El Concilio De Los Ocultos
La vida, es algo monótona para un humano. Se dice que destacan por su inteligencia, y sin embargo hay demasiadas cosas en el mundo que ignoran. Una sombra, un eclipse, un acontecimiento extraño... todos ellos están relacionados a nosotros, los seres mágicos. Seres ocultos del mundo que nos rodea pero a la vez tan presentes en él...
Hoy, el día de El Concilio De Los Ocultos, es el día más importante para nosotros. Hoy podemos reunirnos sin temor o miedo a ser descubiertos.
Nosotras, las sirenas, ya habíamos llegado al lugar de la reunión, el cual no era más que una enorme cueva en un acantilado junto al mar.
Los demás seres ya habían empezado a llegar. Licantropos, minotauros... toda clase de criaturas mágicas venían desde cualquier rincón del mundo solo para celebrar este día.
Esta iba a ser mi primera reunión, por lo que estaba bastante nerviosa.
Una especie de escalofrío me recorrió la columna vertebral y noté como mis escamas se contrajeron. Confusa, me giré para ver que era lo que me había provocado esa sensación.
Por el mar, venían volando demonios, todos en formación y con sus enormes alas negras rozando el mar violento.
Cuando aterrizaron, conseguí observarles mejor desde detrás de unas rocas. Eran todos seres increíblemente hermosos. Y probablemente para ellos, ella también.
La reunión fue más corta de lo que imaginé, antes de siquiera procesarlo todo ya estaban haciendo el sorteo para los juegos.
—Bien, y por último ya solo quedarían los dos representantes de demonios y sirenas que participaran en estos juegos —reaccioné de inmediato al oír que dirían al representante de las sirenas—. La representante de las sirenas será Maya.
El alivio que había sentido al saber que no tendría que participar se borró al darme cuenta de quien había salido como representante.
Maya, la hermosa princesa de las sirenas, conocida por todos. Ambas nos odiabamos, pues Maya siempre me consideró su mayor rival en belleza, y darle más protagonismo ahora no me resultaba agradable.
—Y como representante de los demonios, Galar.
Dirigí mi mirada al chico escogido. Mis ojos no podían dejar de mirarle. Aprovechando, observé sus rasgos y su pelo azabache hipnotizada, parecía un dios. Ni siquiera me di cuenta de que ya habían anunciado el inicio del juego, y los "jugadores" ya estaban en posición.
Solo había un juego, y este consistía en una carrera sin reglas. Debían ser fuertes o morir en el intento.
Dieron la señal de salida y todos se pusieron en marcha. Había dos caminos, o por el mar, o por el bosque.
Vi que el chico demonio, Galar, escogió atravesar el mar. Una gran presión se formó en mi pecho. Maya también iba por el mar, y sabía lo tramposa que era.
Decidí avanzar un poco para tener una mejor visión pero lo que vi me dejó de piedra. Maya había saltado y había conseguido ahogar a Galar en el mar.
Sin ser consciente de lo que hacía ni saber por qué, me sumergí en el agua y nadé a toda velocidad hacia donde había visto a Maya hundir al demonio.
Por suerte era una de las más rápidas, y eso ayudaría.
Ya cerca de ambos vi como Galar luchaba por soltarse y como Maya le hundía más y más con la intención de ahogarlo.
Iba a matarle.
Y no iba a permitirlo.
Con toda la rabia en mi cuerpo me lancé sobre Maya y empezamos una lucha en el agua. Arañazos, intentos de mordiscos, coletazos... parecíamos estar aprovechando para descargar la ira que habíamos tenido siempre la una con la otra.
En un mal movimiento de Maya conseguí sacarle ventaja y la dejé inconsciente de un coletazo en la cara.
Me acerqué a Galar quien me di cuenta de que estaba atado y por eso aún no había salido a la superficie.
Al conectar nuestros ojos todo pareció perder importancia. Parecía que no hubiera nada más a nuestro alrededor.
Sin tiempo, lo arrastré al exterior y conseguí llevarlo hasta una roca mientras él tosía desesperado.
—Si sigues tosiendo así te harás daño en la garganta —hablé con dulzura.
Él solo me miraba de forma débil.
—Gracias... —dijo él, de forma ronca.
Yo solo sonreí mirándole con cariño.
—Tienes que continuar la carrera, tienes que ganar... —supliqué.
—¿Por qué me ayudas?
—¿Ves la luna? Hay un eclipse lunar, ¿sabes lo que significan?
Él solo negó con la cabeza.
—Dicen que los eclipses unen almas. Que unen a dos seres para toda la eternidad.
Hice una pausa y hablé de nuevo.
—Gana —imploré con determinación.
Como si entendiera algo, él se levantó y continuó la carrera.
Y ganó.
Todos le alababan, incluso sin saber que había ganado gracias a ella.
Y ella solo podía observar desde detrás de una roca en el mar, y mirarle con anhelo. Anhelo de algo que nunca podría tener.
Observé de nuevo el eclipse, con tristeza.
—Oh, luna ¿por qué unes almas que luego no podrán estar juntas?
Y por primera vez en toda mi existencia, una lágrima cayó de mis hermosos ojos verdes.
—Y ahora, como ganador de los juegos, puedes pedirnos algo que desees —escuché de fondo.
Suponía que él escogería una vida llena de lujos y libertad, obviamente.
Una sombra me tapó, y miré hacia arriba encontrándome con esos ojos rojos.
—¿Qué haces aquí? —pregunté.
—Me han concedido mi deseo.
—¿Y cual es?
—Decías que los eclipses unían almas, pero yo no lo creo. Creo que lo que pasó fue que ambos, unimos nuestros caminos, para dejar atrás a la soledad. Dicen que bajo esta cueva hay un lugar donde terrestres y acuáticos pueden estar, ambos respirando, así que les he pedido que me dejen quedarme allí a vivir, aunque necesitaría a una compañera, así que te quería preguntar... —le interrumpí.
—Me llamo Jenna —sonreí.
Y sin más que hablar, lo besé, y lo tiré de la roca para hundirlo conmigo y llevarlo a las profundidades, donde pronto ambos trataríamos de encontrar lo que siempre añoramos
Felicidad.
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