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CAPITULO 003

ᴱˡ ᶜʰⁱᶜᵒ ᵈᵉ ʳᵘˡᵒˢ


El día siguiente comenzó con un desayuno delicioso en el hotel. Mi madre, Valeria y yo decidimos aprovechar el tiempo antes del entrenamiento de Óscar para explorar.

Fuimos a un centro comercial lleno de tiendas lujosas. Valeria estaba en su elemento, probándose ropa y buscando accesorios.

—Mariann, ¿qué te parece este collar? -/—preguntó, mostrándome una pieza elegante con detalles dorados.

—Es bonito, pero no sé si es mi estilo.

—Tu estilo necesita una mejora urgente —bromeó ella, haciéndome reír.

Aunque no soy fanática de las compras, disfruté el momento. Era divertido verla tan entusiasmada, y yo misma terminé eligiendo un par de cosas sencillas.

Después de un rato, mi madre propuso visitar una joyería tradicional. Allí aprendimos sobre las técnicas artesanales y la historia detrás de algunas piezas, lo que me fascinó. Era increíble cómo la cultura se reflejaba en cada detalle.

Mientras regresábamos al hotel, Valeria no dejó de hablar sobre lo emocionada que estaba por el partido.

—¿Te imaginas? Que después del partido termine un árabe fechado de mi.

Rei a su comentario —Que cosas dices Valeria


Ya en el hotel parecía más vivo por la tarde. Los pasillos bullían con miembros de equipos deportivos, staff, turistas, y las risas ocasionales de algunos niños que correteaban por ahí.

Valeria había sugerido estar en la sala común para explorar un poco, y yo no me opuse. La dejé hablar sobre sus ideas para el viaje mientras yo observaba cada rincón del lugar. De pronto, me detuve.

—Mariann, ¿escuchaste lo que dije?—Valeria me miró con el ceño fruncido.

—Claro que sí, ¿cómo podría ignorar tu discurso sobre encontrar a "tu futuro esposo" en Arabia? —respondí con una sonrisa burlona.

Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar reír. Era parte de nuestra dinámica yo la mantenía con los pies en la tierra, y ella me hacía ver el lado más emocionante y a veces dramático de la vida.

Llegamos a la cafetería del hotel. Todo estaba impecable, moderno, con un aroma a café recién hecho que se mezclaba con el toque especiado de alguna infusión típica. Ordené un capuchino y me giré hacia Valeria, quien seguía mirando el menú con ojos indecisos. Fue entonces cuando lo noté.

Un chico, probablemente de mi edad o un poco más joven, estaba a unos pasos de mí. Sus rizos castaños se desordenaban de una manera que parecía intencional, como si quisiera mantener un aire relajado. Vestía una camiseta deportiva sencilla y shorts oscuros, claramente cómodo después de un largo entrenamiento. Estaba inclinado sobre su celular, concentrado.

—Mariann... —Valeria me dio un leve codazo, inclinándose hacia mí con disimulo.

—¿Qué? -murmuré sin apartar la vista.

—¿Sabes quién es?—preguntó en un susurro emocionado.

Me encogí de hombros. No tenía idea.

—Es Cristiano Ronaldo Jr—soltó casi sin aliento, como si acabara de ver a una celebridad en pleno paseo.

—¿Segura que es el? No logro verle la cara—Susurre

—¿Crees que sea amigable?—preguntó en voz baja.

—¿Qué importa? Sólo está aquí por un café, igual que nosotras.

Sin embargo, justo cuando lo dije, él alzó la mirada. Me puse colorada por si el había escuchado lo que dije

—Calmate Mariann—Susurro Valeria

Cuando sirvieron mi capuchino me acerqué más a la barra y fue lo suficiente para que nuestros ojos se cruzaran. Fue extraño. No incómodo, pero tampoco completamente casual. Era algo como cierta chispa, porque hizo un gesto de saludo con la cabeza y me sonrió antes de apartar la vista.

Mi corazón se aceleró un poco, y Valeria, quien no perdió detalle, se inclinó hacia mí con una sonrisa de complicidad.

—Te saludó, ¿viste?

—Es algo educado. No hagas un drama.

Recogí mi café y me dirigí a una mesa, dejando a Valeria protestando en voz baja sobre mi supuesta indiferencia.

Esa noche, después de cenar, bajé a la sala común del hotel. Quería buscar a mi hermano para preguntarle por el partido amistoso. Lo encontré junto a varios de sus compañeros, relajados después de un día de entrenamiento.

—Ahí estás—dijo al verme— ¿Qué tal tu día?

—Increíble. ¿Y el tuyo?

—Intenso, pero valió la pena. El equipo está en buena forma, aunque el rival es fuerte. ¿Ya viste al hijo de Cristiano Ronaldo?

—Si lo vi

Él me miró con curiosidad, como si esperara algún comentario más entusiasta. Pero antes de que pudiera decir algo, las puertas de la sala se abrieron y vi entrar a varios jugadores del equipo contrario. Entre ellos, claro, estaba Cristiano Jr.

No pude evitar mirarlo por un momento. No es que estuviera impresionada, pero había algo en su actitud tranquila que me llamaba la atención. Era diferente a lo que esperaba de alguien con su fama.

—¿Quieres una foto o algo?—mi hermano me sacó de mis pensamientos con una sonrisa burlona.

—¡Qué gracioso!—respondí, dándole un empujón leve.

El equipo contrario se acomodó en otro lado de la sala

—¡Mariann!—dijo alguien detrás mío, al girarme vi que eran algunos de los compañeros de mi hermano

—¡Mira quién llegó!—bromeó otro, girándose hacia mi hermano- No nos habías dicho que tu hermana estaba aquí.

—Hola, chicos—respondí mientras caminaba hacia mi hermano— ¿Y que tal el entrenamiento? ¿Ya se sienten listos para el partido?

Uno de sus compañeros, un chico de cabello corto y sonrisa fácil, respondió antes que él.
—Más que listos. Aunque entre nosotros, ¿te contaron que casi pierden la última vez contra un equipo junior?

Mi hermano lanzó una almohada al chico, provocando risas en el grupo.

—¡Eso no pasó así! —exclamó mi hermano, sacudiendo la cabeza— No le hagas caso, Mariann. Este vive inventando historias.

—No te preocupes —respondí con una sonrisa mientras me sentaba cerca de ellos.

La conversación continuó de forma relajada. Algunos de los chicos empezaron a preguntarme cosas triviales. Me gustaba ese ambiente no se sentía forzado ni incómodo.

Sin embargo, no pude evitar sentir algunas miradas sobre mí. Era como si las risas se hubieran calmado un poco al notar que había "visitantes" en la sala.

Uno de los chicos del equipo de mi hermano se inclinó hacia mí, susurrando con picardía
—Creo que alguien te está mirando demasiado.

—No seas ridículo —respondí, aunque mi tono no era tan firme como esperaba. Decidí ignorar el comentario

—¡Mariann! —la voz de Valeria me hizo girarme rápidamente. Ella estaba de pie en la entrada, con su cabello recogido en una coleta y una expresión emocionada—¿Te importa si te secuestro un rato?

—Para nada—respondí, levantándome del sofá-. Chicos, fue un gusto verlos, pero mi amiga tiene planes para mí.

—¡Que no te lleve tan lejos! —gritó uno de los compañeros de mi hermano, provocando más risas.

Valeria me tomó del brazo y me arrastró hacia la salida.

—¿Qué hacías con ellos?—preguntó en cuanto estuvimos fuera de la sala.

—Nada importante. Solo estaba viendo qué tal les iba.

—Ajá, ¿y los del otro equipo?—inquirió con un tono divertido—Porque vi cómo uno de ellos no te quitaba los ojos de encima.

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