𝓒𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓪𝓵 𝓶𝓸𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸: 𝓷𝓾𝓮𝓿𝓮
Me aterré al darme cuenta de dónde me había llevado el ángel. Desde la entrada principal, me condujo de la mano, sometiéndome a las miradas acusadoras de los demás. Fue estremecedor verme rodeada de tantas criaturas divinas. Sus vestuarios majestuosos, alas enormes y su belleza inigualable me cegaban. Era increíble imaginar que seres con semejante apariencia fueran verdaderos monstruos.
Nunca había visitado un lugar así. Sabía que se trataba de un teatro. Abrumada por los estímulos, no presté demasiada atención al inicio, pero sentí cierto alivio cuando el ángel me llevó a sentar junto a él en una zona apartada y elevada.
Supe que a propósito nos había hecho pasar por en medio de todos, seguramente para burlarse de mí, pues había una entrada privada para la zona donde nos situábamos. Agradecía que se encontrara más alejada, de esa forma tendría que estar lo menos posible en contacto con los demás ángeles. Tener que convivir al lado de uno, era ya más que suficiente.
Desde el inicio del camino, el ángel no dejaba de sonreír con autosuficiencia. Me había ordenado no caminar con la cabeza gacha, y la tarea se me hizo casi imposible. Sentía miradas de desprecio sobre mí, como si por algún motivo ellos, al igual que yo, compartieran la idea de que ese no era mi lugar.
Nos sentamos. Me sentía realmente nerviosa. El ángel tomó mi rostro y me hizo girar para verle. No entendía la razón de tanta diversión en su rostro. ¿Acaso se divertía con mi incomodidad?
—Yo disfruto mucho de la música, ¿sabe? Junto a usted esto es simplemente delicioso.
Los comentarios del ángel, lejos de parecer una seducción, me generaban repulsión. A nuestros costados se acercaron dos criaturas divinas, que vestían ropas plateadas a juego y portaban una placa de distintivo. Una de ellas me observó severamente y la otra se dirigió a mi captor.
—Las almas no pueden tomar el lugar de asistentes a los espectáculos. Tiene que salir antes de que comience —dijo, sin mirarme en ningún momento, hablando de mí como si no estuviera presente.
—Si adquiero un alma, ¿eso no me da el derecho de hacer lo que yo quiera con ella? —La sonrisa del ángel adquirió un toque sarcástico.
—¿Tiene el documento?
Sin mirar, el ángel le mostró un papel. Al revisarlo, ella se mostró muy interesada.
—¡¿Caelus?! ¿Caelus, eres tú? —De pronto parecía sorprendida. Sospeché que en un buen sentido. Por mi parte, fue también una sorpresa haber conocido al fin el nombre del ángel que me había robado de mi hogar—. ¿Por qué no me avisaste que volverías? Realmente ha pasado mucho tiempo.
—Va a empezar el espectáculo —intervino el otro ángel que había pasado de mirarme con furia a mirarme con asco.
—Oh, sí, perdón —se aclaró la garganta antes de continuar—. Caelus, el alma debe abandonar ese asiento. Solo los ángeles tienen permitido usarlos, tú lo sabes.
La situación era incómoda para mí. Quería que pasara rápido. Además, en el camino había estado muy atenta a las ubicaciones de las salidas. Podía existir la posibilidad de que realmente el ángel amara la música, se distrajera mirando el show, y si de pronto también apagaban las luces, yo sería realmente afortunada y podría, quizás, solo quizás, huir.
Eran ideas intrusas que pasaban por mi mente; sin embargo, no creía del todo que pudiera ocurrir.
Necesitaba un mejor plan, tener algún aliado, conocer un mapa, estudiarlo... Incluso quizás hasta localizar a Jo para que me ayude.
—Entonces debo quitarla del asiento para que dejen de fastidiar, ¿no? —dijo Caelus, y entonces me tomó en brazos, levantándome del asiento y haciendo que quedara sentada sobre su regazo. Se burló de forma mordaz de aquellos ángeles y su reclamo, y de cierta forma, también se burló de mí tomándome por sorpresa—. Ya no pueden seguir reclamando. Ella ya no está ocupando el asiento.
Noté que aquella ángel que me estaba observando con repulsión quiso aproximarse más a nosotros. Incluso temí que quisiera igualmente levantarme y sacarme del sitio de una patada, pero su compañera la detuvo.
—Esta vez lo dejaré pasar —dijo ella—. Disfruten el show.
Por primera vez hizo contacto visual conmigo. Sus ojos brillaron de una forma que hizo que mi cuerpo se estremeciera. Por suerte, la sensación no duró mucho, pues luego de eso, ambas se retiraron.
—Caelus —dije su nombre en un susurro. Él de inmediato me miró con mucha atención. Tanta que llegué a sentir que temblaba por dentro—. ¿Es una obligación de usted que me mantenga en esta posición?
—Ah... no use ese nombre o se verá enfrentada a consecuencias que estoy seguro no desea —su respuesta también había sido en un susurro, lo cual me hizo tambalear aún más. Para bien o para mal, jamás podría caer con aquel agarre tan firme que él mantenía rodeando mi cintura con sus brazos.
—Pero es su nombre. Si no le gusta, dígame cuál debo usar.
—Estoy seguro de que usted encontrará un apodo interesante para mí, Celestia. De momento, manténgase aquí y disfrutemos juntos el espectáculo. Estoy seguro de que sentirá una gran nostalgia.
La habitación se oscureció todavía más, indicando que pronto empezaría la actuación. Estar en esa circunstancia era rarísimo, no parecía real. Mi mente procesaba con dificultad lo que estaba ocurriendo y lo irreal que era imaginar que en tan solo unas horas mi existencia había cambiado por completo. La esperanza de huir no me abandonaba, aunque pareciera imposible.
Decidí tratar de ignorar la forma en que me sujetaba el ángel y lo cerca que sentía su respiración en mi cuello. La forma en que se aprovechaba y sometía mi voluntad para que hiciera lo que él quisiera era humillante.
No fue difícil ignorar mi situación, en principio porque divisé en el escenario a una querida alma, a Cyra. Sentí mucho asombro y alegría al darme cuenta de que ella sí había logrado su sueño y se había convertido en una artista. Esperaba que realmente fuera feliz.
Ella cantó y lo hizo de forma maravillosa. Sentí cómo mi pecho se apretaba y lágrimas de emoción me recorrieron las mejillas.
El maravilloso momento fue interrumpido por la voz de Caelus.
—Observe bien —dijo, señalando un punto del escenario más oscurecido.
—¿Qué significa esto? —quise levantarme para observar mejor. No daba crédito a lo que estaba viendo. Cyra estaba encadenada al escenario.
No era algo que estuviera tan a la vista, pues la cadena le sujetaba del tobillo y no era de un material brillante. Además, las ropas que vestía llamaban mucho la atención. Sin embargo, prestando un poco de atención dirigida, era fácil notar que estaba amarrada y que sus movimientos en el escenario eran limitados.
—Debe quedarse quieta si no quiere llamar la atención. Solo le dije que observara bien, el show aún no ha terminado. Sea paciente.
Caelus había dicho una frase antes, había dicho que estaba seguro de que sentiría nostalgia. Él sabía de Cyra, sabía de nuestra cercana relación y me había traído allí a propósito.
—Ya entendí que este es mi castigo, ¿no es así?
—¿Castigo? Yo solo dije que le llevaría a conocer su nuevo entorno. ¿Puede callarse? De verdad me gusta esta canción.
De seguro él fingía no entender lo que me estaba pasando al ver a mi amiga en esa situación. La frustración y desesperación me atacaban de manera intensa. No podía hacer nada para ayudarla. Quería sacarla de allí, huir juntas.
Cyra cantaba con tanta emoción, su rostro se veía feliz. No entendía cómo podía hacer un espectáculo tan maravilloso en una situación tan lamentable. Si los ángeles podían controlar a las almas a su antojo, ¿por qué habían encadenado a Cyra? Era terrorífico.
Cuando por fin terminó el espectáculo, sentí cómo poco a poco regresaba a la calma. Ver todo e imaginar mil posibles escenarios de la situación de mi amiga me torturaba internamente. Quería correr hacia ella, soltarla, abrazarla y pedirle que me lo contara todo.
—¿Y bien, qué te ha parecido? —preguntó Caelus. Me sentía tan mal que no fui capaz de articular palabra alguna; de cualquier forma, él tampoco parecía esperar a que respondiera—. No nos quedaremos a la subasta, ya fue suficiente por hoy.
—¿Subasta? —pregunté, y los ojos del ángel brillaron con malicia ante mi pregunta, como si estuviera deseando que lo hubiera dicho.
—Ah, sí. Es para pasar un momento privado con la artista.
—¿A qué se refiere con un momento privado?
Caelus se encogió de hombros, debía estarse burlando de mí.
—Mi Celestia, no lo sé. ¿Le gustaría que lo averiguara? Mi interés por resolver todas sus dudas es enorme, no tiene idea cuánto.
—¿Puedo yo participar de la subasta? —quise saber.
El ángel juntó sus cejas, arrugando la frente, evidenciando enojo.
—De ninguna manera. Usted es mía.
—Me refería a estar presente en la subasta para observar —aclaré. Por la reacción del ángel, sentí muchísimo temor por la situación de Cyra.
—Si usted quiere estar ahí, lo estará. Pero no la acompañaré, y si no estoy allí, podrían robármela. Y si me roban a usted, tendré que cortarle las alas a algún ángel. Y si hago eso, después probablemente me cortarán las alas a mí.
El razonamiento de Caelus me había dejado sin palabras. Por un momento, había olvidado la falta de cordura que había en él.
—En ese caso iré. Que me robe usted u otro ángel no hace gran diferencia de mi situación —me quité de estar sobre sus piernas, y para mi suerte, él no me sujetó. Me dirigí a la parte baja, yendo por el camino más discreto posible, lejos del escenario, pero lo suficientemente cerca para ver.
Cyra estaba en el escenario y a su alrededor se reunía un grupo de criaturas divinas. Algunos tocaban su pelo, otros observaban de manera incómoda su ropa y su rostro. La tocaban como si fuera un objeto que estuvieran analizando.
Desde mi posición intenté llamar su atención. Tuve muchos intentos hasta que, acercándome cada vez más, logré que me captara. Lo que aconteció fue que, casi al instante de verme, su expresión tranquila y de felicidad pasó a terror. Como si hubiera transicionado de un bonito sueño a una pesadilla. Noté que temblaba, pero intenté tranquilizarla comunicándome con señas, como lo hacíamos en los tiempos de la academia.
"Te he extrañado mucho", le hice saber. Ella rápidamente correspondió a mi mensaje.
"¿Qué haces aquí?", dijo. No sabía cómo resumir todo lo que había pasado. "Debes huir".
De pronto, observé algo muy extraño. Cyra se quedó paralizada, mirando al vacío unos segundos, y luego, como si nada, volvió a sonreír y mostrarse calmada. Traté de llamar de nuevo su atención, pero no tenía ningún éxito. Intenté insistentemente, pero comencé a asustarme cuando capté que los ángeles me estaban notando.
Caminé rápido hacia algún escondite, el lugar más oscuro posible, donde pudiera ocultarme de esas miradas acusadoras y de desprecio.
Mi mente se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Cómo podía Cyra estar tan feliz en medio de su esclavitud? ¿Qué les hacían a las almas para que obedecieran sin cuestionar? Estaba claro que había mucho más de lo que veía a simple vista.
Desde mi escondite, observé a los ángeles interactuar con Cyra. Sus gestos, sus palabras, todo parecía cuidadosamente orquestado para mantenerla en esa burbuja de sumisión y felicidad falsa. Era un espectáculo aterrador.
El panorama a mi alrededor se hacía cada vez más complejo. Tenía que salvar a Cyra; no podía huir sola. Era claro que algo le estaba ocurriendo y no podía confiar en los ángeles.
Revisando mis opciones, mi única estrategia era el mismísimo Caelus. Si pudiera ganarme su confianza, quizás encontraría una forma de conocer más sobre este lugar y sus debilidades. Necesitaba ser astuta y paciente, dos cualidades que, hasta ahora, no había tenido oportunidad de demostrar.
Tras haberme calmado un poco, regresé al último lugar en donde lo había visto. Él seguía allí, y curiosamente no disimuló en lo absoluto la expresión de asombro al verme regresar.
—Celestia...
—Caelus —dije suavemente, intentando captar su atención sin parecer desafiante y con una actitud encantadora—. Dijo que me mostraría mi nuevo entorno. ¿Hay más lugares como este que deba conocer?
Él me miró, claramente intrigado por mi cambio de actitud.
—Oh, claro que sí, Celestia. Este es solo el comienzo. Hay muchos más lugares que descubrir. —Su sonrisa se amplió, complacido por mi aparente docilidad.
—Me gustaría aprender más, si me lo permite. Tal vez podría enseñarme sobre los ángeles y sus... costumbres.
Caelus pareció considerar mis palabras. La posibilidad de tenerme cerca y de moldear mi comprensión de este nuevo y aterrador mundo parecía halagar su ego.
—Por supuesto. Será un placer mostrarle todo lo que desee saber.
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