Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

💌࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮3 」

«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗍𝗋𝖾𝗌»... [𝖮3]

❝𝗔𝗺𝗶𝗴𝗼❞


A la mañana siguiente, Jimin despertó envuelto en el murmullo apagado del viento que apenas lograba agitar la lona de su carretilla. El día era gris, y no había ni sol ni amenaza de lluvia, solo ese tono opaco que suele tener el cielo cuando las horas pasan sin entusiasmo. Abrió los ojos lentamente, aún con el cuerpo entumecido por la mala postura en la que había dormido. Pero algo dentro de él vibraba con nerviosismo: no era dolor, ni hambre, ni frío, sino otra cosa… un recuerdo súbito que se le instaló en el pecho con el peso de una roca.

━ Ay no... ━ susurró mientras se incorporaba y buscaba el estuche con sus dibujos.

La carta. No podía creer que realmente la hubiera dejado. Intentó hacer memoria con precisión, pero solo podía recordar su impulso, ese arranque torpe y esperanzado que había sentido la noche anterior. La había escrito pensando que tal vez, si Jungkook la encontraba, sentiría un poco de ternura por él. No se imaginaba que fuera a enamorarse, ni mucho menos. Jimin no se engañaba a sí mismo. Sabía perfectamente lo que era: un muchacho sin apellido, sin casa, sin historia contada por nadie más que él mismo.

Pero había algo en su corazón que no se podía reprimir. Y cuando se trataba de Jungkook, su voluntad simplemente fallaba.

La noche anterior, había doblado con mucho cuidado una hoja del bloc nuevo. Le había escrito con una de las lapiceras medio gastadas que había rescatado del contenedor, y había puesto lo mejor de sí en cada palabra, aunque sus errores ortográficos la hicieran parecer escrita por un niño pequeño. Mientras la escribía, se había mordido los labios, se había rascado la cabeza y había tachado varias veces con fuerza, como si así pudiera borrar la torpeza de su redacción.

Sin embargo, no se rindió. Cuando la terminó, le dibujó una pequeña carita sonriente en la esquina y una caricatura de un chico de cabello liso con un cartel que decía: “hola, soy yo :)”.

Después la dejó en un sobre hecho con papel de bolsa, cuidadosamente doblado, y lo deslizó por la verja de la casa donde sabía que vivía Jungkook.

Recordaba claramente la primera vez que lo había visto. No fue en un encuentro cercano ni un saludo cortés. Fue desde la acera contraria, una tarde en la que Jimin buscaba sobras entre los cubos de basura. Lo que más le había llamado la atención no fue la fachada de la casa ni la limpieza impecable del jardín, sino la imagen que emergió de la puerta principal: un muchacho alto, de cuerpo firme, vestido con lo que a Jimin le pareció ropa de entrenamiento, o quizá simplemente ropa de casa, pero que le quedaba de forma escandalosamente atractiva.

Jungkook había salido arrastrando una bolsa de basura con una mano, mientras sostenía una botella de agua con la otra. El sol le pegaba de lado, haciendo que su piel pareciera hecha de luz dorada. Jimin lo observó con tanta atención que casi se le cayó el frasco de dulces.

━ Santo cielos, es un modelo... ━ musitó en aquella ocasión, encogiéndose tras un poste para no ser visto.

Desde ese día, y como un acto de rutina inevitable, Jimin comenzó a merodear por la misma calle. No para espiar descaradamente —al menos no todo el tiempo—, sino para sentir la cercanía de alguien que le parecía hermoso, no solo físicamente, sino por esa extraña energía tranquila que parecía envolverlo. Pronto descubrió que desde cierta esquina, si se subía a un muro bajo y se acomodaba bien, podía ver parte de la ventana que daba al comedor de la casa.

No siempre lo encontraba, pero cuando lo hacía, lo veía desayunar, leer algo, o incluso sonreír mientras hablaba por teléfono. Esas imágenes fugaces eran suficientes para calentarle el alma durante días enteros.

Por eso la carta. Porque ya no podía más con el silencio. Porque a veces, cuando uno ha vivido tanto tiempo sin que nadie lo mire con afecto, cualquier atención imaginada se vuelve necesidad. Jimin había escrito cosas simples, torpes, dulces. Algo como:

"Ola, yo no tengo nombre bonito. Yo lo vi un dia y me paresiste re lindo. Me dio pena ablarte poque no estaba lindo, pero tengo un corason bueno. No se ría, es berdad. Me gusta dibujar, y si me deja, un dia le doy un dibujo de usté. No se asuste, no soy rrobador, solo tengo amor."

Cuando terminó de escribirlo, se sintió estúpido y maravilloso al mismo tiempo. Como si fuera un niño de seis años con su primera carta al amor imposible. Pero también sabía que era un riesgo. Que si Jungkook lo leía y se burlaba, su pequeño universo se rompería. Y si no la leía, también. Pero no podía con la incertidumbre de no hacer nada. Porque, después de todo, ¿qué era lo peor que podía pasarle a alguien que ya lo había perdido casi todo?

Desde que tenía uso de razón, Jimin recordaba haber vivido con una señora de cabello blanco que le decía “hijo” aunque no compartían sangre. No sabía quiénes eran sus padres, solo que en algún momento se marcharon. Nunca hubo cartas, ni visitas, ni promesas de regreso. Nada. Cuando la señora murió, Jimin tenía quizá once o doce años. No recordaba bien. Solo sabía que después de eso, nadie vino a buscarlo. Nadie preguntó por él. Intentó quedarse en la casa un tiempo, pero los vecinos se lo impidieron.

Luego empezó a dormir en parques, y con los años, aprendió a arreglárselas como podía. Intentó conseguir trabajos, pero lo rechazaban por no tener papeles, edad legal, experiencia o, simplemente, por su aspecto.

Así que cuando encontró en Jungkook un rostro amable —aunque aún no le hubiera dirigido más que un par de palabras— algo en su interior se iluminó. No era amor en el sentido idealizado, sino esperanza. La misma que uno entierra una y otra vez, pero que resucita cuando alguien te mira sin desprecio. Por eso esa carta no era una confesión. Era una súplica silenciosa: “mírame, existo”.

Mientras el viento soplaba alrededor de su carretilla, Jimin se abrazó las piernas y apoyó la barbilla sobre sus rodillas. Sabía que Jungkook aún no debía haberla leído. Tal vez ni siquiera la hubiera visto. Pero ya estaba hecha. Y pase lo que pase, esa noche dormiría sabiendo que, aunque fuera por un momento, le había hablado con el corazón.


La tarde era cálida, con un sol firme que descendía lentamente sobre los tejados, tiñendo de un naranja sucio las fachadas de las casas del vecindario. El pavimento ardía bajo las suelas de los zapatos, y en medio de una calle lateral —justo al lado del jardín amplio que servía de cancha improvisada— resonaban las voces de los muchachos que jugaban con energía. Jungkook, vestido con una camiseta sin mangas y pantalones deportivos holgados, corría con una velocidad envidiable, la frente perlada de sudor y los labios entreabiertos por el esfuerzo.

El balón giraba entre ellos como si tuviera vida propia, y todo era risas, gritos, empujones, y esa competitividad amistosa que solo el juego sincero puede provocar.

Fue una jugada rápida, un pase mal calculado o quizá la fuerza excesiva de una patada, pero lo cierto es que el balón salió disparado hacia el borde del terreno, donde había un montón de basura seca y un carrito abandonado. Nadie se percató de la figura agazapada hasta que se oyó un golpe seco, el sonido de algo —o alguien— siendo impactado con fuerza, seguido de un leve quejido y un silencio momentáneo.

Jungkook giró en seco, alarmado por el ruido, y sus cejas se alzaron cuando reconoció la pequeña figura que se había incorporado de golpe, sujetándose la cara con ambas manos. Corrió sin pensarlo, sus pasos firmes resonando contra la tierra reseca.

━ ¡Oye! ¡Ey! ¿Estás bien? ━ preguntó al llegar, su voz cargada de una preocupación que desentonaba con la risa sofocada que aún resonaba entre algunos de sus amigos.

Jimin se había llevado el balón directo a la nariz. Estaba medio doblado sobre sí mismo, con las palmas rojas por la presión de sus manos contra el rostro. Entre los dedos le chorreaba un hilo delgado de sangre que caía con lentitud, como si no tuviera apuro en abandonar aquel cuerpo delgado y maltrecho. Cuando alzó la mirada, tenía los ojos llorosos, no tanto por el dolor, sino por la impresión del golpe.

━ Estoy… ━ balbuceó, pero se detuvo al ver el manchón rojo que le salpicaba la ropa.

━ Estás sangrando, tonto ━ dijo Jungkook, medio entre un bufido y un suspiro, mientras se quitaba rápidamente la camiseta que llevaba encima y quedaba con una más ajustada debajo. Se la tendió a Jimin con suavidad, casi con ternura ━. Toma, aprieta aquí. No es grave, pero sí sangra mucho.

━ No me pegues otra vez… ━ murmuró Jimin en un tono tan bajo que parecía más un chiste entre gemidos que una acusación real.

━ ¡Yo no te pegué! ━ exclamó Jungkook, incrédulo y divertido al mismo tiempo ━. Fue el balón. No tengo tan buena puntería como para darte justo en la cara a propósito.

━ Qué pena… ━ susurró el menor, tapándose con la camiseta prestada y girando el rostro.

━ ¿Pena? ¿Por qué? ━ inquirió el otro, inclinándose hacia él, con esa curiosidad descarada que a veces se le escapaba en momentos inoportunos ━. ¿Porque me viste con los músculos al aire?

━ ¡Cállate! ━ se quejó Jimin, ocultando media cara tras la tela. El tono de su voz tenía una timidez sincera, pero también una pizca de juego que no pasó desapercibida.

━ ¿Te duele mucho? ━ preguntó Jungkook, agachándose para mirarlo a los ojos con atención ━. Tengo en casa hielo… o puedo traerte un refresco, no sé, ¿quieres que te cuide un rato?

━ No hace falta… ━ replicó Jimin, aunque no parecía muy convencido de su propia negativa ━. Me pasa seguido. Soy como imán de cosas duras y voladoras.

━ Tú sí que eres raro ━ le dijo el mayor, esbozando una sonrisa que no sabía si ocultaba ternura o compasión ━. Pero bueno, al menos tienes buena puntería para que el drama te quede simpático.

Ambos se quedaron en silencio un momento, uno sentado y el otro en cuclillas, compartiendo una calma breve que solo rompía el ruido del resto del grupo. La escena, sin embargo, no pasó desapercibida. Apenas Jungkook se incorporó y se apartó un poco de Jimin, algunos de los chicos comenzaron a acercarse, aún con la pelota en manos y el sudor pegándoles la ropa al cuerpo.

━ ¿Quién era ese? ━ preguntó uno de ellos, con el tono cargado de esa superioridad condescendiente que se adopta cuando se desconoce al otro.

━ ¿De dónde lo conoces? ━ añadió otro ━. ¿Es uno de los que duerme en la estación?

Jungkook respiró hondo, se giró para verlos y se cruzó de brazos. Su mirada, habitualmente relajada, se endureció apenas, como si le molestara el aire mismo.

━ Es mi amigo ━ dijo con firmeza, como si esa palabra fuera suficiente para zanjar cualquier juicio, insinuación o risa posterior.

Los demás se miraron entre sí, incómodos, como si no supieran bien cómo reaccionar ante esa respuesta inesperada. Uno de ellos, el más alto, intentó reír para quitar tensión.

━ ¿En serio? ¿Tú y él son amigos? ━ insistió, como si se le escapara la lógica del asunto ━. Pensé que solo te juntabas con gente... ya sabes.

━ ¿Gente como qué? ━ replicó Jungkook con una ceja arqueada.

El otro dudó. El aire se cargó de esa tensión espesa que se forma cuando alguien se atreve a pisar donde no debe.

━ Como... bueno, como nosotros. Nada, olvídalo, solo era curiosidad ━ murmuró finalmente, mirando al suelo.

Jungkook no dijo más. Caminó de regreso al grupo, recogió la pelota sin pedir permiso y la sostuvo entre las manos como si considerara la idea de volver al juego. Pero su mente estaba lejos de la cancha. En su pecho, algo se había activado, una especie de responsabilidad absurda, como si proteger a Jimin fuera una decisión tomada sin querer, pero que ya no podía echarse atrás.

Mientras los demás lo seguían con la mirada, él simplemente pensaba en cómo se vería ese rostro, normalmente cubierto de tierra y tristeza, sonriendo sin miedo. No por un gesto de caridad, sino porque se sintiera visto. Y de alguna forma, esa idea no le parecía tan difícil de lograr.

█▓▒░░▒▓█
Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro