|𝟑𝟑| ➟ ¿𝐅𝐢𝐧? 𝟏/𝟐。
Esa noche estuve frente a frente con Yoo Jeongyeon, intentó besarme pero me aparté entendiendo que yo estaba enamorada de mi profesora de literatura y no la drogadicta que tenía frente a mí.
Hay un tipo de sufrimiento que te hace querer llorar, un tipo de sufrimiento que te hace odiar al mundo y te provoca romper cosas, y un tipo de sufrimiento que te destroza a ti.
Yo experimenté los tres en una sola noche.
Una escucha muchas veces la expresión "corazón roto", en ese momento yo pude entenderla, pude definirla como el dolor que provoca una perdida a partir de la cual siempre te sentirás incompleto.
Durante varias semanas viví sin un reloj ni un calendario para medir el tiempo.
Dormía cuando ya no podía soportar más el seguir consiente y despertaba justo en el momento en el que mis sueños me hacían regresar a esa noche, cuando Jeongyeon intentó besarme. Me perdí, hui de mí, aún ante los esfuerzos de mis padres, y aun ingiriendo antidepresivos. Yo sabía perfectamente que estaba cayendo de una nube y que al final del camino o me encontraba con un milagro que amortiguara el golpe o moría.
¿Qué tanto más que yo podía valer Yoo Jeongyeon?
-He pensado que hay que hacer cosas nuevas -murmuró Sana entrando a mi recamara.
Yo estaba sentada en mi sofá junto a la venta sosteniendo con fuerzas el libro de Bécquer. Como un náufrago aferrándose a la última tabla de su bote salvavidas.
Me quedé mirando de reojo como encendía su laptop e insertaba en ella un disco.
Todos los días venía a verme después del colegió, ella hablaba de cómo iba todo, de los profesores, de las tareas, del nuevo corte de Dahyun, de los esteroides que consumía Jimin, de los pleitos en las horas libres, del horroroso álbum que había lanzado su banda favorita y más bla, bla, bla. Unas veces la escuchaba, otras sólo leía mis poemas ignorándola. Jamás le decía más de dos palabras juntas y a todo lo que preguntaba le respondía con monosílabos.
-Veremos una película -lo dijo emocionada acercándose y arrebatándome el libro de las manos.
-Hey...
-Lo siento amiga, pero ya he tenido que pagar este libro mínimo 10 veces su valor. La biblioteca también cobra multas.
No tuve ganas ni fuerzas de ir tras ella y pelear por el libro.
-Veremos una película -sentenció conectando las bocinas a su laptop.
Puse los ojos en blanco, al menos por hoy no tendría que lidiar con su cháchara.
Por casi hora y media clavé la vista en la pantalla mirando como la humanidad entera se zombificaba. Hasta donde podía recordar era la primera vez en mi vida que veía una película completa y realmente fue asquerosa.
-Por Dios, es muy buena -murmuró Sana.
La miré sin poder creerlo.
-Fue asqueroso -le solté- ¿Qué hay de bueno en ver a una persona comiéndose a otra?
Ella mi miró sorprendida era la primera vez en casi un mes que me escuchaba decir una oración completa.
-No puedes negar que ha sido muy entretenida. Ese es el punto del cine, entretener. Da igual si es bueno o malo el caso es tener al público con los ojos en la pantalla.
Me encogí de hombros. No estaba de acuerdo pero tampoco tenía ánimos de entrar en un debate sobre la industria cinematográfica.
-Vamos al parque -solté de pronto.
Vero no esperaba eso, ni siquiera yo lo esperaba. Fue una necesidad que surgió de pronto.
-¿Al parque?
-Si no puedes, está bien... creo que...
-No digas tonterías, vamos.
Cualquier esfuerzo por evitar que Sana me maquillara fue inútil. Diez minutos le bastaron para eliminar cualquier rastro de la depresión y al mirarme al espejo me volví a sentir yo. Fue como si todos los pedazos rotos se hubiesen pegado en su sitio, excepto uno, uno que ya jamás volvería, y que yo tendría que aprender a no necesitar.
Caminamos despacio, sentí el sol, el aire. Me fijé en las personas que se mantenían ajenas a mi suplicio, realmente parecía que todos estaban bien.
Miré mi rostro reflejado en los cristales alzados de un auto, cualquiera al verme creería que nada malo me pasaba. Y entonces entendí que cada quien habitaba en su propio infierno, pero salían adelante, porque al final de eso se trata, de salir adelante.
Llegamos al parque que yo había visitado tiempo atrás. Cuando también sufría, casualmente por la misma persona.
- ¿De verdad no extrañabas esto? -preguntó Sana dejándose caer sobre el pasto.
Me senté a su lado.
No podía seguir negándome a hablar de ella. Era como tener en la boca un veneno y no estar segura de sí escupirlo o tragarlo. Pero tenía que superarlo, seguir adelante, y dejar que ella me matara no era la mejor forma de conseguirlo.
- ¿Qué pasó con Yoo Jeongyeon? -al pronunciar su nombre percibí un ligero sabor metálico en el paladar.
Sana me miró preocupada.
-Eso no importa ya.
-Claro que importa.
- ¿No te bastó todo lo que viste? -Me regañó- termina con todo eso de una buena vez.
Cierro los ojos tratando de contener la rabia que de pronto se apodera de mí, Sana no entiende y no tiene por qué entenderlo. Pero después todo ha demostrado ser mi mejor amiga y si estoy dispuesta a explicarle podré contar con su apoyo.
-Necesito saber que ha pasado con ella, quiero salir de esto -confieso con la vista baja, tratando de comprenderme yo misma- Pero es más difícil seguir adelante si continuo con esta espina molestándome... te suplico que me ayudes.
- ¿Crees que sirva de algo? -preguntó después de un prolongado silencio.
- ¿Dónde está?
Sana suspira.
-Huyó -responde al fin.
- ¿Huyó? -Repetí incrédula- deje de verla, ¿mis padres continuaron detrás de ella?
Me mira preocupada.
-Te lo has negado a ti misma, cierto.
Entendí de qué estaba hablando.
- ¿Fuiste con la policía?
-Ya no se trataba de ti... Viste lo mismo que yo esa noche... -parecía horrorizada con el recuerdo-A donde sea que pusiera los ojos había un delito grave. Obviamente fui con la policía.
Mi pulso se aceleró. Me había mentido, había jugado conmigo... pero me dolía lo que le había pasado. Los problemas en los que se había metido.
-La siguiente noche hubo todo un operativo... pero ella ya se había esfumado.
Durante un par de semanas fue de lo único de lo que se habló en los noticieros.
-Espera un segundo. Si ella no estuvo allí la noche del operativo no tenían forma de ligarla a ese sitio, era una cliente es todo, como muchos otros millonarios que te apuesto a que salieron bien librados.
Sana sonrió amargamente.
- Mina, Yoo Jeongyeon era la dueña de ese club.
Miedo era lo menos que podía sentir, un miedo estúpido e irracional. Temía por ella, por lo que le pudiera pasar si era detenida.
"Mina por Dios, ¡pena de muerte! Es lo mínimo que podrías desearle" me regañé.
Pero el solo pensamiento me torturaba.
- ¿Dueña? ¿De dónde sacaron eso?
-No lo sé, es asunto que la policía no divulgó.
Me quedé en silencio, procesando todo aquello. Tratando que el saber de Jeongyeon no alentara un sentimiento que tenían que morir.
Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
que al fin de la jornada
a ella tocaron lágrimas y risas
y a mí, sólo las lágrimas.
Seguía siendo un poema de Bécquer susurrado con pasión al oído. Yo la misma colegiala ingenua. Nos metimos a jugar ese juego donde pierde el que más da, pero aún en la más grande ruina yo tenía la fuerza suficiente para apostar que nunca nadie podría amarla como yo. Y ese algún día se convertiría en suficiente castigo para ella.
- Mina lo siento mucho, yo sabía que algo andaba mal, en la universidad de mi hermano se murmuraban cosas, pero no quería que lo supieras, no quería que sufrieras, yo creí que sería capaz de hacer que la odiaras para que cuando todo saliera a la luz, a ti no te importara su vida...
Me acosté sobre el pasto y cerré los ojos.
-Pero ella tenía otros planes -murmuré- enamorarme y hacer de mí un escudo humano que la protegiera de la policía.
-No creo que ella contara con que tú podrías librarla de sus negocios ilícitos...
-Yo no, pero mis padres sí.
-Pero ellos estaban detrás de ella...
-Estaban detrás de que no me rompiera el corazón -deduje- Verla en la cárcel me haría pedazos y ellos no tolerarían eso... lo sé, los conozco. Además yo jamás creería que Jeongyeon era una... jamás creería en nada de lo que se le acusara si no lo hubiese visto esa noche. Incluso después de ese día me costó varias semanas asimilar que no había sido una pesadilla.
-Es una imbécil.
-La imbécil soy yo.
-Claro que no, tú te enamoraste, no había forma de que supieras quien era ella.
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