🍎 Lactancia 📻
Trimestre 2: Cuatro
meses y medio.
Miraba desde su torre cómo los nuevos huéspedes se divertían con los actos de magia de Husk. Todos en el patio aplaudían. Admitía que se veían adorables, especialmente porque la mayoría eran niños demonios.
No creía que el proyecto tuviera éxito; pensó que vería el hotel derrumbarse pedazo por pedazo. Pero se equivocó. Al parecer, había demonios y pecadores dispuestos a buscar una segunda oportunidad, especialmente aquellos que tenían familia en el cielo o hijos aquí, como el vendedor de suministros del hotel, quien insistió en que aceptaran a su hija. Aún recordaba cómo se arrodilló ante Charlie y Lucifer, pidiendo redención para su pequeña adolescente de 13 años, mientras ella, asustada, se encontraba detrás de él.
De repente, frunció el ceño al estornudar, un gesto que provocó un dolor abdominal.
—¿Por qué ahora? —se quejó, cerrando la ventana y yendo a su cama para acostarse, tal como Husk le había indicado para evitar esos dolores. Poco a poco comenzó a sentirse mejor, suspirando de alivio—. Pobre de tu abuela, seguro tuvo que pasar por esto —acarició su vientre, recordando a su madre.
Estar en esta situación le había hecho recordar mucho a su madre. En todo momento, ella estaba presente, desde sus antojos hasta esos dolores; imaginaba a su mamá sufriendo lo mismo cuando él estaba en su vientre. Pobre de su madre. La admiración que tenía por la mujer que le dio la vida nunca había tenido límites, pero ahora aumentó.
Suspiró mientras aún acariciaba su vientre.
Escuchó que abrían la puerta y volteó sin asustarse, ya que se imaginaba quién podría ser.
—Vi que te asomabas por la ventana —dijo Husk al acercarse, evitando la sombra de Alastor. Alastor seguía siendo engreído y distante, pero su sombra se había vuelto muy cariñosa, tanto que siempre quería abrazarlo—. Controla a tu sombra.
Alastor rió—. Me temo que no puedo; esa cosa es independiente de mí —le divertía verlo espantar a una mosca.
Finalmente pudo deshacerse de la sombra y acercarse a su jefe.
—¿Por qué no sales?
—Ya sabes el porqué.
—Alastor, en serio, deja de recluirte; le hará daño al bebé.
—Ya me estás poniendo de mal humor con esa frase tan repetitiva.
—Es que es cierto.
—Digas lo que digas, no voy a salir. Si antes, cuando no se me notaba mucho el vientre, no salía, ahora menos lo haré —dijo, descubriéndose y mostrando su ya abultado vientre de cuatro meses y medio.
Husk soltó un gruñido, con ganas de golpear a su jefe.
—Mira —se interrumpió a sí mismo al observar la camisa de Alastor manchada en una zona específica.
—¿Te comió la lengua el rato, acaso, Husker querido?
—. . .tus. . . —No supo cómo decirlo, así que se tocó el pecho—. Aquí está mojado.
—¿Qué?
Alastor miró su pecho y notó que, efectivamente, estaba mojado. De inmediato se cubrió con su cobija, y Husk tuvo que cubrirse los oídos al escuchar la estática aumentar casi a su límite.
—¡Tranquilo! ¡Llamaré a Rosie!
Salió de la habitación para correr al teléfono y llamar a la mencionada, para saber qué debía hacer.
Husk observaba atentamente a Alastor mientras leía el quinto libro que Rosie le había enviado sobre el embarazo en pecadores. Alastor estaba tan concentrado, pasando página tras página, que no parecía notar nada más a su alrededor.
—Así que se llama calostro —dijo el demonio radio, embelesado por lo que leía—. Dice que mi cuerpo se está preparando para la maternidad. ¿Eso significa que tendré que amamantar?
—Eso parece.
—Mmm, no puedo creerlo —Alastor seguía leyendo—. Al parecer no tengo que alarmarme; es normal tanto para mamás humanas como demonios, aunque no es tan común. —Soltó una risa—. Bueno, estar embarazado del soberano del Infierno es extraño y surrealista.
—Totalmente. Aquí tienes lo que te mandó Rosie.
Husk le entregó tres cajas, que Alastor abrió con curiosidad. En su interior encontró unos círculos delgados con una especie de plástico por fuera, pegamento por dentro y ¿algodón?
—¿Qué son estas cosas?
—Según Rosie, son una especie de protectores para los pezones. Absorben la leche para que no manche tu ropa.
—Oh. . . interesante —dijo Alastor, maravillado—. Mi amiga Rosie realmente me ha salvado la vida.
—Aunque debes cambiarlos cada cierto tiempo, ya que se llenan.
—Entiendo. Dile a Rosie que le agradezco de mi parte —le sonrió a Husk.
—Ok, ya sabes que cualquier cosa me llamas.
Alastor asintió, y en su radio comenzó a sonar "Valse Sentimentale" de Tchaikovsky*. La melodía inundó toda la habitación y también el programa de radio, que había estado abandonado durante tres meses. Alastor se sentía contento.
Husk sonrió y salió de la habitación para darle a Alastor privacidad mientras se ponía las pezoneras.
Al bajar al vestíbulo del hotel, Husk vio a los huéspedes encantados con la melodía. Muchos se pusieron a bailar juntos, inventando un vals según su imaginación sobre cómo se podría bailar esa música. Sus amigos, sorprendidos, escuchaban los altavoces, e incluso Charlie estaba llorando de emoción al volver a escuchar la radio en el hotel.
La simple felicidad de Alastor había traído armonía al hotel.
Lucifer, por su parte, estaba igualmente contento y no pudo contener las ganas de correr a la habitación de su amado, con la esperanza de verlo. Sin embargo, los secuaces de Alastor lo detuvieron de inmediato.
—¡Alastor! ¡Por favor, abre! —logró esquivar a los secuaces y tocó la puerta. Alastor se alteró y consideró detener la canción, pero prefirió subir el volumen para ignorar a Lucifer—. ¡Alastor, perdóname! ¡Perdón si te hice daño o te incomodé! ¡Lo siento, pero por favor, abre!. . . solo. . . abre.
No recibió respuesta y sólo pudo llorar. Al mismo tiempo, Alastor comenzó a llorar también, cubriéndose la boca para que sus sollozos no se escucharan. Todo mientras abrazaba su vientre, pidiendo perdón a la pequeña criatura que crecía dentro de él.
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Valse Sentimentale - Tchaikovsky:
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