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|𝟐𝟖| ➟ 𝐃𝐞𝐬𝐞𝐨 𝟐/𝟐。

MARATÓN 4/6: ♡♡

—Es un documento oficial de la escuela, tiene el escudo y está sellado.

Miro el desorden de papeles y de nuevo consulto la hora en mi móvil.

—Creo que ya es muy tarde —le informo— no nos dejaran entrar.

—Yo trabajo ahí. Puedo entrar.

—Pero yo no —alego.

—Deja eso en mis manos. Además solo es un poco tarde.

—¿Llegaremos al mismo tiempo?

Casi puedo escuchar la voz ronca del director gritándole a ella y llamando a mis padres.

—Déjalo todo en mis manos —dice de nuevo.

Parece muy confiada. ¿Qué rayos se trae entre manos? Quiero repetir lo que le dije en el auto pero al verla tan concentrada en su búsqueda prefiero no discutir y me apuro a revolver entre las hojas para buscar el dichoso documento, aunque con la mano derecha sin funcionar al 100 no voy tan rápido como me gustaría, ni soy tan ágil, accidentalmente un folder se escapa de mis manos y las hojas salen regadas en todas direcciones.

—Maldición.

Corro a recuperar las hojas. La profesora Yoo se agacha para ayudarme.

"Estúpida" "Estúpida" "Estúpida" es lo único en lo que puedo pensar.

Por no poner atención mi profesora y yo llegamos al mismo tiempo a recoger la última hoja, como ocurrió tiempo atrás en la biblioteca. Y de nuevo estamos en esa cercanía peligrosa donde solo existen nuestros labios y el miedo.

Pero esta vez ella no se levanta, ni se mueve. Y yo me siento incapaz de tomar la iniciativa para hacer cualquier cosa que mate ese pequeño instante donde somos dos seres humanos, compartiendo el aliento y el calor que mana de nuestros cuerpos.

En ese momento, en la privacidad de esa biblioteca, nadie señala, nadie juzga y no es delito tenerla tan cerca. Nuevamente estaba ahí. A pocos centímetros de sus labios, pero a una eternidad de sus besos.

Finalmente se puso de pie y yo la imité con una mezcla de emociones muy variadas. Mareo, tristeza, deseo, y miedo.

Tenía que calmarme. Le di la espalda y fingí buscar las hojas mientras ella miraba el papel que acababa de levantar del piso.

—Mina —susurró.

— ¿Qué ocurre? —le pregunté sin mirarla, temiendo que su capacidad para interpretarme la llevara a darse cuenta que me estaba enloqueciendo.

Ella se acerca, siento de nuevo el calor de su cuerpo y me vuelve a tomar del brazo obligándome a girar despacio. .

La mano con la que me sostenía el brazo desciende lentamente hasta mi cintura.

—Necesito probar algo.

Mis latidos iban tan rápido que tuve la sensación de que ella podía oírlos.

Levanté la vista y mis ojos se detuvieron en sus labios, esos labios tan adictivos.

Necesitaba desesperadamente de ella, necesitaba su calor, sus manos, sus besos, necesitaba que fuera mía.

Leyendo mis pensamientos me acercó más a ella, me envolvió con sus brazos y mi débil empeño por mantenerme lejos se esfumó.

Ella me dominaba.

Yo era suya.

—¿De verdad quieres poner distancia? —preguntó en un susurro.

Su aliento caliente se estrelló directo en mis labios y cegada por el deseo tomé la iniciativa. Reclamé ese beso que tanto anhelaba.

Esa era una respuesta. No quería alejarme de ella, de una forma casi egoísta no podría mantenerme lejos, aun cuando era consciente del peligro en el que la ponía.

Llevé la cabeza hacia atrás, dejando el cuello accesible para su boca. Lo recorrió entero con besos hasta llegar de nuevo a mis labios. Sentí su cuerpo apretarse contra el mío. Percibí su necesidad contagiándome. Y la electricidad nos
sacudió a ambas, me costaba entender esas reacciones en mí, pero ella no me dio el tiempo de analizar nada.

Con un tirón me llevó hasta el escritorio, me levantó y se colocó entre mis piernas. Los besos entonces se tornaron salvajes y se llenaron de jadeos.

Pero hubo un sonido, algo que se escuchó como el eco de un grito emitido en el infierno y me trajo de vuelta a la realidad. Donde éramos dos mujeres, y
donde ella era mi profesora.

Interrumpí el beso, Jeongyeon quedó tan confundida que ni siquiera se movió cuando me escurrí fuera de su alcance.

Respiraba con dificultad y aún temblaba. Pero ese sonido en mi móvil sólo lo tenía programado para un número en específico.

Respire profundo antes de contestar.

— ¿Qué pasó papá?.

Escuché extraña mi propia voz.

— ¿Dónde estás? —pregunta alterado —y Mina quiero que te quede muy claro que si pregunto dónde estás es porque ya sé dónde no estas

Voltee a ver a Jeongyeon que había palidecido de pronto.

Engañar a tus padres es fácil, engañar a la policía es sencillo. Pero juntar ambos elementos y mentir resulta una pésima idea, algo así como el ingrediente secreto para un desastre.

—Voy para la casa—fue lo único que se me ocurrió.

Del otro lado de la línea se escuchaban varias voces.

—Por supuesto—dice con fingida amabilidad—ven a casa.

Cuelgo el teléfono.

—Tengo que irme.

Es lo único que digo y me apresuro a salir. Jeongyeon corre detrás de mí y me detiene.

—Espera —me ordena muy seria.

Ella pasa los dedos por su pelo que se encuentra alborotado.

—Era mi padre —le digo —no puedo quedarme aquí ni un segundo más.

—Espera —repite y va al teléfono.

Tiene una pequeña charla con alguien y cuando cuelga luce más pálida que antes.

— ¿Qué ocurre?

—Hay dos patrullas afuera.

Me siento prisionera justo en el sitio que segundos atrás me pareció el paraíso.

Y lo peor es que sentía que había echado a los lobos a una mujer que en esos momentos me importaba más que yo misma.

—Debe haber otra forma de salir —mi voz suena débil.

Ella regresa al teléfono y hace una llamada que me resulta inadecuadamente larga.

Unos minutos después alguien golpea la puerta. Al abrir resulta ser el chico con granos de la recepción.

—Él te va a sacar de aquí.

Ralamente luce asustada, yo misma estoy aterrada.

—Tu padre va a querer saber dónde estuviste...

—Tranquila —le digo poniendo mi dedo en sus labios— yo sé que les voy a decir.

Ella suspira y me abraza.

—Sólo no digas mi nombre —murmura en mi oído.

—No soy tan tonta.

Jeongyeon me da un beso, es rápido y tan inesperado que cuando se aparta mi pecho clama por más.

Pero no hay tiempo. El muchacho me apremia para que lo siga y en silencio me conduce hasta una parte del estacionamiento que están remodelando. Allí hay una cinta que indica que es peligroso y que nadie pude pasar. El único sitió
libre de policías según me aseguró el propio chico que parecía de lo más aburrido, como si eso fuera algo de todos los días.

—A la señora Yoo le gusta meterse en problemas —comenta como si estuviera hablando consigo mismo— Mira que enrollarse con la hija de un
policía.

Pongo los ojos en blanco.

—Estoy detrás de ti —le recuerdo— te puedo escuchar.

—Vaya que tendrá problemas graves —continua como si yo no hubiera hablado— ahora su "Juego" es diferente... hay más piezas.

—Sospecho que quieres decirme algo.

—Para nada —me asegura —ya estas a salvo, sigue derecho y te toparás con una estación de taxis.

—Creo que estas demente —le digo con la mayor amabilidad que me es posible —pero muchas gracias por ayudarnos.

Él sonríe.

—Al menos tú si tienes modales...

Doy media vuelta y me alejo rápido temiendo que un policía aparezca de repente.

Moría de nervios, pero no podía apartar de mi cabeza la idea de los que pudo haber pasado si mi papá no hubiese llamado, si la policía no estuviera detrás de Jeongyeon.

Pero ahora realmente estaba decidida. Yo la defendería de todo.

"Yoo Jeongyeon te meterá el problemas" dice una vocecita en mi cabeza mientras tomo un taxi para ir a casa.

—Ella lo vale— le respondo con un arrebato de orgullo.

El conductor me mira preocupado por el espejo retrovisor.

No me importa.

En mi cabeza solo hay espacio para dos cosas, y ambas tenían que ver con mi profesora de literatura. Una era un deseo desmedido, algo que nadie más había despertado en mí y la otra el miedo. Miedo a que mi padre supiera que estuve con ella, miedo a verla en la cárcel, miedo a perderla.

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