Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

(20) Voz Familiar

La semana ha pasado con normalidad, como si el mundo no se hubiera sacudido por completo tras lo que descubrí.

Draco sigue siendo... Draco.

Bromea en los pasillos, se sienta a mi lado en algunas clases, e incluso en el desayuno me lanza un trozo de tostada como si todo estuviera perfectamente bien entre nosotros.

Y lo admito, hay momentos en los que olvido...

... Olvido esa conversación en la que mencionaron mi nombre, olvido lo que podría estar tramando, y todo parece como siempre ha sido.

Es inquietante lo fácil que resulta volver a caer en esa falsa comodidad.

No obstante, Harry no olvida.

Lo he visto en los pasillos, siempre a una distancia prudente, observando a Draco con una intensidad que casi me da escalofríos.

Él no confía en las apariencias.

Es algo que respeto de Harry, pero también me recuerda que no puedo permitirme bajar la guardia. Por mucho que mi mente quiera creer lo contrario.

Ahora, en la clase de Pociones, intento centrarme.

Estoy sentada con Ophelia, Selene y Araminta en nuestra mesa habitual, mientras el profesor Slughorn se pasea entre los calderos, repartiendo comentarios y halagos a quienes considera prometedores.

—¡Esto es lo que me gusta ver! —dice Slughorn mientras pasa junto a nuestra mesa y observa el contenido de nuestro caldero—. La poción cambia a azul, como debe ser. Excelente trabajo, señoritas.

Araminta sonríe con suficiencia, mientras Selene simplemente se concentra en remover la mezcla en el caldero con la paciencia de siempre.

—¿Cuánto falta para que esté lista? —pregunto, tratando de sonar interesada.

—Cinco minutos, si no haces ninguna tontería como mezclarlo al revés —responde Ophelia apartando el caldero de mí.

—No sería la primera vez que lo haces —añade Araminta, burlándose suavemente.

—Fue una vez. ¡Una sola vez! —respondo, y no puedo evitar reír con ellas.

Por un momento, la tensión de los últimos días se diluye.

Mis compañeras de Slytherin, con todos sus defectos, saben cómo hacerme olvidar las preocupaciones, aunque sea temporalmente.

—¿Por qué estás tan callada hoy? —pregunta Selene de repente, mirándome con curiosidad.

Levanto la vista, encontrándome con sus ojos inquisitivos. Me encojo de hombros y trato de evitar la pregunta.

—Solo estoy concentrada —mi voz suena convincente, aunque la realidad es muy distinta...

Sin poder evitarlo, mi mirada se desliza de reojo hacia donde está Hermione, sentada junto a Ron y Neville.

Hablan entre ellos, probablemente comentando algo relacionado con la clase. Ella sonríe brevemente ante algo que Neville dice, pero no tarda en volver a enfocarse en el pergamino frente a ella.

Parece... ¿Apagada?

Antes de que mis pensamientos puedan desviarse demasiado, el profesor Slughorn avanza hacia el centro del aula, llamando nuestra atención con su característico entusiasmo.

—¡Veo que esta primera poción ha sido demasiado fácil para ustedes! —anuncia con una sonrisa mientras recoge varios frascos y los coloca sobre su mesa—. Vamos a aumentar la dificultad.

Toda la clase se remueve en sus asientos, y algunos incluso murmuran emocionados.

Slughorn nos observa con aire complacido antes de continuar.

—Hoy prepararemos una poción que no solo requiere precisión, sino también creatividad. —Hace una pausa teatral, dejando que el silencio llene el aula antes de revelar la respuesta—: ¡La poción amortentia!

Un murmullo intrigado recorre la clase.

Mi estómago se revuelve ligeramente al oírlo.

—Una de las pociones de amor más fuertes y poderosas que existen —continúa—. Esta poción no causa amor verdadero, claro está, sino que genera una obsesión intensa hacia quien la ha preparado. Por eso, debe tratarse con extremo cuidado.

Mientras habla, se mueve entre los ingredientes en su mesa, eligiendo cuidadosamente frascos y tarros.

—Trabajarán en parejas, por supuesto —añade—. La pareja que logre la mejor preparación recibirá una recompensa especial.

Esto parece animar aún más al grupo.

Sin embargo, antes de que empecemos a agruparnos, Slughorn alza un dedo como si recordara algo importante.

—Antes de comenzar, una pregunta. ¿Alguien puede decirme qué ocurre si olemos este tipo de poción?

Como no podía ser de otra manera, la mano de Hermione ya está levantada incluso antes de que termine la pregunta.

—Cuando alguien huele la amortentia —responde con su tono seguro—, percibe los olores que más le atraen emocionalmente.

—¡Correcto, señorita Granger! —exclama Slughorn, claramente encantado—. Cinco puntos para Gryffindor.

Los aplausos ligeros se extienden por el aula, mientras Hermione mantiene su compostura habitual.

No obstante, el profesor no ha terminado.

—Ahora, si es tan amable, señorita Granger, ¿podría acercarse y decirnos qué huele usted en la poción?

Hermione se levanta de su asiento con naturalidad, caminando hacia el caldero en el centro de la sala.

Todo el mundo la observa, y aunque intento mantenerme indiferente, no puedo evitar inclinarme ligeramente hacia adelante, como si algo invisible me impulsara a mirarla.

Se detiene frente al líquido burbujeante, que emite suaves volutas de vapor, cerrando los ojos con una concentración absoluta.

Hermione cierra los ojos, dejando que los vapores ascendentes de la Amortentia la envuelvan.

La clase contiene el aliento, expectante.

Por un instante, ella mantiene su expresión neutral.

Pero, tras unos segundos, cambia.

Una suave línea curva se forma en sus labios, una sonrisa ligera, casi imperceptible, como si acabara de recordar algo íntimo y reconfortante.

—Huelo... humo, como de una hoguera recién encendida. —dice en voz baja, casi más para sí misma que para los demás— Hay un toque de madera quemada, calidez... como fuego abrazador en una noche fría...

La sala queda en silencio, y yo no puedo apartar la mirada de ella.

Algo en su tono, en la forma en que pronuncia esas palabras, me hace sentir como si estuviera hablando de algo que conozco bien... algo cercano, algo que se siente como hogar.

Porque eso era lo que me transmitía su presencia. Como si, cada vez que estábamos juntas, estuviera a salvo, envuelta en una calidez reconfortante, como la de un fuego que te acoge en una noche gélida.

Hermione abre los ojos lentamente, su mirada perdida por un instante en la sala, antes de detenerse en mi dirección, aunque es solo por un segundo.

Un fugaz cruce de miradas, pero lo suficiente para que mi corazón dé un vuelco.

¿Me ha mirado a mí?

Sacudo la cabeza, reprendiéndome: "No, Leah, no te hagas ideas."

Antes de que pueda seguir ahogándome en pensamientos, Slughorn rompe el silencio con un aplauso.

—¡Excelente, señorita Granger! Una descripción precisa y emotiva. Ahora, a trabajar. Las instrucciones están en sus libros, página catorce. Recordad: precisión y paciencia.

La clase comienza a agitarse mientras todos buscan en sus libros y se ponen manos a la obra. Sin embargo, yo sigo mirando el caldero vacío frente a mí, sin poder concentrarme.

Mis amigas se han dispersado rápidamente: Selene, como siempre, se ha ido con Blaise, su actual pareja, riendo por lo bajo mientras caminaban juntos. Ophelia y Araminta, fieles a su costumbre, se han quedado juntas, formando su inseparable pareja en pociones.

Levanto la vista, dudando.

Por un momento, considero acercarme a Hermione, aunque sea para... ¿hablar? Pero ella ya está sentada junto a Weasley, ya inmersa en su libro mientras él, con una indiferencia típica, está más pendiente de los frascos que de las instrucciones.

—He visto que todavía no has empezado.

Pansy aparece de pie frente a mí. Con esa sonrisa triunfante tan característica suya.

—¿Quieres que trabajemos juntas? —pregunta, señalando su mesa vacía con un gesto casual.

Me tomo un momento para decidir, pero al final asiento, sonriendo ligeramente.

—Está bien.

Mientras me acomodo junto a ella, no puedo evitar pensar que quizás esto no sea tan malo. Puedo aprovechar la oportunidad para seguir investigando lo que pasó. Y si Pansy realmente está involucrada, esto me acercará un poco más a la verdad.

Ella abre el libro y empieza a leer las instrucciones con entusiasmo, mientras yo organizo los ingredientes en silencio.

A medida que avanzamos en la preparación, Pansy se inclina ligeramente hacia mí, lo justo para que nuestros brazos se rocen.

El contacto es breve, casi accidental, pero no puedo evitar tensarme, como si estuviera haciendo algo que no debería.

Instintivamente, mi mirada busca a Hermione, quien, para mi sorpresa, ya me estaba observando.

—¿En qué paso estás? —pregunta Pansy, devolviéndome a la realidad.

Suspiro, intentando sacudirme la sensación incómoda.

—Aún en el principio —admito, mirando los ingredientes frente a mí con cierta frustración—. No se me da muy bien hacer pociones...

Pansy apoya la cabeza en su mano y me observa con una intensidad que me hace querer retroceder un poco.

—Tranquila —dice con una sonrisa extraña—. No creo que esta poción te haga falta.

Frunzo el ceño, desconcertada.

—¿Por qué lo dices?

Su respuesta me deja sin palabras.

—Porque, con tu belleza, ya debes de tener muchos pretendientes.

Me guiña un ojo y, por un instante, mi cerebro se queda en blanco.

—Uh... —murmuro, incapaz de responder con coherencia.

El calor sube rápidamente a mis mejillas y me apresuro a enfocar la vista en el libro, tratando de recomponerme.

De repente, un fuerte "¡Boom!", sacude la sala.

El sonido viene del otro extremo del aula, y todas las miradas se giran hacia la fuente de la explosión. Un caldero humea intensamente, soltando una espesa nube negra, mientras Hermione se queda mirando, incrédula, el desastre frente a ella.

—Yo... no entiendo qué ha pasado... —dice, claramente desconcertada.

Slughorn se apresura hacia ella, con Ron a su lado, quien parece igual de confundido y tiene manchas negras en su túnica.

—Señorita Granger, tenga más cuidado. Usted, de todas las personas, debería saber que si no se presta atención a este tipo de poción, puede explotar —reclama Slughorn, aunque sin demasiada severidad.

Observo la escena con una creciente inquietud.

Hermione... ¿Equivocándose en Pociones? Eso nunca pasa. Siempre ha sido la mejor de la clase, meticulosa, precisa.

Mi mirada se fija en su expresión —una mezcla de desconcierto y vergüenza— mientras Slughorn le ayuda a limpiar el desastre.

¿Qué le ha pasado?

Entonces, un pensamiento inquietante cruza mi mente.

Hermione estaba mirándome antes del accidente... ¿Podría ser que no estuviera prestando atención?

Antes de que pueda darle más vueltas, el sonido de pasos apresurados irrumpe en el pasillo.

El aula entera se gira hacia la puerta, justo en el instante en que esta se abre de golpe con una patada.

El estruendo nos hace saltar en nuestros asientos.

Y allí, enmarcado en la entrada, aparece el profesor Snape, con su rostro pálido y una expresión más severa de lo habitual.

No obstante, no es eso lo que me hiela la sangre.

Es Draco.

Está inconsciente en los brazos de Snape, su camisa blanca manchada de sangre.

El aire se escapa de mis pulmones.

—¡Draco! —grito, poniéndome de pie tan rápido que la silla casi cae al suelo.

A mi lado, Pansy corre hacia él, su rostro desbordando preocupación.

—¿Qué ha pasado, profesor Snape? —pregunta, su voz casi una súplica.

Snape apenas le dedica una mirada gélida antes de responder con su característico tono glacial:

—Me temo que no es de su incumbencia, señorita Parkinson.

Sin perder tiempo, despeja una mesa del aula con un solo movimiento, lanzando al suelo los frascos vacíos que estaban sobre ella. Con cuidado, coloca a Draco sobre la superficie limpia.

—Profesor Slughorn, por hoy la clase queda cancelada —anuncia con autoridad—. Necesitaré su ayuda para preparar una poción curativa para el señor Malfoy.

Slughorn, visiblemente impactado, asiente sin atreverse a cuestionar la orden.

—¡Habéis oído al profesor Snape! Todos fuera, ahora mismo. Es un asunto de extrema importancia.

El aula se llena de murmullos y el sonido apresurado de libros y frascos siendo recogidos.

Mi corazón late con fuerza, y mi mente es un caos.

No entiendo nada.

Mis manos tiemblan mientras guardo mis materiales.

Harry se suponía que lo estaba vigilando. ¿Cómo pudo pasar esto?

Y entonces, como un relámpago, todo encaja.

Una cadena de pensamientos se enlaza con una claridad abrumadora.

Levanto la vista, con los ojos abiertos de par en par.

—Harry... —susurro, sin darme cuenta de que he dicho su nombre en voz alta.

Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Sin perder más tiempo, me apresuro hacia la puerta. Necesito respuestas. Las necesito ahora.

—¿Ya te vas?

La voz de Pansy me detiene.

Me giro apenas, viendo su mirada dividida entre Draco, aún inconsciente sobre la mesa, y yo. Sus ojos están llenos de preocupación.

—¿Qué ocurre? —pregunta, intentando leer mi expresión.

Aprieto los dientes, sintiendo la ira arder en mi interior.

—Tengo que aclarar un asunto muy importante —respondo con brusquedad antes de salir sin mirar atrás.

Corro por los pasillos, el corazón golpeándome con fuerza en el pecho. No sé exactamente hacia dónde voy, pero algo dentro de mí me empuja hacia adelante. Rabia, confusión, miedo... todo se mezcla, ardiendo como un fuego incontrolable.

Oigo murmullos a mi alrededor:

—¿Dónde va con tanta prisa?

No me importa.

Nada me importa ahora.

De alguna manera, mis pies me llevan fuera del castillo, hacia el aire frío que parece no calmar la tormenta en mi interior.

Sigo avanzando, hacia el Bosque Prohibido, hacia la casita de Hagrid.

Y entonces lo veo.

Harry está ahí, de pie en el camino, con los hombros tensos y una expresión que me desconcierta. Parece afectado, como si lo que sea que ha hecho también lo estuviera carcomiendo por dentro.

Sin embargo, eso no me detiene.

—¡Harry! —grito, deteniéndome solo cuando estoy lo suficientemente cerca para que me escuche.

Él se gira hacia mí, sorprendido.

—¿Leah? ¿Qué estás...?

No le doy oportunidad de terminar.

Toda la rabia contenida explota dentro de mí.

Y lo empujo con todas mis fuerzas.

—¡¿Qué ha pasado con Draco?!

Mis palabras salen como un rugido, mi voz temblorosa, al igual que mis manos.

Harry retrocede un paso, su mirada endureciéndose al instante.

—¿De verdad vienes a defender a Malfoy? —su tono es tenso, como si ya supiera exactamente hacia dónde voy con esto.

Doy un paso más hacia él, los puños cerrados con tanta fuerza que las uñas se clavan en mi piel.

—¡No me cambies de tema! ¿Qué le has hecho?

Harry aprieta la mandíbula.

—Me defendí —su voz es firme, pero en sus ojos hay furia contenida—. ¡Fue él quien atacó primero!

—¡Mientes! —le grito, sintiendo el corazón golpearme el pecho con fuerza...

La imagen de Draco, inconsciente y con la camisa manchada de sangre, se clava en mi mente como un puñal.

—... Eso no te da derecho a herirlo de gravedad, Harry.

—¿Herirlo de gravedad? —su risa es amarga y llena de incredulidad. —¿De verdad estás defendiendo a Malfoy? ¿Crees que es una buena persona?

—¡Sí, lo es! —respondo sin dudar, mi voz quebrándose por la intensidad del momento—. Sé que alguien lo está obligando. ¡Lo conozco, Harry! Puede cambiar.

Harry entrecierra los ojos, su expresión cargada de escepticismo.

—¿Cambiar? —murmura, con una risa sarcástica—. ¿Malfoy? Una buena persona no hace daño a otros. Una buena persona no miente, ni traiciona, ni...

No lo dejo terminar. Lo empujo de nuevo, con el dedo índice clavado en su pecho.

—¡Todavía no está todo perdido! —grito, sintiendo la rabia burbujear dentro de mí, hirviendo hasta la superficie—. Solo necesita ayuda, y tú... tú no tienes derecho a decidir que merece sufrir de esta manera.

Algo en Harry cambia en ese instante.

Sus ojos brillan con una mezcla de frustración y enojo mientras da un paso adelante, cerrando la distancia entre nosotros.

—¿De verdad no lo ves? —su voz es baja, afilada como una daga—. Malfoy siempre ha sido así, Leah. Solo se preocupa por sí mismo. Es un mentiroso, un cobarde...

—¡Cállate! —le interrumpo, mi cuerpo temblando por la intensidad del momento.

Los ojos de Harry arden con furia.

—¡No sabes nada! Tú no entiendes. Es un traidor y merece todo lo que le pase.

Eso es suficiente.

Mi cuerpo reacciona antes de que pueda detenerme.

La rabia me consume.

Y sin pensarlo, me abalanzo sobre él.

—¡¿Cómo te atreves?!

Caemos al suelo enredados, mi rabia empujando a Harry contra la tierra húmeda.

Mi respiración es errática, descontrolada.

La magia dentro de mí chisporrotea, hirviendo en mis venas. Mis manos tiemblan mientras lo sujeto por la camisa, y por un segundo oscuro, siento que no puedo —que no quiero— detenerme.

Entonces, alguien lo hace por mí.

Unas manos firmes me sujetan por detrás, jalándome con fuerza.

El aroma de un perfume familiar me envuelve.

—¡Parad los dos! —grita una voz clara y cortante.

Hermione.

Mi cuerpo se congela al instante, como si su sola presencia bastara para apagar las llamas.

Me aleja de Harry con firmeza, sus dedos aferrándose a mis hombros.

—¡Por Merlín, Leah! ¡Para, por favor!

Ron aparece a su lado y se apresura a interponerse entre nosotros. Coloca una mano en el hombro de Harry, que sigue respirando agitadamente, sus ojos verdes encendidos de furia.

Me levanto de golpe, tambaleándome.

Mis manos tiemblan cuando intento limpiarme el uniforme, aunque sé que la suciedad en la tela no es lo único que pesa sobre mí.

Y entonces murmuro, sin apenas darme cuenta:

—Hermione...

Ella alterna la mirada entre Harry y yo, su ceño fruncido y su mandíbula apretada.

—Ya es suficiente —dice, su voz más fría de lo que jamás la he escuchado—. ¿No veis que no vais a resolver nada así?

Sus palabras me sorprenden. Hermione rara vez levanta la voz, y mucho menos suena tan autoritaria.

Sin embargo, mi desconcierto dura poco.

Aprieto los labios antes de soltar:

—¿Qué haces tú aquí?

Hermione titubea.

Baja la mirada por un instante y, cuando responde, su voz ha perdido dureza. Hay algo en ella, una vulnerabilidad que me desarma.

—Estaba preocupada... por ti. Y por Harry.

Sus palabras me dejan sin respuesta.

Mi ira se tambalea, sustituida por algo que no sé cómo procesar. Bajo la mirada, todavía mis manos aferradas contra la tela de mi uniforme, como si pudiera borrar lo que acaba de pasar.

—Estoy bien. Es más... —miro a Harry, luego a Ron, y finalmente a Hermione—. Quédate aquí con tu amigo. Yo me voy.

Me doy la vuelta con la intención de marcharme, pero antes de que pueda dar un solo paso, Hermione me detiene.

Su mano se posa en mi antebrazo.

Es un roce ligero, cálido.

Casi suplicante.

Cuando levanto la mirada, me encuentro con sus ojos.

—Leah... no te vayas.

Su voz es suave esta vez, casi un susurro. Hay un temblor en ella que me inquieta.

Estoy inmóvil por un segundo, con el corazón apretado en el pecho. No obstante, la confusión y la amargura son más fuertes.

Me libero de su agarre con un movimiento brusco, levantando un dedo en advertencia.

—No te entiendo, Granger. ¿Por qué te preocupas por mí? Tú fuiste la que quiso apartarse de mí, ¿recuerdas? Y como ya te dije el otro día... ya es tarde.

Baja la mirada, como si buscara las palabras adecuadas y no pudiera encontrarlas.

Ron la observa de reojo, luego gira la vista hacia Harry, su expresión cargada de preocupación. Pero Harry... Harry sigue igual. Con el ceño fruncido, la mandíbula apretada. Su silencio es puro filo, y me corta más de lo que cualquier palabra suya podría.

Exhalo un suspiro cansado.

La rabia, el dolor, todo deja un vacío en su lugar.

—Lo que imaginaba —musito, sintiendo el peso de cada palabra en mi lengua—. Me voy. Ya he tenido suficiente del "Trío de Oro".

Me doy la vuelta y empiezo a caminar. Cada paso se siente pesado, como si el suelo tirara de mí hacia abajo. Un dolor insoportable se instala en mi pecho, retorciéndose en una maraña de emociones que no sé cómo desenredar.

Tal vez debería detenerme.

Tal vez debería darme la vuelta y enfrentar todo esto de una vez.

Pero entonces, una voz atraviesa el aire.

Clara. Cálida. Cargada de un extraño consuelo que me golpea como una ráfaga de viento.

—No debería irse, señorita Leah.

Mi cuerpo se congela.

Sé quién es incluso antes de girarme. Lo sé porque mi mente no podría inventar algo tan real, tan vivo, ni siquiera en un momento como este.

Cuando me doy la vuelta, mis ojos buscan con ansias, y allí está.

Junto al Trío de Oro, entre Hermione, Ron y Harry, está él.

Dobby.

Mi Dobby.

╔══❀・°・❀══╗

Dobby... ¿De verdad eres tú?

Te echaba de menos (^.^)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

╚══❀・°・❀══╝

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro