I
CHLOE BLACK
La vida en el campamento era mil veces mejor que la vida en el infierno. Podíamos practicar con nuestros poderes, podíamos entrenar y jugar a captura la bandera. Aunque es verdad que se notaba un cambio.
Recuerdo que Percy me había dicho que había siempre un montón de semidioses y que no había cabañas para los dioses menores, sin embargo, tras la guerra y el acuerdo que él tuvo con los dioses, pues eso cambió. Murieron muchos semidioses, llegando a dejar el campamento con pocos adolescentes.
Las cabañas pues... me encontraba con Annabeth terminando de construir la última cabaña. La de Hécate.
Miré a la chica rubia antes de caer cansada al césped del campamento.
—Esto es agotador —suspiré. Miré la cabaña negra de Hades y sonreí.
—Tienes ganas de poder dormir allí, eh —dijo Annie.
Asentí y agarré su mano, la cual estaba tendida para ayudarme a levantarme. Sus ojos grises se posaron en los míos. Realmente entiendo a Percy. Era una chica hermosa. Agarré un mechón de mi cabello castaño y jugué nerviosa con él. Tenía un mal presentimiento para dentro de poco tiempo.
Me fui con ella a su cabaña para dejar las cosas. Siempre que entraba me quedaba fascinada ante la maravillosa distribución y hermosa decoración. Annabeth dejó las cosas y agarró otras lista para pasar el rato en el lago.
Caminando hablamos un poco de Percy (bueno, ella habló de Percy). Yo solamente iba contándole, por una vez más, mi opinión de su relación y de lo mucho que los admiraba.
—¿De verdad crees que duremos mucho y que ser ambos semidioses complicaría las cosas? —me preguntó antes de sentarnos en la arena del lago.
—Si habéis podido con Kronos, podréis con todo —respondí con una sonrisa. Annabeth me dedicó la misma sonrisa y me abrazo.
Nos quedamos varías horas, allí sentadas, hablando de la vida. Amaba el campamento y no extrañaba para nada el inframundo.
Annabeth se levantó y yo imité su acción. Tenía algo de arena pegada al cuerpo, como Annie, pero no nos importó.
Annabeth corrió al lago, a la orilla y me miró.
—¿Vienes? —dijo con una sonrisa.
Yo asentí y con otra sonrisa, corrí hacia ella.
Nos pusimos a jugar con el agua, yo la salpicaba y ella me salpicaba a mí.
—Al final si me ha entrado hambre —dijo riendo.
No me había dado cuenta que ya eras casi las cuatro de la tarde, así que cogimos las cosas y nos fuimos a por comida.
Pasamos por las cabañas y mi mirada se posó en ellas y en lo increíble que habían quedado al final con los últimos retoques. Mi mirada se posó en la de mi abuela, Niké. Era tan hermosa la cabaña que tenía ganas de estar algunos días allí.
—Chloe, vamos o nos quedamos sin comida... —dijo tirando de mí.
Caminé y por el camino estuvo contándome sobre los campistas que no había conocido y con quien me podría haber llevado bien.
—Y obviamente Mike. Estoy segura de que os hubieseis enamorado —se giró y me miró —. Es que sois parecidos, pero a la vez diferente y creo que eso haría una linda relación.
—Hubiera molado conocerle y ver si tienes razón o no —dije esbozando una leve sonrisa.
Me sentía mal al oír sobre los campistas que nunca podré conocer, me hacía recordar todo lo que me perdí.
Llegamos al comedor y agarramos algo de lo que había sobrado y nos sentamos a hablar de otras cosas.
—¿Sigues sin ver a nadie? —me preguntó —. Sabes las ganas que tengo de hacer un plan de cuatro, nosotras y nuestros novios.
—Estoy segura de que pronto llegará.
Oí un ruido a nuestra espalda. Me giré y era Dionisio.
—Todos los campistas, irse preparando. Captura la bandera va a comenzar.
•°•
Me había colocado la armadura. Estaba jugando con mi espada hasta que se oyeron unos ruidos extraños. Miré alrededor en busca del origen pero todos estaban igual de confundidos que yo. Lancé una planta hasta el árbol para usarla de diana y poder visualizar todo lo que ocurría alrededor nuestra.
Unas nubes oscuras se aproximaban. Iban a una velocidad enorme, no me dió tiempo a abrir la boca hasta que el sueño pudo conmigo. Lo último que oí y recuerdo es como me caía del árbol y oía a Annabeth y Percy gritar mi nombre.
Cuando abrí los ojos me encontraba en un lugar extraño. Había muchos chicos, aproximadamente de mi edad. Noté como un chico me miraba sorprendido.
—¿Vas a despertarte o vas a volver a dormir? —me preguntó.
Abrí como pude los ojos y vi a un chico de cabello castaño y la piel pálida. Sus ojos azules me miraban fijamente.
—¿Quién eres? —pregunté asustada.
El chico me miró. Sus ojos se tornaron rojizos. Su piel cambió a una tonalidad más oscura, su cabello se rizó y los ojos al final se tornaron marrones. Había apoderado un aspecto de un chico bastante lindo.
—¿Te gusta eh? —me preguntó. ¿Está charla sería solamente de preguntas? —Me presento, me llamo Eros, dios del amor.
Miré sorprendida al dios. ¿Qué haría aquí? Traté de levantarme pero él no me dejó.
—No linda, estate quieta —vi como agarró unas vendas y se acercó a mí —. ¿Puedo? —me señaló mi brazo derecho, el cuál estaba lleno de verdad rojas, seguramente por la sangre. Asentí levemente mirando como las quitaba. Aparté la mirada al instante —. Ya es un poco... desagradable.
Noté como apretaba las heridas. Al ver que paró, miré el brazo el cual ahora estaba con vendas blancas.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Las nubes negras se han llevado a un campista, pero nadie recuerda nada más que haberse dormido y despertado con algunas heridas, como ha sido tu caso —me explicó.
Me quedé procesando la información.
—¿A quién se han llevado?
Antes de que Eros pudiera responder, oí un grito. Era la voz de Annabeth.
—¡PERCY!
—¿Se lo han llevado a él? —pregunté con miedo.
Él no, él no. Me ayudaba con las pesadillas, era como un hermano para mí como Nico. Por favor, Percy no.
—Me temo que es así. Lo siento —me respondió tristemente.
Negué la cabeza muchas veces. No me lo podía creer. Las lágrimas empezaron a caer sobre mis mejillas. Eros me abrazó y dejó que me apoyara en él para llorar.
El dolor que tenía era bastante grande. No quería creerlo. Él no podía haber sido.
°•°
Había llegado la noche. Eros me ayudó durante un rato hasta que se debía ir. Desde entonces he estado dando mi apoyo a Annabeth, quién lo estaba pasando realmente mal. Tenía que encargarme de que no la liara. A veces, recibía ayuda, como la de Will o la de Clarisse, pero entre todo lo ocurrido en la guerra, la nueva profecía y ahora esto, no estábamos de muy buen ánimo.
Había logrado dejar a Annabeth con Will y otros campistas, así que caminé hasta la cabaña de Hades. Perséfone no tenía cabaña ya que se suponía que yo no debía estar viva, pero por suerte, Hades me dejó quedarme en la suya, o si no, en la de mi abuela Niké.
Entré y me tumbé en la cama. Estaba cansada pero no quería quedarme atrás. Quirón me había prometido una misión pronto, pero yo no me sentía lista para una. El miedo podía conmigo.
Cerré los ojos y traté de dormir un poco aunque fuese.
“Al abrirlos, solo pude ver oscuridad. Otra vez no...
Miré alrededor y oí gritos. Me acerqué y era de un chico rubio. Tenía un cuerpo musculoso. Parecía de mi edad. Oí otro grito. ¿ANNABETH? Empecé a correr al identificar los gritos de Annabeth.
Su cabello rubio lo encontré lleno de sangre.
—No... —susurré asustada.
Vi a un chico, parecía un fantasma. Logré identificar a Will.
—Todo esto es por tu culpa... —me acusó —¿Por qué viniste? Todo era mejor sin tí.
Esas palabras me dolieron. Las lágrimas salieron de mis ojos.
—Yo no... Yo no quería esto —susurré tras caer de rodillas al piso y llorar.
Unas risas oí por el fondo. Eran unas risas extrañas. La voz era extraña.
—Así que esta es la semidiosa más poderosa eh... —alcé la mirada pero no veía nada —. Si con esto ya está llorando y debilitada. Podría acabar ahora contigo, pero entonces esto pierde la gracia, ¿no crees? —oí la voz. Sentí un movimiento cercano y noté como algo me golpeó.
—¡¿Qué quieres de mí?! —pregunté con rabia. Cree una bola de plantas y la lancé. Con la otra mano, una bola de fuego color morado lancé alrededor mía —. ¡Da la cara si te atreves bastardo!
Las risas desaparecieron y un sonido de sorpresa salió de su boca.
—Esto me gusta mucho más.”
Los ojos se me abrieron. El corazón latía velozmente y me desperté sudada. ¿Era solamente un sueño?
Miré la cabaña de Hades vacía. Traté de sonreír pero no pude.
—¡Chloe! —oí un grito a mi espalda.
Me giré. Era Annabeth.
—Annie, ¿qué pasa?
—Creo que he encontrado el paradero de Percy.
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