ceño de Lady Lannister, y sus ojos avellana, iguales a los de su hija, brillaron con calidez.
─Por favor ─Daella señaló hacia una silla lujosamente ornamentada junto a su escritorio.
Lady Kenna hizo un gesto con la mirada hacia Marissa y las sirvientas, indicándoles que se retiraran, quedando así a solas con Daella. Ésto provocó que la princesa se pusiera en estado de alerta, y la mujer notó de inmediato el cambio en su disposición.
─No tiene nada que temer, princesa. Hablaremos de algo que ya debe saber ─La tranquilizó Kenna, sirviéndole vino en una copa y ofreciéndosela.
─¿Mi madre ha vuelto a martirizarla con discusiones sobre mi matrimonio? ─preguntó Daella con cansancio, sentándose frente a Lady Kenna.
─La reina nunca me martiriza, Alteza. Solo soy una obediente servidora de la corona, lista para escuchar los deseos de la reina y prestar mi ayuda en lo que pueda.
Todo esto fue dicho con un tono suave, pero Daella percibió las notas de acero que le recordaban que debía ser cauta. La admiración de Daella por Lady Kenna y su habilidad en el juego de intrigas palaciegas se intensificó una vez más. No obstante, esta sensación pronto se transformó en desesperación al recordar el tema de su conversación.
─¿Acaso mi madre ha decidido ya quién será su futuro yerno? ─Daella observó el rostro de Lady Kenna, buscando cualquier reacción a su pregunta.
─No se haga la tonta, princesa ─reprendió la mujer─. Mi chismosa hija seguramente ya le ha contado todo acerca de los caballeros que aspiran a su mano.
Daella suspiró con pesadez. Su fachada de ingenuidad había estado tan arraigada en ella durante años que le resultaba difícil dejar de comportarse como una tonta, incluso frente a las personas en las que confiaba. La mano de Lady Kenna se posó sobre sus manos temblorosas, y la calidez de su mirada avellana logró suavizar el corazón de Daella, quien le respondió con una sonrisa llena de incertidumbre.
─Hay tres pretendientes ─La mujer adoptó un tono más pragmático, haciendo que Daella se enderezara y prestara atención a sus palabras─. Lord Arryn, Lord Baratheon y Lord Lannister. Su madre se inclina hacia Lord Arryn, aunque no lo haya dicho en voz alta, pero la convencí de organizar un periodo oficial de cortejo para que pueda conocer a cada uno de ellos. Pronto llegarán a la corte Lord Boremund y mi hijo. Usted deberá decidir quién será su esposo.
─¿Acaso la decisión no está ya tomada? ─inquirió Daella con una mezcla de resignación y desafío, consciente del carácter de su madre─. Si ella prefiere a Lord Arryn, entonces con él me casarán.
─No, si muestra un poco de astucia ─respondió Kenna, sonriendo con una chispa de complicidad en sus ojos.
─¿Qué quiere decir?
─Usted no es una tonta, Alteza. Y seguramente ha adivinado la razón por la cual he iniciado esta conversación.
─Creo que ha venido para convencerme de que me una en matrimonio con su hijo, Lady Kenna ─concedió la princesa, con su voz cargada de una mezcla de curiosidad y reticencia.
─Así es ─asintió Kenna, sin ocultar su intención.
─¿Por qué él? ¿Qué lo hace mejor a Lord Arryn y Lord Baratheon?
La aprobación que brilló momentáneamente en los ojos de la mujer alegró a Daella mil veces más que cualquier gesto de amor de sus propios padres.
─Lord Arryn le dobla la edad, princesa. Ya cuenta con varios hijos e hijas, y su primogénito será el próximo Defensor del Valle. Usted y sus futuros vástagos vivirían en el Nido de Águilas como huéspedes no deseados. Si la fortuna le sonríe, su hijastro podría ser lo bastante generoso como para no hacerle falta mendigar por vestidos para usted y ropas para sus pequeños. Mas, si no tiene suerte, su existencia allí podría tornarse en una pesadilla.
Daella se estremeció al imaginar su posible vida en el Nido de Águilas como la segunda esposa del difunto Defensor del Valle. No, no era ese el destino que deseaba para ella y sus futuros hijos.
─Lord Baratheon comparte parentesco con usted. Su hermana es la esposa del Príncipe Aemon y madre de la supuesta heredera al trono. Una opción ideal, ¿no es así? ─La expresión sombría de Lady Lannister inquietó a Daella─. Sin embargo, Bastión de Tormentas no es el lugar más agradable para una princesa criada en la Fortaleza Roja. El castillo hace honor a su nombre, y las tormentas y huracanes lo azotan la mitad del año. ¿Vivir con el constante trueno y lluvias torrenciales? No es un destino muy placentero, ¿verdad? Y además... ¿Recuerda usted la triste suerte de la Reina Alyssa?
Daella asintió.
─El joven Baratheon tiene una hija bastarda, recién nacida el año pasado, tan robusta y fibrosa como él mismo. Y eso le costó la vida a la madre de la pequeña ─Lady Kenna la examinó de pies a cabeza, y Daella sintió el deseo de cubrirse─. Dudo que cualquier mujer sobreviva al parto de un Baratheon.
─¿Acaso su hijo no habrá de necesitar herederos? ─preguntó Daella, comprendiendo a dónde quería llegar Lady Kenna.
─Mi hijo es joven y de buena salud; acaba de cumplir diecinueve años. Y puedo enseñarle que no hay prisa alguna en engendrar descendencia ─Una sonrisa traviesa danzó en los labios de la mujer─. Yo traje al mundo a tres Lannister, mi princesa. Nacieron pequeños y no me dieron mayores problemas cuando abandonaron mi cuerpo. Si usted acepta el honor de convertirse en esposa de mi hijo, haré cuanto esté a mi alcance para asegurar que sobreviva a su carga y al parto, Alteza. Lord Arryn y Lord Baratheon no pueden ofrecerle tal promesa.
Daella reflexionó. La perspectiva presentada por Lady Kenna le ofrecía esperanza. No la apresurarían a encamarse la primera noche ni la forzarían a tener hijos en rápida sucesión, como le ocurrió a su madre.
─¿Pero estará Lord Tymond de acuerdo con todo esto? ─Daella recordó las historias de Marissa sobre las aventuras de su hermano mayor─. He oído que es aficionado a las faldas. ¿Esperaría él hasta que yo esté lista? ¿Prorrogaría consumar nuestro matrimonio en lugar de llevarme a su lecho directamente? ¿No sería objeto de mofa si engendrara varios bastardos mientras espera herederos legítimos de su esposa?
─Hace las preguntas correctas, princesa ─Lady Kenna asintió con una sonrisa comprensiva─. Sin embargo, me temo que tendré que abrirle una pequeña decepción, Alteza.
Daella arqueó una ceja inquisitivamente. Lady Kenna sirvió más vino en su copa y la empujó hacia ella.
─Todos los hombres son aficionados a las faldas, a menos que sean sodomitas. Incluso septones y maestres pueden llegar a influir en la ruina de las doncellas mas virtuosas. Mi hijo no es diferente de otros hombres en este sentido. Le sorprendería saber que incluso su soberano padre no es diferente.
─¿Qué? ─exhaló Daella, sorprendida.
─En Rocadragón hay dos mozuelos que guardan un sospechoso parecido con el rey y nacieron justo nueve lunas después de la muerte de la Princesa Daenerys. Al parecer, su madre, consumida por el luto, no pudo cumplir con sus deberes conyugales, lo que llevó al rey a buscar consuelo en los brazos de una sirvienta, quien le dió unos gemelos ─Lady Kenna se encogió de hombros─. Mi propio esposo, después de mis partos, satisfacía sus necesidades en los burdeles de Lannisport, y yo solo me preocupaba de que los momentos de debilidad de mi señor esposo no se convirtieran en bastardos rubios y de ojos verdes.
─¿Pero cómo pudo aceptar ésto? ─se asombró Daella. Lady Kenna no parecía una mujer dispuesta a perdonar infidelidades. Más bien, podía imaginarla matando a su infiel esposo con sus propias manos antes que soportar tal humillación. El brillo de dureza en los ojos de la Lannister le hizo entender que no había habido concesión alguna─. No lo creo.
─Después del nacimiento de Tymond, destrocé los aposentos de mi esposo y le dejé una cicatriz en la mejilla con un cuchillo de mesa cuando me llegaron noticias de sus devaneos. Pero luego entendí que era inútil gastar energía en gritos y lágrimas intentando controlar a un hombre insaciable ─Lady Kenna le dio unas palmaditas tranquilizadoras en la mano al ver el horror en su rostro─. Hay hombres fieles, mi princesa. Sus hermanos mayores, los príncipes Aemon y Baelon, son prueba de ello. Pero son tan raros como los unicornios en Skagos y los mamuts Más allá del Muro. No le prometo que mi hijo le será fiel hasta la muerte, Alteza. Pero puedo prometerle que ninguna de sus amantes se atreverá a molestarla, y ningún bastardo suyo le traerá vergüenza con su nacimiento.
La voz de Lady Kenna irradiaba una confianza y fuerza tan contundentes que Daella no podía evitar creer en ella. Comprendió que la opción que le ofrecían era, sin duda, la mejor de todas las posibilidades.
─¿Y qué haremos con los cortejos que usted misma sugirió a mi madre? ─preguntó Daella con inquietud─. ¿Por qué no propuso directamente a su hijo como mi esposo?
─Porque a los dragones no les gusta que les digan qué hacer ─respondió Kenna─. Y su madre es un verdadero dragón, aunque lo oculte bajo su máscara de la Buena Reina. Si hubiera propuesto a Tymond, la reina habría pensado que quería elevar mi casa mediante un matrimonio con la princesa, y mi hijo habría sido rechazado en el mismo momento.
─¡Pero usted dijo que ella prefería a Lord Arryn! ─La princesa sintió verdadero pánico─. ¡Ahora seguro me casará con él!
─No, si usted y Tymond la convencen de que sienten el más tierno y cálido afecto el uno por el otro.
─¿Cómo hará eso que mi madre renuncie a la idea de enviarme a el Nido de Águilas?
─Su madre es una reina, pero aún es una mujer. Una mujer no ajena al romanticismo y al amor por las historias hermosas. Una mujer que atravesó con su padre un camino difícil y espinoso hacia su feliz unión, a la cual se oponía medio reino, incluida su propia madre, la reina viuda Alyssa, quién en una ocasión había tratado de persuadir a Alysanne de que rescindiera su matrimonio. ¿Acaso una mujer así impediría que su hija, sinceramente enamorada de su amado, siguiera su corazón?
Daella entendió a qué se refería Lady Kenna. Su admiración por esta mujer alcanzó su punto máximo. Todo lo que debía hacer era comportarse como una ingenua enamorada del Guardián del Occidente. Daella, con su astucia innata, ya vislumbraba el camino hacia el éxito en su cometido. Confiaba en que sus dotes de actuación la llevarían a enredar a cualquiera en su juego y sabía, en lo profundo de su ser, que lograría su objetivo.
─Espero que Roca Casterly y su señor se regocijen ante la llegada de su nueva Lady Lannister ─comentó Daella, encogiendo los hombros y girando ligeramente la cabeza hacia un costado, con una expresión que denotaba profunda reflexión sobre la conversación que acababan de tener.
─Oh, de eso no hay duda, mi princesa ─respondió Kenna, con un tono impregnado de un aire depredador, mientras una sonrisa de oreja a oreja iluminaba su rostro, mostrando una satisfacción que parecía ir más allá de las palabras.
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