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🎪 ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮3 」

«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗍𝗋𝖾𝗌»... [𝖮3]

❝𝗣𝗮𝘆𝗮𝘀𝗶𝘁𝗮 𝗟𝗶𝗹𝗶, 𝗬 𝗠𝗶 𝗡𝘂𝗲𝘃𝗼 𝗢𝘀𝗶𝘁𝗼❞

"Qué felicidad," era lo único que podía pensar la pequeña Jennie mientras sus ojos brillaban con la emoción que desbordaba su pequeño corazón. Las decoraciones que llenaban las paredes y las manos laboriosas de sus padres le parecían el escenario perfecto para su día especial. Hoy, 30 de agosto, la niña celebraba su cumpleaños, y para ella, nada podía estar más cerca de la perfección. Cada detalle parecía diseñado para hacer que este día fuese inolvidable, desde las guirnaldas hasta los colores vibrantes que adornaban la casa. El nudo en su estómago no era de nerviosismo, sino de pura emoción.

Pronto, conocería a la linda payasita que tanto había soñado, y también se reencontraría con sus familiares, aquellos con los que no compartía momentos desde hacía tanto tiempo.

Durante largos minutos, Jennie permaneció frente al espejo, admirándose con una concentración que solo se reserva para las ocasiones más importantes. Su vestido blanco, elegido con esmero, contrastaba de manera perfecta con su piel de porcelana, otorgándole un aire de pureza y ternura. Al menos, así se lo habían dejado claro sus padres, quienes no escatimaron en halagos. En sus pequeños labios rosas se mantenía una fina sonrisa, casi tímida, pero llena de satisfacción.

De hecho, aquellos labios estaban ligeramente impregnados de un brillo labial apenas perceptible, pues para Jennie, "maquillarse" consistía en poner un toque de rubor en sus mejillas rellenitas, y nada más.

━ Cariño, ¿en qué tanto piensas? ━ La suave voz de su madre interrumpió los pensamientos de Jennie, sacándola de su pequeño ensueño. La niña negó con una sonrisa y respondió:

━ Nada, mami. Solo que ya quiero que empiece mi fiestita ━ murmuró, y en sus grandes ojos castaños brilló un destello de emoción inusual.

La madre, que conocía bien a su hija, supo de inmediato que Jennie estaba más feliz de lo normal. Y esa felicidad desbordante no hacía más que alegrarla profundamente. Sabía que para la pequeña, el día de su cumpleaños era siempre un motivo de alegría, pero este año parecía haber algo más, algo especial que la hacía vibrar de anticipación.

━ Oh, bebé, apenas estamos decorando ━ le dijo mientras se acercaba para darle un beso en la frente ━. ¿Por qué no te quedas en tu habitación mientras ves televisión? ━ le propuso con una sonrisa llena de ternura.

Jennie asintió sin pensarlo dos veces. Saltó de la silla con un pequeño brinco y se dirigió al segundo piso para ir a su habitación, no sin antes escabullirse con un par de galletas con forma de conejito que había tomado discretamente. La madre la observó mientras subía las escaleras, notando cómo la niña no podía evitar hacer un pequeño bailecito animado. Nada la hacía más feliz que ver a su hija tan contenta y emocionada. Por eso, se había empeñado en que la fiesta de este año fuese especial, decorando cada rincón con esmero, asegurándose de que todo fuera perfecto.

Quería que Jennie tuviera una de esas fiestas que se quedan grabadas en la memoria para siempre, llenas de risas y momentos felices.

Al llegar a su habitación, Jennie se dejó caer en la cama con una sonrisa radiante. Abrazó su almohada con fuerza, dando vueltas entre las suaves sábanas, sintiendo cómo la emoción burbujeaba dentro de ella. Apenas podía contenerse. ¿Por qué se sentía tan feliz? ¿Estaba exagerando? Esos pensamientos se cruzaban por su mente, pero los desechaba rápidamente, perdida en la alegría del momento.

━ ¡Ya quiero que llegue Lili! ━ dijo con voz emocionada, pensando en la payasita que conocería ese día. Lili, así le había dicho su madre que se llamaba.

Recordó cómo se había ofendido cuando su madre se negó a mostrarle una foto de la payasita. Jennie había insistido, había hecho berrinches, todo para que le mostrara aunque fuera una imagen. Pero su madre, con paciencia infinita, había rechazado todas sus súplicas, diciendo que sería una sorpresa y que le encantaría cuando la viera en persona. Al final, Jennie tuvo que aceptar la prohibición, aunque aún lo hacía con una pequeña pizca de indignación.

Sin embargo, la emoción era tan grande que esas pequeñas frustraciones se desvanecían rápidamente. Sentía un hormigueo en su estómago, como si miles de mariposas revolotearan en su interior. Su corazón latía con fuerza, y sus ojos brillaban como dos pequeñas esferas de luz en la oscuridad.

Con esa felicidad abrumadora aún dibujada en su rostro, Jennie cerró sus ojos, intentando calmarse un poco. El cansancio de la emoción la fue venciendo, y poco a poco, se fue quedando profundamente dormida, acurrucada en su cama, envuelta en la calidez de sus sábanas. Su respiración se hizo lenta y regular, y sus sueños, llenos de alegría y fantasía, la acompañaron mientras se sumergía en un descanso tranquilo y reparador, completamente ajena a todo lo que el futuro podría traerle.

━ Jennie, cariño, despierta… ━ La voz de su madre resonó en la calidez del cuarto, apenas un susurro cargado de dulzura y urgencia. Con suavidad, la mujer removió el pequeño cuerpo de la niña, dándole leves palmaditas en la espalda, intentando apartarla de aquel sueño que, aunque corto, parecía haberla envuelto por completo.

Jennie se había dormido apenas una hora, pero en ese breve tiempo la casa había cobrado vida con el bullicio de los invitados, quienes esperaban con ansias la aparición de la cumpleañera. Sin embargo, ella permanecía aún con los párpados cerrados, acurrucada entre las sábanas, ajena a la impaciencia de sus familiares.

La noción del tiempo se le había escapado por completo.

Unas cuantas sacudidas más fueron necesarias para traerla de vuelta a la realidad. Jennie se removió entre sueños, aferrándose a la calidez de la cama con la pereza de quien no desea despertar, hasta que finalmente sus ojos se abrieron de golpe. En un par de segundos, su adormilada expresión se desvaneció al captar las notas familiares de una melodía que resonaba desde el primer piso. Era su canción favorita, una tonada infantil que rebotaba en las paredes, envolviendo la casa en un ambiente festivo.

━ Mami, ¿la fiesta empezó hace mucho? ━ preguntó de inmediato, con sus ojitos aún empañados de sueño, pero abiertos de par en par por la preocupación.

Su madre negó con una sonrisa tranquila, acariciando su cabellera con delicadeza, enredando los dedos entre los suaves mechones.

━ ¿Qué te parece si bajamos y saludas a todos tus tíos y primos? ━ propuso con ternura, tomando entre sus manos las mejillas rellenitas de la niña.

Jennie asintió de inmediato, con el corazón latiéndole de emoción. Había esperado tanto ese día, y ahora, al ver la sonrisa de su madre y sentir su calidez, sospechaba que este sería el mejor cumpleaños de su vida.

Descendieron juntas al primer piso. Jennie sostenía entre sus pequeñas manos el borde de su vestido blanco, caminando con pasos cortos y entusiastas. Se sentía la niña más afortunada del mundo al ver a sus padres, a sus tíos, a sus primos reunidos para celebrar con ella. Aunque, en lo más profundo de su corazón, sabía que había alguien cuya presencia le emocionaba incluso más que la de su propia familia: su payasita.

El pensamiento le generó un atisbo de culpabilidad, pero lo desechó rápidamente.

Al llegar a la sala, sus ojos brillaron al ver a todos sus familiares esperándola. Las sonrisas se multiplicaban a su alrededor, cálidas y dulces, y en cuestión de segundos sintió que todos la rodeaban, entregándole abrazos y felicitaciones. Jennie correspondió con la amabilidad y educación que sus padres le habían enseñado. Le habían inculcado que debía ser cariñosa con su familia, porque ellos también lo eran con ella.

El tiempo transcurrió entre risas, conversaciones y juegos. Había pasado ya una hora desde el inicio de la fiesta, y aunque Jennie se divertía, su impaciencia crecía.

La espera la estaba consumiendo.

━ Cariño… ━ La voz de su padre la sacó de su ensimismamiento. La niña alzó la vista y lo encontró observándola con el ceño fruncido. ━ Ya ha venido la payasita, ve a sentarte a una de las sillas de allá.

El hombre señaló con una sonrisa enternecida una de las sillas alineadas contra la pared decorada.

Jennie sintió cómo su corazón daba un vuelco. Sus piernitas se movieron con rapidez mientras iba a sentarse, dando pequeños saltitos de emoción. Desde su asiento miró a su alrededor y notó que todos estaban atentos, esperando el espectáculo.

Entonces, la atmósfera cambió.

Las luces de la casa parpadearon un par de veces antes de apagarse por completo. Un murmullo inquieto recorrió la sala y algunos de sus primos más pequeños se asustaron, pero nadie pronunció palabra.

A través de la oscuridad, Jennie pudo distinguir la silueta de una figura alta y delgada que avanzaba con pasos firmes hasta posicionarse frente a todos. Hubo un breve silencio antes de que las luces regresaran, iluminando con destellos intermitentes a la recién llegada.

Cuando la vio con claridad, Jennie sintió que su corazón se detenía.

Era hermosa.

La payasita tenía un vestido corto de tono morado adornado con corazones negros y un tutú esponjoso. Su cabello largo llegaba hasta la cintura, un morado oscuro que contrastaba con su pálido rostro. Su maquillaje era detallado, con brillos en los párpados, pestañas largas y labios de un tono sutil, casi inexistente. Su mandíbula era marcada, su nariz fina y sus pómulos pronunciados, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos.

Morados.

Jennie sabía que eran lentes de contacto, pero había algo en esa mirada que la inquietaba.

La payasita no apartaba sus ojos de ella.

Era una mirada intensa, penetrante, difícil de descifrar. Jennie sintió un escalofrío recorrer su espalda, y aunque intentó convencerse de que solo era la emoción del momento, algo en su interior le decía que esa sensación era diferente.

Sin apartar la vista de ella, la payasita curvó los labios en una ligera sonrisa.

━ ¡Hola a todos los niños presentes! ━ exclamó con entusiasmo, levantando dos globos en sus manos, uno rojo y otro morado. Su voz era grave, ligeramente ronca, y aunque intentaba sonar infantil, el efecto era inquietante. ━ ¡Bienvenidos al show de Lili!

Los niños aplaudieron con entusiasmo, pero Jennie apenas podía procesar lo que ocurría.

Lili se acercó a ella con pequeños saltitos, extendiéndole el globo morado con una sonrisa que se ensanchaba más y más. Sin embargo, algo extraño ocurría: sus ojos no reflejaban ninguna emoción. No se achinaban, no expresaban alegría, simplemente la observaban, fijos e inescrutables.

Jennie tomó el globo con manos temblorosas.

━ ¿Cómo está mi cumpleañera el día de hoy? ━ preguntó la payasita, sin dejar de mirarla ni pestañear.

Jennie tragó saliva.

━ B-Bien… ━ murmuró en un susurro apenas audible.

Lili amplió su sonrisa.

Antes de alejarse, la payasita le dio un pequeño apretón en la mejilla. La piel de sus manos era tosca y seca, y el contacto hizo que Jennie alzara la vista de inmediato.

Entonces, algo inesperado ocurrió.

De manera aparentemente accidental, Lili dejó caer el globo rojo al suelo. El estallido resonó en la sala y, de los restos de látex, brotó un líquido transparente. Todos jadearon sorprendidos al notar que parecía agua.

Y luego, las risas estallaron.

Jennie también rió.

Pero cuando su risa resonó en la sala, Lili la miró de nuevo.

Y por un instante, la niña creyó ver sus pupilas dilatarse.

Lo ignoró.

El espectáculo continuó. La payasita hacía reír a todos, interactuaba con los niños y realizaba trucos sorprendentes. Pero cada vez que Jennie levantaba la vista, encontraba aquellos ojos morados fijos en ella.

El show de Lili apenas comenzaba.


━ ¡Oh, mami, de verdad me divertí mucho! ━ exclamó Jennie entre risas, con la respiración aún agitada por la emoción. Su rostro resplandecía de alegría y sus pequeños ojos relucían como dos luceros.

Su madre, conmovida por aquella expresión pura e infantil, le dedicó una sonrisa cálida mientras acariciaba con ternura sus suaves cabellos.

La luz del salón de fiestas titiló levemente, proyectando sombras difusas en las paredes decoradas con guirnaldas y globos. En ese instante, la silueta de la payasita emergió entre los asistentes, avanzando con una elegancia inusual para alguien de su oficio. Su espalda permanecía recta, sus manos estaban ocultas tras su espalda y su mentón se mantenía erguido con altivez. A cada paso, el leve tintineo de su vestimenta parecía llenar el aire con una presencia casi etérea.

━ Buenas noches, bellas damas ━ saludó con un tono exageradamente afectuoso, inclinándose con un ademán teatral que provocó risas en madre e hija.

Jennie la observó con fascinación. En su mente infantil, aquella mujer parecía una deidad envuelta en un aura mística e inalcanzable. Su cabello morado, su vestimenta peculiar y su mirada penetrante la hacían parecer más que una simple animadora de fiestas. Para la pequeña, era como si hubiese sido testigo de la presencia de una estrella fugaz, fugaz pero inolvidable.

En un movimiento inesperado, la payasita sacó de entre sus largos brazos un oso de peluche de color café. Lo sostuvo con delicadeza, agitándolo ligeramente frente a la niña con una expresión radiante.

━ ¡Mira lo que tengo para ti, linda niña!

Jennie abrió los ojos con asombro y emoción. Su diminuto cuerpo se tensó por un breve instante antes de que sus manos temblorosas se extendieran para recibir el obsequio. Sus dedos acariciaron la suave tela del peluche y, con un gesto casi instintivo, lo acurrucó contra su pecho. Sus labios se entreabrieron en una sonrisa tímida y bajó la cabecita, sintiendo cómo el calor se apoderaba de sus mejillas.

━ Fue todo un honor tenerte en el cumpleaños de mi hija, hiciste un espectáculo maravilloso ━ elogió la madre con una sonrisa genuina, cruzando los brazos con gesto satisfecho. La payasita inclinó levemente la cabeza en señal de agradecimiento.

━ Mi hija anhelaba tanto tener una payasita en su fiesta… Y definitivamente cumpliste sus expectativas ━ continuó la mujer con tono afectuoso.

━ Oh, muchas gracias ━ murmuró la payasita con una formalidad inesperada, sin apartar su mirada de la niña que aún mantenía sus ojos fijos en el osito.

Jennie apenas escuchaba la conversación entre ambas adultas. Sus pequeños dedos jugaban con las orejitas del peluche, como si quisiera grabar cada detalle en su memoria.

━ De verdad amo mi trabajo ━ añadió la mujer de cabello morado, ladeando ligeramente la cabeza mientras una sombra de curiosidad se dibujaba en su mirada. Sus ojos morados destellaban con un brillo inquietante ━ Para mí, no hay mayor felicidad que hacer sonreír a los niños.

Jennie sintió que su corazón latía con fuerza ante aquellas palabras. La calidez en la voz de la payasita la hizo sentirse especial, como si aquellas frases estuviesen dirigidas únicamente a ella.

━ Y sobre todo, me llena de alegría ver sonrisas tan dulces como la de esta pequeña ━ añadió, con una expresión que oscilaba entre la ternura y algo más difícil de descifrar.

La madre de Jennie asintió conmovida, mientras observaba a su hija con orgullo.

Jennie sintió sus mejillas arder y un leve cosquilleo en el pecho.

━ Bueno, fue un placer estar esta noche con tan hermosa familia. Espero que hayas disfrutado mi espectáculo, linda niña ━ la voz de la payasita sonó melódica, casi hipnótica.

Jennie levantó la vista y la observó con adoración. No quería despedirse. No quería que aquella presencia tan fascinante desapareciera de su mundo tan pronto. Pero sabía que no tenía otra opción.

━ Me gustó mucho… ━ susurró la pequeña, con una de sus tímidas sonrisas.

La payasita la miró con una dulzura casi inquietante.

━ ¡Espero que puedas estar en o-otros de mis cumpleaños! ━ se apresuró a añadir Jennie con un tono esperanzador.

La mujer de hebras moradas inclinó la cabeza con un ademán elegante.

━ Y yo espero poder estar en muchos más de tus cumpleaños, pequeña ━ respondió con un brillo peculiar en sus ojos.

Dio un paso atrás y, con una última reverencia, susurró:

━ Buenas noches a ambas. Ha sido un verdadero placer…

━ Igualmente ━ respondió la madre con cortesía.

Jennie sintió un leve nudo en la garganta. No quería que se marchara. No quería que esa magia se disipara tan pronto. Pero no emitió objeción alguna. En su lugar, alzó su pequeña mano y la agitó en un gesto de despedida.

La payasita replicó el gesto, pero sus ojos seguían fijos en la niña.

Hubo un instante en que todo pareció quedarse en pausa. Un segundo en el que el tiempo se volvió denso y la atmósfera adquirió un matiz extraño.

Un escalofrío recorrió la espalda de Jennie.

Sin pronunciar palabra, la mujer dio media vuelta y se alejó con pasos firmes, perdiéndose en la oscuridad más allá de las luces de la fiesta.

Jennie se quedó mirando hacia el vacío.

Apretó el osito de peluche contra su pecho y sintió una punzada de inquietud.

No sabía por qué, pero… algo en aquella despedida no le había parecido del todo normal.

La sensación era sutil, como un murmullo distante que se esconde en el viento.

Un presentimiento que aún no lograba comprender.

Pero que, sin embargo, se quedó adherido a su piel como un eco persistente.

Y, en lo más profundo de su pequeño corazón, supo que esa no sería la última vez que vería a la payasita.




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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

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