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IV

Durante la cena, los cuatro estábamos sumidos en silencio, ninguno pronunciaba palabra alguna, sólo podía sentir la mirada de Kivorgil sobre mi, su mirada decía que quería que su hermano le diera una revancha. Marcoirus estaba a mi derecha y los otros dos enfrente de mi. No habia ruido más que el de los cubiertos. El platillo era una ensalada con una rebanada de carne, estaba probando casi bocado por bocado, pero la carne estaba un poco dura, y esto lo notó aquel príncipe, quien tomó mi plato con cuidado y comenzó a ayudarme a cortarla mientras me dedicaba una mirada comprensiva. Pero aparentemente este gesto no le agrado a su hermano ya que éste le lanzó una mirada un tanto molesta, la cual él ignoró y me entrego el plato de nuevo

-¿Te pareció interesante alguna serga en la arena?- el tono de su voz hacia notar un poco su molestia

-Bien sabes que no tengo interés en estos momentos de tener una consorte, quiero disfrutar un poco más de la libertad que tengo- su forma de evitar la pregunta que insinuaba si le había agradado yo parecía haber funcionado

-¿Qué me dices tú, Gil?-

-Tú sabes que quiero mi revancha- lo miró con los ojos entrecerrados y se llevó su copa de vino a la boca

-¿Por qué no aceptas tu derrota de una sola vez?Sabes que podría vencerte fácilmente otra vez en la arena de nuestros reinos-

-Pedirle que acepte su derrota, hermano, es como pedirle que deje de embriagarse hasta perder el conocimiento- se llevó un bocado a la boca después de señalar su punto -¿Por qué no solo llevamos la cena en paz? Ya me cansé de sus constantes peleas-

En eso estaba de acuerdo con él, quería un poco de paz, pero al,parecer y por las miradas entre los dos hermanos, eso iba a ser algo casi imposible, sentía como estaban tensos, como unos depredadores a punto de abalanzarse sobre sus presas, y, sin duda, así fue, el primero en atacar fue Kivorgil, quien por alguna extraña razón, cayó totalmente inmóvil sobre la mesa, noté que las iris de los ojos de Sharva tenían pequeñas fibras doradas,dando indicio de que él había sido el responsable

-Ya me hartaron ustedes dos, pareciera que el mayor soy yo, y por lo que tengo entendido Irus, tú deberías poner el orden- se levantó de su asiento y se fue, dejando a su hermano inmóvil todavía

-Ehhh... ¿me ayudan?- el mayor lo miró

Seguí con mi mirada al príncipe que se había ido hasta que se perdió en la oscuridad del pasillo, solo escuché un golpe sordo y cuando volví a girarme a la mesa, Kivorgil había sido hechado al piso por su hermano. Continúe con mi comida mientras sentía la mirada del príncipe a mi lado sobre mí, como si de su presa se tratase. Me incomodaba pero me atrevía decir nada.
Después de la cena, salí al patio para tratar de asimilar más lo ocurrido, sin embargo, cierto semidiós estaba ahí, con la mirada en la luna, como si ésta le hablara, estaba tan centrado en ella que no parecía sentir mi presencia, al menos eso creí

-Acostúmbrate a las riñas entre mis hermanos, ellos siempre están rivalizando-

-Supongo que... usted no suele meterse en sus peleas-

-Suelo evitar que lleguen a atacarse entre ellos, nada más, pero realmente hay veces que me sacan de quicio- se giro haca mi, quedando de perfil y poniendo sus manos tras su espalda -Esa fue su primera impresión y no le salió para nada bien-

-No.. pensé que se tomarían tan enserió esto-

-Ellos son así, se toman las cosas con una seriedad realmente innecesaria a veces, eso a provocado riñas internas desde hace algunos años, por ende, se han roto acuerdos de paz entre nuestros tres reinos-

Incluso entre ellos había disputas innecesarias, si eso era un problema, el ganar mi mano era otro, y eso era muy grave, podía quebrantar aún más la poca estabilidad de este reino, provocando no sólo una riña, sino una guerra interna

-La estabilidad de estos dominios está en la cuerda floja, pero no es culpa tuya, son ellos los insensatos- miró de nuevo a la luna, pero mantuvo su posición

-Solo causo problemas, directa o indirectamente, durante toda mi vida ha sido así-

Me miró de reojo, pero no dijo nada, tal vez porque estaba de acuerdo o simplemente no tenía palabras para lomque había escuchado

-Será mejor que entres a dormir, lo necesitas-

Camine hacia el castillo, dejando a aquel ser solo. Entre a mi habitación y me dirigí hacia la ventana, observando la luna resplandeciente entre las nubes oscuras. Estando acostada en la cama, esperaba que en cualquier momento Zed empezara a lanzar pequeñas piedras a la ventana para que yo la abriera y él pudiera entrar, pero eso quedo en una esperanza vacía y sin poder evitarlo, el sueño me consumió.
Entre sueños, podía ver un caos enorme en aquel castillo, llamarads enormes que se estendian hasta el cielo, y encima del castillo en ruinas se encontraba alguien de una armadura que cubría todo su cuerpo, unas alas hechas de humo y flotaba sobre el castillo y daba la impresión de reinar aquel caos, mientras otros dos con armadura trataban de atacarlo inútilmente, era un caos tar devastador, y me daba la impresión de ser real.
Desperté sobresaltada y bañada en sudor, el sol comenzaba a alzarse, ese sueño me había parecido tan real, sentía mi respiración entre cortada, pero solo había sido una horrible pesadilla. Me di una ducha rápida y me puse el vestido azul del armario, era de tirantes y ajustado hasta la cintura. Sali de mi habitación y caminé por los pasillos hasta que di con Marcoirus, quien al parecer iba en camino a despertarme

-Me ahorraste el trabajo de ir hasta tu habitación-

-¿Y sus hermanos?- pregunté ante la falta de discusiones

-Se fueron esta madrugada, bueno, Sharva se fue esta madrugada y Kivorgil acaba de irse- me tendió su brazo y lo acepté, dejando que me guiará a no se donde -Debemos discutir los preparativos de la boda, pero lo haremos en el comedor-

No estaba de ánimos para hablar sobre lo que me encadenaría a este mundo y dominio de oscuridad. En la mesa, estábamos comiendo en total silencio, tenía una libreta, una pluma y un tintero a su lado, anotando algunas cosas

-¿Qué color eliges para la decoración? Puedes elegir el que quieras-

-No tengo ánimos para los preparativos, ¿podemos dejarlo para después?- soltó un suspiro brusco

-Necesito que me hagas saber qué color quieres, la boda será en un mes- nisiquiera cumpliría la mayoría de edad antes de la boda

-Supongo que rojo estará bien- lo apuntó en la libreta a su lado

-¿Qué platillo quieres para el plato fuerte?-

-El que usted elija está bien-

Así pasamos el desayuno, o al menos una parte, mi curiosidad por lo que le había pasado a Kivorgil no se iba, no entendía como sus extremidades habían sido inmovilizadas por completo, sentí una mano tomarme por debajo de la barbilla y me hizo mirarlo, se quedó en silencio unos segundos, estudiandome, sentía como si mirara mi alma

-¿Qué te preocupa o te ocurre?-

-Lo de anoche.. sigo sin entender como Kivorgil cayó totalmente inmóvil en la mesa, me sorprendió eso- me soltó y se irguió

-Sharva lo hizo, tiene unas habilidades algo peculiares, una de ellas es el poder hacer que sus enemigos se queden inmóviles a excepción de la cabeza, es una gran ventaja en batalla, y los puede mantener así por el tiempo que el desee- me miró con una mirada que reflejaba algo de orgullo por su hermano -Eso lo hace un contrincante muy peligroso-

-¿Qué otra habilidad tiene que sea peculiar?-

-Él puede hacer surgir una especie de humo que suele verse como humo normal, pero es como un montón de navajas que puede despedazar a sus enemigos en cuestión de segundos, y puede hacer que ondas de magia salgan disparadas de él y se pueden extender por un rango de tres kilómetros, o al menos esa es la distancia que hemos visto que pueden alcanzar o deja que alcancen-

Era increíble lo que estaba escuchando, era el caos echo carne, y quizás sus enemigos no se atrevían a provocar ese caos, y si lo hacían, pagarían un alto precio por eso. Pensé que se quedaría callado otra vez, pero me equivoqué

-Y otra cosa, no quiero que te le acerques, puede que lo niegue, pero es obvio que le caíste bien y lo que menos necesito en estos momentos es a otro rival-

Se empino el vaso de jugo que tenía y se lo bebió todo de un trago, ya veía venir esa prohibición de su parte, pero nunca me imagine que sería por su hermano, pero no quería imaginar lo que podría ocurrir si desobedeció su orden, así que decidí hacerle caso. El resto delmdia no hubo mucho que yo hiciera, solo caminar por los pasillos del castillo, encontrándome con una biblioteca, un taller donde podía practicar con las mezclas, pero él lugar era tan grande como para explorarlo todo en un solo día, deseaba estar en casa, si bien no me trataban bien, por lo menos podía disfrutar un poco más de libertad. Marcoirus me habi prohibido salir del castillo, por lo que estaría encerrada, aunque pensandolo bien, no tenía alternativa, no conocía ese mundo y era muy peligroso como para salir a explorar.

Agarré un libro de la biblioteca y me lo lleve a mi habitación, el libro no tenía una portada en sí, pero conforme lo iba leyendo, me gustaba más, eso me mantenía distraída, sin embargo, si me ponía a leer un libro cada día, los acabaría en dos semanas, eran muy pocos libros los que aquella biblioteca tenía, así que me llevé la lectura muy despacio, casi palabra por palabra, saboreando cada fragmento y renglón del libro. Por un momento, el dolor de mi alma se había ido.

Habían pasado como dos semanas, y no había mucho que llamara mi atención, solo curiosidad por lo que pudiera haber afuera. Marcoirus había comenzado a actuar de una forma extraña desde hacía unos dos días atrás y eso claramente no me daba buena espina, siempre me observaba, como esperando algo, como si hubiera algo que le estuviera ocultando, pero no tenía ni idea de qué es lo que estaba esperando, no me agradaba ese comportamiento en él. Estaba sentada en junto a la ventana en una de las salas, observando el patio del castillo cuando entró y sin decir nada, me tomó del brazo y me llevó a la parte del castillo que parecía una sala de entrenamiento, eso no era bueno

-Ya se lo que eres, así que me vas a mostrar lo que puedes hacer- su voz era muy oscura, tanto que me causaba cierto temor

-No sé de qué está hablando- estaba asustada y mi voz lo demostraba

-Eres una valkiria, y no me lo niegues-

Eso me tomó de sorpresa, había escuchado que las valkirias eran como las hijas de la diosa Sefora y era algo imposible que yo fuera una, no lo era, eso lo tenía en claro

-Yo no soy una valkiria, mi magia solo hace que las pociones que paro funcionen-

-Sabes que puedes hacer más que eso, y me lo vas a demostrar en esta momento... aunque tenag que tomar medidas extremas-

De la nada comencé a sentir un dolor de cabeza insoportable, me estaba sumiendo en un control mental emitido por él, sentí como perdía la capacidad de ordenarle algo a mi cuerpo y de la nada, mis manos se iluminaron de color blanco, creando una luz cegadora que iluso el lugar. Esta magia ni yo la conocía, no sabía que tenía esa magia tan poderosa, pero menos fuerte que la de la oscuridad. Sentía su fuerza fluir por mi cuerpo al igual que su energía, pero de la nada comencé a sentir un ardor en mis extremidades y que se expandió a cada rincón de mi cuerpo, provocando que soltara una grito de dolor, sentía que mi piel se abría y se le hacían grietas.
De un momento a otro deje de sentir el dolor de cabeza y todo el dolor de mi cuerpo desapareció, me sentía entumecida, como si hubiera estabñdo expuesta al frío durante varios minutos y sin un abrigo en tiempo de invierno. Lo último que escuche fue al príncipe gritar mi nombre y de ahí... todo se volvió negro ami alrededor.

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