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IX

CHAPTER NINE

═════"The woman, the thunder and the death"═════

Siempre se había considerado una persona solitaria. Por eso la noche se había convertido en su mejor amiga.

Pero durante las últimas semanas todas sus noches rondaban a ella; por lo menos las que tenía tiempo.

Cuando no se encontraba tratando de infiltrarse en otras cortes; dedicaba sus noches a espiarla. Se había vuelto un hábito poco sano, lo sabía perfectamente. Así como sabía que Rhys lo descubriría; y no le haría mucha gracia.

Pero para su desgracia, él ya lo sabía.


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La casa del viento se encontraba en silencio. Como era costumbre por las noches.

Azriel caminaba silenciosamente por los pasillos. Iría a visitar a Rochelle.

Sus pasos eran cautelosos y suaves; asegurándose de no despertar al guerrero ilyrio con el que compartía vivienda. Cuando llego al umbral que daba a la puerta de salida, pudo notar la presencia de un macho que conocía perfectamente.

—¿Paseo nocturno? — pregunto el alto lord de la Corte Noche a sus espaldas.

El cantor de sombras no se inmuto ante la presciencia de su Alto lord. Lentamente giro sus talones para encarar a Rhysand.

—Funciono mejor de Noche —. Rhys se encontraba recargado de brazos cruzados en uno de los pilares de la casa. Su cara se encontraba plagada por una sonrisa maliciosa, casi felina.

—¿Espías mejor de noche? Oh... —dijo Rhys mientras se acercaba lentamente hacia él. — ¿La espías mejor a ella de noche? —. No era solo una pregunta, era una afirmación. Rhys lo estaba confrontando.

Azriel no dijo nada. Su cuerpo se encontraba paralizado, como el de un gato que se encontraba a punto de pelear.

—¿Creíste que no lo notaria? — Su alto lord se plantaba justo en sus narices.

Su respiración era tranquila, pero llevaba un duelo interno acerca de lo que debía contestar ante las provocaciones de Rhysand.

—¿Te causa algún problema? —. Respondió altaneramente después de algunos segundos.

Rhys soltó una risita.

—No, no realmente...— hizo una pausa —. Pero no está bien; lo sabes Azriel.

Había usado su nombre completo. Rhys no solía usar sus nombres, a menos que la situación fuera seria.

Los dos clavaron su mirada en el otro. Una guerra interna ocurriendo en el interior de los dos machos illyrios. Rhys mantenía una postura firme y de brazos cruzados, a la defensiva. Digno de un alto lord.

Por otro lado, el illyrio de sifones azueles, mantenía una postura más relajada. Sus brazos a los costados.

—Entonces no veo el propósito de esta conversación. — Azriel sabía que estaba desafiando a su alto lord mientras se daba la vuelta dándole la espalda. Apresuro sus pasos dirigiéndose a la salida se la casa del viento.

—No me desafíes Azriel, soy tu alto lord después de todo —los pasos del cantor de sombras se detuvieron al escuchar la espina de molestia en el tono de voz de Rhysand.

Un suspiro de molestia salió de los labios de Azriel.

—¿Cómo crees que reaccionaria si te ve? —pregunto Rhys cuando se dio cuenta de que Azriel no cedería ante sus peticiones. — ¿Crees que va a saltar de felicidad cuando se dé cuenta que la acosas por las noches? —hizo una pausa —Joder Azriel, ¿Sabes lo mal que pueden salir las cosas si se da cuenta?

Estaba molesto, Azriel lo sabía. También sabía que, si la chica se daba cuenta, probablemente les contaría a sus hermanas, y estas se negarían a seguir alojando sus reuniones con las reinas humanas.

Muchas cosas podían salir mal, pero eso a él no le importaba.


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No la podía encontrar por ningún lado.

Después de su enfrentamiento con Rhysand, y de que este le hubiera prohibido visitarla—lo cual no lo detendría. —

Había decidió visitarla como comúnmente lo hacía, pero al llegar a su habitación, esta se encontraba vacía; sin rastro de la chica. Su corazón se aceleró ante la ausencia de Rochelle.

Su cuerpo y mente se concentraron en recorrer la propiedad de pies a cabeza, incluso se atrevió a entrar en las habitaciones de sus hermanas con tal de encontrarla. Después de recorrer la propiedad por dentro y no encontrar rastros de la menor; su mente pensó lo peor. Sabía de la tendencia de Rochelle en llegar tarde a casa, así que su corazón no tardo en dar un brinco ante la idea.

Con pasos apresurados salió de la casa por la puerta trasera, sin preocuparse por el ruido que causara esta. Cada paso en la nieve era más pesado que el anterior, sus huellas se marcaban en el suelo blando con cada movimiento decidido que daba. Su mente se encargaba de maquinar mil escenarios diferentes en los que se podría encontrar Rochelle; cada uno peor que el anterior. Había visto y vivido tantas cosas horribles, que sabía lo que las personas eran capaces de hacer, no solo los inmortales; humanos también.

Sus acelerados pasos se detuvieron en los establos de la propiedad. Aquel inconfundible aroma a cerezas y almizcle había llenado sus fosas nasales. Su pecho brinco ante la sensación. Se acerco a este dando largas zancadas en el colchón blanquecino provocado por la nieve.

Sus pies caminaron entre las caballerizas de los establos, dirigiéndose a la última, en donde lograba detectar el olor de la chica.

Llegando a la caballeriza final pudo encontrar una escena que le gustaría memorizar por el resto de su vida.

Rochelle se encontraba recargada en una paca de paja, profundamente dormida y su caballo Othello dormía con la cabeza en el regazo de la chica.

Era una imagen digna de pintar.

Las alas en su espalda se relajaron un poco cuando se recargo en la pared de la caballeriza, mientras sus ojos se dedicaban a observar el rostro de la menor de las Archeron.

Detallo cada rasgo de su rostro, deteniéndose en el lunar que se encontraba debajo del ojo derecho de la chica. Había perdido la cuenta de las veces que había analizado a detalle su rostro.

Lo conocía a la perfección.



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El olor a libros y a tinta inundaba la habitación de la menor. Ese aroma tan adictivo que desprendían las páginas de los libros le encantaba. Le hacían soñar despierta, sentir que era ella la protagonista de aquellas letras plasmadas en las hojas, y pensar que algún día tendría su historia perfecta de amor.

Un suspiro salió de sus labios cuando dejo el libro a su costado.

No sabía cuántas horas llevaba nadando entre las páginas de los libros. Por fin había encontrado un libro de romance que le agradara y llenara sus expectativas. Los libros de misterio ya le estaban causando paranoia.

Era tarde, casi de noche y la servidumbre de la casa se había retirado hacía ya un rato. Sus hermanas se encontraban en la planta baja, así que ella se encontraba sola.

Nesta leía en el salón como de costumbre y Elain cuidaba de las pocas plantas que se encontraban en la casa. Empezaba a sentirse un poco sola, así que decidió ir a molestar a sus hermanas.

Sus pies se dirigieron hacia el umbral de la puerta de su habitación. Hacía ya unos días que podía caminar por su cuenta sin las muletas o la ayuda de sus hermanas mayores. El pasillo de las habitaciones era tenuemente iluminado por la luz cálida de las velas en las esquinas de las paredes; dándole un aspecto lúgubre y aterrador a este.

Un escalofrió le recorrió la espalda.

Su cuerpo comenzó a moverse en dirección a las escaleras. Cada paso parecía más lento que el anterior y estos hacían crujir las tablas que pisaba continuamente. Jamás se había dado cuenta lo mucho que hacían ruido hasta ese momento.

De verdad le habían afectado los libros de misterio.

Cada que trataba de apresurarse a hacia las escaleras, el pasillo parecía hacerse más largo, era una especie de bucle en la que se encontraba atrapada, y por más que intentara salir; era inútil.

Su respiración se aceleró cuando llego a la mitad del pasillo; deteniéndose.

Era como si el miedo le hubiera quitado la habilidad de caminar y sus pies se hubieran quedado pegados a las tablas de madera. Una energía jalando sus pies hacia el piso, la gravedad haciéndose más fuerte; atrapándola en su lugar.

Cerro sus ojos mientras sentía el sudor frio recorrer su espalda. Una energía fría y oscura lleno la habitación; ahogando el cálido fuego de las velas.

Su cuerpo no solo estaba paralizado, estaba congelándose. El frio comenzó a extenderse desde las puntas de los dedos de sus pies, hasta la última punta de su pelo. Sus dientes empezaron a tiritar desenfrenadamente.

Cerro sus ojos tratando de recordarse a sí misma que todo era una broma por parte de su mente. Pero por más que lo intentara; nada parecía funcionar.

Su respiración se hacía más rápida hasta que escucho aquella voz.

Era lejana y gélida, pero parecía que le susurraba en el oído. Esta era insistente y parecía ir en aumento, multiplicándose con cada segundo que pasaba; ordenándole a que abriera los ojos. Sus parpados se apretaron con fuerza, no pensaba ceder. Pero cada vez la voz aumentaba volviéndola loca.

Abrió sus ojos de golpe.

En frente de ella no había absolutamente nada, solamente aquella ventana al final del oscuro pasillo.

Y ella no sabía porque no podía despegar la vista de aquella escalofriante ventana. Hasta que se ilumino.

Un estruendoso rayo partió en el cielo oscurecido, iluminando todo el pasillo con una luz blanca cegadora. Y ahí en el reflejo de la ventana, justo detrás de ella, se encontraba la figura de una mujer.

No lograba distinguir absolutamente nada de esta. Estaba conformada por una oscuridad profunda y total, pero esa curvilínea silueta era de una mujer.

Ni siquiera tuvo tiempo de voltear cuando esta desapareció junto a la luz de aquel rayo.

No supo cuantos minutos había estado tratando de calmarse, hasta que el ruido de golpes en la puerta principal la despertaron.

Salió disparada hacia la puerta principal de la propiedad. No sabía quién querría algo a altas horas de la tarde, casi noche; pero eso no le interesaba.

Con pasos acelerados bajo las escaleras, llegando a la puerta principal y abriéndola de un golpe.

Casi se le caen los ojos de la cara cuando vio a Azriel parado frente a ella.

El cantor se sombras se encontraba parado justo frente a su cara; mirándola con la expresión más seria que una tumba.

Tenía que levantar la cabeza para poder mirarlo a los ojos. Era muy alto, probablemente el hombre más alto que había visto; y no es que conociera a demasiados hombres, pero fácilmente le sacaba dos cabezas. Ella no le llegaba ni a los hombros.

No se consideraba la persona más bajita del mundo, pero al lado de sus hermanas ella era la más corta en estatura. Para ella tenia sentido; era la menor.

Totalmente culpa de los genes de su padre. Pensó.

—Hola. —dijo el cantor de sombras mirándola a los ojos.

Su boca se abrió y cerro múltiples veces tratando de gesticular las palabras en medio de su shock.

No dijo absolutamente nada, simplemente se hizo a un lado para que pasara. Ninguno de los dos hablo hasta que estuvieron de frente otra vez.

Él fue el primero en hablar.

—¿Han recibido noticias de las reinas?

Rochelle lo miro por unos segundos, todavía procesando su presencia.

—¿Rochelle? —pregunto sacándola de su trance.

—Si... si... —respondió todavía agitada por su carrera hacia las escaleras. — Llego esta carta hace unos días.

Dándole la espalda, se dirigió hacia la mesita junto al recibidor y saco un elegante sobre con un sello en el medio.

Se acerco con cautela hacia Azriel, extendiéndole aquel sobre amarillento.

Este la miro por unos segundos antes de tomar el papel en sus propias manos, y guardárselo en el pantalón.

Los dos estaban sumidos en un silencio relativamente incomodo. Era la conversación más decente que habían tenido en un tiempo.

—Tu pie esta mejor —señalo al pie oculto por su vestido.

La menor dirigió su vista hacia el lugar señalado.

—Si, todavía duele un poco, pero al menos ya puedo caminar —dijo con una sonrisa tímida en su rostro.

Azirel no dijo nada, solo pudo notar que el borde de sus labios es curvaba en una pequeña y casi invisible sonrisa.

—Gracias —dijo para después retirarse en un abrir y cerrar de ojos.

Dejándola sola en el recibidor.



》✧《


Hoy sería la segunda reunión con las reinas humanas.

Ella y sus hermanas se encontraban más listas que la primera vez que las cinco mujeres se presentaron.

Las tres se encontraban en el salón junto con los integrantes de la Corte Noche; esperando a la llegada de las reinas brujas.

Rochelle usaba un vestido color cobre que en la parte de arriba constaba de unas mangas abullonadas color azul opaco y un bello escote de corazón. Era algo apropiado para la ocasión.

Un remolino en el aire anuncio la llegada de estas, pero cuando este desapareció; solo se encontraba la reina dorada y la vieja.

Rhys y Feyre se tomaban de las manos, negándose a soltarse el uno a otro.

La reina vieja deslizo sus ojos por todos los presentes en la habitación.

—Apreciamos que se hayan tomado el tiempo necesario para vernos de nuevo. — Rhysand mantenía una postura firme.

La reina más joven se limitó a hacer un gesto leve con la cabeza, la mirada ámbar salto a Cassian y Azriel a espaldas de Nesta, Elain y Rochelle, con esta última en medio de las dos.

—Después del insulto grave que sufrimos la última vez...—Una mirada feroz de la vieja se clavó en el cuerpo de la menor situada en medio de sus hermanas y con aquellos dos intimidantes illyrios como sus guardianes.

Rochelle no la miro; ignorando sus provocaciones.

—Si ese es el peor insulto que han recibido en su vida, diría que van a tener muchas sorpresas cuando llegue la guerra —. Feyre salto a defendiendo a su hermana.

La mirada de la reina vieja se movió en dirección a Rhys y Feyre los dos seguían tomados de las manos. Ella ronroneo en su dirección:

—Así que después de todo él se ganó tu corazón, Rompemaldiciones.

Feyre les dijo que no creía que fuera coincidencia que el Caldero les permitiera encontrarse con una guerra cerca.

La vieja simplemente la ignoro.

La reina dorada salto a hablar en el momento en que el Caldero fue mencionado. Era condescendiente al hablar acerca de los hijos de los benditos y las cosas que les sucedían en el momento que sus pies tocaban las tierras inmortales de Prythian.

Ellas pedían la prueba que se les había prometido en su visita pasada. Una prueba que demostrara las verdaderas intenciones del Alto Lord de la Corte noche.

—¿No es mi amor por el Alto Lord prueba suficiente de nuestras buenas intenciones? ¿No le habla así la presciencia de mis hermanas aquí? Hay un anillo de hierro, un anillo de hierro de compromiso en la mano de mi hermana..., y sin embargo está con nosotros.

Feyre hablaba desde el corazón. Sus palabras eran puras, sin embargo, no era la prueba que exigían. A la reina vieja le parecía una estupidez que consideraran el amor de Feyre y Rhysand como una prueba, querían algo más, y ellos lo tenían; pero no estaban dispuestos a dárselos.

—Muéstrenos entonces..., pruébenos que estamos equivocadas.

La reina vieja lo sabía, sabía que había algo más.

Morrigan se había acercado a ellas con una esfera no más grande que una manzana madura. Era el veritas. Este mostraba una hermosa ciudad, los colores vibrantes y las luces cálidas que le daban vida a la ciudad, destacaban como cientos de pequeños destellos. En un momento la imagen cambio. Botes y muelles casas y hermosas calles. Los altos fae y otros inmortales paseándose por los pavimentos de piedra; felices, riendo y disfrutando de los placeres que tenía la ciudad para ofrecerles. Imágenes de palacios, restaurantes, tiendas y casas, pasaron por enfrente de los presentes, deleitándolos de la hermosa Velaris.

Era la ciudad más hermosa que había visto jamás. Y saber que Rhys había llorado sangre para poder protegerla la hacía aún más especial.

—Vamos a pensarlo. —dijo la reina vieja.

La habitación estaba en silencio. Ni siquiera que la hermosa prueba que era Velaris quisieron ceder. Ni siquiera con la hermosa carta que Rhys les había enviado; confesando sus sentimientos por Feyre.

No le sorprendía que su hermana y Rhys estuvieran juntos.

Las reinas parecían creer que las imágenes de Velaris eran una manipulación. Las mujeres no pensaban ceder y eso causaba la rabia en las hermanas de Feyre. Nesta les exigía el libro; la rabia la llenaba hasta el punto de llorar. Elain temblaba ligeramente y Rochelle, Rochelle estaba estática en su lugar. La ira le afectaba, pero sabía que no podía actuar como la última vez en un momento tan critico que podía afectar la seguridad de muchas personas.

Y cuando menos lo esperaron, las reinas se habían ido.

Pero justo debajo de donde se encontraba sentada la reina dorada, se encontraba aquel tan codiciado libro.

El libro parecía hablar y susurrar cosas que la menor no podía entender con claridad, pero para Ferye era como tener una conversación con una persona.

—Es su opción, señoritas, si quieren quedarse aquí o volver con nosotros. Han oído el estado de la situación. Ya han hecho las cuentas sobre una evacuación. — Cassian les proponía a las tres humanas en la habitación. Una guerra se acercaba, y en las tierras mortales no estaban seguras —. Si quieren quedarse, habrá una unidad de mis soldados aquí para vigilar el castillo. Si quieren venir a vivir con nosotros en la ciudad que les mostramos..., sugiero que empiecen a empacar.

Las tres se miraron a los ojos. La menor se encontraba entre la espada y la pared. Añoraba poder estar con su hermana mayor, como antes. Pero no se atrevería a dejar a sus hermanas.

Amaba a Feyre, pero sabia que ella ya tenia a personas que la protegieran.

Las tres tomaron su decisión; se quedarían en las tierras mortales.







Cap nueveeeeeee

Oigan les quería agradecer por todo el apoyo que ha recibido la historia.

He planeado esta historia desde hace ya un rato. La verdad me encanta escribir y tengo mucha motivación con esta historia.

Me gustaría saber sus opiniones, y que les gustaría que pasara. Quiero tomarlos en cuenta.

Bueno eso era todo. Voten y comenten

byeeeeeeeeeeeeeee
-MAGIKSM

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