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ii┆romantic mornings ୭˚. ᵎᵎ

𝐭𝐲𝐩𝐞: oneshot
𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬𝐭: stanley pines
𝐜𝐚𝐭𝐞𝐠𝐨𝐫𝐲: fluff, fluff y más fluff
𝐰𝐚𝐫𝐧𝐢𝐧𝐠𝐬: -
𝐬𝐢𝐥𝐯𝐢𝐚'𝐬 𝐧𝐨𝐭𝐞: SI, YO LE RECORDARÍA A STAN QUE TOME SUS VITAMINAS, Y QUEEE

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Una suave luz matinal se filtraba a través de las ventanas de la Cábaña del Misterio. La tranquilidad de la mañana envolvía el lugar, solo interrumpida por el canto lejano de los pájaros y el sonido de los utensilios en la cocina. Estabas ocupada preparando el desayuno, una rutina que habías adoptado con cariño desde que tus sobrinos-nietos habían llegado al pequeño pueblo. Tus movimientos eran rápidos y precisos, mientras elegías con cuidado los ingredientes: arándanos para Dipper, frambuesas para Mabel, y por supuesto, las vitaminas de Stanley antes de que se le olvide tomarlas.

La paz de la mañana te hacía tararear una melodía, algo suave que había quedado en tu mente no estabas consciente del todo de la presencia que se acercaba por detrás, hasta que sentiste un par de brazos firmes rodearte suavemente por la cintura. La sorpresa inicial se transformó en una risa ligera cuando reconociste el toque familiar de Stanley vestido ya con su clásico traje y su sombrero, listo para el día.

──Buenos días, muñeca ── susurró, su voz profunda mezclándose con el sonido de la cafetera en el fondo.

──Buenos días, Stan ── respondiste, una sonrisa dibujándose en tu rostro mientras sentías el calor reconfortante de su abrazo.

Stanley se quedó un momento en silencio, disfrutando de la sensación de tenerte cerca, de la normalidad de esa escena. No podía evitar preguntarse cómo había tenido tanta suerte. A lo largo de su vida, había perdido tanto, todo parecía desmoronarse entre sus manos. Pero tú... tú te habías quedado. A través de sus errores, sus tropiezos, habías estado ahí, firme y constante. La gratitud llenó su pecho, algo que le costaba expresar con palabras, pero que siempre intentaba mostrar en sus actos.

──¿Cómo puede un hombre tan simple como yo, haber ganado algo tan grandioso como tú? ── murmuró, dejando un beso en tu cuello que te hizo reír suavemente.

──Debe ser que tienes tus encantos, cariño. ── respondiste entre risas, disfrutando de ese momento en el que todo parecía estar en perfecta armonía

Stan sonrió con una mezcla de orgullo y ternura, soltándote solo para verte colocar los platos en la mesa y, sin previo aviso, Stan te tomó de la mano. Antes de que pudieras protestar, ya te estaba guiando en un improvisado baile por el comedor. No había música, pero no importaba. Sus movimientos eran torpes pero decididos, y no pudiste evitar reír.

──Stan, ¿qué has hecho ahora? ¿Hay alguna fianza que pagar? ── preguntaste entre risas, aunque sabías que no era nada de eso.

Fingió estar ofendido, llevándose una mano al pecho.

──Oye, una vez cada tanto un hombre puede decidir ser un poco romántico sin que haya de por medio una multa, ¿sabes?

Tus risas llenaron la habitación mientras girabas bajo su brazo, disfrutando del momento. El sonido de pasos en las escaleras te hizo mirar hacia arriba, justo a tiempo para ver a los gemelos, aún somnolientos, bajando. Mabel observó la escena con una sonrisa soñadora.

──¡Eso es tan romántico!── exclamó, sus ojos brillando.

Dipper, por otro lado, rodó los ojos, pero no pudo evitar la sonrisa que se asomaba en sus labios.

──Sí, claro, súper romántico ── dijo, aunque en el fondo no pudo evitar admirar la relación que sus tíos compartían. Sabía, aunque no lo dijera, que era una de las mejores parejas que jamás vería.

Te acercaste a los gemelos y les ofreciste una cálida sonrisa.

──Vamos, chicos, a desayunar. Hoy tenemos mucho que hacer.

Mabel se apresuró a sentarse, tomando su plato con entusiasmo, mientras Dipper la seguía con un suspiro, aunque podías ver el aprecio en sus ojos. Stan se quedó un momento en la puerta de la cocina, observando la escena. No pudo evitar sentir que, pese a todas las dificultades que había enfrentado, había encontrado su hogar en esa pequeña cabaña con su peculiar pero querida familia.

──¿Qué haría sin ti, muñeca? ── murmuró Stan, acercándose a ti para plantarte un beso en la mejilla antes de que pudieras regresar a la cocina.

──No quiero ni imaginarlo, cariño ── Le respondiste con una sonrisa cómplice, y ambos sabían que, pasara lo que pasara, seguirían juntos, disfrutando de los simples pero valiosos momentos que la vida les ofrecía en ese rincón escondido del mundo.

Stan se sentó a la mesa, viendo a los gemelos charlar y reír mientras comían. Observó tu rostro iluminado por una sonrisa y no pudo evitar sentirse el hombre más afortunado del mundo. Su vida había estado llena de sombras, pero con tu presencia y la de los niños, todo parecía más brillante. En ese instante, con el aroma del desayuno llenando la habitación y las risas de los gemelos resonando en sus oídos, Stan supo que había encontrado algo más valioso que cualquier fortuna: su familia.

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