Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

( 𝟎𝟎𝟐 ) the first day at the campsite

。・:*:・゚★,。・:*:・゚☆    


DESPUÉS DE ALREDEDOR DE UN CUARTO DE MILLAS DE CAMINATA, todos encontraron por fin su lugar en el campamento, y Rose no podía estar más contenta de poder sentarse, odiaba caminar, sobre todo por un tiempo tan largo como ese. El ejercicio no era lo suyo, y nunca lo sería.

—¡No podíamos tener mejor sitio! —exclamó muy contento Arthur, al ver el enorme espacio vacío con un pequeño letrero clavado en la tierra que decía «Weezly»—. El estadio está justo al otro lado de ese bosque. Más cerca no podíamos estar.

Rose exhaló aliviada, comenzando por fin a montar las tiendas de campaña, lo cual era muy difícil, ya que tenían que hacerlo a la manera muggle. No entendía por qué tenían que hacerlo así, pero no lo preguntó, en cambio, siguió montando las tiendas, con la ayuda de Harry y Hermione, que obviamente sabían hacerlo.

Después de levantar un par de tiendas raídas de dos plazas cada una, Rose notó que Harry y Hermione tenían miradas de desconcierto por lo pequeñas que parecían por fuera, lo que la hizo sonreír; por supuesto que no entenderían cómo podrían caber todos en esas pequeñas tiendas, siendo enormes por dentro.

Tras esto, dio un codazo a Ron y señaló en dirección a sus amigos, a lo que él puso la misma expresión facial de diversión de su gemela. Ambos se morían de ganas por ver la cara que pondrían cuando vieran el interior de las tiendas.

—Estaremos un poco apretados —dijo Arthur, poniéndose a cuatro patas y entrando en la primera de las tiendas. Harry y Hermione se miraron confundidos, en las tiendas cabían dos personas, como mucho—, pero cabremos. Entrad a echar un vistazo —les dijo, antes de desaparecer dentro de la tienda, sus hijos lo siguieron de cerca, queriendo sentarse y relajarse después de su larga caminata.

Rose entró en la tienda y no se asombró por sus dimensiones internas, acostumbrada a cosas así toda su vida. Una vez dentro, se dirigió directamente a uno de los dormitorios y empezó a cepillarse el pelo, que estaba increíblemente enredado por haber viajado en el traslador junto a los demás.

Eligió una habitación de un tamaño decente, ya que la compartiría con Ginny y Hermione, como siempre. La verdad es que no le molestaba, ya que le encantaba la compañía de Hermione y su hermana pequeña, que no la molestaba como sus otros hermanos.

—Bueno, es para poco tiempo —explicó Arthur desde la zona principal de la tienda—. Me las ha prestado Perkins, un compañero de la oficina. Ya no hace cámping porque tiene lumbago, el pobre.

Entonces cogió la tetera polvorienta y la observó por dentro.

—Necesitaremos agua...

—En el plano que nos ha dado el muggle hay señalada una fuente —informó Ron a su padre, recordando al hombre de la entrada del campamento, que era muy extraño. Esto fue justo cuando Rose volvió a entrar en el salón, todavía cepillándose el pelo—. Está al otro lado del prado.

—Bien, ¿por qué no vais a por agua Rose, Harry, Hermione y tú...? —comenzó Arthur, sólo para ser interrumpido por su hija.

—¿Qué? —preguntó Rose, mirando a su padre con cara de fastidio, sólo quería sentarse. Pero por otro lado, también se moría por un poco de té—. ¿Por qué tengo que ir yo? —preguntó frustrada.

—El aire fresco te sentará bien —respondió Arthur, mirando por la cocina, sin prestar mucha atención a las quejas de su hija.

Rose frunció las cejas confundida y miró a su padre como si estuviera loco.

—Papá. Acabamos de pasar toda la mañana al aire fresco —alegó—. Lo recuerdo, porque mis botas preferidas están totalmente arruinadas —Rose señaló sus botas llenas de barro, a lo que Arthur puso los ojos en blanco, sin saber de dónde había sacado su amor por la moda.

Arthur se limitó a ignorarla y siguió hablando como si ella no hubiera dicho nada, entregandole a los chicos la tetera y un par de cazuelas.

—Mientras, los demás buscaremos leña para hacer fuego.

—Pero tenemos un horno —repuso Ron—. ¿Por qué no podemos simplemente...?

—¡La seguridad antimuggles, Ron! —le recordó Arthur, impaciente ante la perspectiva que tenían por delante—. Cuando los muggles de verdad acampan, hacen fuego fuera de la tienda. ¡Lo he visto! —exclamó, evidentemente entusiasmado con la idea de que los muggles cocinaran fuera por alguna extraña razón que sus hijos no entendieron.

Rose nunca podría entender el interés de su padre por los muggles, a decir verdad, los encontraba increíblemente raros, con todas las cosas extrañas que hacen. ¿Cocinar al aire libre en hogueras? ¿Por qué harían esas cosas cuando existen los hornos?

No la malinterpretes, estaba deseando ver el partido, amaba el Quidditch, pero ¿por qué no podían acampar como la gente normal? Ella no quería vivir como los muggles.

—Dime otra vez, por qué nuestro padre está tan obsesionado con los muggles —murmuró Rose a Ron, mientras echaban un vistazo al resto de la tienda, admirando el hecho de que su padre hubiera conseguido hacerse con una de estas, ya que obviamente no podían permitirse una propia.

Ron negó con la cabeza.

—La verdad, no te sabría decir —contestó, mientras seguían observando la tienda que le habían prestado a su padre, temiendo el campamento que tenían por delante.

Con el sol que acababa de salir y la niebla que se levantaba, pudieron ver el mar de tiendas de campaña que se extendía en todas las direcciones al salir de su propia tienda. Caminaron entre las filas de tiendas compradas por brujas y magos de todo el mundo para ver el Mundial de Quidditch, por primera vez en Gran Bretaña en treinta años.

Definitivamente era algo que la gente no querría perderse. Las entradas eran increíblemente difíciles de conseguir; Rose se alegró de que su padre se las hubiera arreglado para conseguirlas todas, con su función en el Ministerio.

Como todavía era temprano, sólo las familias madrugadoras, que siempre solían ser las que tenían niños pequeños, comenzaban a salir de sus tiendas. Los cuatro adolescentes miraban a su alrededor a los magos y brujas que se alojaban aquí, ya que había montones, ninguno de ellos había visto tantos juntos a la vez, excepto en la escuela.

La persona que parecía estar más sorprendida por todo esto era Harry, que obviamente no había visto mucho más que el Callejón Diagon y Hogwarts. A Rose le resultaba agradable ver a Harry tan asombrado, puesto que se había criado con muggles. Este viaje vendrá bien para educarlo más en cuanto a ser un mago y lo que hacían, ya que todavía se estaba acostumbrando, incluso después de pasar casi cuatro años en Hogwarts.

—Eh... ¿son mis ojos, o es que se ha vuelto todo verde? —preguntó Ron, haciendo que Rose saliera de sus profundos pensamientos y mirara a su alrededor.

No eran los ojos de Ron. Habían llegado a un área en la que las tiendas estaban completamente cubiertas de una espesa capa de tréboles, y daba la impresión de que unos extraños montículos habían brotado de la tierra. Dentro de las tiendas que tenían las portezuelas abiertas se veían caras sonrientes. De pronto oyeron sus nombres a su espalda:

—¡Harry!, ¡Ron!, ¡Rose!, ¡Hermione!

Cuando se dieron la vuelta, vieron a Seamus Finnigan, su madre y su mejor amigo, Dean Thomas. Rose conocía a estos chicos, pues Ron y Harry hablaban a menudo con ellos, lo que significaba que ella también lo hacía. Seamus incluso había invitado a Rose a salir un par de veces, pero ella lo rechazó todas las veces por no ser interesante. Pero este año parecía estar mucho más en forma, así que nunca se sabe lo que podría pasar.

—¿Os gusta la decoración? —preguntó Seamus sonriendo a los cuatro amigos—. Al Ministerio no le ha hecho ninguna gracia.

Rose miró por encima de las tiendas de campaña que eran completamente verdes y se burló.

—Bueno, no pasa desapercibida exactamente —le dijo, al ver que no se parecía a las tiendas muggles normales; cualquier muggle que viniera aquí seguro que lo cuestionaría todo, por lo que era difícil encubrirlo.

—¿Y por qué no vamos a poder mostrar nuestras simpatías? —dijo la señora Finnigan—. Tendríais que ver lo que han colgado los búlgaros en sus tiendas. Supongo que estaréis del lado de Irlanda —añadió, mirando a los cuatro Gryffindors con sus brillantes ojillos.

Los cuatro asintieron al instante con la cabeza, queriendo alejarse lo más lejos posible de la señora Finnigan; la mujer les daba un poco de miedo.

A Rose no le importaba mucho el equipo irlandés, quien realmente le interesaba era Krum, debido a que era extremadamente guapo y talentoso. Era famoso en el mundo de los magos, siendo el buscador de Quidditch más joven en jugar en la Copa Mundial. Cualquiera estaría increíblemente agradecido de mantener una sola conversación con él, era así de popular.

—Cualquiera dice otra cosa rodeado de todos ésos —comentó Ron, una vez que se pusieron en marcha y notaron que estaban fuera del alcance de los oídos de todos ellos.

—Dímelo a mí —Rose estuvo de acuerdo, mientras se alejaban de ellos rápidamente—. Esa mujer me dio miedo.

Ron asintió con la cabeza antes de que hablara Hermione.

—Me pregunto qué habrán colgado en sus tiendas los búlgaros —dijo ella, ahora queriendo ver de qué hablaba la señora Finnigan, y qué la hizo enfadarse tanto.

—Vamos a echar un vistazo —propuso Harry, señalando una gran área de tiendas que había en lo alto de la ladera, donde la brisa hacía ondear una bandera de Bulgaria, roja, verde y blanca.

En aquella parte las tiendas no estaban engalanadas con flora, pero en todas colgaba el mismo póster de Krum, que no parecía precisamente feliz, de hecho, fruncía el entrecejo ante la cámara. Pero esa era su mirada característica, seria y siempre con un ceño fruncido en la cara; eso era lo que le hacía atractivo, en opinión de Rose y, probablemente, de muchos otros.

—Es Krum —murmuró Ron en voz baja, al ver todos los pósters dispersos. Ron también tenía una gran obsesión por el buscador, puesto que había crecido viéndolo.

—¿Quién? —preguntó Hermione.

Ron y Rose se miraron completamente atónitos al ver que Hermione no sabía quién era el búlgaro.

—¡Viktor Krum! —dijeron los gemelos, levantando las manos en el aire para dar énfasis.

—¡El buscador del equipo de Bulgaria! —continuó Ron, mientras Rose asentía con entusiasmo.

—Parece que tiene malas pulgas —comentó Hermione, observando la multitud de Krums que parpadeaban, ceñudos.

Rose se burló de su amiga.

—Esa es su mirada característica, Hermione —le informó—. Y está increíblemente bueno, si me lo preguntas —le dijo, sonriendo mientras pensaba en el chico.

Ron interrumpió a su gemela poniéndole la mano delante de la cara para que se callara, a lo que ella la apartó de un manotazo con el ceño fruncido.

—¿Qué más da eso? Es increíble. Y es muy joven, además. Sólo tiene dieciocho años o algo así. Es genial. Esperad a esta noche y lo veréis —divagó.

Rose puso los ojos en blanco y pasó por delante de su hermano locamente enamorado para enlazar su brazo con el de Hermione.

—Ignóralo, Hermione, sólo está coladito por Krum —le dijo, sonriendo para sí misma ante sus palabras.

—¡No lo estoy! —argumentó Ron, corriendo para alcanzar a las dos chicas, Harry les seguía de cerca a los tres.

—Oh, por supuesto que no, Ronny Boo —arrulló—. No es que tengas una tonelada de pósters de él en las paredes de tu habitación —bromeó.

—Me gusta su trabajo —se defendió Ron, que parecía completamente derrotado.

Como respuesta, Rose le sacó la lengua. A menudo se burlaba de él, le encantaba meterse bajo su piel. Al fin y al cabo, él se lo había estado haciendo todo el verano con respecto a Cedric Diggory, así que era una venganza por haberla molestado. Aunque lo hacía a diario, este verano le molestaba aún más, ya que sacaba a relucir su amor por Cedric.

Cuando finalmente llegaron a sus tiendas con lo que su padre necesitaba para hacer té para todos, Rose estaba muy agradecida, ya que habían conocido a un montón de bichos raros en su viaje al grifo, y se alegraba de estar por fin lejos de todo eso.

Rose estaba hambrienta y necesitaba su sueño reparador; había estado caminando toda la mañana y sólo quería sentarse y relajarse con una taza de té.

En su camino hacia el grifo, vieron a Oliver Wood, el antiguo capitán del equipo de quidditch de Gryffindor, que acababa de terminar sus estudios en Hogwarts; Rose siempre había pensado que estaba un poco chiflado, sobre todo cuando se trataba de Quidditch y de ganar los partidos. También se habían cruzado con Ernie Macmillan, un estudiante de su mismo año de la casa Hufflepuff.

Por último, se cruzaron con Cho Chang, que también estaba en su año, pero en Ravenclaw. A Rose no le gustaba nada la chica; había algo en ella que le daba mala espina. Además, Harry se hacía el idiota delante de ella, como solía hacer, lo que resultaba bastante divertido de ver.

Rose se alegró de que por fin estuvieran de vuelta en las tiendas, con su familia. Al menos ahora ya podía tomar de una vez por todas su taza de té y descansar.

—Habéis tardado siglos —dijo George cuando entraron los cuatro en la tienda con la mirada un poco abrumada por la cantidad de gente con la que se habían topado en el camino de vuelta.

—Nos hemos encontrado a unos cuantos conocidos —explicó Ron, dejando la cazuela, haciendo que Rose le mirara incrédula—. ¿Qué? —le preguntó cuando sintió su mirada.

—¿Unos cuantos? —preguntó, se habían topado con más de unos "cuantos" conocidos.

Ron se burló.

—Sólo estás enfadada porque hablamos con Cho.

Rose cruzó los brazos sobre su pecho y puso los ojos en blanco ante las palabras de su gemelo. 

—Simplemente no sé por qué le cae tan bien a tanta gente —le dijo. Cho era una de las chicas más populares de su año, y no entendía por qué; la chica no era nada especial.

—Alguien está celosa —murmuró Ron, afortunadamente sin que Rose lo oyera, porque de lo contrario habría iniciado una discusión entre los dos—. ¿Aún no habéis encendido el fuego? —preguntó a los gemelos mayores, después de ver que no había fuego.

Rose se sentó en el sofá junto a Hermione jugando con su pelo muy pelirrojo, mientras Harry le enseñaba a Arthur cómo encender correctamente un fósforo. Al final encendieron el fuego, aunque pasó al menos otra hora hasta que se pudo cocinar en él.

Unos minutos más tarde, estaban todos sentados alrededor de la hoguera en el exterior de sus tiendas, en círculo, observando el fuego. El señor Weasley contaba historias para pasar el rato, sobre todo a Harry y Hermione, puesto que sus propios hijos ya las habían escuchado de pequeños.

Rose estuvo charlando con Fred y George durante este tiempo de las historias de su padre, queriendo saber si estaban planeando hacer algunas travesuras cuando empezara el año escolar.

—No muchas, hermana —le informó Fred, haciendo que su sonrisa se desvaneciera.

Pero... —continuó George, haciendo que la sonrisa de Rose regresara—. Tenemos un montón de productos nuevos que queremos vender o experimentar este año.

Fred y George querían abrir su propia tienda de bromas, se lo habían contado a Rose, obviamente, sabiendo que ella los apoyaría plenamente en ello, y así fue. Incluso fue pillada intentando ayudarles a pasar de contrabando sus toffees de broma antes de salir de casa, para que pudieran venderlos en los Mundiales. Digamos que su madre no estaba muy contenta.

Les ayudaba siempre que podía, pero lo que necesitaban era dinero, y lamentablemente, Rose no podía ayudarles con eso, por mucho que quisiera.

—Oh, ¿de verdad? —Rose se enderezó en su asiento, emocionada—. ¿Cómo qué?

Fred y George se golpearon la nariz en sincronía, indicando que no iban a decírselo todavía ya que arruinaría el secreto, y su diversión. Todo era muy secreto entre los dos gemelos. Al igual que Rose y Ron, que también tenían muchos secretos, algunos que sólo ellos dos conocían; era una cosa de gemelos, y nadie se oponía a ello, sabiendo que no podrían cambiar eso.

Acababan de ponerse a freír huevos y salchichas cuando llegaron Bill, Charlie y Percy, procedentes del bosque.

—Ahora mismo acabamos de aparecernos, papá —anunció Percy en voz muy alta—. ¡Qué bien, el almuerzo!

Rose puso los ojos en blanco, por mucho que quisiera a toda su familia no podía entender a Percy y su estilo de vida. Tampoco Fred o George, para ser honestos; dado que solían reírse de él todo el tiempo cuando estaba en Hogwarts.

Simplemente era muy distinto a todos los demás Weasley, ya que era un sabelotodo, y además era prefecto en Hogwarts. Aunque le encantaba salir con sus otros dos hermanos mayores Bill y Charlie cada vez que estaban de visita, siempre trataban bien a Rose, a diferencia de Percy.

Sin embargo, no podía negar que tenía la mejor familia del mundo.

A lo largo del día, Rose pasó todo el tiempo con su familia y sus mejores amigos, riendo y preparándose para el partido que les esperaba. Nunca podría pedir mejores personas con las que estar.

Les quería muchísimo a todos.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro