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Habían vuelto a su hogar exitosamente, toda esa operación salió a la perfección, excepto por un sólo cabo suelto.

—¿Entonces dejaron que alguien los viera? —cuestionó el señor Harrison, este estaba sentado detrás de su escritorio y, aunque su voz no denotara ninguna negatividad, era obvio que se mostró levemente decepcionado.

—Yo no me preocuparía por él, era simplemente un loco más en el pueblo. —le restó importancia Rose, cruzando sus piernas totalmente relajada— Vestía una túnica antigua y parecía drogado o algo así.

—Si, incluso se refirió a ella como Perséfone. —eso hizo reír a los gemelos, pero la joven rodó los ojos con cierta molestia.— De seguro estuvo viendo la exposición del museo y la confundió con el retrato que estaba en la muestra.

El mayor acomodó sus lentes con su dedo índice, entrelazó los dedos de sus dos manos y examinó la caja que estaba frente de él, una que parecía bastante común pero los cuatro sabían que contenía un inmenso poder en su interior.

—Tendré que irme de viaje unos días, mientras tanto no quiero que se acerquen a la ciudad —los tres asintieron en total silencio, aunque no estaban nada felices con esa órden.

Cuando salieron de la oficina del hombre todos fueron hacia la sala y se lanzaron a los asientos más cercanos que tenían. Sabían que habían hecho algo mal, pero no merecían un castigo como tal. Los tres sólo podían ver la orden del mayor como una forma de expresar lo mal que habían trabajado esa vez, pero en realidad no sabían que Harrison realmente quería mantenerlos fuera del ojo público, ya que la descripción del hombre que los vió logró preocuparlo y no podía posponer su viaje, así que creyó que ordenarles quedarse allí era una buena idea.

—Te dije que tuvimos que haberlo matado. —Domenico reprochó a la dama poniendo uno de sus pies sobre la mesa— No habrían testigos de ser así.

Pero Rose simplemente no pudo con eso, algo en la mirada del hombre le dijo que este no merecía morir, fue incapaz de arrebatar su vida, una debilidad que les había costado su libertad.

El señor Harrison se marchó a la mañana siguiente, dejando a los tres totalmente solos allí, sin contar claro a la cantidad de jóvenes que también vivía en ese lugar, pero ellos podían cuidarse solos. Entre sus clases y actividades era poco usual que ellos vieran a alguno de los niños, aunque cuando solía darse el caso a los tres les divertía pasar tiempo con ellos y brindarles un espacio seguro donde supieran que tenían gente en la que podían confiar.

—Me aburro. —se quejó por millonésima vez consecutiva Fabrizio, lanzando una pelota a la pared una y otra vez— Además nos quedamos sin cereal ¿Qué se supone que voy a desayunar?

—Tienes literalmente una alacena completa de comida, deja de quejarte. —su hermano le reprochó, lanzando una de las decoraciones que habían sobre la mesa an la misma dirección que Fabrizio cuando su gemelo lanzó su pelota nuevamente para que esta perdiera su curso y cayera lejos de él.

—Iré por cereal. —pensó Rose en voz alta y ambos hombres la miraron.— ¿Qué? Será rápido, lo juro.

Hubo un silencio algo largo, ambos estaban dudando si era esa una buena idea o no, pero finalmente optaron por acceder, así también podría hacer un reconocimiento de cómo estaban las cosas en la ciudad.

Rose se marchó, tomando el bus hacia el centro, y mantuvo sus objetivos claros, trató de pasar desapercibida en todo momento pero en su paseo por la ciudad sintió una especie de corazonada, una que le indicaba dirigirse al norte de esta y así lo hizo, caminó unos veinte minutos hasta quedar de pie en el borde de la calle, ya que esta sensación había desaparecido.

"¿Y ahora qué?" Se preguntó a sí misma, pero antes de darse la vuelta vio a un hombre familiar haciendo contacto visual con ella, algo que le dio escalofríos.

Era aquél loco de la otra noche.

—Mierda. —murmuró ella sin dudar en echarse a correr, no era una sorpresa ver qué este la estaba siguiendo así que hizo su mejor esfuerzo para perderlo.

Creyó que huir desde la altura sería más fácil así que comenzó a trepar hasta que el suelo quedó varios metros por debajo de ella. Estaba segura de que lo había perdido, saltando de azotea en azotea creyó falsamente que había dejado al hombre atrás, pero en un momento se volteó para ver si estaba sola y al volver la vista hacia el frente se chocó con el mismo hombre del que venía huyendo, haciendo que ambos cayeran al suelo.

Rose quedó encima de él, pero fue la primera en reaccionar poniéndose de pie casi al instante y buscando una daga de su bolsillo trasero para mostrársela de manera amenazante.

—¿¡Quién eres tú!? —cuestionó claramente alterada y el hombre, con una total naturalidad, alzó ambas manos lentamente.

Él se veía sorprendido, algo que Rose no encontró extraño ya que era una reacción natural al ser apuntado con un arma como en ese momento.

—No te preocupes Kore, sé que estás asustada, no quiero hacerte daño. —hablaba con tal serenidad que casi Rose creyó sus palabras.

—¿Quién es Kore? —preguntó como si este hubiera dicho la cosa más idiota que hubiera oído.— Dime quién eres, y cómo apareciste frente mío en menos de un segundo.

Hades se quedó quieto nuevamente como la otra noche, el oírla desconocer totalmente su verdadero nombre se sintió como un balde de agua fría. Si no fuera porque el hombre conocía cada centímetro de ella, hubiera jurado que no era la misma persona… pero sí lo era.

—Mi nombre es Hades y… —la menor bufó, aunque eso sonó más como una risa burlona qué otra cosa— Disculpa ¿Dije algo gracioso?

—Lo siento, es sólo que se trata de un nombre algo extraño. —ante el silencio del mayor ella se encogió de hombros— A no ser que sea alguna clase de nombre artístico, aunque lo encuentro demasiado extravagante para mí gusto.

—¡No es mí nombre artístico! —exclamó el mayor, sonando casi ofendido por la ocurrencia de la joven— ¿Podríamos dejar el tema de mí nombre de lado? He venido aquí a buscarte.

—Si eres alguna clase de agente federal tu entrenamiento es bastante pobre. —le restó importancia al enunciado de Hades, o al menos eso aparentó, pero debajo de esa actuada indiferencia Rose estaba totalmente lista para atacarlo en caso de que quisiera retenerla.

—¿Puedo invitarte un café? —preguntó con descaro Hades, llamando aún más la atención de Rose.

Ella esperaba alguna clase de pelea, que este llamara refuerzos y trataran de atraparla como a todos los de su clase. Pero, de ser un agente del gobierno, tenía métodos poco ortodoxos. La dama estuvo en silencio, pensando seriamente su próximo movimiento, y luego asintió.

—Debemos bajar de aquí primero. —comentó ella, ya que estaban en la azotea  de un edificio de tres pisos— Te veo abajo.

No lo esperó claramente, simplemente caminó hacia el borde del edificio y se dejó caer hacia atrás. Lo que estaba haciendo realmente era probar que tan rápido era, deseaba ver otra demostración de su poder.

Ella tomó el borde de las escaleras para incendios que estaban en la parte lateral del edificio, colgando de estas para luego volver a saltar hasta caer al suelo, donde aterrizó de manera excepcional… pero Hades ya se encontraba allí abajo.

—No estaba delirando. —pensó en voz alta— Realmente puedes aparecer dónde tú lo desees ¿No?

—No es algo que haga seguido, pero no quería perderte nuevamente. —Hades se quedó en silencio al decir esas palabras, sintiendo un nudo en la boca de su estómago al expresar aquello en voz alta, aunque la mujer pareciera no entender el verdadero significado de sus palabras.

—¿Para quién trabajas?

Preguntó Rose comenzando a caminar por la calle, no había gente en esa zona, por lo que ambos estaban completamente solos.

—No trabajo para nadie. —insistió Hades, sin saber el porqué de su desconfianza— Te he evisto el otro día y sabía que debía encontrarte.

—Al menos ya no estás usando cortinas como ropa. —murmuró la menor, robándole a Hades una corta risa— Vaya, no parecías de las personas que hacen eso.

—¿Hacer qué? —cuestionó este, ahora confundido.

—Reír. —respondió con burla, riéndose de este por la notoria confusión que apareció en su rostro— Así que… ¿Estás completamente solo?

—Sí, lo estoy.

—¿No trabajas para nadie?

—Ya pasamos por este interrogatorio, Kore.

Un silencio incómodo se formó entre los dos. Hades, que a pesar de ser un hombre con años de experiencia en socializar con otras personas, de repente se quedó mudo.

—La otra noche también me llamaste así ¿A qué se debe? —preguntó ella rompiendo aquél silencio, ansiosa por respuestas.

—Es sólo que te pareces a ella. —respondió sin más, manteniendo la vista en el camino.

—¿A quién? —la joven tenía una idea de a quién se refería, pero debía asegurarse de no estar totalmente loca.

—La diosa de la primavera ¿Haz oído hablar de ella alguna vez? —antes de que se dieran cuenta ellos se encontraban nuevamente en la zona céntrica, Rose se detuvo, poniéndose frente a este para charlar con más facilidad aunque estuvieran en medio de la calle, obstruyendo el paso de otras personas.

—¿Entonces vas a decirme que tú eres Hades, el tipo con un perro de tres cabezas, que asesina gente y me compararás con la diosa que hace crecer platas y esas cosas? —se cruzó de brazos delante de él, de alguna forma ese gesto logró inhibir a Hades, haciéndolo sentir como que las palabras que elegía eran las peores

¿Por qué nada nunca podía ser fácil con ella? El destino parecía divertirse enredando sus dos historias de maneras retorcidas, él creía que gran parte de los problemas de la mujer eran  por su culpa y estar con ella sin poder decirle todo lo que sentía lo estaba matando por dentro, pero sabía que si llegaba con la verdad sería una muy mala idea.

—¿Sabes qué? Es tarde, debo irme a mí casa. —agregó ella al notar que el hombre se quedó perdido en sus pensamientos.— Y tú vendrás conmigo.

—¿Disculpa? —fue lo único que Hades logró articular, sin poder creer que esta lo hubiera invitado voluntariamente.

—Si no lo deseas puedes quedarte aquí, pero…

—Iré contigo. —le interrumpió rápidamente, negándose a perderla otra vez.— No conozco la ciudad, y la reserva de mí hotel termina esta noche.

Ella rodeó la muñeca de Hades con su mano, tirando de esta ligeramente para guiarlo, lo soltó cuando él comenzó a caminar junto a ella, sabiendo que le seguía el paso.

—Bueno, yo no vivo en la ciudad. —respondió la jóven, guiñando uno de sus ojos en dirección al mayor.

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¡Hola! Muchas gracias por leer, y no se olviden que sus votos y comentarios me ayudan a seguir con este fanfic, además me interesa mucho saber sus opiniones al respecto, los tqm.

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