𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗜
Todo comenzó hace milenios, en la gran morada de los dioses, el Olimpo.
En ese entonces todo era perfecto, mis padres gozaban de un matrimonio feliz, mi padre aun no comenzaba a engañar a mi madre, eran muy diferentes a como probablemente los conozcas.
Fui la primera de sus hijos, la primogénita de los reyes del Olimpo. En ese entonces mi padre y tíos continuaban quitando a los titanes de la faz de la tierra, por lo que mi padre, ni bien nacer, me dejó al cuidado de un grupo de ninfas confiando en que me mantendrían a salvo.
Crecí con visitas al Olimpo. Me gustaría decir que cada vez que iba era recibida como una princesa, con abrazos y reverencias. Sin embargo, eso fue solo los primeros tres años. Durante ese corto periodo de tiempo ni bien mis padres me veían corrían hacia mi, me abrazaban y decían cuánto me habían extrañado. Las ninfas que me llevaban se retiraban y pasaba hasta una semana con mis padres, siendo mimada y viviendo como realeza.
Sin embargo, repentinamente todo cambió.
Había ido al Olimpo luego de cumplir los cuatro años. Había comenzado a ir por mi cuenta, me habían salido unas alas en la espalda que, según las Moiras, me servían para volar y transportarme a mayor velocidad. Las disfrutaba al máximo, pese a las advertencias de mi madre de que anduviera con cuidado porque podía herirme.
Lo primero anormal que hubo ese día fue que no fui recibida por ninguna ninfa de mi madre que me guiara al templo de los reyes, por lo que no me quedó otra que ir por mi cuenta a la recamara de mis padres.
A medida que avanzaba escuchaba los gritos coléricos de mi madre. No eran gritos sin sentido, eran nombres, nombres femeninos.
"Dione"
"Eurínome"
"Mnemosine"
"Maya"
"Demeter"
Me detuve al escuchar el nombre de mi tía preferida. Sentí que el aire se iba de mis pulmones por un momento, pero seguí avanzando.
Toqué la puerta, y los gritos se callaron. Entré a la habitación, y lo primero que vi fue a mi madre, Hera, con el rostro rojo y los ojos llenos de lágrimas. Más atrás, de pie en la entrada del balcón del cual se podía ver todo el Olimpo, estaba mi padre con un rostro tan serio que jamás había visto.
-Mi bello ángel- la voz de mi madre había cambiado, ya no eran gritos coléricos, sino su voz suave y sedosa que utilizaba cada que hablaba conmigo o con Iris, su fiel mensajera y una de mis niñeras mientras estaba en el Olimpo.
-Madre- corrí hacia ella y la abracé, odiaba que llorara. No me gustaban las emociones negativas, en ese entonces era demasiado inocente.
-¿Y a tu padre no lo abrazas?- mi padre también había cambiado su voz. Iba a correr hacia él, pero mi madre me retuvo, sosteniéndome del brazo.
-No te acerques a él, Angelos. No quiero perderte.
No comprendí a qué se refería, mi madre rara vez era tan dramática, y cuando de mi padre se trataba, ella movería cielo, mar y tierra para verlo con una sonrisa en la cara. Mi madre amaba demasiado a mi padre, y estaba segura de que daría lo que fuera por verlo feliz.
Pero ahora, al ver esa mirada de odio y determinación flameante en sus ojos, dude de aquello.
-¿Qué sucede, madre? ¿Por qué no puedo saludar a padre?- inquirí, pero me arrepentí de hacerlo. La mirada destellante de mi madre se dirigió de vuelta hacia mi padre, con más odio que nunca.
-Exacto. Zeus, cuéntale a tu hija que sucede.
Mi padre lucía nervioso de verdad, mucho más que cuando debía visitar el reino de Hades. En ese momento noté una mancha rojiza en su túnica blanca pulcra, resaltando como sangre en la nieve.
En ese momento no lo comprendí, pero mi familia perfecta se estaba cayendo a pedazos gracias a mis padres, y yo era el primer peón en su titánico juego de ajedrez.
-No sucede nada, Angelos, solo tu madre siendo dramática, eso es todo. Hera, suelta a la niña, que venga a saludar a su padre.
Mi madre lejos de soltarme me apretó más el brazo, logrando que comenzara a dolerme. Actúe por instinto, tratando de alejar mi brazo de su mano.
-¡¿Eso es todo?! Tú destruiste esta familia, ¡Acabas de condenar la vida de mi pequeña, todo porque no pudiste mantenerlo en tus pantalones!- me quedé quieta con el grito, pero volví a tratar de zafar mi brazo. Comencé a sentir las pequeñas lágrimas de dolor y pánico amontonarse en mis ojos
-¡Madre! Suéltame, me haces daño- sollocé, ella pareció volver a sí misma y me miró con una mezcla de terror y pánico.
Me soltó enseguida y me tomó en brazos, mirando mi muñeca con la marca de su mano en un tono rojizo.
-Lo siento tanto mi niña. Lo lamento mucho, no fue mi intención- beso mi frente y secó mis lágrimas con su dedo -es solo que... Espero entiendas, mi dulce Angelos, que tu padre destruyó nuestra familia. Nos lastimó a mí, a ti y al bebe que llevo en mi vientre.
Mi padre pareció quedarse muy quieto, como una estatua. Más tarde se me ocurriría llamar a aquel estado "shock", en honor a como parecía estar Zeus.
-¿Esperas un bebe?- murmure, luego comprendí. ¡Tendría un hermano o hermana menor! Recordaba como hace tres o cuatro meses había visitado a mis padres, y le dije a madre que deseaba tener un hermano menor para jugar. Tal parece, que Tique me había escuchado y sonreído.
-Así es, mi dulce niña. Hace dos semanas fui con el oráculo, y descubrí que será una niña. ¿Cuál te gustaría que fuera su nombre?- mi madre parecía disfrutar del sufrimiento de mi padre, pero yo no tanto. Aún recuerdo la historia de como eligieron mi nombre. Convocaron a cada dios y diosa en el Olimpo y estos tuvieron que opinar nombres para la primogénita de los reyes. No fue hasta que Hestia comento el nombre Angelos que los dioses fueron liberados y los reyes decidieron que su primera hija se llamaría como el ángel.
-Me gusta Ilitía, el nombre representa uno de tus dominios, la maternidad- murmure -padre, ¿A ti te gusta el nombre Ilitía?
-Me encanta princesa, porque lo escogiste tú- se acercó a nosotras y me beso la frente en señal de saludo.
-¿Porque madre, colérica, gritó el nombre de mi tía Demeter?- no pude aguantar la pregunta. Acabe con el momento feliz, y mi madre bajó la mirada.
-Tu padre se... Atrevió, a crear una bastarda con Demeter, a la que llamaron Kore. Pero no alarmes, Angelos, ella no tendrá contacto alguno contigo ni con nadie. Crecerá feliz rodeada de flores en Sicilia, lejos de todos los dioses, lejos del Olimpo, lejos de nuestro hogar.
-¿Padre te engaño con Demeter?- pregunte, mirando a mi padre con nuevos ojos. Mi madre soltó una risilla irónica.
-No solo con Demeter, mi niña. También lo hizo con ninfas y diosas. ¡Yo, la reina del Olimpo, teniendo que aguantar tal falta de respeto en mi propia casa!
Nunca había visto esa faceta en mi madre, tan cínica y peligrosa, ni esa forma de ser de mi padre, ahora desvergonzado e infiel. Esos ya no parecían mis padres, que se amaban a pesar de todo, ahora parecían dos extraños tirándose trapos sucios entre ellos.
Hice lo mejor que se me ocurrió, correr fuera y volver a la colina con las ninfas, alejarme por un tiempo de mis padres y dejar que el pleito cesara.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro