⚘| 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖔 |⚘
🎼 Canción Recomendada para este capítulo:
❝ Legend - The encore ❞
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─Kookie... Debes luchar... Lucha por ti... Por las cachorritas... Por mí... ─El llanto melancólico y desgarrador de aquel joven inundaba por completo la habitación.
TaeHyung lloraba desconsoladamente, aferrándose, lo más que podía, a la mano derecha del muchacho que se encontraba en coma. El diagnóstico que proporcionó el médico no era para nada alentador, su vida pendía de una mísera marca y un lazo roto.
Jungkook se debatía entre la vida y muerte, tan solo por un juego, de muy mal gusto, que el destino le había preparado...
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─Antes de que nuestro narrador omnisciente continúe narrando esta historia, permítanme presentarme. Soy Jeon JungKook, el joven que está en esa mugrosa cama de hospital a punto de morir. Me imaginó que se estarán preguntando, ¿Cómo diablos es que les estoy narrando mi historia?, bueno más adelante lo sabrán. Por ahora busquen un buen asiento y prepárense para escuchar mi vida.
Verán todo comenzó cuando cursaba el primer año de secundaria, justamente el día de mi presentación en la jerarquía. Toda mi familia, o sea mi madre y mi hermano, esperaban que me presentara como un imponente Alfa debido a mi personalidad arisca y al aroma que me caracteriza, es decir, Menta y Canela una combinación poco común para un Omega, pues los aromas más empalagosos son los que caracterizan en su mayoría a esta casta en nuestra sociedad.
Para mi "suerte" me presenté como un Omega fértil en busca de Alfa a los trece años, en medio del primer partido de basquetbol inter escolar, ya se imaginarán lo que sucedió.
En fin, estaba sentado en primera fila junto a mi hermano mayor de quince años, en ese entonces, dispuesto a alentar y apoyar al equipo escolar como todo un novato en el colegio.
Cuando de pronto, terminé tumbado entre las gradas con un dolor abdominal inaguantable y sudoración excesiva, sin mencionar la lubricación anal y el cúmulo de feromonas que mi cuerpo destilaba. El aroma a Menta fresca había inundado todo el gimnasio y mi hermano, un Alfa, que tenía menos de un año de haberse presentado luchaba contra sus instintos tumbado a mi lado, los dos tuvimos que ser sacados en camillas de ahí directo a la enfermería.
Recuerdo que mi madre, antes de terminar como una vagabunda, acudió inmediatamente al colegio para llevarnos a casa y encerrarnos a cada uno en lugares diferentes, a mi me encerró en su habitación y a mi hermano en la habitación que ambos compartíamos hasta que nuestras hormonas se regularizaran y pudiéramos salir a cenar.
Éramos una familia de clase media a la que no le hacía falta nada, hasta que mi madre fue despedida del trabajo por mal manejo de bienes monetarios. Solo robó unos cuantos millones de la empresa en la que trabajaba, todo ese dinero terminó gastándolo en ropa, maquillaje, cigarrillos y alcohol en lugar de invertir en el futuro de sus hijos o un negocio propio.
Nunca conocimos a nuestro padre o nuestros padres, pues mi madre jamás había sido marcada por un Alfa. Al menos eso es lo que ella me dijo cuando le pregunté por él.
Desde los catorce años comencé a trabajar junto a mi hermano en una tienda de conveniencia para poder pagar nuestros gastos hipotecarios, comida, estudios y la manutención de nuestra madre alcohólica.
Joshua terminó hartándose de darle su dinero a Jessi, nuestra madre, y optó por irse de casa a los dieciocho años, comenzó a trabajar como mensajero en un buffet jurídico y al terminar la preparatoria entró a la facultad de leyes para terminar titulándose como uno de los mejores abogados de su generación.
Actualmente, tiene veinticuatro años y es todo un hombre autosuficiente, al menos eso es lo que aparenta.
Por mí parte tuve que responsabilizarme de mi y de mi madre hasta que ella decidió irse, y comenzar a trabajar en un tugurio de mala de muerte como stripper, mi madre aún era joven y tenía un cuerpo envidiable. Por desgracia terminó enlazándose con el dueño del tuburio. Actualmente vive en una casa enorme llena de lujos vanos, ahogada en alcohol y cigarrillos, mientras su Alfa se revuelca con el resto de omegas y betas trabajadoras del lugar.
Después del abandonó de mi familia, me ví en la necesidad de dejar el apartamento que rentábamos e irme a vivir a un cuarto de seis por ocho metros cuadrados, lleno de húmedad y polillas.
Yo no tuve la misma suerte, de mi hermano mayor, por obtener un buen trabajo e ingresar a una de las mas prestigiadas universidades de la nación, al contrario tuve que trabajar en bares, tiendas de conveniencia y trabajos de repartidor que consumían todo mí tiempo.
Nunca fuí un excelente alumno, mis notas eran bajas y mi promedio no alcanzaba el establecido para la universidad de artes a la que quería ingresar. Nunca tuve buenos amigos, todos me buscaban para prestarles dinero o para prestarles los pocos apuntes que lograba obtener de cada clase.
Después de cumplir los dieciocho y lograr ingresar a la facultad de música, comencé a trabajar en una cafetería de buen nivel en Gagnam para solventar mis gastos y pagar la matrícula de residencia, ahí en esa cafetería conocí al Alfa que me robó el aliento, y la inocencia, su aroma a chocolate amargo con un toque de Sándalo me dejo con las hormonas a flor de piel la primera vez que lo vi.
NamJoon solía ir a esa cafetería todos los días después de las seis de la tarde, pedía un Ice Americano y se quedaba en la mesa que tenía vista hacía el Río Han por horas, algunas veces se la pasaba leyendo libros más gruesos que un libro de medicina. Definitivamente me causaba muchísima curiosidad el saber a que se dedicaba, pero nunca me atreví a hablarle, si lo intentaba terminaba como estatua sin saber que decir exactamente.
Lisa, mi compañera de trabajo y de facultad, se dio cuenta que ese Alfa me tenía completamente enamorado y cada que el mencionado llegaba a la cafetería, ella desaparecía para no atenderlo.
Como en aquella ocasión en la que estaba arreglando la cafetera vieja cuando NamJoon llegó y Lisa mágicamente desapareció, el pobre se quedó ahí más de veinte minutos esperando que lo atendieran para que al final tuviera que auxiliarme con la quemadura en el muslo que yo mismo me provoqué, por idiota, ya que se me olvidó desconectar el aparato antes de comenzar a revisarlo y solucionar la falla que tenía.
Gracias a esa visita al hospital comencé a hablar constantemente con él después de que me diese su número telefónico y saber como seguía médicamente. Por los chats nocturnos en Kakao, supe que era un empleado en la bolsa de valores y leía libros más gruesos que mi cabeza para buscar inspiración y terminar de escribir la novela que publicaba en internet. Con el paso del tiempo nos hicimos amigos y por consiguiente pareja.
Ambos establecimos un vínculo emocional bastante fuerte, al menos eso creí después de ser marcado por él y al momento sentí que nuestro lazo sería inquebrantable.
Después de seis meses de noviazgo, mi vida cambió drásticamente, dejé el dormitorio de la universidad para irme a vivir con él a su apartamento, el cual quedaba a unos cuantos minutos de mi facultad.
Por meses establecimos una rutina bastante cómoda hasta la llegada de nuestra cachorrita, claramente no estaba en nuestros planes ser padres a temprana edad. Mi caso es un claro ejemplo de NO confiar plenamente en los métodos anticonceptivos, al enterarme de la noticia sentí que mi vida había terminado antes de empezar.
Apenas había terminado el primer semestre de universidad cuando quede en cinta, no obstante, una profesora me ayudó a buscar la ayuda para alumnos gestantes. Con esta ayuda tuve la oportunidad de continuar mis estudios sin tanto estrés pues los horarios son más cortos, también deje de trabajar en aquella cafetería hasta el séptimo mes de embarazo por recomendación del obstetra, Lisa lloró el día que me fui de ahí, pero le prometí que seguiríamos en contacto para vernos y seguir estudiando en conjunto.
El final de mi embarazo fue algo complicado, ya que el obstetra nos asustó a Nam y a mí diciendo que mi bebita estaba en peligro de asfixia tras enredarse el cordón umbilical en el cuello dentro de mi vientre, tuve miedo y ese día lloré como magdalena rezándole a la diosa luna por el bien de mi bebé. Esos últimos meses me la pasé acariciando mi vientre y hablando como perico para sentir su movimiento, NamJoon también estuvo a mi lado apoyándome todo lo que pudo emocionalmente, día a día acariciaba mi vientre y me marcaba con su aroma para no sentirme pésimo.
Pero bueno dejando de lado ese mal tiempo puedo decir plenamente que todo el dolor que sentí al dar a luz, los cambios hormonales y los cambios físicos valieron la pena tras ver los bellos ojitos de mi princesa mirarme y aferrar su pequeña manita al dorso de mi mano por primera vez.
El verla crecer día a día, soportar sus llantos de desespero combinado con el mío por no saber que le ocurría y el pasar gran parte de la noche en vela, eran pequeños momentos que atesoraría por siempre.
Bueno al menos eso fue lo que pensé hasta saber que mí bebé, no era mí bebé...
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•᭡͡ᩬ✦ℨ𝔞𝔨𝔶 𝔇𝔯𝔞𝔤𝔬𝔫🐉
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