Soobin tenía toda la intención de tener el sexo más dulce y suave, de hacer el amor con empujones lentos y constantes, acariciando la cara y el cuerpo del otro, y en medio de sus acoplamientos, que ambos se dijeran el uno al otro cuánto se amaban, tal vez incluso hablaran sobre el día del otro. Al menos eso era lo que había planeado.

Sin embargo, Soobin de alguna manera nunca tuvo en cuenta lo grande que era hasta que llegó el momento, y así, su plan de contención se frustró tan fácilmente como tu compostura.

Nunca estabas muy seguro de qué hacer con tus manos cuando estabas en esta posición: acostado con una almohada debajo de las caderas, elevándolas. Tenías los brazos cruzados sobre la cara. Con el retorcimiento de las sábanas debajo de tu espalda sudorosa, te retorcías y dejabas escapar un grito ahogado con cada golpe que te daba tu novio mientras se deslizaba dentro de ti.

Gotas de sudor caían por la cara, el cuello y el torso de Soobin. Tenía una sonrisa de riktus en su rostro, apretando los dientes y siseando. El ritmo era lento, manejable, incluso generoso, se atrevería a decir, pero esto era demasiado.

Cuando la punta gorda y gruesa de Soobin besó tu raja, tus entrañas se retorcieron por lo que estaba a punto de suceder, ya estabas temblando horriblemente, deshaciéndose una vez que él había presionado un poco. Esto no serviría.

—¿Tenemos que parar, cariño? —preguntó, a través de su mueca, como si tus apretadas paredes no le estuvieran apretando el aliento. Tu pecho caía y se elevaba en respiraciones superficiales y agitadas. De vez en cuando, se te secaba la boca y se te enronquecía la garganta, por lo que empezabas a toser a través de tus largos maullidos y gritos guturales.

Sin decir palabra, negaste con la cabeza, pero eso no era lo correcto. Usa tus palabras, esa era una de las reglas más importantes.

El agarre de Soobin sobre tu cadera se disolvió, al igual que el ritmo pausado de sus embestidas. Apartaste las manos de tu rostro, los ojos somnolientos lo miraban con confusión, casi suplicando. Tus mejillas estaban enrojecidas y húmedas por tus lágrimas, la barbilla igual por tu baba. Incluso se te deslizó por la mandíbula.

Cuando se retiró por completo, el chorro de fluidos hizo un sonido, dejándote frío y vacío. una acción que de alguna manera enfatizó sus reacciones anteriores, jadeando y lloriqueando suavemente. Al ver que todo brotaba y se fruncía, gimió, sintiendo que su pesada polla se contraía, poniéndose de pie junto a su ombligo. El Soobin era tan grande. Era demasiado grande, al menos para su propio bien, te complacerías con este pensamiento de vez en cuando. En este momento, tu mente estaba dispersa, incapaz de permanecer en un solo lugar, demasiado desordenada por las olas de placer y sensaciones.

Cerró la proximidad, acomodando rápidamente tus piernas para inclinarte sobre ti, acunando tu rostro. El sudor se había apoderado de su cabello, los mechones se habían engrosado y estaban húmedos, desordenados y como si hubiera salido directamente de una agotadora sesión de práctica de baile.

"Ya sabes lo que tienes que hacer, princesa. No haré nada a menos que uses tus palabras", retumbó su voz profunda. Su músculo delgado rodó sobre tu suave vientre y tus pechos, presionándolos, luchando contra su instinto de enterrar su rostro en tu pecho y respirar tu aroma. Sus pulgares limpiaron las huellas de lágrimas y salpicó tu rostro con sus besos embriagadores.

"¡Está bien, está bien, Dios mío, soob!", te reíste en un abrir y cerrar de ojos, coherente después de tanto tiempo. Soobin solo suspiró para sí mismo. "Estoy, estoy bien. Simplemente", tragaste saliva, esforzándote tanto por salivar. "Eres tan grande, Bin. Me siento tan lleno que ni siquiera sé qué hacer conmigo mismo. Estoy bien. Podemos seguir adelante".

Se inclinó para reírse en tu cuello, captando un rápido olor de lo impregnado que estaba tu olor. Se consideraba un poco obsesionado contigo. Soobin te dio otro beso que te derritió hasta la médula, unos labios suaves como la seda se amoldaron a los tuyos. Tus manos más pequeñas sintieron su torso hacia arriba y él gruñó un poco.

"No tienes que hacer nada, ¿de acuerdo? Yo cuidaré de ti, princesa. —Eso parecía ser suficiente por el momento. Muy pronto, viendo sus resoluciones que se reducían a medida que pasaba el tiempo, Soobin se estaba relajando de nuevo. Con las piernas sobre los brazos, mantuviste los dedos ocupados, manteniéndote suavemente abierta para él. La mueca de Soobin había vuelto, respirando hondo y profundamente. El tramo les pasó factura a los dos, pero obviamente, ustedes eran los que estaban siendo llenados.

"¡Soobin, Ah, Soobin!", Gritaste, moviendo las caderas y torciendo el cuerpo. Un placer candente llenó tu mitad inferior, nublando tus sentidos. Tus ojos se pusieron en blanco. Soobin gimió más y más fuerte con cada leve empujón para llegar más adentro. "¡Joder, nena!"

– ¿Se siente bien? -Su tono cariñoso y curvo casi parecía burlón, pero estabas demasiado metido en él, asintiendo profusamente con un sollozo. "¿Te gusta la forma en que te lleno?"

"¡Sí! ¡Se siente bien! ¡Se siente tan lleno!", tus gemidos secos y fuertes arrancados de tu garganta entre respiraciones agotadoras. Tus pechos se movían, junto con tu barriga, por la forma en que te movías, incluso si sus caricias eran lentas y constantes. El placer abrumador te dejó sin palabras.

Soobin goteaba sudor, y te excitaba tanto que era repugnante. Su carácter dulce y conejito fue reemplazado por uno intenso, con muecas y lujuria. Tu mano encontró el camino de regreso a tu boca, tratando de sofocar el volumen de tus sollozos que se alineaban con cada golpe fuerte que todavía era un intento de ir despacio. Soobin gruñó un poco, algo gorjeó y fue más agudo, apartando tu brazo, entrelazando tus dedos, llevándote hacia abajo para besarte.

Hacía todo lo posible por mantener su contención a un ritmo muy lánguido mientras tú te desmoronabas debajo de él. Sus bocas estaban entreabiertas, los labios se encontraron desordenadamente, gritos ahogados que él se tragó. Ni siquiera había pasado mucho tiempo desde que empezaste. Su piel golpeó contra la tuya con la resonancia de un aplauso muy suave separado por sonidos sucintos de su carne deslizándose de un lado a otro desde tu interior.

"¡Soob, Soobin! ' ¡Ya voy, ya voy, oh, joder, ya voy!", maullabas en voz alta, retorciendo la cabeza con un placer cegador.

Soobin incluso estaba siendo misericordioso, no tirando hasta el final para sus grandes golpes, incluso sus pequeñas embestidas golpeaban profundamente más allá de tus paredes gomosas.

"Adelante, suéltame, cariño, cuando estés lista. Qué guapa eres. Puedo sentir que estás cerca. Has sido tan buena para mí, nena. Eres una cosa dulce, tan abrumada de que te llene. Te quiero mucho, cariño —dijo con tanta dulzura, revoloteando sobre tu rostro, sonriendo como si no estuviera enterrado dentro de ti.

Cuando empujó sus caderas un poco más, llenándote hasta la empuñadura, fue entonces cuando jadeaste y te arqueaste hacia adelante, con un grito silencioso alojado en tu garganta, la mandíbula abierta, tus propias caderas levantándose para temblar. Soobin se apartó, haciendo una mueca que abrió para separar sus labios con un gemido incoherente. Tus entrañas revoloteaban, apretándose y luego aflojándose arrítmicamente.

Tu subidón se desplomó sobre ti, desgarrando tu determinación por completo, su nombre arrancando de tu garganta. Temblabas violentamente, gimiendo suavemente a medida que avanzaba tu subidón hasta que terminaste todo el camino, hundiéndote de nuevo en las sábanas, deshuesado.

—Eso fue muy importante, ¿verdad, princesa? Lo hiciste muy bien por mí", elogió con un murmullo. Solo asintió, con los ojos pesados y vidriosos.

Soobin te miró. Sus ojos se habían oscurecido, ensombrecidos por los flecos sudorosos, las pupilas negras. Había bajado mucho la velocidad. El crujido de la cama había seguido. La tuya y su respiración agitada llenaron el aire. Movió las caderas experimentalmente, viéndote gemir y retorcerte con excesiva sensibilidad. Eso formó una sonrisa que formó una expresión de cariño tan rápido como descubriste la inicial.

"Ahhh, demasiado ~" gimoteaste como un perro, apretando los ojos.

Con los ojos muy abiertos, repitió su acción, una y otra vez, acelerando el paso, acercando sus grandes palmas a tus pechos, acariciándolos y frotándolos, durante algún tiempo. Tus ojos se cruzaron. Deslizó sus manos por tu cuerpo, a los lados, amando las curvas de felpa, apretando suavemente tu cintura y caderas con cuidadosa medida. Lo apretabas, el deslizamiento de su polla venosa aún te abría de par en par y presionaba contra tus entrañas y te daba ganas de gritar. También fue mucho para él. Muy pronto, Soobin aceleró el ritmo que era más rápido pero no tan brusco como definitivamente podría ser, levantando las caderas para encontrarte con él como si fueras un muñeco de trapo. Te daba vueltas la cabeza.

"¡Por favor, entra!", lograste, golpeando con las manos las sábanas de abajo para seguir el ritmo del peso de sus embestidas.

"¿Pensaste que dijiste que era demasiado, bebé?", bromeó con los dientes apretados. Lloraste y sacudiste la cabeza.

"¡Por favor, Bin!", babeabas. "¡Lo necesito ahí, adentro! ¡Voy a perderlo si me dejas el doble de vacío!", gritaste. Soobin gimió increíblemente más fuerte, golpeándote aún más profundamente, menos la intensa velocidad que tan desesperadamente deseaba no usar contra ti. Parecía que las caricias suaves como estas hacían maravillas por ti.

A decir verdad, era solo Soobin y su enorme polla.

Jadeaste, casi chillando, notando las señales de que estaba listo, envolviendo tus brazos alrededor de su cuello y abrazándolo con fuerza. Soobin enterró su cara en tu cuello, respirando con dificultad por la nariz y la boca para inhalar tu aroma dos veces. Te abrazó fuerte desde los hombros y los costados.

Gruñía con cada brazada, haciéndote gemir en el aire, y luego, cuando finalmente sucedió, estaba acurrucado en lo más profundo de ti cuando derramó su calor profundamente dentro de ti, con la punta presionada contra tu cuello uterino, pulsando para liberar su carga. Gimió tan fuerte, con la boca abierta y jadeando tan fuerte, leves gemidos cayendo contra tu piel por la forma en que lo apretabas.

Durante un tiempo, Soobin aguantó lo último, moviendo las caderas de vez en cuando, con las réplicas. Se aseguró de frotar tus costados suave y suavemente mientras tú hacías lo mismo con su espalda, arriba y abajo. Levantó la cabeza después de un rato, flotando sobre ti, tan cerca, para mirarte a los ojos. Tus pestañas estaban manchadas de lágrimas secas, oscurecidas por las lágrimas anteriores, que aún tenían tus mejillas húmedas. Los ojos de Soobin se llenaron de lágrimas cuanto más te miraba, tan lleno de amor. Sin decir palabra, cerró la brecha con un beso que te abrazó de todas las formas que ni siquiera sabías que necesitabas. Se hicieron intercambios decadentes, tan fuertes en la superficie y en sus gargantas, pequeños gemidos que rodeaban las comisuras de sus voces gastadas.

Finalmente se alejó, ahuecando tu cara.

"Eres tan hermosa. Siempre me vas tan bien, princesa. Muy afortunado de tenerte. tan, tan hermosa", sonreíste, extendiendo la mano para besar su nariz que tanto amas.

—Tú también lo hiciste muy bien, Soobin. Siempre sabes lo que tienes que hacer y decir. Me cuidas perfectamente, me sientes tan segura y amada contigo. Te quiero mucho. —Casi se olvidó de que todavía estaba acurrucado en lo más profundo de ti, temblando ligeramente, haciéndoos jadear a los dos. Ambos se rieron.

—Te amo más de lo que las palabras podrían decir, cariño —se recostó él, acurrucando su mejilla contra tus suaves pechos, besándolos—. "¿Está bien si nos quedamos así?", preguntó tímidamente. Te reíste, pasando tus manos por su cabello sudoroso, acariciando y rascando suavemente.

"Por supuesto, nena. ¿Me mantienes caliente toda la noche?", le preguntaste en voz baja y podías sentir cómo su sonrisa se estiraba hasta que se relajaba en tu piel. Te dio otro beso en el pecho.

"Por supuesto, princesa. Nunca tienes que preocuparte de que no lo haga. Nunca te dejaré ir".

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