Capítulo 47
Nori se encontraba junto a la puerta principal de la escuela, justo al lado de su bicicleta. El día se sentía diferente, más vibrante, como si el aire a su alrededor estuviera cargado de algo especial. No podía negar que estaba emocionada, aunque también un poco nerviosa. La expectativa de lo que estaba a punto de suceder le daba vueltas en la cabeza. Una cita... Nunca antes había tenido una, y no podía dejar de preguntarse: ¿Qué se hace en una cita? La incertidumbre la carcomía un poco, pero a la vez la emocionaba. Era como estar al borde de una experiencia desconocida, y aunque había muchas preguntas sin respuesta, algo en ella estaba lista para lanzarse de lleno.
Antes de que pudiera seguir dándole vueltas al asunto, la figura de Khan apareció a lo lejos, caminando con su mochila al hombro y una actitud confiada, como si lo que estaba a punto de ocurrir fuera la cosa más natural del mundo. Nori observó cómo se acercaba, y sintió un nudo de nervios en el estómago, pero a la vez una pequeña sonrisa apareció en su rostro. La manera despreocupada en la que caminaba, la facilidad con la que parecía llevarlo todo, hacía que ella también se sintiera un poco más relajada.
—¿Nos vamos? —preguntó Khan con una sonrisa fácil y ese aire de confianza que parecía no abandonarlo nunca.
Nori asintió, sin decir nada, pero con una chispa de emoción en sus ojos. Subió a su bicicleta, ajustando la mochila en el canasto de la bicicleta y comprobando rápidamente que todo estuviera en orden. Sabía que este era un momento importante, y aunque su exterior permanecía tranquilo, por dentro, su corazón latía con fuerza. Era extraño sentirse así, tan emocionada por algo tan simple como salir con alguien.
—¿A dónde iremos? —preguntó, intentando no sonar demasiado ansiosa, aunque la curiosidad la estaba consumiendo por dentro.
Khan, sin perder el ritmo, subió a la bicicleta detrás de ella, acomodándose con facilidad como si lo hubiera hecho mil veces antes. Su respuesta fue rápida, pero cálida.
—¿Te gusta la playa? —dijo con una sonrisa en la voz.
Nori no pudo evitar que su rostro se iluminara de inmediato. La idea de ir a la playa, sentir la brisa del mar y la libertad que venía con el océano, era perfecta. Era justo lo que necesitaba, una escapada de la monotonía de la escuela y la vida cotidiana. Era como si Khan hubiera leído sus pensamientos y supiera exactamente lo que quería.
Khan, al ver la expresión de Nori, sonrió ampliamente, satisfecho con su elección. La respuesta de Nori, aunque no verbal, era suficiente para él. Ella, sin decir una palabra, comenzó a sacar uno de sus discos de su mochila. Rápidamente eligió uno, probablemente uno de sus favoritos, y lo colocó en su walkman. Los discos eran como pequeños tesoros para ella, y sabía que la música sería la banda sonora perfecta para su pequeña aventura.
Con los auriculares colgando alrededor de su cuello, Nori subió el volumen al máximo para que ambos pudieran escuchar la música sin necesidad de compartir los audífonos. El sonido de las primeras notas llenó el aire mientras ella comenzaba a pedalear por la calle. La música de The Killers resonaba, y de alguna manera, parecía ser el acompañamiento ideal para el momento.
Mientras pedaleaba, sintió el viento en su rostro y el ritmo de la música que marcaba cada movimiento. Khan, detrás de ella, se ajustaba al ritmo de su pedaleo, y aunque ninguno de los dos hablaba, había algo en la música y en el simple acto de compartir el viaje que hacía que todo pareciera perfecto.
Nori se sintió más relajada a medida que avanzaban por las calles, dejando atrás la escuela y los problemas. Se dio cuenta de que, aunque nunca había estado en una cita, esto se sentía bien. No había necesidad de complicaciones ni expectativas abrumadoras. Solo eran dos personas disfrutando de la música, el viento y la promesa de algo nuevo.
El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando la playa con tonos cálidos de naranja y rosa. El sonido constante de las olas rompiendo contra la orilla llenaba el ambiente, creando una melodía natural que, junto con la suave brisa marina, hacía que todo pareciera calmo y perfecto. Nori y Khan habían dejado la bicicleta en la parte más alta de la playa, cerca de unas rocas grandes que ofrecían una vista amplia del océano.
Nori se descalzó de inmediato, dejando sus zapatillas junto a sus pocas cosas que había traído y disfrutando del tacto de la arena suave bajo sus pies. Podía sentir la frescura del suelo, el ligero cosquilleo de los pequeños granos deslizándose entre sus dedos. Suspiró, encantada por la sensación de libertad que el mar siempre le daba. Había algo en la playa que le hacía olvidar por un rato sus preocupaciones. La escuela, su familia, los problemas del día a día, todo parecía desvanecerse cuando escuchaba las olas.
Khan, unos pasos detrás de ella, la observaba con una sonrisa tranquila en el rostro. Llevaba una camisa blanca que contrastaba con sus jeans desgastados, y aunque no lo admitía, siempre se preocupaba de que su aspecto fuera algo casual pero bien presentado. Sin embargo, en ese momento, lo último que le preocupaba era su apariencia. Había algo en la manera en que Nori parecía absorber la energía de la playa que lo hacía querer verla disfrutar al máximo de ese momento. Caminó lentamente hacia ella, sus propios pies hundiéndose en la arena mientras avanzaba.
—Parece que alguien realmente ama la playa —comentó Khan con una sonrisa mientras se detenía a su lado.
Nori lo miró de reojo, pero no respondió. En lugar de eso, comenzó a caminar hacia la orilla, sus pies hundiéndose en la arena húmeda, y se dejó llevar por el sonido del agua, como si la llamara. Sentía una necesidad casi infantil de correr hasta el mar, mojarse los pies y dejar que la marea jugara con ellos. Cuando llegó al borde, donde las olas besaban la arena, se detuvo por un momento, dejando que el agua fría envolviera sus pies. El contraste con el calor del día la hizo reír suavemente.
—¡Está más fría de lo que pensaba! —dijo con una risa que no pudo contener, y levantó un pie, sacudiéndolo para quitarse el agua salada antes de volver a sumergirlo.
Khan la miraba con una expresión divertida, sin poder apartar los ojos de ella. La manera en que Nori interactuaba con el mar, como si fuera una vieja amiga reencontrándose después de mucho tiempo, lo hacía sonreír. Sin decir una palabra, se acercó hasta donde estaba ella y se agachó para mojarse las manos en el agua, dejando que el frío lo sorprendiera.
—Vamos, no es para tanto —dijo mientras sacudía el agua hacia Nori, que saltó hacia atrás, esquivando la pequeña salpicadura.
—¡Oye! —gritó ella entre risas—. ¡No seas tramposo!
Khan se incorporó, pero en lugar de disculparse, esbozó una sonrisa traviesa. Se lanzó hacia ella, como si fuera a agarrarla, pero Nori, anticipando sus intenciones, dio un paso atrás, haciéndolo perder el equilibrio. Entre risas, corrió por la orilla, desafiando a Khan a que la alcanzara. La adrenalina comenzó a subir en ambos mientras Khan corría tras ella, el sonido de sus risas mezclándose con el rugido del mar. El agua les rozaba los tobillos a cada paso, salpicando con cada zancada.
Nori no pudo evitar reír más fuerte cuando sintió que Khan la alcanzaba. Él, sin darle tiempo a escapar, la rodeó con un brazo, levantándola ligeramente del suelo. Ella gritó, pero no de miedo, sino de emoción. Khan la giró suavemente, sus pies apenas tocando el agua, y antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, él la soltó justo a la orilla del mar.
Con un chapoteo, Nori cayó al agua poco profunda, salpicando a su alrededor. El frío del océano la envolvió, pero no pudo evitar reír a carcajadas mientras se sentaba en la arena mojada, empapada hasta la cintura. Miró a Khan, quien también reía, y por un segundo, lo único que importaba era ese momento de pura diversión.
—¡Estás loco! —exclamó ella, todavía riendo, mientras trataba de incorporarse.
—Bueno, alguien tenía que hacerte entrar al agua —respondió Khan con una sonrisa, sin mostrar ni una pizca de arrepentimiento.
Nori lo miró, con una expresión de desafío en sus ojos. No iba a dejar que él se saliera con la suya tan fácilmente. Con una rapidez inesperada, extendió su mano y tiró de la pierna de Khan, logrando que él perdiera el equilibrio. Khan cayó junto a ella, la sorpresa pintada en su rostro mientras se desplomaba en el agua. Ambos se miraron un segundo antes de estallar en carcajadas nuevamente, ahora ambos empapados y cubiertos de arena húmeda.
La risa se fue apagando lentamente, y el sonido del mar volvió a dominar el entorno. Estaban sentados, uno al lado del otro, con el agua fría rodeándolos, la brisa marina despeinando sus cabellos y el cielo pintándose de colores más oscuros a medida que el sol se escondía.
—No pensé que fueras de esas personas que te tiran al agua en una cita —dijo Nori en tono bromista, todavía recuperándose de la risa.
—¿Quién dijo que esto es una cita? —bromeó Khan, arqueando una ceja y mirándola de reojo.
—Oh, ya veo cómo es... —respondió Nori, dándole un ligero empujón con el hombro, lo que provocó que ambos se balancearan un poco en el agua.
Hubo un breve silencio entre los dos, pero no era incómodo. De hecho, era un silencio que hablaba más que las palabras. Era como si, por primera vez en mucho tiempo, Nori se sintiera completamente en paz, sin tener que preocuparse por cómo se veía o lo que otros esperaban de ella. Allí, en la playa, con Khan a su lado y las olas rompiendo suavemente a sus pies, todo parecía estar en su lugar.
—Gracias por esto —dijo Nori en voz baja, mirando el horizonte—. Realmente necesitaba algo así.
Khan, sorprendido por la sinceridad en sus palabras, la miró. Podía ver algo diferente en ella, una especie de vulnerabilidad que rara vez mostraba en la escuela. Era fácil pensar que Nori siempre estaba en control, pero en ese momento, parecía que ella también necesitaba espacio para relajarse, para ser solo ella.
—No hay de qué —respondió él, su tono también más suave—. A veces, solo necesitamos alejarnos un poco de todo, ¿no?
Ella asintió, pero no dijo nada más. Las palabras parecían innecesarias. En lugar de eso, se quedaron allí, dejando que la calma del océano los envolviera mientras el sol finalmente se despedía por completo del cielo, dejando a la luna y las estrellas como testigos silenciosos de su momento compartido.
La música suave resonaba en el salón de baile, envolviendo a todos los presentes en una atmósfera casi mágica. Las luces tenues proyectaban sombras sutiles sobre las paredes decoradas con cintas y guirnaldas, creando un ambiente de ensueño. Entre las parejas que danzaban, se destacaban Nori y Khan, quienes habían pasado semanas compartiendo momentos que parecían sacados de una película. Habían tenido citas en la playa, tardes de risas en la feria y largas conversaciones bajo las estrellas. Ahora, el baile de la escuela era el escenario perfecto para culminar ese recorrido compartido.
Khan, con su impecable traje color vino tinto oscuro, caminó hacia Nori, su sonrisa tranquila y segura. Sus ojos, claros y profundos, reflejaban una mezcla de emoción y confianza mientras se acercaba a ella. Nori, por su parte, estaba radiante. Llevaba un vestido azul oscuro que contrastaba a la perfección con su tono de piel, y pequeños trozos de tul sobresalían bajo la falda, dándole un toque etéreo a su apariencia. Su cabello, generalmente en su clásica coleta y un poco desordenado, estaba recogido en un elegante rodete que la hacía ver diferente, casi como si hubiera salido de un cuento.
—¿Me permites esta pieza? —dijo Khan, extendiendo su mano hacia Nori con una sonrisa.
Ella lo miró por un segundo, y luego sonrió ampliamente antes de tomar su mano. Sentía un pequeño nerviosismo en el pecho, pero también una felicidad que no podía explicar del todo. En ese momento, Khan no era solo el chico con el que había compartido risas y bromas, sino alguien que había llegado a significar mucho más para ella.
—Te ves hermosa —le dijo Khan en un susurro, con una calidez en sus ojos que hizo que Nori sintiera un calor agradable extendiéndose por su rostro.
—Gracias —respondió ella, su sonrisa tímida pero genuina, mientras sentía cómo él la acercaba suavemente hacia su pecho.
Al principio, se movieron con cierta timidez, como si ambos estuvieran aún ajustándose a la idea de estar tan cerca en un escenario como ese. La música lenta y melodiosa los envolvía, y sus cuerpos comenzaron a balancearse en un vaivén natural y hermoso, sin prisas. Cada paso que daban juntos parecía tener su propio ritmo, una sincronía que no solo estaba en la música, sino en el vínculo que habían forjado en las últimas semanas.
Mientras bailaban, Nori apoyó su cabeza ligeramente en el hombro de Khan, cerrando los ojos por un momento para simplemente disfrutar del instante. Podía sentir el latido de su corazón, y aunque no quería pensar demasiado en lo que eso significaba, sabía que era algo importante. Era extraño para ella, quien siempre había sido reservada y un tanto distante con sus emociones, sentirse tan cómoda y segura con alguien más.
Khan, por su parte, sentía lo mismo. No estaba seguro de cómo había sucedido, pero desde esa primera vez que hablaron en la escuela, algo en Nori lo había atrapado. No era solo su belleza, aunque no podía negar que la encontraba increíblemente atractiva. Era más bien la manera en que ella se mostraba al mundo, la forma en que podía ser fuerte y vulnerable al mismo tiempo, que lo había cautivado. Ahora, mientras la sostenía en sus brazos, sentía que no importaba nada más que ese momento.
Las semanas habían pasado rápidamente, casi como un borrón de recuerdos felices. Las citas en la playa, con el sol cayendo sobre ellos mientras reían y jugaban con el agua. Las tardes en la feria, donde compartieron algodón de azúcar y se subieron a la rueda de la fortuna. Habían hablado de todo y de nada, con risas interminables que parecían llenar cualquier vacío que pudieran haber tenido antes de conocerse. Todo había sido perfecto, pero nada comparado con el momento presente.
Nori levantó la cabeza lentamente para mirarlo, sus ojos brillando bajo la luz tenue del salón. No necesitaban decir mucho; sus miradas lo decían todo. Había una especie de entendimiento silencioso entre ellos, como si ambos supieran que ese momento no era el final de su historia, sino el comienzo de algo más profundo.
—Esto es un poco surrealista, ¿no? —susurró Nori, rompiendo el silencio mientras seguían moviéndose al compás de la música.
—Sí, lo es —respondió Khan, con una ligera risa—. Pero creo que me gusta lo surrealista.
Ella sonrió ante su comentario, y ambos continuaron bailando, perdiéndose en el momento. Las luces brillaban a su alrededor, pero para ellos, el mundo parecía haberse reducido a ese pequeño espacio donde solo existían ellos dos.
Con cada paso, cada giro, sus corazones se sincronizaban más. No había necesidad de palabras largas o declaraciones dramáticas. En ese preciso instante, todo lo que necesitaban estaba justo allí: la compañía del otro, el ritmo de la música y la certeza de que, pase lo que pase, habían encontrado algo especial.
Cuando la música finalmente terminó, ambos se detuvieron, aunque ninguno quería realmente soltarse. Sus miradas se cruzaron de nuevo, y Nori supo en ese momento que este era solo el principio de algo más grande de lo que nunca había esperado.
Nori respiró hondo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. Era un momento que había estado esperando, aunque sin realmente darse cuenta hasta ahora. Miró a Khan, su expresión tranquila pero con una chispa de comprensión en sus ojos, como si él ya supiera lo que iba a pasar. Aún así, había una especie de nerviosismo compartido entre ellos, un pequeño hormigueo en el aire.
Armándose de valor, Nori se puso de puntitas, su rostro acercándose lentamente al de Khan. Los ojos de él seguían fijos en los de ella, suaves y atentos, mientras su mano se elevaba para acariciar la mejilla de Nori. Ese simple gesto, la calidez de su mano contra su piel, la hizo sentir más segura, como si en ese instante nada malo pudiera suceder.
Khan se inclinó ligeramente hacia ella, acortando la distancia que quedaba entre ambos. Y entonces, finalmente, sus labios se tocaron. Al principio, fue apenas un roce, un contacto suave y ligero que apenas duró unos segundos. Nori sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era un primer beso delicado, como si ambos estuvieran probando, midiendo lo que sentían.
Pero ese primer toque no fue suficiente. Lentamente, sin prisa pero con una creciente seguridad, sus labios se encontraron de nuevo, esta vez presionándose un poco más, envolviendo el uno al otro en un beso más profundo. Nori no pudo evitar sonreír mientras sentía el calor de Khan contra ella. Y cuando abrió los ojos un poco, vio que él también sonreía. Ambos compartían esa felicidad tranquila, casi como si fuera un secreto solo entre ellos.
Fue entonces cuando Khan decidió profundizar el beso. Sus labios se movieron con más intención, enredándose suavemente con los de ella en una danza lenta y rítmica. El beso era tierno pero apasionado, lleno de una emoción latente que ambos estaban explorando. Cada movimiento era una conversación silenciosa entre ellos, una manera de decirse cosas que aún no se atrevían a expresar con palabras.
Nori, conmovida por lo que estaba sintiendo, se dio cuenta de que no podía quedarse atrás. Así que, con un impulso tímido pero decidido, forzó suavemente su lengua en la boca de Khan, explorando un nuevo nivel de intimidad. Él no se sorprendió; en cambio, respondió con igual suavidad, succionando ligeramente su lengua, lo que hizo que Nori sintiera una descarga eléctrica en su estómago. El gesto, aunque delicado, fue lo suficientemente intenso como para que Nori retrocediera un poco, separándose de él, su respiración acelerada.
Cuando se apartaron, ambos se quedaron quietos, observándose en silencio, como si estuvieran procesando lo que acababa de suceder. Nori estaba completamente sonrojada, lo sabía sin necesidad de mirarse en un espejo. Sentía el calor no solo en sus mejillas, sino también en sus orejas, que seguro estaban encendidas de un rojo intenso. Siempre le había pasado eso cuando estaba nerviosa o avergonzada, y ahora no era la excepción.
Khan sonrió con ternura al verla así. Era algo que había aprendido a amar de ella. Ese rubor que se extendía no solo por su rostro, sino incluso hasta la punta de sus orejas, como si todo su cuerpo participara en esa emoción que sentía. La encontraba adorable de una manera que era difícil de explicar, como si en esos momentos ella se mostrara de la forma más genuina posible.
—Te ves linda cuando te sonrojas —dijo en voz baja, casi en un susurro.
Nori se rió nerviosa, todavía sintiendo el calor en su rostro. No sabía cómo responder a eso, así que simplemente desvió la mirada, tratando de calmarse. Su corazón aún latía rápido, y no podía evitar sentir que sus piernas temblaban un poco después de lo que acababa de suceder.
—No es justo... —dijo, sin poder ocultar la pequeña sonrisa que aún se asomaba en sus labios—. No me hagas sentir más nerviosa de lo que ya estoy.
Khan rió suavemente, y sin decir nada más, dio un paso hacia ella, tomando su mano entre la suya. El simple contacto la tranquilizó un poco, como si de alguna manera ese gesto calmara el torbellino de emociones que sentía en su interior.
—No tienes que ponerte nerviosa conmigo, Nori —dijo Khan, mirándola con esa ternura que siempre la desarmaba—. Estoy aquí, y no voy a ninguna parte.
Esas palabras, aunque sencillas, le llegaron al corazón. Nori levantó la vista, encontrándose de nuevo con los ojos claros de Khan, y en ese momento supo que todo estaba bien. No había razón para sentirse nerviosa, porque estaba con alguien que la hacía sentir segura, alguien con quien podía ser ella misma sin reservas.
—Lo sé —respondió finalmente, apretando suavemente su mano en la de él—. Y gracias por eso.
Khan sonrió y, sin soltar su mano, la acercó una vez más, pero esta vez solo la abrazó. Fue un abrazo suave, reconfortante, que no necesitaba nada más. Y allí, en ese momento, Nori supo que lo que tenían era especial.
El paso del tiempo había sido tan sutil que Khan casi no se dio cuenta de cómo habían cambiado las cosas. Sin embargo, ahí estaba, en el altar de la única iglesia del pueblo, de pie, nervioso y emocionado como nunca antes en su vida. El traje que llevaba era un azul marino oscuro, casi como el cielo al borde de la medianoche, perfectamente entallado a su cuerpo, aunque ya no era el hombre joven de antaño. Los años habían dejado su huella en él; su cabello, aunque todavía abundante, había comenzado a escasear en las sienes, y pequeñas arrugas se asomaban en las comisuras de sus ojos. Aún así, no se podía sentir más feliz. El día que había esperado durante tanto tiempo había llegado.
La iglesia era un lugar majestuoso, construido en un estilo victoriano que le daba un aire solemne y a la vez elegante. Los pilares eran imponentes, casi abrumadores, retacados de detalles finamente tallados que parecían contar historias antiguas. El suelo de mármol, frío y brillante, reflejaba la luz que se colaba a través de los grandes vitrales que adornaban las paredes. Las figuras religiosas, en especial la imponente imagen de la Virgen María esculpida en mármol puro, vigilaban el espacio con serenidad. Los detalles en oro y rubíes en los bordes de las paredes le daban un toque de lujo casi celestial, como si el lugar mismo estuviera destinado a albergar momentos divinos. Inscripciones en latín recorrían las paredes, dando al espacio un aura de misticismo y eternidad.
A pesar de la magnificencia del entorno, no era el esplendor de la iglesia lo que mantenía la atención de Khan. Lo que lo hacía sentir que el corazón se le saldría del pecho era lo que veía al final de la larga alfombra roja que cruzaba el centro del lugar.
Nori, su Nori, estaba entrando por las grandes puertas de la iglesia. El aire en el lugar pareció detenerse por un momento cuando apareció, como si todos los presentes contuvieran la respiración al verla. El vestido que llevaba era impresionante, un corte sirena que abrazaba su figura con gracia y elegancia, extendiéndose en una larga cola de catedral que se deslizaba tras ella como si flotara. El blanco inmaculado del vestido contrastaba a la perfección con la alfombra roja, y cada pequeño detalle del encaje parecía estar diseñado para resaltar su belleza natural. El velo, también largo y delicado, caía suavemente desde su cabello rizado con calor, que en esa ocasión había sido dejado suelto pero perfectamente peinado. Sus rizos enmarcaban su rostro con una suavidad casi etérea, y el brillo de su piel parecía reflejar la luz tenue de las velas que decoraban el pasillo.
Nori sostenía un ramo de flores en una mano, una mezcla de rosas blancas y lilas que combinaban a la perfección con el ambiente romántico de la iglesia. Con la otra mano, se aferraba con fuerza al brazo de su padre, Iván, quien caminaba junto a ella con una sonrisa que irradiaba orgullo y emoción. Ambos avanzaban lentamente, sincronizados con la música de la marcha nupcial que resonaba en el aire, pero el ambiente parecía estar lleno de algo más, algo intangible que envolvía a todos los presentes.
Nori no podía dejar de sonreír. Una mezcla de emociones la inundaba, pero la más fuerte de todas era la felicidad pura. Caminaba hacia el hombre que amaba, el hombre con quien había compartido tantos momentos, tantos recuerdos, y ahora estaban a punto de hacer el compromiso más importante de sus vidas. Mientras avanzaba, podía escuchar la suave voz de su padre hablándole al oído. Iván le decía algo, probablemente alguna anécdota sobre el día en que él mismo se casó con Larissa, la madre de Nori. Era un momento íntimo entre padre e hija, y Nori lo saboreaba, consciente de lo especial que era.
Cuando finalmente llegaron al altar, Khan sentía que el tiempo se había dilatado, como si cada segundo hubiera durado una eternidad. No podía apartar los ojos de ella. La emoción era palpable en su rostro; la sonrisa que iluminaba su cara era sincera y llena de amor. Había esperado este momento durante tanto tiempo, y ahora que estaba aquí, no podía evitar sentirse abrumado por la suerte que tenía.
Iván, con una sonrisa cálida y algo de nostalgia en sus ojos, se detuvo frente a Khan, sosteniendo aún la mano de su hija. Su mirada transmitía muchas cosas: orgullo, confianza, y quizá un pequeño toque de advertencia paternal, pero sobre todo amor.
—Cuídala mucho —dijo Iván, con una mezcla de seriedad y cariño en su voz. Era más que una petición; era una promesa que ambos sabían que Khan debía cumplir.
Khan asintió, su corazón latiendo con fuerza mientras sus manos tomaban las de Nori. Miró a su futuro suegro directamente a los ojos y, con una sonrisa tranquila, respondió con firmeza:
—Lo haré, con mi vida.
Iván asintió, satisfecho con la respuesta. Después, soltó la mano de Nori y le dedicó una última sonrisa antes de ir a tomar asiento junto a su esposa, Larissa, en la primera fila. Los dos padres miraban a su hija con orgullo y felicidad, sabiendo que estaba entrando en una nueva etapa de su vida, una llena de amor y nuevas aventuras.
El momento en que Khan y Nori se quedaron frente a frente en el altar fue casi irreal. A pesar de los nervios que sentían, había algo profundamente reconfortante en estar juntos, en saber que, a partir de ese momento, sus vidas estarían entrelazadas de una manera que nunca antes habían experimentado. La mirada de Nori estaba llena de amor, y en los ojos de Khan se podía ver la devoción y el respeto que siempre había sentido por ella.
El sacerdote comenzó la ceremonia con palabras solemnes, pero todo lo que Nori y Khan podían sentir en ese momento era la presencia del otro. Los sonidos a su alrededor parecían amortiguarse, como si el resto del mundo hubiera desaparecido y solo quedaran ellos dos, unidos por algo mucho más grande que cualquier ceremonia o ritual.
Nori apretó suavemente la mano de Khan, su pulgar trazando pequeños círculos sobre la piel de su palma. Era un gesto sencillo, pero lleno de significado. Khan le devolvió el apretón, y en ese pequeño intercambio, ambos se prometieron mutuamente mucho más que amor. Se prometieron apoyo incondicional, paciencia, y una vida compartida llena de momentos como ese, donde lo más importante sería siempre estar juntos, sin importar lo que la vida les trajera.
La ceremonia continuó, y cuando llegó el momento de intercambiar votos, Khan respiró profundamente antes de hablar. Sus palabras fueron sencillas, pero cargadas de emoción. No había ensayado mucho; solo sabía que quería hablar desde el corazón.
—Nori, desde el momento en que te conocí, supe que había algo especial en ti. Algo que me hacía querer ser mejor, que me hacía sentir que el mundo era un lugar más brillante solo porque tú estabas en él. Hoy, prometo amarte, respetarte y estar a tu lado en cada paso de este viaje. No puedo imaginar mi vida sin ti, y nunca lo querría.
Nori, con los ojos brillando de lágrimas, respondió con una sonrisa mientras tomaba aire para decir sus propios votos. En ese momento, no importaba cuán elaboradas fueran las palabras, porque lo que sentía era lo más real y sincero que había experimentado.
—Khan, desde el primer día supe que había algo en ti que me haría feliz. No sabía que encontraría en ti no solo a alguien con quien compartir mi vida, sino a alguien que me ayudaría a crecer, a ser mejor y a encontrar mi lugar en el mundo. Hoy, prometo caminar a tu lado, apoyarte, amarte y construir una vida juntos llena de risas, complicidad y amor.
Cuando el sacerdote finalmente pronunció las palabras tan esperadas, "puedes besar a la novia", Khan no pudo esperar más. Con una sonrisa que parecía iluminar toda la iglesia, se inclinó hacia Nori y la besó, un beso que sellaba todas las promesas y los sueños que ambos habían compartido.
El ambiente en el dormitorio estaba cargado de una mezcla de tristeza, esperanza y cansancio. La luz tenue de la mañana se filtraba por las cortinas, creando sombras suaves en la habitación. Khan, medio incorporado en la cama, observaba a Nori en el umbral del baño. Ella sostenía en su mano la prueba de embarazo, su rostro dibujaba una expresión de resignación, aunque en sus ojos brillaba una desilusión más profunda. A pesar de su suave bata de felpa, que contrastaba con la aspereza de sus emociones, Nori se veía vulnerable, como si la calidez de la tela no pudiera protegerla del frío que sentía por dentro.
—Negativa —dijo con un suspiro largo y contenido.
Khan, con el corazón todavía acelerado por la tensión de la espera, dejó escapar un suspiro, aunque sabía que Nori no compartía esa misma sensación. Para él, era un respiro de los nervios que implicaba la posibilidad de ser padre, pero para ella, la situación era mucho más compleja.
—Seguiremos intentando... —murmuró Khan con voz suave, esperanzada, como si las palabras fueran suficientes para consolarla.
Nori, sin embargo, negó con la cabeza. Sus hombros se hundieron mientras caminaba hacia la cama. La suavidad del colchón bajo su peso parecía reflejar lo pesada que se sentía en ese momento. Se sentó con las manos en el regazo, mirando fijamente el suelo como si buscara respuestas que no llegaban.
—Algo está mal en mí, ¿cierto? —preguntó, su voz apenas un susurro lleno de inseguridad.
Khan la miró sorprendido. Ese pensamiento le dolió más que cualquier resultado negativo. Habían consultado a varios médicos, quienes les habían asegurado que no había problemas de salud que impidieran un embarazo, pero la duda se había instalado en el corazón de Nori. Sabía lo mucho que deseaba ser madre, y verle luchar con esa sombra de incertidumbre le rompía el corazón.
—No tienes nada malo, cariño —dijo Khan con ternura, sentándose a su lado y rodeándola con su brazo, atrayéndola hacia su pecho.
El calor de su cuerpo y el ritmo tranquilo de su respiración pretendían calmarla, pero no podían ahuyentar la tristeza que la invadía. Nori apoyó la cabeza en el hombro de Khan, y las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a brotar. Sentía que todo su esfuerzo, todo el amor y la paciencia que habían puesto en este proceso, simplemente no eran suficientes.
En el silencio que llenaba la habitación, Khan recordó el día en que ambos habían recibido la noticia de que Nori estaba embarazada por primera vez. La alegría había sido inmensa, casi abrumadora, pero breve. Ese día, ambos habían imaginado un futuro lleno de risas infantiles, de noches en vela por culpa de un bebé inquieto, de una casa llena de vida y caos. Nori le había confesado lo mucho que soñaba con un hogar donde sus hijos corrieran por todas partes, donde ella pudiera estar en la cocina preparando algo rico mientras sus pequeños se aferraban a sus piernas.
Sin embargo, esa felicidad se evaporó en cuanto se realizaron el primer ultrasonido. El monitor, que debía mostrar un pequeño latido, permanecía en silencio. Ambos sabían lo que eso significaba antes de que el médico pudiera decirlo. El feto no había sobrevivido. La noticia les golpeó como una tormenta repentina, dejándolos en medio de una oscuridad que tardaron meses en superar. Nori había estado especialmente devastada, como si una parte de su alma se hubiese perdido junto con ese pequeño ser.
Aunque con el tiempo había empezado a recuperar su vitalidad, el deseo de ser madre nunca la abandonó. Ahora, después de varios meses de intentarlo de nuevo, de pruebas que sólo devolvían resultados negativos, el miedo y la tristeza volvían a apoderarse de ella.
—Está bien... —susurró Khan mientras acariciaba suavemente su cabello, como si eso pudiera disipar las nubes que se cernían sobre su esposa—. ¿Quieres volver a intentarlo?
Nori permaneció en silencio, perdida en sus pensamientos. Las imágenes de aquellos sueños que habían construido juntos sobre ser padres se desdibujaban cada vez más, haciéndose inalcanzables. La frustración era palpable, como si con cada negativa, la realidad estuviera robándoles un pedazo de su esperanza. Después de un largo rato, asintió, aunque lo hizo de manera vacilante, como si una parte de ella ya no quisiera hacerse ilusiones.
Khan la abrazó con más fuerza, sintiendo cómo su cuerpo temblaba levemente a causa de las emociones contenidas.
—No pienso dejarte, nunca —murmuró con una voz que, aunque tranquila, llevaba un peso de convicción absoluta—. Incluso si no podemos tener hijos, te tengo a ti, y eso es lo único que necesito para ser feliz. Eres lo mejor que me ha pasado, Nori.
Las palabras de Khan eran sinceras, y Nori lo sabía. Ella también lo amaba profundamente, pero el vacío que sentía no podía ser llenado del todo. Había algo en su interior, una pequeña fisura en su corazón que crecía con cada fracaso, algo que ni siquiera el amor incondicional de Khan parecía poder curar.
Nori suspiró, recostándose sobre el pecho de Khan. La habitación seguía en silencio, rota solo por el leve sonido del reloj en la pared, marcando el paso del tiempo, un tiempo que a veces parecía volar, y otras, como ahora, se arrastraba lentamente.
Ambos sabían que este camino no era fácil, pero también sabían que lo recorrerían juntos, sin importar los obstáculos. Khan se negaba a permitir que Nori se sintiera sola en esta lucha, y aunque no podía borrar su dolor, estaba decidido a apoyarla en cada paso.
Nori cerró los ojos, intentando encontrar consuelo en los brazos de Khan, sabiendo que aunque las cosas no salieran como lo habían planeado, de alguna manera encontrarían la forma de seguir adelante. Pero en ese momento, con el peso del fracaso reciente aún fresco, solo podía sentir la tristeza que la envolvía, como un manto del que no podía desprenderse.
Khan y Nori se encontraban juntos en el baño, un espacio pequeño pero bien iluminado, con azulejos claros y el sonido tenue del agua goteando desde el grifo del lavabo. Ambos estaban ansiosos, casi temerosos de lo que estaba a punto de revelar una pequeña prueba de embarazo que descansaba sobre el borde del lavabo. Nori, sentada en la tapa del retrete, no podía dejar de mirar el reloj en la pared, contando mentalmente los segundos que pasaban. El ambiente se sentía pesado, cargado de expectativas y una mezcla de esperanza y miedo.
Khan, de pie a su lado, intentaba mantener la calma, pero cada segundo que pasaba parecía más largo que el anterior. Su mente estaba en una espiral de pensamientos, recorriendo posibles futuros en los que las respuestas serían diferentes. Por fin, el tiempo se cumplió, y Nori, con manos temblorosas, tomó la prueba de embarazo y la sostuvo frente a sus ojos. Khan se inclinó para mirar a la par de ella, su corazón latiendo con fuerza mientras compartían ese momento de tensión.
- Positiva... -murmuró Nori, con una incredulidad que apenas le permitía procesar la noticia. Volvió a repetirlo, esta vez con más certeza-: Positiva.
El mundo pareció detenerse por un instante. Nori se levantó de golpe, aún con la prueba en la mano, y miró a Khan directamente a los ojos, donde vio reflejada la misma emoción y alivio que sentía. Sin pensarlo, se abrazaron con fuerza, ambos dejando escapar la tensión acumulada en forma de risas y lágrimas de alegría. Era como si de repente todos los problemas y miedos que habían tenido se desvanecieran. En ese momento, el futuro se veía más brillante y lleno de promesas. Las paredes del baño, el grifo goteando, el suelo frío bajo sus pies, todo eso pasó a segundo plano mientras el abrazo se intensificaba.
Khan, embriagado por la emoción, tomó a Nori por la cintura y la levantó en el aire, sentándola sobre sus caderas como si fuera la cosa más natural del mundo. Con una sonrisa amplia, besaba su rostro repetidamente, la frente, las mejillas, la nariz, cualquier parte que pudiera alcanzar. Cada beso estaba cargado de amor, de alivio, y de una alegría casi palpable.
- ¡Vamos a ser padres! -exclamó Khan, con una mezcla de incredulidad y pura felicidad en su voz. Nori, que no podía dejar de reír y llorar al mismo tiempo, lo abrazó con fuerza, dejando que su felicidad fluyera libremente. Se sentía ligera, como si una enorme carga hubiera sido levantada de sus hombros.
De repente, un suave maullido interrumpió el momento. Bajaron la mirada y encontraron a Lika, la gata de Nori, frotándose contra las piernas de Khan y ronroneando con satisfacción. Era como si la enorme felina también entendiera la magnitud del momento. Nori se inclinó para acariciar a Lika, aún riendo.
- Creo que ella también está feliz -comentó Nori con una sonrisa, acariciando la cabeza de su gata. Lika, siempre observadora y cariñosa, parecía compartir la euforia que flotaba en el aire. Khan, mirando la escena, solo pudo reír. Era un momento perfecto, uno que recordarían siempre, con su pequeña familia creciendo poco a poco.
Khan volvió a abrazar a Nori, esta vez más suavemente, sosteniéndola con una ternura nueva, consciente de la vida que comenzaba a formarse dentro de ella.
- Te amo -le susurró al oído, y Nori sintió una calidez indescriptible al escuchar esas palabras.
- Yo también te amo -respondió ella, sintiendo una conexión aún más profunda con su esposo.
Esa pequeña prueba de embarazo había cambiado todo. Habían pasado por tanto, desde la pérdida de su primer embarazo hasta los meses de incertidumbre, las pruebas negativas y las dudas que a veces pesaban sobre ellos. Pero ahora, por fin, tenían la respuesta que tanto habían anhelado. Sabían que el camino no sería fácil, que los nueve meses que tenían por delante estarían llenos de desafíos, pero también de momentos de amor, de unión y de pura emoción.
Khan, bajó a Nori al suelo con sumo cuidado y con un brillo en los ojos, le tomó la mano a Nori y la guió fuera del baño.
- Tenemos que empezar a prepararnos -dijo con una risa suave-, Ahora que lo sabemos, ¡hay tanto que hacer! Preparar la habitación, pensar en nombres, y asegurarnos de que todo esté perfecto para cuando llegue
Nori asintió, sintiendo una nueva energía correr por su cuerpo.
- Sí, pero lo más importante es cuidar a esta pequeña vida -dijo, acariciando suavemente su vientre.
- Y eso haremos -dijo Khan, tomando su mano y colocando un beso suave sobre sus nudillos.
A partir de ese momento, todo cambió. Las semanas pasaron, y la alegría que habían sentido ese día en el baño solo creció. Nori comenzó a notar los primeros cambios en su cuerpo, pequeñas señales que le recordaban constantemente la presencia de su bebé. Khan, siempre atento y amoroso, estaba a su lado en cada paso del camino, acompañándola a cada cita médica, asegurándose de que comiera bien y de que descansara lo suficiente.
Ambos se emocionaban con cada detalle. Cada vez que escuchaban el latido del corazón del bebé en los ultrasonidos, sus sonrisas se ensanchaban, y cuando finalmente descubrieron que sería una niña, Khan no pudo contener las lágrimas. Sabía que ese pequeño ser, que aún no había nacido, ya lo había cambiado por completo.
Cuando llegó el gran día, después de nueve meses llenos de anticipación, Nori y Khan sostuvieron en sus brazos a su pequeña bebé, Uzi. Tenía los ojos morados de su madre y el cabello oscuro de todas las mujeres de la familia de la bruja. Al mirarla por primera vez, sintieron una felicidad que no se podía describir con palabras. Su familia, finalmente, estaba completa.
6732 palabraaassss
Bro es que te juro, está cosa le metí mucho amor y sentimientos...
Y ahora entienden porqué sí les afectó tanto a Nori y a Khan la desaparición de Uzi?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro