Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟓 - 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉 𝖎𝖓 𝖙𝖍𝖊 𝖒𝖚𝖉

—¿Puedes repetir otra vez qué es eso de la Banda del Fénix?

—La Orden.

—Eso.

Ivy dejó escapar un largo suspiro. Ella no terminaba de entender demasiado en qué se había metido, pero pensaba que, tal vez, si se lo explicaba a sus amigos y ponía sus pensamientos en voz alta, todo cobraría un poco más de sentido. Casi parecía que Dumbledore se lo hubiera inventado todo, porque sonaba demasiado a algo que podría leer en un libro de ciencia ficción.

Aunque, teniendo en cuenta que ella era bruja y vampira, acusar a algo tan banal como una agrupación de personas de ser demasiado fantástico, quizás era pasarse.

Vanessa la miraba con el ceño fruncido, una ceja mirando a cada lado, intentando comprender qué era eso que había dicho. Badger, por su parte, parecía menos impresionado. Ivy casi podía ver los engranajes girando dentro de su cerebro.

—¿Y por qué te ha ofrecido formar parte de la Orden, Ivy? —preguntó él, tratando de indagar aún más.

Ivy le dedicó una brevísima mirada a Vanessa para que ella comprendiera la verdadera respuesta a su pregunta. Después, miró a Badger y se encogió de hombros.

—Porque soy una bruja de lo más capaz, por supuesto. ¿Acaso no me crees digna de participar en una unión antifascista? Mis primos de Birmingham están metidos en una agrupación comunista que...

Los había perdido hablando de política muggle, pero fue suficiente como para que Badger dejara de mirarla con tanto interés. Sin embargo, poco después volvió a la carga.

—No digo que no seas una buena candidata, Ivy, solo digo que parece un poco... sectario.

—¿Sectario? ¿No sabes lo que es un comunista pero sí sabes lo que es una secta?

—¿Podéis hablar en mi idioma, por favor? —imploró Vanessa.

—Todo eso de pertenecer ciegamente a un grupo, de darlo todo por defender a los demás y de...

—A mí me suena bien, la verdad —se excusó Ivy, encogiéndose de hombros—. Seguramente sea meterse en el ojo del huracán, pero al menos no estaré de brazos cruzados mientras matan a los míos.

No quiso que sonara a reproche, pero Vanessa y Badger apartaron la mirada de inmediato, sintiéndose evidentemente señalados. Para ellos, el clima social del momento no los afectaba de manera tan directa porque ambos eran sangre pura. Ellos no tenían que andarse con tanto cuidado por los pasillos del colegio por si algún Slytherin decidía amargarle el día por el simple hecho de haber nacido de padres no mágicos, y si pasaba, se debía precisamente al hecho de que eran amigos de Ivy.

—Han prometido proteger a mis padres —confesó Ivy. Vanessa comprendió al instante lo que significaba aquello. Ivy decidió decorar un poco aquella verdad para que sonara mejor a los oídos de Badger—. No solo atacan a los nacidos de muggles, sino también a sus familias. Dumbledore me dijo que los habían amenazado.

La mandíbula de Badger se tensó de manera tan visible que Ivy casi podía ver el hueso a través de la piel. Había escuchado también el rechinar de sus dientes al apretarlos con fuerza. Probablemente, estaba pensando en su familia, preguntándose si ellos tendrían algo que ver con lo que estaba ocurriendo.

Sin embargo, en lugar de enfadarse o salir corriendo de la habitación en búsqueda de papel y tinta para escribirles, alargó la mano y la posó sobre el brazo de Ivy. Buscó su mirada y, cuando la obtuvo, le dedicó una media sonrisa de lo más reconfortante. La inquietud de Ivy se disipó al instante, como ocurría cada vez que Badger la tocaba. Era siempre cálido y seguro, como el abrazo de sus padres.

—¿Qué hay que hacer para unirse?

—Yo también quiero unirme a la secta —se sumó Nessa, dando un paso hacia delante—. Tengo ganas de pegarle un puñetazo a un percusionista.

—Fascista.

—Eso.

Cissy observaba el pedazo de pergamino con los ojos repletos de lágrimas, pero al contrario que de costumbre, se trataban de lágrimas de felicidad. Ivy sentía ganas de arrebatarle la carta para leer qué demonios estaba pasando, pero sabía que era de muy mal gusto. Tendría que luchar contra sus ansias de conocimiento unos segundos más.

—Ha nacido Nymphadora.

—¿Quién?

—Mi hermana Andrómeda. ¡Ha tenido una niña!

Ivy sonrió con calma. Abrió los brazos para dejar que Cissy se lanzara hacia su torso para abrazarla, celebrando su felicidad. Si aquel año todo hubiera seguido igual y no hubiera conocido a la verdadera Cissy, Ivy habría pensado que odiaba su hermana Andrómeda, la única Black verdaderamente valiente. Sin embargo, ahora sabía que no era así; que Cissy la quería tanto como para mantener su secreto y arriesgarse a cartearse con ella a espaldas de su familia.

Ivy se preguntaba inevitablemente si, algún día, Cissy sería tan valiente como Andrómeda. Si lo dejaría a todo y a todos por amor. Si se atrevería a ser otra oveja negra, repudiada, borrada para siempre del árbol familiar.

Se preguntaba si haría todo eso por ella, porque eso significaría que la amaba. No habían dicho esas palabras todavía, sonaban demasiado grandes. Tenían demasiado significado.

Pero Ivy lo sospechaba. Lo sabía. La acababa de ver llorando de felicidad por el nacimiento de una niña y pensaba que no había nada más bonito que la sonrisa de Narcissa Black. Sabía que haría cualquier cosa por procurar que esa sonrisa no se apagara jamás.

—Me invita a conocerla —explicó Cissy, separándose para mirarla a los ojos—. Sé dónde vive con su marido y... Este finde se supone que podemos ir a Hogsmeade.

—¿Se supone?

—¿Crees que nos dejarán ir? ¿Con ese vampiro suelto por ahí?

—Somos mayores de edad, Cissy —sonrió Ivy. No sabía de dónde había sacado una sonrisa tan sincera, porque lo cierto era que le aterrorizaba salir del castillo. Solo lo haría por cumplir el sueño de Narcissa—. Pueden recomendarnos que nos quedemos en el castillo, pero no obligarnos.

Cissy sopesó aquellas palabras. Miró hacia la ventana, pensando en cómo podían hacerlo.

—Si vamos juntas... —comenzó, todavía sumida en sus pensamientos—. No tiene por qué pasar nada, ¿no? Nos protegeremos la una a la otra.

Ivy asintió. Se llevó la mano al collar de manera inconsciente, un gesto que no pasó desapercibido para Cissy. Sin embargo, no dijo nada. Levantó la mirada del collar y la llevó hacia los labios de Ivy, torcidos en una sonrisa ligeramente inquietante. Los besó para intentar tranquilizarla y, de paso, tranquilizarse a sí misma.

Tuvo razón en que los profesores tan solo permitieron a los alumnos de diecisiete para arriba acudir a Hogsmeade. No tardaron en recibir las quejas del resto del colegio, pero Dumbledore fue tajante: ningún niño saldría del colegio.

«¡Han matado a más gente aquí que fuera!», se quejaban por los pasillos. Ivy se habría sentido mal si no supiera que no era completamente cierto, porque en el exterior no era lo que se entendía por un picnic.

Sin embargo, la vigilancia en el pueblo era estricta. Había aurores con un ojo sobre los alumnos, que llevaban ahí semanas desde el último ataque. De vez en cuando se pasaban por el colegio y a todos se les cortaba la respiración —menos a Ivy, por razones obvias— pensando en qué habría pasado. Pero solían ser reportes cotidianos.

—¿Cómo vamos a desaparecer sin que nos vean? —le susurró Cissy a Ivy en la oreja, mientras McGonagall lideraba la fila por el camino hacia en pueblo. Se arriesgaban a que las escucharan o las vieran demasiado juntas, pero no podían hacer mucho más que lanzar un Muffliato.

—Entraremos al baño en Las Tres Escobas y nos desapareceremos ahí. Los profesores no nos van a seguir por todo el pueblo.

Un cuarto de hora más tarde, Ivy y Cissy estaban apretadas en el cubículo más pequeño. Cissy se encontraba hecha un manojo de nervios y, antes de acudir a la casa donde su hermana vivía con su marido y su recién nacida, Ivy tuvo que calmarla un poco. La perspectiva de desobedecer a su familia era aterradora para Narcissa Black. Pero ahí estaba, esforzándose por hacerlo.

Se aparecieron en un jardín con rosales altos y setos de los que brotaban otras florecillas. Ivy agarró la mano de Cissy y llamaron al timbre. La mujer que les abrió empuñó la varita hacia ellas lo justo para comprobar que se trataba de su hermana y no un mortífago encubierto; después, abrazó a Narcissa con toda la fuerza que podía ejercer habiendo dado a luz hacía nada.

Andrómeda era más alta que Narcissa, pero ambas tenían el mismo porte, la misma cara alargada y las mismas pestañas interminables. Andrómeda se había recogido el pelo castaño en una coleta baja. Al cabo de unos segundos, cuando se habían internado en la casa y cerrado la puerta con una serie de hechizos de protección, un hombre rubio apareció por la puerta contigua cargando un bebé en brazos y reprendiendo a su esposa por levantarse tan rápido cuando debía reposar.

—¡Ay, Ted! ¡Que no estoy hecha de papel, por Morgana! —se quejó Andrómeda, pero enseguida sonrió—. Mira, Cissy. Te presento a Nymphadora.

Cissy dio un paso adelante, en dirección a Ted, mientras Ivy se alejaba tres pasos hacia atrás para tratar de darles algo de intimidad a la familia. Pero Andrómeda la vio alejarse y la llamó para que viera también a su hija, con la intención de conocer a la muchacha que había acompañado a su hermana hasta ahí con tal de que no se quedara sola.

—Es preciosa —reconoció Ivy, sonriendo como una boba al ver a Narcissa recogiéndola con dulzura entre sus brazos.

Era consciente de que no se quitaría esa imagen de la cabeza en mucho tiempo. La delicadeza con la que Cissy le acariciaba la mejilla a su sobrina con el pulgar y depositaba un único beso en su frente se grabaron en su mente.

—¿Habéis venido sin ningún percance? —les preguntó Ted.

—Sí. Nos ha costado escaquearnos, porque Lucius se ha puesto muy pesado —suspiró Cissy, antes de darse cuenta de que acababa de meterse con su prometido en voz alta—. Quiero decir...

—Tranquila, hermanita —intervino Andrómeda, con una risa por lo bajo—. Siéntete libre de insultar a ese idiota todo lo que quieras.

Cissy, aliviada, dejó escapar el aire que retenía y sonrió. Ivy le guiñó un ojo cuando le miró de soslayo.

Pasaron una agradable tarde en casa de los Tonks. Ted les sirvió té y pastas, y la pequeña Dora estuvo llorando todo el tiempo que alguien no la tenía en brazos. A menudo cambiaba el color de su pelo, pues cuando la habían visto lo tenía negro y ahora variaba del castaño al rubio. Era increíble ver los poderes de una metamorfomaga tan pequeña, que ni siquiera podía pensar en empezar a manejarlos.

De hecho, lo pasaron tan bien que casi se les hizo tarde. Debían volver a Hogsmeade para acompañar al resto de los alumnos que habían salido, o se meterían en problemas graves. Y a Ivy no le apetecía añadir «castigada todos los viernes del curso» a su lista de problemas.

—Vuelve cuando quieras, Cissy —dijo Andrómeda, dándole un achuchón de despedida—. Y tú también, Ivy. Encantados de conocerte.

—Ha sido un placer, Andrómeda.

Ivy le dio la mano a Cissy para aparecerse de nuevo en Hogsmeade, en el cubículo más pequeño, agradeciendo haber puesto el pestillo antes y que nadie se hubiera molestado en intentar abrirlo mediante la magia.

Quedaban pocos alumnos mayores de diecisiete años en Las Tres Escobas, aquellos que pensaban aprovechar hasta el último momento antes de volver al castillo, puesto que no sabían si podrían tener o no otra excursión. Antes de ir a ver a la hermana de Cissy, Ivy había pensado que ella también podría haber sido de esos alumnos junto a Nessie y Badger, pero en esos momentos se encontraba junto a Cissy, caminando de vuelta a Hogwarts queriendo llegar cuanto antes a la habitación.

—¡Narcissa!

La rubia se tensó a su lado. Se intentó alejar de Ivy como pudo, pero era demasiado tarde porque, quien la había llamado, ya estaba a las espaldas de la chica. 

Era un calco de Andrómeda y, por un momento, Ivy pensó que se habían dejado algo en la casa y que venía a devolverlo. Luego empezó a fijarse un poco más y empezó a ver las diferencias. La principal estaba en los ojos. Los de Andrómeda eran cálidos, te invitaban a confiar en ella y te decían que estabas a salvo. Los de ella estaban llenos de locura, una que había parecido aumentar desde la última vez que Ivy había visto a Bellatrix por los pasillos del colegio.

—Bella, hola —la voz de Cissy sonaba forzada y Ivy la miró de reojo para ver la sonrisa que fingía—. ¿Qué haces en Hogsmeade? No te esperaba.

—¿Qué es lo que haces tú aquí, con ella? —el tono despectivo de Bellatrix no pasó desapercibido para Ivy, que retrocedió un paso.

—Solo hemos coincidido en la vuelta al colegio, Bella, no...

—¿Y dónde has estado? —indagó Bellatrix interrumpiendo a Cissy, que cada vez parecía que se hacía un poco más pequeña—. Porque con Lucius no has estado en toda la tarde.

—Quería dar una vuelta sola, nada más —respondió Cissy, pero no parecía que a Bellatrix le importase mucho lo que estaba diciendo ya que se acercó a ella.

—La verdad, Narcissa, di la verdad —inquirió mientras la sujetaba del brazo—. ¿¡Dónde has estado!?

—¡En el pueblo, Bella! —chilló Cissy, mientras Bellatrix no dejaba de sacudirla.

Ivy lo vio todo demasiado rápido. Como Cissy no dejaba de gritarle a Bellatrix que había estado en el pueblo, como Bellatrix no se lo creía en ningún momento. Las dos se iban alejando más y más con cada sacudida de Bellatrix y, por suerte, los gritos de Cissy no habían llamado la atención de nadie. Por suerte para Ivy, claro, cuyo autocontrol iba disminuyendo cada vez que Bellatrix sacudía aún más a Cissy. Veía perfectamente que estaba empezando a clavar las uñas en la túnica de primavera que se había puesto Cissy y oía sus gritos porque Bellatrix le estaba haciendo daño.

Así que hizo lo primero que se le pasó por la cabeza cuando vio cómo Bellatrix levantaba el brazo. Llegó demasiado rápido al lado de Cissy y tiró de ella sin hacer apenas fuerza, pero supo que la había hecho cuando oyó el quejido de la rubia cuando la puso detrás de ella. No le costó parar la mano de Bellatrix que en un principio iba dirigida a la mejilla de su hermana. La sujetó con brusquedad, apretando con mucha fuerza. Esperaba, con todas sus ganas, que esa fuera la mano con la que usaba la varita, porque pensaba romperla.

—No te atrevas a tocarla.

La voz de Ivy sonó clara en la calle principal de Hogsmeade. Se oyó justo antes del crujido de los huesos de su mano bajo el agarre de Ivy. Los gritos de Bellatrix llegaron justo después, y se alargaron cuando observaron los ojos rojos de Ivy. Cualquiera hubiera gritado vampira en esos instantes, pero Bellatrix no lo hizo, solo siguió gritando hasta que, de repente, empezó a reírse. Así que Ivy apretó de nuevo con más fuerza.

—¿Me has oído? —esa vez Ivy susurró para luego mover la mano un poco más arriba, agarrando a Bellatrix de la muñeca.

No dudó en apretar al ver que seguía sin responder. Lo siguiente que pensaba hacer era destrozarle los huesos del brazo, seguiría cuando le sacara el hombro y, probablemente, le arrancaría la extremidad entera. Ya estaba pensando en la sangre que se iba a derramar, en cómo podía beberla para no desperdiciar ni una gota y, de paso, librar a Cissy del horror que tenía que pasar con Bellatrix como hermana.

No llegó a hacerlo porque Cissy le tocó el brazo. Tiró de ella con todas sus fuerzas y eso la sorprendió lo suficiente como para soltar a Bellatrix. Cissy siguió tirando de ella con urgencia y Ivy intentaba comprender lo que Cissy le decía, pero solo podía pensar en la risa desquiciada de Bellatrix, que ahora se encontraba en el suelo, sujetándose la mano mientras reía a carcajadas.

Siguió oyendo la risa incluso cuando subían hacia el castillo, casi corriendo porque Cissy quería llegar cuanto antes. La siguió por la entrada, sin cuestionarse nada, solo intentó centrarse en la mano caliente de la rubia sobre la suya, intentó dejar de escuchar a Bellatrix, pero incluso desde el castillo podía hacerlo. Podía desde los pasillos y podía desde la clase donde Cissy la había llevado. Ahí se dio cuenta de que era imposible que pudiera continuar escuchándola, así que se temió lo peor y empezó a pensar que estaba en su cabeza.

Así que Ivy intentó centrarse en Cissy, en las caricias que le estaba dando en la mano, las dos sentadas en una de las mesas. Intentó centrarse en los círculos y dejó de respirar, dejó de oír solo para centrarse en el tacto. Cerró los ojos durante unos segundos, sintiendo la mano de Cissy, su calor. 

Por fin volvió a escuchar, volvió a respirar, acompañando los movimientos de la chica.

—¿Qué ha sido eso?

Ivy abrió los ojos y, con ellos todavía rojos, miró a Narcissa Black.

Un like si tú también le quieres dar una hostia a un percusionista 😍 Y otro si te da mal rollito Bellatrix.

No es por nada pero EL SIGUIENTE CAPÍTUlO >>>>>

Una pena que tengáis que esperar dos semanas para leerlo, pero valdrá la pena. Podéis, mientras tanto, visitar nuestras otras historias y... Tal vez, solo TAL VEZ, ir preparándoos porque algo nuevo se cuece en esta cuenta de Wattpad... Long story short, we tried to change the ending.

Aliven't: 12

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro