XVIII
"¿Quieres ser libre, Tzuyu?"
"¿Qué tengo que hacer?"
"Necesitamos que viajes a Colombia..."
Tzuyu vió esa grieta en los ojos de Sana, ese resquebrajo emocional que podría hundirla y ella no iba a dejar que eso sucediera, Tzuyu no iba a dejar que Sana se hundiera. Ella podía hacerlo por Sana, después de todo, ya estaba acostumbrada a vivir naufragando en aquellas profundidades; ya estaba rota y descompuesta. Los huesos de su cuerpo ya se habían roto por el peso de las decisiones que tomó en su vida, porque quien portaba la corona, debía estar dispuesta a cargar con el peso de ella.
—N..no puedo dejarte, ¿verdad? —Sana secó sus lágrimas con las yemas de sus dedos, arrastrando aquellas gotas saladas por sus mejillas—. No me dejarás hacerlo... no de..deberé escoger, ¿verdad?
—No sigas torturándote con eso, corderita inútil. —Tzuyu apretó a Sana contra su cuerpo, respirando el aroma almendrado y dulce de su cabello—. ¿Por qué no vas a nuestra celda, te limpias bien y me esperas como la putita caliente que eres, desnuda en la cama, si?
Sana sorbió su nariz y negó con la cabeza, sonriendo debido al gran vuelco en la conversación.
—Dios ¿acabo de tener una crisis de pánico y me sales con esto?
—Pánico es lo que vas a tener si no te largas a hacer lo que te dije, en este preciso instante.
Dejó caer su mano en un azote sobre el trasero de Sana y su castaña amante soltó un suave quejido y sobó sus prominentes y redondeados glúteos; sonriendo nuevamente.
—Ve, te alcanzo de inmediato.
—De acuerdo. —Entornó los ojos y señaló a Tzuyu, inquisidora—. No quiero que sigas de chula suelta con la nueva.
—Venga, que de cordera pasas a fiera y así no puedo, terminaré follándote aquí mismo, vete.
Le dió un nimio golpe ficticio en un pómulo a Sana y se apoyó en la pared de brazos cruzados mientras su amante se alejaba. Tzuyu mordió su labio inferior al recorrer con la mirada la perfecta anatomía de Sana, cada curva de su cuerpo dulce y aterciopelado, lo blanditos que se sentían sus torneados muslos cada vez que los apretaba con sus manos; buscando meterse bajo la piel de la doctora. Esperó a que Sana estuviera lo suficientemente lejos y bufó un gruñido.
—Sal, sé que estás ahí.
—Das miedo, hija de puta. —Momo salió de su escondite tras una muralla, tomó el cigarrillo que había acomodado en su oreja y lo prendió al mismo tiempo que se colocaba al lado de Tzuyu, dando una profunda calada—. Estás consciente de lo que estás haciendo, ¿verdad?
Tzuyu guardó silencio. Odiaba que sus decisiones fueran cuestionadas y eso era algo que Momo tendía a hacer algunas veces y siempre terminaban peleando.
—No hables como si no hubieras hecho lo mismo.
—No, no lo hubiera hecho. —Momo se encogió de hombros, botando el humo por la boca en pequeñas argollas—. Tienes que dejar de protegerla como si fueras su maldita perra guardián Tzuyu, no puedes cargar con toda la responsabilidad, esto es de ambas, si tu puta quiere quedarse, que lo decida ella y afronte las malditas consecuencias de sus decisiones ¿o qué? ¿cada vez que Sana deba tomar una decisión, lo harás tú por ella?
—No entiendes. —Su boca se secó, había una amargura instalada en su pecho—. No tienes una maldita idea...
Momo negó en silencio, consumiendo el cigarrillo entre sus dedos.
—Por supuesto que sí, porque yo también estuve en tu lugar...
—Dahyun no es como Sana.— La interrumpió rudamente
—No, no lo es y tampoco me haría tomar esa decisión por ella, ¿sabes por qué? porque yo dejé que Dahyun aprendiera a cargar con su propio peso, en cambio Sana, simplemente llora como una jodida maricona y te tiene de lengua en el suelo, lamiendo la mierda de los cerdos.
Aquello golpeó el orgullo de Tzuyu. ¿Era así como se veía?
—¡¿Y qué querías que hiciera?! —Empujó a Momo con sus manos, su voz era un rugido ronco y exaltado—. ¿Qué debía decirle? ¿tienes que tomar una puta decisión porque yo jamás voy a salir de este agujero? ¿olvídate de tu familia, de tu vida y húndete en esta mierda conmigo? ¿es tu decisión, no me eches tu mierda encima?
—¡Sí! ¡maldición, sí! —Le devolvió el empujón a Tzuyu.
Los gritos de ambas comenzaban a llamar la atención de algunas curiosas, sin embargo, nadie se detenía para escuchar lo que decían. Sabían su destino de quedarse ahí.
—Estoy malditamente aburrida de verte cargar con el peso de todas ¿y qué? cuando se aburra de esta vida, cuando se dé cuenta de que no es feliz y que arruinó todo por quedarse al lado de una demente asesina ¿qué harás entonces? por supuesto... lo que siempre haces, "Pobre Sana... ella no tiene la culpa de estar en este infierno, la culpable soy yo", ¿verdad? "No le dejé salida, no debe hacerse responsable, ella no decidió estar conmigo... yo la encadené, ella no tiene la culpa de haberse enamorado de una demente, Tzuyu es la culpable" ¡Siempre es la misma mierda contigo! lo mismo ocurrió hace casi 4 años...
Los ojos de Momo estaban rojos y Tzuyu no sabía si eran lágrimas o simple ira y no le importaba, para ella en ese momento Momo era una amenaza. Acorraló a la única persona que podría considerar su amiga contra la pared, con ambas manos sobre la garganta de esta y ejerció presión, sus venas marcándose bajo la piel.
—No vuelvas a hablar sobre Colombia... no vuelvas a mencionar una maldita palabra sobre mis decisiones, Mo. —La princesa le sostenía la mirada, apretando su mandíbula con fuerza y con su rostro completamente azorado por la falta de aire—. No quiero tener que matarte, bastarda infeliz... pero si dejas que de tu boca salga una sola palabra que pueda joder a mi cordera, te arrancaré los ojos y haré que Dahyun se los coma mientras rompo cada hueso de su cuerpo.
Soltó de golpe a Momo y le dió un rodillazo en el centro de su abdomen antes de alejarse, necesitaba estar sola y pelear con sus demonios internos o terminaría asesinando a quien se le cruzara por delante. Maldijo el día que decidió formar parte de aquella misión en Colombia, el día que tuvo que cargar con la muerte de 152 hombres, mujeres y niños. Maldijo el día que se coronó como la Emperadora.
Años atrás...
Tzuyu levantó su jarra de cerveza, chocándola contra sus camaradas. Esa noche cumplía 23 años; y milagrosamente seguía viva.
—¡Por la gilipollas maricona más increíble de este maldito batallón, salud!
Tzuyu negó con la cabeza, sonriendo al mismo tiempo que tragaba todo aquel licor de trigo, arrugando el entrecejo e ignorando las indecencias que vociferaban sus iguales. Estaban con sus uniformes militares, con sus botas embarradas y completamente ebrias, cubiertas por un toldo blanco que las cubría de aquella lluvia tropical. Entonaban himnos de la milicia y todas celebraban como si no hubiera mañana.
—¡Seguro que ahora andarás de pija chula comiendo con los altos mandos!
—¡¿Qué dices, si la marrana ésta apenas sabe sostener un tenedor?!
Tzuyu sacudió su cabeza y golpeó con el jarrón de vidrio la mesa de madera.
—Anoche no te quejabas de la forma en que sostenía tu vagina, puta. —Respondió con sorna, señalando a la chica con la que había compartido la tienda de campaña la noche anterior.
Todas se burlaron, chillando y silbando como bárbaras mientras insultaban entre bromas a la recientemente nombrada teniente, Chou Tzuyu.
—¡Era una orden de mi teniente! —Se excusó poniendo el dedo índice y el del medio simulando una mamada con la mano sobre su boca.
Tzuyu rompió en una carcajada, palmeando el hombro de la chica, ese tipo de bromas eran normales entre ellas. Naturalmente había algunas que no estaban completamente de acuerdo con la libertina homosexualidad de la teniente, pero nadie se atrevía a reclamarle al respecto; Tzuyu se había hecho respetar desde su primer día en el ejército, a base de golpes y huesos rotos. La única vez que intentaron asaltarla entre varias, terminaron siendo masacradas sangrientamente en venganza. Tzuyu demostró que poner su boca en la vagina de una mujer en vez de su boca en una polla no la hacía, bajo ningún concepto, inferior.
—Eh, voy al baño. —Bora, su mejor amiga, le guiñó un ojo; volviendo a su conversación vana con otra chica.
Esa era su vida, dictada por su padre desde el comienzo, sin libertad y aún así, jamás iba a reconocerlo, las excusas eran para los débiles y ella no era débil. A los 12 años tomó la decisión de vivir, sin importar los actos que tuviera que realizar para conseguirlo y así mismo, algún día tomaría la decisión de morir. Volvió con sus compañeras, quienes de raciocinio ya no tenían nada, eran simples borrachas bárbaras comportándose como burras y tirándose mierda entre ellas. Tzuyu bufó y decidió que no podía ser la única que no estaba ebria ahí.
—¡Y dónde demonios está mi cerveza, bastardas inútiles!
Todas rugieron alzando sus jarrones y volvieron a celebrar a su nueva teniente. La prodigio de la milicia, la niña que con solo 16 años comenzó a hacerse notar por su increíble desempeño en estrategias militares y constancia, la pequeña que entrenaba hasta el desfallecimiento cada día, fortaleciendo su pequeño cuerpo a base de fracturas óseas y fatiga muscular. Chou Tzuyu, la chica que cuando cumplió los 18 años, arrojó los resultados de coeficiente intelectual más impresionantes de toda la escuela. Siguió las órdenes dictadas por el coronel y entró al ejército donde hubo superado a los altos rangos en operaciones militares de prueba y forjado una leyenda. 5 años bastaron para que fuese recompensada con el rango de teniente y no le importaba tener una maldita medalla en su chaqueta, pero debía escalar... debía ser fuerte, debía ser el Diablo y así, derrocar al hombre que jugaba a ser Dios.
A sus 23 años su nombre fué conocido por todos los altos mandos, la hija del coronel Chou, despiadada e inteligente como su padre. Nadie tenía duda alguna de que sería la predecesora del coronel. No era lo que Tzuyu quería, era lo que había decidido, porque necesitaba ser fuerte para sobrevivir, necesitaba ser capaz de tener el destino de las personas en sus manos para no ser ella quien padeciera a manos de su padre.
—Tzuyu, despierta joder. —Se removió con un gutural gruñido emergiendo de su garganta—. ¡Que tu padre te ha mandado a llamar, gilipollas!
La mención de su padre la hizo abrir los ojos de golpe y se enderezó con todos los músculos de su esculpido cuerpo al desnudo. Su cabeza punzaba debido a la borrachera de la noche anterior, repasó con sus fanales ónices toda la tienda de campaña, los cuerpos desnudos de 2 mujeres durmiendo a su lado. Joder...
—Dile que voy de inmediato. —Movió su cabeza en un gesto, para indicarle al mensajero que saliera de la tienda y este asintió y la dejó a solas con aquellas chicas que no recordaba haber follado, pero que definitivamente había follado—. ¡Despierten, putas golfas y a mover el culo si no quieren que las mande a correr por toda la costa hasta que el Sol se esconda!.— Las chicas se removieron, despertando desorientadas pero conscientes de las palabras de su teniente.
—Me duele la vagina —Refunfuñó una, buscando algo con lo que tapar su desnudez.
—Me importa una mierda, salgan y vayan por algo de comer, que no quiero muertas de hambre en mi escuadrón.— Las mujeres buscaron ropa a tientas y salieron de la tienda de Tzuyu.
El Sol aún no salía del todo y el ambiente húmedo era el típico de una isla tropical como lo era Jamaica, se encontraban ahí para practicar técnicas de supervivencia en fraternización con el ejército de Jamaica, ya saben, Políticas de Estado. Tzuyu las odiaba, pero no estaba realmente enojada por tener unas vacaciones en aquella isla caribeña, lo que realmente no comprendía era qué demonios estaba haciendo su padre ahí. Se vistió a regañadientes, maldiciendo el infernal dolor de su cabeza y el pitido en sus oídos. Al salir de la tienda vió a sus mujeres, todas igual de miserables que ella por la resaca, ordenando y encargándose de realizar sus labores. Tzuyu cogió una botella de agua y saludó a uno de los oficiales encargados del transporte vehicular, se subió a un carro todo terreno militarizado y tapando sus orbes con sus lentes aviadores, indicó que la llevaran a la base del ejército jamaicano. Su cuerpo estaba sucio y apestaba a sexo y alcohol, lo ideal para ver a su padre luego de 2 largos años.
—Es aquí, teniente.
—Bien, espera aquí, esto no tomará mucho.
Bajó de un salto, acomodándose un poco su sucia chaqueta militar abierta que dejaba expuesto sus marcados oblicuos. Los pocos hombres presentes se desmoronaban a su paso y Tzuyu estaba seducida a gritarles que las pollas poco efecto tenían en ella. Saludó con un gesto burdo de mano a los superiores que se cruzaban a su paso, ignorándolos mayormente. Ella no era precisamente un ejemplo de recato y obediencia, todos lo sabían.
—La están esperando, teniente.
—Eso me han dicho.
La chica frente a ella, perfectamente enfundada en su traje gris con medallas decorativas la guió a través de la base militar. El ambiente era frío y gris, algo a lo que Tzuyu ya estaba acostumbrada, 2 hombres armados con metralletas se encontraban custodiando una puerta doble y Tzuyu palmeó el hombro de uno de ellos antes de abrir la puerta con ambas manos. El frío de los pomos de metal se sentía en su piel; empujó con un poco de fuerza y ladeó una sonrisa al ver a ese grupo de viejos hombres sentados alrededor de una mesa redonda. Algunos conocidos, otros no tanto, pero todos tenían algo en común. Asesinos condecorados con el honor hipócrita de una nación.
—¿Y esto? —Llevó su vista al único responsable de que la hubieran mandado a llamar, su padre—. Si me hubieras dicho que hoy tenía que desayunar con los vejestorios no me habría ido de juerga anoche... o quizá sí, pero en vez de follar 2 vaginas, hubieran sido 6.
—Tanto tiempo, hija.
—Estoy completamente segura de que me dirás lo mismo cuando nos veamos en el infierno.
Un hombre carraspeó con la garganta. La falta de diplomacia política no era algo nuevo en Tzuyu, pero aún así podía ser difícil de tragar para aquellos que no estaban acostumbrados a sus maneras no tan sofisticadas. Tzuyu tomó asiento en una de las sillas, la que se encontraba de frente a Yi Cheng, se sacó los lentes y los lanzó sobre la superficie de metal con desprecio, repasando con la mirada a todos los hombres sentados junto a ella.
—Me llegó la carta de tu ascenso, no esperaba menos de ti. —Yi Cheng dió una leve inclinación de cabeza en felicitaciones y Tzuyu arrugó la nariz—. Hubiera sido agradable enterarme por tu parte.
—Joder, es que no quería molestarte, ya sabes... pensé que estarías demasiado ocupado jugando a la casita con la puta barata que es tu esposa.
—No te hemos llamado aquí para que descargues tu mierda familiar, muchacha —Objetó uno de los presentes y Tzuyu lo miró fijamente, enarcando las cejas y humedeciéndose los labios a la espera—. Tu padre tiene algo importante que decir.
—Ojalá que así sea porque hasta el momento... solo ha dicho mierda mientras ustedes, cretinos, sudan como cerdos grasientos para que no los mate por uno de mis famosos ataques de demencia.
—Yi... —Un hombre canoso y de rostro arrugado miró al coronel.
El sudor en su frente lo delataba, pero nadie podría culparlo, la reputación de Tzuyu no se había forjado sola.
La coreana no tenía los métodos más ortodóxos para hacerse respetar y a pesar de eso, jamás había podido ser enjuiciada ya que no rompía ninguna regla. Todos lo sabían, la teniente Chou utilizaba los vacíos legales del reglamento militar para moverse a su antojo, al igual que su padre.
—Tzuyu, ya basta. —La orden del coronel hizo a Tzuyu gruñir, sin embargo, no refutó—. Tengo una pregunta para ti y dependiendo de lo que respondas, se decidirá tu futuro.
La teniente rodó los ojos y asintió. Los juegos mentales de Yi Cheng habían dejado de tener efecto en ella hacía bastante tiempo...
—¿Quieres ser libre, Tzuyu? —O quizá no.
Tzuyu sintió como el ritmo de su corazón se aceleraba, una simple palabra con un significado que ella pensó, jamás conocería. Libertad...
¿Qué era la tan anhelada libertad? había escuchado hablar de ella tantas veces. Tantas personas caídas en busca de ella, tantas guerras por conseguirla. La dulce promesa de lo único que Tzuyu jamás obtendría mientras Jong la tuviera bajo su yugo.
—¿Qué tengo que hacer?
Los hombres se miraron entre ellos y luego de aprobar con la mirada en Yi Cheng, el coronel le deslizó una carpeta con la palabra "Clasificado" en ella.
—Necesitamos que viajes a Colombia.
Tzuyu tomó la carpeta entre sus manos y sin levantar del todo su cabeza, alzó la vista para ver a los altos rangos que la miraban. Distinguía entre ellos al Ministro de Defensa de los Estados Unidos y ahora comprendía qué hacía aquel puerco arrogante ahí.
—¿Motivo? —Preguntó hojeando el contenido de la carpeta.
—Hemos descubierto una base terrorista en la isla de San Fernando de Bocahica, más específicamente en Colombia, no estamos completamente seguros de la ubicación, pero tenemos coordenadas que servirán para que llegues al lugar.
—Hm ¿y cuál es mi papel en esto?
—Su líder, Yhamir Alkahald se encuentra en aquella base terrorista junto a sus hombres y una cantidad alarmante de armamento, necesitamos que te encargues de ella, que la hagas desaparecer.
Tzuyu frunció el ceño. Aquello parecía algo de seguridad nacional, demasiado arriesgado como para dejarlo en manos de una simple e imprudente teniente recién nombrada.
—¿Yhamir? no lo creo, no se expondría en una isla como Colombia. — Negó con la cabeza, su padre llevaba años intentando darle captura a ese líder religioso solo para lamer el culo de los norteamericanos—. De ser atrapado, no tiene salida, es demasiado riesgoso...
—Es información confirmada, Tzuyu, nos tomó 2 años encontrar esta base terrorista. —Yi Cheng carraspeó y buscó apoyo en el Ministro de Defensa norteamericano.
—Necesitamos que lideres un grupo de hombres y mujeres hasta el campamento terrorista y que coloquen minas a su alrededor, cercarlos para que no puedan escapar y así acabar de una vez por todas con esa amenaza.
La teniente quiso burlarse, sin embargo, mordió su mejilla interna y asintió en silencio. Todas las miradas estaban puestas en ella.
—Hm ¿por qué minas? mejor lancen una bomba y ya —Bromeó sin humor.
—No tenemos la ubicación exacta del lugar y en el tiempo que nos tome encontrarlo, podríamos ser descubiertos antes de programar un misil.
Tzuyu silbó puesto que no lo decía en serio. ¿Acaso no sabían el impacto que un misil tendría en la isla de San Fernando de Bocahica? bastardos sin alma.
—¿No nos estamos saltando algunos tratados de derechos humanos en esto? —Tzuyu detuvo su mirada en la foto de aquel líder terrorista.
Le traía sin cuidado aquel bastardo fanático de un Dios inexistente, sin embargo, al parecer se convertiría en su pasaje a la emancipación de las garras de Yi Cheng.
—No creo que a las organizaciones de los derechos humanos esto les importe mucho. —Yi Cheng ladeó una sonrisa, la misma que algunas veces Tzuyu esbozaba—. Además, no tienen por qué enterarse.
No le sorprendieron las palabras de su padre. Para Tzuyu, esas organizaciones no eran más que circos mediáticos que ayudaban a los hipócritas a sentirse bien por soltar miserias en ayuda a los vulnerados y damnificados.
—Entiendo ¿diámetro del campamento?
—Toda la información te será suministrada apenas llegues a la isla de Colombia y se te pondrá en contacto con la persona que te servirá de guía, es una narcotraficante que cayó hace poco por una redada.
—¿Y qué tiene que ver una maldita narco en esto? —Tzuyu frunció el ceño, las drogas jamás habían sido de su agrado, mucho menos quienes las traficaban.
—Esa maldita narco como dices, conoce Colombia como la palma de su mano, nos ahorrará tiempo y recursos... no podemos exponernos a días de búsqueda, ya que podríamos ponerlos en alerta.
—¿Ella está de acuerdo en colaborar?
—Algo así, negociamos su condena si nos ayuda en esto.
—¿Nombre?
—Hirai (Son) Momo.
La coreana asintió y se colocó de pie con la carpeta en su mano. Todos los altos mandos de la milicia imitaron su acción, algo que la hizo sonreír de manera inconsciente. Perros adiestrados, eso eran todos a los ojos de Tzuyu.
—De acuerdo, envíame un comunicado con mi fecha de partida y la información esencial.—Tzuyu ladeó su cabeza y entornó los ojos a su padre—. Tenemos un trato, Yi Cheng.
—Perfecto, tú cumple tu parte y yo cumpliré la mía, es una promesa.
Tzuyu dió media vuelta y salió del despacho militar, había escuchado rumores sobre Yi Cheng teniendo un hijo, y aquella repentina oferta de libertad se lo confirmaba. Ahora que tenía un hijo legítimo, alguien que presumir ante la alta sociedad, no iba a necesitar de Tzuyu; su hija bastarda. La teniente sintió como si a cada paso que diera, su cuerpo desprendiera alquitrán caliente, una sola orden más, un último mandato de Yi Cheng y finalmente sería libre. Solo tenía 2 opciones, la esclavitud bajo el condecorado de un apellido inservible o la tan desconocida libertad y Tzuyu ya había elegido.
Llegó a Colombia 3 días después. El Sol aún distaba bastante de aparecer y quienes caminaban tras ella, no emitían palabra alguna. Tzuyu estaba demasiado agotada para hacer algo más que llevar sus pies a la habitación que le habían designado. Su traje se pegaba a su cuerpo debido al calor húmedo, su garganta se sentía seca y sus párpados pesaban por la falta de sueño. La base militar norteamericana se componía de los gritos hoscos de los generales, de las filas de jóvenes llevando a cabo las órdenes dictadas y del personal adyacente que realizaba distintas funciones a la vez.
Tzuyu volteó en dirección a sus hombres, había llevado a 5 de ellos y a su mejor amiga Bora con ella, los mejores.
—Vayan a descansar, cuando los necesite los mandaré a llamar. — Arregló su boina militar y acomodó sus aviadores, lucía decente y pulcra, algo extraño en ella—. Mientras tanto, tengan algo de diversión.
—¿Qué harás tú? —Cuestionó Bora, acomodando el enorme bolso de provisiones y ropa que cargaba sobre su hombro.
—Dormir 2 horas y levantar mi culo para conocer a la hija de puta que nos llevará hasta las coordenadas del campamento.
Se despidió con un gesto de cabeza y entró al apartado de habitaciones que se le había dispuesto en aquella base y chistó al ver su alcoba, seca y fría. Prefería mil veces dormir en tiendas de campaña o a la intemperie con el cielo nocturno como techo. Luego de sacarse sus botas y chaqueta se tiró en la cama, con sus manos entrelazadas tras su nuca y su vista fija en el techo. Era una de esas malditas noches en las que al parecer todo su cuerpo gritaba por un descanso, pero su cabeza se negaba a ceder; con los ojos cerrados, intentó abandonar aquellos mortuorios pensamientos que a veces salían de las sombras para abrumarla, aquellas reminiscencias sobre cada aspecto de su vida y en ese punto, ya todo formaba parte de una congoja interna. Recordaba como la noche anterior había tenido su navaja en la mano, a pocos segundos de emplearla en ella misma, mas no lo había hecho, el recuerdo de la promesa de la dulce libertad la detuvo. No iba a tomar aquella decisión hasta haber conocido y experimentado la independencia. Solo debía esperar un poco más, Yi Cheng podía ser todo, pero hasta ese día... jamás había roto alguna de sus promesas, aunque en realidad, solo le había hecho 2 promesas a Tzuyu; la primera se la hizo la única vez que la coreana intentó escapar de él. En ese entonces, Tzuyu solo tenía 16 años y envalentonada por sus compañeras del internado que se encontraban en una situación similar a la de ella, decidieron darse a la fuga cual reas de prisión. Yi Cheng la encontró a la semana, sus hombres golpearon a Tzuyu hasta que no quedó de ella más que un charco de sangre y carne expuesta; Yi Cheng sonrió en todo momento. Fué ahí, cuando Tzuyu estaba a pocos segundos de perder la conciencia, que su padre hizo su primera promesa...
"Si intentas escapar una vez más, te encontraré y asesinaré". Acarició la ensangrentada cabellera de su hija y depositó un beso en la frente de esta, manchándose la boca con sangre. "Pero si obedeces y te sometes a mi voluntad, prometo mantenerte con vida, Tzuyu."
Y ahora, años después... la segunda promesa consistía en darle su libertad. Finalmente, no pudo dormir, pero aún así su cuerpo le agradeció la pequeña tregua y luego de limpiarse debidamente, emprendió camino hasta las mazmorras donde tenían a las reclusas. Una cárcel pequeña al interior de la base militar, limpia y de impecable seguridad. Tzuyu vió a los encargados de seguridad y tomó del bolsillo interno de su chaqueta la carta de acceso que Yi Cheng había enviado para ella. Los norteamericanos tendían a ser ligeros y tomarse las cosas con humor, algo que a Tzuyu le gustaba.
—Puede pasar —Indicó un hombre después de leer la carta, señalando a los guardias armados que cerraban el paso de intrusos.
—Gracias.
Tzuyu vió a las mujeres encarceladas por el rabillo del ojo. Su postura era altiva y erguida, digna de una oficial reconocida y de alto rango. Caminaba tras uno de los hombres armados hasta que este se detuvo y señaló una de las celdas con la cabeza
—Abre las rejas.— Exigió.
El militar obedeció y abrió la puerta construida con barrotes. En el interior de la celda había una mujer recostada, aparentemente relajada y que tenía los ojos cerrados.
—Puedes irte —Indicó.
—Sí, señora.
Cuando estuvo a solas con la reclusa, ésta soltó un sonóro suspiro y se sentó en la cama. Su sonrisa mordaz le hizo gracia a Tzuyu.
—¿Así que tú eres la pija de papá, eh? —La reclusa se colocó de pie y enfrentó a Tzuyu con la mirada—. Son Momo, un placer.
—He escuchado algunas cosas bastante interesantes de ti, Son, eres una de las narcotraficantes más grandes de todo el continente. —Tzuyu extendió su mano para estrechar la de Momo—. Traicionada por su prima y encarcelada después de una redada.
Momo estrechó de vuelta la mano de Tzuyu.
—¿Qué puedo decir? a veces la familia es complicada.
—Creo saber un poco de eso.
—Yo también he oído algunos rumores de ti desde que estoy aquí, Chou Tzuyu, la hija bastarda que Yi Cheng Chou tuvo con una prostituta. —Tzuyu apretó la mandíbula, no dejaba que nadie hiciera mención a su madre—. Tu padre es un cerdo y como estás de chula, seguramente los buenos genes los sacaste de tu madre.
—¿Estás coqueteándome? ¿eres lesbiana acaso? —Tzuyu deslizó su lengua fuera de la boca, repasando las grietas de su labio inferior.
—Para nada, solo pollas para mí.
—Tú te lo pierdes. —Momo se soltó y volvió a sentarse con sus ojos fijos en Tzuyu—. Tengo entendido que sabes el motivo por el que estoy aquí, ¿me equivoco?
—No, no lo haces, al parecer hay un campamento terrorista y quieren que te guie hasta allá sin ser descubiertas.
—Poniéndolo en términos sencillos..sí.
—Y si lo hago... mi condena se verá reducida a 1 año.
—Sí.
—De acuerdo, no es como si tuviera muchas opciones al respecto, así que tenemos un trato.
—Perfecto.
Tzuyu iba a salir de la celda cuando un carraspeo de voz la hizo detenerse. Momo la miraba con ojos entornados y una mueca reacia.
—Pero debes saber que hace bastante tiempo que no venía a Colombia, por eso no estoy en conocimiento del lugar donde se encuentra esa base terrorista, estuve 2 semanas y fui encarcelada, no tuve tiempo para ponerme al día con los cambios que ha habido en la isla. —Su voz vaciló.
—No hay problema, tengo coordenadas que nos servirán como punto de referencia, tú solo debes ser una buena perra rastreadora y oler esos culos para llevarme hasta ellos y que yo pueda cazarlos.
—Hm, suena tentador ¿te importaría si quitamos la parte de oler culos?
—Te perderás toda la diversión.
—Puedo vivir con eso —Respondió con jovialidad.
—Ya veremos.
Tzuyu la recorrió con la mirada una última vez y esbozó una sonrisa amplia. Nunca le habían gustado las narcotraficantes, pero Momo podría ser una excepción.
—¡Que me sangran los pies, bastarda animal!—Se quejó, Momo.
Tzuyu gruñó y volteó con su brazo en alto, indicándole que si no guardaba silencio la golpearía de lleno en el rostro
—Llevamos 3 días sin detenernos a descansar... me voy a morir antes de que lleguemos al maldito campamento.
—Señora, Hirai tiene razón, debemos tomarnos un descanso.
El rostro de Tzuyu se contrajo con amargura, sabía que sus compañeros tenían razón y debían darse un descanso. Pero no podían, no en ese momento... faltaba poco y su ansiedad tomaba gran parte de sus decisiones.
—Descanso tiene mi vagina, no vamos a descansar hasta que nos hayamos acercado al perímetro del campamento, asi que muévanse perras, que no quiero gastar balas innecesariamente.
A regañadientes, sus hombres junto con Momo y Bora aceptaron. El sol ya se había ocultado y el reloj de la muñeca de Tzuyu indicaba que eran las 2 de la madrugada. Quizá podrían descansar hasta el alba y después tomar algo de tiempo para alimentarse.
—Golfas malcriadas —Murmuró en un gruñido—. Está bien, nos quedaremos aquí hasta que salga el Sol y después comeremos algo antes de reanudar el camino.
Momo soltó un suspiro de alivio y se desplomó en el suelo. Su cuello picaba debido al collar de rastreo que habían implantado en ella. No tenían tiendas de campaña, por lo que se acomodaron sobre sus propias ropas y quizá fué gracias al cansancio, que todos conciliaron el sueño de manera inmediata, incluso Tzuyu.
El Sol fué el indicador del despertar de la pequeña tropa. Momo fué la única que se negó durante algunos minutos a abrir los ojos, al menos hasta que Tzuyu la levantó de golpe y le prometió desvirgar su inexistente trasero si no se ponía en marcha. Comieron algunas provisiones enlatadas y refrescaron sus gargantas, no podían llevar demasiado con ellos, pues el peso de las minas explosivas ya era suficiente como para añadir provisiones innecesarias. Tzuyu llevaba el radio que la conectaba directamente con los encargados de aquella misión, "Operación Bocahica", como la habían denominado. Con las indicaciones de Momo y tras otro día de largas caminatas llegaron hasta un caudal. El Sol ya había desaparecido nuevamente y aprovechando que a sus alrededores había árboles frutales y agua, decidieron tomarse unas horas para comer y descansar las piernas.
—¿Cuánto crees que falte? —Preguntó Tzuyu echándose unas bayas comestibles a la boca.
Momo bebía agua y mojaba su rostro alternadamente.
—No más de 2 o 3 horas, este río está cerca del lugar que dicen tus coordenadas.
—Bien. —Miró a sus hombres, todos con la fatiga plasmada en sus rostros y se prometió darles una semana de vacaciones cuando terminaran aquella misión—. Terminemos con esto pronto, vamos.
Momo bufó y se colocó de pie, estirando su pelvis hacia adelante para mitigar el dolor por el agotamiento físico. Tzuyu lavó su rostro con el agua del caudal llevándose el sudor seco de sus bronceadas facciones, sus manos callosas raspaban su rostro cada vez que las frotaba en este removiendo restos de tierra.
—¿Nos vamos ya, señora? —Preguntó Bora acomodándose su chaqueta.
—Sí, y como me digas señora de nuevo... —Tzuyu señaló a su oficial—. Te cortaré las tetas y haré que te las comas.
—Yummy, señora.
—Eres una mierdecilla obscena.
—Sus cumplidos me ruborizan. —Momo miró a Tzuyu y luego a Bora, con una ceja alzada y sonriendo por las bromas de estas, o esperaba que fueran bromas—. Mi teniente.
—Joder. —Momo miró a Tzuyu y señaló a Bora con el pulgar, la chica reía estrepitosamente—. Esta mamona sabe lo que quiere.
—No debería sorprenderte ¿no ves que tiene tatuada la palabra vagina en el rostro? —La teniente tomó su morral y miró en la dirección que indicaba la coordenada de su GPS de rastreo—. ¿Por dónde?
—Déjame ver. —Momo tomó el artefacto de las manos de Tzuyu.
Debían caminar hacia el norte, sin embargo, no había caminos directos para llegar, por lo que deberían desviarse un poco
—Por acá.
Retomaron el camino, una vez más, siendo alumbrados por el firmamento nocturno mientras dejaban sus huellas en los frondosos pastizales. En el camino, Momo le contaba a Tzuyu de su vida y Tzuyu respondía lacónicamente con fonémas cortos. Así había sido desde el primer día, la morena era alguien fácil de llevar y a la teniente no le molestaba en particular que le contase sus desventuras en el mundo del narcotráfico e incluso algunas veces se sorprendió a sí misma haciendo preguntas. En un punto, detuvieron sus pasos, de soslayo, Tzuyu miró a sus hombres y estos asintieron. Momo también supo qué pasaba. Los gritos lejanos y las voces desconocidas les indicaban que finalmente habían dado con el campamento de Yhamir Alkahald.
—Necesito que me presten atención, Momo y 3 de ustedes se quedarán aquí... si no volvemos para el amanecer, darán la señal a la base militar de nuestra captura, los otros 3 de ustedes vendrán conmigo y cercaremos el campamento en 4 puntos cardinales ¿entendido? — Todos respondieron acertivamente al unísono.
Momo miró a Tzuyu y la agarró del antebrazo antes de que ésta comenzara a alejarse. Se miraron fijamente unos segundos, aquello era un compañerismo al cual la teniente no estaba acostumbrada. La palabra amiga nunca había tenido un profundo significado para ella, hasta ese momento.
—Cuida tu vagina, maldita narco.
—Lo mismo digo, pija de papá.
Tzuyu esbozó una leve sonrisa ladina y golpeó el hombro de Momo antes de echar a andar sus pasos. Sabía que sus hombres quedarían en vela, haciendo vigilia hasta que saliera el Sol y solo esperaba no demorarse tanto. Un acre amargo se instauró en su boca a medida que se acercaba al campamento, se detuvo y corroboró que todos sus hombres y Bora tuvieran las minas explosivas con ellos. El plan ya lo habían hablado incontables veces, ahora solo faltaba ponerlo en marcha. Conectó su radio para contactar con los militares en la instalación americana. Sabía que Yi Cheng se encontraba ahí, el encuentro que tuvieron ambos, al preludio de su salida de la base, era la prueba.
—Operación Bocahica 10—35 ¿me copian? —Un chirrido debido a la intercepción de señales la hizo repetir sus palabras 3 veces más antes de que respondieran.
—Transmisión recibida QAP.
—Estamos en posición, repito, estamos en posición, procederemos a colocar las minas.
—10—04 se le solicita proceder.
Apagó la radio y la enganchó en su cinturón, se separaron. Tzuyu tomó el sur del campamento, confiaba en sus soldados, ellos eran los mejores de su escuadrón por lo que pudo concentrarse en realizar solamente su parte de la misión. Con sus rodillas flectadas, para no sobresalir de las grandes plantas que la ocultaban de ojos enemigos, se deslizó hasta quedar a la distancia ideal del campamento. Alzó su cabeza, recorriendo aquella base terrorista con los ojos, contó rápidamente la cantidad de tiendas levantadas y las chozas provisionales, así como contenedores metálicos.
—¿Pero qué demonios? no puede ser. —Eran demasiados ¿cuántos hombres habría en ese lugar? ¿100? más, tal vez.
Hombres armados hasta la médula merodeaban por el campamento, con sus cabezas cubiertas con turbantes y sus rostros evasivos de cualquier emoción, soldados, al igual que ella. No esperaba tal cantidad de rebeldes, pero ahí estaban y Tzuyu debía cercarlos a todos para que Yhamir Alkahald no tuviese posibilidad de escapar. Flexionó sus piernas y ligeramente cayó al suelo, con sus manos escarbando en la tierra húmeda y densa. Hizo un agujero suficientemente profundo y de su morral sacó la primera mina, no había vuelta atrás. Con tiempo de sobra y antes de que saliera el Sol, ya había terminado. Tomó la pequeña radio que colgaba de la parte trasera de su cinturón y contactó a sus hombres.
—Informen posición —Demandó saber.
Su voz era un susurro sigiloso, al igual que el de sus 2 hombres y Bora, quienes respondieron rápidamente.
Todas las minas estaban puestas, habían tenido éxito. Acordó un punto de encuentro, lo suficientemente apartado del campamento y al llegar ahí encontró a 2 de sus hombres. Ambos exitosos en su labor y con el miedo latente en sus rostros. Ninguno de ellos quería morir, y Tzuyu lo sabía.
—Contactaré al coronel. —Con sus hombres cuidándole la espalda se sentó en el suelo y contactó nuevamente a la base.
Pudo escuchar el vitoreo de los militares norteamericanos y las felicitaciones por su éxito.
Apenas cortó la transmisión, su cuerpo se puso tenso. Ya habían pasado más de 10 minutos desde la hora acordada. Sintió gotas de agua en su rostro y levantó la cabeza al cielo, una lluvia tropical se cernía sobre sus cabezas y Tzuyu bufó exasperada.
—Falta Bora —Señaló con nerviosismo uno de ellos.
Tzuyu lo sabía, Bora era la única que no había llegado.
—Maldita, juro que voy a extirparle las tetas, voy a por ella y ustedes vuelvan con los otros.
—Señ...
—He dado una maldita orden, acaten si no desean morir aquí mismo, animales. —Sus hombres, adiestrados a cumplir órdenes, inclinaron la cabeza y volvieron al lugar donde Momo se encontraba.
Tzuyu los vió alejarse y con el sigilo de un felino acostumbrado a cazar en la selva, se abrió paso hasta el punto Este, que era el de Bora. Su cuerpo se encontraba empapado y cubierto de lodo, lo que dificultaba sus movimientos. Un grito desgarrador detuvo sus pasos...
—No...
Se acercó al campamento con la respiración agitada y la visión borrosa debido a la lluvia. Su subalterna se encontraba de rodillas en el suelo, con uno de los hombres del campamento apuntándola a la cabeza y Tzuyu sintió su cuerpo paralizarse. Sin pensarlo dos veces, se colocó de pie y apuntó su rifle en dirección a quienes amenazaban la vida de su subalterna, disparó a todos quienes la rodeaban. Bora buscó con la vista a Tzuyu, moviendo la cabeza en negación, estaba desesperada y gritaba algo, pero Tzuyu no lograba entender qué era. Escuchó un llanto que la hizo bajar el arma y de una de las tiendas salió una mujer que sostenía un bebé en sus brazos.
—No.
El campamento terrorista comenzó a poblarse de quienes lo habitaban. Civiles, hombres, mujeres y niños. Tzuyu tomó su radio conectando inmediatamente con los altos mandos. Necesitaba una maldita explicación, necesitaba saber qué demonios estaba ocurriendo ahí. Los gritos nublaron su juicio, llantos desconsolados que anclaron sus pies a la tierra. Podía sentir su corazón escapar de su boca, cómo se hundía... y caía, con los huesos de su cuerpo rompiéndose debido al peso que comenzaba a presionarse sobre sus hombros.
—Teniente Chou al habla ¿me escuchan?
—Oficial Ak32 aquí, escuchamos.
Sus manos temblaban, como nunca lo habían hecho antes. Volteó su rostro en dirección al campamento, todos corrían, acarreando bolsos y carretas mientras los hombres armados los guiaban para sacarlos del campamento. Habían sido descubiertos.
—Necesitamos abortar misión, repito, necesitamos abortar misión. — Giró su rostro hacía el campamento, el cuerpo de Bora yacía inerte en el suelo—. Hay civiles aquí, es un campamento con civiles. —Nadie respondió—. ¿Ak32?
—10—74, se ha negado el aborto de misión.
—¡No!
—Se le ordena retirarse del lugar y volver a base, son órdenes del coronel.
—¡No pueden hacer eso, maldita sea! hay niños aquí. —Los oídos de Tzuyu se vieron ofuscados por el sonido de diversos estallidos.
Se colocó de pie, girando su rostro cubierto de tierra en distintas direcciones, las personas intentando huir y los cielos por nubes de humo. Los norteamericanos habían comenzado a detonar las bombas. ¿Por qué? no deberían haberlo hecho tan pronto. Sintió un tirón que la hizo retroceder, giró su rostro, encontrándose con una empapada Momo, que sostenía el GPS de rastreo que compartía con sus hombres.
—¡Tenemos que irnos! —Gritó.
El ruido de los estallidos tronó en los oídos de Tzuyu y todo dió vueltas a su alrededor.
—¡No! —Respondió desesperada—. ¡Son civiles! ¡hay que ayudarlos!
—¡No hay nada que podamos hacer, debemos irnos!
Tzuyuse soltó del agarre de Momo, girándose en dirección al campamento. Intentóavanzar, pero fué detenida nuevamente por la mujer, forcejeó, pero por algunarazón su cuerpo estaba débil y sus piernas habían cedido. La lluvia empapaba surostro, ocultando las lágrimas que descendían silenciosas y traicioneras porsus orbes opacos. Era la primera vez que lloraba desde que tenía 12 años, desdeque arrebató la vida de un hombre. El infierno llegó a ella en ese precisomomento, mientras sus fanales se inundaban en ese mar de muerte. ¿Qué habíahecho?
Aclaro que "Son" es Momo.
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