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10

YoonGi entró de vuelta al castillo, le ordenó a un conjunto de neonatos vigilar a JiMin, aunque les recalcó mantenerse con una distancia prudente y que no fuesen vistos. No quería hacer sentir a su eternâ incómodo, pero había que protegerlo por el momento y a su vez darle el espacio que necesitaba.

Al terminar con ese pedido, se dirigió hacia el pasillo de las habitaciones principales para hablar con sus hermanos sobre la conversación que tuvieron antes. Debía repetirle a Suga que no estaba bien haber sacado a JiMin del cuarto protegido, había ido en contra de sus órdenes y eso había causado que terminaran en esta situación. También tenía que hablar con Agust, ya que probablemente estaría haciendo alguna tontería por su enojo.

Cuando llegó a su destino se encontró con su segundo hermano, Agust yacía tirado justo en la entrada de la puerta, con la espalda recargada en la pared y fumando. Normalmente le reprocharía por el olor que dejaba, pero sabía de antemano que no se encontraba bien.

—Dijiste que estarías con las neonatas...— comentó YoonGi con picardía.

Agust dejó de fumar, se giró mientras soltaba el humo de su última calada y observó a su hermano con sus ojos cristalinos. De los tres probablemente era él quien más afectado estaba con la reencarnación del eternâ, pues cuando Hilda vivía era su pareja.

—Ese chico es demasiado terco, en cambio, ella hubiera entendido y confiado en nosotros.

YoonGi lo entendía, sería complicado mantener seguro a alguien que no quería ser cuidado, por eso mismo desde un inicio pidió que lo trataran como uno más y no se encariñaran. Esa era la forma en que ninguno de los tres saldría lastimado con esta situación y podría vigilar al eternâ por la fuerza, aunque eso le sonase algo primitivo a los demás; era por su bien.

—Pero JiMin no es Hilda, Agust, no es la primera vez que reencarna... Creo que deberías aceptar que ella murió.

—Su alma está en él ¿Crees que puedo vivir con eso? No, Yoon. Deseo morir, pero ni siquiera a eso tenemos derecho y lo sabes.— siseo poniéndose de pie para ir hacia su habitación, más no sin antes darle un golpe con su hombro al mayor en signo de molestia.

—No solo fue importante para ti, también Suga y yo la queríamos.— dijo YoonGi, provocando que Agust se detuviera justo cuando su mano tomaba la perilla de la puerta.

—Era mi pareja, sabes que me enamoré de ella desde que volvimos de la guerra. Le debíamos mucho por cuidar a mamá durante nuestra ausencia y la encaminamos a su propia muerte.

Con esas palabras, YoonGi camino hacia él, colocó una mano sobre su hombro y apretó ligeramente para tratar de reconfortarlo un poco. Siempre que Hilda volvía debía hacerlo, hasta cierto punto esto lo molestaba, pero entendía el dolor que su hermano sentía.

—Solo intentamos ayudarla, queríamos que viviera y yo mejor que nadie sé que la amabas. Sin embargo, debes superarlo, Agust, ya han pasado casi quinientos años desde su partida y siempre te ocultas detrás de tus vicios para ocultar tus sentimientos.

Quizás no habían sido las palabras correctas de decirlo y afrontarlo, YoonGi lo supo cuando los ojos verdes de su hermano se volvieron rojos y lo tomó por el cuello para estamparlo contra la pared más cercana.

—Lo que yo haga o no, no es de tu puta incumbencia.— sentenció Agust, mostrándole los colmillos y ejerciendo más presión sobre su cuello.

—¡Dejen de pelear!— grito Suga, saliendo de su propia habitación, pues los había estado escuchando discutir sin querer involucrarse y ahora estaba separándolos.

Agust no estaba muy de acuerdo por la impotencia, pero de igual manera soltó a YoonGi porque sabía a la perfección que no podía dañarlo, ellos ya estaban muertos. Además, no pretendía mostrar lo que sentía y encima involucrar al menor, aunque era su responsabilidad por aparecer con el eternâ.

—Todo esto es culpa de JiMin y tuya Suga.— señaló con rabia —Solo debíamos tratarlo como lo que es, un sirviente ¿No es lo que tú dijiste, YoonGi?

—Lo dije, pero este es un caso distinto, Agust. Estamos hablando del hijo de la maldita bruja, SungRyung, y que además obtuvo el alma de distinta manera.— opinó el mayor, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón —Desconocíamos muchas cosas y ahora que las sabemos debemos buscar la forma de cuidarlo, es joven y por ende inocente. No es su culpa tener una madre obsesionada con el poder y la inmortalidad.

—Él no nos cree y tampoco confía en nosotros ¿Por qué tendríamos interés por su bienestar? Deberíamos dejarlo a su suerte.

—Quieras o no, sigue teniendo el elixir en su sangre.— comentó Suga con una mueca mientras observaba a su peluche con desilusión —Si se niega tendremos que obligarlo.

Los tres hermanos se miraron no muy fascinados con la idea, pero era inevitable porque sus instintos pedían a gritos que lo mordieran, por lo que les pertenecía. Necesitaban a JiMin, tomar su sangre y reforzar el vínculo que les unía, solo así la sed insaciable desaparecía junto al vacío en sus pechos. Si bien, la maldición jamás se lograría deshacer, podían procurar no enloquecer su parte demoníaca y para eso necesitaban a su eternâ.

Por su parte, JiMin llevaba unas horas en su casa, al llegar se dio cuenta de que estaba vacía y absurdamente esperaba que su madre volviera, lo cual no sucedió. Intento llamarla, también a su padre, pero ninguno le respondía y comenzaba a sentirse atosigado con sus propios pensamientos.

Cuando el coche lo dejó en frente de su hogar, descubrió que la mansión definitivamente estaba allí, Lonela le había mentido y el motivo era desconocido para él. Pese a eso, aun ese lugar le provocaba demasiada curiosidad, sentía nuevamente que algo lo llamaba. Estaba demasiado lunático para ese momento y realmente terminó decidiendo que se escabulliría en aquel lugar para entender por qué tenía ese magnetismo.

Primeramente salió de su casa, se encaminó hacia el oxidado barandal de la mansión y se aseguró de que no hubiera nadie alrededor para brincarlo. Paso a través del jardín y observo las rosas rojas unos segundos, acariciando con curiosidad una de ellas. Después de eso, se fue directamente a tocar la puerta por si acaso.

Realmente estaba esperando que alguien abriese porque se negaba a creer sus suposiciones, más la madera pronto se abrió por sí sola. Ver aquello hizo que su corazón se acelerara por el susto del suceso, cerró los ojos para alejar la sensación de miedo y entró.

El lugar por dentro no era muy distinto a lo que parecía por fuera, estaba viejo y casi por derrumbarse. En la entrada había unos hoyos en el piso, faltaban maderas y no había demasiados muebles.

"Mírame"

Nuevamente estaba ese susurro adentrándose en su oído, era un tono seductor que parecía invitarlo a obedecer, muy parecido a las voces de YoonGi, Agust y Suga.

—¿Quién eres?— preguntó JiMin sin temor, esperaba una respuesta humana, lo que fuera.

Nadie contestó, pero lo que sí ocurrió fue que escuchó como una de las puertas frente a él se abría otra vez sola y tomó eso como una respuesta. Caminó hasta ella, observó que se trataba de alguna clase de cuarto de limpieza o sótano y piso con precaución porque las tablas se veían muy desgastadas.

"Mírame"

El susurro insistió, la voz provocó que JiMin dejase de actuar lento y entrara sin más por el temor. Entonces verifico todo el lugar sin saber realmente que buscaba y como si de magia se tratase, sus ojos se fijaron en unas sábanas blancas ubicadas en la esquina. Se acercó para tomarlas entre sus manos, las retiró de un tirón y descubrió varios cuadros, muy parecidos a los del castillo Bran.

—Los hermanos Min.— murmuró JiMin, tocando los trazos con admiración.

Las imágenes se veían exactamente iguales a como eran ahora los tres hombres, solo que Suga tenía el cabello castaño y cada uno llevaba ropa de su época. Salió de su ensoñación cuando los demás cuadros cayeron en fila, se arrodilló para acomodarlos y fue entonces que la vio. Entre aquellas imágenes sobresalía el de una mujer pelirroja con piel blanca, labios pequeños y sonrosados, de ojos color ámbar; era muy hermosa.

—Hilda.— JiMin leyó en una esquina junto a una firma que ponía las iniciales KSR —Kim SungRyung.— dijo, pero su voz salió muy aguda, casi como la de una mujer.

Se puso rígido al notarlo y dejó caer la imagen porque sus manos temblaban, se puso de pie para irse, pero se encontró con algo más paranormal. Delante de él se encontraba la propia Hilda, su cuerpo en tonos transparentes y flotaba en el aire. No era tan estúpido como para no saber que era un fantasma de la mujer y se congeló en su lugar.

"Necesitas confiar, no te lastimarán si tú no los lastimas" — aseguro ella sonriendo,

acercándose hacia JiMin, lo que le provocó un nudo en la garganta —"Este es tu destino, puedes ser feliz con ellos y vivir, solo necesitas reparar sus corazones".

—E-estoy muy confundido.— respondió JiMin tartamudeando, no creyó que pudiera siquiera decirlo por la forma en que sentía su pecho.

"Las respuestas vendrán a ti cuando la luna de sangre se ponga, el filo de sus dientes probarán tu piel. Les proveerás la libertad que tanto anhelan y les mostraras la más pura de las demostraciones"

JiMin vaciló esta vez, repasando sus palabras para entender qué quería decir, aunque no le encontró un verdadero sentido. Estaba muy ido en la imagen fantasmal de Hilda, ella se veía en verdad cansada y había algo distinto a la mujer del cuadro aparte de la muerte.

—Sigo sin entender, lo lamento.

"Cuando el momento llegue lo sabrás, sus cuerpos se volverán uno y por fin podré tener mi descanso" — aclaró ella, poniendo uno de sus dedos en la frente de JiMin.

Una intensa luz blanca los rodeó a ambos, Hilda parecía ser succionada por el cuerpo humano y entonces le permitió ver todo lo que pasó. Fue una secuencia de imágenes que hicieron a JiMin sentirse presente en aquel momento y lugar, todo en apenas un parpadeo.

—Para, por favor. Para.— rogaba, llevando las manos hacia su cabeza para sostenerla.

JiMin estaba en el momento justo en que EunGi, la madre de los hermanos Min, fue arrastrada por los creyentes, incluso presenció su muerte a detalle hasta verla consumida. Luego el daño a YoonGi, Agust y Suga, pudo sentir las emociones que Hilda tuvo ante su tortura, la prepotencia seguida de decepción cuando su padre la señaló de mujerzuela.

Las siguientes imágenes eran de ella enferma mientras tejía un peluche café, reconoció que era Shooky y Suga estaba allí acariciándole el vientre a la vez que le cantaba. Entendió que Hilda había estado embarazada, pero no logró sobrevivir a la viruela. Tal vez eso fue lo que les quitó la humanidad a los hermanos, el haber perdido ambos amores.

Dolor, todo era tan intenso y luego completa oscuridad, frío y humedad, no había ninguna sensación aparte. Esta vez se encontraba bajo tierra, fueron solo unos segundos porque pudo distinguir un rayo de luz. El padre de Hilda la estaba desenterrando junto a SungRyung, era realmente ella y JiMin no pudo apartar su mirada de esa imagen tan nítida de su madre.

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