La Gran Casa
Los humanos saben que no hay que salir de noche, las noches es el momento en el que más peligro corrían.
Durante los días podrían hacer sus vidas tan normales como podían. Trabajar, ir a la escuela, al parque, al cine, a cualquier lugar que desearan, pero una vez llegado el atardecer, debían correr a sus hogares o a algún refugio para estar ahí hasta que saliera el Sol. Porque una vez que la Luna aparecía en el cielo, los vampiros salían.
Los vampiros eran la especie dominante, quienes se encargaban de todo en esa ciudad, eran los gobernantes de esas tierras. Los mandatario más altos, políticos, líderes, eran ellos quienes estaban al poder.
Ellos, por más crueles qué parecieran, dejaban a los humanos tener sus vidas tranquilas, pero con una sola regla.
No salir de noche.
Salir de noche era básicamente una carta de suicidio en el mejor de los casos.
Un humano podría ser atrapado por algún cazador y solo se sabría de ellos porque los vampiros estaban obligados a dar la información del humano al qué se comieron. Cruel, pero al menos así se sabía el destino del pobre humano, porque de otro modo…
Si un humano no era capturado por un cazador o era devorado por algún vampiro cotidiano hambriento, entonces su destino era ser atrapado por un recolector.
Los recolectores eran vampiros trabajando para la Federación, una organización encargada de controlar básicamente todo, la seguridad esta controlada por ellos, tienen miembros en la política, incluso parte del entretenimiento esta a su cargo. Pero su mayor pecado, son las subastas de humanos.
Una vez que un recolector atrapaba algún humana, este sería remitido a La Gran Casa. Una edificación en lo alto de una colina, los humanos eran encerrados ahí y sus familias jamás sabrían nada de ellos nunca más.
Los humanos ahí eran vueltos mercancía que serian vendidos en subastas especiales donde los vampiros de mayor poder adquisitivo ofertaban por ellos y eran vendidos sin culpa alguna. ¿Vendidos para qué?
Bueno, las mayor parte era para tenerlos como sirvientes, tenerlos como servidumbre en sus hogares, limpiando, cocinando, lavando, cualquier quehacer era destinado a quienes pudieran pagarlo.
Otros eran comprados por vampiros de negocios, los compraban para ser trabajadores permanentes. Quizás el peor de esos trabajos era el burdel.
Algunos eran comprados directamente para ser comidos.
Y unos más, eran comprados para ser mascotas, viles mascotas, se les arrancaba la humanidad para volverse algo que presumir frente a otros vampiros en reuniones nocturnas.
Y ahí mismo, a La Gran Casa, era a donde Cellbit estaba siendo enviado por ese estúpido vampiro.
—¡Suéltame! —Gritó Cellbit, tratando de forcejear con el murciélago que lo secuestraba.
Pero era inútil, estaban muy lejos y era muy tarde, aunque Cellbit se lograra liberar, tendría que esconderse hasta que el Sol saliera y así encontrar el camino de vuelta a su hogar, sería demasiado complicado. Aunque tampoco quería seguir dirigiéndose a la Gran Casa.
Pero aun así quería seguir peleando con ese estúpido vampiro.
—¡Déjame ir, pedazo de mierda! —Volvió a gritar mientras se movía bastante.
—Bien —Fue la sorpresiva respuesta del vampiro.
—Espera, no —Dijo y entonces el vampiro lo soltó, dejándolo caer.
Cellbit no pudo evitar gritar mientras caía, pensando que su cuerpo se volvería papilla al caer en el piso, pero la caída fue mucho más corta de lo que pensaba. Fue un buen golpe, cayó en el suelo de asfalto y rodó por el suelo un par de veces hasta detenerse.
Nunca notó cuando bajaron para que la caída no fuera potencialmente mortal.
Luego escuchó un ruido al frente suyo, el vampiro había aterrizado de pie en su forma más humanoide.
Ese habría sido el momento de intentar escapar, pero lo que estaba al frente le robó la atención. Ante él se erguía un imponente muro de un gris monótono, una barrera de duro concreto y acero que desafiaba cualquier intento de escape o entrada.
La altura del muro era mucha, tanto que Cellbit se preguntó que tanto estuvo peleando con el vampiro que no fue capaz de ver esa construcción en sus ojos. Había iluminación en esa zona, con farolas por el largo camino donde estaban, también en el mismo muro, había grandes lámparas que alumbraban la oscuridad y en el frente de ese muro estaba una puerta de acero con un intercomunicador, al cual ese vampiro se acercó.
No sin antes tomarlo del brazo claro, no se iba a confiar tanto y dejarlo suelto.
El vampiro extendió un dedo hasta el intercomunicador, presionando el único botón presente bajo la bocina.
—¿Asunto? —Preguntó una voz femenina saliendo del intercomunicador.
—Soy Theron, recolector 224 —Comentó el vampiro, el cual ahora Cellbit sabía tenía nombre—, traigo mercancía—
Hubo una pequeña pausa entre ambos hasta que un ruido estridente se hizo presente.
—Adelante —Dijo la voz y la puerta se abrió.
—Camina y no intentes nada —Dijo Theron, empujando a Cellbit, haciéndolo caminar a través de la puerta, entrando a la Gran Casa.
Lo primero que lo recibió fue una habitación de color blanca, con lámparas incandescentes en el techo que alumbraban todo. A su derecha estaba el único mueble de esa habitación, un gran escritorio, donde detrás estaba una mujer de piel morena, ojos verdes brillantes y una mirada curiosa.
—Santa mierda, Theron —Ella se expresó y así Cellbit supo que era la misma mujer del intercomunicador—. ¿Qué diablos te ocurrió?—
—Este idiota se quiso pasar de listo —Dijo Theron, mirando con enojo a Cellbit.
—Pues tan idiota no es porque parece que te pateó el trasero —Ella se burló.
Cellbit miró el escritorio, lo que estaba arriba, eran una computadora demasiado grande, un libro cerrado bajo las manos de la mujer recepcionista, un florero con flores negras y un panel con botones.
—Solo déjame pasar y cierra la boca, Alberta —Comentó Theron. Alberta se rio otro poco y presionó un botón de color rojo, abriendo otra puerta al otro lado de la habitación.
—Informare a la señorita Elena que trajiste mercancía —Dijo Alberta y Cellbit sintió nauseas al oír a ese par de vampiros hablar de él como si fuera un mueble o una simple decoración.
El siguiente pasillo era gris, se extendía por varios metros y Theron empujó de nuevo a Cellbit, empezando a caminar por ese pasillo. Estaba entrando en pánico y no sabía que hacer, miró a su alrededor, buscando cualquier indicio de una salida o algo que pudiera ayudarlo. Definitivamente en ese momento ya no tenía escapatoria, si tan solo lo intentara, no sabría que hacer además lo perseguirían al primer intento de correr.
Al llegar al final del pasillo, Theron lo empujó a través de una puerta pesada y finalmente llegaron a una habitación que era como otra recepción, pero más amplia y lujosa, con varias puertas y al frente otro escritorio, uno de madera fina y más alto que el de Alberta. A ambos lados del escritorio había otros 2 vampiros que parecían guardias de seguridad y en el escritorio se levantó una mujer.
—Señorita Elena, traje la mercancía solicitada —Anunció Theron con una inclinación de cabeza
La señorita Elena se puso de pie con una gracia majestuosa que eclipsó la habitación. Su cabello blanco, tan puro como la nieve, caía en ondas suaves sobre sus hombros. Estaba peinado de manera impecable, destacando toda su elegancia. Cada mechón parecía haber sido colocado con precisión para resaltar la perfección de su rostro.
El maquillaje resaltaba sus rasgos, con sombras suaves que realzaban sus ojos carmesí profundo y un labial del mismo tono, dándole una apariencia impactante. Sus pómulos perfectamente esculpidos resplandecían con un toque de iluminador qué brillaba al contacto con la luz artificial.
Vestía con un traje elegante que caía en pliegues suaves alrededor de su figura esbelta. El vestido, de un color granate intenso, estaba adornado con detalles bordados que añadían un toque de opulencia. La falda se extendía elegantemente hasta el suelo, creando una estela que dejaba en claro su estatus. Un tocado majestuoso descansaba sobre su cabello, decorado con encajes y perlas que complementaban su vestido. Un velo delicado se extendía desde el tocado, cubriendo sutilmente parte de su rostro y añadiendo un misterio adicional a su presencia.
La vampiresa sostenía una larga boquilla dorada con un cigarrillo entre sus dedos, emanando una fragancia exquisita mientras disfrutaba de su humo. Su postura impecable y su expresión serena dejaban claro que estaba acostumbrada a controlar cada situación.
—Theron, ¿Crees que has traído algo verdaderamente valioso esta vez? —Preguntó Elena, dejando que una sonrisa juguetona se dibujara en sus labios.
Theron asintió con respeto, aunque su expresión mostraba cierta tensión.
—Sin duda, señorita Elena. Este humano es una adición excepcional a su catálogo —Respondió Theron.
Elena se acercó a Cellbit con pasos gráciles, su vestido fluía a su alrededor como un río de sangre y sus tacones ocasionaban un ruido a cada paso que daba. Cellbit miraba con algo de temor a la vampira aproximarse a él. Ella lo observó detenidamente con ojos ávidos y extendió su mano derecha para tomarlo por la barbilla, haciéndolo levantar la vista, moviendo su cara de izquierda a derecha.
—Esta en perfecto estado, señorita Elena. Es un espécimen joven, buen estado, atractivo, fuerte debo decir —Respondió Theron con seguridad.
Elena desvió su mirada de Cellbit a Theron.
—¿Él te hizo eso en la cara? —Ella preguntó y Theron asintió—. Interesante elección, Theron. Parece que esta en buenas condiciones, aunque muy delgado para mi gusto, ofrece pelea, pero ahora puedo oler su miedo salir de cada poro de su cuerpo.
Elena dejo salir una risa suave, exhalando una bocanada de humo perfumado que dio de lleno en la cara de Cellbit.
—¿Cuál es tu nombre? —Elena preguntó, pero Cellbit no habló—. Te hice una pregunta, jovencito y no responderle a tus mayores es de mala educación, no creo que quieras portarte tan insubordinado conmigo.
—Cellbit —Dijo en voz baja, pero fue suficiente para que Elena sonriera satisfecha.
—Bien, Cellbit bienvenido —Ella dijo y luego dio media vuelta para caminar hacia su escritorio—. Theron, te daré tu comisión, mientras, lleva a Cellbit al cuarto de lavada, apesta.
—Sí mi señora —Dijo Theron y volvió a jalar a Cellbit en dirección a una las puertas de la izquierda.
Detrás de él, Cellbit escuchó la puerta de entrada abrirse y a otro vampiro hablar de dos niños recién raptados.
Cellbit fue arrastrado por Theron a través de otra puerta de madera, revelando una habitación aún más lúgubre. Esta estaba iluminada con luces tenues y poseía un aroma peculiar a humedad y desinfectante. Todo lleno de mosaicos blancos.
—¡Les traigo a este! —Gritó Theron, empujando a Cellbit al frente, ahí Cellbit vio a otras 5 vampiras, que voltearon a verlo directamente—. ¡Lávenlo bien!
Theron abandonó la habitación y Cellbit entonces se vio rodeado por cuatro de las vampiras, quienes llevaron sus garras a él, empezando a tomar su ropa.
—¡No! ¡Suéltenme! —Cellbit quiso moverse, defenderse y alejarlas de él, pero ellas eran más en conjunto y ciertamente eran más fuertes que él. De un momento a otro sintió como quitaban toda su ropa de manera fácil y sus prendas fueron lanzadas a un rincón de esa sala que parecía un baño enorme.
—Revisen sus cosas —Dijo una de ellas, otra empezó a caminar hasta la ropa, empezando a escarbar entre todo—, ¿Hay algo?
—Una identificación, con toda su información —Respondió la vampira sosteniendo su billetera—. Se la entregaré a Mastard.
Y con eso salió, mientras las otras terminaron de desnudar a Cellbit y prácticamente lo arrastraron hasta una de las paredes del cuarto de lavado, soltándolo con brusquedad, provocando que chocará contra la pared, golpeándose un poco.
Fue ahí que Cellbit notó un detalle, en esa llamada habitación de lavado, había humedad, ruido de agua goteando y coladeras en el suelo, pero no veía duchas en ningún lado.
—¡Hey! —Otra vampira le gritó, Cellbit volteó solo para ver a una de las vampiras sostener una gran manguera en sus manos—. ¡Abran la llave!
El agua a presión golpeó a Cellbit con fuerza, como una lluvia helada que castigaba su piel. Un grito involuntario escapó de sus labios al sentir el impacto repentino. La temperatura baja del agua le provocó un shock, haciendo que su cuerpo temblara involuntariamente. Las vampiras continuaron con el implacable lavado, moviendo la manguera de un lado a otro para asegurarse de que cada rincón de su cuerpo fuera alcanzado por el agua fría. La humillación se mezclaba con la sensación punzante del líquido gélido que lo empapaba por completo.
—¡Enjabónenlo! —Ordenó una de las vampiras, mientras otra ajustaba la presión del agua.
Dos vampiras más se acercaron a él, una con un balde y otra con un largo cepillo. El balde fue dejado sobre el suelo, la vampira del cepillo lo metió y sacó cubierto de espuma y jabón, de inmediato empezó a frotarlo sobre la piel de Cellbit. Un quejido salió de su boca al sentir la incomodidad, no solo del cepillo, sino que también por tener a cinco personas bañándolo sin mucho cuidado en sus acciones.
Cellbit cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear la sensación incómoda y concentrándose en su determinación para resistir. El sonido del agua goteando en las coladeras resonaba en la habitación, creando una atmósfera opresiva. Cuando dejaron de cepillar su cuerpo, el agua helada volvió a golpear su cuerpo, haciéndolo soltar un grito de sorpresa.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, las vampiras apagaron la manguera y lo dejaron empapado y temblando en el suelo de la habitación pues sus piernas cedieron y ahora estaba hecho un ovillo contra la pared. El agua acumulada en el piso se escurría por las coladeras, llevándose consigo la evidencia del forzado lavado.
—Séquenlo y llévenlo al registro —Ordenó la vampira de la manguera finalmente.
Las otras dos vampiras se movieron hacia él. Una de ellas ofreció sus manos, Cellbit ya cansado solo extendió las suyas y ella lo ayudó a levantarse, de inmediato una enorme toalla cubrió su espalda, era tan grande que llegaba de sus hombros a sus rodillas. Temblaba por el frío y las vampiras lo condujeron hacia otra puerta al otro extremo de la habitación. Cada paso era una lucha, con su cuerpo aún tembloroso y sus emociones en un caos. La sensación de vulnerabilidad lo invadía.
Al abrir la puerta, se encontraron en un pasillo diferente, distinto al que habían recorrido antes. La atmósfera seguía siendo opresiva, pero esta vez había un aire de formalidad en el ambiente. Las vampiras lo guiaron por el pasillo hasta llegar a una sala más grande, donde una vampira con una pluma y un cuaderno lo esperaba.
—Mastard, venimos con el nuevo —Dijo la que anteriormente le ofreció las manos—. Olive debió traerte su identificación hace unos minutos.
—Nombre —Exigió la vampira con frialdad mientras revisaba su cuaderno, luego de oír lo dicho por la vampira.
—Cellbit —Respondió él, con la voz temblorosa pero firme. Mastard asintió, logrando comprobar al menos esa información de la identificación.
—Cellbit, 18 años, estudiante, tipo AB negativo, espécimen curioso —Continuó la vampira, tomando nota de cada palabra. Segundos después caminó al escritorio detrás de ella. Cellbit vio como ella buscaba algo—. Extiendan sus manos.
Mastard exigió y ambas vampiras que lo escoltaban lo obligaron a extender sus manos aunque él trató de poner resistencia, ellas le ganaron a dejar las manos frente a ella.
—Escucha niño, en cuanto más te opongas, peor te va a ir —Le dijo Mastard, sacando lo que parecían unas esposas que no eran unidas por una cadena y empezó a poner en cada muñeca de Cellbit—, así que pórtate bien si no quieres vértelas con alguien que te aseguro, va a doler mucho.
Una vez que Mastard le colocó cada esposa en sus muñecas volvió a buscar algo más, una llave con un llavero de color rojo.
—Habitación 1829, su encargada es Melissa —Mastard informó, entregándole la llave a una de las vampiras—. Ahora váyanse de aquí, ese humano me molesta a la vista y el olfato.
Tras eso, las vampiras lo escoltaron para dirigirse a otra puerta y Cellbit ya se estaba hartando de tantos pasillos largos, se sentía como un interminable laberinto que lo hacía sentir más y más atrapado en ese maldito lugar.
—Siento que no he visto a Melissa en siglos —Dijo una de las vampiras.
—Eso es porque la suspendieron dos meses —Respondió la otra. Pronto ambas de sumieron en una charla, ignorando la presencia de Cellbit hasta que doblaron en una esquina y a unos pocos metros de ahí, se encontraba un elevador que se abrí en cuanto una de las vampiras presionó el botón al lado de las puertas.
Cuando se abrieron, los tres ingresaron al elevador antiguo, pero elegante de rojo con dorado. El panel de botones era largo, con muchos botones, de los cuales uno fue presionado por la vampira. Las puertas se cerraron y empezaron a subir. Cellbit miró como subían piso tras piso hasta detenerse en uno que decía 18.
—Y entonces al verla le dije, “Querida, esa Mastard es una pesada insoportable” —Las vampiras seguían en su charla mientras salían del ascensor.
—Ojala dejará de ser la favorita de la señorita Elena. Ella solo escribe, da ordenes y mira mal a todos, nosotras hacemos un trabajo sucio, nosotras limpiamos a cada sucio humano que nos traen —Se quejó la otra.
Llegaron hasta una puerta blanca con una placa de metal con el numero 1829. Usaron la llave para abrir y empujaron a Cellbit dentro. Ella nuevamente pusieron sus manos encima de él para secarlo con la toalla semi húmeda varias veces hasta que le quitaron la toalla y de pronto sintió que lo obligaban a subir su pie derecho, luego el izquierdo y subieron una ropa interior por sus piernas, luego por encima cayó una camisa blanca con manga larga. Lo estaban vistiendo con ropa limpia, lo cual honestamente no pasó por su mente antes, pero muy en su interior agradecía que no lo mantuvieran desnudo en ese lugar frío.
Finalmente acabaron y Cellbit llevaba ropa algo cálida, camisa y pants blancos, calcetas y un par de sandalias.
—Listo, alguien vendrá por ti para la cena —Dijo una vampira, la otra recogió la toalla y ambas salieron del cuarto, cerrando la puerta por fuera.
Finalmente Cellbit estaba solo, en una habitación de un deprimente color azul. Analizó el cuarto, muy vació, solo tenia una cama fijada a la pared sin siquiera patas debajo, su único soporte era la pared, además de la cama también había una pequeña pared contraria a la puerta de entrada, una pequeña ventana con rejas que claramente no lo dejarían escapar.
Estaba jodido por completo.
Después de todo ese ajetreo, Cellbit finalmente dejó que su mente pensara en su familia, todo lo que dejó atrás por dejarse raptar. Todos en casa, Bagi, Forever, Mike, Felps, los había dejado solos por su torpeza.
¿Qué harían sin él? Cellbit se las arreglaba para llevar pan a la mesa, sí, todos se esforzaban en ganar dinero, pero Cellbit era el genio que ganaba más y sin él… Oh mierda. Él conocía muy bien a Bagi, ella haría lo imposible para salir a buscarlo, tal vez los demás la detendrían, pero no iban a poder vigilarla todo el tiempo.
Su gemela es aguerrida, cuando tiene algo en mente era muy difícil sacárselo. Cellbit apenas pudo mantenerla quieta cuando se llevaron a Pac… Oh Pac.
Pac había sido secuestrado por un recolector dos años atrás, fue un golpe muy fuerte para todos, solo eran adolescentes tontos e impertinentes que habían salido de fiesta hasta muy tarde. Su ego juvenil les hizo creer que tenían el plan perfecto, huir por las alcantarillas, Cellbit y Pac lo idearon y funcionaba, pero un vampiro los esperaba fuera de una tienda de dulces y los atacó. Bagi y Felps habían logrado entrar al callejón de la rotonda, pero Mike, Forever, Cellbit y Pac se quedaron fuera, tratando de huir del vampiro, tratando de distraerlo lo suficiente para escapar, pero esa criatura era fuerte, derribo a Mike, quien por suerte estaba cerca del callejón y se arrastró a la alcantarilla porque su pierna salió fracturada. Solo quedaban 3, Cellbit ya estaba muy cansado y Forever estaba herido de un brazo, lo que significaba que sangraba y eso alteró aun más al vampiro, quien casi le da un mordisco, de no ser porque Pac logró ponerle un pedazo de madera en la boca. Eso hizo enojar tanto al vampiro que ignoro a Forever y tomó a Pac.
Antes de que Cellbit pudiera hacer algo, el vampiro ya se había ido volando, llevándose a Pac con él.
Dos semanas después les llegó un pequeño costal con dinero, señal de que Pac había sido subastado, costal con dinero que posiblemente ahora reciban nuevamente porque Cellbit sería subastado.
Todo fue tan deprimente.
Pensaba en su hermana, en su mejor amigo, en sus amigos cercanos, pensaba en él.
Cellbit se arrastró a la cama, derrumbándose sobre ella, la cual sorpresivamente era cómoda para lo que él pensaba que sería. Se acurrucó abrazando sus piernas para mantenerse cálido y empezó a llorar en silencio, dejando que las lágrimas salieran por sus ojos y cayeran en la cama. Se movió poniéndose de cara a la pared y ahí se quedó, llorando en su solitaria prisión.
Pasaron los que fueron unos 35 minutos hasta que escuchó la puerta abrirse de golpe.
—¡De pie! —Gritó una voz masculina—. ¡Es hora de cenar!
Cellbit se empezó a levantar, sentándose sobre la cama, con su cuerpo un poco adolorido y miró a la puerta. Ahí estaba un vampiro grande y fornido que lo veía con algo de enojo.
—¿Eres sordo o algo? ¡A cenar! —Gritó y Cellbit sabiendo que tardarse lo enojaría más, se puso de pie y empezó a caminar lentamente hasta la salida. Siguió al vampiro fornido por los pasillos y las escaleras, adentrándose más en ese laberinto de oscuridad y desesperación. El sonido de sus propios pasos resonaba en su cabeza, recordándole la triste realidad de su situación.
Finalmente, al atravesar una última puerta y para sorpresa de Cellbit, llegaron a un comedor amplio, muy bien cuidado y arreglado.
Una larga mesa se extendía por el centro, y en ella se encontraban otros diez jóvenes, algunos con la mirada perdida en sus propios pensamientos, otros charlando entre ellos.
Pero lo más llamativo era el pequeño banquete que estaba dispuesto sobre la mesa.
Cellbit observó detenidamente la comida. Platos exquisitamente preparados contrastaban con la deprimente realidad que vivían.
Había frutas frescas, bellas manzanas rojas y brillantes que parecían sacadas de un jardín celestial, cortes de carne y filetes jugosos cocidos a la perfección, copas llenas de un líquido con gas de color negro qué burbujeaba.
Y la guinda del pastel era justamente un gran pastel de chocolate con fresas y merengue blanco qué servianbde decoración para ese apetecible postre.
Cellbit sintió tanta hambre.
—Siéntate —El vampiro fornido indicó a Cellbit señalando uno de los lugares vacíos.
Cellbit fue a sentarse y en ese momento entraron 3 doncellas vampiras que cargaban utensilios de cocina, pronto ellas empezaron a servir la comida en los platos.
Cellbit vio su plato llenarse con carne, puré de papa y espagueti blanco qué olían tan bien juntos. Su estómago gruñó y por un milisegundo, Cellbit olvidó que estaba secuestrado y rodeado de vampiros.
—Aprovecha tu cena, nuevito —Una voz femenina lo hizo voltear a su derecha.
Ahí estaba una chica que no lucia mayor a él, era rubia y con los ojos verdes claro. Al no tener respuesta de Cellbit, ella siguió hablando.
—Está cena solo la tenemos un día antes de las subastas —Ella siguió hablando, comiendo un buen trozo de la carne—. Los demás días nos dan arroz con frijoles o sopa de verdura y pollo desabrido.
Cellbit la miró con algo de extrañeza y luego se encogió de hombros. No podía hacer nada si ya estaba raptado ahí, así que tomó su tenedor y empezó a comer, y vaya, esa comida era la más deliciosa que probó alguna vez en su vida.
—Les gusta alimentarnos bien antes de llevarnos a las subastas —La rubia volvió a hablar, terminando de tragar—. Me llamo Baghera, por cierto.
Cellbit asintió, sintiendo la necesidad de romper el silencio incómodo.
—Cellbit —Se presentó, con la mirada baja, evitando encontrarse con los ojos de los demás.
—Pues bienvenido a este pequeño infierno, Cellbit —Comentó la rubia con una amarga burla en sus palabras.
Una amargura que generó curiosidad en Cellbit, una curiosidad qué lo hizo preguntar:
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Cellbit se arrepintió de inmediato de haber preguntado eso porque la respuesta inmediata de Baghera fue suspirar y mirar a lo lejos.
—Cuatro meses ya, y todavía ni siquiera me han subastado. Parece que soy una mercancía poco apetitosa para ellos —Dijo, nuevamente con un tono amargo, jugando con la comida en su plato.
Cellbit asimiló la información, comprendiendo la difícil realidad que enfrentaba, claro, él no seria comprado al primer momento que fuera subastado, ahora entendía que había humanos que llevaban mucho tiempo ahí porque nadie los compraba. En ese sombrío lugar, la vida se medía en la espera de la próxima subasta.
—No te preocupes, últimamente buscan humanos como tú —Ella dijo, llevándose un trozo de carne a la boca.
—¿Cómo yo?
—Hombres jóvenes, de buena estatura, algo fuertes —Baghera contestó—, parece que hay una pequeña crisis para los empresarios y buscan trabajadores y mano de obra.
—Pareces un poco entusiasmada —Comentó Cellbit.
—No es que mi vida fuera de aquí estuviera mejor, al menos aquí hay comida elegante cada jueves —Baghera le dijo—. ¿Qué tal era tu vida en libertad?
—Mejor de lo que puede ser aquí —Cellbit respondió, sintiendo una frustración de repente. Dejó caer su tenedor sobre su plato semivacío—. Tiene que haber un modo de escapar de aquí.
—Bueno, en mi tiempo aquí hubo dos chicos, Lucas y Dana, ellos trataron de escapar hace un mes, no acabo nada bien —La rubia le dijo, todavía comiendo.
—¿Qué pasó con ellos?
—Los trajeron de vuelta, allí —Baghera señaló con su tenedor cubierto de espagueti.
Cellbit siguió el camino que Baghera señalaba con su utensilio, no era a la mesa, era más arriba y en cuanto sus ojos azules se movieron a la pared a la izquierda de la larga mesa, Cellbit sintió un escalofrío recorrer su espalda y hacerlo temblar.
En la pared por donde las doncellas entraban y salían con la comida, se encontraban cerca de 10 cabezas humanas, todas cercenadas colocadas en bases de madera con placas de oro debajo donde estaban escritos los nombres de esos pobres desafortunados. Todos exhibidos como si fueran un tipo de trofeo de cacería.
De pronto Cellbit perdió el apetito.
—Como puedes ver, escapar no es una opción a intentar —Baghera le dijo en tono serio—. ¿Vas a terminarte tu puré?
Continuará...
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