𝕮𝖆𝖕 17 ❱ 𝖊𝖑 𝖕𝖆𝖘𝖆𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖙𝖆𝖗𝖔 𝖒𝖎𝖘𝖆𝖐𝖎 🌷༉
─Les voy a contar la historia de Misaki─ le dice Matsuyama a los chicos.
Los tres lo miran atentamente, esperando a que empiece a hablar. Hikaru mira al cielo.
─Yo lo conocí hace unos dos años, cuando teníamos diez años, y él se vino a vivir a Hokkaido con su papá. Se inscribió en la primaria pública de Hokkaido conmigo y mis amigos del equipo de fútbol. Misaki dijo que estaba interesado en entrar al equipo, y pues se lo permitimos, lo bien que hice, porque ese chico era un amor de persona, no sólo nos ayudó a mejorar nuestro rendimiento en el juego, sino también ayudó a uno de nuestros compañeros a ser bueno jugando para que sus padres le permitiesen seguir jugando fútbol con nosotros. Justamente, Misaki fue quien lo ayudó, y lo logró. Mitsuru estaba tan feliz gracias a él. Nosotros éramos muy buenos amigos...
─Misaki hacía amigos en cualquier lugar al que se iba a quedar, ese era su principal don. Es una pena, porque no duraba más de uno o dos meses en todas las escuelas a las que se transfería, su padre tenía que trasladarse mucho por su trabajo, y como consecuencia de eso, Misaki tenía que despedirse de sus amigos siempre, incluidos nosotros.
─Qué lástima, fue justo lo que me sucedió a mí, se fue a otra ciudad justo cuando nos hicimos amigos─ piensa Tsubasa.
─Ahora, ya les conté mi experiencia con Misaki, les voy a hablar de su vida, lo que a ustedes más les interesa.
Tsubasa, Ishizaki y Urabe se mantienen serios, esperando por esa información valiosa que quieren obtener.
─Cuando Misaki y yo nos conocimos, me contó que él era muy feliz con sus padres en su casa, con sus amigos del preescolar, y otros amigos que él tenía, las obras de su padre eran muy reconocidas en el país, y ellos vivían muy cómodamente, pero muy en el fondo, la relación de sus padres cada vez se enfriaba más y más, y eso lo angustiaba. Un día, el padre de Misaki tuvo un problema con una de sus obras, y empezó a beber, lo que enojó mucho a la mamá de Misaki, hasta un día se pelearon frente a él cuando solo tenía cinco años...
─¡Yo me voy a Tokio!─ exclamó Yumiko, la mamá de Misaki─Y me voy a llevar a Taro conmigo.
─¡No, por favor! ¡No te lo lleves, es mi hijo!─ le rogó Ichiro.
─¿Qué? ¡¿Estás bromeando?! No estás capacitado para cuidar de un niño, ¿qué tal si te emborrachas y lo golpeas?
─¡No lo haré, te lo juro!
─Taro, vámonos─ Yumiko tomó la mano de su hijo, pero Taro no se movió ni un centímetro─. Taro, vámonos─ repitió, pero el niño no le hizo caso, y corrió a los brazos de su padre para abrazarlo.
Ichiro estaba muy sorprendido, no esperaba que su hijo lo eligiera a él. Lo cubrió con sus brazos y lloró de alegría. Taro realmente amaba a su padre, y no quería dejarlo.
Yumiko terminó yéndose sola, totalmente en desacuerdo con dejar a su hijo en manos de ese alcohólico. Se fue a Tokio, muy lejos de su hijo. Mientras tanto, Taro e Ichiro se quedaron viviendo en esa casa por un tiempo, hasta que tuvieron que comenzar a mudarse una y otra vez de ciudad.
─Pero Misaki me confesó que a veces se sentía arrepentido por haber escogido a su padre─ sigue contando Matsuyama.
─¿Por qué? ¿Él le hizo algo a Misaki?─ pregunta Urabe.
─Nunca lo golpeó ni nada porque dejó de beber, pero Misaki lo percibía como un hombre egoísta, que no le importaba llevarse a su hijo a todas las ciudades del país, que no le importaba que él tuviera que cambiarse de escuela cada dos meses, lo que obviamente afectaba su rendimiento académico (aunque siempre conseguía la manera de pasar de año, él era muy aplicado y culto), y por sobre todo, que no le importaba que su hijo tenía que dejar a todos los amigos que hacía, y eso a Misaki no le gustó nada.
─¡Escúchame, papá! ¡Estoy harto de vivir como un nómade! Entiendo que te guste pintar, ¿pero no has pensado en tu hijo? ¿No has pensado en los sacrificios que tengo que hacer en la escuela y así? No me quedé contigo en lugar de mamá para esto...
─¿Y entonces por qué no te fuiste con ella?
─¿E-eh?
Ichiro estaba dándole la espalda a Taro, sin mirarlo y mirando, mejor, la ventana de la casa.
─¿Lo dices en serio?
No hubo respuesta alguna.
─Pues en ese caso, me iré con mamá.
Ichiro no emitió sonido alguno.
─No estoy bromeando, papá.
─Bien, si te quieres ir, entonces toma─ se dio la vuelta, se acercó a él y le dio un boleto de tren─. Ve a Shinjuku, en Tokio, la dirección de su casa está en este papel─ le entregó un papel doblado.
─¿M-me estás jodiendo, papá? ¡¿Vas a dejar que me vaya así sin decir nada?!
─Escucha, Taro, yo ya no me puedo hacer cargo de ti. Es mejor que hagas tu vida en otro lugar sin que alguien te esté arrastrando por todo el país a su antojo.
─P-pero...
Ichiro se dio la vuelta, y siguió mirando por la ventana.
─Va a nevar esta noche, te recomiendo que lleves un abrigo, porque están previstas temperaturas de menos diez grados.
Taro se enfureció por la indiferencia de su padre. ¡Se supone que su hijo se iba a marchar y a él parecía no importarle!
─¡Bien, como quieras! ¡Yo me voy ahora, te lo juro!
─Buen viaje. Ten cuidado.
Taro gruñó de la bronca que le provocaron esas palabras.
─¡Adiós, papá!─ y se marchó con una mochila donde metió dos o tres conjuntos de ropa, unos libros y algo de comer para el camino. En uno de los bolsillos de su abrigo tenía su boleto, y en sus manos cargaba su balón de fútbol.
Llegó a la estación y tomó un tren que lo llevó hasta Tokio. Durante el trayecto estuvo mirando los paisajes por la ventana, y pensando en cómo sería la vida con su mamá. Viviría en una ciudad muy desarrollada, en el centro económico del país, viviría en una casa fija, y podría estudiar en una escuela por más de dos meses, y quedarse con sus amigos. Ese era el sueño del pequeño Taro.
Se bajó del tren en la estación, y caminó hacia la casa de Yumiko, su mamá, cuando respiraba, podía ver su aliento, como si fuese el humo de un cigarrillo, con una temperatura de casi menos diez grados, es más fácil ver el aliento. Taro jamás había estado en Tokio, y con sus ocho añitos, se estaba congelando en las frías calles de la capital nipona.
Finalmente, llegó al lugar que indicaba el papelito que le dio. Era una casa grande con rejas, tan bonita como la suya.
─Mamá... ¿debería tocar?
No, no debería.
Se fijó por una de las ventanas, y se encontró con algo que no le gustó en lo absoluto...
Su madre y otro hombre que desconocía totalmente su existencia, estaban sentados en una mesa, llena de comida y regalos, y aplaudiendo mientras una niña pequeña soplaba las velas de un pastel de cumpleaños, con una gran sonrisa.
Yumiko tuvo una hija con otro hombre. Esa niña era su media hermana.
─Pe-pero qué...
─¡Yoshiko, eres mi niña especial!─ Yumiko la cargó en brazos y le hizo mimos, mientas la niña reía con mucha ternura.
Taro sintió cómo su corazón se hacía minúsculo. Su mamá los dejó a él y a Ichiro, e hizo su vida con alguien más. ¿Acaso ese señor era el reemplazo definitivo de su padre? Y lo más doloroso: ¿esa niña era el reemplazo definitivo de él como hijo? ¿Su madre olvidó su existencia? ¿Su madre dejó atrás todas las experiencias que tuvo como madre en su anterior familia?
Yumiko fue a cerrar las cortinas porque ya era muy tarde, pero no vio a su hijo mayor porque él ya se había marchado.
No, no pertenecía a esa familia. Ya no le pertenecía a Yumiko como su hijo, y eso le despedazó el corazón en miles de millones de pedazos.
Por más que Ichiro parecía no preocuparse por él en ocasiones, seguía siendo su padre: nunca se consiguió otra mujer para reemplazar a Yumiko, y nunca quiso tener otro hijo que reemplazara a Taro. Su padre se enfocaba mucho en sus pinturas porque eran lo único que tenía para subsistir, lo único con lo que Taro podía comer y tener todas sus necesidades básicas, y eso su hijo lo tenía que entender.
Regresó a Shizuoka en tren, y cuando llegó a la estación de trenes, congelado por el frío invernal, se encontró con su padre, cargando un paraguas por la nieve. Lo estuvo esperando aun con esas tan bajas temperaturas.
─Pa-papá...
─Taro...
Al niño se le llenaron los ojos de lágrimas, y corrió hacia su padre para abrazarlo con todas sus fuerzas y romper en llanto en su pecho.
─¡Papá!─ sollozó─¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!
─¡Taro, lo siento mucho! ¡No pensé que realmente fueras a regresar, creí que te quedarías con tu mamá!
─¡No, papá! ¡Ella nos reemplazó! ¡Ya no nos quiere!─ lloró más fuerte.
─Oh, mi hijo─ también rompió en llanto─. Gracias a Dios vine a buscarte. No me di cuenta de lo que estaba haciendo, te dejé irte a otra prefectura con sólo ocho años. Soy un padre terrible, merecías irte con Yumiko.
─¡No quiero! ¡Quiero quedarme contigo!
─¿Qué? ¿En serio?
─¡Yo te amo! ¡No importa si me tengo que quedar solo en casa por tu trabajo! ¡No quiero separarme de ti de nuevo!
Ichiro se alegró tanto por esas palabras, que siguió abrazando a su hijo en medio de la caída de nieve, y llorando con él. Si Taro prefirió quedarse con él, tenía que ser un buen padre.
Los dos fueron juntos a casa, y nunca más volvieron a pelear por una cosa así.
─Wow... eso debió haber sido muy duro para Misaki─ comenta Ishizaki con algo de lástima.
─Lo fue, su infancia no fue fácil, la separación de sus padres fue algo que marcó un antes y un después en su vida.
─Oye, Matsuyama, ¿sabes algo más sobre Misaki?─ le pregunta Tsubasa.
─Todo esto que les estoy contando fueron cosas que él me contó, previas a cuando nos conocimos. Ahora voy a pasar a otra cosa, mucho más fuerte...
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