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𖧧 ⁞ Capítulo 03 ༅

Maratón 2/5:

Es viernes por la tarde cuando Nayeon llega a recoger a Yuna de su entrenamiento de fútbol.

Aquel día, sorprendentemente era tranquilo y la castaña estaba emocionada por llegar a casa y escuchar las cosas que su hija había aprendido el día de hoy. Se había vuelto una rutina, escucharla hablar sobre los entrenamientos mientras ella hacía la cena, o escuchar algo relacionado con la entrenadora.

Lo cual Nayeon no iba a engañarse a sí misma (porque ya es una adulta y puede reconocer lo que es tan claro como el agua) que la entrenadora de Yuna era bastante atractiva y amable, tenía un encanto del cual Nayeon no está acostumbrada a encontrar, y era casi imposible no quedarse mirando cuando interactuaba con su hija.

Por lo poco que había podido ver, claro.

Aquel viernes llega temprano y se encuentra a Yuna riendo por algo que Jeongyeon había dicho junto a otro niño, que asume es el amigo del que Yuna ha empezado a hablar. Sonríe mientras se acerca, y hay una sensación extraña que se forma en su pecho cuando las ve reír por algo que Jeongyeon estaba contando.

—¡Mami! — Yuna grita alegre al verla y corre hasta a ella para abrazarla.

—Hola bebé, te extrañé mucho — Dice tomándola en brazos mientras sonríe.

—¡Y yo, y yo!

—¿Qué tal ha ido? ¿Te has divertido?

—¡Sí! — Asiente eufóricamente — ¡He parado un gol!

Nayeon sonríe aún más ante la emoción de su hija, que parece ser la niña más feliz del mundo.

—¿Sí? Eres toda una portera bebé.

Deja a Yuna de vuelta en el suelo, y su mirada cae en Jeongyeon quien las mira con una pequeña sonrisa.

—¿Tienes todas tus cosas? — Nayeon le pregunta mirando de nuevo a su hija, sintiéndose un tanto nerviosa ante la mirada de la rubia.

No sabía por qué, pero aquella mujer tenía el poder de ponerla nerviosa con tan solo dedicarle una mirada. Quizás es el recuerdo de sus mejillas encendidas por sus propias palabras la última vez que se vieron que la hacen sentir de aquella manera. Sea cual sea el motivo, Nayeon todavía no está muy segura de sí le gusta o no.

Yuna asiente y toma del suelo su mochila amarilla, se la coloca en los hombros con rapidez y se dirige hasta donde la rubia se encuentra.

—Entrenadora Jeong, ya me voy. — Jeongyeon le dedica una sonrisa antes de asentir.

—Nos veremos el lunes pequeña portera, será divertido.

—¡No puedo esperar! — Exclama con la máxima emoción en su pequeño cuerpo, dando saltitos de un lado a otro mientras toma la mano de su madre.

—Adiós — Nayeon se despide en un susurro, esta vez mirando fijamente a los ojos cafés de la rubia.

Jeongyeon sonríe causando que pequeñas arrugas se formen alrededor de sus ojos. Y la castaña no debería encontrar aquello extremadamente entrañable, pero lo hace.

—Adiós, Nayeon.

Cuando se ha dado la vuelta y camina hasta el coche de la mano de su pequeña, no se da cuenta de la sonrisa que ha quedado dibujada en su rostro tras las palabras de la entrenadora de su hija. Y cuando se da cuenta de aquello, se muerde el labio con fuerza intentando detenerlo. Apenas la conocía y ya estaba sonriendo tontamente.

—Bien, esta noche tenemos nuggets de dinosaurios para cenar — Nayeon dice con cierto entusiasmo, sabiendo que a Yuna le encantaban.

—¿Qué celebramos? — Pregunta la pequeña mientras su madre le ata el cinturón de seguridad.

—Que has tenido un buen entrenamiento y yo he terminado con mucho trabajo que tenía encima.

Los ojos caramelo de Yuna se iluminan y asiente.

Aquel día estaba siendo demasiado tranquilo, y eso parecía ser un imposible en la vida de Im Nayeon.

—Vamos, vamos. — Murmura

Seguían en el aparcamiento del club de fútbol, los minutos pasaban y ellas eran de los pocos coches que allí quedaban. Y ciertamente Nayeon comenzaba a perder la paciencia.

—¿Qué pasa, mami? —Yuna pregunta desde atrás, tocando con sus deditos sus dos trenzas castañas.

—Nada, no pasa nada cielo.

Si pasaba, el coche no arrancaba.

Lo intenta, girando la llave con cada vez más fuerza. Empieza a perder los nervios hasta que finalmente se da por vencida y recuesta su cabeza en el asiento mientras resopla con fuerza.

—¿Llamamos a la tía Momo?

—No, Yuna. No necesitamos ayuda. — Dice suspirando, cerrando los ojos con fuerza y pensando en lo mucho que el universo debe odiarla.

Estaba teniendo un buen día, todo estaba siendo genial, y ahora todo parecía haber dado un giro de 180 grados.

Y todavía podía ir peor. Porque es justo entonces que unos golpecitos en la ventanilla la hacen sobresaltarse, y cuando abre los ojos se encuentra con el rostro de la rubia de ojos cafés.

Nayeon baja la ventanilla y sonríe, fingiendo que todo estaba bien.

—Hola, Jeongyeon. — Saluda de forma amable.

—¡Entrenadora Jeong!

Jeongyeon dirige su mirada a la pequeña, quien sonríe emocionada al verla. Le devuelve la sonrisa y vuelve a dirigir su mirada a la castaña.

—¿Todo bien?

—Todo perfecto — Nayeon asiente con una sonrisa medio nerviosa y pone sus manos repletas de anillos en el volante.

—El coche no funciona — Yuna dice desde atrás.

—Yuna — Nayeon se gira para mirarla con cierta sorpresa en su rostro.

Genial, ahora hasta su propia hija le delataba.

—Necesitamos ayuda mamá, Momo dice...

—Ya sé lo que Momo dice, Yuna.

Hay un silencio por varios segundos, donde Yuna rueda sus ojos, Nayeon suspira y Jeongyeon aprieta los labios.

—Bueno — Sonríe — Yo puedo llevarlas a casa, por mí no hay problema.

Nayeon la mira a los ojos, esos hermosos ojos cafés. Niega con la cabeza, haciendo que su cabello se mueva a su compás, en parte negando su oferta y en parte intentando eliminar aquellos pensamientos sobre los ojos de una mujer de la que no debía fijarse.

—Muchas gracias, pero no es necesario.

—¡Mamá! — Yuna exclama, cruzando sus pequeños brazos sobre su pecho.

Nayeon suspira, y se muerde el labio antes de girarse para mirar a su hija sentada en la silla para niños de color morado. Puede ver el ceño fruncido en su rostro y como con la mirada le está diciendo que necesitan aceptar la ayuda, al menos esta vez.

Así que suspira, rindiéndose porque quizás Yuna tenía razón.

—Bueno, supongo que un poco de ayuda no nos vendría mal.

—Es aquí. —Nayeon anuncia, señalando desde el asiento del copiloto la puerta de su casa.

Jeongyeon detiene su jeep oscuro justo enfrente de unas cortas escaleras que dan a una puerta de madera pintada de negro, seguidamente se gira para mirar a Nayeon.

—Gracias por traernos. — Susurra la castaña.

—No hay de qué — Jeongyeon sonríe amable.

El camino había sido corto, Yuna parloteaba y Jeongyeon reía con las cosas que la más pequeña decía. Por su lado, Nayeon se limitaba a jugar con los anillos de sus dedos, morderse el interior de su mejilla cada vez que Jeongyeon reía y a responder a las preguntas que de vez en cuando Yuna tenía.

Sin duda no había sido tan horrible aceptar la ayuda esta vez.

—Gracias entrenadora Jeong, nos vemos — Se despide antes de salir del coche y llevarse su pequeña silla morada debajo de su brazo.

Jeongyeon las ve subir los escalones que dan a su hogar, y cuando la puerta principal es cerrada detrás de ellas, Jeongyeon se muerde el labio en un intento de ocultar su sonrisa antes de marcharse.

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