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«𝑺𝑬𝑰𝑺»

En el segundo piso del instituto, más específicamente en la biblioteca se hallaba Namjoon paseándose entre varias filas de libros, intentando encontrar cual le podría servir para solucionar el problemita de Jimin con su cabello.

Encantamiento silenciador: Este hechizo se puede utilizar para enmudecer un tiempo límite tanto a los seres mágicos como a las criaturas silvestres —leyó el mago uno de los libros que había sacado al azar de la estantería—. Este podría serme útil algún día.

El platinado giró su cabeza al escuchar la puerta abrirse. Entornó los ojos al ver que sólo se trataba de ese elfo santurrón.

— Oye, idiota. ¿Qué haces aquí? ya casi es más de medianoche.

Seokjin se acercó al mago que se mantenía de espaldas ignorándolo.

— Y a ti por qué carajos te importa que hago o no.

— ¿Acaso no sabes las reglas? Pasada la medianoche nadie puede entrar a la biblioteca, está prohibido.

El rubio abrió la cremallera de su mochila sacando una libreta, la cual abrió y levantó a la altura de los ojos del menor mostrándole justamente donde tenía anotado el reglamento del instituto.

— Estoy ocupado, lo máximo que pueden hacer es suspenderme de clases un día —mencionó antes preguntarse qué hacía el elfo paseándose a altas horas de la noche por el castillo—. ¿Y tú qué haces aquí? ¿No deberías estar en tu dormitorio?

— Como delegado de la asignatura de "Magia rúnica" me quedé unas horas extras ayudando al profesor preparando su clase —respondió acomodando de nuevo la mochila en su hombro—. Y no me respondas con otra pregunta, deberíamos salir antes de meternos en problemas.

— Deberías irte tú, ya que tanto te asusta manchar tu expediente. Yo necesito buscar cómo arreglar el cabello de mi amigo.

— ¿Hablas del chico qué parecía un cerillo? Su cabello lucía realmente mal. Ni con todos los tratamientos naturales que conozco podría arreglar ese desastre —dijo pensativo.

— Por supuesto que no tiene otra solución que no sea restaurar su cabello con magia, por eso busco un hechizo.

— Jungkook me dijo que no lo hizo a propósito, ni siquiera sabe cómo su planta cobró vida —entrecerró los ojos con perspicacia—. ¿No será qué tú...

— Oye, Seokjin. ¿No tenías mucha prisa de irte para evitar meterte en problemas? Pues ahí está la puerta, largo.

El rubio abrió la boca con sorpresa sintiéndose un poco ofendido.

— Tienes razón, me largo. Pero no porque tú me lo digas, sólo no quiero ser un busca problemas como tú.

Cuando el elfo quiso dirigirse a la salida escuchó el rechinar de la puerta para luego oír unos pasos acercándose.

— ¿Hay alguien aquí?

Se escuchó la voz de uno de los prefectos resonar en toda la habitación haciendo que los cuerpos de ambos jóvenes se paralizaran.

— Voy a meterme en problemas, no debería estar aquí. ¿Qué vamos a hacer?

El mayor empezó a hiperventilar mientras apretaba con fuerza una de las asas de su mochila.

— Demonios, Seokjin. Tranquilízate, por favor —susurró algo alterado.

El peliplata miraba hacia ambos lados intentando pensar rápidamente como salir de aquella situación.

Y lo logró.

Tomó con fuerza uno de los brazos del joven elfo arrastrándolo consigo detrás de uno de los escritorios de la habitación.

— Guarda silencio y agáchate bien —ordenó el menor.

Seokjin tan sólo agitó la cabeza con obediencia, puesto que aún se sentía muy asustado.

El prefecto avanzó unos pasos más a tal punto que ambos alumnos podían sentir la presencia de aquel hombre en frente del escritorio.

Pasaron unos pocos minutos hasta que al final el hombre decidió dejar el lugar, no había encontrado nada extraño de todos modos.

Ambos chicos asomaron con sigilo sus cabezas detrás del escritorio al escuchar la puerta cerrarse. Antes de que ambos pudieran decir nada la biblioteca quedó en penumbras antes de escuchar un zumbido.

— ¿Qué sucede? —preguntó Namjoon antes de levantarse mientras sacudía sus pantalones.

El rubio se acercó hacia la puerta para comprobar lo sospechado, sí, la puerta estaba cerrada con llave.

— Estamos encerrados —murmuró sintiendo como su cabeza empezaba a doler de nuevo.

— Carajo... ¡Espera! ¿cómo no se me ocurrió antes?

El peliplata golpeó su frente con la palma de su mano antes de tomar la varita que guardaba en el bolsillo de su túnica.

— ¿Qué haces?

— Es obvio, nos sacaré de aquí con magia, duh. Ya perfeccioné mi técnica en aparición. Dame tu mano, nos sacaré de aquí.

— Eres más idiota de lo que pensé. —murmuró con amargura.

— ¿Ahora qué hice? Olvídalo. Me voy a largar sin ti, ya verás tú cómo te las arreglas —respondió rabioso.

El mago tomó su varita agitándola suavemente después de decir el encantamiento.

Y nada ocurrió.

Recitó una vez más el encantamiento para luego agitar su varita, pero esta lanzó pequeñas chispas antes de apagarse de nuevo.

— Deja de hacer eso, te vas a sacar un ojo —regañó Seokjin al ver como el menor empezaba a sacudir su varita con desesperación.

— Juro que practiqué este encantamiento cientos de veces. No sé qué sucede.

— Ya que pude notar que nunca has leído el reglamento, me veo en la obligación de leerlo.

El rubio estaba a punto de abrir su mochila otra vez, antes de ser interrumpido por un pesado y sonoro suspiro.

— No necesito que me recites el reglamento. Sólo dime que carajos pasa con mi varita —dijo exasperado.

— A partir de la medianoche además de que está prohibido entrar aquí, a esa misma hora se crea una barrera en donde se inhabilita todos los poderes mágicos dentro de la biblioteca.

— Eso es absurdo. ¿Por qué crearían una barrera?

— Para que gente como tú no entre a la biblioteca cuando está estrictamente prohibido.

— Pues adivina qué, genio. Tú también estás metido en esto, y si no buscamos una solución pronto los dos estaremos en problemas.

Ambos jóvenes rendidos se dejaron caer en el suelo con un pesado suspiro y permanecieron en la misma posición por unos largos minutos.

Seokjin mantenía su vista fija en algún punto de la oscuridad mientras mordía una de sus uñas, y su pie daba ligeros golpeteos contra el suelo.

Por otro lado estaba Namjoon, quien se encontraba cómodamente sentado en suelo utilizando su varita como linterna para leer un libro de encantamientos, en el cual había por fin encontrado el hechizo para restaurar el cabello de Jimin.

— Seokjin, ¿te encuentras bien? —preguntó el menor al ver como el chico se levantaba de un salto del suelo.

— Ya sé como nos sacaremos de aquí. Nos voy a salvar —sonrió de manera triunfal colocando las manos en su cadera—. No me lo agradezcas.

— No pensaba hacerlo —bufó—. ¿Qué tienes en mente?

— En este tipo de lugares siempre hay pasadizos secretos, lo sé. He leído libros sobre eso.

El peliplata bufó por lo bajo siguiendo al mayor quien con sigilo caminaba entre cada una de las estanterías adheridas a las paredes.

El rubio detuvo su paso al sentir una ligera corriente de aire proveniente de unas de las pequeñas hendiduras cercanas a una de las estanterías. Así que golpeó ligeramente dos veces aquel muro, haciendo que este se empezará abrir desde el costado.

— ¿Estás seguro hacia dónde conduce esto? —preguntó observando el oscuro pasillo.

— Por supuesto que no. Pero cualquier lugar es mejor que quedarnos encerrados aquí hasta el amanecer y lo peor de todo, con una suspensión de clases.

Namjoon ignoró el último comentario del elfo adentrándose primero al pasadizo con el mayor detrás de él.

Ambos chicos habían permanecido los siguientes 10 minutos subiendo las escaleras de caracol en total silencio, donde únicamente se podían escuchar sus pesadas respiraciones.

El aire era denso debido a la falta de ventilación en aquel lugar; sin mencionar la cantidad de partículas de polvo flotando y las telarañas que se encontraban enredadas en el barandal de la escalera.

— Mira esta lindura.

Seokjin sonrió tomando una no tan pequeña tarántula en su mano.

— ¿De qué hablas?

El peliplata trastrabillo al ver esa pequeña monstruosidad cerca de su rostro.

— ¡Aleja esa cosa de mí! —ordenó el mago sintiendo como el sudor empezaba a caer por su frente.

— No grites, la estás asustando. —dijo el rubio acariciando con delicadeza el pequeño lomo del arácnido—. Son mis favoritas, tienen anillos rojos y amarillos sobre sus patitas.

— E-esa cosa puede ser muy venenosa, déjala en la pared.

— Por supuesto que no, es una Brachypelma smithi, estas pequeñas son casi inofensivas.

— Dijiste "casi inofensivas".

— Así es, toda criatura tiene un grado leve de peligrosidad. Es como tú, puedo decir que eres casi inofensivo, a pesar de tu mal carácter.

— Yo no tengo un mal caract... —calló al ver como el rubio una vez más acercaba el bicho a su rostro—. ¡Ya basta Seokjin, hablo en serio! Aleja eso.

El elfo rio levemente antes de dejar al pequeño arácnido de nuevo en una de las paredes.

Namjoon por fin suspiró aliviado, para luego retomar su trayecto.

Después de lo que pareció un transcurso de 15 minutos, por fin llegaron al límite de la escalera, encontrando una soga colgando de lo que sería el "techo" del final del pasadizo.

El menor de ambos tiró de la soga con fuerza dejando caer una pequeña escaleras colgante, parecía algo inestable; la madera de los peldaños lucía algo vieja y las cuerdas que funcionaban como soporte se veían desgastadas.

— No parece muy segura —señaló el rubio.

— No hay una mejor opción, así que andando.

El mago afianzó el agarre de sus manos en ambas cuerdas y en menos de 1 minuto subió la escalera asomando su cabeza por lo que sería el piso del pasillo que logró reconocer rápidamente, el tercer piso, justo donde se encontraban sus dormitorios, eso era tener buena suerte.

— Dame la mano, te ayudaré a subir —susurró el peliplata, el cual ya había subido por completo la escalera hasta quedar de pie en el pasillo.

Seokjin ignoró la mano que le ofreció el menor, y tomando impulso desde uno de los escalones saltó hasta llegar a la superficie del lugar.

— Si podías hacer eso no sé porqué te quejabas de la inseguridad de la escalera —bufó guardando su mano en uno de los bolsillos de su túnica.

— Por ti, no pareces la persona más astuta del mundo, sabes a que me refiero. —sonrió burlonamente dándole la espalda dirigiéndose a su dormitorio.

— Eres un... —calló e inhaló profundo—. ¡Oye, Seokjin!

El mencionado detuvo sus pasos girando de nuevo en dirección al peliplata.

— ¿Sí?

— Gracias —dijo casi en susurro intentado tragar su orgullo.

Las comisuras de los labios del rubio se levantaron ligeramente antes de asentir y retomar su camino.

— Buenas noches, Namjoon —se despidió sin regresar la mirada hacia atrás.




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