⚙️ ───── 𝘨𝘭𝘰𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘦𝘷𝘰𝘭𝘶𝘵𝘪𝘰𝘯 ( i )
𔔀 GLORIOUS ! ⚙️ sylus&viktor.
by ©xelsylight. 2024.
💚▐ callum y una mujer enorme.
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—¡Eres una vergüenza! ¡Un engendro que nunca tuvo que nacer! —Esa era mi madre.
Una preciosa mujer entrada en edad que ya no podía trabajar en los prostíbulos de Zaun porque ya no la consideraban hermosa. Su larga cabellera plateada de antaño ahora se caía a pedazos por drogarse durante años con Shimmer. Su rostro escarlata, y que antes fue una obra de arte, ahora tenía arrugas por el exceso de consumo de alcohol y sumado a su huesudo cuerpo que había obtenido al no ingerir tanta comida, bueno, se encargaron de hacer añicos su imagen de diosa griega.
Sus antiguos clientes la habían abandonado por mujeres y hombres más jóvenes, sus uñas arregladas ahora estaban manchadas de hollín y con mordiscos de dientes por todas partes.
Incluso su mirada bordó había perdido todo su exuberante color.
Yo nací a raíz de una relación sexual con un hombre que no quiso responder, que la abandonó y la hizo odiarme más; nací, y provoqué según mi madre, la decadencia de su hermosa carrera. Según lo que oía por las calles, ella había sido la joya de Zaun hasta que yo aparecí.
Y claro, si hubiera podido, me habría abortado; pero el jefe de la ciudad, un hombre llamado Silco, no se lo permitió. Según sus pobres palabras, porque no debía de arriesgarse a disminuir su población y bueno, al final me tuvo. Aunque obligadamente.
Tampoco entendía la necedad de Silco por tener más habitantes aquí abajo, si al fin y al cabo, la mayor parte de nosotros ni duraba un año en las calles. Nos moríamos de hambre, de incontinencia, de trifulcas por un simple penique.
Y oh, mi madre era la peor.
De ella sólo recibía escupitajos, golpes, humillaciones y degradaciones, y por alguna razón que no cabía en mi cabeza, sabía que aún así la quería. Después de todo la admiraba, de lejos y en silencio, claro.
Había llegado muy lejos en una ciudad en decadencia como la nuestra y aunque no podía entender del todo la razón, a veces, al menos un día a la semana me tiraba alguna hogaza de pan. Según ella, para no pudrir su casa ni morir si no era a sus manos; nuestra casa en realidad, no era más que una desvencijada choza de una habitación y un salón. Era oscura, no teníamos luz y dependíamos de lo que encontrásemos por ahí. El baño era una cubeta y la bañera dependía mucho del día si caía agua decente por ella.
—¡Te odio, te odio, te odio, demonio! —dijo, dándome un último golpe sobre la nariz.
Sus uñas encarnadas me reventaron el tabique. Yo caí a un lado, sin quejarme porque estaba acostumbrado. Aunque notaba caer grumosas gotas rojas caer de mi nariz, no hice acopio de levantarme; después de todo, había aprendido que eso sería peor.
Ya no lloraba, casi no hablaba y hacía todo lo que me decía; a veces me mandaba a buscar Shimmer en los bajos fondos donde los hombres la cambiaban por un buen polvo. No mío, si no de mi madre; aquellas eran las únicas personas que la aceptaba todavía.
Y como me conocían como su usual mensajero, por el momento no habían lanzado sus fauces sobre mí. Suponía que en el fondo, seguía siéndole de utilidad.
—¡Apártate de mi vista, demonio! ¡Haz algo bueno y tráeme mas Shimmer! —me gritó iracunda y no esperé dos veces antes de escapar de ella.
Limpié mi nariz con suavidad, haciendo una ligera mueca.
A mis diez años, resultaba imposible la idea de enfrentarme a ella. No era tan fuerte para escapar de sus brazos huesudos y de su voz que me martilleaba la cabeza todos los días. También la usaba para sobrevivir del mismo modo, porque sin ella, no tendría esa hogaza de pan a la semana.
Salí de la choza, en busca del Shimmer que pudieran estar vendiendo bajo contrabando. Sabía que había un doctor en la ciudad que la fabricaba, pero nunca lo había conocido; y por lo que sabía, era mejor callar y hacer de oídos sordos ante la venta ilegal de la ciudad.
Porque si de algo era consciente, era de que algunas ventas que me encontraba se hacían sin la supervisión debida de Silco o del doctor. Y si llegaban a descubrirlo, nos meteríamos en problemas.
Sobre todo a mí, porque sin su consumo, mi madre encontraría otro motivo por el que culparme y hacerme pagar por ello.
Llegué a la tienda de Dutch, un viejo harapiento de sólo dos dientes blancos en su dentadura negra que llegaba a cabo en la parte trasera de la tienda, una de las ventas a contrabando de esa droga morada. Nunca la había probado y no pensaba hacerlo tampoco.
Después de ver a mi madre, pasaba totalmente de perder el pelo como ella.
—¿Tú por aquí otra vez esta semana, Sylus? —La voz de Dutch me habló desde el mostrador, mientras fingía revisar un paquete de tornillos.
Su tienda falsa era de mecánica y hasta a mí me sorprendía que el viejo hubiera durado tanto en sus chanchullos. Se extendió por el mostrador, con todo su cuerpo harapiento y larguirucho, para con una mano demasiado grande, acariciarme varios mechones plateados del cabello.
—Tu madre no te deja en paz, ¿verdad? —Luego me soltó y señalando con su mirada negra que traspasase la puerta secreta, asentí para caminar con rapidez.
Al abrir la puerta de un "cobertizo" normal y corriente, traspasé a varios puestos de Shimmer con todos los ayudantes del viejo. Algunos eran mayores, otros viejos pero astutos que trataban de regatear todo el dinero posible. Y en ese sitio tan pequeño pero abarrotado, había gente de todo tipo.
Hasta de drogadictos en esquinas suplicando por más, hasta mujeres enormes y musculosas tratando de ligotear con las tenderas más jóvenes. Allí, había una mujer morena y de tamaño enorme que había visto seguidamente las últimas semanas. Un hombre atareado y eufórico por conseguir un paquete de Shimmer me empujó sin llegar a verme, porque con mi tamaño a veces resultaba invisible y choqué con esa clienta morena frecuente.
—Lo-lo siento mucho... —dije, casi sin reconocer mi propia voz.
Ella me miró por encima del hombro pero no me detuve; pronto alcancé a Callum, quien era el que me fiaba y un adolescente bastante enérgico. A veces lo veía como un hermano mayor, pero cuándo se hacia el chulo con chicas mayores que venían a comprar su ración semanal, entonces no.
Porque se ponía estúpido y ponía una voz muy cursi.
No había cola por suerte; acababa de despachar a dos chicas entre risas y colocándome de puntillas, me sostuve del mostrados tambaleante ya que era de madera.
Pero aguantando mi peso, como siempre, saqué de mi cintura dos monedas de plata, dos cogs (tipo de moneda en zaun) que eran de la alcancía de mi madre de sus buenos tiempos. Ella siempre me daba seis monedas pero que, como regla de dejarme salir por sus recados, siempre debía volver con cuatro cogs o no me dejaría dormir dentro de la choza. Según ella, porque así me enseñaba a no gastar de más y a no caer en tentaciones.
La entendía, en parte.
Además, porque si se acaban rápido, en semanas dejaría su vicio y su comportamiento conmigo sería mucho más errático de lo normal. Era mejor prevenirlo.
—Oh, Sylus —recibió las monedas con un suave tintineo. Sus múltiples pendientes plateados se agitaban siempre que removía su cabellera verde acuosa—. ¿Lo de siempre?
Casi no llegaba a ver del todo sobre la mesa, pero Callum siempre parecía verme. Él tenía unos diecisiete, recién cumplidos. Quise comprarle algo, pero no tuve dinero y a Callum le bastó con una pequeña felicitación tras el mostrador. No iba a negarlo, me gustaba estar con él.
Sin embargo, regresando a mi realidad, asentí sin decir mucho más, y pronto sacó dos tubos de Shimmer de un maletín oscuro y que me empaquetó en otra bolsa oscura, que cerró con un lazo negro. Esto para ocultar su interior, y protegerme de miradas extrañas—aunque para estas alturas, cualquiera cercano a este sitio sabría que llevaría encima—. Hasta el momento no me habían pillado, y esperaba seguir pasando invisible en este mundo un poco más.
Me tendió la bolsita, con esa sonrisa familiar y esquivando su profunda mirada, comencé a atármela en el cinto de mi pantalón, escuchándole hablar. A veces era demasiado charlatán.
—Deberías venirte conmigo, Sylus. Viviríamos bien —dijo, inclinándose sobre la mesa—. Ya sabes que no estoy de acuerdo conque tú madre te trate... así, ya sabes —y señaló su propia nariz aguileña y perfecta. Ahora tomaba su papel de hermano mayor.
Yo volví a pasarme la manga gris por debajo de la nariz, recordando el golpe de mi madre, y notando que las pocas gotas que caían eran rastros ya negros. Ya pronto dejaría de molestar, pero la intensa mirada verdosa de Callum que contrastaba con su piel morenita, me ponía de los nervios. Odiaba cuando se ponía en el plan de que, si no decía nada, no me dejaría ir.
—Es mi madre, no puedo dejarla sola —respondí, monótono.
Ya estaba acostumbrado a estas preguntas banales y aunque algo en el fondo me decía que Callum podría estar hablando en serio siempre que lo sacaba a colar, no quería ser una carga para él.
Odiaba ser una carga para cualquiera, de ahí a que me gustase ser invisible.
—Pues deberías, Sylus. Pero... no sé ni para que te lo digo, si siempre pasas de mí —recalcó, sacándome una minúscula sonrisa. Siempre tenía ese efecto en mí.
—Callum, es que tú eres solo un... —Sin embargo, no pude acabar la frase cuándo sentí una mano sobre mi cabello.
Me detuve en seco, hundí los hombros y traté de entender porqué Callum había puesto una mueca de asco total en su amable rostro. Nunca lo había visto así; ni siquiera cuándo el viejo Dutch quería regatearle el sueldo.
—Mi querido Callum, sabes que mi oferta sigue en pie. Sigues siendo totalmente mi tipo —dijo el hombre de mi lado, calvo y regordete.
—Y ya sabes que tú no eres el mío, Setter. Así que, por millonésima vez, deja de insistir —respondió Callum, con tono hosco.
Ya no se inclinaba de forma amable; estaba erguido, con los brazos en la mesa, apretados con fuerza. Intercalaba su mirada en el viejo y en mí.
Yo levanté más la mirada y descubrí que el hombre olía a sudor y a alcohol. Arrugué la nariz cuándo se inclinó sobre mí, enterrando sus dedos gordos en mi cabello.
—¿Y quién es este pequeño? Que ojos más hermosos tienes —y enmudecido, apreté la bolsita en mis manos.
Pensé que si quería quitarme de las manos la droga de mi madre, se enfrentaría a una furia de dientes y mordiscos. Pero, cuándo su mano grasienta bajó a acariciarme la mejilla derecha, algo me dijo que en realidad sus intereses eran otros.
Como los de mi madre, como los que había perdido.
Sin embargo, no tuve tiempo ni de apartarme; de eso se ocupó Callum. Salió de su mostrados, me agarró de un hombro y me echó detrás de su espalda. Después, golpeó en la mejilla al hombre. Este cayó gorgojando unas palabrotas desagradables, con sangre bajo su nariz y sobre su boca.
La voz de Callum, sin embargo, me mantuvo en mi sitio. Nunca lo había oído tan enfadado.
—¡No te atrevas a tocarlo de nuevo, viejo! —Su respiración era agitada—. Además, te dije que no quería volver a ver tu maldita cara de cerdo por aquí, ¿o prefieres que Dutch se ocupe de esto? —amenazó, seguidamente.
El hombre se río, acariciando su mano repleta de anillos de aspecto caro y cuándo pensé que le devolvería el golpe a Callum, una mano enorme que lo agarró del pescuezo, lo detuvo en el acto. Todavía detrás de Call, y siendo cubierto por su brazo delgado, me di cuenta de que era la mujer de antes.
—Sevika, no tienes porqué... —Pero ella escupió en el suelo, ignorando a mi amigo.
—De verdad que en estas cloacas hay que limpiar más mierda estos días —dijo, y para mi sorpresa, volvió a golpear al hombre que parecía mearse encima.
Eso fue una pasada; pero ella lo tomó como si nada, como si no acabase de hacer algo increíble y pateó al hombro fuera de nuestra vista. Ni siquiera sabía si estaba muerto, pero la mujer de cabellos oscuros, nos sonrío como si nada.
—Hay que tener ojos en todas partes, pequeños y... hablando de eso, no tengo fama por ser una chivata pero Callum, te conozco desde que tus padres te pusieron pañales y cómo sé que así te ganas la vida..., Será mejor que cojas ese maletín y salgas pitando de aquí. —advirtió a mi amigo, que de inmediato se puso a recoger.
Ni siquiera hizo preguntas, pero la mujer se apoyó en el mostrador que tembló bajo su peso y tras darme otra mirada por encima, comenzó a encender un porro.
—¿En en serio? ¿De verdad ya lo ha descubierto? —maldijo entre dientes—. Hay que joderse.
No tenía ni idea de qué hablaban, pero ella permanecía calmada, quieta, mientras Callum recogía sus pertenencias, sellaba el maletín y en pocas palabras, ocultaba todo rastro de su hueco. Algo me dijo que quizás, esta sería la última vez en la que pudiera conseguir Shimmer con tanta facilidad.
—Bueno, ya era hora de que se lo dijera..., Os estabais aprovechando a sus espaldas.
Y aunque el chico pareció sorprendido por un momento, luego suspiró con gracia.
—Claro que lo has hecho, así eres tú. —Sonrío, compartiendo una mirada cómplice con ella—. La verdad, me sorprende que hayas dejado al pobre Dutch durar tanto con sus traqueteos. ¿Has sentido algo de pena por nosotros, o algo?
Resultaba que Dutch, de todos sus trabajadores, confiaba solamente en Callum. Casi era un hijo para él, aunque no compartieran sangre. Los padres de Call, después de todo, murieron en las minas cuándo él tenía mi edad; por eso lo admiraba, porque había sido capaz de sobrevivir durante tanto tiempo solo.
—No, simplemente me divertía. Pero... ya os habéis aprovechado suficiente.
Y mientras ella se reía, entonces, todo se fue al desastre.
De pronto por la entrada secreta comenzaron a entrar hombres de Silco; los reconocía a simple vista porque los había visto hacer guardia de vez en cuando por las calles de Zaun; y me sorprendía nunca haber visto a la mujer enorme, que no había que ser un ingenioso para llegar a saber que ella también trabajaba para él.
Todo fue caótico, en cuestión de segundos.
Los compradores comenzaron a correr despavoridos, los hombres reventaron los mostradores, las muestras de Shimmer y a golpear a todo aquel que encontrasen de por medio. Vi entonces aparecer a un hombre delgaducho, de cabello lacio y negro, con un ojo negro y terrorífico..., y por la forma en la que caminaba, algo me dijo que ése era Silco.
Pensé en mi madre, pensé en que me esperaba y agradecido de que la tal Sevika permaneciera sin actuar de por medio. Callum me agarró de un brazo y despidiéndose con una sonrisa de la mujer, tiró de mí hasta una puerta trasera.
Por detrás nuestra, había sangre por todas partes y ese color morado de la droga surcando cada estrecho del lugar. Pensé en Dutch y en sí lo matarían por esto.
Callum pareció adivinar lo que pensaba, y mientras abría esa segunda puerta con sus llaves, me respondió entre gritos: —¡Estará bien, podrá ser viejo, pero tiene pajaritos por todas partes! ¡Vamos, Sylus, si te cogen estarás perdido!
Y nada más abrió la puerta, salimos despavoridos entre cruces de callejones y entresijos. Sin embargo, aunque mi corazón latía desenfrenado y casi no podía seguir el ritmo de Callum, de alguna manera conseguimos ocultarnos bajo un basurero.
Allí agachados y ocultos, vimos pasar por delante a más de esos hombres que perseguían a más personas que habían intentado tomar ventaja como nosotros, quizás, aprovechando la puerta abierta que dejó Callum.
Permanecimos allí dentro hasta que resultó seguro salir, después de eso, fui guiado por Callum por otros caminos al descubierto y en el que la gente no nos prestaba ni la más mínima atención. Ni a su maletín, ni a mi pequeña bolsa.
Pronto descansamos en el centro suburbano, cerca de algunos bares y mientras Callum agitaba su cola de caballo deslumbrante, desde mi perspectiva, me pareció alguien increíble. Entonces y sólo entonces, miró sobre su cabeza y sonriente, se agachó para agarrarme de los hombros.
—Mira, Sylus... Puede que hasta esto no se calme, no podamos volver a vernos y de que puede que esa dosis de Shimmer que tienes sea la última que puedas conseguir para tu madre, así que teniendo en cuenta que las cosas puedan ponerse más feas para ti... —me tendió una pulsera con cristales verdes, puntiagudas y me la puso en la muñeca derecha—, espérame, ¿vale?
No entendí nada.
—¿Qué?
Parecía agitado de pronto, pero trató de explicarme con la mayor calma posible.
—Escúchame, Sylus. Si tengo suerte, dentro de dos semanas vendré por ti. Nos iremos de aquí, no volveremos y no tendrás que aguantar más a tu madre drogadicta. ¿Lo entiendes? —Yo asentí, casi sin querer creerlo del todo.
Aquí abajo no se podía confiar del todo en las promesas; y aunque no quería abandonar a mi madre, en realidad en el fondo deseaba hacerlo. Me dijo que me metiera en casa sin distracciones y para cuándo se fue corriendo, hice lo que me pidió.
Llegar a mi casa no tuvo mucho problema; mi madre me recibió casi arrancándome la bolsa de las manos, luego me escupió encima por haber tardado tanto, ni siquiera se fijó en mi nueva pulsera y mientras se inyectaba eso en el brazo, riendo como posesa, entonces deseé que las próximas dos semanas pasaran rápido para alejarme de ella.
⚙️. ELSYY AL HABLA !
muchísimas gracias por su apoyo.
ufff emocionada por este cap y todo lo que he visto. la verdad es que ha sido sentarse y la historia se ha contado sola. en el siguiente veremos a viktor, amo a mis bebés.
nos vemos pronto, mis arcanos.
⚙️💚.
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