26.
— Todo pasó muy rápido. Realmente rápido.
Alicia tendría que haber disfrutado mucho más la ducha de esa mañana, tal vez no tendría ni que haberle dicho a Raquel que aceptaba ir. —
— Cuando habló con la prensa no lo hizo en vivo, el comunicado fue publicado dos horas después, exactamente en el momento en el que la pelirroja estaba ingresando al banco en el helicóptero junto a Raquel. —
— El viaje fue realmente incómodo, ambas estuvieron a la defensiva todo el tiempo, pero valió la pena por el resultado. —
— Sergio observaba desde el exterior como Alicia expuso a la policía, Tamayo y toda la carpa la insultaban de arriba a abajo, pelirroja de mierda.
Los exhibió, a todos. Fue lo último que hizo antes de irse con Raquel, fingiendo que solamente la acompañaría para que no se escape.
Bien, se había vengado de la policía.
Ahora de la banda. ¿Verdad? —
— Lo primero que hizo cuando estuvo dentro, acorralada por la banda y Raquel fue quedarse en una esquina, viendo aún con la mascara de policía puesta como decían "Por Nairobi." Joder, ¿Qué mierda hacía ella ahí metida? —
¿Y este, quién es? — Preguntó Tokio, Berlín no estaba allí para recibirla, pero Raquel se puso frente a Alicia evitando algún golpe o que la apunten con algo. — Que se quite la mascara.
El profesor dijo que primero lo llevemos abajo, para que hable con el. — Se metió Palermo, nadie entendía bien que pasaba, Alicia estaba callada, tuvo que darle a Raquel su arma pero la rubia en ningún momento dejo que alguien se le ponga en frente, menos Tokio que sabía que algo no cuadraba. —
— Alicia no emitía palabra, tampoco se quejó de que la traten en masculino, hasta que llegó a la sala de control, la pelirroja observaba todo con atención y finalmente Raquel volteó y le quitó la máscara. —
¿Qué hace esta puta aquí? — No solo Tokio la apuntó, Denver, Bogotá, Río y Helsinki también. —
Tokio, Denver...bajen eso. — Finalmente esa voz familiar se escuchó, a la pelirroja se le achicó la pupila, la respiración se le agitó y movió a Raquel de su vista. — ...Rojita — Le habló con una sonrisita, pero fue cuestión de unos cinco o tres segundos para que Alicia caiga desmayada sobre los brazos de Raquel quien la sostuvo de atrás; normal, pensaba que estaba muerto y ahora le sonreía. —
No me jodas Berlín. ¿La puta torturó a Río y tú la haces entrar? — Cuestionaba Tokio, ofendida era poco, pero el hombre siquiera le prestó atención, acomodó junto a Raquel a Alicia sobre uno de los sillones y se quedó parado a su lado. —
Creo que se llamará París, cada uno trate de seguir con lo suyo y la persona que traté de tan solo arrancarle un pelo yo mismo le llenaré el pecho de plomo, ¿Está claro? Te incluye, Tokio. — Dijo observándola, claramente lo insultó, al igual que la mayoría, hubo una diminuta pelea acerca de ella, pero Andrés no dejaba ni que se le acerquen, avisaron a Sergio que ambas estaban dentro, a los pocos minutos Alicia despertó con el acariciando suavemente su cabello. — Despertaste bella durmiente.
— Alicia se quedó callada unos segundos, como pudo volvió a hablar. — ¿Estoy muerta? — El negó suavemente, para comprobarlo se pellizcó, se observaron en silencio unos segundos hasta que Alicia se levantó, esa ropa le estaba dando calor, incluso el puto mono se veía más cómodo y como si el lo supiera, ya tenía la prenda en sus manos. —
— Le extendió la mano en la que estaban las prendas pero intencionalmente era la mano en la que tenía el puto brazalete. — ¿No me vas a hablar? — Le cuestionó Andrés. — ¿Lo arruiné tanto para que no me hables?
— Alicia no le contestó, tomó las prendas y se alejó de el, se acercó a la puerta y gritó a Raquel. — ¡Lisboa! — La llamó repetidas veces, era raro decirle así, el la observaba en distancia, veía su piel pálida, tenía menos pecas que antes, por lo que veía también estaba más delgada y no la veía con muchas ganas de hablar con el. Lo que lo hizo sonreír fue ver que luego de que ella se acomodó el pelo los aretes que el le dió, seguían ahí, el brazalete igual.
La rubia llegó poco después y los miró a ambos. —
¿Qué pasa? — Cuestionó y no esperaba la respuesta de Alicia. —
¿Me puedo vestir en privado? Sabes que no tengo micros.
Venga, no es nada que no haya visto antes. — Ella no lo miró, esperaba que lo insulte, que haga algo, pero fue Raquel quien lo echó y quedaron ambas dentro. — Vale, esto me va a costar más que un ramo de tulipanes. — Reconoció pero se quedó parado al lado de la puerta. —
¿No estás feliz de verlo? — Preguntó Raquel, quien la tenía que ver por las dudas, a Alicia no le importaba, ya la había visto en pelotas alguna que otra vez, ahora solamente estaba en ropa interior. —
Te golpee y te revolee un florero creyendo que estaba muerto. ¿Por qué me dejaste seguir pensando que estaba muerto? — Se colocó la camiseta gris, arriba el anti balas y luego el mono rojo. —
No te podía decir que estaba vivo, era algo que tenía que hacer el...¿Ahora si me vas a perdonar? — Preguntó Raquel mientras la observaba con una muy leve sonrisa guardar dos de sus paletas dulces en los bolsillos del mono, paletas que antes estaban en la ropa de policía. —
No puedo estar enojada por algo que no pasó. — Finalmente sé miraron y esta vez ninguna de las dos apartó la mirada. — Lo siento, te golpee horrible la nariz...en si te golpeé horrible.
Lo siento yo también, te mentí con la persona que más amabas, te lo podría haber dicho en la carpa...te juro por Paula que yo ese día no sabía que seguía vivo. Alicia, te lo hubiera dicho. — Bajó un poco el mentón mientras la miraba. — Te lo hubiera dicho.
— La oji-azul se acercó a ella algo dudosa, con una sonrisa triste y ojos llorosos asintió. — Lo sé. — Le acomodó suavemente el pelo. — Lo sé. — Repitió y finalmente la abrazó, la había extrañado, muchísimo, era su mejor amiga, primer y única amiga real que había tenido. Era lindo poder abrazarla de nuevo. —
— Raquel la recibió cálidamente, pudo conseguir que la perdone, eso era bueno, muy bueno. — La situación aquí dentro está jodida, lo sabes. — Se separaron suavemente luego de unos segundos. — ¿Seguirás con la venganza?...¿Tiene sentido vengarte si él sigue vivo?
No, pero eso significa que debo estar con ustedes, ¿Verdad? Yo ya se que Tamayo me debe de querer muerta ahora, toda la carpa vio la traición, si me quedo como rehén no puedo hacer nada, corro el riesgo de que te maten y yo sentada como una guilipollas esperando que también resucites.
— Se quedaron calladas unos segundos, tiempo era lo que no tenían entonces en ese momento se dio cuenta de que ya no existía la Inspectora Alicia Sierra, ya no. — ¿París suena bien, no? No te creas, solo necesito salir, no soy una de ustedes.
París. Evita joder a Tokio. — Alicia quería llorar, realmente, en cualquier momento iba a explotar, pero no en ese momento.
Finalmente ambas salieron y Andrés le extendió un arma, sabía que iba a elegirlos, le convenía. —
— La pelirroja ni lo miró, solamente tomó el arma de su mano y se fue caminando con Raquel mientras la rubia le daba alguna que otra indicación.
Berlín trataba de manejar la situación lo mejor posible, pero su mente estaba 40% ahí y un 60% en Alicia. La había cagado, lo sabía, hasta Raquel lo sabía, ¿Le daría otra oportunidad? La pregunta lo estaba carcomiendo. —
¿Y el oro?¿Cómo pretenden sacarlo? — Raquel no le explicó, directamente la llevó al lugar, dejándola maravillada, ambas hundieron las manos en las pepitas. — Nunca más voy a subestimar a gafitas.
Te extraña mucho. — Ambas quitaron las manos de ahí. — El, Berlín, yo...París...
Necesito pensar. — Tomó uno de los dulces de su bolsillo, luego de meterse la paleta en la boca se hizo una coleta. —
¿Tú estás bien?
Rubia, yo siempre estoy bien. — Alicia no sabía exactamente dónde ir, realmente, no tenía ni puta idea, pero ambas subieron al ascensor, salieron y Andrés se acercó a ellas, haciendo que Alicia le aparte la mirada. —
Lisboa, ¿Nos dejas? — No la miró para hablarle, miraba a la pelirroja frente a el, que aparentemente estaba un poquito más alta, unos tres centímetros tal vez. Raquel dudaba en hacerlo, miró a Alicia esperando una respuesta verbal pero no la obtuvo. — Nos dejas, ve a controlar el piso de abajo.
Berlín, eso lo hace Matías.
Ya, pero yo mando aquí y te lo estoy ordenando a ti, o puedes ir a hablar con El Profesor. — Raquel revoleó los ojos, empezaba a respirar la tensión entre ellos, lo cuál provocó que si se vaya, dejándolos solos. — Alicia. — La llamó esperando a que lo mire, pero ella seguía mirando a la pared como si estuviera viendo un programa interesante. — Alicia. — La volvió a llamar pero esta vez la tomó de las mejillas con una mano y la obligó a que lo vea. —
— Mala idea. Recibió un fuerte cachetazo, la pelirroja le dejó la mano marcada en la cara la cual ahora le ardía y se quitó su dulce para hablar. — Hijo de puta, me hiciste pensar durante tres años que estabas muerto, yo tenía una vida, tengo una vida, ¿Y ahora apareces de la nada? Vete a la mierda Andrés, te odio.
— El le quitó la paleta de la mano y se la metió en la boca, haciendo que lo golpee nuevamente pero en el pecho, aunque le llegó a arañar el cuello. — Joder, te dio un puto ataque de gato anaranjado. Cálmate.
Vete a la mierda. En verdad. Vete al carajo Andrés. — Tenía los ojos húmedos, claro que quería saltar a abrazarlo, pero no iba a hacerlo. —
Rojita... — Ella sola se soltó del agarre de su mano, la dejó caminar un poco pero la tomó del brazo, sin apretar tanto, pero más se resistía y el más apretaba. — Quiero hablar contigo.
Pues yo no. Suéltame. — Acercó el brazo de el a su boca y lo mordió con fuerza, provocando que ahora si la suelte, recuperó su paleta pero él ya había mordido esa cosa, una mitad en su boca y la otra en el palo de plástico; a ella le importó un bledo comerla nuevamente a pesar de que el le haya robado la mitad, necesitaba ese gusto dulce. —
Deja de meterte las putas paletas en la boca. Come comida real, no esa cosa. — Apuntó a su golosina. — Tú no te sientes bien. — Le dijo con seguridad, importándole realmente poco el como ella lo golpeó. —
Si, si que me siento bien, ¿Y tú que mierda vas a saber? Desapareciste siete putos años, ya no me conoces.
— Esa era una clara mentira, él sabia que en ese momento ella quería llorar por tan solo como estaba moviendo las manos al hablar, su voz, sus ojos. Claro que la conocía. — ¿Podemos hablar de eso?
Te dije que no. — Ella se empezó a ir hacia el ascensor, el la siguió, la empujó con fuerza, la pelirroja chocó contra la pared, la paleta se le cayó de la boca, eso si la puso de mal humor, pero le dio tiempo a el para cerrar la puerta y apretar el botón que evitaba que el elevador se mueva. — ¡EN VERDAD, YA BASTA!
No, tú no estás bien, ¿Hace cuanto que no comes bien? ¿Mmm? No me jodas que volvemos a la época de ballet dónde tu madre no te dejaba ni oler el chocolate. — Golpe bajo. Iba a recibir otro cachetazo pero la tomó de la muñeca, cuando lo iba a hacer con la otra mano también la tomó de ahí y se planteó seriamente quitarle el arma que le había dado. —
Cállate Andrés, cállate. — Le dijo entre dientes, el no previo la patada en su entrepierna, pero terminó apoyando su cuerpo contra el de ella para dejarla inmóvil a pesar de que lo insultaba. — Te odio.
No, no lo haces. — Contestó seguro, bajando su vista para verla, esos ojos eran los más hermosos que había visto en su vida. —
Si, si te odio. — Ambos tragaron con pesadez, si Andrés besaba aquellos labios dulces sabría que no era cierto, pero se lo estaba diciendo con los ojos llorosos, llorosos sin brillo de la alegría que él producía años antes y a él también se le humedecieron un poco, pero no la soltó a pesar de que ella ya no ponía resistencia, necesitaba el calor de su cuerpo junto al suyo y seguir oliendo aquel perfume que ella se ponía cada mañana desde que eran pequeños. —
— Ella lo odiaba, lo odiaba por hacer que sea insuperable, por romperle el corazón, por amarla y cuidarla tanto toda su vida que hacía que cada vez lo ame más sin importar si lo veía o no. Exactamente por eso lo odiaba. Tal vez el destino era que se conozcan, que le de una hija, que sea el amor de su vida, pero que no queden juntos. —
— Realmente si necesitaba que el le hable, que le de alguna explicación, pero no quería que esa conversación sea ahora, no en esas circunstancias.
Se hubieran quedado así más tiempo, en silencio, observándose y evitando llorar. Pero por el walkie le dijeron que necesitaban refuerzos, Arturo y algunos rehenes estaban en dónde tenían las armas, tardó un poco en reaccionar pero finalmente la soltó, se alejó, puso el número correspondiente luego de quitar "el botón de pausa" y contestó. — París y yo estamos en camino.
— Sonaba tan bien cuando el le decía así, sonaba con una dulzura distinta. —
A dos capítulos del final.
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