Capítulo 35
Thad despertó con una sensación de dolor punzante en todo su cuerpo, como si hubiera estado luchando durante horas. Al abrir los ojos, parpadeó varias veces, intentando enfocar la vista. Sentía algo pegajoso en su rostro, y al pasarse la mano por el cabello, notó que estaba mojado. Para su sorpresa, el cabello estaba limpio y húmedo, como si acabara de salir de una ducha que no recordaba haber tomado. Su primera impresión fue de desconcierto: estaba vestido con ropa que no era suya. Una camisa negra y unos shorts del mismo color, ambos le quedaban algo grandes, las mangas de la camisa caían hasta cubrir casi por completo sus manos.
Incorporándose lentamente, sintió cómo su cuerpo protestaba por el esfuerzo. Se dejó caer de nuevo sobre la suave superficie de la cama, notando la sensación lujosa del terciopelo que cubría las sábanas. Miró alrededor y se encontró en una habitación tan extravagante que parecía haber salido de un libro de historia. Las paredes estaban cubiertas de tapices, la cama era enorme, con un dosel imponente y cortinas pesadas que caían a los lados. Los muebles, todos de madera oscura y pulida, tenían un aire de antigüedad, y una lámpara de araña colgaba del techo, aunque apagada, como si no hubiera sido encendida en siglos.
Por un momento, Thad se preguntó si seguía soñando. "¿Dónde demonios estoy?", pensó, alzando la vista hacia una ventana que dejaba pasar luz tenue, probablemente de una tarde cercana al atardecer. Aunque no podía asegurarlo, sabía que no estaba en su casa, ni en ningún lugar que reconociera. El desconcierto lo invadió de nuevo hasta que los recuerdos comenzaron a fluir lentamente. El incidente con aquella criatura, el enfrentamiento desesperado... y luego, Uzi y N apareciendo para salvarlo. Habían intervenido justo a tiempo.
"¿Me habrán traído ellos aquí?", se preguntó, frotándose el rostro mientras intentaba poner sus pensamientos en orden. La última vez que los había visto, estaban en medio de la confusión, con ese monstruo muerto después del enfrentamiento. Thad frunció el ceño. Aunque agradecía estar vivo, no podía sacudirse la sensación de extrañeza. Este lugar no era una simple habitación de hospital o una casa cualquiera. Era algo más. Un refugio... pero de qué o de quién, no estaba seguro.
Sus dudas apenas empezaban a formarse completamente cuando la puerta de la habitación se abrió con un crujido largo y pesado. Se tensó, inseguro de lo que iba a encontrar, pero al ver a las figuras que cruzaban el umbral, dejó escapar un suspiro. Uzi entró primero, con un libro antiguo en sus manos, un grimorio lleno de símbolos y textos extraños que flotaban en las páginas cada vez que los ojos de Thad intentaban enfocarse en ellos. La atención de Uzi, sin embargo, no estaba en el libro, sino en las múltiples botellas que flotaban a su alrededor. Botellas llenas de lo que a Thad le pareció, horrorizado, sangre.
- Qué... -murmuró, pero no tuvo tiempo de terminar su pregunta.
Detrás de Uzi, Alvirian entró tambaleándose, una mano presionando su sien como si tuviera un dolor de cabeza insoportable. Parecía mareado, y por un segundo, Thad se preguntó si no se desplomaría en cualquier momento. Aunque Alvirian intentaba mantener su compostura, se notaba que algo lo afectaba profundamente.
Finalmente, N apareció detrás de ambos, caminando lentamente, sus ojos fijos en las botellas flotantes. Era imposible ignorar la expresión en su rostro: sus ojos, normalmente tranquilos, ahora brillaban con un hambre incontrolable. Thad notó cómo N se lamía los labios casi de manera inconsciente, y la visión lo perturbó profundamente. El rostro de N era el de alguien que luchaba contra un deseo primario, como un depredador acechando a su presa, y esas botellas flotantes parecían ser el objeto de su desesperación.
Thad tragó saliva, intentando no moverse demasiado. Aunque la escena frente a él era surrealista, lo que más lo inquietaba era la calma con la que sus compañeros parecían manejar la situación. No había preguntas ni explicaciones, simplemente entraron como si fuera un día cualquiera, como si lo que flotaba alrededor de Uzi y la expresión famélica de N no fueran motivo de alarma.
- ¿Qué está pasando? -preguntó finalmente Thad, su voz apenas un susurro. No esperaba una respuesta inmediata, pero necesitaba entender.
Uzi, con su típica calma, levantó la vista del grimorio y lo miró brevemente, pero fue N quien habló primero, aunque su voz sonó más grave de lo habitual, como si estuviera conteniendo algo mucho más poderoso dentro de él.
- Te trajimos aquí después de que te desmayaras. Estabas bastante malherido, pero ya estás mejor -explicó sin mucho detalle.
Alvirian soltó un bufido mientras se apoyaba en una de las paredes, claramente cansado.
- Deberías agradecerle a Uzi -dijo con una sonrisa cansada-. Ella fue quien hizo la mayor parte del trabajo para mantenerte con vida.
Thad miró a Uzi, quien simplemente le lanzó una mirada rápida antes de volver su atención a las botellas. A medida que estas flotaban a su alrededor, Uzi parecía estar dirigiendo su energía en otra cosa.
- Teníamos que asegurarnos de que estuvieras a salvo -dijo Uzi, sin apartar la mirada de las botella-, Estabas en peligro, pero logramos sacarte de allí. Ahora estamos en un lugar seguro, al menos por un tiempo.
El silencio que siguió fue denso, y Thad sentía que había más en la historia de lo que le estaban contando, pero no estaba seguro de si quería saberlo. Mientras observaba a sus compañeros, especialmente a N, cuyo deseo por la sangre era palpable, no podía evitar sentirse aún más incómodo.
Sin otra palabra, Thad asintió lentamente, aunque las preguntas seguían arremolinándose en su cabeza. Algo en esa habitación, en la forma en que actuaban sus compañeros, le decía que lo peor aún no había terminado.
Uzi se lanzó a la cama, asegurándose de mantener una distancia prudente de Thad, quien seguía recostado. Se dejó caer pesadamente sobre el colchón, suspirando de alivio, como si por fin pudiera relajarse. Las botellas que había estado haciendo flotar a su alrededor cayeron suavemente junto a ella, dispersándose sobre la cama. N, con una mirada hambrienta, no tardó en acercarse y estirar la mano hacia una de las botellas, sus ojos centelleando con expectación, pero Uzi reaccionó rápidamente. Con un movimiento ágil y casi juguetón, le dio un suave golpe en la mano antes de que pudiera alcanzarla.
—Si nos sobran, prometo darte una, ¿okey? —le dijo la pelimorada, mirándolo con una leve sonrisa mientras N retiraba la mano, frustrado pero divertido. La promesa de Uzi pareció calmarlo, y la pequeña reprimenda solo provocó una sonrisa en el rostro del vampiro, dejando entrever el brillo juguetón en sus ojos.
N, al escuchar la promesa, dejó escapar una risa suave que le iluminó todo el rostro. Uzi lo observó por un instante, y aunque trataba de mantener la compostura, no pudo evitar sonreír ante la expresión de N. Parecía tan adorable a sus ojos, con sus mejillas regordetas acentuadas por la amplia sonrisa que mostraba. Las puntas de sus colmillos apenas asomaban entre sus labios, un detalle que normalmente habría pasado desapercibido, pero que ahora no hacía más que acentuar lo tierno que se veía en ese momento. Los ojos ambarinos de N brillaban con una calidez que Uzi no solía ver en él tan a menudo, una mezcla de inocencia y deseo controlado que lo hacía parecer casi como un cachorro de golden retriever emocionado por algún premio.
Por un segundo, Uzi sintió un vuelco en el estómago. Esa sensación le llegó de repente, sin advertencia, y la confundió. No sabía exactamente por qué, pero ver a N de esa manera, tan despreocupado y vulnerable en su sonrisa, la hizo sentir algo que no había experimentado antes. Era algo más que simple cariño. Era una sensación extraña, una mezcla de calidez en su pecho que subió rápidamente hasta sus mejillas, y se encontró luchando contra el rubor que comenzaba a cubrir su rostro. Intentó reprimirlo, concentrarse en otra cosa, pero el sonrojo era persistente, y lo último que quería era que N notara su reacción.
Se obligó a apartar la mirada de N, centrando su atención en cualquier otra cosa dentro de la habitación. Pero por mucho que intentara distraerse, su mente seguía volviendo a la misma imagen: la sonrisa de N, esos ojos ambarinos que brillaban como si él no tuviera una preocupación en el mundo en ese instante, la forma en que sus colmillos apenas se mostraban... Uzi intentaba convencerse de que solo estaba cansada, que todo esto era producto del agotamiento tras el incidente que acababan de enfrentar. Sin embargo, sabía que eso no explicaba completamente la sensación de nerviosismo que ahora se aferraba a su pecho.
Respiró hondo, deseando que el calor en su rostro disminuyera, pero era evidente que no iba a ser tan fácil. La sonrisa que había estado luchando por contener finalmente se escapó, aunque fuera pequeña y tímida. No era tan sencillo resistirse a la ternura que N irradiaba en ese momento, y aunque quería seguir siendo la misma Uzi de siempre, imperturbable y fuerte, algo en su interior la hacía sentir vulnerable.
Mientras el ambiente en la habitación se relajaba, con Thad aún descansando a un lado y Alvirian distraído en sus propios pensamientos, Uzi luchaba internamente con sus propios sentimientos. No era algo que pudiera comprender por completo en ese momento, pero había algo innegable en la forma en que su cuerpo reaccionaba ante N. Algo que, por mucho que intentara ignorar, se hacía cada vez más evidente.
N, por su parte, parecía completamente ajeno a la tormenta interna que se desataba en la mente de Uzi. Seguía sonriendo, relajado, como si no existiera nada más importante en ese momento que la tranquilidad que se respiraba en la habitación. La tensión que Uzi intentaba ocultar no parecía afectarlo en absoluto. Simplemente estaba allí, con su sonrisa despreocupada, disfrutando de la calma que lo envolvía.
Sin decir una palabra, N se dejó caer en la cama junto a Uzi, quien, sintiendo el movimiento a su lado, instintivamente le dio la espalda. Parecía que intentaba evitar algún tipo de contacto directo, aunque no había ninguna razón lógica para ello. N, sin embargo, no lo interpretó como un rechazo. Con la misma suavidad que había demostrado antes, se acomodó a su lado, adoptando una posición fetal. Sus movimientos eran tan delicados que apenas si se escuchaba el crujir de las sábanas bajo su peso.
Uzi, con el corazón latiendo rápidamente, intentó mantener la compostura. Sabía que N estaba demasiado cerca, más de lo que acostumbraba, pero se obligaba a no reaccionar. Sin embargo, antes de que pudiera convencerse de que todo estaba bajo control, sintió algo inesperado: el brazo de N se deslizó suavemente alrededor de su cintura, envolviéndola en un abrazo inesperado. El contacto fue suficiente para hacerla temblar por un breve instante, y aunque quiso apartarse por reflejo, su cuerpo permaneció inmóvil, sorprendido por el gesto.
—Solo un rato, ¿sí? —susurró N en voz baja, con un tono casi suplicante, como si temiera que ella lo rechazara de inmediato. El calor de su aliento rozó el oído de Uzi, provocando que una oleada de escalofríos recorriera su piel. La tensión que había intentado reprimir se intensificó con sus palabras—. Tu cuerpo está cálido, y me gusta tu olor.
El corazón de Uzi latía tan fuerte que estaba segura de que N podía escucharlo. Sus mejillas, que ya estaban enrojecidas, se calentaron aún más. Se quedó completamente quieta, sin saber cómo responder, incapaz de mover un solo músculo. Todo su cuerpo estaba en alerta, pero no de la manera en que lo estaría si se sintiera incómoda o asustada. Era otra clase de sensación, algo más profundo que aún no lograba identificar del todo. Quería decir algo, cualquier cosa, pero las palabras no llegaban a su boca.
Y, aun así, no se apartó. A pesar de la sorpresa y la confusión que la invadían, permitió que N siguiera abrazándola. Poco a poco, fue consciente de la proximidad de sus cuerpos, de cómo su espalda estaba ahora firmemente apoyada contra el pecho de él. Podía sentir el ritmo pausado de la respiración de N, y el simple hecho de que su respiración fuera tan calmada la hacía sentirse aún más nerviosa. ¿Cómo podía él estar tan tranquilo cuando ella estaba tan agitada por dentro?
N, al parecer, no tenía intenciones de moverse. Apoyó su cabeza en el pequeño hueco entre el hombro y el cuello de Uzi, acurrucándose más cerca de ella. Era una cercanía casi íntima, pero no había nada en el gesto que pareciera fuera de lugar. Parecía más un acto de confianza que de cualquier otra cosa. Y aunque Uzi seguía luchando con sus propios pensamientos, una parte de ella encontraba consuelo en ese abrazo inesperado. Tal vez no estaba acostumbrada a ser abrazada de esa manera, con tanta delicadeza y sin segundas intenciones.
Por un momento, Uzi solo respiró, sintiendo el peso ligero de la cabeza de N contra su cuerpo, el calor que compartían entre los dos. Era difícil negar que, a pesar de su confusión, había algo en todo aquello que le resultaba agradable. La forma en que él la abrazaba no era posesiva, sino suave, casi como si estuviera buscando un refugio en ella.
Finalmente, tras lo que le pareció una eternidad de silencio, Uzi murmuró algo apenas audible.
—Idiota... —susurró, pero no había dureza en sus palabras. Al contrario, su tono era tan suave que N podría haberlo interpretado como un suspiro más que como una reprimenda.
El silencio se extendió entre ambos nuevamente, aunque esta vez, la incomodidad inicial de Uzi había comenzado a desvanecerse. No sabía qué hacer con lo que estaba sintiendo, pero tampoco quería analizarlo en ese momento. Prefería quedarse así, dejando que el peso de sus pensamientos se esfumara por un rato, solo sintiendo el calor de N contra ella, mientras el mundo exterior parecía haberse detenido por completo.
N se rió suavemente ante el pequeño insulto de Uzi, pero no hizo el más mínimo intento de soltarla. Al contrario, su abrazo se mantuvo firme, casi como si temiera que, si la dejaba ir, todo el momento de tranquilidad que compartían se desvanecería. Uzi, aunque seguía algo incómoda con la situación, no protestó más. Ya había aceptado que, por alguna razón, estar en los brazos de N no era tan malo como había imaginado al principio. No se molestó en alejarlo, y poco a poco, el ritmo de su respiración fue acompasándose con el de él.
Mientras tanto, al otro lado de la habitación, Alvirian ya había caído rendido sobre un sillón de aspecto antiguo. Su cuerpo, visiblemente agotado por las heridas que adornaban sus brazos, apenas se movía. Estaba completamente dormido, con el ceño fruncido y el rostro cubierto por mechones de cabello desordenado. A pesar de su estado, no parecía encontrar paz en su descanso; su respiración era agitada, y de vez en cuando un espasmo involuntario sacudía su cuerpo.
Thad, por su parte, estaba lejos de poder conciliar el sueño. Mientras N y Uzi compartían su momento de relativa calma, Thad se revolvía inquieto sobre la cama. Intentaba encontrar una posición en la que su mente pudiera relajarse lo suficiente como para descansar, pero cada vez que cerraba los ojos, los pensamientos lo asaltaban con más fuerza. Su cuerpo estaba tenso, como si una parte de él esperara que algo terrible ocurriera en cualquier momento. La idea de dormir, de bajar la guardia, lo llenaba de una sensación de vulnerabilidad que no podía soportar.
Afueras de la mansión, la tormenta que había comenzado como una ligera llovizna se había transformado en una verdadera tempestad. Las gotas de lluvia golpeaban las ventanas con furia, y el sonido del viento colándose entre los árboles resonaba como un lamento lejano. Los truenos comenzaban a hacer eco en la distancia, y los relámpagos iluminaban brevemente la habitación en destellos blancos y cegadores.
A pesar de la tormenta, Thad no lograba encontrar consuelo en el hecho de que estaban resguardados en la mansión. Todo lo contrario, el clima violento del exterior solo aumentaba su sensación de desasosiego. Apretó las sábanas de terciopelo bajo sus manos, cerrando los ojos con fuerza, pero la oscuridad detrás de sus párpados no era mejor. Los recuerdos de las últimas horas seguían acechándolo.
Uzi era una bruja. N, un vampiro. Ambos seres que, hasta hacía poco, habían sido simples compañeros de clase, nada más que dos adolescentes que compartían los mismos pasillos que él. Ahora, de repente, todo se sentía surrealista. Su mundo había sido sacudido de una manera que nunca habría imaginado. Un monstruo había intentado devorarlo. Había sido testigo de cosas que solo existían en los libros y las películas. Y lo peor de todo era que, incluso en ese momento, no sabía si sus amigos estaban vivos o muertos.
La incertidumbre lo consumía. Sus amigos... la idea de que tal vez ya no estuvieran allí, de que tal vez él fuera el único sobreviviente, lo llenaba de una mezcla de tristeza y culpa. Se sentía impotente, perdido en un mar de preguntas sin respuesta. Todo había sucedido tan rápido. Las horas que habían pasado desde que ese monstruo apareció se sentían como una eternidad, pero al mismo tiempo, todo había transcurrido con una velocidad vertiginosa. Era como si el mundo se hubiera transformado a su alrededor y él aún no hubiera tenido tiempo de procesarlo.
Thad intentaba calmarse, diciéndose a sí mismo que estaba a salvo en ese momento. Uzi y N lo habían salvado. Lo habían llevado a esa mansión, donde al menos por ahora, parecía que estaban a salvo de cualquier peligro. Pero esa seguridad no era suficiente para disipar sus miedos. No se sentía seguro del todo, ni siquiera cuando el refugio era tan lujoso como ese. Sabía que, en cualquier momento, las cosas podían cambiar. Afuera, la tormenta seguía rugiendo, y dentro de él, la tormenta de pensamientos y emociones continuaba azotando su mente, impidiéndole encontrar la paz que tanto necesitaba.
Mientras observaba cómo los truenos iluminaban fugazmente la habitación, Thad se preguntaba si alguna vez podría volver a sentirse seguro, si podría regresar a una vida en la que las criaturas sobrenaturales no existieran y sus amigos estuvieran bien. Pero en el fondo, sabía que ese mundo había quedado atrás para siempre.
—Espero que no te moleste que tomáramos la comida que estaba en tu mochila —dijo Uzi al ver que Thad seguía despierto, su tono era relajado, pero había un dejo de cautela en su voz, como si temiera una respuesta negativa.
Thad, aún sumido en sus pensamientos, levantó la mirada hacia Uzi y arqueó una ceja, sin decir nada al principio. No era que le molestara, pero el comentario lo había sacado de sus cavilaciones de manera abrupta. Su mente seguía ocupada en procesar todo lo que había pasado, pero las palabras de Uzi lo trajeron de vuelta a la realidad.
—Llevábamos días sin comer —explicó Uzi rápidamente, como si su silencio le hubiera hecho pensar que estaba molesto—. Así que, aunque mi magia me permita aguantar sin comer durante varios días... —continuó, haciendo una pausa mientras buscaba las palabras adecuadas—. Alv y yo llevábamos ya tiempo sin probar bocado, más allá de algunas moras que N olía para asegurarse de que no fueran venenosas.
Uzi señaló hacia el sillón donde Alvirian estaba profundamente dormido. Su cuerpo, cubierto por varias heridas, parecía haberse rendido por completo al agotamiento. Sus cabellos verdes caían desordenados sobre su rostro, dándole un aspecto aún más vulnerable.
Luego, con un gesto suave, Uzi acarició el cabello de N, que seguía recostado a su lado. N, en respuesta, esbozó una sonrisa adormilada, frotando su mejilla contra la de Uzi de manera casi instintiva. El gesto fue tan tierno y natural que Thad no pudo evitar sentir una ligera incomodidad, como si estuviera presenciando un momento privado entre ellos. No había duda de que entre Uzi y N existía un lazo especial, algo que no había visto antes, pero que ahora parecía evidente.
Thad asintió con la cabeza ante la explicación de Uzi, pero no pudo evitar quedarse mirando un momento más. Lo que más lo sorprendía no era el hecho de que hubieran tomado su comida —bajo esas circunstancias, eso era lo menos importante—, sino lo cercanos que Uzi y N parecían ser. En la escuela, nunca los había visto juntos, al menos no de esa manera. Uzi era conocida por ser reservada, incluso algo distante, mientras que N solía ser algo más enigmático, pero definitivamente no eran vistos como un dúo inseparable, ni siquiera como amigos. Y ahora, después de haber pasado días y noches juntos, enfrentándose a peligros inimaginables, parecía que esos dos habían formado un vínculo especial, uno que iba más allá de lo que Thad podría haber imaginado.
Después de todo, compartir experiencias extremas cambia a las personas. La supervivencia, el miedo, la necesidad de confiar en el otro para seguir adelante... todo eso crea lazos que en circunstancias normales jamás se formarían. Y ellos no solo habían sobrevivido juntos, sino que habían luchado codo a codo contra un monstruo que, de no haber sido por ellos, lo habría devorado sin pensarlo dos veces. Thad no podía dejar de pensar en eso, en cómo su vida dependía ahora de esos dos, una bruja y un vampiro, seres que hasta hace poco solo habrían existido en sus pesadillas o en algún cuento de terror.
Pero ahí estaban. Uzi, con su seriedad habitual, y N, con esa actitud despreocupada y casi infantil cuando se sentía cómodo. Era surrealista, pero al mismo tiempo, tenía sentido. La cercanía entre ellos no era solo producto de la costumbre o la convivencia forzada, sino de algo más profundo, algo que él aún no entendía del todo.
—Supongo que es lo que pasa cuando uno enfrenta a un sanguinario monstruo —murmuró Thad, más para sí mismo que para ellos.
Uzi lo miró, levantando una ceja con curiosidad ante su comentario, pero no dijo nada. Parecía comprender lo que Thad estaba intentando decir, o quizás simplemente prefería no profundizar en ello. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo, y los tres estaban al límite, tanto física como emocionalmente.
Thad se acomodó en la cama una vez más, intentando encontrar una postura que le permitiera relajarse, aunque la inquietud aún rondaba su mente. Afuera, la tormenta seguía rugiendo, y el sonido de la lluvia golpeando las ventanas llenaba la habitación con una melodía constante y monótona. El ambiente debería haber sido lo suficientemente reconfortante para dormir, pero no podía hacerlo. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de esa criatura, sentía el peligro inminente que aún no podía sacudirse.
A su lado, Uzi y N seguían en su propio mundo, ajenos a la tormenta y al caos que aún residía en la mente de Thad. Parecían encontrar consuelo el uno en el otro, mientras que él se encontraba solo, atrapado en una realidad que apenas comenzaba a comprender.
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Por la mañana siguiente, el clima seguía siendo opaco, cubierto por una densa capa de nubes grises que parecían pesar sobre la mansión. Afortunadamente, ya no llovía, lo que aliviaba la sensación de encierro y desesperanza que había impregnado la noche anterior. N, Uzi y Alvirian habían despertado antes que Thad, quien aún dormía en la cama, completamente agotado por las experiencias vividas.
Con energía a pesar de las circunstancias, Uzi tomó las botellas de sangre y el grimorio que habían traído la noche anterior, llevándolos con determinación al centro de la habitación. Allí, se sentó en el suelo, con Alvirian a su lado, ambos rodeados de un aire de concentración. El silencio era palpable, solo interrumpido por el suave roce de las prendas de Uzi mientras destapaba una de las botellas.
—Intenta que acuda a ti —dijo Uzi, con una confianza que parecía infundir energía a la atmósfera, como si el desafío que enfrentaban no fuera más que un simple juego.
La revelación de que la magia de Alvirian era magia de sangre había transformado por completo su entrenamiento. Durante su primera lección, habían descubierto que su magia requería una conexión directa con su propia esencia. Esto se había vuelto evidente cuando Alvirian, en un acto de prueba, se cortó un dedo con la daga que estaban usando para cortar hierbas. En lugar de sangrar de la manera habitual, la herida cerró rápidamente, como si el propio cuerpo de Alvirian estuviera rechazando la herida.
El asombro había invadido a todos, pero Uzi, siempre analítica, dedujo que la magia de Alvirian había causado una reacción en cadena, que probablemente su propia magia durante el tiempo que había intentado enseñarle había despertado la magia de Alvirian, y por esto es que nunca antes se habían dado cuenta de esto. La magia de sangre era compleja y, al parecer, necesitaba un catalizador, una conexión profunda con su propio cuerpo.
Después de varias pruebas, en las que Uzi ayudó a Alvirian a manipular su sangre y a transferirla a los frascos preparados, el chico se sintió completamente agotado, y N, que había estado observando, también se sintió debilitado. Sin embargo, el vampiro tenía una notable resistencia ante el hambre, lo que le permitió mantener el control en medio de la adversidad.
Ahora, en esa mañana, Alvirian estaba sentado dentro de un círculo de sal que había trazado cuidadosamente en el suelo, un símbolo de protección. La botella de sangre, reposando frente a él, se convirtió en el foco de su concentración. Su misión era clara: intentar que la sangre acudiera a él. Uzi le había explicado que, si lograba controlar su magia, podría empezar a aprender a utilizarla de manera más efectiva. Así que, a través de su conexión, necesitaba invocar su sangre, un primer paso crucial en su camino hacia el dominio de su poder.
La atmósfera era tensa. Alvirian cerró los ojos y respiró profundamente, buscando calmar su mente. Se concentró en la botella, en la esencia que contenía, un líquido oscuro que vibraba con una energía casi palpable. Sentía que algo latía dentro de él, y sabía que tenía que evocar esa energía, establecer una conexión.
Mientras tanto, N no pudo resistir la tentación de saciar su propia hambre. Con un gesto despreocupado, tomó una de las otras botellas de sangre que había traído Uzi y se la acercó a los labios, bebiéndola como si fuera un jugo fresco. Cada trago lo llenaba de energía y aliviaba la debilidad que sentía. Uzi, observando el acto, sonrió con ternura y comenzó a acariciar suavemente el cabello de N. Este gesto, simple pero lleno de cariño, hizo que el vampiro sonriera con felicidad, una expresión que iluminaba su rostro pálido.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Uzi, sin dejar de acariciar la cabeza de N, su voz suave y maternal hasta cierto punto, repleta de preocupación por su amigo.
—Mucho mejor —respondió N con una sonrisa satisfecha.
Alvirian, con los ojos aún cerrados, no podía evitar escuchar la conversación entre sus amigos. La voz de Uzi era un ancla en medio de su concentración, y el sonido de N disfrutando de su bebida le daba un poco de aliento. A pesar de la presión que sentía por dominar su magia, sabía que no estaba solo. Había una camaradería entre ellos que lo empujaba a seguir adelante, a no rendirse.
Decidido, Alvirian volvió su atención a la botella. Tenía que establecer una conexión más profunda con su magia. Abrió los ojos y miró la botella como si estuviera observando a un viejo amigo, recordando cómo había reaccionado antes. El calor, la energía, la conexión... debía evocar esa sensación nuevamente.
Con determinación, comenzó a murmurar las palabras que había aprendido, intentando invocar su magia con una firmeza renovada. Las luces tenues de la habitación parecían responder a su voz, casi como si el entorno mismo se animara con su energía. La botella empezó a vibrar levemente, y él pudo notar que algo estaba cambiando.
—Eso es —murmuró Uzi, entusiasmada—. Estás logrando algo, Alv. Sigue así.
N, al escuchar a Uzi, dejó de beber y se volvió hacia Alvirian, prestando atención al proceso. La mirada del vampiro estaba llena de admiración, y su entusiasmo era contagioso. Ver a sus amigos trabajar juntos, apoyándose mutuamente en medio de la adversidad, le dio una sensación de calidez en el pecho.
Alvirian cerró nuevamente los ojos, sintiendo cómo la sangre en la botella parecía estar respondiendo a su llamado. Podía sentir la presión dentro de él, un zumbido que crecía cada vez más fuerte. Concentrándose en esa energía, extendió su mano hacia la botella, sin tocarla, pero sintiendo un magnetismo en el aire.
Con un gesto decidido, movió su mano y, por un instante, la sangre comenzó a fluir lentamente de la botella, levantándose en el aire en un hilo delgado y brillante. Era como si la sangre misma estuviera ansiosa por cumplir su deseo. Alvirian sintió una oleada de emoción. Lo estaba logrando. Era un momento de triunfo, uno que lo llenaba de orgullo y esperanza.
—¡Lo hiciste! —exclamó Uzi, aplaudiendo suavemente en su entusiasmo. N, a su lado, sonrió ampliamente, visiblemente impresionado por el logro de su amigo.
Sin embargo, en medio de la alegría, Alvirian sintió un pequeño tirón en su estómago. Había utilizado una gran cantidad de su energía para lograr esto, y aunque había conseguido que la sangre fluyera, el costo había sido alto. Su cuerpo comenzó a temblar, y la concentración que había mantenido se desvaneció lentamente. La sangre dejó de fluir, regresando a la botella con pereza.
—Alv, ¿estás bien? —preguntó Uzi con preocupación, notando que el color de su rostro había palidecido un poco.
—Sí... solo un poco... cansado —respondió Alvirian, tratando de ocultar su debilidad, aunque la fatiga era evidente en su voz.
N se acercó a él, colocándole una mano en el hombro con cuidado, como si la presión de su toque pudiera brindarle un poco de fuerza. Uzi también se movió más cerca, formando un pequeño círculo de apoyo a su alrededor.
—Descansa un poco —sugirió N, con una voz suave pero firme—. Lo has hecho bien.
Alvirian asintió, sintiendo que su cuerpo pedía a gritos un momento de reposo. Aunque había logrado un gran avance, sabía que esto era solo el comienzo. Necesitaba tiempo para aprender a controlar su magia y a utilizarla sin agotarse tan rápidamente. La idea de estar rodeado de sus amigos, de contar con su apoyo, lo llenó de esperanza. Juntos, podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.
Con eso en mente, se acomodó en el círculo de sal, dejando que la energía del ambiente lo envolviera, mientras el sonido de la lluvia que había vuelto a caer era aún distante, ahora más suave, parecía convertirse en una melodía tranquilizadora. A su alrededor, N y Uzi continuaban conversando, compartiendo risas y sonrisas, creando un espacio seguro donde las preocupaciones se desvanecían, al menos por un momento. En ese instante, Alvirian supo que estaba en el lugar correcto, rodeado de las personas adecuadas, y que su viaje apenas comenzaba.
Y al poco tiempo, Thad despertó, sintiéndose aturdido y desorientado. A su alrededor, encontró a Uzi y N charlando animadamente, mientras Alvirian jugaba con una pequeña burbuja flotante de sangre que había logrado crear durante su entrenamiento. La escena era peculiar, pero había algo inquietante en la forma en que el brujo parecía tan absorto en su juego, como si fuera algo natural. Sin embargo, lo que más le perturbaba era ver a N destapando otra botella de sangre, bebiéndola tranquilamente con una sonrisa en el rostro, como si fuera un jugo refrescante, mientras continuaba conversando con Uzi de manera despreocupada.
Thad se levantó de la cama con lentitud, su cuerpo aún resentido por la batalla reciente, y estiró los brazos, sintiendo como sus músculos crujían con cada movimiento. Se dirigió hacia la ventana de la habitación, esperando ver el mismo aguacero que había estado cayendo la noche anterior. Sin embargo, para su sorpresa, la lluvia había cesado, dejando el paisaje cubierto de una fina niebla que flotaba entre los árboles del bosque que rodeaba la mansión. A pesar de la calma exterior, una inquietud persistente lo envolvía, como si el aire mismo cargara un peso invisible.
—Chicos... —dijo suavemente, temeroso de romper el silencio que llenaba la habitación, y en parte, temeroso de la situación misma.
Su voz, aunque baja, fue suficiente para sacar a Alvirian de su concentración. La pequeña burbuja de sangre que había estado manipulando explotó de inmediato, salpicando el líquido rojo oscuro en todas direcciones. Thad observó con una mezcla de sorpresa y asco cómo la sangre manchaba los rostros de sus compañeros, Uzi, N, y el propio Alvirian. Lo que vino después fue una escena tan absurda como perturbadora.
N, sin inmutarse en lo más mínimo por la sangre en su rostro, lamió su mejilla con una sonrisa de satisfacción. Se quejó levemente del desperdicio del líquido que había caído al suelo, pero eso no le impidió inclinarse hacia Uzi para lamer la pequeña mancha de sangre que adornaba su rostro.
—¡N! —exclamó Uzi con una mezcla de indignación y asco, apartándose rápidamente mientras lanzaba una serie de insultos hacia el vampiro. N, sin embargo, simplemente se rió, tomando su reacción como algo divertido en lugar de ofensivo.
Thad, incómodo por toda la escena, decidió que era el momento de interrumpir, aunque aún luchaba por contener su desagrado hacia la situación.
—¿Podrían... llevarme al pueblo? —preguntó, intentando no dejar que su aversión por la sangre fuera demasiado evidente en su tono de voz.
N, siempre enérgico y optimista, se levantó con alegría.
—¡Claro! —respondió con entusiasmo—, pero solo puedo llevarte hasta la salida del bosque. No podemos salir de aquí... ya sabes.
Esa última frase captó la atención de Thad, quien alzó una ceja con curiosidad. Algo en el tono de N indicaba que había más en esa afirmación de lo que dejaba entrever. Antes de que pudiera preguntar, Uzi intervino, su voz teñida de sarcasmo mientras lanzaba una mirada fulminante hacia Alvirian.
—Larga historia —dijo Uzi, haciendo un fuerte énfasis en las palabras mientras cruzaba los brazos—. Alguien —su mirada se afiló aún más, claramente dirigiéndose a Alvirian— rompió una regla importante, y ahora estamos aquí, atrapados.
Thad asintió lentamente, intentando procesar lo que acababa de escuchar. No tenía intención de indagar demasiado en lo que realmente había sucedido. Su prioridad era volver al pueblo, lejos de la extraña mansión y de las criaturas sobrenaturales con las que, de alguna manera, se había visto obligado a convivir.
—Está bien, no importa —murmuró, tratando de mantener la calma.
Uzi lo observó por un segundo, notando el nerviosismo en su voz. Luego soltó un pequeño suspiro y se encogió de hombros, claramente más interesada en otras cosas que en explicar la situación.
—Lo mejor será que nos movamos rápido —dijo, mientras recogía el grimorio y las botellas vacías que habían estado usando para practicar magia—. No queremos más sorpresas desagradables en el bosque.
N, aún sonriendo, se estiró antes de caminar hacia la puerta, claramente preparado para la pequeña expedición.
—No te preocupes, Thad —dijo N con su tono alegre habitual—, la caminata hasta la salida del bosque es fácil. Además, estarás conmigo, ¡y soy el mejor guía! Solo no te alejes demasiado de mí.
Thad no pudo evitar un ligero escalofrío al pensar en lo que podría ocurrir si se alejaba. Confiar en un vampiro no estaba exactamente en su lista de deseos, pero en ese momento parecía ser la única opción viable. Miró a Uzi y luego a Alvirian, quien aún intentaba limpiarse la sangre de la cara con expresión de disgusto.
—Supongo que no tengo muchas opciones —murmuró Thad, más para sí mismo que para los demás.
Con un asentimiento breve, Thad se dirigió hacia la puerta, siguiendo a N con pasos cautelosos. No podía dejar de pensar en cómo su vida había dado un giro tan extraño en tan poco tiempo. Apenas unas horas antes, estaba escapando de un monstruo, y ahora, su única esperanza de regresar al pueblo residía en la ayuda de un vampiro, una bruja y un brujo inexperto.
Pero, por ahora, lo único que le importaba era salir del bosque.
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6000 exactas holly molly
(dos días de trabajo bien aprovechados JAJA)
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