chapter seventeen
──XVII──
«The place we were used to know, now is gone»
La mirada de Edmund no podía despegarse por un segundo del lugar en el que estaba, de aquel bosque que conocía, o solía conocerlo en sus años de reinado. Los árboles eran frondosos y pintados en todas las tonalidades de verdes que existía, pero esa pizca de vida no estaba; las aguas del río demasiado tranquilo para su gusto y el inquietante silencio del ambiente no le gustaba para nada.
Aquel enano se había presentado ante ellos como Trumpkin, descendiente del pueblo de Enanos Rojos que estuvieron junto a ellos en la batalla contra la Bruja Blanca, así que el chico no se preocupó de mantener un ojo encima de él todo el tiempo; su pueblo era gente de confiar.
Su hermano estaba remando el bote que él había conseguido rescatar por el río cerca de Cair Paravel. Él le había ofrecido ayuda, pero Peter era demasiado orgulloso y le negó diciendo que él podía solo, que lo tenía controlado.
Estaba sentado en la punta del barco, donde había una palanca que direccionaba el bote, él se encargó a sí mismo de al menos tener la tarea de direccionar el pequeño bote mientras su terco hermano remaba.
Kath estaba frente a él dándole la espalda, pero se volteaba de vez en cuando para mirarlo y sonreírle. Y solo con aquel gesto, aquel mínimo gesto hacia que su corazón se agitara. Observó como ella acercaba una mano hacia el agua y mojaba sus dedos en este; su cabello revoloteaba levemente por la pequeña y suave brisa que recorría el ambiente, dándole una vista hermosa de la chica.
Edmund tuvo que alejar su vista de ella para no quedar como un tonto frente a sus hermanos, tenía que mantener una mirada fría y seria en ese momento, no debía de distraerse.
── Están... Están demasiado quietos – murmuró su hermanita mirando a los árboles.
── Y muy callados – le siguió Katherine sacando su mano del agua y secandolo en su vestido.
── ¿Qué esperaban? Son solo árboles – aquel comentario de parte del hombrecito no le gustó para nada al chico, pero no podía decirle ni una palabra ya que crearía una discusión que él prefería evitar.
── Bueno, ellos solían bailar – dijo Lucy como si fuese obvio.
Edmund levantó la vista hacia los árboles, estaban en el bosque suroeste, lo sabía; conocía ese bosque como la palma de su mano, al fin y al cabo, era un territorio que le pertenecía.
── Desde que ustedes desaparecieron, los árboles entraron en temor. Pero luego del ataque de parte de los Telmarinos, se sumieron en un muy profundo sueño – relató Trumpkin – Nadie los ha oído cantar o visto bailar desde entonces.
El chico vio a sus hermanos con pena, todos entendían a la perfección aquel dolor. A pesar de que ellos no fueron los más afectados por su desaparición, había sido muchos años en los que estuvieron en Narnia. Crecieron en esas tierras, adoptaron sus costumbres y su gente los adoptó y nombró reyes y reinas. A pesar de que las consecuencias no fueron tan severas físicamente como en aquellas tierras que se convirtieron en su hogar, si eran enormes en su interior, calando en lo más profundo de su ser y haciéndole creer que si nunca hubiese propuesto ir a cazar a aquel ciervo para el cumpleaños de Katherine, quizás esto nunca hubiese sucedido.
Tragó el nudo de la garganta que se formó en esta y miró hacia otro lado, rápidamente su vista cayó sobre Kath, ella tenía la vista perdida en sus manos y su nariz estaba algo roja. Él posó su mano en su hombro en señal de consuelo y ella, sin darse la vuelta, solo lo tomó y le dio un ligero apretón, agradeciendo el pequeño gesto.
Hubo un corto incómodo silencio, el enano parecía rehusarse a mirarlos.
── Nunca fue nuestra intención irnos... La decisión no estaba en nuestras manos... – habló Peter con algo de dificultad.
── Creo que ya es algo tarde para que importe ¿No lo crees? – le murmuró Trumpkin sin mirarlo.
Peter miró a su hermano y él solo se encogió de hombros sin querer decir algo, porque si hablara sabía que diría de todo menos decir que el hombrecito era una personita muy simpática.
── Llévanos con los Narnianos, eso lo hará.
Habían pasado unos largos minutos luego de aquella revelación de lo que había sucedido a Narnia, minutos en los cuales nadie quiso hablar. Al llegar a la orilla Edmund bajó del barco y, con ayuda de sus dos hermanos mayores y Trumpkin, arrastraron el barco hasta la orilla.
── ¡Hola! – se escuchó la voz de Lucy, el chico levantó la mirada para ver qué sucedía; su hermana se estaba acercando a un oso que parecía comer un panal de miel – ¡No te preocupes! ¡Somos amigos!
Por la forma en que se levantó abruptamente el animal, el chico supo de inmediato que algo sucedería.
── No sé mueva majestad – exclamó el enano mirando atentamente a la niña.
── Pero... ¿Por qué? – se giró ella para mirarlo. Edmund vio como aquel oso empezaba a correr rápidamente en su dirección.
── ¡Corre Lucy! ¡Corre! – gritó mientras desenvainaba su espada y se dirigía hacia ella con toda la rapidez que sus piernas le permitían.
Su hermanita se giró y pareció darse cuenta de la situación; entonces empezó a correr.
── ¡Alejate de ella! – bramó Susan apuntándole con una flecha.
── ¡Dispara Susan! ¡Dispara! – exclamó Peter corriendo hacia la niña.
Lucy cayó al suelo secamente gracias a las piedras que no ayudaban en su escape, soltó un grito en cuantose dio cuenta que el oso se había alzado en sus cuartas traseras y rugía con violencia hacia ella. Edmund sintió que su mundo se detenía, el aire en sus pulmones desapareció y se detuvo en su lugar en shock por la escena.
De pronto, su corazon se detuvo al ver el cuerpo de alguien lanzarse sobre la pequeña niña, las garras del oso rasgó el aire y un grito se escuchó por todo el bosque.
── ¡Katherine! - gritó Susan trayendolo de vuelta a la realidad.
El oso se levantó velozmente de sus patas traseras una vez más, pero antes de siquiera dar el atisbo de un nuevo zarpaso, un flecha se clavó en su pecho; el animal cayó al suelo con un sonido sordo mientras la sangre escurría de su pecho.
Edmund se giró y vió a Trumpkin con una arco en la mano.
Los muchachos corrieron rápidamente hacia ambas chicas; el chico tomó rápidamente a Katherine y la atrajo hacia el mientras apuntaba al animal con su espada. Su corazón latía frenético mientras apretaba a la chica contra su pecho, temiendo que algo le pasara, incluso cuando el peligro ya no estaba.
Sintió en su mano un liquido escurrirse, al fijarse notó una gran y profunda herida en el brazo de la muchacha que emanaba sangre sin detenerse, su rostro palieció al ver aquel liquido carmesí manchar el vestido de Kath.
── E-Estoy... Estoy bien... – murmuró ella tragando con fuerza y posando su mano en aquella herida para evitar que su sangre siguiera escurriéndose. Se sintió impotente en aquel momento, no sabía que hacer.
── ¿Por qué no se detuvo? – preguntó Susan mirando al oso moribundo frente a todos.
── Creo que ni siquiera era inteligente – habló él a su hermano. Peter había adoptado su misma posición mientras abrazaba por los hombros a Lucy, este suspiró volviendo a mirar a aquel animal una vez más.
── Bueno, cuando te tratan como animal en eso te conviertes – replicó Trumpkin acercándose hacia lo que era ya el cuerpo de un animal muerto – Verán que Narnia es mucho más salvaje de lo que ustedes recuerdan.
Se agachó y con un cuchillo lo clavó en el cuello del animal para asegurarse de que estuviera muerto. Vio como Lucy escondía el rostro en el pecho de su hermano. Katherine por su parte, solo miraba aquella escena sin ninguna expresión, pero notó que su rostro estaba demasiado pálido y su cuerpo empezaba a temblar levemente.
Abrazó su cintura haciendo que esta apoyara su cabeza en su hombro. Nadie dijo nada, claro estaba que ninguna palabra podría consolarlos ante lo visto.
ˏˋ 亗 ˎˊ
El día siguió su rumbo, con vientos casi imperceptibles y con un terrible calor que dejaba sin aliento a cualquiera, Edmund pensó por un momento que lanzarse al mar sería cien veces más gratificante que soportar no solo el calor de aquel día, sino que los refunfuños de su hermano mirando a todos lados y dirigiendo al grupo por un camino tras otro.
Cuando el sol estaba despidiéndose del cielo en sus característicos tonos anaranjados y azulados, todos pudieron dar un largo suspiro de placer ya que Peter había decidido que era momento de descansar y seguir caminando a la mañana siguiente. La noche ya estaba sobre ellos y nadie había dicho una sola palabra desde lo sucedido en la orilla del río.
Trumpkin estaba preparando la fogata cuando Katherine habló.
── Iré a cazar algo – se acercó hacia Susan y le pidió su arco a lo que ella aceptó entregándolo.
── Iré contigo – habló Edmund mientras se acercaba hacia ella y ambos empezaban a alejarse del grupo.
Habían pasado unos minutos desde que se fueron del pequeño campamento, ninguno dijo ni una sola palabra. Katherine se había colgado en la cintura el carcaj mientras que tenía en sus manos el arco cargado e iba unos cuantos pasos más adelante que el chico.
Edmund debía admitir que, hasta en esa posición, se veía demasiada bella. Sus pasos eran delicados, intentando no hacer ningún ruido; su espalda estaba levemente agachada mientras que su mirada estaba alzada buscando algún pájaro.
Un ave voló rápidamente sobre sus cabezas, vio como ella apuntaba rápidamente hacia el animal y disparaba sin titubear. Lastimosamente, solo consiguió sacarle algunas plumas.
Escuchó como la chica lanzaba un sonoro suspiro mientras bajaba el arco con lentitud, la vio hacer una mueca y llevar su mano a su herida, el cual estaba cubierto por una tela y que tenía unos pocos restos de sangre.
── ¿Estás bien? – le preguntó acercándose a ella y posando una mano en su hombro, pero ella ni siquiera lo miró.
── Si... Solo estoy algo distraída.
── Kath.
── Estoy bien, Ed... En verdad...
El chico tomó suavemente sus dos hombros y la volteó para que lo mirase; pero en cambio, ella solo miró sus manos.
── Kath, mírame – la chica no movió ningún músculo, Edmund tomó con delicadeza su barbilla y lo levantó para que le mirase – Te conozco demasiado, se hasta cuando me mientes.
La muchacha se sonrojó notablemente haciendo que algo se removiera en el pecho del chico. No sabía si era bueno o malo, pero de lo que estaba seguro era que causarle aquella reacción le gustaba.
Cerró sus ojos momentáneamente para quitar aquellos pensamiento y volver a mirar a la chica que no se separaba de su agarre.
── Es solo que... Narnia... No era así – murmuró ella y al instante sus ojos mieles empezaron a aguarse y su nariz a enrojecer – Es nuestra culpa de que este así... Nunca debimos irnos.
Edmund la abrazó rápidamente, escuchó como Kath dejaba caer el arco al suelo y lo abrazaba fuertemente mientras escondía su rostro en su cuello.
Él entendía su estado, él también pensaba de aquella manera. Pero en él estaba aquel pensamiento que, en cierta manera, lo dejaba cuerdo. La Narnia que conocían se había extinguido hace más de mil años. Su reino los reconocía, pero no por el simple hecho de haberlos visto, sino solamente por aquellas leyendas e historias ahora descritas como antaño.
Sintió que la chica lo abrazó con fuerza, como si no quisiese que se escapara como aquellos años en sus tierras, y claro que él estaba negado a hacerlo. Quizás estuvieron unos pocos minutos, pero el chico no podía decir nada, no sabía que decirle. Pero recordó un viejo dicho que decía que una acción decía mucho más que mil palabras, así que solamente se basó en arroparla con sus brazos y acariciar su espalda.
Katherine era una muchacha bastante sensible y empática, bondadosa y velaba por el bien de los demás. Le dolía verla de aquella manera. Rota, destruida ante lo que había sucedido. Tomó con delicadeza su rostro una vez más con ambas manos y le regaló una pequeña sonrisa.
── No tenemos la culpa, nadie lo tiene; ni tú, ni yo. Esto era la voluntad de Aslan. Aunque la decisión no estaba en nuestras manos, debemos ser consientes de que todo pasa por alguna razón, Kath.
La chica sorbió su nariz y asintió, Edmund besó su frente para luego mirarla a los ojos nuevamente. Estaba hipnotizado por aquellos ojos mieles que lo miraban atentamente. Acarició con su pulgar la mejilla de la chica y no se daba cuenta como ambos se estaban acercando poco a poco.
Los ojos de Katherine se cerraron a lo que él imitó la acción. Una sensación, la misma que había sentido aquella noche en aquel balcón había aparecido una vez más, pero con muchísima más intensidad.
Sus narices se rozaron cuando una rama crujió detrás suyo haciendo que ambos se separaran rápidamente, se giró y vio a un pavo que estaba picoteando el suelo.
Con lentitud, Edmund agarró el arco del suelo y tomó una flecha para luego ponerla en el arco. Estiró con rapidez su brazo hasta que hubiese llegado a la altura de su mejilla y soltó la cuerda. El animal ahora estaba muerto.
Edmund miró a Kath, que tenía las mejillas sonrojadas mientras respiraba agitadamente. Le extendió el arco con una sonrisa de lado, ella lo tomó y para luego acercarse hacia el pavo. Lo tomó de las patas y lo alzó al aire con una sonrisa divertida.
── ¿Quién quiere comer? – bromeó haciendo que él riera.
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Los sonidos del bosque en aquella noche deleitaban a cualquiera que lo escuchara, podía ser como una nana para dormir, o si estabas despierto e incapaz de intentar dormir, podía ser como una melodiosa música de fondo que podías disfrutar mientras poco a poco tus ojos iban cerrándose y caías en aquel bello mundo de fantasía y paz. Pero ni siquiera aquel bosque nocturno con sus melodiosa voz creada por sus arboles y animales podían dormir al pequeño Rey de Narnia.
La mente del chico se negaba a descansar y dejara que caiga en un ansiado sueño, los sucesos de aquel día pasaban como flashes en su mente. La forma en que su corazón se había agitado cuando Katherine se lanzó sobre su hermanita para protegerla le había hecho doler el pecho, y aquel sentimiento de impotencia al verla herida por aquel incidente lo atormentaba. Esa sensación nunca más la olvidaría, era muy difícil dejarlo pasar. Algo dentro suyo había nacido en ese momento.
«Quizás pudo haber sido la adrenalina» Se decía. Cuán equivocado estaba, y él lo sabía.
Esa desesperación que sintió al ver a la chica en un evidente peligro había hecho que corriera tan rápido como nunca lo hubiese hecho. Debía admitir que sus piernas estaban adoloridas por eso, pero no podía pensar con claridad.
Si, él sentía algo por Katherine, eso lo tenía bien en claro cuando aún vivía en Cair Paravel. Creyó por un momento que esos sentimientos desaparecerían al saber que ella había cambiado; cuán equivocado estaba, el chico se estaba enamorando, sin darse cuenta, cada día más.
Ella seguía siendo aquella mujer que el se había enamorado alguna vez; pero algo dentro suyo hacía que su corazón doliese. Katherine no sentía lo mismo.
Se acomodó en el suelo para mirar el cielo y sus hermosas estrellas, aquellas constelaciones que ella tanto amaba.
«Joder, estoy enamorado» Se dijo. Se sentía feliz de poder finalmente ponerle nombre a lo que sentía; sin embargo, un vez más esos pensamientos de rechazo lo atormentaron.
Una pequeña sonrisa surcó en sus labios mientras una estrella fugaz pasaba por aquel cielo.
Giró levemente la cabeza para ver a Katherine, estaba acostada de lado en dirección al fuego, su cuerpo era iluminado por la pequeña fogata; su respiración acompasada daba claras señales de que dormía profundamente.
Era hermosa, mucho más hermosa que cualquier chica que el hubiese conocido.
Miró el cielo recordando lo sucedido en el bosque. La manera que los ojos de Katherine al verlo brillaban lo confundían tanto, no sabía que significaba aquello. Aunque claro que tenía un vaga idea, siempre la descartaba. Era imposible.
Deseaba preguntarle a Lucy, ella era con quien más confianza tenía; sabía que su hermana lo escucharía y no lo juzgaría, quizás se burlaría de él un poco, pero a fin de cuentas, ella siempre le respondía y aconsejaba. Hasta podría hablarlo con Susan, tenían una buena relación, pero no sentía que era correcto hablarlo con ella, no sabiendo que ella hablaba hasta por los codos y o lo dejaría decir i siquiera un mísero verbo.
«Solo las mujeres se entienden entre sí» se dijo.
Se recostó de lado mirando directamente al fuego; amaba la calidez que este lo envolvía, no sentía frío, ni tampoco temor alguno. Cerró los ojos una vez más a la vez que dejaba que los sonido del bosque inundaran sus sentidos, y el sueño lo fue envolviendo poco a poco gracias a aquella melodiosa natural del bosque.
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De la misma manera en que el día anterior se basó en estar caminando por horas detrás de Peter hacia la mesa de piedra, aquel día también era igual. Edmund estaba junto a Trumpkin mientras bajaban una pequeña colina, las chicas estaba en el medio mientras Peter lideraba el grupo. Todos estaban enfrascados en sus pensamientos, unos pensando y añorando los días dorados en donde aquellos bosques brillaban con muchísima intensidad, otros pensaban en que sus pies estaban tan cansados como para dar otro paso.
Y Edmund, bueno, él pensaba que tenía mucha hambre y que se le antojaba unos deliciosos pastelillos de canela.
── No creo recordar este camino – dijo Katherine mientras bajaba de una roca y acercándose hacia Peter.
── Eso es lo malo de las chicas, no saben retener mapas en la cabeza – respondió Peter burlándose. La muchacha solamente rodó sus ojos ante aquel comentario.
── Eso es porque ya tenemos algo dentro – acotó Lucy no sin antes lanzarle una pequeña piedra a su hermano mayor a su cabeza. Este le miró mal mientras se sobaba su frente y seguía su camino con una sonrisa divertida.
Caminaron un poco más hasta que llegaron hacia un sendero y caminaron por el.
── Me gustaría que escuchara de vez en cuando al Q.A – le murmuró Susan a ambas chicas haciendo que asintieran.
── ¿Q.A? – pregunto extrañado Edmund mirándolas con confusión.
── Querido Amiguito – le respondió Lucy haciendo que las chicas rieran por lo bajo.
Trumpkin se detuvo abruptamente y lo miró estupefacto.
── ¿No estarán hablando enserio, verdad? – murmuró cerrando sus ojos, Edmund solo se limitó a sonreír divertido.
── ¡Se están quedando atrás tortugas! – se escuchó la voz burlona de Katherine.
Él solamente rodó los ojos divertido antes de trotar y ponerse junto a ella, quien rápidamente envolvió su cintura con su brazo mientras tarareaba una antigua canción narniana.
Pasaron las horas, quizás una o dos cuando llegaron hacia lo que parecía ser una cueva cerca de una pequeña laguna. Peter estaba frente a una gran roca mirándolo con atención mientras se murmuraba a sí mismo.
── Se que no estoy perdido...
── Eso es obvio – habló el enano – Solo tomaste el camino incorrecto.
── Tú dijiste que encontraríamos a Caspian cerca del Río Torrente, y este camino nos debería llevar hacia allí – espetó él girándose con una mala cara, casi como si estuviese irritado de que le dijeran la verdad.
── Si no me equivoco, no tendríamos que tomar este camino.
Este tensó su mandíbula y los nudillos de su mano sobre el puño de su espada se volvieron blancos al apretarlo con fuerza.
── Eso lo explica. Te equivocas.
Su hermano siguió el camino hacia la derecha a los que todos de mala gana siguieron.
Edmund y Katherine estaba en el final de la fila en un tranquilo silencio, la chica estaba viendo atentamente su brújula mientras este mostraba con sus flechas hacia el Este. Edmund chocó con suavidad su hombro con el suyo para llamar su atención.
── ¿Qué sucede? – le pregunto en voz baja al verla fruncir el ceño.
── Es que... Este no es el camino correcto. Lo sé – dijo para luego dejar su brújula – Puedo susurrarle el destino que quiero tomar y él rápidamente movería sus manecillas de tal forma que me guiaría hacia el camino correcto.
Edmund la miro frunciendo el ceño, era consciente de que a ellos les habían dado regalos en su primera aventura en Narnia, tristemente el no recibió ninguno; sin embargo, sabiendo que tenían una herramienta segura ¿Por qué Peter no lo utilizaba sabiendo esto?.
── ¿Y porque no se lo dices a Peter?
── ¿Crees que no lo hice? Claro que sí lo hice, pero el terco de tu hermano no quiso que lo ayudase. «Siempre fuiste mi mano derecha, siempre me ayudaste hacer las cosas bien, ahora déjame esta vez hacerlo por mi mismo». Dejé que lo haga, creía que haría lo correcto – la chica suspiró, entonces Edmund decidió abrazarla por los hombros y al instante ella posó su cabeza en su hombro – Creo que me equivoqué....
El chico suspiró, lo único que Katherine tenía razón era que su hermano era terco. Pero él sabia que Peter solo quería valerse por si mismo, quería demostrar lo que era capaz; él entendía ese sentimiento, Edmund se sintió así una vez.
── Debes entender Kath que a veces esta bien equivocarse, eso nos hace más fuertes y nos enseña que no hacer la próxima vez – le dijo mientras sobaba su brazo, sintió como la chica le abrazaba la cintura – Además, estamos hablando de Peter, todos sabemos que es tan terco como una mula.
Una carcajada se escapó de los labios de la chica haciendo que el riera y se sintiera dichoso de provocar aquella risa.
Unos momentos luego, mientras caminaban aun abrazados la chica lo miró.
── Eres el mejor Ed...
El chico sintió su corazón saltar de alegría dentro de su pecho, la miró mientras le daba una sonrisa de lado para luego acariciar su brazo.
── Lo sé... - dijo haciendo que la chica rodara los ojos. El solo río antes de besar su cabeza y ambos caminaron en silencio por el bosque detrás del grupo.
¡Buenas buenas criaturitas del señor! ¿Cómo andan tanto tiempo? Yo estoy feliz de poder finalmente traerles otro capitulo. Les quiero pedir disculpas por no haber subido antes, pero he tenido algunas compliacaciones personales que me impidieron subir.
Pero ya no pasa nada ¡Ya volvimos! ¡Y con todo!
¿Qué les parecio el capitulo de hoy? Los leo 👉
Sin nada más que decir ¡Feliz año nuevo! ¡Nos vemos en la proxima!
RiderStilinski ── 28/07/2020 - edición: 31/12/2023
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