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A veces te preguntas, ¿cómo he llegado hasta donde estoy? ¿Me lo merezco?.
Eso se preguntaba en esos momentos Noareth, caminado con las manos entrelazadas junto a George por las calles de Londres. El frío invierno golpeaba contra su piel, su vello erizado, ni siquiera la rebeca que llevaba puesta podia resguardarla.
Pero se sentia tan cálida, George se lo aportaba. A su lado, todo lo demás era minimizado.
La época navideña había empezado, había decoraciones por todas las calles y al ser de noche pues estaban iluminadas con vivos colores. Musica de navidad predominaba en el ambiente, habían muchas personas en la calle disfrutando tal y como ellos
George hizo que la mujer diera una vuelta al compás de la música ambiente, una cálida sonrisa brotó de sus labios. George había pasado tanto tiempo sin escuchar su melodía favorita que comenzaba a olvidarla, se alegraba de que esta se la recordara.
La rubia se percató de un dulze olor que revoloteaba cerca de sus fosas nasales. Alzó la cabeza para poder observar entre la gran multitud de gente, sonrió al dar con un objetivo; una pastelería.
Arrastró la mano del pelirrojo hasta esta, esquivando a varios sujetos en el camino. Parecía una niña pequeña la cuál estaba emocionada por salir a la calle. George caminaba intentando igualar su paso mientras esquivaba a las personas que se interponían en su paso y se disculpaba murmurando siempre " Perdone", "lo siento.
Irradiaba de felicidad al ver cómo su pequeña rubia poco a poco iba recuperando esa sonrisa y brillo en la cara, estaba totalmente complacido, no podía pedir más.
Fueron tiempos dificiles en su relación, el destino en esos momentos no estaba a su favor, pero tenían en claro que pelearían y lucharían contra él. Porque ambos se amaban y eso era mucho más poderoso que cualquier fuerza que intercediera sobre la faz de la tierra. No le podían arrebatar su corazón, pues este le pertenecía unicamente al contrario. Era imposible que se separaran, al fin y al cabo resultaron ser cómo dos imanes que se atraían.
-¡Mira George!- señaló una vez estuvo frente al escaparate de la pastelería a un croissant que parecía estar relleno de chocolate, sus tripas resonaron al instante.- ¿Acaso tu no tienes hambre?
George se colocó la bufanda que portaba ya que hacía demasiado frío por las calles de Londres y lo que menos deseaba era pillar un resfriado que lo dejara en cama, ya que de pequeño solía ser muy vulnerable aunque agradecía que su madre siempre tuviera un remedio casero para aquello.
-La verdad es que si, bonita. No comemos desde que almorzamos..- asintió haciendo una mueca y con los guantes que ambos portaban para cubrir sus manos del frío las entrelazó.- Así que vayamos dentro y compremos algo.
La pareja se adentró en la tienda, George optó por comprarse un pequeño bollo relleno de crema, mientras que Noareth insistió por el croissant que había despertado sus más profundos sentidos. La rubia hizo una mueca al salir, pues como siempre el Weasley se negaba a dejarlal pagar. Sin duda, debería hablar con él.
-Merlín.. esto es el paraíso..- gimió Noareth al llevarse un bocado del croissant a su boca, degustando el dulce y chocolatado sabor.
George se relamió sus labios al verla, le daba tanta ternura, inconsientemente una boba sonrisa se instauró en sus labios, mirándola con absoluto cariño y admiración.
-Tienes chocolate..- se quitó el guante para poder tener mas tacto, acariciando con su dedo pulgar en su mejilla dónde se encontraba manchada.- aquí.
Terminó por retirarlo, encontrándose con un leve sonrojo de la rubia. Ni siquiera sabía por qué se sonrojaba, ella pocas veces solía tornarse carmesí. Desvió la mirada rápidamente.
-Que mona, se sonrojó..- sonrió victorioso con un tono burlón, causando el indignamiento de la mujer.
Iba a rechistar cuándo no pudo evitar reír levemente negando.
-Para que negarlo..- atrapó su labio inferior entre dientes riendo.
George se sorprendió ante la inesperada reacción de la Vance. Se alegraba de que poco a poco su Noareth, su rubia, su angel fuera volviendo tras todo el infierno que había que tenido que pasar. Aún se maldecía, estaba totalmente seguro de que si ese día a él no le hubiera dado por pelear nada de lo que tuvo que vivir hubiera sucedido y su rubia seguiría cómo siempre junto a él.
Pero sin embargo, ambos se dieron cuénta de cómo eran las relaciones; a pesar de sus altibajos siempre permanecerían juntos en todo lo que les sucediese. Porque el amor podía ser momentáneo, pero si valía la pena ellos debían luchar para que este no cesara.
Al oído de George le llegó una musica navideñ pegadiza, era más bien un vals pues era lenta y la melodía era tocada por unos instrumentos tanto de cuerda cómo de viento. Las parejas se agruparon en el centro de la plaza para comenzar a bailar, lo que llamó la atención del pelirrojp.
-Vamos, ángel
Tiró de su mano sin que hubiera tiempo a que esta se negara y la llevó junto a las demás parejas. Su mano derecha fue a su cintura rodeandola mientras que unió la de la rubia con la izquierda, meciéndose ambos ante el dulce sonido.
-Feliz navidad Georgie- susurró a escasos milímetros de sus labios, desde ahí podía percatarse del olor a colonia varonil, pólvora y melaza. George relamió sus labios, embriagando con la vista a la rubia.- ¿Tienes algún deseo concreto de navidad?
Preguntó curiosa la mujer.
El frío había desaparecido, pues ambos cuerpos se fundieron en solo uno sin necesidad de que las prendas desaparecieran; eso era amor.
En ese instante fue cuándo George se dió cuenta, destapó la venda qe¡ue tenía en los ojos desde hace tiempo. Miró la dulce sonrisa de la mujer que tenía fente a el, sin duda valiente, fuerte, generosa, honesta, sincera.. Noareth Vance era un ejemplo a seguir, cualquier persona que tuviera un mínimo sentido de la vista se hubiera enamorado de ella; De sus despertares, su manera de ver el mundo, su pasado y cómo pudo afrontarlo, de sus pasiones, de su arte, de su andar, su caminar, sus hilos de oro, sus esmeraldas y sin duda su cálida sonrisa.
Cualquiera se enamoraría de ella, cómo el lo hizo.
-Tú eres mi deseo de navidad.- sin tener nada preparado, habló con el corazón a la rubia, sinceramnete con cada palabra que nervioso pronunciaba.- Te amo Noareth, y mi deseo de navidad es que me des una oportunidad a pesar de haberlas desaprovechado tantas veces. Se mi novia, mon ange
Sus palabras tomaron por sorpresa a la rubia, quién parpadeó desconcertada. Y no fue la única pues al mismísimo George quien no tenía nada planeado lo hicieron, pero fue en ese momento cuando se abrió una vez más a la persona que más amaba sobre La Tierra; su pequeño angel.
Noareth contuvo aire y atrapó su labio inferior entre dientes, si bien no estaba preparada para una relación tras todo lo vivido y el miedo que tenía dentro de ella que aún permanecía, miraba al pelirrojo con sus dulces ojos cafés, su picara sonrisa y la visión de cada una de las pecas de su rostro. Recordaba todo lo vivido en tan poco tiempo a su lado, ni siquiera podía creer cómo en cuestión de pocos años una persona hubiera puesto su vida patas arriba ¿pero nunca se sabe, no? Noareth jamás pensó que ese pelirrojo odioso que la comparaba con su "prima" iba a estar frente a ella en esos momentos pidiéndole algo más. Pero la verdad era que no necesitaba más tiempo, porque lo conocía y se conocía lo suficientemente a ella para estar segura de que amaba y estaba enamorada de George Weasley. Supongo que así es el amor, no necesitas una eternidad para saber quién es la persona indicada, pues una mirada basta para causar mil sentimientos.
Los pocos segundos que se tomo la rubia de reflexion descorcentaron y apenaron al hombre que le estaban pareciendo una eternidad. Se arrepentió, pues no quería incomodar a la mujer ni hacer que su progreso se desvaneciera.
Fue entonces cuándo bajo el frío invierno de londres, la música navideña, el olor a pasteles y dulces, la gente bailando y ellos dos fusionandose en una persona, Noareth tomó por sorpresa al Weasley.
-Claro que lo seré Georgie, estoy completa y perdidamente enamorada de ti
La navidad una vez más volvía a hacer un milagro.
●●●
Aquella noche extrañamente no podía conciliar el sueño, era tarde, miró al reloj que reposaba en la mesa de noche a su izquierda: medianoche.
No le había funcionado leer, lo que siempre era su remedio para el insomnio y era demasiado tarde para ponerse a hacer una poción.
Se acobijó en el pecho de su esposo buscando su calor corporal. Fred dormitaba pacíficamente en brazos de morfeo; sus labios entre abiertos, sus ojos completamente cerrados, su cabello despeinado, su torso cubierto por una camiseta debido al infernal invierno.
Pareció darse cuenta de que su esposa se apegó a él, rodeó su cintura y la atrajo a su pecho. Elizabeth miraba al techo de la habitación que compartía el matrimonio.
Miles de pensamientos recorrían su mente, aún se torturaba por culpa de la revista que de un día a otro estaba poniendo toda su vida patas arriba. Las cifras decaían poco a poco, lenta y dolorosamente. Quería llorar, gritar, volver a ser una adolescente a la que nada le preocupaba únicamente aprobar sus exámenes y quedar con su novio.
Sus hijos yacían en sus respectivas habitaciones durmiendo. ¿Cómo les diría que cada vez escaseaban más de dinero?. No queria ni imaginarlo, su vello se ponía de punta y sus ojos escocían.
Ni su marido ni ella querían hacer pasar a sus hijos por lo mismo que ellos tuvieron que vivir; a pesar de que nunca les faltó un plato de comida o una prenda de ropa sabía que sus familiares no contaban con lo suficiente para darles sus caprichos, cosas que con los años entendieron y acabaron por no pedir. Sabía que ninguno de los hermanos Lupin-Weasley eran unos niños caprichosos, y estaban seguros de que entenderían la situación, pero en el fondo de los corazones de Fred y Elizabeth habia un vacío. No querían preocupar a sus hijos.
Poco a poco caía en los brazos de morfeo, bostezó y dejó cerrar sus párpados sumida en sus pensamientos cuando dos toques a la puerta de abajo la alarmaron. Fueron suaves, estaba segura que de por no estar despierta no se hubiera levantado.
Con sumo cuidado escapó del agarre de su marido quien se removió en su sitio al notar como el cuerpo de su esposa se iba de su lado.
—Mmm...Lizzie..
Murmuró aún con los párpados cerrados y con la voz ronca que aún provocaba escalofríos en la piel de la mujer.
—Ahora vengo mi amor.., sigue durmiendo..
Besó su cabeza dulcemente para colocarse sus zapatillas calentitas y su bata de casa, para bajar las escaleras hasta la sala principal. Recorrió el pasillo que llevaba hasta la puerta de entrada, toda la planta de abajo estaba helada, invierno en Londres solía ser demasiado frío, tal vez deberían poner también un hechizo calentador en la planta de abajo.
Con varita en mano por precaución abrió la puerta. Miró a ambos lados extrañada cuándo no percató a nadie frente a la puerta, de seguro debió ser algún niño que jugaba. Elizabeth bufó, pero antes de cerrar pudo percatarse de un sobre en el suelo.
Se agachó para tomarlo en sus manos, sopló el polvo que lo recubría, no tenía destinario por lo que no tuvo represalias en abrirlo. Sacó un papel que se tomó el tiempo para leer.
Para mi precioso niño:
Tal vez ni siquiera me recuerdes, es lo más probable. No se nada de ti mi niño, me gustaría tanto abrazarte, besarte, decirte cuando te quiero, explicarte el por qué de las cosas.. Sé que estas en buena manos cariño, una madre lo sabe.
¿Cómo te llamas? Me gustaría tanto saberlo.., aún recuerdo cuando me enteré que estaba embarazada, días después de la horrible noticia que recibí: tu padre falleció. Oh, ccuanto quería y sin duda lo sigo haciendo.Estaba tan sola en el mundo.., tuve que dejarte mi Siri.. ¿te acuerdas? Solía llamarte así cuando estabas en mi vientre, nunca fuiste un niño escandaloso, pero dabas tantas patadas..
Tal vez todo esto sea en vano, yo jamás quise dejarte solo, jamás, me hubiera gustado criarte, verte crecer, eras lo único que me quedaba de tu padre y también te tuve que dejar.. Lo siento tanto Siri, pero serías un niño tan infeliz, no consto de recursos para sobrellevarte Siri, sería una mala madre, estoy segura, no tengo experiencias. Así que le pedí a aquellas enfermeras que te vieron nacer que te entregaran a aquella pobre familia que había perdido a su bebé, fue la decision más dolorosa que tomé en mi vida, pero fue por tu bien mi niño, mi pequeño Siri.
Espero algún día poder verte y que me perdones.
Te ama con todo su corazón,
Tu mamá.
Elizabeth frunció el ceño extrañada y leyó la carta sin entender. ¿Por qué le mandaban eso a ella a tales horas de la noche?
Iba a guardar la carta en el sobre, cuando se percató de que había un pequeño papel dentro de él más. Lo sacó para leerlo cuidadosamente.
Última petición de la señora Brown antes de fallecer, que su hijo (ahora nombrado Remus Orión Lupin-Weasley) supiera las razones de su abandono.
Elizabeth se conmocionó ante la nota, tragó saliva apenada, no sabía como su hijo reaccionaría ante esto , sin duda su deber era hacerle conocer la noticia.
Otra carta más.
Para mi pequeño Siri:
Hoy recordé a tu padre, mi querido Sirius Black, aún recuerdo cómo me mató lentamente su muerte. Te imaginé a ti mi niño, con un cabello largo y negro a su igual, unos ojos profundos y grises, el rostro pecoso...
¿Seras así mi amor? Me encantaría conocerte..
Tu amada madre
Los ojos de Elizabeth soltaron lágrimas, ¿qué era eso? ¿Su tío Sirius Black? ¿Cómo el iba a ser el padre biológico de su hijo?. El agarre de su carta se aflojó y calló al suelo, Elizabeth temblaba entre sollozos.
Fred, quien se había percatado que su esposa tardaba mucho en subir, bajó algo adormilado a ver que todo estuviera en orden. Se extrañó al ver a su esposa temblando y sollozando de espaldas a él.
—¿Lizzie? ¿Todo en orden?
El chocolate lagrimoso chocó contra las avellanas adormiladas de Fred, cuando la mujer se dió la vuelta. Sus palabras temblaron al igual que todo su indefenso cuerpo.
—Remus es hijo de mi tío, nuestro hijo es hijo de Sirius Black
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¡Feliz Navidad!
Y ola
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