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-𝙫𝙞. ᵇᵃᵇʸ


EL AROMA A COMIDA inundó mis fosas nasales, y rápidamente llevé un bocado a mi boca. Suspiré al sentir cómo el delicioso sabor recorría mi garganta, calmando mi estómago vacío. Antes de poder tomar otro bocado, alcé la mirada y me encontré con el doctor Hwang sonriendo hacia mí, con una expresión cálida que hizo que mi rostro se ruborizara de inmediato.

—Lo siento —dije apresurada, sintiéndome un poco avergonzada, mientras limpiaba las comisuras de mis labios con la servilleta—. Me emocioné por la comida.

—Está bien, debió ser difícil cuidarme —respondió con una leve sonrisa, señalando mi plato con un gesto amable—. Come todo lo que quieras. Si necesitas algo más, pídelo. Yo lo pagaré.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, pero logré responder con una sonrisa traviesa.

—Bueno, lo haré. Comeré todo lo que yo quiera —bromeé antes de meter otro bocado a mi boca, exagerando mi entusiasmo.

Él soltó una leve risa, aunque pronto su expresión cambió. Bajó la mirada y adoptó un tono más serio, lo cual me alertó.

—¿Por qué te echaron de casa? —preguntó de pronto, con una mezcla de curiosidad y cautela en su voz.

Su pregunta me tomó desprevenida, y sentí un nudo en la garganta. Bajé el tenedor, jugueteando con él nerviosamente antes de responder.

—Le dije a mi madre que quería tener al bebé —contesté al fin, tratando de mantener mi voz firme. Suspiré pesadamente y forcé una sonrisa que no llegaba a mis ojos—. Supongo que tomó su decisión.

Hyunjin asintió en silencio, como si intentara procesar mis palabras. Me tendió otra servilleta, señalando sutilmente mis labios, y no pude evitar preguntarme qué estaba pensando.

—Le daré al bebé mi apellido —continué, con un poco más de determinación en mi tono—. Seré su madre y su padre al mismo tiempo, y lo criaré bien.

Él me miró fijamente, sus ojos buscando los míos como si intentara leer lo que realmente sentía.

—¿Estarás bien? —preguntó suavemente, con un tono tan genuino que me hizo parpadear para contener las lágrimas.

Antes de que pudiera responder, sentí su mano cálida rozar mi mejilla. Suavemente, limpió una lágrima que había escapado sin mi permiso. Su toque era tan gentil que me dejó inmóvil, y un leve rubor cubrió mis mejillas. Toqué mi rostro, notando que había comenzado a llorar sin darme cuenta.

—Está bien —murmuré, esbozando una sonrisa temblorosa mientras intentaba convencerme a mí misma—. Convenceré a mi madre de alguna manera.

El ambiente cambió de inmediato cuando él suspiró profundamente.

—Me voy a casar.

Mi cuerpo se tensó, y el bocado que tenía en la garganta me hizo atragantarme. Comencé a toser, y él rápidamente me pasó un vaso de agua, el cual tomé con manos temblorosas mientras intentaba calmarme.

—¿Cómo? —pregunté finalmente, con la voz aún ronca por la tos.

Él suspiró de nuevo, esta vez con más peso, y me dedicó una mueca que apenas pasaba por una sonrisa.

—No te alarmes —dijo, como si eso fuera posible.

¿No me alarme? ¿Cómo podía decirme eso después de semejante revelación? Dios mío, este tipo sí que está loco. ¡Se va a casar y yo pasé una noche cuidándolo! Entonces recordé a la mujer que había entrado a su habitación, y todo encajó. Claro, debía ser su prometida.

Una opresión extraña apareció en mi pecho, como si alguien lo estuviera apretando con fuerza. Era similar a la sensación que tuve cuando vi a esa mujer cerca de él.

—¿Sun-hee? —su voz me sacó de mis pensamientos, y lo miré confundida.

—Es un matrimonio arreglado. No tienes que alarmarte.

Mi estómago se revolvió, y mi voz salió más temblorosa de lo que esperaba.

—¿Por qué me lo dices?

—No lo sé —admitió, dejando escapar un suspiro pesado mientras movía nerviosamente las manos sobre la mesa—. Sentí que tenía que decírtelo.

Miré el gran plato de comida frente a mí, pero el hambre había desaparecido por completo. Tomé mi bolso lentamente y me levanté, intentando mantener la compostura.

—Debería irme —dije en voz baja, haciendo una pequeña reverencia mientras notaba cómo él también se levantaba, luciendo confundido.

—¿Te vas? —su voz parecía ansiosa—. Pero aún no terminas.

—Mi abrigo ya debe estar listo. Gracias por la comida.

Casi corrí fuera del restaurante, sintiendo una maraña de emociones en mi pecho. Mientras caminaba hacia el elevador, escuché un grito femenino. Me acerqué con cautela y asomé la cabeza para encontrarme con la misma mujer que había visto en el hotel.

—¿La prometida de Hyunjin? —susurré, incapaz de contener mis pensamientos.

Ella hablaba por teléfono, o más bien, gritaba por teléfono.

—¡Claro que se va a casar conmigo! —exclamó, pateando el suelo mientras el eco de sus tacones resonaba en el pasillo—. Le dije que no era fértil y que sería un matrimonio sin hijos.

Exhaló con fuerza, pasándose una mano por el cabello de manera brusca.

—¡Por supuesto que no soy infértil! Una vez que esté casada, me embarazaré de él las veces que sea necesario para atarlo a mí. Luego veré qué hago, pero por ahora, así está bien.

Mi cuerpo se tensó al escucharla. Vaya que era inteligente. Pero también una completa zorra. Di un paso atrás inconscientemente, sintiendo una mezcla de horror y mortificación.

¿Hyunjin vivirá con ella por el resto de su vida?

Estaba a punto de girarme cuando choqué contra algo sólido, y casi caigo al suelo. Pero antes de que eso pasara, una mano firme me sujetó por la cintura, evitando mi caída.

Levanté la mirada para encontrarme con Hyunjin, quien tenía los ojos clavados en la mujer, reflejando una furia contenida.

Sin pensar mucho, tomé su mano y lo jalé conmigo, obligándolo a correr lejos de la escena. Me apoyé contra una pared, con él frente a mí, cubriéndonos de la vista de la mujer. Cuando ella pasó frente a nosotros sin notar nuestra presencia, sentí un alivio momentáneo y esbocé una pequeña sonrisa.

Hyunjin suspiró profundamente, todavía tenso. Se apartó de mí y trató de avanzar hacia donde estaba ella, pero me interpuse en su camino, impidiendo que lo hiciera.

—No vale la pena, Hyunjin. No ahora.

Volví a tomar su mano y lo guié hacia las escaleras de servicio. Mi respiración estaba agitada, como si acabara de correr un maratón, pero finalmente me detuve para mirarlo.

Él estaba soltando lágrimas silenciosas de ira, sus puños fuertemente apretados. Me puse frente a él y extendí mis manos para limpiar sus lágrimas con cuidado. Luego tomé sus manos y deshice su agarre antes de que pudiera lastimarse.

Su cabeza cayó sobre mi hombro, y un sollozo desgarrador escapó de su pecho. Sentí cómo sus manos temblorosas se posaban en mi cintura, pero no me moví. Lo rodeé con mis brazos, ofreciéndole el único consuelo que podía darle en ese momento.

—No quiero... no quiero casarme —murmuró contra mi hombro, su voz rota—. No quiero.

Suspiré, sin saber qué decir. Solo lo abracé más fuerte, permitiéndole desahogarse mientras sus lágrimas empapaban mi blusa. Estoy aquí, pensé. Por ahora, estoy aquí.

— No quiero, no me quiero casar. — Su voz era un susurro ahogado, cargado de una tristeza que nunca antes había visto en él. Su cuerpo temblaba contra el mío, y sentí como mi hombro comenzaba a humedecerse con sus lágrimas. — No quiero.

Me quedé en silencio por un momento, tratando de encontrar las palabras correctas, pero no había nada que pudiera decir para aliviar su dolor. En lugar de hablar, lo apreté un poco más contra mi cuerpo, dejando que mi abrazo fuera suficiente. Era extraño ver a alguien como Hyunjin, siempre tan compuesto y seguro, desmoronarse de esta manera.

— Hyunjin — Murmuré finalmente, acariciando su espalda con suavidad. Su llanto se fue calmando poco a poco, pero no se apartó de mi hombro. Sentí su respiración irregular contra mi cuello, y por un segundo, todo lo demás desapareció. No había promesas rotas, ni mentiras, ni compromisos forzados. Solo estábamos él y yo, compartiendo un momento que parecía casi demasiado íntimo para ser real.

— Lo siento. — Su voz sonó apagada, casi como si estuviera avergonzado. Se separó de mí lentamente, evitando mi mirada mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. — No debería haberte puesto en esta situación.

— No tienes que disculparte. — Negué con la cabeza, dándole una pequeña sonrisa. — No está mal sentirte así. No está mal pedir ayuda.


El aire frío de la tarde me golpeaba el rostro mientras caminaba fuera de una academia para adultos. La entrevista había ido bien, o al menos eso creía, pero no podía evitar sentirme ansiosa. Miré alrededor, observando a las personas apresuradas en la calle, perdidas en su rutina. Me detuve un momento para respirar profundamente, tratando de calmar mi mente.

Fue entonces cuando la vi. Mi madre estaba de pie frente a un taxi estacionado a unos metros de distancia, mirando alrededor como si buscara a alguien. Su presencia me sorprendió, y un extraño nudo se formó en mi estómago. No me había dicho que vendría aquí, y eso solo aumentaba mi inquietud.

Cuando nuestros ojos se cruzaron, ella no dudó ni un segundo en venir hacia mí. Su caminar era rápido, decidido, como si temiera perder algo importante. Antes de que pudiera preguntar qué pasaba, tomó mi mano con fuerza, su agarre era tan firme que casi dolía. Me arrastró hacia el taxi, abriendo la puerta sin soltarme.

— ¡Mamá! ¿Qué sucede? — Exclamé, sintiendo cómo la ansiedad crecía dentro de mí. Intenté resistirme, pero su determinación era más fuerte.

— Sube. — Fue todo lo que dijo, su voz era seria, casi imperativa. Sus ojos, normalmente cálidos y comprensivos, estaban llenos de algo que no podía identificar. Preocupación, tal vez. O miedo.

— Pero... — Intenté protestar, pero ella me lanzó una mirada que no dejaba lugar a discusiones. Con un suspiro resignado, entré al taxi y me acomodé en el asiento mientras ella cerraba la puerta detrás de mí.

El conductor nos miró por el retrovisor, esperando instrucciones. Mi madre le dio una dirección rápidamente, y él arrancó el auto sin decir una palabra.

— ¿Mamá, adónde vamos? — Pregunté, mi voz temblaba un poco. Pero ella no respondió. Sus manos estaban apretadas sobre su regazo, y sus ojos miraban fijamente por la ventana como si estuviera en otro mundo.

El trayecto fue silencioso, incómodamente silencioso. Mi mente corría, intentando adivinar qué estaba pasando. ¿Había ocurrido algo malo? ¿Por qué estaba tan tensa? Intenté preguntarle de nuevo, pero cada vez que abría la boca, ella simplemente me pedía que esperara.

Finalmente, el taxi se detuvo frente a un edificio blanco con un letrero que decía Clínica de la Mujer. Mi corazón dio un vuelco al leer esas palabras. Miré a mi madre con los ojos muy abiertos, buscando alguna explicación, pero ella seguía sin mirarme.

— Mamá, ¿por qué estamos aquí? — Mi voz salió más alta de lo que pretendía. El conductor nos miró de reojo, claramente incómodo.

El aire frío me golpeó con fuerza cuando salí del taxi. Todo en mi interior temblaba, pero no era por el clima. Era el peso de sus palabras, el dolor que llevaba dentro, y el terror de lo que estaba a punto de suceder. Su mirada, dura y decidida, perforó la mía como una daga, dejando claro que no estaba dispuesta a retroceder.

Ella me trajo aquí para abortar.
Para deshacerme de mi bebé.
De mi bebé.

— No quiero. — Mi voz salió rota, pero firme.

Su rostro se transformó al instante, pasando de la frialdad calculada a una mezcla de sorpresa y frustración.

— ¡Sal! — Ordenó con una dureza que me paralizó por un segundo.

No esperé a que repitiera. Salí del taxi casi tropezando y comencé a caminar hacia el estacionamiento, el corazón latiendo tan rápido que dolía. Mi única idea era huir, escapar antes de que pudiera obligarme a algo que sabía que me destruiría. Pero apenas di unos pasos, sentí su mano agarrando mi muñeca con fuerza, deteniéndome.

— ¡Entra o...! — Su voz temblaba, pero había una desesperación que no podía ignorar. — ¡Me morderé la lengua y me mataré aquí mismo!

Me giré para mirarla, horrorizada por lo que acababa de decir. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero también de una determinación que me asustaba.

— ¡Yo también moriré! — Grité con todas mis fuerzas, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi garganta, ahogándome. Las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro sin control. — Moriré si pierdo a este bebé. ¡Es mi bebé!

Ella se quedó en silencio por un momento, su mirada clavada en la mía. Luego, como si no hubiera escuchado nada, tomó mi mano con más fuerza.

— Bien, entonces podemos morir juntas. Vamos.

Tiró de mí hacia la clínica, pero me solté bruscamente, retrocediendo varios pasos.

— ¡Ya aborté! — Grité con la voz quebrada, limpiando las lágrimas que no dejaban de salir. — Iba a tener gemelos... Fui a abortarlos... y uno murió.

Su rostro palideció al escucharme. Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza mientras trataba de mantenerme de pie.

— Lo supo. — Susurré entre sollozos, mi voz apenas audible. — El bebé lo supo... y murió. Solo quedó uno.

Mi mirada buscó la suya, esperando, rogando, que entendiera lo que estaba tratando de decirle.

— ¿Cómo podría deshacerme de él cuando se aferra a la vida?

Por un momento, el silencio entre nosotras fue ensordecedor. Su rostro reflejaba una mezcla de shock y dolor, pero entonces, su expresión se endureció de nuevo.

— ¡Entonces encuentra a su padre! — Gritó, su voz temblando de rabia.

— ¡No hay! — Respondí, levantando la voz. — ¡Entiende, soy yo! ¡Solo yo!

— ¡¿Entonces qué hacemos?! — Su voz se quebró mientras comenzaba a golpearme el hombro con las manos. No eran golpes fuertes, pero el dolor emocional detrás de ellos era insoportable. — ¡Dime, Sun-hee! ¡¿Qué hacemos?!

Sus lágrimas caían tan rápido como las mías. Cada palabra, cada golpe, era como una daga que atravesaba mi corazón. Sentí que mis piernas fallaban, y caí al suelo de rodillas, incapaz de soportar más. Mi garganta estaba seca, y mi cuerpo temblaba incontrolablemente.

Ella dejó de golpearme, y después de unos segundos, sentí sus manos en mis brazos, levantándome con un cuidado que no esperaba. Por un momento, creí que había cambiado de opinión, que algo en mis palabras la había conmovido. Pero entonces habló, su voz más fría que nunca.

— Si no vienes conmigo a casa, nunca más te dejaré entrar.

Su sentencia fue como un golpe final. Levanté la cabeza justo a tiempo para verla darse la vuelta y caminar hacia la calle, su figura rígida y decidida mientras se alejaba. El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa, dejándome en el suelo, rota y sin saber qué hacer.

El camino de vuelta a casa fue silencioso. Mi madre no dijo una palabra, y yo tampoco tenía fuerzas para hablar. Mis lágrimas seguían cayendo de forma silenciosa, dejando un rastro frío en mi rostro. No podía siquiera mirar por la ventana, mis ojos se fijaron en el vacío mientras el taxi avanzaba lentamente por las calles iluminadas por la luz tenue de las farolas.

Mi cuerpo estaba agotado, como si cada emoción me hubiera drenado por completo. Antes de darme cuenta, mis párpados comenzaron a pesar, y el suave traqueteo del taxi me arrulló hacia un sueño ligero.

Estaba a punto de quedarme completamente dormida cuando sentí algo inesperado. Una mano cálida rozó mis mejillas, limpiando suavemente los restos de mis lágrimas. No abrí los ojos, pero podía sentirlo claramente. El roce era tan delicado, tan diferente de la desesperación y el enojo que había mostrado antes.

Luego, sus dedos se movieron con cautela hacia mi vientre. Aunque mi respiración era lenta y mi cuerpo casi inmóvil, sentí cómo su mano descansaba allí, sobre el lugar donde mi bebé se aferraba a la vida. Su toque era apenas un susurro, como si temiera romper algo frágil.

— Sun-hee... — Escuché su voz, un murmullo apenas audible, pero no distinguí lo que dijo después.

Una oleada de calor llenó mi pecho, y por un momento, el dolor y la tensión de antes se desvanecieron. Fue una sensación extraña, como si ese pequeño gesto estuviera diciendo todo lo que no podía expresar con palabras.

Entonces, sin querer, mi mente divagó hacia Hyunjin. No habíamos acordado nada, pero quería verlo mañana. Trabajaba en su oficina, y aunque no tenía un motivo concreto, quería verlo.

No entendía por qué. Después de lo ocurrido en el restaurante, de lo que escuchó sobre su prometida, y de cómo nos habíamos despedido, pensar en él me hacía sentir algo extraño, como si hubiera un peso que solo él podía aliviar. Tal vez quería comprobar que estaba bien... o tal vez solo necesitaba sentir que alguien, aunque fuera por un momento, no esperaba nada más de mí que simplemente estar ahí.

El taxi se detuvo frente a la casa, y el sonido del motor apagándose me sacó del sueño ligero. Abrí los ojos despacio, todavía sintiendo el rastro de su mano en mi mejilla y mi vientre. Pero cuando la miré, su expresión era tan neutral como siempre. Se bajó primero y, sin decir nada, abrió la puerta del taxi para que yo también bajara.

No sabía qué pensar, pero había algo en su silencio que parecía distinto. Algo que no sabía si debía tomar como una esperanza... o como un recordatorio de lo frágil que era nuestra relación ahora.

Hyunjin se sentó frente a mí con una taza de té en las manos, ofreciéndome otra con un gesto amable. El vapor ascendía lentamente desde la superficie caliente, llenando la habitación con un aroma relajante a jazmín. Apreté ligeramente mis manos alrededor de la taza, intentando calmarme después de la confusión que dejó mi madre al irse de repente tras recibir una llamada.

— Entonces quieres que le diga a tu mamá sobre tu avance, ¿no es así? — preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante, con una mirada que parecía genuinamente interesada.

— Sí — respondí con una pequeña sonrisa, asintiendo mientras giraba mi taza entre las manos — Asegúrate de que mi mamá no se sorprenda.

Hyunjin asintió, bebiendo un sorbo de su té, su semblante sereno.

— Así que tu mamá aceptó tu decisión — comentó con una leve sonrisa que iluminó su rostro — Me alegro por eso.

Suspiré, insegura. Aún me preguntaba si mi decisión había sido la correcta, pero me aferraba a la esperanza de que, de alguna manera, todo saldría bien.

— Sabes — murmuré, jugando con el brazalete en mi muñeca mientras mis palabras salían con cierta timidez — Me gustaría que fueras el médico de familia.

Hyunjin levantó la vista, claramente sorprendido por mi comentario. Sentí cómo mi rostro se encendía, temiendo haber dicho algo fuera de lugar.

— Siento que nadie conoce a mi bebé mejor que tú, y tú también sabes por lo que he pasado.

Su expresión era difícil de leer, y me apresuré a corregirme.

— Es solo una idea, entiendo si es algo incómodo para ti. No quiero ponerte en una posición complicada...

Antes de que pudiera continuar, me interrumpió.

— Está bien — dijo con una sonrisa cálida, inclinándose hacia mí como si quisiera asegurarse de que le entendiera — Nos hemos avergonzado lo suficiente uno frente al otro. Yo puedo ser tu médico.

Un leve alivio recorrió mi cuerpo, y justo cuando estaba a punto de responder, escuché unos toques en la puerta. Me giré hacia Hyunjin, que ya se había puesto de pie, una expresión tranquila aún en su rostro.

— Debe ser mi mamá — comenté, esbozando una sonrisa mientras me levantaba rápidamente para recibirla.

Hyunjin caminó hacia la puerta antes que yo, pero cuando esta se abrió, mi sonrisa desapareció al instante. No era mi madre.

Ahí estaba Jeongin, parado en el umbral con una expresión fría, casi desafiante. La tensión en el ambiente fue inmediata, como si el aire se volviera más denso de repente.

Hyunjin reaccionó instintivamente, dando un paso hacia adelante y posicionándose entre Jeongin y yo, su postura protectora dejando claro que no iba a permitir ninguna confrontación. Podía sentir la tensión en el aire, como si todo estuviera a punto de estallar. El frío en la habitación parecía envolverme mientras trataba de procesar la situación.

Jeongin se acercó a mí, pasando de largo a Hyunjin sin mirarlo siquiera. Su mirada estaba fija en mí, exigente.

— Sun-hee ¿Estás embarazada? — al ver que no respondí de inmediato, su voz se tornó más urgente — ¡Responde, ¿realmente estás embarazada?

Suspiré nerviosa, la incertidumbre apoderándose de mí.

— ¿Porque lo preguntas? Si estoy embarazada o no, no tiene nada que ver contigo.

La risa sarcástica de Jeongin fue como un puñal directo al corazón. Su actitud no hacía más que aumentar mi incomodidad.

— Así que es verdad ¿Soy el padre?

No respondí, no podía. Si le decía que era él, me obligaría a tomar decisiones que no quería.

— Te estoy preguntando — insistió, su tono ahora más duro, sus ojos reflejando furia. Negué con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras. — Si no soy el padre, ¿por qué tu mamá y tu hermano vinieron a buscarme?

Me tomó bruscamente de los hombros, agitando mi cuerpo levemente, y la incomodidad creció a medida que mi respiración se volvía más errática. Hyunjin se acercó a él, su presencia aumentando la tensión en la habitación.

— Suéltala.

Jeongin volteó la cabeza hacia Hyunjin sin soltarme, pero se detuvo al verlo, como si no supiera cómo manejarlo.

— Ah, eres tú otra vez, no te metas.

Volvió a mirarme, apretando su agarre con más fuerza, provocando que soltara una mueca de dolor.

— No puedes salirte con la tuya, ¿por qué no me dijiste? — dijo mientras me sacudía por los hombros, casi como si me culpabilizara por algo que no había elegido. — ¿Quieres arruinar mi vida?

Hyunjin, al ver mi dolor, no dudó en tomar acción, acercándose rápidamente para detenerlo.

— ¡Fue suficiente!

Jeongin se soltó de su agarre y asintió, visiblemente molesto, pero al mismo tiempo sorprendido.

— Esto es bueno — me miró con una mezcla de desdén y furia. Luego miró a Hyunjin. — Bien, doctor stalker, hazle un aborto.

Mis piernas temblaron y mi cuerpo se paralizó por un momento. Sentí como si el aire fuera absorbido de la habitación, como si mi alma hubiera salido de mi cuerpo. Hyunjin se quedó de piedra por unos segundos, pero luego sus ojos brillaron con una mezcla de sorpresa y enojo.

— ¡¿Quién eres tú para decirle eso a mi bebé?! — grité, empujándolo con la poca fuerza que me quedaba, pero el solo me miró con desprecio. — ¿Quién te da el derecho de hacer eso?

— ¡Tú, bebe una mierda! — me apuntó furioso, y luego miró a Hyunjin. — Ese es mi bebé y quiero que lo abortes.

— ¡No es tu bebé! — grité, poniendo mis manos en mi vientre, casi como un instinto protector. Traté de alejarme de Jeongin, pero él se acercó aún más.

— ¿Entonces de quién es? — me miró con una expresión retorcida. — Me tomó una eternidad hacer un movimiento contigo, si no fuera por mí, ¡¿De quién es?!

Bajé mi mirada al suelo, sintiéndome atrapada, incapaz de seguir negando lo evidente. La verdad me pesaba.

— Es mío — la voz de Hyunjin resonó en la habitación como un eco. Levanté mi mirada, sorprendida, viéndolo mirar con rabia a Jeongin.

Se acercó rápidamente a mí, colocando su brazo alrededor de mis hombros y atrayéndome hacia él. Su mirada se suavizó por un momento, y pude ver la protección que me ofrecía, aunque aún estaba cargada de enojo.

— ¿No me escuchaste? ¡Yo soy el padre de su bebé y te prohibo acercarte a él o su madre!

Jeongin me miró sorprendido y luego dirigió su mirada hacia Hyunjin, quien me abrazaba más fuerte.

— ¿Qué dijiste?

Sentí mi corazón latir rápidamente en mi pecho, mi cuerpo temblando mientras mis piernas casi no me sostenían. Entonces, el sonido de la puerta abriéndose de golpe me hizo voltear. Mi madre apareció, mirando confundida a Hyunjin, su rostro cambiando al instante al ver la situación.

Se acercó rápidamente, empujando a Jeongin de un lado y abalanzándose sobre Hyunjin, separándome de él con una fuerza sorprendente.

— ¡¿Qué dijiste, desgraciado?!

Comenzó a golpear a Hyunjin, quien intentaba protegerse, cubriéndose con los brazos mientras trataba de defenderse.

— ¡Mamá, para!

— ¡Déjame ver tu rostro de lombriz! — mamá parecía sorprendida, como si ya lo conociera. — ¡Tú! Te arrancaré el cabello y haré sopa con tus huesos.

La escena era tan caótica que no sabía si reír o llorar. Mi madre comenzó a jalarle el cabello repetidamente, provocando que Hyunjin se agachara, intentando liberarse.

Me acerqué para separarlos, pero solo conseguí ser empujada al sillón, cayendo sobre Jeongin que aún estaba allí, sin saber cómo reaccionar.

La puerta se abrió nuevamente, y Sun-gyeol entró, visiblemente confundido.

— ¿Mamá? ¿Estás golpeando al tipo equivocado?

Señaló a Jeongin con una mirada incrédula. Yo sentí que me moría de vergüenza.

— No es ese, tonto — mamá se acercó a Sun-gyeol, señalando a Hyunjin. — Él es el padre del bebé.

Sun-gyeol parecía confundido, mirando a Hyunjin y luego a mí. La situación no dejaba de volverse más surrealista.

— Pero si salió con él por un año, ¿cómo va a ser su padre?

Jeongin se levantó de golpe, asintiendo con rabia a lo que Sun-gyeol había dicho.

— ¡Exacto! Sun-hee, ¿te acostaste con él a mis espaldas? ¡¿Me engañaste con él?!

Esto era demasiado, no podía soportarlo más.

— ¡Tú fuiste quien la engañó! — Hyunjin gritó, atrayendo la atención de todos.

Jeongin intentó acercarse, pero mamá le lanzó una mirada fulminante, lo que hizo que se detuviera y se alejara avergonzado. La tensión seguía en el aire, palpable y difícil de soportar.

Mamá, agotada de todo lo ocurrido, cayó de rodillas al suelo, incapaz de mantenerse de pie. Sun-gyeol y Hyunjin se apresuraron a sostenerla, intentando calmarla.

— Gyeolggy, lleva a mamá a casa — le dije, viendo cómo Sun-gyeol se negaba, dispuesto a quedarse con ella. — ¡Llévatela ya! No quiero que se muera del susto.

Sun-gyeol asintió nervioso y se la llevó, dejándome sola con Hyunjin y Jeongin.

Volteé hacia Hyunjin, quien ahora estaba despeinado y agotado, como si todo esto lo hubiera drenado por completo. Se dejó caer en uno de los sillones.

— ¿Cuánto tiempo han estado saliendo? — Jeongin preguntó, y sentí cómo su voz cortaba el aire. Miré a Hyunjin, quien me observaba sin saber qué responder, como si cada palabra se le quedara atorada en la garganta. — No intercambien miradas, es escalofriante.

Rodé los ojos, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros. La incomodidad en la habitación era palpable, casi como si el tiempo se hubiera detenido.

— ¿Cuánto tiempo se han estado acostando?! — Yang volvió a insistir, su tono alterado ahora más fuerte, exigiendo una respuesta que no estaba lista para dar.

Hyunjin, al escuchar la acusación, se levantó de un salto, su rostro lleno de determinación, dispuesto a enfrentarlo. Pero antes de que pudiera dar un paso, lo detuve colocando una mano sobre su pecho, obligándolo a dejarse caer nuevamente sobre el sofá. La frustración en su rostro era evidente, y peinó su cabello con desesperación.

— Tú me engañaste primero. ¿Por qué eres tan inmaduro? — cruzó los brazos sobre su pecho, su tono cortante y desafiante, como si ya no soportara más la tensión.

— ¿Inmaduro? ¡Me engañaste y ahora me echas la culpa? ¡Eres una...! — Jeongin gritó, pero no terminó la frase, como si las palabras no pudieran salir de su boca.

Antes de que pudiera continuar, Hyunjin reaccionó rápidamente, levantándose nuevamente y colocándose detrás de mí, interrumpiendo a Jeongin con una furia contenida.

— ¡Oye, Yang Jeongin! — Hyunjin gritó, su voz retumbando en la habitación, llenándola de una intensidad inesperada.

— ¡¿Cómo fue que te entregaste a él en tan poco tiempo?! — Jeongin se alteró aún más, señalándonos a ambos con una mezcla de incredulidad y furia. Su mirada se movía de Hyunjin a mí, como si tratara de comprender lo que estaba sucediendo.

Me crucé de brazos, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear dentro de mí, y una sonrisa amarga se dibujó en mis labios.

— Fue amor a primera vista — respondí, y al decirlo, casi me convencí de lo absurdo de la situación. Dios, debía haberme vuelto loca.

— Me enamoré de él y decidí entregarle todo — agregué, como si fuera la frase definitiva que sellaba el caos en el que me encontraba. Pero lo que dije me sonó a una excusa vacía, algo que me repetía para tratar de creer en ello.

Jeongin forzó su mandíbula, la tensión en su rostro se hizo más visible, y antes de que pudiera decir algo más, salió de la habitación, azotando la puerta con tal fuerza que el sonido reverberó en la casa. Mis piernas, que apenas podían sostenerme, cedieron de inmediato, y el aire volvió an mis pulmones como un golpe de realidad.

— ¿Por qué? — Hyunjin preguntó, su voz ahora suave, cansada, como si el peso de todo esto lo estuviera aplastando también.

Lo miré, confundida, incapaz de encontrar una respuesta que tuviera sentido. ¿Por qué había hecho todo esto? ¿Por qué me había entregado a él?

— ¿Por qué me hizo su amante? ¿Entregarme todo? Sí, claro

La frustración y la rabia se mezclaban con mi incredulidad. No podía creer lo que estaba pasando, como si todo hubiera sido una pesadilla.

Lo miré con indignación, mis brazos cruzados sobre mi pecho como una barrera, aunque sabía que no me protegía de nada.

— ¡Tú te hiciste padre del bebé! — exclamé, casi gritando, sin poder controlar el torrente de emociones que me invadían. — ¿Qué hago, voy con ellos y les digo que era mentira?

Hyunjin se quedó en silencio por un momento, antes de tomar mi bolso con una calma que contrastaba con el caos a su alrededor. Me lo entregó sin decir palabra, pero sus ojos reflejaban algo que no supe descifrar.

— Buena idea — respondió finalmente, sin una sonrisa, sin consuelo, como si su propia batalla interna lo hubiera dejado sin fuerzas. — Ve y diles la verdad.

Lo miré con furia, el cansancio abriéndose paso en mi cuerpo, y luego lo vi dejarse caer en el sofá, su cuerpo agotado, como si todo esto lo hubiera consumido también. No sabía si sentir lástima por él o por mí misma.

— ¿Haces un desastre y quieres que lo limpie? — murmuré, mi voz temblorosa pero llena de sarcasmo. — No puedo decirles eso.

Hyunjin asintió con resignación, sus ojos cerrándose por un momento, y luego me hizo una señal para que me fuera. Era como si él mismo hubiera renunciado a todo, dejando que todo se desmoronara a su alrededor.

— Les digas o no la verdad, solo vete por ahora — dijo con una calma triste que no me esperaba de él.

Tomé un cojín del sofá, con la rabia burbujeando dentro de mí, y lo lancé hacia él con fuerza. Hyunjin intentó cubrirse, levantando el brazo para bloquear el golpe, pero el cojín lo alcanzó en el hombro. Me miró sorprendido, como si no esperara mi reacción. Un brillo de incredulidad cruzó su mirada, pero no dijo nada. Lo observé por un momento, el enfado y la impotencia mezclándose en mi pecho.

El cojín cayó al suelo mientras yo salía de la habitación, azotando la puerta con todas mis fuerzas. El sonido de la puerta cerrándose de golpe pareció aliviar un poco la presión en mi pecho, aunque no me sentía en paz.












































































───── 𝗔𝘂𝘁𝗵𝗼𝗿'𝘀 𝗡𝗼𝘁𝗲.! ⋆

• hola 😅😰🥰

• yo después de mil años

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• yo se q me extrañaron y si votan por "The Island" les actualizo pasado mañana 😈😈

• tranquilos chicos todavía faltan unos 50 capítulos, todo puede salir o muy bien o muy mal🔥🤪

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#NOLECTORESFANTASMA

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