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XXVIII

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando entramos en el límite con los callejones que dan hacia las viviendas y sobre sótanos más pobres de Goseong-gu; donde ya no pasan los autos, los comerciantes justos, o Dios.

Estuve manejando durante cinco horas mientras que Jimin se desplomó dormido en el asiento del pasajero. Le debía por esto, a lo grande. Él no tenía que prestarme su camioneta cuando se lo pedí, y desde luego no necesitaba ofrecerse como voluntario a venir, pero aquí estaba. El molesto compañero de cuarto, el dolor en el trasero que tuve la semana pasada se había ido, y este Park Jimin parecía ser una edición completamente mejorada.

Golpeando su rodilla, le dije—: Oye, ya llegamos.

Hogar. Oloroso, mediocre, violento, abandonado y triste hogar.

Jimin gruñó en sueños antes de que finalmente se sentara y se frotara los ojos. Después de estirarse, miró por la ventana al barrio donde crecí.

—Mierda, hombre. No tenía ni idea.

No le respondí, solo apagué el motor. Me quedé sentado allí por un segundo, sumergiéndome en las emociones que siempre venían acompañadas de este lugar. La vergüenza, la rabia y la frustración de ser el hijo de Kim Yeo Jin.

Con una maldición en voz baja, abrí la puerta y salí. Jimin me siguió sin decir una palabra. Casi deseé que saliera con algún comentario sarcástico y estúpido, pero no dijo nada. Caminamos calle abajo en silencio por exactamente dos minutos. El agua de la tormenta de anoche aún corría por la ladera y se encharcaba a la primera oportunidad; como siempre, el sistema de coladeras y tuberías era el más precario e inservible de todos.

Una cortina sucia y desgarrada era aspirada por un pedazo de cartón que cubría una ventana. Se agitó por la brisa como si nos diera la bienvenida, aunque el olor de la planta de aguas residuales que se hallaba cerca ya penetraba en nuestras narices.

No había escaleras o un portón de clase media que dirigieran hacia la puerta principal. Así que solo deslicé la puerta y salté dentro. Mis hermanos se encontraban acampando en la oscura sala principal; WooJin durmiendo en el sofá y Gunwoo en el suelo. Aunque parecía demasiado temprano en el año para ello, un enjambre de moscas bailaba alrededor de una pila de platos sucios en la cocina.

Le di un golpecito con mi zapato a la pierna de Gunwoo hasta que se despertó de súbitamente y se sentó.

Me miró por un momento antes de parpadear y decir—: ¿Hyung?

Cuando su voz se quebró con emoción, lo arrastré del suelo hacia mí en un abrazo de oso. Le tomó un segundo, pero finalmente me devolvió el abrazo, y cuando lo hizo, enterró su rostro en mi cuello para dejar salir un corto sollozo. Dios, cuánto había crecido.

—¿Cómo está nuestra hermana? —le pregunté, alejándome para ver si todavía tenía un moretón en su rostro, uno reciente rojizo morado.

—Está mal, hyung. Muy mal.

Extendí la mano para tocar su mandíbula descolorida, pero me detuve en el último segundo. —¿Eso no debería haber sanado para estas alturas?

Con un medio encogimiento de hombros, apartó la mirada. —Este es nuevo.

¿Uno nuevo? Nadie me dijo que recibió otra una paliza recientemente. Demonios, nadie me dijo nada de nada en las últimas semanas.

En el sofá, el pequeño Woojin se removió. Cuando se sentó, bostezando y rascándose la cabeza, la manta agujereada que lo estuvo cubriendo se deslizó para revelar unos brazos pálidos y huesudos. Mierda, ¿cuánto comía el niño? Parecía como si solo se alimentaba una vez a la semana.

—Hola, niño —lo saludé, y mi garganta se cerró cuando me acerqué para alborotar su grasoso cabello enmarañado.

Él tenía cuatro años cuando me mudé. Así que cuando me miró con ojos cautelosos, desconfiados y hundidos, me di cuenta que era similar a un extraño; su ausente hermano mayor quien lo abandonó.

—¿Dónde está ella? —pregunté, girándome hacia Gunwoo y sin ser capaz de mirar a mi hermano bebé sin rogar por su perdón.

Gunwoo señaló hacia un pasillo angosto. —Apuesto que en el baño. Ha estado allí toda la noche.

Asentí y me dirigí hacia mi hermana menor. El baño se encontraba oscuro, pero el sol de la mañana entrando por la ventana me mostró un bulto de tamaño humano en el suelo, ubicado sobre el asiento del inodoro. Buscando adentro, intenté subir el interruptor de la luz, pero nada sucedió.

—Nos cortaron la luz. —La frágil voz de mi hermana llegó desde el interior.

—¿Cariño? —Me agaché y la tomé en mis brazos.

Se dejó caer contra mí, tan frágil y flácida que me detuve en seco de atraerla más apretadamente hacia mí, temiendo que pudiera lastimarla.

—Me alegra tanto que estés aquí. —Acercándose más, se estremeció y enterró su cara en mi cuello.

Besé su cabello y juro que traté de mantener la calma, pero joder, era mi hermana pequeña. Cuando vi manchas oscuras salpicadas por el borde de la taza del baño, me atraganté.

—¿Eso es..., eso es sangre?

Pensé en Im Nayeon y la forma en que sangró tras recibir un puñetazo en el estómago.

Yeonwoo ni siquiera levantó la cara. —Probablemente.

—¿Qué rayos pasó?

—Nam...—sorbió y se encogió todavía más contra mi cuerpo.

—Mi amor, habla conmigo.

—...Yo...

Ella temblaba. No, borra eso. Mi niña se desmoronaba a cada respiración y yo no tenía la menor idea de qué hacer. Pero antes, necesitaba saber.

—¿Tuviste un aborto involuntario?

Se limpió la nariz con el dorso de la mano y sorbió.

—No. Yo...yo... los padres de ChangBin me ofrecieron dinero para que me deshiciera de él... así que... lo hice. —Las dos últimas palabras fueron susurradas y obstruidas por las lágrimas.

El aliento salió de mis pulmones. —Tu... Cariño... —Negué, sin saber que decir. Mis dedos temblaban mientras cepillaba el pelo de su cara y besaba su sien—. ¿Es eso lo que querías?

—No lo sé —dijo con voz ronca.

Cerré los ojos. Tan malditamente desesperado y frustrado e incompetente con respecto a todo.

Mi hermana, carajo.

—Si hubieras querido tener al bebé, te hubiese ayudado. Lo sabes, ¿verdad? Sé que me volví loco al enterarme, pero me sentía furioso y asustado.

—¿Cómo crees que me sentía yo? —Retrocedió para mirarme—También asustada, Namjoon. Y tú no estabas aquí. ¿Qué se supone que debía hacer?

Enterrando su cara en las manos, lloró abiertamente; sus hombros temblaban por la fuerza de sus sollozos.

Colocando la mano contra mi boca la vi romperse. Esto fue mi culpa. Le fallé a mi familia. Le fallé a SeMi.

Había fallado, y punto.

—Lo siento —Cerré los pocos metros que la alejaban de mí y la atraje de nuevo a mis brazos. Pero se resistió, y eso me rompió. Enterré mi cara en su pelo—. Lo siento mucho.

Le tomó tiempo para finalmente relajarse contra mí, pero cuando lo hizo, pude tomar por fin un suspiro de alivio. Le acaricié la espalda como si pudiera de alguna manera compensarla por todas las veces que no estuve allí para ella. En un segundo eché un vistazo por encima de su hombro tratando de recomponerme cuando vi más sangre. Esa era una gran cantidad de sangre.

—Vamos, te llevaré al hospital.

Negó aferrándose a la manga de mi sudadera. —No. Creo... creo que ya terminó. Dijeron que sangraría. Pero no esperaba que fuera tanto.

Ella, bendita sea, incluso con el notorio quebranto de su voz quería pretender estar bien.

—¿Todavía te duele? —Volví a besar su sien. Su asentimiento era todo lo que necesitaba ver. —Está bien —Me moví con ella hasta que se sentó en mis rodillas. Entonces me puse de pie—. Vamos a un lugar cómodo, y veremos si podemos encontrar algo para el dolor.

Ni siquiera me molesté en llevarla a una de las dos "habitaciones". Si los chicos se encontraban durmiendo en la sala de estar, ya sabía que no querría ir allí.

Jimin nos encontró al final del diminuto pasillo.

—Hombre, yo...—Sus palabras se interrumpieron bruscamente cuando vio a Yeonwoo.

Ella levantó la vista hacia la nueva voz, y sus ojos se desorbitaron. Gritando, me agarró con fuerza y hundió su cara de nuevo en mi pecho.

—¿Quién es él?

Apoyé la mejilla contra su cabello para tranquilizarla. —Ese es mi compañero de cuarto, Park Jimin.

Esperé a qué él soltara su usual: "Puff, ¿compañero de cuarto? ¿Qué dices? Él y yo estamos saliendo". Pero es no ocurrió. Por el contrario, poco a poco el color fue regresando a su rostro pálido al igual que la habilidad para emitir sonido volvió a su sistema.

—Hola —saludó Jimin con voz ronca—. ¿Cómo...cómo te encuentras? —Cuando vi la dirección de su mirada clavada en las piernas desnudas de mi pequeña hermana, le fruncí el ceño. Su enorme camiseta no le cubría mucho más allá de sus muslos, dándole una buena vista.

Aclarándome la garganta por fin conseguí que quitara los ojos de ella. Cuando se encontró con mi mirada asesina, se apartó, dándonos la espalda.

— Uh.... el uh... me muero de hambre, así que iba a llevar a los chicos por algo para el desayuno. ¿Ustedes dos quieren algo?

—Sí. Consíguenos algunos panecillos de huevo y avena. Si encuentras algo de sopa estaría genial. Déjame ponerla en el sofá primero para darte algo de dinero.

—No te preocupes por eso. —Jimin se giró para mirarnos mientras lo pasaba.

—No tengo hambre —protestó Yeonwoo.

—Bueno, necesitas comer algo y recuperar tus fuerzas —La acomodé y me senté a su lado mientras alcanzaba la manta con la que Woo Jin dormía para cubrir sus piernas—. Por lo menos inténtalo, ¿de acuerdo?

Después de un reacio asentimiento, miró más allá de mí, hacia mi mejor amigo. De pie torpemente junto a la puerta, con las manos metidas en los bolsillos, Jimin le devolvió la mirada. Pero tan pronto sus ojos chocaron, los apartaron. Sonrojándose locamente, Yeonwoo apoyó la cabeza en la almohada y rodó para esconder su cara en ella.

Me levanté, tomé una respiración profunda y me giré hacia mi compañero. Cuando le di un simple asentimiento, juntó a mis hermanos que se encontraban más que dispuestos a ir a buscar algo de comer, y salió del sótano.

Más tarde, mientras mis hermanos varones se sentaban en el sofá, uno a cada lado de la pálida Yeonwoo, después de engullir todo lo que les compró Jimin para comer, salí por un minuto para tomar un poco de aire fresco. Mi amigo me siguió poco después.

Dejó escapar un suspiro y apoyó la espalda contra las paredes enmohecidas y descarapeladas de mi "casa" mientras colocaba las manos en sus caderas.

—¿Cómo es el refrán?

—¿Cuál?

Karma Sutra: El destino te ha follado en todos los modos creativos.

Resoplé una risa. —Suena bastante bien.

Jimin se unió con una breve risa, pero no duró mucho. Maldiciendo entre dientes, pasó la mano por su cabello. —Entonces, ¿qué fue lo que paso ahí, con...ella? Joder, amigo. ¿Va a estar bien? Dime que sí.

—No lo sé.

—¿Dónde está tu mamá?

Suspirando me giré hacia Jimin.

—Buena pregunta.

Siseó otra maldición y se apartó de la pared. —Bueno, esto... esto francamente es una mierda. No es de extrañar que nunca me hablaras de tu vida en casa. O que tu hermana era tan atractiva.

—¿Perdón? —Cuando le di una mirada penetrante, levantó las manos como si se estuviera rindiendo.

—¿Qué? No es mi culpa. Todas las veces que la mencionaste siempre me la imaginé como de unos cinco años llevando por todos lados una frazada y un oso de peluche. Y...amigo, ella no tiene cinco.

—Tampoco veinte —gruñí—, así que retrocede.

—Oye, no le faltaba el respeto. Las paredes de este lugar son demasiado delgadas, la escuché decirte todo por lo que acaba de pasar. Solo digo, no soy ciego.

—Bueno, mejor te vuelves ciego cerca de ella.

—Bien, como sea. —Jimin levantó las manos una última vez, diciéndome que retrocedía. Dejó escapar un largo y fuerte suspiro y miró al cielo. Hice lo mismo. Después de un minuto en que ninguno de los dos habló, preguntó—: ¿Qué vas a hacer con todo este jodido problema?

Pateando una roca imaginaria, traté de reprimir todo el aumento de mis emociones. Pero cuanto más pensaba en lo que debía hacer, más quería destrozar esta burla de casa con mis propias manos.

—¿Sabes? siempre me pregunté lo mal que tendrían que ponerse la cosas aquí antes de que tuviera que renunciar a Yonsei y volver a casa. Pero mierda, esto es peor de lo que me imaginaba. ¿Cómo pude dejar que las cosas se pusieran tan mal?

—Pero si dejas la escuela ahora...

—Lo sé.

No necesitaba un recordatorio. Presionando las manos a cada lado de mi cabeza para tratar de aliviar un poco la presión que se acumulaba en mi interior, cerré los ojos. Excepto que cuando lo hice, todo lo que podía imaginar eran noticias con la cara de SeMi salpicando todas las portadas de los periódicos y las pantallas de los televisores con el titular: "Escándalo sexual en la Universidad Yonsei de Seúl se extiende del equipo de atletismo al de fútbol."

—No puedo hacerle eso a SeMi, Jimin. No puedo.

—Entonces, ¿qué vas a hacer? —insistió— Porque no puedes dejarlos aquí a los tres así.

Lo sé. Pero ¿qué puedo hacer?

—Bueno, ¿qué es lo que quieres hacer?

Quiero entrar a esa patética casa, recoger a mis hermanos, y llevarlos a Yongsan conmigo. Quiero proteger a todos los que amo.

Jimin me dio una sonrisa repentina y limpió sus manos contra los muslos. —Bien, de acuerdo. Estoy contigo. Vamos a hacerlo.

—¿Qué? —Parpadeé y lo miré boquiabierto— No podemos hacer eso. Ellos no... Su vida está aquí. La escuela. Mi madre... mierda, no tengo ningún tipo de custodia. Sería considerado secuestro si yo...

—Si te atrapan —Movió las cejas—. Pero no veo a tu madre en ninguna parte, ¿en serio crees que se opondría?

Una semilla de esperanza brotó dentro de mí. Sería difícil... pero valía la pena.

Sacudiendo la cabeza, le fruncí el ceño por siquiera sugerir la idea. —No puedo llevar a tres niños menores de edad a la capital conmigo. Yeonwoo cumplirá diecinueve en dos semanas, pero aun así. ¿Dónde diablos podríamos instalarlos en nuestro apartamentito de dos habitaciones?

Echando un vistazo a la pequeña pocilga en el que vivían ahora, levantó las cejas y me lanzó una mirada. Muy bien, tenía razón. Incluso nuestro apartamento de mierda se hallaba en muchas mejores condiciones que esta basura.

—Mira, mi cama es más grande. Los chicos pueden tener mi habitación, tu hermana quedarse en la tuya, yo tomaré el sofá, y tú un acolchado en el piso en lo que encontremos un lugar más grande para alquilar.

Solo lo miré fijamente, sin poder creer lo que escuchaba. —¿Hablas en serio?

—Sí. Ni pienses que me quedaré en el suelo.

Con una risa soplada, sacudí la cabeza. Solo Jimin podría hacerme sonreír en un momento como este.

—Quiero decir, acerca de todo esto. Es un asunto importante, Jimin. Esto salvaría mi vida, maldición, pero sería un gran cambio. Para ti también. ¿Estás seguro?

Se encogió de hombros como si no fuera nada. —Van a estar un poco incómodos en mi medio asiento trasero hasta allá, pero demonios, ¿por qué no?

Sin poder resistirlo un segundo más, cerré los ojos con fuerza y cubrí mi cara con las manos mientras el alivio casi dobló mis rodillas.

—Gracias. En serio, Jimin. Maldición. Muchas gracias. Nunca voy a ser capaz de pagarte por esto.

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