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⸻ O11


𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.

⚔️▐ olía a quemado.
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Mi cabeza voló hacia atrás, repentinamente temeroso de su visita.

Quiero decir, ¿así de la nada decidía hablar conmigo? No fue ninguna sorpresa la forma en la que me ignoraba nada más conocernos y la clara incomodidad que le resultaba decir mi nombre. Todo por su viejo padre, quien resultaba ser mi tocayo.

Como lo odiaba, de verdad.

Mi familia en la Ilíada no había vuelto a tener noticias de él tras su derrota contra la gran leyenda Percy Jackson, pero mi tío Tártaro me aseguró que hasta dentro de muchos siglos no sabríamos nada de él; mejor, siempre me decía, porque así no tenía que compararme con nadie realmente en vida.

Suspiré, escuchando ese molesto rechinar de ruedas avanzar hacia mí mientras sus palabras, que sonaban totalmente a una amenaza, rebotaban en mi cabeza.

—¿Y se puede saber de qué tenemos que hablar usted y yo? Sé que es el director de actividades y todo eso, pero... —Hice un gesto vago con la mano, que mostró mis uñas negras descoloridas y raspadas.

Eso era porque siempre me las rasguñaba, esa maldita manía que no me dejaba en paz.

Sin embargo, el hombre siguió arrastrando su silla hasta detenerse a mi lado. Miraba hacia el horizonte, a esa parte del lago que si bien no era la central, dejaba plena vista del paisaje boscoso e iluminado del bosque. El agua estaba cristalina y a lo lejos se escuchaban risas femeninas, pero abrazando mis piernas, me recordé tomar mi papel.

Un chico que ha perdido a su madre. Un chico reservado, callado, molesto, malhumorado, malhablado... y todas esas cosas que realmente no se diferenciaban de mi verdadero yo. Mi gabardina negra me abrazaba todo el cuerpo, desde mis hombros hasta mi estrecho y formado torso y aún así, sentía frío. Demasiado frío.

El cuello volvió a picarme, quise rascármelo, pero se vería raro. Por lo que me limité a morder el interior de mi mejilla, esperando a que el asqueroso cola caballo hablase. Lo odiaba. Odiaba todo lo que representaba y cómo ese rostro amable se dirigía a mí.

—¿Tienes a alguien afuera esperándote?

Esa pregunta me sacó de mis casillas, ¿acaso había venido con sonrisa fingida a comprobar la certeza de mi historia inventada? Esta vez removí mis botas de cuero sobre la húmeda brizna, mientras ladeaba la cabeza con una burlona sonrisa.

—¿Y ahora quiere saber sobre mi vida? ¿Qué quiere, Quirón? ¿Ser mi amigo? —Como esperando esa respuesta, soltó un sonido bajo la nariz que interpreté como una carcajada baja.

Pero no tardó en responderme, con ese mismo tono manso.

—Soy el director de actividades del campamento, joven Sweeney. La persona... a la que recurren todos los mestizos cuando están pasando por un mal momento, tienen dudas de su camino o simplemente para liberarse de algo pesado. Quiero conocerte —admitió, rascándose una barba peluda bajo su mentón—, porque ahora formas parte de este campamento.

Bufé por la nariz, pasando totalmente de estas tonterías. O al menos, lo que haría normalmente; pero el chico que representaba debía parecer trastornado, por el trauma, por el nuevo hogar, por los cambios en general. Suspiré seguidamente, para entrelazar mis manos todavía abrazando mis piernas. Olía a quemado todo este asunto.

—No hay mucho qué saber de mí —dije, queriendo tomar un tono raspado y tembloroso. Lo conseguí a medias—. Perdí a mi madre, fue culpa mía. Sé algunas cosas básicas de este mundo y la manera de defenderme, y poco más. He venido aquí porque no tengo otro lugar al que ir, ¿te basta con eso?

Asintió de inmediato, sopesando en mis palabras.

Yo relamí mis labios, a sabiendas de que esto me excusaría de mi pelea con la hija de Ares de antes; sobre todo porque dejaba un plano abierto a mis actuales habilidades de lucha cuerpo a cuerpo. Sin embargo, antes de poder agregar algo más, sentí un cambio en el aire.

Alguien estaba escuchando, alguien que claramente usaba la magia de sombras. Un sólo nombre apareció en mi mente: Nico Di Angelo.

Maldito enano, maldije en mi cabeza. Me había cogido por los huevos; porque por mucho que supiera que estaba tras nosotros, en el tercer árbol, tratando de pasar desapercibido y con la misma ropa de bien temprano..., se vería demasiado sospechoso que lo llamase, o que lo mirase por encima de mi hombro. Debía forzarme a seguir con mi papel, a ignorarlo y claramente, a mediar todavía más mis palabras.

Tuve cuidado, me removí en mi hueco mientras el centauro acomodaba su manta. Hacía más frío que nunca y sin pensarlo debidamente, volví a recordar a mis madres. Los golpes, los gritos y para cuándo me di cuenta, alcancé lo más cerca que tenía. Estaba volviendo a apretarme las clavículas. Dolía, pero, al menos, de alguna forma mitigaba lo que sentía.

Mis madres me mandarían al agujero o al mismo Tártaro, si llegaba a dañar esta misión. Si llegaba a descuidarme o confiarme demasiado.

—Siento mucho tu pérdida —mencionó el centauro, con voz baja, casi fundiéndose con el ulular del viento y las mareas que se removían a nuestro alcance.

Las risas parecían haberse esfumado por completo y era capaz de contar cada latido de mi corazón, cada respiración que hacía Nico y me volví a sentir abrumado. Aún así, formé una sonrisa seca, aceptando sus condolencias.

No dijimos nada por unos minutos, los más largos de mi vida y mientras yo trataba de evitar hacer alguna mueca, esperaba que se diera por vencido de querer unir lazos conmigo y de que se pirase. Sin embargo, no lo hacía. Apreté todavía más mi clavícula, en un oculto movimiento.

Viejo entrometido, maldije suavemente en mi mente, seguida de muchas más palabras feas. Algunas incluso impronunciables para un mestizo.

Por suerte, yo no era de esos.

—¿Sabes, joven Sweeney? Me recuerdas mucho a un alumno que tuve. Tienes el mismo deseo aferrado de apartarte de la gente, de hacer una bola todo y estar solo. —Eso atrajo mi atención.

Porque pensé que a lo mejor, si era un bocazas, podía ayudarme con mi segunda misión en plano. Lo miré, todavía sujetando mi clavícula, pero escondiendo parte de mi rostro por mi brazo derecho. Estreché mi mejilla contra ella para alcanzar mejor mi parte baja del cuello, de forma que me aliviase de saltar sobre el "lisiado".

—¿Así? ¿Y quién era? ¿Puedo conocerlo? Estoy seguro de que nos llevaríamos bien —añadí, jugando con él.

Pero... su rostro pasivo, doliente por el recuerdo, me lo dijo. No hicieron faltas más palabras y yo me quejé interiormente, porque esta insulsa conversación sólo me estaba llevando a otro cruce vacío. Estaba resultando bastante inútil el caballito.

—Se fue hace tiempo, pero muchos lo recuerdan todavía. Fue un héroe, ¿sabes? Aunque Percy también tuvo mucha parte de la gloria de ese momento... —El mitad-hombre sacudió la cabeza, para retomar un brillo más esperanzador sobre los ojos y añadir—: por cierto, hablando del rey de Roma, ¿qué tal te va con Percy ahora?

Suspiré con gracia, con ese chico nada era seguro. Más bien, era un dolor de cabeza.

Percy, en solo los dos días que lo conocía... era demasiado. Demasiado intenso, demasiado amable, demasiado entrometido y... Me recordaba tanto a mi Zack, que dolía más que nada. Me encogí más sobre mi hueco, soltando la clavícula que ya me escocía con fuerza. Observando en bajo mis dedos, descubrí que tenía sangre borgoña, oscura, sobre mis dedos y... Miré al centauro.

—Es un buen tipo. Me está ayudando en este nuevo cambio en mi vida y..., bueno, está bien. —Decidí no agregar más, a sabiendas de que el enano pálido seguía escuchando.

Quirón río por lo bajo, asumiendo que mis palabras decían menos de lo que se me cruzaba por la cabeza. Sus palabras volvieron a confundirme.

—No se te dan bien los sentimientos de las personas, ¿o me equivoco?

Fruncí el ceño, no logrando entender a qué se refería con eso ahora mismo. ¿Qué tenían que ver los sentimientos con el percebe? Aunque eso pareció responder su pregunta, porque volvió a reír para acariciar uno de mis hombros. Tuvo que inclinarse en la silla para hacerlo y me tensé nada más notar esa callosa mano sobre mi cuerpo, pero me obligué a permanecer en mi sitio.

—Cronos —dijo finalmente, casi con dolor en cada sílaba y respingué de la sorpresa—, sabes dónde encontrarme. Si alguna vez sientes que la situación te supera..., ven a buscarme, ¿lo has entendido? Ahora formas parte de mi familia, no llegues a pensar nunca que estás solo.

Pero es que lo estoy, respondí sin pronunciar las palabras y sin más, dio media vuelta con su silla algo forzosamente y me dejó allí, solo. Sí, porque justo en el momento en el que rodaba hacia la entrada del campo, Nico desapareció también.

Ahora sí, me tiré sobre la hierba húmeda, tratando de relajarme.

La clavícula me dolía, las palabras de Quirón me martilleaban en la cabeza y aunque no encontraba sentido a su pregunta de antes, decidí no martirizarme con algo que a la larga ni tendría importancia. Porque de todas formas, mis madres pensaban destruir este campamento; todos los campamentos de mestizos que pudieran existir por el mundo terrenal, acabar con los molestos dioses y gobernar lo que quedase.

Yo en sus filas, seguidor eterno como se me había destinado desde mi nacimiento.

Esa idea de enorgullecer a mis madres, de darle algo a lo que aferrarse y que me diferenciase desde que tenía memoria, me había atormentado durante años. Me había presionado demasiado; y las únicas dos veces que pude disponer de un tiempo para mí, fue cuando Zack entró en mi vida y ahora, lejos de la Ilíada.

Rodeado de un montón de personas que siempre han estado rodeados de lanas de algodón y algunos con traumas, sí, pero jamás comparados a los míos. ¿Alguno ha tenido que matar a la persona que amaba con todo lo que tenía, por traición? Seguro que no.

Extendí una mano sobre mi cabeza, observando el color negro que se desvanecía de mis uñas y la sangre de mis dedos índices; claramente la herida ya se había curado, pero ver ese color allí, esa marca, me revolvió las tripas. Me pregunté qué demonios estaba haciendo en este campamento, y si llegaba tan lejos el deseo de ser alguien para mis madres como para aguantarme quién sabe cuanto tiempo, este maldito estilo de vida.

Me pregunté si sería capaz de aguantar, si sería capaz de fingir hasta no poder más. Quizás explotaba, quizá lo hiciera de no tomarme una siesta.

Ah, entonces llegó la respuesta.

Estaba así de alterado porque necesitaba descansar de todo un poco, porque si no los ataques volverían, como mi estado imprevisible. La máquina de matar saldría y claro, no estaba todavía como para revelar el pastel ahora; sobre todo teniendo en cuenta que apenas tenía la masa preparada.

Cerré los ojos por unos momentos, tratando de convencerme que esta misión no duraría mucho. Que pronto podría alejarme de esos ojos verdes, que me perseguían como el fantasma de quien había perdido hace bastante.

Sin embargo, esa placentera siesta no duró ni dos segundos cuándo escuché una voz por encima de mi cabeza. Asustado, porque no me había dado cuenta de su presencia, abrí los ojos para encontrarme con los brazos cruzados bajo mi cabeza, a la razón de mi jaqueca.

Percy parecía realmente incapaz de dejarme solo.

—Escribe lo que sientes —me dice como si tal cosa, pasándome un cuaderno ligero de hojas blancas y un bolígrafo azul. Menuda sorpresa.

Lo ignoré, volviendo a cerrar los ojos, con pesadez. No traté de ocultar mi molesto bufido y ni siquiera pensaba contestarle, a ver si así entendía el mensaje; pero no, no lo hizo. Me dejó caer la libreta en el pecho, que tenía apostado en un borde el bolígrafo y me quejé del susto, otra vez.

¿Por qué no lo había detectado al llegar?

Mis manos agarraron los materiales, para apartarlos a un lado y rápidamente agarrando su brazo tendido, me incorporé para lanzarlo al suelo. Dimos un par de vueltas, él se quejó del golpe y de la sorpresa, y para cuándo abrió los ojos, me tenía encima suya.

Apoyé mis brazos a los lados de su cabeza, haciendo desaparecer mis marcas de sangre de mis dedos y mirándolo intensamente. Él respiró profundamente, entre risas, quizás intentando recuperar el aire por mi rapidez. Sus ojos verdes, más de cerca resultaban una droga. Una muy dolorosa.

Seguía teniendo frío, ¿verdad?

Nuestros pechos se movían acompasados, unidos, y mis piernas abiertas lo atrapaban bajo mi cuerpo. Pero no me sentía incómodo y detestaba no hacerlo. Era por esos malditos ojos, esos malditos ojos que me consolaron en la noche. Esos rulos claros que brillaban bajo la iluminación de media tarde, que destacan entre tanto verde del bosque.

—¿Quieres saber lo que siento, Percy? —Incluso decir su nombre, a pesar de ser mi segundo día en este maldito agujero, no resultaba una tortura.

Un agradable rubor se coló en sus mejillas altas y dejando sus brazos sobre su torso, sin protegerse, tranquilo y calmado como si no tuviera a su enemigo enfrente, como si sus instintos no lo alertasen de que podía matarlo en cuestión de segundos, me regaló una sonrisa arrebatadora. No, peligrosa.

—Quiero, Cronos. Para eso he venido —dice, sin dejar de mostrar esa sonrisa.

Sus cejas se fruncen justo al mismo tiempo en el que una de mis manos se movió, sin control, hacia uno de esos rulos rubios que me parecían tan sedosos, incluso a pena vista. Una de sus manos, de repente, acarició mi clavícula y me quejé en bajo.

Porque por mucho que no hubiera herida presente, el dolor estaba ahí. Siempre.

—No logro entenderte —menciona, con un tono de voz mucho más bajo que de costumbre.

Y cuando parece querer agregar algo más, mientras nuestros ojos se cruzan con fuerza, una voz femenina se escucha encima de nosotros.

—¿Percy? ¿Qué está pasando aquí?

Y al alzar la vista, me encontré con unos ojos grisáceos, centelleantes, y un cabello sedoso y rubio que caía sobre ondas sobre una cintura estrecha. Mierda, ¿por qué no dejaban de aparecer? Parecían moscas.

¿Y por qué odié que nos interrumpieran?

🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.

omggg nueva actu, omggg pero es que que hypeee. diooos, casi, pero no; es muy pronto. ajajaja, pero amo estooo, ¿saben quién es la chica? pronto más actuuus.

nos vemos pronto. <3

🪼🪸

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