Mala sangre 
ᴹˢ. ᴿᵒᵇᵉʳᵗˢ                                                   ♥︎
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Era cada vez más difícil guardar el secreto en la reserva. Y más cuando las transformaciones eran más y más seguidas. 

Por la muerte de Harry Clearwater sus dos hijos habían cambiado, pero fueron los síntomas de Lucy Uley los que alertaron a los señores Roberts.

En el caso de Leah que, al compartir el gen aún siendo mujer, los dejó atónitos a todos, fue solo peor para Sam ya que dejó en evidencia la razón de los síntomas de su propia hermana.

Si de por sí Nova estaba preocupada por ella, no se iba a alejar por más que papás pusieran excusas cuando ella desapareciera, como todos los demás cambiaformas.

Por lo que una vez hablaron con el consejo, la familia decidió salir a Port Angeles en lo que sucedía el cambio de la pequeña Lucy. Lo que no habían pensado, es que fuera la chica que necesitaría de Nova.

<<¡Se fue por el bosque!>>

<<¡Paul, solo tenías una cosa que hacer!>>

<<¡No la oí, ¿sí?! ¡Creí se había dormido!>>

Ahora la manada Uley se había transformado cuando un asustado Lahote dio aviso que la niña se había escapado del cuarto donde estaba.

Cuando cambió fue un caos ya que aún seguía en el hospital. Solo gracias al doctor Cullen pudieron sacarla, aún en su forma animal, sin que nadie lo notara.

La llevaron a la casa de Sam donde la encerraron en el cobertizo en lo que él llegaba y la intentara tranquilizar. Sólo que al parecer la chica tenía otros planes.

<<Creo que sé a dónde va>> avisó Seth cuando se desvaneció su rastro.

<<¡Ustedes vayan, ya casi llego!>> exclamó Sam, que había salido temprano de la reserva.

La manada fue detrás del pequeño lobo, que los guió hasta una enorme pero escondida casa rodeada de altos muros y un portón eléctrico.

Y efectivamente ahí se encontraba la pequeña loba gris con manchas negras. Rasgando el portón con sus patitas como si pidiera que lo abrieran.

Justo a tiempo, llegó Sam en su camioneta. Se bajó corriendo con una cobija a la mano y se puso a una distancia prudente de la loba.

—No están ahí, Lucy.

La loba al oír su voz no pudo evitar ponerse a la defensiva y encogerse contra el portón, como si tuviera miedo de que la vieran.

—Está bien. Sé que estás asustada y yo no he sido un buen hermano —empezó, acercándose y mostrándole las manos—. Pero ella no está ahí, Lu. —paró cuando le gruñó lastimeramente—. Aunque no me creas, es normal lo que te está pasando. Y yo estoy aquí, si te tranquilizas, te prometo que te aclaré todo y podremos esperar a que ella llegue, ¿sí? ¿Qué te parece?

La loba miró a los demás como si buscara un peligro.

Cuando regresó a Sam, este le ofrecía precavidamente una cobija que, al olerla, pudo calmarse ya que era la que siempre llevaba a todas partes de niña.

Lentamente, el hombre se fue acercando y cuando esta bajó las defensas, acarició cuidadosamente su pelaje. En respuesta, pudo calmarse y su cuerpo regreso a la normalidad.

Rápidamente, Sam la tapó con la cobija y le dio una señal a los demás de que se podían ir.

Seth, que fue el último, no le dió un último vistazo a la casa y notó el hogareño olor que sólo él parecía percibir.

Esperaba que Nova regresara y poder solucionar el malentendido por dejarla plantada. No quería que la chica de sus sueños creyera que fuera un cobarde.

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Horas más tarde, el pequeño Theo se encontraba tirado en el patio de su tío cuando los paramédicos y la camilla entraron corriendo al recinto.

Su tía, envuelta en lágrimas, veía todo desde la puerta sin atreverse a acercarse.

Había odiado tanto a su esposo cuando este había contactado de nuevo a su sobrino y habían vuelto a sus andadas. Cosa que había evitado por meses para que al final los dos menospreciaran sus esfuerzos.

Pero cuando regreso a casa, llena de botellas vacías y polvo en la mesa, casi le dio un infarto cuando vio tanto a Theo como a su esposo tirados en medio de todo.

A lo lejos vio al oficial Swan acercándose al lugar y se temió si todavía podría defender a su marido cuando ni Theo ni su mamá harían el intento por ayudarla.