- ᶠᵒᵘʳ
CAPITULO 004
ᴾˡᵃʸⁱᵗᵃ
El viaje a la playa era justo lo que necesitaba. Estaba ansiosa por relajarme, aunque Valeria parecía aún más emocionada que yo.
—¡No puedo creer que por fin vamos a la playa!—dijo, estirándose en el asiento del auto.
—No exageres —respondí con una sonrisa.
—Bien niñas, espero que no se les olvide aplicarse el bloqueador—Menciona mi madre
—Si ma—Dije
—¿Qué piensas hacer cuando lleguemos? —preguntó Valeria.
—Mmm, creo que solo quiero caminar por la playa y sentir la arena. No quiero un itinerario.
—Ugh, Mari ¡Yo quiero hacer algo extremo!
Sonreí. Valeria siempre tenía una energía inagotable.
Al llegar a la playa, la vista era impresionante. La arena blanca contrastaba con el agua turquesa, y la brisa salada refrescaba el ambiente. Varias personas ya estaban instaladas en tumbonas, mientras que otros jugaban en el agua o disfrutaban de motos acuáticas.
—Esto es increíble —dije en voz baja, casi para mí misma.
—¡Obvio! Y más te vale que te prepares porque hoy nos vamos a lucir.
Me reí mientras Valeria sacaba su bloqueador y se acomodaba las gafas de sol con actitud. Yo, en cambio, me limité a quitarme la blusa que llevaba sobre el bikini y a estirar los brazos con tranquilidad.
Mi bikini era sencillo pero favorecedor, y mi faldita tejida le daba un toque especial.
—Oye, ¿y si vamos por algo de beber antes de hacer cualquier cosa? —preguntó Valeria.
—Me parece bien.
Nos acercamos a un pequeño puesto de bebidas y pedimos jugo bien frío.
—Por cierto a qué hora llega tu hermano—Pregunta Valeria
—No, no lo sé—Susurre
Cuando llegamos al sitio sentarnos, Valeria me miró con una sonrisa maliciosa
—¿Que?—pregunte
—Tengo una idea.
—Dios, ¿ahora qué?
—Motos acuáticas.
—Tienes una obsesión con la adrenalina.
—¡Vamos, Mari, no seas aburrida! ¡Es nuestra oportunidad de brillar en el agua!
—Está bien, pero no quiero que me tumbes.
—No prometo nada.
Reímos mientras nos acercábamos a alquilar las motos. Al subir, sentí la emoción recorrerme. Siempre me había gustado la velocidad y la sensación de libertad que daba el agua salpicando en la cara.
—¡Nos vemos en la meta! —gritó Valeria antes de acelerar.
Yo la seguí, sintiendo la adrenalina mientras surcábamos las olas. Nos turnábamos para hacer giros y maniobras, disfrutando del momento.
Fue entonces cuando noté que no éramos las únicas en el agua. Un grupo de chicos en motos acuáticas también estaban divirtiéndose cerca. Uno de ellos me llamó la atención de inmediato.
—Val, ese no es Junior—Dije mirando así donde estaban esos chicos
—¿Donde?—pregunta mirando a todos lados hasta que lo ve—Uhhh amiga ya le echaste el ojo verdad, lo reconociste de una
—Callate—Dije
—Mejor dicho el no deja de mirarte— Dijo mirándome
Giré la cabeza y, efectivamente, sus ojos estaban fijos en mí. No era una mirada casual, sino una llena de interés y diversión.
Decidí devolverle la mirada con una ligera sonrisa.
Él sonrió de vuelta antes de acelerar y pasar cerca, levantando una ola que casi me hace perder el equilibrio.
—¡Qué presumido! —grité, riendo.
Él se giró sobre su moto y me lanzó una mirada de reto con una pequeña sonrisa traviesa
—Ese man ya cayó Mariann —dijo Valeria entre carcajadas.
—No digas locuras val—Dije negando con la cabeza
Valeria se estallo de risa—Ay dios mujerr, mas bien tomémonos una foto
—Voy por algo de tomar —le dije a Valeria.
—Te acompaño.
—No, quédate, no tardo ¿Quieres algo?—Pregunte
—Nopi
—Vale—Dije
Me alejé caminando por la playa en dirección a una pequeña cabaña de madera que vendía bebidas y snacks. A medida que avanzaba, noté que el ambiente se hacía más tranquilo. La mayoría de las personas estaban cerca del agua o bajo las sombrillas.
Llegué a la cabaña y pedí una margarita y mientras esperaba mi pedido me recosté en la barra
—No esperaba verte aquí sola.
Esa voz.
Me giré lentamente y me encontré con Cristiano Jr, observándome con una media sonrisa. Su cabello húmedo caía desordenado sobre su frente, y llevaba su camiseta colgada del hombro, como si el calor no le afectara en lo más mínimo. Sus ojos oscuros brillaban con diversión mientras me recorrían con descaro.
—¿Me estabas buscando? —respondí con una ceja arqueada.
—Tal vez… —Su mirada bajó de mis ojos a mis labios, antes de volver a subir con calma—. O tal vez solo tuve suerte.
El bartender dejó mi margarita sobre la barra, pero ni siquiera la toqué. Cristiano se apoyó en la barra con un brazo, inclinándose ligeramente hacia mí, invadiendo mi espacio con confianza.
—¿Te diviertes? —preguntó, con ese tono tranquilo y seguro.
—Lo suficiente.
—No parecías tan tranquila en la moto acuática.
Entrecerré los ojos, fingiendo indignación.
—¿Insinúas que no lo hice bien?
—Para nada. —Su sonrisa se ensanchó—. De hecho, me impresionaste.
Tomé mi vaso y le di un sorbo, manteniendo mi mirada fija en la suya.
—No es fácil impresionarte, ¿o sí?
—Depende.
—¿De qué?
Se inclinó un poco más, como si estuviera a punto de contarme un secreto.
—De quién lo intente.
Mi corazón dio un vuelco inesperado, pero mantuve la compostura.
—Entonces, ¿yo lo logré?
Cristiano soltó una risa baja y sacudió la cabeza, como si le divirtiera mi atrevimiento.
—Eres interesante. Me gusta eso.
Me mordí el labio sin poder evitarlo. Había algo en su forma de hablar, en la manera en que sus ojos se fijaban en los míos sin prisa, que hacía que todo a nuestro alrededor pareciera desvanecerse.
—¿Y tú siempre eres así?
—¿Así cómo?
—Tan... Directo
Cristiano ladeó la cabeza, fingiendo pensarlo.
—Solo cuando encuentro algo que vale la pena.
Esta vez fui yo la que rió suavemente.
—Asi que solo valgo la pena
Él sonrió de lado, como si ese comentario le divirtiera más de lo que lo desanimaba.
—¿Eso significa que me lo estás poniendo difícil?
—Depende.
—¿De qué?
Jugueteé con la pajilla de mi bebida antes de responder:
—De qué tan bueno eres para convencerme.
Cristiano soltó una risa genuina y sacudió la cabeza.
—Me gusta cómo juegas.
—No estoy jugando. —Le di otro sorbo a mi margarita, disfrutando la forma en la que sus ojos no se apartaban de mí.
—Eso lo hace aún más interesante.
Su mano se deslizó distraídamente sobre la barra, apenas rozando la mía, como si fuera un accidente. Pero no lo era.
—Por cierto… —Su voz bajó un poco, como si lo que estaba a punto de decir fuera un pensamiento casual—. Aún no me has dicho tu nombre.
Sonreí con diversión.
—Y si no quiero decirlo
—Digamos que no me gusta hablar con desconocidas.
Le di un sorbo a mi margarita, fingiendo pensarlo.
—Tal vez sea mejor así.
Cristiano se inclinó un poco más, su pecho rozando levemente mi brazo.
—O tal vez me gusta más cuando las cosas son personales.
Mi respiración se volvió un poco más profunda. La forma en la que hablaba, la manera en que reducía la distancia entre nosotros sin apresurarse, como si supiera exactamente el efecto que tenía en mí, hacía que mi piel se erizara.
—Mariann. —Solté finalmente.
Él sonrió de lado, como si mi respuesta le diera exactamente lo que estaba esperando.
—Mariann… —Repitió mi nombre con un tono bajo, probándolo en sus labios— Lindo nombre
Traté de ignorar el calor que se acumulaba en mi pecho y desvié la mirada hacia la playa.
—¿Siempre eres así con las chicas que conoces?
—Solo con las que realmente me interesan.
Exhalé un suspiro, fingiendo fastidio.
—Vaya, qué respuesta original.
—Es la verdad.
Sentí su mano rozar mi cintura, apenas un toque ligero, como si fuera un accidente. Pero no lo era.
—Deberías venir a jugar vóley. —Cambió el tema con naturalidad, como si no acabara de incendiar el aire entre nosotros con su toque casual.
—¿Vóley?
—Sí. Claro si quieres
Me giré hacia él con una sonrisa desafiante.
—Bien por qué no.
Cristiano sonrió de lado, como si la idea le encantara.
Y con eso, se apartó solo un poco, dándome el espacio suficiente para caminar junto a él hacia la playa.
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