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໒✦❫⋮ Confusión

Jaebeom tragó saliva pesadamente, mirando como Soyeon salía sin más del salón. Se llevó una mano a la frente, sobando la zona momentáneamente, intentando sobrellevar la situación.

—¿Hyung?

La pequeña voz de Youngjae llamó su atención, y lo miró, encontrándose con los ojitos contrarios que parecían no entender lo que estaba sucediendo. Respiró hondo, y posó una de sus manos sobre el hombro del menor con suavidad. —Necesito que te vayas a casa, ¿sí?

—Pero, hyung... —el chico apretó sus labios, mirando a Jaebeom sin saber exactamente qué sentir—. Yo, mhm, lamento si le causé problemas.

Jaebeom negó. —No ha sido tu culpa, fue más mía —rascó su nuca, y luego se acercó hasta su mesa para recoger su maletín y sus cosas. Avisaría en dirección que debía irse y no podía completar su jornada laboral. Miró nuevamente a Youngjae, y se sintió pésimo, no queriendo abandonarlo—. ¿Aún tienes para irte en autobús, no? No te vayas a subir a un taxi.

Youngjae bajó la cabeza y asintió, jugando con sus deditos de forma distraída. Jaebeom asintió, no muy seguro, y salió del salón en dirección a la sala de profesores para avisar de su salida, con la mirada de Youngjae sobre su espalda. El chico suspiró, y miró sobre la mesa el almuerzo que había preparado ese día para Jaebeom y que este había dejado sin más.

Mordió su labio, y lo tomó, sintiéndolo aún tibio entre sus manos. Se había abrazado a el durante todo el trayecto en busca de que no se enfriara para que su hyung comiese bien, sin embargo no sirvió de nada, puesto que este ni siquiera lo había abierto. No había visto su arroz decorado con varios vegetales, ni su carne picada en trozos perfectos. Tampoco había visto que había preparado su caldo favorito, y que en un envase a parte estaban unas cuantas galletas que había horneado precisamente ese día. 

Su labio tembló levemente, y su vista se hizo algo borrosa, apretando con pesar el almuerzo contra su pecho. Parte de su vida se basó en sí mismo intentando hacer las cosas bien para que las personas pudiesen ver más allá de sus incontables defectos. Con padres que lo denigraban a cada rato, recordándole día y noche lo inservible e inútil que era, Lim Jaebeom era una gran bocanada de alivio. Su hyung parecía no ver nada malo en él, todo lo contrario, cada día se empecinaba en recalcar cada una de sus virtudes, de lo fuerte que era, de que valía más por ser una persona y no por su naturaleza Omega. 

Aferrándose a la única persona que por primera vez lo veía con buenos ojos, su corazón no pudo evitar sentir un pinchazo de tristeza y desilusión; tristeza por verlo irse, desilusión por creer que era importante para el mayor.

—Quizás y solo me dejé llevar por el momento —murmuró, encogiéndose de hombros—, quizás y tener a hyung preocupándose por mí me hizo olvidar que también tenía una vida por fuera... que tenía una bonita novia Beta que luce perfecta a su lado —limpió las esquinitas de sus ojos, quitando aquellas lágrimas traviesas que se habían acumulado—. Solo soy un niño tonto que se dejó llevar por sentir cariño por primera vez en su vida.

Aquello no hizo más que dolerle, y que aquellas lágrimas que había limpiado sean remplazada por muchas más. Se sentó en el suelo, y dejó la comida a un lado, tapando su rostro con sus manos para ocultar su expresión lastimada y acallar sus sollozos al saber que había sido abandonado nuevamente.

Justo ahí se sintió más tonto que nunca, porque se suponía que debía estar acostumbrado a eso.

🌼✨💜✨🌼

Jaebeom salió de la universidad con apuro, encontrando a Soyeon apoyada contra la puerta de su auto. Respiró profundo antes de encaminarse hasta ella, recibiendo una mirada fría y enojada de su parte. La entendía, y no iba a pretender apaciguar su enojo tan rápidamente porque sabía que el que se había equivocado no era otra persona más que él mismo.

—¿Por qué tardaste tanto? —cuestionó Soyeon una vez lo tuvo al frente—. ¿Acaso te quedaste a comerle la comida?

—Fui a avisar en dirección de que me iba a ir —respondió fastidiado, no tolerando la burla de Soyeon—. Te recuerdo que estoy en el trabajo, y si me estoy saliendo ahora mismo es para solucionar las cosas, no para discutir más. 

La mujer rodó los ojos, no agregando nada más. Jaebeom le quitó el seguro a las puertas, y Soyeon se adentró en el asiendo del copiloto, siendo seguido por Jaebeom quien tomó asiento en el puesto del piloto. 

—Uhg, baja las ventanas —se quejó, colocando una mueca de asco—. Hasta este carro tiene ese repugnante olor.

Jaebeom frunció el ceño. —Es olor de rosas, Soyeon. ¿Cómo ese olor sería repugnante? Que yo recuerde es tu flor favorita.

La recién nombrada lo miró incrédula, alzando una ceja con muchísimo más enfado que antes. —Mi jodida flor favorita es el crisantemo, Jaebeom.

Bien, había sido un mal momento para olvidar la flor favorita de su novia. 

Encendió el auto y bajó las ventanas de este con mucho pesar, —a él sí le gustaba el olor a rosas que destilaba Youngjae— emprendiendo marcha para salir de la institución. De su mente no salía Youngjae, y es que se sentía preocupado por haberlo dejado solo, incluso le daba algo de pavor saber que se iría nuevamente a casa en transporte público. No era un niño, lo sabía, pero no podía evitar preocuparse por él de esa manera. También se sentía mal, y es que el menor había ido hasta la universidad por él, pero no podía dejar ir de ese modo a Soyeon, su novia de años. 

Se había sentido entre la espada y la pared, pero su lado razonable escogió a la mujer, no queriendo perder su establecida relación, ignorando a su corazón que sufría con el solo pensar de abandonar a Youngjae. Incluso en aquel momento se estaba arrepintiendo, pero la decisión estaba tomada; no podía perder a Soyeon. Sin embargo se cuestionó a sí mismo, ¿no podía o no quería? ¿realmente no quería perder a Soyeon o no podía perderla? ¿fue hasta ella porque quería o era una obligación tenerla con él?

Sacudió la cabeza, intentando desviar todos aquellos pensamientos. Era claro que había ido detrás de ella porque la quería, y si se sentía arrepentido es porque sentía a Youngjae como un ser indefenso que necesitaba de sus cuidados... pero no era así.

Manejó por las calles hasta adentrarse a una zona algo abandonada y donde no transitaban muchos carros. Aparcó en el lugar, y apagó el vehículo, siendo envueltos en un tenso silencio. Se giró para mirar a Soyeon, encontrándola de brazos cruzados y con la mirada en el frente. Tomó un gran suspiro antes de hablar.

—Hace unas semanas, justo cuando salía de tu casa atropellé a Youngjae. Lo llevé al hospital para que lo revisaran y me quedé ahí hasta tener noticias de él —relamió sus labios, ahora teniendo la mirada de la mujer—. Aunque pudo denunciarme, no lo hizo, cosa que de verdad me sorprendió. Me enteré que no tenía familia ni nadie que se hiciera cargo de él, e incluso pensaba irse de nuevo a la calle para vivir ahí.

Aún le causaba malestar imaginarse a Youngjae viviendo en las frías calles de Seúl, y nuevamente se sintió feliz de su decisión de tenerlo consigo en su casa, donde dormía en una suave cama, y comía correctamente.

—Entonces tú decidiste meterlo a tu casa —Soyeon rió sin ganas—. No sabía que te gustaban las beneficencias.

—Youngjae no ha tenido una vida fácil, Soyeon, así que no te burles de la situación sin saber lo que ese chico ha tenido que vivir —habló firme, molesto de que la contraria tomara el tema a modo de burla—. Sus padres no han sido los mejores, y se encargaron de hacerle creer que si no complacía a su Alfa sería un desperdicio. Dejó de estudiar para saber cómo cocinar, dejó de aprender las ecuaciones para saber cómo debía aprender a cuidar bebés, dejó de leer libros para saber cómo complacer a su pareja en celo. No sé si eso llega a ablandar tu corazón, pero ese chico a pesar de todo lo que ha vivido tiene una sonrisa en el rostro y gracias a mi ha podido vivir la vida que realmente merece. 

»Sus piernas estaban llenas de golpes, y cada vez que se equivoca se asusta, pensando que alguien lo golpeará, pero poco a poco ha ido superando esos traumas que a día de hoy no sé de dónde provienen, ¿y tú te atreves a juzgarlo y a tomar su situación como un acto de beneficencia? Tu vida fue y es perfecta, Soyeon. Tuviste padres que te apoyaron en todo, te graduaste de los mejores colegios y de la mejor universidad, tienes un trabajo estable y una buena vida, pero hay personas que no lo han tenido fácil y a pesar de eso siguen adelante, demostrando que son personas capaces. No sé tú, pero yo admiro a ese chico, y lo apoyaré hasta verlo cumplir sus metas.

El auto quedó nuevamente en silencio, y Jaebeom regresó su vista al frente, teniendo la respiración algo acelerada. Sabía que debía explicar las cosas con calma, y que no debía ventilar la realidad de Youngjae, pero sintió su sangre hervir al escuchar la sarta de frases juzgadoras y despectivas que tenía Soyeon para con Youngjae. Nadie se había detenido a defender a ese chico, pero él no iba a ser igual a los demás. Si sus padres no lo quisieron, él lo hará, y lo protegerá de todos aquellos que quieran verlo caer, incluso si se trataba de su novia. 

—Lo lamento... —la voz de la mujer salió en un murmullo, pero Jaebeom no la miró—. No sabía que había pasado por todo eso. 

—Entonces no juzgues a las personas antes de conocerlas —sentenció, ahora sí mirándola—. No lo denigres, ni lo hagas menos. Youngjae es mucho más que su naturaleza Omega, y si dejaras de lado tu irracional odio por los de su tipo te sorprendería encontrar a un muchachito por demás de encantador.

Soyeon suspiró. —¿No crees que lo defiendes mucho? Estás a la defensiva conmigo.

—Nadie se tomó el tiempo de defenderlo y ayudarlo, así que seré el primero en hacerlo, y si tú no estuvieras tan empecinada con él entonces no estaría a la defensiva contigo.

—¿Y cómo querías que reaccionara si me entero de un momento a otro que estás viviendo con un Omega por semanas, ah? —lo miró incrédula—. Lamento que los padres de Youngjae no lo quisieran, pero ponte en mi lugar y entiende cómo debo sentirme.

—¿Por qué sigues tomando su situación tan a la ligera? —preguntó escéptico—. "Lamento que los padres de Youngjae no lo quisieran", ¿en serio, Soyeon?

—¡Porque no me importa! —exclamó cansada—. ¡Porque lo único que me importa ahora es que mi novio está viviendo con alguien más y si yo no hubiese ido hasta tu trabajo no me habría enterado de esto!

Jaebeom jadeó sin poder creerse la actitud tan odiosa y apática de Soyeon. Negó, y apoyó su cabeza contra el volante del auto, queriendo asimilar lo despreciable que estaba siendo su novia en ese momento.

—Mira, entiendo que Youngjae, o como se llame, no haya tenido una buena vida, y tú lo quieras ayudar, pero lo que no cabe en mi cabeza es esta actitud que estás tomando y el hecho de que pretendías ocultarme todo esto. Disculpa si estoy siendo desconsiderada con él, pero solo quiero respuestas.

—No tiene a donde ir —ocultó la información sobre ese lugar al cual Youngjae no quería ir—, y lo dejaré vivir en mi casa el tiempo que sea necesario. Está haciendo un curso intensivo para terminar la secundaria, y luego de eso lo ayudaré a entrar a la universidad donde trabajo. Yo no le veo lo malo a eso.

—Tú no, pero yo sí —apretó sus labios, mirando fijamente a Jaebeom—. Múdate a mi departamento, y déjalo vivir a él en tu casa. Sigue ayudándolo como lo vienes haciendo, pero no vivas con él.

Jaebeom respiró hondo y negó. —No lo haré.

—¿Por qué?

Levantó la cabeza del volante, mirando a Soyeon. —Porque no le gusta estar solo. Todos lo abandonaron, pero yo no lo haré.

La mujer alzó las cejas, y rió sin poder creer lo que estaba escuchando.

—Te gusta, ¿no?

—No es nada de eso, Soyeon. Entre Youngjae y yo no hay absolutamente nada.

—No mientas, claro que te gusta —masculló entre dientes—. Mira nada más como lo defiendes, estoy segura que se te metió en los ojos como lo hacen todos los Omegas.

—¿Podrías dejar de lado tu odio a los Omegas? Ya me cansa, Soyeon —chasqueó la lengua fastidiado—. Entre ese chico y yo no hay nada, ya te lo dije. Es un crío, por amor a Dios.

—No es un crío y lo sabes muy bien, Jaebeom. Podrá ser todo lo frágil que quieras, pero sigue siendo un chico pasada su mayoría de edad.

Jaebeom relamió sus labios y asintió. —Tienes razón, Youngjae ya es alguien mayor, pero te repito que entre nosotros no hay nada. Me ve como su hyung que lo ayudó, y yo solo veo a un chico que necesita de mi. 

La mujer desvió la mirada, pero no dijo más nada. Nuevamente el auto quedó en completo silencio, cada uno de ellos en sus propios pensamientos. Jaebeom miró la hora, preguntándose si ya Youngjae habría llegado a su casa, si no le sucedió nada, si estaba bien. Estuvo tentado a tomar su celular y llamarlo, pero ya todo parecía calmarse con Soyeon como para volver a encender la discusión. 

Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, cuando sintió las manos de Soyeon delinear su rostro. Abrió los ojos, y no le dio tiempo de pensar cuando ya la tenía besando sus labios. La separó con cuidado. —¿Qué haces?

—¿No es obvio? —respondió, y volvió a unir sus labios, con Jaebeom separándola otra vez—. Hey.

—¿Por qué lo haces?

—¿Desde cuándo necesito una explicación para besar a mi novio?

Sin nada que decir, Jaebeom volvió a ser besado, siguiendo el beso sin muchas ganas. No se sentía cómodo, pero no quería hacerlo saber. Poco a poco la intensidad del beso subió, hasta tener a Soyeon sentada sobre sus piernas a horcajadas, besándolo con desespero. Mantenía sus manos inmóviles sobre las caderas contrarias, cuando sintió las suaves manos de la mujer ir desprendiendo los botones de su camisa.

Varios besos fueron dejados a lo largo de su cuello y pecho, sin él hacer absolutamente nada. No se sentía a gusto, y Soyeon fue consciente de ello cuando palpó su dormida entrepierna. Sin embargo, ella no se rindió, bajando de su regazo y acomodándose en el asiento del copiloto para sacar su miembro y meterlo en su boca. 

Jadeó por la sensación, cerrando sus ojos. Le gustaba, sí, pero no lo suficiente. Su mente no estaba conectada con su cuerpo, el cual respondía positivamente ante los estímulos de su novia. Desprevenidamente, su cerebro jugó de manera sucia, y ya no tenía a Soyeon lamiendo su pene, sino que tenía a Youngjae, mirándolo con aquellos ojos grandes y curiosos que poseía. Aquella mirada llena de inocencia viéndolo fijamente, preguntando sin palabras "¿Lo estoy haciendo bien, hyung?".

—Oh... —jadeó por la imagen, y colocó una de sus manos sobre la cabeza de Soyeon, acelerando sus movimientos. Sus ojos seguían cerrados, y su mente decidió enviar más imágenes lascivas que solo aumentaban su líbido.

El Youngjae de sus pensamientos estaba vestido únicamente por esa camisa vieja que antes era suya, y que había sido tomada por el menor, y aunque siempre le decía que dejara de robarle la ropa, y que pronto le compraría nueva a él, justo en aquel momento no le disgustó verlo con su ropa, dejando a la vista sus lindas y blanquecinas piernas. Nuevamente sus ojitos inocentes lo miraron, y sonrió hacia Jaebeom aún con su miembro en la boca, regalándole la imagen más sucia y adictiva que jamás había visto. Levantó sus caderas, al mismo tiempo que dirigía el ritmo con su mano en su cabeza, y un solo vistazo al chico, quien yacía ahora desnudo a su merced, lo hizo estremecerse, soltando un gruñido alto y corriéndose con fuerza.

Abrió sus ojos mirando al techo, jadeante en busca de aire para sus pulmones. Hace mucho tiempo que no se había corrido con tanto vigor y se sentía extasiado. Relamió sus labios y bajó la mirada, encontrando a Soyeon limpiando la comisura de sus labios con una sonrisa algo pícara. Su sangre se sintió helada, y sintió el tiempo detenerse en aquel momento.

—Fuiste algo intenso, amor —habló la mujer, con su voz algo rasposa por el acto—. Creo que lo hice muy bien esta vez —rió, acercándose hasta Jaebeom para besar su quijada.

¿Qué?

🌼✨💜✨🌼

Eran las once de la noche cuando estaba adentrándose a su casa. Soyeon lo había invitado a su casa para almorzar y cenar, y aunque intentó hacerlo quedarse con ella, se negó una y otra vez. En su mente estaba Youngjae, y no estaría tranquilo hasta saber que se encontraba bien. 

La escena de temprano volvió a su mente, y tembló en su sitio, sumamente avergonzado consigo mismo. Era el ser más despreciable de todos, y no sabía cómo mirar a Youngjae a partir de ahora, pero de igual modo debía verificar que el chico estuviese bien. Aún no entendía cómo había sido capaz de algo así, y quería golpearse a sí mismo por ser un idiota enfermo.

Se descalzó en la entrada con cuidado, no queriendo hacer ruido, puesto que ya era muy tarde y seguramente Youngjae ya se encontraba durmiendo. Se sintió aliviado de saber que el chico acostumbraba a dormir temprano. Entró a la oscura sala, encontrando el televisor encendido, y negó con la cabeza, sabiendo quién había sido el responsable. Se acercó hasta el aparato y lo apagó, para luego encender una de las lámparas que ahí tenía, revelando el menudo cuerpo de Youngjae hecho un ovillo en el sofá.

¿Justamente tenía que vestir esa camisa suya? Por suerte traía pantalones, y regañó a su pervertida mente que se lo imaginó sin ellos.

Hacía un poco de frío en el lugar, así que se acercó a Youngjae para tomarlo en brazos y llevarlo a su habitación. Ya tenía un poco más de peso, pero seguía siendo ligero a sus manos. Detalló su rostro, y negó divertido al ver como apretaba sus labios en lo que parecía ser un puchero. Otra vez se sintió la peor escoria de todas al imaginarse a esa inocente criatura es un momento poco correcto.

Caminó con el chico en brazos por los pasillo, y abrió la puerta de su habitación, dejando a Youngjae acostado sobre su cama. Lo arropó correctamente, y verificó que todo estaba en orden con él. Paseó su mirada por el cuarto, encontrando todo minuciosamente ordenado, y con la esencia a rosas cubriendo cada centímetro cuadrado del espacio. Involuntariamente respiró hondo, llenando sus pulmones con aquella dulce fragancia.

—¿Hyung?

Bajó la mirada con rapidez, encontrando a Youngjae sentado en la cama, sobando su ojo con su puño derecho. La imagen era totalmente adorable, y Jaebeom tragó saliva, sintiendo los nervios recorrerlo entero. Una cosa era estar cerca del chico cuando este estaba dormido, pero otra muy diferente era tenerlo completamente despierto, mirándolo con sus ojos curiosos.

Esos jodidos ojos.

—Te encontré en la sala, y te traje hasta acá. No deberías de quedarte hasta tarde mirando la televisión.

Youngjae negó. —Esperaba a hyung, pero me quedé dormido.

—Oh... —desvió la mirada, incapaz de mirar a Youngjae—. Ya estoy aquí, así que descansa.

—¿Está todo bien con su novia? —volvió a hablar el chico, levantándose de la cama y posicionándose al frente de Jaebeom—. Lamento si le causé problemas con ella, no era mi intención... ni siquiera sabía que tenía novia.

—Sí, todo está bien con ella —tragó saliva y miró a Youngjae—. No te preocupes por eso.

Youngjae podía sentir a su hyung algo tenso a su lado, y supuso que nada había quedado bien con él y su novia. Bajó la cabeza culpable, y es que lo que menos quería era ser un problema para su hyung que tanto lo había ayudado. Nuevamente estaba siendo el idiota que siempre arruinaba todo.

—Yo... iré a dormir, has lo mismo tú también, ¿sí?

Asintió sin mirar al mayor, y volvió a la cama, mirando como Jaebeom salía de la habitación. Abultó sus labios, y apretó sus deditos contra la sábana, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas por segunda vez en el día.

Jaebeom cerró la puerta con cuidado, y se apoyó a esta, tapando su rostro con sus manos. Ver a Youngjae solo lo confundía más y más, y se recriminó a sí mismo por lo sucedido en la tarde.

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