
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟐 - 𝖘𝖕𝖎𝖑𝖑 𝖙𝖍𝖊 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉
Ivy siempre pensó que cumplir dieciocho sería un momento especial. Pensaba que, tal vez, empezaría a parecer menos una adolescente cuando se mirara al espejo. Que su voz sonaría más elegante, que las decisiones que tomaría tendrían mucha más meditación y que, en general, todo empezaría a encajar.
Creía que lo único que le importaría en esos momentos sería decidir finalmente si quería continuar estudiando algo que tuviera que ver con la magia al salir de Hogwarts o lanzarse a seguir su sueño de dedicarse al cine muggle. Tal vez, ese sería el año en el que se enamoraría por primera vez, o se sacara el carnet de conducir, o quién sabe qué.
Sin embargo, el día de su cumpleaños número dieciocho, Ivy Blestem estaba rozando sus colmillos con la yema de los dedos y sorprendiéndose cada vez más por lo afilados que estaban. Estaba preguntándose en silencio si siempre había tenido la piel así de tersa y perfecta y si sus ojos siempre habían brillado con tanta intensidad.
De hecho, ¿siempre habían tenido ese tono rojizo o, definitivamente, habían cambiado por completo?
Lo que seguro que jamás había estado ahí era esa sed insaciable. Ya no sabía qué más hacer por calmarla y había intentado por todos los medios frenarla de alguna manera. Había probado todo tipo de bebidas, con la esperanza de que alguna terminara por quitársela. Había comido plato tras plato de comida y nada terminaba de llenarle el estómago.
Siempre terminaba todas las comidas observando las venas del cuello de sus compañeros y juraría que era capaz de ver cómo bombeaba la sangre con cada latido. Siempre tenía ganas de aferrar con fuerza el cuchillo que estaba usando y rebanarle el cuello a un compañero y poner fin a su tortura.
Pero siempre huía antes de que eso ocurriera. Se ocultaba en su habitación y apretaba con fuerza el collar que le había arrebatado al vampiro que la había metido en ese problema, y por alguna razón, aquello ayudaba. Esa piedra parecía calmarla lo suficiente como para aguantar unas horas más.
Pero sabía que no sería suficiente.
—¡Felicidades! ¿Cómo ha amanecido mi amiga la cumpleañera?
La voz de Vanessa le pareció mucho más estridente aquella mañana, simplemente porque la cabeza le dolía como si tuviera una resaca espectacular. Su amiga se lanzó a abrazarla con fuerza para felicitarla y, por mucho que Ivy agradecía su entusiasmo, olía demasiado a humana para su bien.
—Bien, Nessie, bien —respondió Ivy, alejándose de manera disimulada—. Muchas gracias.
—¡No se cumplen dieciocho todos los días!
Vanessa la siguió hasta su mesa y se sentó justo a su lado, un gesto que no pasó desapercibido para algunos de los compañeros de Slytherin. Por suerte, a Vanessa no podía importarle menos lo que los demás pensaran de ella, así que sacó un regalo de su túnica y se lo entregó a Ivy.
—También es de mi parte —aseguró Badger Greengrass mientras tomaba asiento al otro lado de Ivy.
Junto a Vanessa, Badger era uno de los pocos amigos de verdad que Ivy tenía en el castillo. Solían ser compañeros de pupitre y acudían juntos a todas partes, aunque él era mucho más popular que Ivy, especialmente porque, al contrario que ella, él sí que procedía de una familia de sangre pura.
Ivy desenvolvió el paquete sin demasiadas ceremonias, porque sentía que tenía que hacer todo rápidamente antes de empezar a notar que la sed le nublaba los sentidos, y observó su regalo: una funda nueva para su cámara. Vanessa había puesto todo su empeño en decorarla con parches de grupos de música rock actuales y había bordado a mano títulos de las películas favoritas de Ivy. Badger, con toda probabilidad, había sido quien había puesto el dinero.
Ivy sonrió ampliamente al ver la funda, aunque sintió un pinchazo de tristeza al recordar que había perdido su cámara la noche del ataque. Ni siquiera quería pensar en aquello porque le rompía el corazón, ya que había estado mucho tiempo ahorrando para comprársela.
—Gracias, chicos, es preciosa —aseguró, alargando los brazos para acercarlos a su pecho y abrazarlos a la vez—. No hacía ninguna falta.
—¡Claro que sí! Últimamente estás un poco decaída y queríamos hacer un gesto bonito —explicó Badger, codeándola.
—Exacto, últimamente es como si no estuvieras. Sabes que, si quieres contarnos algo o te preocupa alguna cosa, puedes decírnoslo y...
—Estoy estupendamente —mintió Ivy, interrumpiendo la charla consoladora de Vanessa—. Es solo que cumplo dieciocho y me hago vieja, eso es todo.
Volvió a mentir, claro. Ivy no había cumplido dieciocho, en realidad, porque recordaba vívidamente que había muerto a los diecisiete.
Pero tenía que dejar de pensar en eso, porque en cualquier momento Vanessa se daría cuenta de que no estaba así por cumplir dieciocho y acabaría averiguándolo todo, y no quería que su amiga se enterase de que era una asesina.
—¿Por qué no vamos yendo a clase? —propuso Ivy, sintiendo ganas de vomitar por el recuerdo de la niña.
¿Podría vomitar toda esa comida que había prácticamente engullido o vomitaría la sangre? Si seguía pensando en ella no iba a tardar en descubrirlo.
—Slughorn te adora, si llegas tarde no te va a decir nada —le dijo Vanessa, pero Ivy ya se estaba poniendo en pie.
—No quiero acabar en la última fila, prefiero... ver bien la pizarra.
Solo que ahora tenía una vista perfecta y no le hacía falta. Tampoco llegar pronto, pero estaba viendo las miradas del resto de compañeros de su casa y... prefería evitarlos a ser posible. No confiaba en ellos, no ahora que sabían que era nacida de muggles y las cosas no estaban precisamente bien. Estar cerca de los profesores la protegería. Y también los protegería a ellos si pasaba algo, porque estaba claro que no iba a poder aguantar para siempre: la sed que sentía estaba más calmada, pero el chico con el que se chocó cuando iba hacia las mazmorras tenía una garganta de lo más apetecible y...
Definitivamente tenía que encontrar la forma de parar esa sed, tenía que haber algo. ¿Quizá podía preguntarle al profesor Slughorn? Una pregunta sencilla sobre las pociones para reponer sangre y si funcionaban echándolas sobre una gota de sangre. Con eso podría conseguir una gota de quien sea y, luego, utilizar la poción para crear más.
Aunque, primero, tenía que aguantar las ganas de intentar comerse a alguno de sus compañeros.
—Oye, que no hacía falta que corrieras, que la clase va a seguir aquí. —Badger entró a la clase con el libro de pociones en la mano y lo dejó en la mesa junto a la de Ivy.
—Oh, no, Greengrass, ¡este sitio no me lo robas hoy! —exclamó Vanessa, quitando el libro de la mesa y poniéndolo en la de atrás.
Badger y Vanessa empezaron a pelear de broma mientras Ivy intentaba centrarse en algo. No necesitaba respirar, pero estaba bien seguir haciéndolo, porque la hacía parecer humana y le ayudaba a no pensar en las gargantas de sus compañeros, con la sangre caliente en ella.
Inspirar. Expirar. Llenar los pulmones durante cuatro segundos, mantenerlo un poco, dejarlo salir.
La clase se fue llenando poco a poco hasta que apareció el profesor Slughorn, tan sonriente como siempre. Los miró a todos y, entonces, empezó a hacer preguntas sobre las pociones que había sobre la mesa. En cualquier otro momento Ivy hubiera respondido a las preguntas sin ningún tipo de vergüenza, ahora quería mantener la concentración para evitar cometer algún error.
—Bien, como ejercicio de calentamiento tras las vacaciones, ¿qué os parece si preparamos un tónico para ratas? —preguntó Slughorn. Ivy intentó centrarse de nuevo en la clase. Mierda, iba a tener que pedirle los apuntes a Vanessa o Badger porque no se había enterado de nada—. Como es una poción sencilla será mejor que la hagáis solos, ¡tenéis lo que queda de clase! ¡Y habrá recompensa para quien la tenga perfecta!
El movimiento empezó en la mazmorra. Los calderos se encendieron a toda velocidad y los alumnos empezaron a sacar sus ingredientes y herramientas para poder empezar la poción. La lista de ingredientes junto a los pasos estaba en el libro, así que pronto un ruido más fueron las páginas pasando rápidamente.
Las recompensas de Slughorn solían ser bastante buenas, como extensiones en las entregas o pociones bastante útiles. Una vez había dado una poción para los granos, algo bastante cotizado cuando tenías catorce años y la clase tenía más granos que alumnos en ella.
Ivy estaba completamente concentrada en hacer el tónico para ratas. Había conseguido dejar la sed casi olvidada —seguía molestando, pero definitivamente, no era algo que la hiciera querer saltar al cuello de Vanessa en esos momentos— cuando sucedió. Era de lo más normal que algún alumno tuviera algún problema al cortar los ingredientes y que la mesa acabara con alguna gota de sangre. Normalmente oían el quejido seguido de un mierda y alguna risa. Esta vez no fue diferente en ese aspecto, pero para Ivy fue como si se abriera un portal a un nuevo mundo.
La mazmorra empezó a oler a sangre y la boca se le empezó a hacer agua. Notaba como los colmillos estaban aún más afilados si eso era posible y sentía unas ganas inmensas de saltar a por quien se había cortado. Así que se giró para ver quien había sido y calcular cuánto tiempo tardaría en llegar hasta esa persona y vaciarla entera.
Y allí estaba, Narcissa Black, su compañera de habitación, maldiciendo a todos sus ancestros mientras que no dejaba de agitar la mano en un intento de bajar el dolor. Alguna gota se escapó del agarre que tenía Narcissa en su dedo y goteó por su mano, a lo que Ivy gimió.
Como siguiera ahí se la iba a desayunar en cuestión de segundos porque, joder, que bien olía.
—¿Qué es lo que quieres, Blestem?
En algún momento se había movido desde su sitio hasta al lado de Narcissa, sin darse cuenta y completamente atraída por ese olor tan dulce. Así que hizo lo que tenía que hacer, salir corriendo de la clase. Que suerte había tenido de que Narcissa estuviera cerca de la puerta porque definitivamente podría decir que se había sentido mal al ver la sangre.
No sabía dónde ir, pero sus piernas la guiaron solas a la escalera que subía al vestíbulo, llegando al primer piso y, así, al baño que había justo cruzando una esquina. Solo quería alejarse lo máximo posible antes de cometer una estupidez.
Apoyó las manos en el lavabo, centrándose en su respiración. Uno, dos, tres... ¿Cómo sabría la sangre de Narcissa? Cuatro, cinco, seis... Tenía un olor despampanante, atrayente. Siete, ocho, nueve...
Definitivamente, no estaba funcionando, porque Ivy no se quita de la cabeza ni el olor de la sangre ni las ganas de hincarle el diente al cuello de alguien. Si esa mañana había pensado que estaba sedienta, en esos momentos creyó que, de no estar muerta, moriría de sed.
Escuchó el ruido de una cisterna y se puso alerta. Resultaba que no toda la sangre que olía estaba en su imaginación, porque de uno de los cubículos salió una niña de primer o segundo curso, que se dirigió a su lado para lavarse las manos. Ivy contuvo el aliento, clavándose las uñas en el muslo, pero la tentación era tan grande que no pudo evitarlo. Quizá los colmillos no habían desaparecido o simplemente habían vuelto a agrandarse, pero ahí estaban, a la espera.
No les hizo esperar mucho. Ivy perdió el control de sus facultades por completo y se aproximó a la niña, que dio un salto hacia atrás, asustada. Pero Ivy no se dio por vencida con algo tan mundano, así que le sujetó los brazos y abrió la boca. Cuando la niña vio los afilados colmillos tan cerca de su cuello, gritó, horrorizada.
A Ivy no le importaron las patadas que intentaba darle porque en lo único que podía pensar era en beber su sangre. Toda la que pudiera. Saciar su sed.
Así que soltó a la niña cuando se dio por satisfecha, que cayó al suelo resbalándose por la pared, desmayada por la pérdida de sangre. Se limpió la boca con la mano y, al darse la vuelta y quedar frente al reflejo, la vio. Vanessa estaba detrás suya, mirándola con la boca entreabierta y una mezcla de asombro y miedo. Acababa de ver cómo le chupaba la sangre a una niña.
Acababa de chuparle la sangre a una niña. Otra vez.
Pero se agachó enseguida y esta seguía respirando. Lentamente y poco perceptible, pero la respiración estaba ahí. Ivy ahogó un grito al recordar cómo había sido. Ni siquiera tenía el control de sus acciones en esos momentos.
No sabía cómo iba a explicarle eso a Vanessa.
—Eres una vampira —susurró Vanessa, todavía anonadada—. Pensaba que me había imaginado los colmillos, pero esto...
—Tiene una explicación —aseguró Ivy con voz nerviosa.
—¡Sí que la tiene, eres una vampira! Por Merlín y por Morgana, Ivy, ¿desde cuándo?
—¿No estás asustada?
—¡Estoy acojonada! —exclamó Vanessa, a pesar de que en su voz había un atisbo de entusiasmo.
Ivy desvió la vista hacia la niña. No iba a permitir que muriera ella también.
—Tenemos que llevarla a la enfermería —murmuró.
¿Reconocería Madame Pomfrey la mordedura de un vampiro? ¿Sabrían que había sido ella? Ivy ya podía verse encarcelada en Azkaban por el resto de su vida.
Vanessa parecía hacerse las mismas preguntas, o eso podía leer en su cara. Tragó saliva, pensativa, y acabó asintiendo.
—Será mejor que hablemos con Dumbledore primero.
Ambas se quedaron unos segundos más en silencio. No iban a dejar sola a la niña, estaba demasiado débil. Sin embargo, no tuvieron que pensar mucho más, puesto que la puerta del baño se abrió de un golpe.
—He oído gritos —dijo la profesora McGonagall. Su vista enseguida dio con la niña, desmayada en el frío suelo—. ¿¡Qué ha pasado!?
Ivy se quedó petrificada en su sitio, sin saber cómo reaccionar. Vanessa se apresuró a tomar el control de la situación.
—Verá, profesora, hay algo que deberíamos comentarle... —dejó caer, mirando de soslayo a su mejor amiga.
Con los ojos inquietos, mirando en todas direcciones menos a la cara de McGonagall, Ivy se aclaró la garganta.
—Yo... esto... —Vanessa le pellizcó el brazo para que dejara de trabarse y lo soltara—. Es posible que hace unos días me... mordiera algo y...
—Mi amiga es una vampira. Ya está, lo dije —concluyó Vanessa, cruzándose de brazos con aire resuelto.
La expresión de McGonagall se desfiguró por completo.
Ay, Ivy, que se nos muere de sed :(
Cada voto es un sorbito de sangre no quitada a la fuerza para la niña 😼
Muchas gracias por leernos un lunes más os queremos mucho venid que os demos un mordisc- que os abracemos jeje ❤️
Aliven't: 3 y 3/4
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