𝗶𝗶𝗶. the reaping
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el tercer capítulo !
Al igual que el resto de personas presentes nosotras dos también decidimos marcharnos una vez que los agentes de la paz acabaron con su macabro espectáculo demostrativo acerca de lo que pasaba cuando alguien se atrevía a enfrentar a las autoridades; ambas comenzamos a caminar por el camino de tierra para volver de regreso a casa, mi prima se sujetaba fuertemente de mi brazo mientras llevaba una expresión que daba a entender lo aterrada que se sentía.
Miré a Maev de reojo un par de veces como si esperara que me devolviese la mirada pero ella no levanto su cabeza ni aparto la vista del suelo en ningún momento del recorrido, carraspee la garganta un poco pero aquello tampoco fue capaz de llamar su atención y eso me hizo darme cuenta en de que de verdad se había metido en su propio mundo.
Cuando llegamos a nuestro hogar Maev se apresuró a entrar luego de haberme soltado el brazo, yo entré casi detrás de ella y cerré la puerta con el cerrojo al hacerlo.
Me dirigí a la cocina a paso lento estando acompañada de una cara en mi rostro que delataba una clara preocupación que claramente no paso nada desapercibida por mi hermano menor, quien se giró a verme con intriga tras haber acabado su oficio de lavar los platos que utilizamos está mañana.
—¿Qué le pasa? Paso como un rayo y luego subió a su habitación sin decir nada. —comentó Vicer sin quitarme la mirada mientras se secaba las manos con un trapo rojo desgatado que había en el mesón.
—Que suerte de que al final no nos acompañaste. —me limite a responder después de dar un profundo suspiro de cansancio, note como me mira con curiosidad ante lo que acababa de decirle. —No preguntes, Vic, no preguntes... —añadí negando con la cabeza.
—¿Pero que sucedió allá? Parece que hubiesen presenciado una masacre o algo así. —insistió él mientras fruncía las cejas e ignorando la petición que acabo de decirle.
—No te voy a contar, porque esas cosas no se le dicen a los niños. —alegué en un tono que fingía ser autoritario pero que en realidad no lo era y por un momento sentí que se parecía bastante a la forma de regañar que usaba mi padre, él solía hablar con una mezcla de seriedad pero a la vez reflejaba su buen sentido de humor.
Me olvidé de eso cuando vi que mi hermano comenzaba a hacer una mueca de indignación total que me hizo mucha gracia, de un segundo a otro empece a sentir el ambiente mucho más relajado... Más natural como solía ser hace unos años, realmente hace bastante tiempo que no hablábamos de esa forma tan despreocupada como se supone que son los hermanos.
—No soy un niño, Sid. —respondió Vicer dejando el trapo a un lado. —Tenemos casi la misma edad.
—Casi. —repetí mientras una pequeña sonrisa se iba formando en mi cara dejando atrás la expresión que llevaba al llegar. —Nos llevamos por tres años, lo que significa que soy la mayor y como soy la hermano mayor entonces yo soy la que dice que hacemos. —di una rápida explicación que incluso a mi me sonó ridícula pero graciosa al mismo tiempo.
Me acerque al lavabo donde al lado se encontraban los platos y vasos que mi hermano había lavado hace un buen rato, agarré uno de los vasos que estaba secando, lo rellené de agua del grifo para tomármelo a sorbos cortos.
—Eh, acabo de limpiar eso.... —refunfuñó Vicer con disgusto.
Aquello me causo ganas de lanzar una carcajada justo cuando estaba tragando el agua por lo que casi terminó escupiendo.
—Ay, por favor. —me quejo de manera sarcástica dejando el vaso de vuelta al mesón. —No entiendo como eres capaz de estar molesto todo el día.
Me acerque a mi hermano y pase mi brazo por sus hombros aprovechando de que yo lógicamente era mucho más alta que él debido a la diferencia de edad, al rato lo dejé para caminar hasta la salida.
—¡Cambia esa cara, niño listo! —exclamé con diversión subiendo las escaleras que daban al cuarto de arriba pero aún así pude ver que al final Vicer también sonrió.
Me encontraba sola en mi cuarto siendo acompañada solo por los sonidos que provocaba el reloj que estaba sobre el tocador, me acomodé en la cama de forma que ahora estaba sentada y mi espalda se apoyaba contra el respaldo de madera.
Lancé un suspiro y alcé mi cabeza para mirar el techo como si eso fuera capaz de distraerme de lo que atormentaba mis pensamientos, el solo hecho de pensar que cada vez faltaba menos para la hora de la cosecha me había quitado toda esa actitud alegre que había demostrado a mi hermano allá abajo hace un rato.
Quité la vista del techo con cuidado, giré mi cuello y miré el reloj de antes para ver cuanto tiempo me quedaba para vestirme.
Una hora.
Tan solo era una hora.
Una hora para que todo el mundo comience a reunirse en la plaza principal junto al escenario instalado para la selección de tributos, una hora en la que un montón de madres aprovecharán para rezar por la suerte de sus hijos, una hora donde quizás otro montón de padres lloraran en soledad preocupados por sus niños, una hora en la cual todos los niños y jovénes se miraran al espejo con temor de que alguno de ellos podría ser elegido.
Si, pero también era esa hora de la que la gente del Capitolio comenzaría a quejarse, pidiendo que todo comience de una vez porque están muy emocionados por su entretenimiento anual. Porque todos ellos nunca han experimentado la desesperación que vive a diario la gente de los distritos.
Vuelvo a mirar tras otro rato y ya quedan solo 40 minutos.
Me levantó de la cama con muy pocas ganas, una sensación de nauseas me llega precipitadamente pero no es capaz de impedir que llegue al armario el cual abro en busca de algún vestido bonito, le hecho un vistazo a uno de color verde matizado bastante oscuro.
Me voy a darme una ducha y para cuando quedan unos 30 minutos ya llevo puesto el vestido que escogí, me miro al espejo viendo como me llevaba hasta un poco por abajo de las rodillas pero creo que se me ve aceptable.
Camine hasta donde están mis botines para ponérmelos, cuando me amarró las cuerdas de estos de pronto Vicer entra al cuarto muy rápido y busca algo que ponerse en su lado del ropero, toma unos pantalones beiges junto con una camisa —que antes era blanca pero ahora se ve amarillenta —, él se retira del cuarto porque supongo que se va a cambiar en el baño debido a que yo estoy ocupando la habitación.
Siento que mi cabello aún sigue algo mojado por lo que lo peino y decido dejármelo suelto.
Cuando considero que estoy lista ya quedan 20 minutos, por lo que bajo hasta la sala donde mi hermano y mi prima me estaban esperando.
—¿Nos vamos ya? —pregunté al segundo de llegar.
—No, papá aún llega de la fábrica y me había dicho que lo esperemos para ir juntos a la plaza. —responde Maev luciendo un vestido amarillo claro mientras que su cabello estaba sujetado en una coleta alta.
—Pero se nos va a hacer tarde... —alega mi hermano con una mueca de nervios al ser su segunda cosecha, él se gira a mirarme como si esperase que yo dijera algo.
—Bueno, quedate a esperar al tío Clent si quieres pero no llegues tarde. —le digo a mi prima que parece igual de nerviosa que Vicer. —Yo y Vic ya nos vamos. —añado antes de que ella me interrumpiese.
Me doy cuenta que Maev quiere alegar pero solo asiente con la cabeza, yo le pongo mi mano al brazo de mi hermano y ambos salimos de la casa para dirigirnos al centro del distrito donde se realiza todo.
Cuando los dos llegamos vemos como la gente comienza a aparecerse poco a poco, algunos guardias de la paz ya se encuentran dando instrucciones sobre que todos vayan a hacer filas para ficharse porque este día siempre es el momento perfecto para que el Capitolio lleve la cuenta de la población.
Tras hacerlo los niños y jóvenes comienzan a agruparse en las áreas delimitadas por cuerdas donde nos clasifican por edades, los demás que no entran a la cosecha se colocan por detrás con miradas angustiadas.
—Todo saldrá bien, no te agobies ¿si? —me dirige entre murmureos a mi hermano, él asiente con seriedad, después le doy un breve abrazo que el corresponde con cariño. —Anda, vete ya... —le digo tras soltarlo, él me da otro abrazo más duradero y se va a formar a la zona de los chicos.
Le doy un último vistazo a Vicer y me voy a acomodarme en el lado de las chicas, casi al minuto llega mi prima corriendo acompañada de mi tío que nos desea suerte a ambas antes de irse a hacer lo mismo con mi hermano.
—Suerte. —me dice Maev en voz baja poniéndose justo a mi lado.
—Suerte. —repito para ella también.
Luego de que todos estuvieses en nuestros respectivos lugares se aproxima al escenario una mujer con una extravagante peluca en color lila combinada con su atuendo en capaz de colores naranjas con detalles en verde chillón, me fijo en sus zapatos que tenía una plataforma de al menos unos veinte centímetros y hago una mueca de sorpresa, alzó la mirada solo para toparme con su cara maquillada de forma excesiva con colores azuladas. Ella sonrié al público con unos labios que se ven mucho más alargados de lo normal, cosa que me parece aterradora por como se le ve en su rostro.
Cerca de aquella mujer que nunca habia visto años anteriores está el alcalde que cuando el reloj toca la hora, se acerca al podio y comienza a leer el largo discurso que menciona todos los años pero estoy segura de que realmente nadie le presta atención por estar rogando en sus mentes de que no les toque ser elegidos como tributos.
Tras unos minutos el discurso se acaba y el alcade saca una lista donde se menciona a los vencedores de nuestro distrito pero que solo tres se encuentran vivos: Cecelia Earchort una mujer adulta que se que tiene varios hijos, Woof Duncain un hombre ya algo viejo e incluso tiene una calva y Eriol Lowed un chico un poco mayor que yo que ganó los juegos hace unos años atrás. Ellos se encuentran parados en un lado del escenario mirando el público con pena pero al menos el muchacho intenta sonreir un poco ante las cámaras que televisan esto por todo Panem.
—¡Felices, felices, felices Juegos del Hambre a todos! —Exclama la mujer de antes con su atuendo en colores chillones que no combinan nada entré, ella aún mantenia la sonrisa de antes y había canturreado alegre durante todo el discurso del alcalde. —Estoy segura segurisima de que algunos no me conocen y se preguntarán a donde ha ido la presentadora anterior, pues avisarles que ella ya no estará más con nosotros, ahora estoy yo Opalwyse Treaeliser... —explica ella diciendo su nombre con mucho orgullo, en años anteriores estaba otra mujer que ya tenía arrugas en la cara y se las resaltaba con pintura dorada pero al parecer la habían reemplazado. —Su nueva anfitriona... —añade al instante y se creo un silencio incómodo entre la gente espectadora.
Desvió la vista del escenario para buscar a Vicer entre los chicos y cuando lo encuentro me doy cuenta de los aterrado que parece estar porque sabe que la selección pronto comenzará, él nota mi mirada y se relajo un poco, luego ambos volvemos a prestar atención al frente.
—Primero vamos a comenzar con nuestras queridas chicas. ¡Qué la suerte las acompañe a todas! —dice Opalwyse de forma chillona y en un tono que intenta imitar dulzura pero no lo logra, la mujer introduce su mano a la urna de cristal, sacando tres papelillos diferentes. —Me pregunto quien será la afortunada... —comenta a la vez que cierra los ojos, deja caer dos de los papeles y se queda con uno solo, alza los párpados dispuesta a leer el nombre.
Mi corazón se para ante el momento de tensión e intento convencerme de que sea lo que sea que esté escrito allí no es mi nombre. No es mi nombre, se qué no es el mio.
—Y nuestra tributo es... —comienza a hablar la mujer de nuevo dejando un deje de espectación agonizante entre todas las chicas. — ¡Aeverlah! ¡Tansid Aeverlah! —exclama como si estuviese cantando, alza el papel para mostrarlo al público.
Yo abro los ojos a más no poder tras escuchar mi nombre salir de su alargada boca, alzó la cabeza hacia donde estaba el escenario, siento mi cuerpo congelarse mientras mi mente me intenta decir que quizás he oído mal y que no soy yo a quien nombraron pero el reciente llanto de Maev a mi lado me confirma que si se refieren a mi.
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